Walter, enchufa el plasma... (Clark Kent) (20-11-2018)

Después de largas conversaciones entre el director del Daily Planet y sus más reconocidos reporteros habían concluido las asignaciones de los casos a seguir, y a Clark le había tocado la campaña electoral de Blair Van der Woodsen, la mujer que tan famosa se había vuelto después de unas polémicas declaraciones en las que anunciaba públicamente su condición de mutante. Como se podía uno imaginar, la sociedad en general, hablando en términos metafóricos, se le había echado encima.

Aquella realidad lo volvía todo mucho más interesante, si cabía; se trataba de un caso digno de ganarse la portada, y más aún lo sería si lograba alzarse vencedora en las elecciones. Pero para eso aún quedaba un largo camino, ¿no es cierto? Uno que le había tocado seguir de cerca, con la cámara en la mano y los dedos en las teclas. Se avecinaban grandes artículos con la firma de Clark Kent.

Van der Woodsen estaba a punto de conceder una amplia rueda de prensa pública lejos del lugar en el que solía presentarse. ¿Una reacción a los posibles motines tras la declaración de su condición? No lo descartaba.
- Pare aquí -pagó al contado y bajó del taxi. Sí, del taxi, no me miréis así; había días en los que a Clark Kent le apetecía ser simplemente eso, Clark Kent, y vivir como una persona normal y corriente en lo que al concepto terrícola se refería. Y aquel era uno de esos días, uno en el que su intención no iba más allá de ser un reportero más o, mejor dicho, uno que pudiera estar por encima de los demás en cuanto al reportaje añadido a las páginas del número del día siguiente.

Cruzó la acera y presentó su pase de prensa para acceder al interior del edificio, donde un buen puñado de periodistas se ubicaban ya en sus asientos. La primera fila, por supuesto, estaba... Oh, espera. Aún quedaba un asiento. Se apresuró a paso tranquilo -si entendéis a que me refiero- para ocuparlo a tiempo y aguardar el comienzo. Van der Woodsen se presentó flamante, enfundada en un vestido que decía mucho a su favor y prácticamente nada en contra.

En la primera etapa de la rueda de prensa, Clark permaneció en silencio, como dictaba su modus operandi; dejaba que el resto de miembros de la prensa prácticamente se abalanzara sobre ella con preguntas de toda índole, algunas más comprometedoras que otras, algunas más ofensivas que otras. Lo que más le sorprendió fue que todas, absolutamente todas las preguntas, giraban en torno a su condición como mutante, a qué la diferenciaba del resto de figuras políticas, cosas así. Le sorprendió, dicho sea de paso, lo firme que se mantuvo la entrevistada, sin mermar su semblante en ningún momento.

Los minutos, las horas pasaban y, echando un vistazo al reloj de pulsera, comprobó que ya rondaban la hora del almuerzo. Y no era el único que lo notaba, a juzgar por el rugido que emitió el estómago de su vecina de asiento; uno quizá sutil para los demás, pero no para el oído de un kryptoniano.
Las preguntas sobre su condición de mutante, sobre su superioridad o inferioridad, el hambre general, lo mucho que comenzaba a incomodar el trasero en el asiento... Todo ello acabó condicionándole a romper con esa racha de preguntas sin sentido y alzar la mano, aguardando su turno para lanzar la que muchos podrían considerar la primera cuestión inteligente del día; una que, de hecho, no llevaba ninguna connotación mutante.
- Señorita Van der Woodsen, ¿podría contarnos qué planes tiene para los más necesitados? Sabemos de otros candidatos que han lanzado sus propuestas, pero usted aún no se ha pronunciado en ese asunto. -una carta arriesgada, en realidad. Los más avispados podrían entender una ligera inclinación a favor de su candidatura; otros, que salía intencionadamente del tema que había monopolizado la rueda de prensa hasta el momento. Fuera como fuese, no había podido contener esa necesidad de, de alguna manera, "sacarla del apuro" y darle un empujoncito a lo que podría ser el comienzo de la defensa y auge de su campaña aquel día. Además, si sabía interpretar bien la segunda, podría captar una muy sutil indirecta: los mutantes, de alguna manera, estaban involuntariamente apartados de la sociedad. Pero, en lugar de atacar como los demás, con su pregunta le dio la oportunidad de lanzar un argumento más sólido de los que se había visto empujada a emplear en su defensa hasta el momento.

Dejó que sus labios dibujaran una pequeña y humilde sonrisa cuando captó esa mirada de agradecimiento para, acto seguido, asentir para sus adentros y comenzar a tomar notas, mientras pensaba que aquella respuesta le había resultado sorprendente. No fue ajeno al hecho de que muchos de sus colegas de oficio reaccionaban de maneras dispares: musitaban por lo bajo, criticando una supuesta fachada, otros concediéndole el beneficio de la duda, y alguno que otro se preguntaba cuándo narices iban a parar aquello para llenarse el buche. ¿Y llamaban a aquello profesionalidad? Qué bajo había caído la prensa. Pero eso ya lo sabía, claro, y demasiado bien; él, simplemente, trataba de marcar la diferencia y demostrar, junto a Lane y una escasa minoría, que algunos periodistas sí se tomaban en serio su trabajo.

Anotó mentalmente algunas preguntas más que le gustaría hacer, en especial en referencia a esa mención al mantenimiento de las centrales más peligrosas; era un tema que había tocado muy por encima, pero nadie más parecía haberse dado cuenta. Demasiado obsesionados con su condición, imaginó. ¿Dónde estaban los reporteros abiertos de mente y entregados a su trabajo? ¿Grabando noticias sobre pizzerías?

En el fondo, muy en el fondo, también estaba deseando que se iniciara ese descanso. Pero captó entre los murmullos de los demás, entr un par de voces que se le antojaron sospechosas; tenían la clase de entonación al hablar que se empleaba cuando se estaban concretando los detalles de un plan inminente, uno que no iba a ser demasiado agradable a ojos ajenos. ¿Cómo era la palabra? Ah, sí. Estaban Conspirando.

Con la mayor sutileza del mundo activó la visión de Rayos X, localizando así un par de objetos bastante sospechosos en sus bolsillos... Y no sólo en sus bolsillos, porque uno de ellos ya portaba uno en la diestra.
- ...de coña vamos a dejar que una puta friki tenga poder en Norteamérica -fueron las últimas palabras que escuchó, y fueron más que suficientes; por suerte, Clark nunca había tenido el problema de olvidarse de dónde estaba y cometer el grave error de dejarse llevar por el impulso de emplear sus poderes en público. Se levantó como empujado por un resorte, siendo el primero de todos ellos que lo hizo, antes de que nadie hubiera dicho nada sobre un posible descanso o pausa para la comida. ¿Su intención? Interceptar lo que quisiera que fueran a hacer de una manera creíble, humana. Lamentablemente, no le dio tiempo a reaccionar tan rápido como lo habría enfundado en el traje y la identidad de Superman: el mismo que había pronunciado aquellas sucias palabras, sin previo aviso, se levantó y arrojó lo que llevaba en la mano, que impactó contra una de las banderas y la hizo estallar en llamas. ¿Un cóctel molotov?-. ¡No queremos bichos raros en el congreso! ¡Largo de aquí!

¿De dónde diablos había salido aquella pareja, y por qué nadie había interceptado el contenido de sus bolsillos en el control de seguridad de la entrada? Ya investigaría eso más tarde, tenía cosas mejores de las que preocuparse. El otro hombre se levantó, sosteniendo algo también en la mano; la multitud que conformaba la prensa presente comenzó a revolucionarse y, en la mayoría de los casos, alejarse. Él, por contra, corrió hacia ellos y se lanzó, placando al más cercano y lanzándose con él contra el suelo. ¿Por qué tardaban tanto en reaccionar los miembros de seguridad?

Por suerte, no tuvo que hacer mucho más. Aunque tarde, los de seguridad, así como los guardaespaldas de Van der Woodsen, se encargaron de aquellos dos hombres y se los llevaron a la fuerza, mientras la pausa para comer se convertía en un imperativo. La candidata al congreso desapareció, como era evidente, y el equipo de seguridad se encargó de registrar a los demás, él incluido, antes de invitarles a pasar a una sala contigua para compartir el almuerzo, donado por el hotel que había al lado, y que consistía en una ensalada césar y un solomillo a la plancha con salteado de verduras. Demasiado verde para su gusto, pero estaba francamente bueno, aunque poco o nada dedicó a pensar o a centrarse en disfrutar de dicho almuerzo.

La rueda de prensa se retomó y, para su grata sorpresa, tras el altercado sus colegas fueron mucho más abiertos y magnánimos con sus preguntas, aunque no faltaron las que buscaban en vano alterar su temple de acero. Él lanzó un par de preguntas más y, tanto de las suyas como de las ajenas, tomó muchas notas.

Cuando todo terminó, después  de alargarse prácticamente todo el día, recogió sus cosas y fue a retirarse, no sin antes lanzar una última mirada a una candidata que, al menos para él, había ganado muchos puntos. Pero alguien le detuvo; un tal Walter que, según decía, hablaba en nombre de Blair Van der Woodsen al invitarle a cenar con ella esa misma noche como agradecimiento por lo que había hecho. Volvió a desviar la mirada en dirección a la mujer, observándola de reojo, sorprendido, antes de devolver la atención al hombre.
- Sí, claro. Sería todo un placer -"y un honor", que se diría, pero no la conocía tan a fondo, y tampoco vivía en la Edad Media.

Cualquiera diría que no le daba tiempo a volver a casa y acicalarse, pero... Eso era porque conservaba muy bien su secreto, claro. El día de ser íntegramente Clark Kent continuaba, pero podía permitirse un par de carreras para salvar la jornada.

Una vez en su apartamento, se desvistió y se dio una rápida ducha mientras se preguntaba cómo había llegado a tener una... ¿Cita? No, claro que no. Una cena, una simple y agradable cena con una persona que quería agradecerle haberle sacado del apuro. Clark Kent podía quedarse corto en algunos menesteres, pero apreciar una buena cena en buena compañía no era uno de ellos.

Después de ducharse se vistió, optando por un conjunto a medio camino entre lo formal y lo amistoso; la clase de vestimenta que uno llevaría en una cena de lujo con un viejo amigo. Comprobó el reloj; tenía diez minutos, y el restaurante en el que le habían citado estaba a quince, si se iba en coche o en taxi. Así que, naturalmente, ya estaba en la puerta en un minuto y medio. Tan sólo tuvo que dar su nombre en la entrada para que le condujeran a una mesa perfectamente dispuesta para dos personas; siguió al camarero hasta ella y esperó. Cuando la mujer apareció, se incorporó casi al instante.
- Así es. ¡Por favor, no se disculpe! Soy yo el que ha llegado pronto. Y haga el favor de tutearme. Llámeme Clark -rodeó la mesa antes de que ella llegara a su asiento, le estrechó la mano y, acto seguido, apartó la silla para que pudiera sentarse. Regresó entonces a la suya e hizo lo mismo-. Agradezco mucho su invitación, no tenía por qué tomarse la molestia.

Dejó reposar las manos sobre las rodillas y desvió la mirada hacia los camareros; uno de ellos se aproximaba hacia su mesa para facilitarles dos cartas del menú.
- Gracias, muy amable -atrapó ambas, le ofreció una a Van der Woodsen y, después de recorrer sus facciones con la mirada, pensando que el pelo suelto le favorecía aún más, bajó esta a la lista de platos, tratando de concentrarse en qué elegir.

Asintió, todavía un poco aturdido con la idea de estar sentándose a cenar con una persona que aspiraba a ser un pez gordo del gobierno o, al menos, del congreso. Toda una ironía viniendo de alguien que, de hecho, era Superman, una de las entidades más poderosas en la Tierra -o, al menos, así fue en algún momento-, y eso hacía que muchos le tuvieran en demasiada estima. Era un ejemplo, un modelo, un héroe, un amor platónico, una obsesión, una referencia... Dependía de la persona, por supuesto, pero cargaba sobre sus hombros con la responsabilidad de ser alguien de importancia, directa o indirectamente, para muchas personas. Y allí estaba, tratando de mantener la compostura ante Blair Van der Woodsen, como si tuviera kryptonita encima, o algo por el estilo. Sólo por ese pensamiento, recorrió sus manos y su cuello rápidamente con la mirada, asegurándose. Falsa alarma.

- Blair, entonces. Y no tienes ninguna deuda que saldar, en serio. Sólo he... -¿actuado como se suponía que debía actuar? Se había dejado llevar, sí, pero porque su moralidad le instaba a ello. Quizá se creyera que contener sus poderes, con tantos años de experiencia, suponía una tarea fácil, pero no era así. En situaciones en las que todo parecía depender de él, mantener su verdadera identidad en secreto no era, ni de lejos, tan sencillo como podría parecer- sólo he cumplido con mi deber como ciudadano -sí, aquello quedaba bien. Era creíble. Y si había algo que le aportaba su humana identidad como Clark Kent era, valga la redundancia, esa humanidad que, incluso dentro de la sociedad de aquellos tiempos, superaba a la de otros que sí vivían realmente habiendo nacido en esa condición.

En lo que su acompañante enumeraba muy decidida los platos que quería, como si ya lo hubiera estudiado antes de ir allí o un simple repaso le hubiese bastado, Clark demostraba, una vez más, su indecisión. Permaneció unos instantes en silencio, notando la expectante mirada del camarero clavada en su frente, y acabó por decantarse por un par de cosas que no le sonaron mal, a pesar de la ignorancia; para él, aquello era una cocina muy alta, y estaba acostumbrado a prepararse sus propias tortillas, poco más.
- Yo tomaré... Una ensalada de frutas y foie de canard, y de segundo... -ojeó un poco más, alargando el silencio para hacerlo más interesante aunque, en el fondo, no fuera más que una manera de darse más tiempo para decidir- Pollo asado con entretela de naranja -sonaba muy bien, era pollo y eso era suficiente. Le devolvió la carta al hombre y volvió a centrar su atención en Blair, que le había lanzado una muy abierta pregunta-. Hmm... No soy una persona muy dada a pedir nada a cambio, ¿sabes? Además, aunque quisiera hacerlo, como acabas de comprobar, también soy terriblemente indeciso. Así que, si te dijera que no es necesario, pero que si tanto lo deseas que sea como tú lo quieras, ¿qué harías?

¿Acababa de pasarle la bola? Tal vez. Pero ofrecer a Superman, o a Clark Kent, si lo preferís, una compensación a cualquier acto de deliberada bondad, siempre le ponía en compromiso con su moralidad. ¿Hasta qué punto podía aceptar algo así?