Shibari no Yoru [Blair]

[28-1-2019]

Era de noche cerrada ya, y la criatura divina abrió sus ojos. De nuevo, podía percibir las pesadillas de la que era ahora su compañera de domicilio, y de nuevo las había reconducido a un tipo de sueño más placentero. Normalmente lo habría dejado así, se hubiera hecho un ovillo y se hubiera desentendido, centrándose en dormir y descansar.

Pero esa noche no. Ya no.

No podía seguir viviendo una mentira, y tampoco podía seguir permitiendo que esa mujer siguiese atentando contra su dignidad pensando que era alguna suerte de animal estúpido o algo así. No, eso debía acabar, debía dejarlo todo claro, y debía ser esa noche.

Así pues, se deslizó entre las sábanas para bajarse de la cama. En silencio sepulcral se dirigió a la cocina y cogió uno de los trapos de esta, preparándose para la parte final de su plan. Sacó un par de O-Fuda y los colocó a los lados de la cama, aún en su forma de animal, antes de convertirse de nuevo en su forma humana.

Era un hombre fornido, de facciones perfectas (como se esperaba de todo Kitsune) pero también con orejas y cola del mismo animal. Con suerte se daría cuenta de que era la misma criatura con la que había dormido esos últimos días y no actuaría de forma violenta...

Finalmente, se concentró y dejó fluir la magia, creando unas plantas enredaderas que se enroscaron en brazos y piernas de la mujer, afianzándola con fuerza. Justo cuando se despertó sorprendida, Hisui actuó rápidamente y le plantó el trapo en la boca, impidiéndola gritar.

Y entonces, con parsimonia, se sentó en la cabecera de la cama, con sus colas pasando suavemente por la cara de la mujer, encendiendo la luz. Se giró, y la miró a los ojos, fijamente

Tenemos que hablar

DISCLAIMER:

Estaba soñando, lo sabía, soñaba con cosas bonitas, con países exóticos, con selvas frondosas y bosques de bambú, era extraño, ella nunca había estado en esos sitios como para soñar con ellos, tampoco tenía planeado ir, pero que más daba, caminaba de la mano de un hombre de sonrisa cálida y deslumbrante, la miraba como si supiera algo que ella ni podía imaginar, mientras la guiaba por un puente sobre un estanque. No la soltaba en ningún momento y su pulgar acariciaba el dorso de su mano, se pararon sobre un puente y mientras ella observaba el apenas perceptible movimiento del agua, él se colocó a su espalda, sin soltarla nunca, y empezó a besar su cuello. No sabía quien era, desconocía su nombre, sólo sabía que aquel hombre de sus sueños siempre la tomaba de la mano alejándola de sus terrores y luego, a veces, la amaba hasta hacerla perder el sentido; aquella parecía que iba a ser una de esas veces, pero de repente, sus manos se aferraron a sus muñecas con fuerza y fue incapaz de mover siquiera los pies. La giró hasta quedar frente a ella, mirándola fijamente a los ojos y con gesto fiero la habló, algo que no solía hacer muy a menudo. Su voz sonó imperante, demasiado real para ser un sueño

- Debes despertar.

Abrió los ojos sorprendida por ese brusco cambio en el transcurso de sus sueños y lo que vio la sorprendió aun más, o mejor dicho, la asustó. Frente a ella reconoció al hombre que unos días atrás había entrado en su casa, forcejeó con fuerza e intentó gritar de nuevo. Lo peor no era que aquel hombre hubiera vuelto, lo peor era darse cuenta que era el mismo de sus sueños. ¿Por qué? ¿Qué estaba sucediendo? Le vio sentarse junto a ella en la cama mientras la acariciaba con algo suave y peludo, no sabía lo que era, pero no le daba buena espina. ¿Qué iba a hacerle? Nada bueno, eso seguro.

Dejó de forcejear en cuanto le dijo que tenían que hablar, tampoco es que pudiera soltarse o gritar por ayuda, lo mejor sería acceder a las exigencias de su secuestrador y escuchar lo que tuviera que decir. Esperaba sólo que no le hiciera nada a Bizcochito, ni a ella; el hecho de que no la hubiera matado todavía no la tranquilizaba demasiado, lo que le esperaba podría ser algo incluso aún peor.

Hisui la miró un largo rato, a los ojos. Esos ojos vacíos que le devolvían la mirada estúpida de alguien que se acaba de despertar. Bueno, era de esperar, posiblemente aún estuviese demasiado atontada y conmocionada.

No podía culparla, pero no iba a volver a dirigirle la palabra si no estaba bien atada... No quería más tetsubazos en su propia cabeza, muchas gracias. Y tenía la teoría de que si le hablaba en forma zorruna le tiraría por la ventana, o lo despellejaría.

Así que estaba claro que este método, pese a no ser de su agrado, era el más segura para su propia supervivencia. Suspiró, acariciándose las sienes, y decidió que lo mejor de todo era mostrar que el zorro con el que había convivido era el tipo al que había atacado de forma tan violenta y tan poco femenina.

Ni corto ni perezoso, el Kitsune adquirió de nuevo su forma de zorro de cuatro colas, que la miraba fijamente, con intensidad.

Antes de nada... deja de llamarme Bizcochito, por favor. Por muy... dulce y evocador que resulte el nombre, tengo uno propio, ¿sabes? Mi nombre es Hisui. Por favor, Blair-san, recuérdalo dicho eso, comenzó a caminar, sentándose encima de su estómago mientras una de sus patas se posaba entre sus senos

No, no me mires así, por favor. Estás a salvo, no voy a hacerte nada... pero después de la última vez que agrediste a mi persona, he preferido asegurarme de que no me vas a atacar hasta que termine de hablar. No sufrirás ni un sólo rasguño, tienes mi palabra, y también mi agradecimiento por haberme permitido establecerme en tu casa.

Y es precisamente de eso de lo que tengo que hablarte. ¿Has entendido todo lo que he dicho hasta el momento? Asiente si es así, por favor Su voz sonaba suave, comprensiva. Pese a ser una situación tan violenta, parecía esforzarse en reducir el desagrado de la situación con la entonación de su voz. El animal le dedicó una sonrisa complacida y zorruna a la humana, esperando a que le respondiese.

Blair no daba crédito a lo que estaba viendo, el tipo se convirtió en Bizcochito delante de sus mismísimas narices. Hubiera abierto la boca de la sorpresa, pero claro, ya la tenía abierta y con un trapo que sabía a limpiador de la vitrocerámica en la boca. Y por si fuera poco... ¡Empezó a hablar! ¿Desde cuando los zorros hablaban? Aunque claro, él no era un zorro, al menos no uno normal, los zorros normales no se convertían en personas. De repente todo encajó en su cabeza, el bate, el chichón de Bizcochito, debería sentirse arrepentida de sus actos y aliviada porque el asaltante no era un asaltante... Bueno todavía no estaba muy segura de que no lo fuera, pero al menos él aseguraba no serlo y llevaba ya unos cuantos días con ella, si hubiera querido hacerle algo lo habría hecho. Sin embargo, se sentía ofendida, Bizcochito, que resultaba no ser Bizcochito, estaba poniendo una de sus patas en un sitio que había que pedir permiso para tocar; una cosa es que cuando ella pensaba que era un simple zorro, le dejara hacer ciertas cosas, que en una mascota se presuponían gestos sin doble intención, otra cosa es que le dejara volver a pegarse a su trasero o acercar el hocico entre sus pechos ahora que sabía que de zorro tenía mas bien poco.

Pero claro, tampoco parecía tener mayor intención que la de mantenerla tranquila, tumbada y en una predisposición no violenta hacia él, algo complicado teniendo en cuenta que acababa de secuestrarla en su propia casa. Alguien debería dejarle claro que cosas se podían y que cosas no se podían hacer cuando uno trataba con la gente, asustarles en su propia casa, estaba mal, aprovecharse de ellos mientras dormían estaba aún peor. Asintió con la cabeza cuando terminó de hablar, indicando que había comprendido todo lo que le había dicho, más o menos, todavía no le quedaba muy claro eso del hombre que se convertía en zorro parlanchín o el zorro que se convertía en hombre. El orden de los factores no alteraba el hecho de que su adorable Bizochito peludo resultara ser el hombre que la desnudaba en sueños y le había dado los dos sustos más grandes de su vida. A este paso, necesitaría un psicólogo.

Bien el animal se bajó de un salto de la cama, comenzando a caminar con parsimonia por la habitación, dilucidando sobre cómo abordar el tema ahora que al menos parecía tener la atención de la mujer. Tras unos largos segundos en silencio, se sentó en el suelo, mirando hacia la ventana

Supongo que no sabes nada de la rica mitología japonesa, ¿verdad? la miró de reojo y después volvió a centrar su mirada en la ventana Era de suponer, todos los extranjeros sois así. Seré breve entonces. Soy un Kami, una deidad menor si lo prefieres, supeditada a otra superior tal y como dicta el orden divino. volvió a fijarse en la mujer, subiéndose a la cama y sentándose justo al lado de la cara de la mujer. Sus ojos la miraban con intensidad mientras las colas se movían suavemente de un lado a otro

Te seré sincero, estoy obligado a permanecer en esta casa, te guste o no, pero podemos ser civilizados y mantener una relación cordial, o puedes seguir intentando agredirme y obligarme a defenderme. Personalmente prefiero la primera, especialmente si tenemos en cuenta que sirvo a la deidad del arroz, la prosperidad y la amistad, prefiero la diplomacia a la espada. añadió, cerrando los ojos

Me ofreciste tu hospitalidad cuando te pensaste que era una mascota, y a cambio debo darte algo de igual valor, por lo que mientras tenga que permanecer en este hogar, te ayudaré con su mantenimiento y con cualquier cosa relacionada con él. Considera que tienes un dios protector de tu hogar, si así lo prefieres. Por ahora, creo que es suficiente con que tengas eso en cuenta, y que sepas que puedo cambiar de forma y entrar en los sueños de otras personas. Entrecerró los ojos, suspirando

Y ahora vamos a la segunda parte de mi exposición. Llevas días sufriendo pesadillas, y por eso he intercedido en esos sueños. Pero por favor, deja de forzar luego el mundo onírico para forzarme a... bueno. Los dos sabemos lo que ocurre cuando acaban las pesadillas. ¿Has... comprendido todo lo que te he explicado hasta ahora?

Aquello no podía estar pasando, debía ser un maldito sueño, si, seguro que todavía estaba soñando o quizás no debió mezclar aquellos relajantes musculares con el vino, pero le dijeron que podía tomarse una copa de vino, o quizás simplemente estaba adulterado o alguien le había drogado la cena, o estaba en mal estado, porque si algo tenía claro, es que aquello no podía estar sucediendo. Es decir, había un zorro con varias colas que hablaba paseándose por su habitación, el zorro que hasta hace poco había pensado que era su mascota, y ahora le decía que no era su mascota, sino un dios japonés al servicio de otro dios mayor, obligado a permanecer en su casa, siguiendo unas extrañas reglas de hospitalidad y que por supuesto, cambiaba de forma y se metía en sus sueños, en los que según él, ella le obligaba a acostarse con ella. Claro... todo tenía mucho sentido...

¡En que puta cabeza cabía que todo eso fuera verdad? Vale, podría llegar a aceptar lo del dios, a fin de cuentas si Thor, la magia y todas esas cosas raras que habían venido del otro universo, existían, la posibilidad de que existieran los dioses orientales, no era tan remota, a decir verdad. Lo de que estaba obligado a permanecer en su casa, eso no terminaba de convencerla, que ella supiera, nadie le estaba obligando a quedarse, para nada y visto lo visto, casi empezaba a desear que se fuera, aquel bicho no había hecho otra cosa que darle sustos y más sustos y de secuestrarla en su propia casa desde que había llegado, y no discutía los gustos de otras mujeres a las que le iba ese rollo, pero eso de que la ataran a la cama y la amordazaran, no era su estilo. Y tampoco se creía para nada, eso de que era ella quien forzaba el mundo onírico, ella era humana, mutante, para ser más exactos, manejaba la tecnología, pero los sueños? Esos no eran precisamente su campo de dominio, además, era él quien había entrado en ellos y le había empezado a hacer... cosas... Así que la culpa no era suya, aunque se acabara de sonrojar de pura vergüenza y ofensa, ella nunca había hecho esas cosas, y no iba a empezar a hacerlas. Pero claro, estando atada y amordazada, poco iba a poder sacar de su error al zorro dios mutante que se había sentado justo al lado de su cara y la taladraba con la mirada.

Hizo un gesto con las muñecas y miró a las cuerdas, preguntando, sin palabras si no iba a soltarla ya, a fin de cuentas, había dejado más que claro su punto. ¿No debería darle la oportunidad de rebatirle? O simplemente de decir algo al respecto, o hacer algo, aunque fuera encerrarse en su cuarto de baño y mecerse hacia delante y atrás como si fuera autista hasta que toda aquella pesadilla pasase.

El animal asintió una vez más, antes de saltar al suelo, fuera del ángulo de la política. Cuando volvió a aparecer, esta vez era una copia exacta de la política, que la miraba con una expresión seria en el rostro. La copia era muy exacta, hasta el último detalle, desde la expresión al maquillaje, pasando por el modo de vestir (en este caso, un cómodo traje)

Muy bien, Blair la mujer habló con la misma voz que la de la mutante, sonriendo suavemente mientras su mano se posaba en la mejilla de la mujer atada Como puedes ver, puedo aportar bastante a nuestra relación laboral, si así lo prefieres. Voy a mostrarte mi buena fe, y voy a soltarte. Primero la mordaza, después las manos y por último los pies. Si intentas escapar, o intentas agredirme, me veré obligado... u obligada sonrió de lado mientras dos orejas de zorro emergían de la cabeza de la falsa Blair.

Ahora voy a quitarte la mordaza. con suavidad, quitó el trapo, masajeando levemente la mandíbula de la mujer. Le limpió algo de la saliva de la comisura de los labios con ternura maternal, y sus ojos, un reflejo de los de la política, se volvieron a centrar en ella

Bien. Quiero recordarte que no pretendo dañarte de ningún modo, ¿entendido? Podemos tener una relación agradable, puedo rascarte la espalda y tú rascar la mía, pero para ello hay que crear una atmósfera de cooperación y buen trato. No eres una mala persona, el tiempo como mascota me lo ha indicado, pero sí eres algo visceral. Por favor, contén las ganas de hacer algo estúpido mientras hablamos dicho eso, sus manos se movieron suavemente hacia las manos de la mujer.

Acarició con cuidado las muñecas de esta cuando fueron soltadas, casi con cuidad y con mimo. Observó que no habían dejado rozadura las lianas y se sonrió suavemente

Muy bien, ahora te liberaré las piernas, y podremos hablar. Preferiría hacerlo sobre una taza de te y de forma educada, y seguramente tú también preferirás eso antes que atada en una cama, ¿verdad? añadió, soltándole finalmente las piernas.

Bueno, la suerte estaba echada... Ahora sólo quedaba esperar que no volviese a ponerse violenta, o iba a tener problemas para salir de esa situación. Estaba poniendo mucho de su parte revelándose, y esperaba que la humana al menos pudiera apreciar ese gesto...

Asintió cuando le dijo que iba a desatarla, la verdad, con tal de verse libre habría aceptado casi cualquier cosa, aunque se le habían abierto los ojos como platos al verse a sí misma hablando. Esa era una de esas cosas que podían calificarse como “extremadamente inquietantes” pero si quería que la desataran había tenido que hacer de tripas corazón con aquello. Hasta que se vio con los tobillos desatados, en ese momento, se levantó y antes de montar un espectáculo que seguramente sólo traería consecuencias en su perjuicio, decidió seguir el consejo de... ella misma e irse a preparar un te, no sin antes cruzarle la cara de un señor bofetón.

- Deja de ser yo si quieres hablar conmigo. Ahora mismo.

Y resoplando cabreada y con un gesto que indicaba que podría echar vapor por todos los orificios de su cara se dirigió a la cocina a preparar un te, o una tila o algo que le hiciera ver que todo aquello eran alucinaciones, pero algo le decía que no. Que era tan subrealista como real. Puso la tetera sobre la vitrocerámica y esperó hasta que el agua hiviera encendiéndose un cigarro. No fumaba, hacía tiempo que había dejado el vicio, pero siempre tenía un paquete en casa, había veces que el estress y las situaciones podían con ella y lo único que la tranquilizaba era fumarse un cigarro, o diez.

- ¿Me estás diciendo que eres un dios? ¿Y que puñetas haces entonces en mi casa? Y que sepas, que yo no fuerzo nada en ningún lado, así que tu sabrás que haces cuando te metes en mis sueños.

Le pegó otra calada a su cigarrillo mientras echaba agua en dos tazas y una bolsita que había llenado con te rojo en cada una.

- ¿Y si eres un dios porque estás aquí? ¿Porque mi casa? ¿Porque te transformas en un zorro? ¿Porque te transformas en otras personas?

Tenía muchas preguntas, demasiadas e iba a recibir todas las respuestas aquella noche o aquella copia barata de ella, del zorro y de lo que fuera, iba a salir volando por la maldita ventana.

Lo de la bofetada no le había hecho ninguna gracia, pero era una mejoría respecto al tetsubo sin pinchos, así que lo dejó pasar por esta vez mientras se frotaba la mejilla, algo dolorido. La siguió mansamente hacia la cocina, adoptando de nuevo su aspecto de hombre moreno de pelo blanco, negando con la cabeza.

Cuando eres consciente de que estás en un sueño, puedes forzar cualquier cosa en él. Es tuyo, después de todo, así que sí, me fuerzas a hacer... se acarició la nuca, incómodo ... cosas. Sí, he dicho que soy un dios, y estoy en tu casa. Es todo lo que necesitas saber por ahora

No confiaba en ella después de todo. No demasiado, y no iba a indicar su punto débil así, de buenas a primeras a una mujer que ya le había agredido en el pasado. Arrugó un poco la nariz ante el tipo de té que usaba la mujer, pero era de esperar que una gaijin no tuviera ni idea de qué demonios era el té y se conformaría con cualquier sucedáneo de este.

Más despacio con las preguntas, por favor comentó, levantando ambas manos mientras negaba con la cabeza. Casi empezaba a lamentar haberla quitado la mordaza y todo Soy un dios y por ciertas situaciones estoy aquí y no puedo abandonar la casa. No debería extrañarte, los zorros solemos permanecer en un hogar mientras éste tenga nuestra bendición. La razón de por qué tu casa es larga, complicada y no confío lo suficiente aún como para poder contártela. Baste decir que mientras permanezca aquí dentro no permitiré que te hagan daño, ni te lo haré yo de forma activa.

Ahora, sobre las otras preguntas, es simple. Me transformo en zorro porque soy un zorro el hombre se encogió de hombros, cogiendo el té y sorbiendo suavemente. Bueno, estaba pasable, pero tendría que aleccionarla en el verdadero té. Especialmente el verde Y es bien sabido que los zorros podemos convertirnos en humanos cuando alcanzamos el suficiente poder. Del mismo modo que aprendemos a hablar y usamos la magia. Si no me crees, siempre puedes preguntar en tu templo shinto más cercano Añadió, arqueando ambas cejas. Siguió bebiendo con tranquilidad

¿Alguna pregunta más? Y por favor, de poco en poco.

Blair estaba confusa, estaba muy confusa, eran las tantas de la madrugada, le habían dado un susto de muerte mientras dormía y en unas horas tendría que irse a trabajar, lo cual no mejoraba nada la situación. No era precisamente fan de tomar pastillas para dormir, pero uno de los médicos de Stark le había dado un bote de unas, sólo las había tomado una vez, eran demasiado fuertes y le gustaría levantarse cuando sonara el despertador al día siguiente, no siete horas más tarde, así que optó por vía natural, dos píldoras de extracto de valeriana, suficientes para dejarla KO en cuanto apoyara la oreja en la almohada sin que al día siguiente tuvieran que levantarla con agua caliente.

- No, no lo entiendes. Yo, al igual que el resto de los humanos, raras veces soy consciente de que sueño cuando estoy soñando, eso significa que no soy la única responsable de lo que sucede. Si no te gusta esa explicación, te puedes ir buscando otra casa para allanar, señor dios. Y que quieres que te diga, si, me extraña que estés aquí, no se nada de zorros dioses y no hay ningún templo Shintoista cerca, esto es Estados Unidos, no Japón, no abundan los templos Shintoistas, ni siquiera creo que haya alguno en Nueva York. Has dicho que no vas a hacerme daño activamente, pero no has indicado nada de pasivamente y dices que no te fías de mí, pero tampoco me das demasiadas razones para que yo me fíe de tí.

Por supuesto que no se fiaba, y estaba alerta, muy alerta, pero también era tarde, muy tarde, y todavía estaba aturdida por la forma en la que la habían despertado y la valeriana empezaba a hacer efecto junto al calor del te. ¿Era cosa suya o todo aquello era realmente tan confuso y complejo? Quería irse a la cama a dormir, pero no se fiaba en que Bizcochito, que resultaba que si era un zorro, pero se transformaba en hombre, porque era lo más normal del mundo, no fuera a hacerle nada mientras estaba dormida, aunque hasta el momento no se lo hubiera hecho y realmente tuviera ganas de acostarse y achucharle sobre las mantas como hacía siempre que había tenido un día complicado. Aquella estaba siendo una noche jodidamente terrible.

- Supongamos que me creo toda esa historia de que has bendecido mi casa y que piensas quedarte mientras que así sea. ¿No necesitaría eso de mi consentimiento? ¿U os metéis en la primera casa que pilláis y bendecís sin importaros quien hay dentro? ¿Sabes que en este país eso es un delito?

Dudaba mucho que Hisui tuviera claro lo que era un delito y lo que no, si era cierto lo que veía en sus sueños, parecía un hombre, o un zorro, anclado en otra época, lejana, distinta a la suya, se guiaba por otros principios, anticuados, pero elegantes y fascinantes. No podía negar eso, aunque fuera rarito de huevos y la hubiera amordazado, tenía un no se que, que le hacía terriblemente fascinante.

Hisui suspiró, negando con la cabeza. No estaba resultando fácil, pero era de esperar. No había escogido la forma más delicada de explicarse, pero desde luego, después del tetsubazo no quería arriesgarse. Observó cómo la mujer se tomaba unas píldoras de hierbas y simplemente disfrutó del te, perfectamente erguido en su silla.

Sorbió suavemente el líquido cuando la mujer lanzó ambas preguntas, con los ojos cerrados, como si sólo él y la infusión estuviesen en la sala. No era perfecta, pero después de siglos sin poder tomarse un buen té, uno aceptaba hasta la infusión más humilde

Oh, no niego que no disfrute de una buena amante, Ojou-sama, pero suelo preferir conocer a mis compañías antes de entregarme a ellas comentó con total naturalidad. Después de todo, tener amantes no estaba mal visto si se era discreto, y teniendo en cuenta que era una conversación privada, podía permitirse ser brutalmente honesto. Más de lo normal, vaya

No, no ofrecemos nuestras bendiciones a cualquiera. Generalmente suelen venir ligadas de un gesto simbólico, como invitar a un zorro en casa. O dejándonos ofrendas, como por ejemplo comida. En su caso, le recuerdo que usted me invitó voluntariamente cuando pensó que era un animal, y me ofrendó comida. el hombre sonrió suavemente, abriendo por fin los ojos

De forma indirecta tampoco tengo intención de causarle daño, si es lo que le preocupa, pero no puedo prometer que no pueda usted sufrir daños por, supongamos, que coloque en un mal sitio una silla. Los accidentes, desafortunadamente, ocurren, como podría ser arrollado por un carruaje al salir de casa o bien me podía alcanzar un tsunami. suspiró, negando con la cabeza

No me fio de usted, Ojou-sama, porque los humanos son mezquinos y egoístas por definición. Sus labios se convirtieron en una fina línea y desvió la mirada hacia un lado si me colocase en una posición de desventaja ante usted, ¿qué me garantizaría mi supervivencia, o mi integridad? Digamos que tengo secretos, que iré desvelando a medida que vea que usted no es como los demás. Hasta entonces, mis labios estarán sellados, pero le ayudaré en el hogar hasta donde mis capacidades me lo permitan

Entonces sonrió, de una forma zorruna mientras entrecerraba los ojos, casi como si fuera a abalanzarse sobre ella

Lo siento, Ojou-sama, pero las leyes mortales no se aplican a los dioses. Nosotros seguimos las celestiales, más perfectas y menos propicias a cambio por parte del primer cacique que lo desee comentó, incorporándose. Se acercó a la mujer e hizo el gesto de posar una mano en su hombro, pero en un momento dado prefirió no hacerlo, mirando hacia el frente

Debería usted descansar, ha sido una noche más inquieta de lo normal, y estará cansada. Mañana le esperará un desayuno a la hora de siempre. Cuando usted vuelva de realizar sus tareas, podremos continuar con esta conversación... a no ser que tenga alguna otra pregunta que no pueda esperar

Blair apagó el cigarrillo y después de tirar la colilla en la basura, guardó el paquete de tabaco en su sitio, después miró a Hisui como si le estuviera contando una historia de alienígenas del espacio profundo, con la diferencia de que si realmente le estuviera diciendo que es un alien de un planeta lejano, seguramente se lo creería más que lo que aquel tipo pretendía hacerle creer, pero tenía un punto extraño de credibilidad que le resultaba preocupante. No tenía muy claro si era por la hora, por el cansancio o por la valeriana, pero en aquel momento, le importaba un pito lo que Hisui fuera, sólo quería que se largara de su casa, y la dejara dormir en paz. Que manía tenía la gente de molestarla cuando estaba durmiendo, o de molestarla en general. Empezaba a estar un poco hasta el gorro de allanamientos, ataques, atentados, las amenazas mutantes, las amenazas a las fábulas, empezaba a estar harta de todo aquello, al menos en aquel momento estaba muy hartita. Lo que necesitaba era una buena borrachera, y un tío, eso estaba claro, la mejor terapia contra las penas. Ese fin de semana sin falta, llamaría a unas cuantas amigas y saldrían a quemar la noche, seguro que después lo veía todo con otra perspectiva.

- Si, tengo una pregunta. ¿De verdad que no vas a largarte de mi casa? Sería un detalle que lo hicieras... Ya sabes donde está la habitación de invitados. Me voy a dormir.

Y sin esperar una respuesta, porque seguramente no obtendría una satisfactoria, se volvió a su cuarto, se metió en la cama, y tras apagar la luz y taparse hasta las orejas, se sumió en un sueño relajante, deseando despertarse a la mañana siguiente y que todo aquello resultara haber sido el fruto de una alucinación provocada por el estress posttraumático o alguna de esa cosa que usaban los psiquiatras para explicarlo todo. Seguro que aquello también tenía una explicación que algún médico podía darle, la de “Hola, soy un dios y voy a quedarme a vivir en tu casa” no era una explicación ni era nada, y desde luego no la satisfacía una mierda.