[Mini-evento] - Esto hace que Vietnam parezca Kansas - La caza del ciego (Eclipse) [16-08-18]

Antes

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Ahora

Adoraba aquél lugar. Los domingos que hacía buen tiempo le gustaba dirigirse allí con Luna para desconectar un poco de sus obligaciones en la Patrulla y en la mansión y procurarse una buena dosis de aire puro con el que erradicar la contaminación de la gran ciudad. La ventaja que tenía aquella reserva natural era que se encontraba a tan sólo media hora de la capital en coche, lo cual volvía mucho más viables sus pequeñas escapadas.

La reserva era prácticamente una jungla. Instaurada en el siglo XIX, había cambiado muy poco desde entonces y aún conservaba la pureza del estado salvaje. Abundaban los bosques con una amplia variedad de árboles de madura dura y abetos altos situados sobre pequeños arroyuelos, riachuelos, estanques e incluso cascadas, y para completar el escenario idílico, al estar en alto disfrutaba de unas espectaculares vistas de Nueva York, el skyline de Jersey City, Elizabeth, Union Township y Staten Island. El paraíso perfecto.

Lo había encontrado casi de casualidad buscando un lugar en donde su perra pudiera correr y hacer ejercicio y había terminado convirtiéndose en uno de sus lugares favoritos. Y después de los últimos acontecimientos, con la plaga de zombies y las responsabilidades adquiridas tras la Colisión, realmente necesitaba un respiro. Además había tenido suerte, pues el tiempo acompañaba y la frondosa vegetación ayudaba a paliar el por lo general denso y agobiante calor del verano neoyorkino.

Drago paseaba con aire indolente por el paisaje multicolor, perdiéndose en la miríada de olores y sensaciones que colmaban sus sentidos. Se sentía bien. Jodidamente bien, de hecho. Poco podía sospechar que el sueño terminaría convirtiéndose en breve en una pesadilla...

Pasó junto a un árbol fino, colgándose del tronco hasta llegar a las cercanías del lago. Tan absorto estaba en la belleza que le rodeaba que había perdido de vista a Luna, y eso era raro porque el animal no solía acercarse tanto al agua. ¿Dónde se había metido? La llamó, con un cierto deje de preocupación en la voz, pero sólo comenzó a inquietarse al ver que no recibía ninguna clase de respuesta. Aquello no era normal... Cuando la había encontrado de cachorro estaba tan traumatizada por las terribles heridas infligidas que se había visto obligado a amaestrarla para conseguir que sus conductas se volvieran aceptables y dejara de tenerle miedo a todo (incluido él). Habían sido numerosas sesiones de entrenamiento con la ayuda de adiestradores profesionales hasta que había conseguido vencer sus traumas y hacer que confiara completamente en él. Además, había tenido que acostumbrarla a sus continuos cambios de aspecto con ilusiones, enseñándola a reconocerle siempre por el olor. Y de paso había aprovechado para inculcarle algunas órdenes útiles como "corre" o "escóndete", precauciones terriblemente útiles cuando la profesión de uno implicaba vivir en un riesgo continuo. Una cosa era exponerse él mismo y otra muy distinta obligar a un animal a arriesgar su vida sin ser consciente de ello. En los escasos dos años que llevaba con ella, Luna nunca había desobedecido una orden. Tenía muy claro que él era el alfa de su pequeña manada, y siempre acudía a su llamada. El hecho de que no lo hiciera ahora implicaba que algo raro estaba ocurriendo.

En circunstancias normales habría podido pensar que quizás se había tropezado y se había hecho daño, pero Eclipse creía que en ese caso la habría oído chillar y quejarse, pues no pensaba que pudiera haberse alejado tanto como para no escucharla. Y siendo lo que era, dedicándose a lo que se dedicaba, era inevitable albergar cierto grado de paranoia. Eclipse era extremadamente cuidadoso con el tema de mantener su vida personal separada de sus actividades como superhéroe; sólo utilizaba su verdadero rostro cuando se encontraba con la Patrulla. El resto de ocasiones iba siempre camuflado bajo ilusiones de identidades falsas, de modo que nadie pudiera asociarle con el lugar en donde vivía, ni con sus rutinas habituales, pero nunca se sabía... Había mutantes que eran capaces de ver a través de sus ilusiones, y en cualquier caso, siempre podía haber tenido un descuido. En consecuencia, su actitud relajada y despreocupada pasó automáticamente a una de tensión y alerta, observando atentamente a su alrededor, pendiente de los sonidos que el bosque le devolvía. Si realmente era lo que temía y estaba siendo acechado, entonces se encontraba en un serio problema, pues había dejado su uniforme de la Patrulla en el coche. Vestía únicamente unos holgados pantalones militares y una camiseta negra de manga corta, lo cual no le ofrecía prácticamente ninguna protección...

Como en respuesta a sus pensamientos, un sutil sonido a su espalda le hizo reaccionar con movimientos felinos, apartándose justo a tiempo de esquivar un cuchillo aserrado que en lugar de alojarse en su garganta le provocó un arañazo superficial en el hombro izquierdo.

Maldición, masculló para sí.

Acto seguido se activaron todos sus reflejos de combate adquiridos durante su estancia en el ejército y, siguiendo la inercia de su movimiento rodó por el suelo hasta situarse al cobijo de unas rocas al tiempo que su figura se desvanecía en el aire haciéndose invisible. Moviéndose con mucho cuidado para producir el menor ruido posible se arrastró con cuidado sobre la hierba hasta encontrar la cobertura de unos árboles, generando una ilusión de él mismo detrás de unas piedras cercanas para centrar el blanco de su agresor en el objetivo equivocado. Pegando la espalda contra el árbol trató de prestar la máxima atención posible para tratar de distinguir dónde se encontraba oculto su cazador, creando pequeñas gárgolas de oscuridad para que se dispersaran por el bosque, cubriendo la mayor cantidad de terreno posible, subiéndose incluso a los árboles para obtener una vista aérea. Sus ojos serían sus ojos. Le había prometido a Xavier no utilizar jamás sus rayos contra objetivos humanos, pero tenía claro que si su vida dependía de ello no dudaría en hacerlo.

Las gárgolas se alejaron, distribuyéndose entre la floresta de manera que pudieran reflejar la luz de una a otra, como si de pequeños espejos se tratase, hasta devolver de nuevo la imagen a su creador, ofreciéndole así una panorámica completa de la zona triangulada por sus criaturas.

Estuvo a punto de pasar por alto la distorsión, únicamente porque no se lo esperaba, pero en cuanto la percibió no tardó en identificarla como lo que era... Aquél ser, fuera lo que fuese, estaba doblando la luz a su alrededor de manera idéntica a como lo hacía él, para volverse invisible. Una vez descubierto ésto no le costó reorganizar de nuevo los patrones lumínicos para poder distinguir a la criatura tal y como era, y lo que descubrió le dejó perplejo... ¿Qué era aquél ser? ¿Otro mutante como él?

Las preguntas tendrían que esperar, porque la criatura se disponía a arrojarle otro de aquellos extraños cuchillos y no tendría mucho tiempo para reaccionar, de modo que extendió las manos hacia él y le arrojó una descarga de luz abrasiva (que surgió con el aspecto habitual que le imprimía a sus poderes de manera inconsciente, aunque eso el Depredador no podría verlo) antes de que pudiera completar su ataque. El extraño ser fue lo suficientemente rápido como para evitar que le acertara de pleno, pero pudo hacerle un corte en la pierna. Bien, eso le restaría agilidad y le limitaría a la hora de desplazarse por el terreno. Por su parte, Eclipse se movió con suma rapidez, cambiando su posición descubierta por un nuevo escondite mientras trataba de reflexionar rápidamente sobre lo que estaba ocurriendo.

No conocía la identidad de su atacante ni los motivos por los que había decidido ir a por él, pero una cosa estaba clara, y era que podía controlar la luz, y si podía controlar la luz era de suponer que su propia invisibilidad tampoco funcionaría con él, ni por ende sus ilusiones, y no podía descartar que fuera capaz de manipular el espectro de la luz hasta convertirla en una forma de ataque tan letal como la suya, así que no podía dejar de moverse. Por encima de todo tenía que evitar ofrecerle un blanco propicio.

- ¡No sé quién eres ni lo que buscas -gritó a la maleza sin dejar de moverse por entre la frondosa vegetación para no ofrecer un blanco claro-, pero si continúas atacándome no tendré más remedio que devolverte los golpes, y creéme si te digo que no va a gustarte!

Eclipse nunca había tenido reparos a la hora de matar, sólo la promesa hecha al Profesor había evitado que lo siguiera haciendo durante los últimos años, pero si aquel ser no cesaba en sus ataques no iba a dejarle más remedio que emplearse a fondo, ya que ni sus ilusiones ni su invisibilidad funcionaban con él, lo cual le dejaba sus rayos como único medio de defensa.

El mutante se mantenía en movimiento constante, yendo de un escondite a otro, deteniéndose sólo el tiempo justo para recibir los reflejos de sus gárgolas y tratar así de descubrir dónde se ocultaba la criatura para anticiparse a su siguiente ataque.

- ¿Te envía Magneto? -preguntó al tiempo que se despojaba de la camiseta y la arrojaba a un lado antes de moverse de nuevo. Los pantalones militares podían camuflarse bien con el entorno, pero la camiseta negra destacaba demasiado entre tanto verde.

En ese momento, las gárgolas le devolvieron la imagen de su perra Luna, atrapada en una red oculta entre los árboles. No se movía, y por un momento temió que estuviera muerta, pero si así fuera su atacante no se habría tomado la molestia de atraparla en la red y ocultarla, ¿verdad? Esperaba que sólo estuviera inconsciente, porque si no era así ni la promesa hecha a Xavier podría impedir que le arrancara la carne del cuerpo a ese hijo de puta.

Pero... ¿qué demonios...? Escuchar su propia voz distorsionada le desconcertó, pero no lo suficiente como para caer en la trampa del Depredador. Eclipse había sido soldado en la Legión Extranjera, una de las más duras y exigentes que existían, en donde sus miembros eran sometidos a rigurosos y brutales métodos de entrenamiento, tanto físico como psicológico para asegurar que el soldado fuese capaz de soportar el estrés de la guerra. En los cinco años que permaneció en el servicio entró en combate más de una vez, y estaba acostumbrado a ignorar distracciones cuando se encontraba en mitad de una batalla.

Sin embargo, algo le desconcertaba incluso más que las tácticas empleadas por su enemigo, y era el hecho de que siempre parecía saber en dónde se encontraba, sin importar cuánto corriese o cómo de bien se escondiese. ¿Cómo podía ser? ¿Acaso era capaz de utilizar gárgolas de visión como hacía él? Inicialmente lo había pensado, pero si eso era así, no había sido capaz de detectar las distorsiones que aquello habría provocado en la luz. Entonces... ¿cómo es que no conseguía hacerle perder el rastro? Si la cosa seguía así, podían tirarse igual toda la tarde, con él tratando de ocultarse y volviendo a buscar un escondite diferente cuando su implacable perseguidor le localizaba...

Como si el Predator hubiese estado pensando lo mismo, repitió sus últimas palabras en un remedo distorsionado de él mismo y echó a correr directamente en su dirección, aparentemente ya cansado de seguir con aquél juego del gato y el ratón. Eclipse estuvo a punto de arrojarle un rayo, pero vio que acudía desarmado y se detuvo. ¿Podría quizás dialogar con él? Sin embargo, cuando llegó a su altura, se limitó a repetir una vez más sus últimas palabras, le señaló y emitió una serie de gorjeos incomprensibles antes de arrancarse la máscara y emitir un escalofriante grito. ¿Qué es esto? se preguntó mientras permanecía en pie frente a él. Ésta cosa no parece un mutante... ni siquiera parece ser de éste planeta.



Eso último resultaba casi evidente, no sólo por su aspecto físico (cosas más raras se habían visto entre los portadores del gen x), sino por la manera extraña que tenía de comunicarse. No obstante, por su lenguaje corporal (la manera en que le había señalado, el acto de quitarse la máscara, el grito de combate...) parecía claro que estaba lanzándole alguna clase de desafío...

- ¿Quieres un duelo? -afirmó más que preguntó.

Un duelo honorable... sin más armas que sus puños desnudos... Lo meditó durante un segundo. Eclipse estaba en una excelente forma física, con todos los músculos perfectamente delimitados producto de las largas horas pasadas en el gimnasio y la Sala del Peligro, pero no era más fuerte de lo que podría ser cualquier humano entrenado. En cambio sí que resultaba ser bastante ágil, y sus reflejos estaban por encima de los del humano promedio. La criatura que tenía ante sí era robusta y grande... posiblemente no fuera excesivamente rápida, y a juzgar por cómo le había visto correr, la herida de la pierna le estaba pasando factura. Quizá eso le diera una oportunidad.

- Adelante, pues -dijo, tras apretar con fuerza los nudillos.

Se centraría en esquivar los ataques del Predator utilizando su mayor agilidad y rapidez para tratar de golpearle y apartarse antes de recibir el contraataque, ya que algo le decía que, si llegaba a acertarle, iba a pasarlo bastante mal.

Aquello no estaba yendo como debería. El tipo era más grande, más fuerte y más resistente que él. Había pensado que quizás podría compensar su aparente desventaja con su mayor agilidad, pero su contrincante le sorprendió haciendo gala de una velocidad que no habría podido esperar dado su tamaño y la herida de la pierna. Y, para colmo, tenía garras, y a juzgar por el arsenal que había llevado encima en el momento de la persecución estaba claro que sus intenciones no eran dejarlo inconsciente. Ésto es ridículo, se dijo el mutante mientras se esforzaba por esquivar los sucesivos ataques de su rival. ¿Duelo de honor? No estamos en absoluto igualados. Las capacidades físicas de éste ser sobrepasan con mucho las mías. Si me descuido un sólo instante regará el suelo con mi sangre. Sabía bien de lo que hablaba, pues la mayor parte de los golpes iban dirigidos a zonas vitales de su anatomía. Éste tipo sabe lo que se hace, y no cabe duda de que ésto no es ningún juego para él... Tarde o temprano me cansaré y acabará alcanzándome. Es hora de igualar un poco las cosas...

Demonios, si ni siquiera estaba logrando alcanzarle... Tenía que utilizar todas sus energías únicamente para evitar ser alcanzado, y de esa manera no conseguiría más que prolongar lo inevitable... Eclipse rodó por el suelo para esquivar un golpe dirigido a su cabeza y, al incorporarse, mostró dos pequeñas cuchillas de láser que brotaban de sus nudillos como si se tratase de katares. Estaba acostumbrado a luchar utilizando armas en ambas manos, y aunque en los últimos ocho años sólo había utilizado tonfas, durante su época en el ejército y la que pasó como cazarrecompensas se había habituado al uso de un amplio abanico de armas.

- Lo siento, amigo, pero ahora estamos más igualados. Yo evito tus garras... ¡y tú evitas las mías! -exclamó lanzándose de nuevo al ataque.

Eclipse agradeció la pausa y se detuvo a recuperar el aliento, hincando una rodilla en tierra, pero sin apartar la mirada de encima a su contrincante. ¿Por qué estaba haciendo ésto? ¿Por qué a él? ¿Había sido escogido al azar o existía algún motivo detrás? ¿Qué pretendía con su muerte? A estas alturas ya le había quedado claro que la criatura no era de aquél planeta, no sólo por la sangre verde viscosa que manaba de las heridas que había conseguido infligirle, sino por aquél extraño idioma, consistente en chasquidos y gorjeos, que nunca antes había escuchado. Por tanto, aunque eran muchas las preguntas que le acosaban sabía que sería inútil tratar de planteárselas, pues no conseguiría ninguna respuesta. ¿Entonces qué? ¿Continuar aquél estúpido juego hasta que alguno de los dos (posiblemente él) muriera?

Vio como el depredador le acercaba el paquete, poniéndolo en el suelo y abriéndolo. ¿Qué demonios era aquello? Parecía instrumental de tortura, con tantos objetos desconocidos y cortantes. Al ver su expresión de confusión, el alienígena señaló dos de aquellos objetos, le señaló a él y después a sus propias heridas. ¿Le estaba diciendo que los usara para curarse? Observó los elementos indicados con atención; una especie de disco metalizado con empuñadura y un frasquito relleno de un líquido azul. Volvió a mirar al depredador sin entender lo que se suponía que debía hacer y el alienígena tomó el disco de metal por el mango, lo depositó en el suelo y presionó la parte superior. La empuñadura se abrió entonces, desplegando una sucesión de láminas metalizadas que recubrieron el contorno del disco central, del cual emergió una llama, como si se tratara de un rudimentario hornillo. Después cogió un puñado de tierra y pequeñas rocas del suelo, las desmenuzó entre sus manos y las dejó caer en su interior, bañando la mezcla con el contenido del frasco. El líquido azul emitió una especie de gas que, al contacto con el fuego, se incendió en una poderosa llamarada de color cobalto que le hizo retroceder por instinto. Pero sólo duró un instante. En cuestión de segundos la llama se extinguió dejando una especie de pasta brillante. El depredador tomó entonces un instrumento parecido a una espátula y se la ofreció al mutante con la obvia intención de que la usara para extender la pasta por las heridas.

Drago le observó, indeciso. El depredador estaba en cuclillas frente a él, que se había mantenido de pie. Sería tan sencillo volarle la cabeza con un rayo ahora que había bajado la guardia... Pero supondría matar a sangre fría a alguien que hasta ahora se había comportado de manera honorable con él. Por supuesto, Eclipse no sabía nada de aquella raza ni de sus sangrientas actividades, de otro modo posiblemente aquél debate moral no estaría teniendo lugar. Pero llevaba ocho años con los X-Men, ocho años acogiéndose a una serie de valores que había terminado por interiorizar. Si su enemigo se lo permitía, prefería tratar de dejarlo inconsciente antes de borrarlo de la existencia... Pero si no le quedaba más remedio tenía claro que su vida estaba primero. Aquél ser había ido a por él sin mediar provocación, estaba tratando de asesinarle (honorablemente o no), y puesto que no podía comunicarse con él en su idioma para hacerlo entrar en razón, si no le dejaba más remedio no le quedaría otra que matarle. Pero aún no habían llegado a aquél punto. No aún.

No conocía la tecnología de aquél alienígena, y no tenía forma de saber si aquello le curaría o le mataría, pero algo le inducía a pensar más bien lo primero. De haber querido matarle a traición había tenido un sinfín de oportunidades para hacerlo, pero en lugar de eso había optado por desprenderse de todas sus armas y enfrentarse a él de igual a igual. El ser era más grande, más fuerte, más resistente, y tan rápido como él, quizá más; ¿para qué molestarse en engañarle cuando podía separarle la cabeza fácilmente de los hombros de un garrazo? No, algo le decía que el ofrecimiento era sincero. Echó un disimulado vistazo a su alrededor. En combate directo nunca conseguiría vencerle, no si continuaban luchando en igualdad de condiciones, pero preferiría no tener que matarle con uno de sus rayos. Debía de haber algo en aquél escenario que pudiese utilizar para dejarle inconsciente o incapacitado...

Mientras hacía toda una serie de cálculos acelerados en su mente, se agachó para aceptar la espátula. Debía aprovechar todo el tiempo que el enemigo estuviese dispuesto a brindarle para encontrar una alternativa a la opción de asesinar o ser asesinado. Tenía que haber otra solución... Sin dejar de pensar en ello, tomó un poco de aquella pasta azul y comenzó a extenderla sobre las heridas que tenía en el pecho. El efecto fue inmediato; con un ominoso siseo que indicaba que la piel se estaba quemando, cauterizó las heridas y formó una película aislante y desinfectante sobre éstas, produciéndole el mismo dolor que si le estuviesen aplicando acero al rojo sobre la carne. Eclipse gritó y crispó los puños. Sus músculos se tensaron y las venas resaltaron bajo la piel en un esfuerzo por resistir el dolor. Cuando el terrible efecto se mitigó lo dejó algo tembloroso y cubierto de sudor, pero con las energías renovadas. Volvió a mirar a su contrincante mientras dirigía de nuevo la espátula hacia el recipiente para repetir el proceso sobre todas las heridas, sin dejar de analizar el contorno utilizando la ayuda de sus pequeñas gárgolas, que tenían cubierta la zona desde el aire. Árboles que pudiera derribar sobre el alienígena utilizando un ataque concentrado láser hacia la base, ramas que pudieran caer en su cabeza dándole el tiempo necesario para arrojarse sobre él e inmovilizarlo, barro que pudiera hacerle resbalar o tropezar... Cualquier cosa. Su mente trabajaba febril mientras sus manos repetían el proceso sobre su cuerpo, midiendo distancias y probabilidades, calculando... El tipo ya estaba desarmado, sólo necesitaba una manera de incapacitarlo o inmovilizarlo para dejarlo inconsciente y poder avisar a la Patrulla... La cuestión era si sería capaz de encontrar lo que buscaba o tendría que luchar hasta la muerte con aquél ser.

Su cuerpo se tensó al notar que su enemigo se le acercaba por la espalda, pero las gárgolas vigilaban sus movimientos, de manera que era como tener ojos en la nuca. Aún así, resultó muy extraño que el mismo ser que había tratado de matarle curara sus heridas, sanando desgarros que él mismo había infligido en su carne. ¿Acaso algo de todo aquello tenía el menor sentido?

Sólo podía sacar dos conclusiones: o bien el ser le estaba torturando, curando sus heridas para así prolongar su sufrimiento evitando que muriera desangrado, o bien pertenecía a alguna raza extremadamente honorable cuya cultura giraba en torno al combate ritual. De ser ésto así, debía suponer que había sido elegido por sus capacidades físicas y que la criatura estaba tratando de igualar en la medida de lo posible las condiciones para conseguir un combate justo.

Una vez más, su instinto se decantaba por la segunda opción, pues si se tratara de una forma de tortura, hubiera sido razonable esperar que su enemigo curase también sus propias heridas, cosa que no hizo.

Bien, honorable o no, aquél era un juego mortal. Debía procurar llevar las cosas a su terreno y utilizar la astucia para derrotarle. De otro modo, el cansancio y el agotamiento terminarían haciendo mella en él y la lucha terminaría muy mal para el mutante.

El Yautja terminó de extender la pasta azul por su cuerpo y volvió a colocarse frente a él en posición de combate. Drago tomó aire, preparándose, al tiempo que sendas cuchillas de luz (representadas como oscuridad fluctuante que de todos modos el depredador no sería capaz de ver) se materializaban en sus nudillos.

Y el baile comenzó de nuevo. Drago sabía que debía tratar de evitar aquellas garras a toda costa, y la rapidez de movimientos del Yautja le impedían salir de la actitud defensiva. Se movía velozmente para esquivar los asaltos de su enemigo, haciendo gala de una gran agilidad por medio de saltos imposibles y espectaculares piruetas que el depredador, pese a su rapidez, no era capaz de imitar. Al mismo tiempo procuraba aprovechar todos los recursos que le daba el entorno, utilizando los árboles como cobertura y las piedras cercanas al lago para incrementar temporalmente la distancia entre ambos cuando necesitaba tomar un respiro. Pese a todo, la pelea estaba terminando desfavorablemente para él; de nuevo tenía el cuerpo ensangrentado y cubierto de cortes mientras que su enemigo apenas tenía un par de heridas de consideración. Necesitaba acabar con aquello antes de que la pérdida de sangre provocara una merma en sus reflejos que pudiese desembocar en su muerte.

Finalmente consiguió situar al depredador justo en donde quería y arrojó una descarga láser a la base de un árbol joven que no sería lo suficientemente pesado como para matarlo, pero bastaría para incapacitarlo. O eso había pretendido... En el último momento el depredador saltó ágilmente sobre otro árbol apartándose de la trayectoria del primero y utilizando su nuevo asidero como un trampolín para impulsarse hacia él. Apenas vio venir el golpe, y desde luego no fue capaz de esquivarlo. Pronto, todo fue oscuridad... La caza había terminado.

O no...

La misma oscuridad que le había recibido al perder el conocimiento le acogió al despertar, y como siempre, su primera reacción fue de angustia por su fobia, hasta que su gen mutante se activó por instinto pasando a su forma de sombras y permitiéndole ver, aunque la imagen que se mostró ante él no era mucho más tranquilizadora...

Colgaba boca abajo en el interior de una red de metal como si se tratase de un animal. El color acerado de la red se teñía de rojo allí donde había entrado en contacto con sus heridas, y se habían formado pequeños charcos de sangre en el suelo. ¿Cuánto tiempo llevaba inconsciente? El Yautja se encontraba ante él, de nuevo completamente armado y con la máscara puesta, sentado sobre una rama. Su perra colgaba detrás, aún inconsciente pero viva. ¿Y ahora qué? ¿Estaba esperando a los demás miembros de su tribu para mostrarles su victoria? ¿Le cortarían la cabeza para llevársela de trofeo?

Empezaba a plantearse si sus rayos podrían cortar las hebras de metal que lo retenían cuando la criatura comenzó a hablarle en aquél extraño idioma suyo. Por supuesto no entendía una sóla palabra de lo que le decía, pero habría jurado que estaba tratando de... ¿tranquilizarle?

Pues no lo estás haciendo demasiado bien, a menos que en tu planeta la manera de tranquilizar a la gente sea encerrándola cabeza abajo en redes metálicas electrificadas, pensó con sorna.

Tuvo un ligero momento de pánico cuando le vio sacar el cuchillo. Demasiadas cosas se le pasaron en ese momento por la cabeza, todas ellas muy desagradables, recuerdo de la otra ocasión en la que se había visto reducido e inmovilizado a merced de sus enemigos en un almacén perdido de Colombia. ¿Era por eso que no le había matado aún? ¿Pretendía torturarle? ¿O es que iba a abrirle la garganta y dejar que se desangrara como un cerdo en el matadero?

Con el corazón acelerado y la luz fluyendo a sus manos en pequeñas descargas, dispuesto a utilizarla si era necesario, presenció como el ser se practicaba a sí mismo un corte en la palma de la mano para sesgar después la red, sosteniéndole para que no se precipitara al vacío y ayudándole a descender de pie sobre la rama. Después le indicó que se sentara ante él y le ofreció el cuchillo. Drago se lo quedó mirando unos segundos, pero había sido soldado durante varios años y tenía cierta idea del significado de aquella clase de rituales. "Hermanos de sangre". ¿De eso se trataba todo? ¿Había demostrado ser digno? No estaba muy seguro de lo que debía hacer. Se sentía furioso por haber sido acosado de aquella manera, y una parte de él, la oscuridad que anidaba en su alma, deseaba destrozarle allí mismo. Pero había jurado ocho años atrás mantener a raya esa oscuridad, de modo que se esforzó por respirar profundamente y recuperar la calma. Sólo entonces aceptó el cuchillo, se cortó a sí mismo de la misma manera que había hecho el contrario y estrechó su mano.

Acto seguido se dirigió a la red que contenía el cuerpo de su mascota y la abrió de la misma manera que había hecho con la suya. Drago la recogió y juntos descendieron del árbol. En ese momento, una intensa luz les deslumbró, seguida por el sonido de algo enorme que estaba aplastando los árboles.

Drago alzó la mirada para ver lo que parecía ser una nave alienígena descendiendo frente a ellos. Después de tomar tierra, se desplegó una pasarela y de ella surgieron ocho seres más como el que se encontraba a su lado...

Eclipse no entendía nada. Aquellas criaturas les rodearon entrechocando sus puños como siguiendo alguna especie de rito tribal, y para colmo, el tipo que le acababa de dar la paliza de su vida cerró su mano en torno al cuchillo que le había dado antes para el pacto de sangre. ¿Qué era, una especie de premio? ¿Un trofeo? ¿Por qué razón? Ni siquiera había ganado el combate, si es que aquél enfrentamiento había sido alguna clase de prueba demencial. Pero claro, no podía plantear ninguna de las preguntas que bullían en su cabeza, y tuvo que limitarse a observar cómo los alienígenas regresaban al interior de la nave en compañía del que había luchado contra él, charlando entre ellos en aquél extraño idioma, y cómo la nave finalmente se elevaba y desaparecía, haciéndose indetectable incluso para su poder mutante. Y entonces lo comprendió... Tecnología. Como el dispositivo de camuflaje que recubría el Blackbird, el cual por cierto también había sido producto de la tecnología alienígena Shi'ar, la misma que utilizaban en la Sala del Peligro. Ahora todo tenía sentido... La criatura no tenía poderes especiales más allá de una mayor fuerza, resistencia y constitución por la propia naturaleza de su raza, pero poseía una tecnología increíblemente sofisticada que les permitía volverse invisibles. Y si eso era así... ¿no tendría sentido que hubiesen desarrollado una manera de poder "ver" lo invisible? Quizá incluso algún sistema de detección por movimiento o calor, más bien lo segundo. Eso explicaría por qué no había podido engañarle con sus ilusiones, ya que no desprendían calor. En cualquier caso, se sentía demasiado débil por el esfuerzo al que había sido sometido y la pérdida de sangre como para seguir planteándose cuestiones como aquella. Luna, a su lado, acababa de despertar y daba suaves golpecitos con el morro contra su mano, reclamando su atención. Estaba tan cansado que al principio ni siquiera lo notó.

- Buena chica. Bien -musitó.

Y, tras engancharse el cuchillo ritual en el cinturón del pantalón, emprendió la larga caminata hacia donde había dejado el coche. Dios... cuando llegara a la mansión pensaba dormir dos días seguidos...