Primer encuentro [Nightwing][DC, Pre-Omega]

No tenía muy claro cómo había ido a parar a Gotham City. Ni siquiera recordaba qué camino tomó. Sólo sabía una cosa: estaba hambriento, tenía frío, y no quería pasar la noche en un callejón. Menos de la ciudad con mayor nivel de criminalidad de Estados Unidos.

Tuvo suerte de encontrar un abrigo apolillado tirado en un contenedor, y al menos no pasaría una noche muy fría. Pero estaba perdido, no tenía dinero, y mucho menos alguien con quien contactar. Después de años viviendo en un espacio perfectamente acomodado, donde le brindaban todo cuanto necesitara, aquello se le hacía muy duro de tragar. ¿Qué haría ahora? ¿A quién acudiría? Se miró de nuevo las manos, que brillarían para siempre con aquel tono metálico. ¿Quién lo iba a aceptar ahora con aquel aspecto?

Observó entonces la moto del Galaxy Pizza a la vuelta de la esquina. El encargado acababa de guardar la caja de su próximo envío, pero regresó un momento al local, como si se le hubiese olvidado algo. Desde allí podía oler aquella gloria hecha masa. Le rugieron las tripas. ¿Cuánto hacía que no probaba bocado? No lo recordaba. Tragó saliva y sintió un nudo en el estómago y en los pies. No estaba nada bien lo que iba a hacer. Su conciencia le decía de todo menos cosas bonitas.

Finalmente el hambre la amordazó. Por una vez no iba a pasar nada, ¿verdad?

Aprovechando que nadie lo veía, Brian empleó sus portales para alcanzar fácilmente la bolsa con la caja de la pizza sin tener que moverse muy lejos. Ya a su alcance, la abrió y olisqueó, incapaz de contener las babas por lo mucho que le abría el apetito.

Por desgracia no se había alejado lo suficiente.

-¡Oye, tú! ¡Devuélveme eso! -el empleado le echó una voz tan pronto regresó y se encontró la bolsa de la moto abierta y al chico con la pizza en la mano.

El pulso se le aceleró y echó a correr, ignorando los gritos de "¡Policía, ladrón!" a su espalda.

La mansión de Bruce no quedaba muy lejos de allí, así que preferí dar un paseo nocturno antes de llegar a casa. Era una noche tranquila, eso se veía pocas veces aquí, en Gotham. Era entrada la noche, y Bruce no tardaría en enfundarse las mallas y salir a buscar a los villanos más pirados de toda la ciudad.

A veces echaba de menos trabajar con Batman, pero no por ello tenía ganas de volver con él. Los Young Titans eran más mi estilo, me dejaban ser tal y como soy. Bruce y yo hemos llegado a un punto en que ya no conectamos para trabajar, no pensamos lo mismo, no hacemos lo mismo.

Ya había dejado de querer ser como Batman, ahora solo era Nightwing, y aunque eso le disgustara a veces no lo cambiaría por nada del mundo.

Enfrascado en mis pensamientos, no me di cuenta de los gritos de un pizzero que parecía venir en mi dirección. Choqué con un niño, y éste me empujó, tirándome la gorra al suelo. El chaval me esquivó lo más rápido que pudo y siguió corriendo en aquella dirección. Vaya con el crío, tenía muy buenos reflejos.

El pizzero pasó indignado por mi lado mientras seguía corriendo detrás del chaval.

-¡Detén al ladrón! ¡Ladrón!- dijo a grito pelado por la calle.

Recogí mi gorra del suelo y observé la situación. El niño llevaba consigo la caja de una pizza, y al paso que tenía su dueño, no lograría alcanzarlo nunca. Sonreí para mis adentros y sin que me viera nadie, escalé el edificio con la Winggarra, corrí por el tejado hasta prever por dónde cruzaría el chaval y bajé con un par de acrobacias hasta posicionarme justo en una esquina, esperando a que el muchacho apareciera por la calle contigua. Entonces, intenté cogerle por el cuello de la ropa y levantarlo. Seguro que así no iba a correr más.

-¿A dónde vas con eso, chico? - le dije con una sonrisa.

Por fortuna para Brian, el pizzero no estaba tan en forma como él. Apenas un par de zancadas y ya pudo darle esquinazo. Pero algo dentro de él le hizo desear ser atrapado. ¡Lo que estaba haciendo era inexcusable! ¿Qué le hubiese dicho su padre si se hubiese enterado? No habría estado contento en absoluto. Por mucha hambre que tuviera...

Brian, eres un ladrón. Así has acabado.

Algo le hizo frenar en seco. La pizza voló a dos metros por la fuerza de la propulsión. Jadeó de puro susto y miró hacia atrás. Un joven mayor que él le acababa de sujetar por el cuello de la camisa. Le miró asustado, pero pronto reaccionó.

-¿A dónde vas con eso, chico?

-¡Suéltame!

Sabía que se iba a arrepentir de hacer eso.

A una velocidad digna de un atleta, Brian impulsó su pierna hacia atrás y le asestó una veloz patada en el pecho al tipo aquel. No pretendía hacerle daño, sólo apartarlo para que le soltara y echar a correr. Tras un rato avanzando por la acera, giró en la primera esquina que encontró.

Un callejón sin salida. No había problema.

Sin dejar de correr, Brian apuntó hacia la escalera de incendios a escasos metros por encima de su cabeza. Su mano izquierda emitió un brillo anaranjado y disparó el portal de salida justo encima de la estructura. El otro portal lo lanzó sobre el muro, hacia el que fue directo. Su perseguidor vería cómo el chico atravesaba aquella estela verde y desaparecía, sólo para reaparecer por la estela naranja y seguir corriendo, subiendo las escaleras a toda velocidad.

Con suerte, daría esquinazo al tipo aquel. Había perdido la pizza, pero al menos no acabaría en prisión.

Vale, tenía que admitir que no me lo esperaba para nada.. 

El chaval me propinó una patada en el pecho y consiguió deshacerse de mi presa. No me hizo daño, pero el chico tenía bastante fuerza con las piernas. 

-¡Eh! ¿A dónde crees que vas? - le grité al chaval, viendo como intentaba volver a escapar. Menuda velocidad tenía...

Antes de volver a la carrera llegó el pizzero jadeando, y me echó la bronca otra vez. ¿Quién se creía que era? ¿Batman?

-¿Porqué ha dejado escapar al chico? ¡Necesito mi Pizza!

-Si quiere su pizza, ahí la tiene - señalé al cartón que estaba en el suelo con una sonrisa burlona en los labios. Media masa había quedado fuera y la otra media esparcida por la calle.

-Y ahora que tiene lo que quiere, déjeme a mí al chico - saqué de mi bolsillo la placa de Blüdhaven y antes de que pudiera leerla la volví a guardar en mi bolsillo - Soy policía, así que no se preocupe más.

Con mucha suerte, el pizzero no se habría fijado en que no era una placa de policía de su ciudad, y hecho esto, volví a correr detrás del chico a toda velocidad, viendo en el último instante la esquina por dónde estaba girando.

Escuché de fondo los gritos del pizzero, seguramente no le darían una buena propina hoy, pero ese ya no era su problema.

-¿Pero que co...? - dije sorprendido tras ver cómo el niño cruzaba una especie de portal y éste desaparecía al instante. ¿Un ladrón con superpoderes? ¡Yo pensaba que solo era un crío travieso!

Busqué con la mirada por todo el edificio para ver si había indicios del chaval. Y ¡voilà! Ahí estaba el chico, saliendo de otra especie de portal, pero esta vez de color naranja. El muchacho no parecía haberme visto y fue subiendo las escaleras de incendios corriendo a toda prisa, sabiendo que podrían estar siguiéndolo. 

-Mierda...esto ya no es un trabajo para un oficial de Blüdhaven...- Sino para Nightwing.

Pero no llevaba el traje de Nightwing encima, solo las gafas de sol. Recé para que el chico no se hubiera fijado mucho en mi cara cuando le apresé, y me puse esas gafas incómodas. 

Miré al edificio contiguo al de las escaleras de incendio y lancé la Wingarra. Nadie pareció fijarse en el misterioso escalador nocturno, y cuando llegué al tejado, me giré para ver qué hacía el chico. Por suerte todavía estaba subiendo las escaleras.

Me agaché cerca del borde del edificio, para que no pudiera verme y esperé a que llegara al tejado. Si decidía subir al tejado, claro. Ese sería el momento perfecto para saltar sobre él...

Las escaleras de incendios no eran muy diferentes a las plataformas de los niveles de prueba que le hacían recorrer a diario en el laboratorio. Usó los portales para atajar camino arriba, y en apenas dos zancadas ya estaba en el tejado. Una vez allí se detuvo en seco. ¿Y ahora qué?

Bien, había escapado por los pelos de ser pillado in fraganti por robar una pizza. ¿Y? ¡Estaba en Gotham City, la ciudad del crimen! No estaba muy enterado de lo que sucedía en el mundo exterior, pero sí lo bastante para saber quién estaba al mando en este lugar. Batman. El Caballero Oscuro. Un tipo del que se decía no tenía piedad para con los criminales.

¡Y ahora él se acababa de convertir en uno!

¿Qué iba a hacer? No podía esconderse eternamente. Podía correr, pero quién sabe en qué momento no aparecería el Batwing surcando los cielos, o el mismísimo Murciélago. A lo mejor le rompía uno o dos huesos. O peor: a lo mejor decidía llevárselo a Arkham Asylum. Con tipos como el Joker o el Espantapájaros.

Le temblaron las piernas y se llevó las manos al estómago a causa del nudo que se le estaba formando. ¿Y ahora qué? Tampoco pudo disimular la fuerte respiración que le provocaba la ansiedad. Tal vez la mejor solución era esperar a que se presentase Batman en persona y pedirle perdón. Al menos él sería más compasivo que el Payaso...

Mientras meditaba su plan de acción ni siquiera se dio cuenta de que alguien le estaba espiando desde atrás.

Observé desde el edificio de en frente cómo el chico subía las escaleras de incendio más rápido de lo que yo había calculado. En tan solo unos minutos, había alcanzado la cima usando esos misteriosos portales.

Parecía no haber notado mi presencia, así que pensé que aquella era mi gran oportunidad de atraparle. Me echaría encima de él y luego... luego... ¿y luego qué?

No había pensado en ello. No iba a llevarle a la cárcel por robar una pizza, era tan solo un crío. ¿Tenía familia? ¿Trabajaría para algún gremio de ladrones?

Pero entonces vi temblar al chico y llevarse las manos a la barriga. Era solamente un niño que estaba asustado, solo y tenía hambre.

Me levanté y salté desde dónde estaba al tejado dónde se encontraba el chaval.

-¡Eh, chico! - le dije sabiendo que se giraría al escucharme saltar desde el otro edificio. - ¿No tendrías que estar en la cama a estas horas?

Me fui acercando prudentemente al chico mientras levantaba las manos para que viera que no llevaba nada encima con lo que herirle.

-No voy a hacerte daño, así que no salgas corriendo otra vez, ¿vale?

Fu entonces cuando me fijé en el metálico de sus manos. ¿Qué demonios era eso?

-¡Eh, chico! ¿No tendrías que estar en la cama a estas horas?

Se puso tenso al escuchar la voz a su espalda. No podía ser. ¿Otra vez aquel tipo? ¿Cómo había podido alcanzarle tan rápido? ¿Acaso no sería un policía encubierto? O peor... ¿El mismo Batman en persona? No seas tonto, Brian. Si fuese Batman, ¿por qué ir de calle?

Retrocedió lentamente cuando le vio acercarse. No parecía querer hacerle daño, ¿pero cómo estar seguro? Años de participar en experimentos dolorosos le habían generado desconfianza hacia las intenciones de los demás.

-No voy a hacerte daño, así que no salgas corriendo otra vez, ¿vale?

-¡A-aléjate de mí!

No dudó en echar a correr, proyectando de nuevo sus portales para atajarse el camino. Dos callejuelas más adelante había una pila de bolsas de basura. Con suerte caería justo encima. Se lanzó de cabeza hacia el portal verde, preparándose para impactar de costado y amortiguar la caída.

Dos segundos después de asomar la cabeza por el portal rojo se maldijo a sí mismo. Había calculado mal. Un error de novato. Demasiado tarde para corregir la trayectoria con los portales, ya tenía demasiada inercia.

-¡M-mierda!

Se dio de bruces contra un contenedor cerrado, rebotó y cayó de espaldas en el suelo. Masculló un gemido de dolor e intentó levantarse. Sintió un espantoso aguijonazo en el tobillo cuando lo intentó.

-¡AAAAAAAAHH!

Ni siquiera pensó en que aquel grito habría delatado su posición. Se encogió y se sujetó como pudo el tobillo torcido con las manos. Dolía, dolía mucho. Aquello no era como en las pruebas del laboratorio. Cada vez se ponían más duras, sí, pero siempre había un médico a mano para restablecerle. Aquello era otro laboratorio distinto, uno donde sólo primaba la ley del más fuerte.

Apretó los dientes y lloró por el dolor, sintiéndose más frágil que nunca. Ya no tardarían en cazarlo. Directo a la cárcel, o peor, a Arkham. Todo por querer jugar a ser ladronzuelo.

-Oh, mierd... - dije alargando mi brazo para coger al muchacho de la chaqueta antes de que entrara en algunos de sus dichosos portales. Pero había sido demasiado tarde, el niño se había esfumado. Bien hecho, Dick Grayson, ¿ahora en vez de supervillanos se te escapan niños de nueve años?

Maldecí para mis adentros, pero segundos después escuché como el crío dejaba escapar un sollozo. Un golpe y el chaval de pelo castaño estaba en la calle, cerca de un callejón, y parecía haberse hecho daño con un contenedor.

-Auch... eso le ha debido de doler-

Bajé lo más rápido que pude del edificio, ayudado por la Wingarra y unas cuantos saltos hacia atrás. Sin que nadie me viera, llegué al asfalto y rápidamente me puse a correr en dirección al muchacho.

-No vas a escaparte otra vez... - me dije a mi mismo mientras vi a lo lejos que el niño seguía sentado en el suelo, aferrándose la pierna con las dos manos y... ¿estaba llorando?

Aquello me dejó congelado en el sitio. Pues si que se había hecho daño de verdad, ¿no podía moverse? ¿no podía correr?

-Vale Grayson, atrapar al ladronzuelo no ha tenido ningún mérito.

Tenía que dejar la mala costumbre de hablar solo. La gente de mi alrededor podría pensar que me faltaba un tornillo, o dos más bien...

-Te dije que no salieras corriendo... - suspiré, y esbocé una sonrisa mientras me acercaba al niño, que no paraba de gimotear.

-Tranquilo, vas a ponerte bien. Voy a llevarte a un médico. - le dije, intentando calmar al muchacho con una voz pausada y suave. No quería alarmarlo más de lo que ya estaba.

Alcé al chico del suelo y me lo cargué a los brazos. No pesaba casi nada, así que no sería ningún problema para llevarle de un lado a otro.

No podía llevar al chico a la mansión Wayne, era demasiado peligroso que me relacionara con Bruce, así que descarté a Alfred como primer cómplice. Lo siguiente que se me ocurrió fue ir a ver a doctora Thompkins.

-Tengo una amiga que me debe un favor. Te mirará esa pierna a ver que le pasa - le dije, sonriendo y deseando que tuviera sus manos metálicas quietecitas por una vez.-Te prometo que no habrá nada de hospitales...

Aún seguía llorando de dolor y sujetándose la pierna como podía cuando le escuchó de llegar. Sintió una punzada de terror que le anudó la garganta. Su primer impulso fue preparar las manos para crear otro portal de fuga, pero el dolor le neutralizó. Además, ¿adónde iba a ir con un tobillo torcido?

-Tranquilo, vas a ponerte bien. Voy a llevarte a un médico.

Le miró fijamente. Por alguna razón, algo en su voz le invitaba a confiar en él. ¿Pero cómo podía estar seguro? Había oído historias horribles sobre tipos que lograban ganarse la confianza de un muchacho para después... O a lo mejor simplemente lo estaba engañando para que bajase la guardia y llevárselo luego al destino que tanto temía.

No pudo reaccionar cuando el desconocido lo tomó en brazos y cargó con él como un fardo. Tan sólo pudo mirarle, con los ojos húmedos y el miedo pintado en el rostro.

-P-por favor... N-no me lleves a Arkham... No volveré a hacerlo, lo prometo... Pero a Arkham no...

Odiaba sonar como un niñito asustado, pero en esos momentos eso es lo que era.

-Tengo una amiga que me debe un favor. Te mirará esa pierna a ver que le pasa. Te prometo que no habrá nada de hospitales...

Decidió rendirse y dejar que aquel tipo le llevase donde fuera. En el fondo deseaba confiar en alguien para volver a sentirse seguro, aunque muy probablemente se equivocase otra vez.

Mientras caminaba por la calle el niño no dejaba de gimotear, provocándome mucha lástima. No me gustaba ver a críos llorar de esa manera, hacían que me sintiera mal. Entonces, esbocé una sonrisa al escuchar su mayor temor salir por su boca.

-¿Arkham?- no pude evitar soltar una pequeña carcajada - no, claro que no, enano - le revolví ligeramente el pelo castaño, despeinándolo aún más de lo que lo llevaba. ¿Así que tenía miedo de que le llevara directo al Asilo?

-Para empezar no debes de tener ni la mayoría de edad y para seguir no creo que necesites asistencia psiquiátrica, solo un médico que te mire ese tobillo.

Por suerte, el apartamento de la doctora Thompkins no estaba muy lejos de allí, así que solo cruzamos un par de manzanas y piqué a la puerta.

Una mujer de cabellos canosos y una bata blanca nos abrió. Lanzó una exclamación de sorpresa al ver al chaval gimoteando en mis brazos.

- ¿Pero que has hecho Gray... - empezó, pero me llevé uno de los dedos a los labios indicándole silencio. La mujer me miró extrañada con sus ojos castaños y después frunció el ceño.

-¿Me echas una mano? - le sonreí a la doctora, y después de escuchar su largo suspiro nos dejó pasar. 

-Ponlo por allí - indicó la doctora.

Tumbé al chavalín en una de las camillas que tenía en el despacho y Leslie inspeccionó con ojo crítico la pierna del niño. Después de unos cuantos gimoteos más y unos "¿te duele aquí?", la doctora me confirmó el diagnóstico.

-Solo es un esguince, tendrá que hacer bastante reposo durante unos días - comentó la doctora y rápidamente cogió sus utensilios y le preparó al muchacho un vendaje compresivo en la pierna.

-Te dolerá bastante pero luego empezará a relajar, es normal si vuelve el dolor de vez en cuando - le dijo para tranquilizar al muchacho. Después de terminar de vendarle, se dirigió a mí con una bolsita.

-Has de ponerle hielo y se ha de tomar estos antiinfalamatorios cada ocho horas.

-Gracias Leslie, eres un encanto - besé a la doctora en la mejilla y rápidamente su puso a refunfuñar de nuevo.

-Yo tengo que seguir con mi trabajo, así que podéis quedaros aquí un rato más, pero acuérdate la próxima vez de que yo también duermo. 

Me despedí de Leslie y me dejó a solas con el muchacho. Pensé que era el mejor momento para hablar.

-¿Cómo te llamas, chico?- dije, mientras cogía una de las sillas y me sentaba cerca de la camilla donde estaba tumbado el chaval.

Las palabras amables de aquel joven lograron tranquilizar a Brian. Sólo con saber que no sería trasladado a Arkham se apaciguaban más de la mitad de sus temores. Claro que aún cabía la posibilidad de que le llevase a la policía una vez le curase la pierna. Pero ya no podía hacer nada más. En ese estado no sería capaz de ir muy lejos. ¿Y a dónde iría de todos modos?

Por fortuna el sitio donde fueron a parar no parecía una prisión ni una comisaría. Parecía una clínica privada. Agotado como estaba, Brian no opuso resistencia cuando lo colocaron en la camilla y la doctora revisó su pierna. Estuvo unos pocos minutos revisando y tocando, y el chico hizo lo que pudo por no llorar más a causa del dolor, aunque tenía ya las mejillas empapadas y los ojos colorados, así que era inútil enmascararse. Al menos le tranquilizó saber que no era grave.

-Te dolerá bastante pero luego empezará a relajar, es normal si vuelve el dolor de vez en cuando -dijo mientras le aplicaba un vendaje compresivo. Brian apretó los dientes y agarró las sábanas con fuerza para contenerse. En ese momento sus guantes metálicos quedaron de nuevo a la vista del joven.

La doctora se retiró finalmente, y Brian optó por echarse en la camilla y relajarse, agotado como estaba. Su oportuno rescatador intentó entonces iniciar diálogo con él.

-¿Cómo te llamas, chico?

Bueno... Había sido simpático con él, y no había intentado denunciarle. Se merecía que le pagasen con la misma moneda al menos. Además, su padre siempre le insistió en la importancia de ser educado.

-Brian... -respondió en un susurro-. Brian Bird.

Sus tripas volvieron a rugir. Con todo el nerviosismo de la persecución había olvidado que se moría de hambre.

Al sentarme a su lado pude fijarme mejor en esos guantes metálicos que habían agarrado con fuerza las sábanas de la camilla. Aquellas placas de metal eran las que habían creado los portales, no había duda... ¿pero cómo es que un niño tenía algo así?

Quizás el crío las encontró por casualidad y algún genio de la tecnología las perdió, o incluso las tiró u son defectuosas. Sea lo que fuere tenía que averiguarlo, porqué un poder así era perfectamente capaz de crearle problemas a este chico, a la policía o a todo Gotham. Y Batman si se enteraba de ello...

-Brian... - empecé y mis ojos azules miraron fijamente al muchacho.

Estaba dispuesto a preguntarle seriamente acerca de sus guantes cuando las tripas del niño rugieron por toda la clínica. No pude evitar esbozar una sonrisa y entonces terminé la frase.

-¿Tienes hambre?

Me levanté y fui directo a coger el teléfono, que estaba en una mesita al lado de la camilla dónde descansaba Brian.

-Pediré una hamburguesa.

Descolgué y marqué un número. Me lo sabía de memoria. La hamburguesería del barrio me había salvado más de una vez mientras patrullaba por las calles de Gotham. Recuerdo cuando me enfundé por primera vez el traje de Nightwing y Barbara y yo nos presentamos en el puesto de comida rápida a recoger las hamburguesas. 

Maldita sea, aún le debo cinco dolares a Babs por aquello...

Hablé con el repartidor y le di la dirección. Seguramente tardaría un cuarto de hora en llegar, aún tenía tiempo para preguntarle lo que quería al muchacho.

Cuando colgué, me senté de nuevo al lado del chico y le miré algo más serio, pero sin perder la sonrisa en la boca. Tenía que conseguir su confianza.

-¿Puedo...? - le indiqué, pero antes de que me diera permiso ya había cogido su mano para mirar mejor el artilugio. Los metales parecían ser muy resistentes y se adaptaban a la mano de una manera muy natural. Esto no lo había podido fabricar cualquiera, y no encontraba la marca del fabricante por ningún lado...

-¿De dónde has sacado estos guantes, chico? - le pregunté con mucha tranquilidad, como si en realidad le estuviera hablando del color de la camiseta que llevaba puesta.

El tipo se percató del rugido de su tripa, y no tardó en llamar para encargar una hamburguesa. Normalmente hubiese pedido que fuese preferentemente de pollo, pero en esos momentos sería capaz de comerse un caballo entero, así que calló. Fuera lo que fuese, le sabría a gloria.

Se dio cuenta de que aquel hombre no dejaba de mirarle. Se sintió inquieto. No se quitaba de la cabeza los recuerdos de los centenares de tipos en bata blanca que le miraban y le obligaban a hacer prácticas que detestaba. No se veía capaz de volver a fiarse de un adulto.

-¿Puedo...? -antes de que pudiese decirle lo contrario, ya le había cogido una mano y estaba examinando el guante con detalle.

-¡O-oye, suelta...! -trató de zafarse, pero estaba demasiado débil por el hambre y el agotamiento, y fue incapaz de resistirse.

De todos modos no parecía mirarle con la curiosidad aviesa de los hombres en bata blanca. No parecía alterado, como si llevase toda la vida viendo muchachos con guantes como esos. Brian no sabía decir si aquello era sospechoso o no.

-¿De dónde has sacado estos guantes, chico?

Brian no tardó en fruncir el ceño y apartar la mirada.

-No quiero hablar de ello.

Pasaron unos segundos, y suspiró. En realidad se moría de ganas de hablar de ello. Nunca había sido un chico especialmente callado o ensimismado, pero había sufrido demasiado en muy poco tiempo. Ya no sabía en quién podía confiar. Y tenía miedo de que aquel hombre, que parecía buena persona, le acabase por engañar.

-Me... Me los dio mi padre.

De momento no se atrevía a decirle nada más.

-No quiero hablar de ello.

Pensé que era perfectamente normal. Pero si no conseguía que el niño me dijera algo... ¿cómo iba a ser capaz de ayudarle? Me hacía falta algo más que una hamburguesa para que confiara en mí...

¡Y ahí estaba! Alguien picó al timbre de la puerta. El repartidor estaba más cerca de lo que creía.

Me levanté del asiento, y dejé escapar un pequeño suspiro mientras me acercaba a la puerta para abrir. Entonces, estando de espaldas al chico, el niño dejó escapar una frase casi como un susurro.

-Me... Me los dio mi padre.

Bueno, algo había avanzado.

Abrí la puerta y hablé dos minutos con el repartidos. Le pagué lo que le debía e incluso con un poco de propina por haber llegado antes. Cerré la puerta y desde dónde estaba le lancé la hamburguesa con el envoltorio de papel. Ésta aterrizó bien en las manos del muchacho.

-Toma chico, esta es la tuya.

Me quedé ahí de pie, apoyado en la puerta mientras buscaba la mejor frase para seguir interrogando al muchacho. Cogí mi hamburguesa y le quité el envoltorio para después darle un buen mordisco. A esas horas yo también tenía hambre.

- Sabes qué está muy mal eso de robar, ¿no, chico? ¿Qué hacías solo en la calle a estas horas...?

No me parecía normal que un chaval de su edad estuviera solo, intentara robar una pizza y se paseara con esos guantes como si nada. ¿Qué había pasado con su familia? ¿Quién era su padre?

Poco después llegó el chico de las hamburguesas. Apenas el otro tipo, que aún no se había presentado, le lanzó la suya a las piernas, Brian la desenvolvió y empezó a devorar con avidez, tal era el hambre que tenía. Ignoró a su interlocutor mientras se zampaba la hamburguesa, tardando menos de tres minutos en tenerla toda en el estómago.

- Sabes qué está muy mal eso de robar, ¿no, chico? ¿Qué hacías solo en la calle a estas horas...?

La pregunta volvió a avivar esa punzada de culpabilidad que le pinchaba la conciencia. Y volvió a ser consciente de su situación. Agachó la cabeza, recuperando esa actitud de animalillo indefenso e inseguro.

-Yo... -trató de meditar su respuesta, pero sólo fue capaz de contestarle con la verdad-. No tengo adónde ir.

De pronto esa misma verdad se le vino encima como una losa. No tenía a nadie. Ningún sitio al que llamar hogar. ¿Qué iba a hacer ahora con su vida? ¿Adónde iría? ¿Qué podía esperar de la gente? ¿Estaba condenado a vivir como un vagabundo?

Se llevó las manos metálicas a la cara, haciendo un esfuerzo enorme por no derrumbarse en ese momento.

-No tengo adónde ir...

Aquella expresión la había visto antes. Ese rostro triste, los ojos mirando a un punto indeterminado, vacíos. Ese chico había experimentado la soledad, un tipo de soledad que no se la deseaba a nadie.

Le di otro mordisco a mi hamburguesa y me acerqué de nuevo a la camilla, con aspecto preocupado.

-¿Y tu familia? ¿No tienes un hogar al que volver? - pregunté, refiriéndome a su padre, el que supuestamente le había dado esos guantes de portales.

Me agaché a su lado, sin sentarme en la silla mientras seguía comiendo la hamburgesa. ¿Qué era lo que escondía aquel muchacho? ¿Qué le había pasado para volverse tan desconfiado y tan solitario? Estaba seguro de que había experimentado un dolor muy grande que sería difícil de cicatrizar.

-Quiero ayudarte Brian, puedes confiar en mi. 

Volvió a mirarle, con la angustia pintada en la cara. ¿Podía? La verdad es que nada deseaba más. Pero los adultos le habían causado tanto daño recientemente... Sólo había uno al que apreciaba, sólo uno en el que confiaba más que en nadie. Y esa persona le había abandonado.

-No, no tengo. El lugar de donde vengo... está destruido. Y mi padre... No lo sé.

Suspiró y tragó saliva. Terminó de zamparse el resto de la hamburguesa y miró de nuevo al joven que realmente parecía querer ayudarle. Y empezó a sentir que podía abrirse un poco más a él.

-Mi padre era científico. Trabajábamos juntos en un proyecto. En esto... -le enseñó los guantes, que a la luz de la lámpara emitieron un suave brillo metalizado-. Al principio todo iba bien. Pero entonces llegó otro hombre que le quitó el proyecto de las manos. Y... Me obligó a llevarlos puestos. Siempre.

El recuerdo de los últimos días, tan duros y recientes le provocaron un nuevo temblor y le hicieron derramar una pequeña lágrima por una de las mejillas. Estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano por no derrumbarse, pero no sabía por cuánto más aguantaría.

-No tengo adónde ir...

El corazón se me encogió de repente, como si alguien lo hubiera atrapado con sus manos y lo estuviera estrujando. 

Le di un último mordisco a la hamburguesa y me acerqué al chiquillo, sentándome de nuevo al lado de la camilla. Dejé que mi mano se apoyara en su hombro al ver que el muchacho se llevaba los guantes metálicos a la cara, sollozando.

Ya había tenido suficiente con aquello. El niño estaba solo, tenía que robar para poder comer, no tenía ningún hogar a dónde poder regresar... Batman iba a matarme por esto. 

- Brian... ¿has odio a hablar de Batman, verdad? - le susurré, era evidente que lo conocía. Todo habitante de Gotham conoce al murciélago. - Él adoptó a un chaval de tu edad para que fuera su compañero. Se llamaba Robin, y también estaba solo y no tenía a dónde ir. Pero encontró rápidamente una nueva familia. A demás de tener a Batman como mentor tenía a los Young Titans.

Hice una breve pausa y dejé que el chico se tranquilizara un poco para poder seguir.

- ¿Te gustaría formar parte de los Young Titans, Brian?

Le pregunté por fin. A este paso, el Monte Justicia iba a convertirse en el nuevo orfanato de superhéroes de Happy Harbor.

Brian miró con curiosidad cuando Dick le preguntó si conocía a Batman. Por supuesto que le conocía. Habría estado aislado del mundo, pero incluso al laboratorio llegaban las noticias sobre el hombre murciélago que defendía la justicia y la ley en Gotham, básicamente el único representante de la ley en una ciudad donde el crimen campaba a sus anchas.

Le habló entonces de Robin, el Chico Maravilla. El eterno acompañante de Batman. Un caballero y su escudero. Y posiblemente el heredero del legado de Batman llegado el día. Poco más era lo que sabía, pero suficiente para sentir un breve escalofrío recorriéndole el espinazo, al imaginarse a un chico tan perdido como él rodeado de héroes y defensores de la justicia.

La siguiente pregunta le hizo dar un breve respingo. Miró fijamente a Dick, como si no se creyese lo que acabase de oír. De pronto su mente empezó a atar cabos.

Todo tenía sentido ahora.

-Tú... ¿Tú eres Robin?

Pero no tenía sentido, le hacía mucho más joven. Como de su edad. ¿Por qué entonces...?

Sonreí tímido ante la pregunta, la verdad es que no me esperaba que conectara las cosas tan rápido, el chaval era bastante perspicaz.

-Sí, y no. - respondí mientras me levantaba y me acercaba a la ventana, para ver si había alguien caminando por la calle. Entonces me giré al chico y me quité las gafas de sol, que era lo único que destacaba de mi aspecto físico. Seguramente eso había influenciado a que Brian no confiara mucho en mí al principio, ¿qué narices hacía un tío con gafas de sol en plena noche? Pero yo tenía una identidad secreta que mantener, aunque a este paso la acabaría descubriendo hasta el vecino de enfrente.

- Me llamo Richard, y fui el primer Robin de Batman. Ahora soy Nightwing, líder de los Young Titans... - le respondí al muchacho con una sonrisa divertida, revelándole mis ojos azules. Al menos no le había dicho mi apellido, muchos de mis compañeros justicieros solo me conocían por Dick, si me relacionaban con el apellido Grayson y con Bruce Wayne, tardarían muy poco en darse cuenta de la verdadera identidad de la Batfamilia. Solo unos pocos conocían quién era y cuál era mi historia.

- Si quieres servir a la justicia y ayudarnos con tus poderes serás bienvenido al equipo. Nosotros seremos tu nueva familia...

Volví a acercarme a dónde estaba el muchacho y me senté de nuevo a su lado, esperando una cálida respuesta.

Se quedó un instante patidifuso. El Robin original, ante él. El compañero del mismísimo Caballero Oscuro. Había oído hablar de él, apenas raspadamente, pero lo suficiente para sentir esa admiración adolescente hacia un auténtico héroe. Ahora decía llamarse Nightwing, una nueva identidad, lo que explicaba que fuese mayor de lo que él pensaba.

Y ahora le estaba ofreciendo un puesto a su lado. Formar parte de la gran familia...

¿Acaso la suerte le estaba sonriendo al fin o era sólo una broma para cebarse con él más adelante? Temía que acabaría convirtiéndose en un vulgar ratero por poder comer algo, y en lugar de ello le estaban dando la oportunidad de convertirse en aquello que siempre admiró. La oportunidad de dejar atrás definitivamente su vida anterior y convertirse en algo de lo que sentirse orgulloso.

¿Qué podía decirle?

-Y-yo...

Se quedó cohibido un rato... Y de repente cambió radicalmente el chip. Sonrió de oreja a oreja y se puso en pie de golpe, presa de la emoción.

-¡Pues claro que sí! ¡Cuenta conmigo! ¡Nada me gustaría más que-ay!

De nuevo se le borró el gesto de felicidad al recordar de mala manera que estaba volviéndose a apoyar sobre el tobillo torcido. Se tuvo que sentar de nuevo en la cama, y aprovechó para mirar a Richard con un gesto un tanto gracioso.

Miré el rostro del chico con mucha atención, intentando analizar sus sentimientos. Estaba confuso, y normal, no todos los días estabas en frente de un superhéroe de Gotham, pero pronto cambió de parecer y me sonrió con sinceridad y alegría.

Estaba feliz de que a Brian le gustara la idea, y para variar tendría que volverle a dar explicaciones a Batman. Empezaba a pensar en que Bruce y yo no éramos tan diferentes, él también tenía la costumbre de acoger a niños de la calle.

Sonreí divertido al ver que el entusiasmo le había echo olvidar sus heridas, y tan pronto como se subió a la cama empecé a recoger mis cosas y me acerqué a él para volver a cogerle en brazos.

- Bueno, creo que ya hemos abusado demasiado de la hospitalidad de Leslie, será mejor que te enseñe el lugar dónde vas a vivir a partir de ahora.

Coloqué al chico encima de mi espalda, como si fuera una mochila, y abrí la puerta de la consulta de la señora Thompkins para salir de nuevo a las frías calles de Gotham.

- Ya verás, te va a encantar - sonreí divertido, aunque él no pudiera verme. 

FDI: Quieres hacer algo más o cerramos ya?

Aún no podía creérselo. Su vida había dado un giro de 180º en apenas una hora. Cuando ya asumía que tendría que hacerse a la vida en la calle, sobreviviendo de lo que pudiese rapiñar, un héroe auténtico se había cruzado en su vida y le había ofrecido la oportunidad de unirse a él. De convertirse en un nuevo Robin. No literalmente, claro. El corazón de Brian latía de emoción cuando el tal Richard le habló de su nueva casa mientras lo cargaba a su espalda.

-Estoy seguro de que sí... -dijo, con una sonrisa radiante.

Por el camino empezó a pensar en mil maneras diferentes de darle las gracias por su gesto.

FDI: Por mí podemos dar ya el tema por cerrado