The wishing well [23 de Mayo de 2016](Planaria)

(Madrugada)

Hacía una escasa media hora que los dos compañeros de la comisaría de Carl con quienes mejor se llevaba se habían marchado a su casa.

Bueno, era comprensible, uno tenía niños pequeños y el otro era uno de aquellos policías fofos y rebosantes de bollería que siempre parecía cansado y se encargaba exclusivamente del papeleo. Carl sabia que a Jeremy que era como se llamaba el segundo individuo, le encantaba ver la Teletienda mientras devoraba grasas refinadas , así que no se lo echó en cara. De todos modos no es que él, estuviera loco por la noche, ni tampoco que fueran amigos del alma, con lo cual se habían limitado a cenar una hamburguesa por ahí, un postre hipercalórico y un par de cervezas rápidas para ponerse al día en una charla distendida y simpática, aunque demasiado corta para su gusto, y no es que la gente no fuera amable con el, desde luego, no era eso, sino que parecían siempre tratarle con algo de reserva, como si todos supieran cosas que el no, y siempre, aunque se divertía, pensaba que en el fondo, no conocía a nadie en aquella ciudad a quien pudiera apreciar de verdad.

Al despedirse, mientras empezaba a caminar en dirección al metro, al principio meditó sobre ello, preguntándose porque siempre tenía esa sensación de no poseer una pieza del puzzle que impedía que viera el paisaje completo, pero pronto, y como siempre de una manera sutil, su mente se vio invadida por todo tipo de pensamientos extraños y abrumadores, ciertamente sin sentido, que no conducían a ninguna parte, y que no conseguía relacionar con nada, que acabaron culminando en una súbita vuelta a la realidad, para darse cuenta de que sus pasos, le habían llevado a algún lugar desconocido.

Giró sobre si mismo, solo para certificar que no tenía ni idea de donde estaba y no disponía de  referencia alguna para ubicarse, excepto un enorme cartel de neón rosa, bastante hortera, que anunciaba un local llamado "The wishing well".

Una ojeada mas detallada le reveló que la entrada era libre  hasta las 2 am y que la gente que entraba parecía bastante feliz y achispada,lo que le hizo pensar que últimamente, él no era muy feliz ni estaba lo bastante achispado y por tanto, igual, si entraba quizás podría conocer fugazmente a alguna jovencita (o jovencito) con quien pasar un rato, y si no, pues al menos tomarse algo. En cualquier caso eran poco mas de las doce, y al menos la entrada le saldría gratis.  De todos modos  nunca atesoraba muchas expectativas con respecto a nada, porque consideraba que lo que le vida quisiera darle, eso debía tomar.

Así que se encaminó con paso decidido a la puerta, la franqueó tras superar las miradas inquisitivas de los porteros y penetró en un lugar mas bien iluminado  en tonos violetas, donde sonaba una música aceptable y estaba lo razonablemente vacío (o suficientemente lleno) como para sentirse agusto.

Una mirada inquisitiva de una parte del local, le reveló que enfrente suyo había una muchacha que parecía estar sola tomando lo que parecía un gin-tonic, dos  hombres jóvenes en las mismas circunstancias (uno de ellos muy interesado en la solitaria bebedora a juzgar por sus miradas) y un grupo de amigos hablando muy alto y riéndose con ese tono que daba el alcohol no mesurado. Había mas gente al otro lado, pero ni se fijó. Tomó asiento allí mismo y se quitó la chaqueta localizando a la camarera que era una jovencita pechugona escasamente vestida, y sin mucha maña en el sector de la hostelería.

-Ponme un Great Ride por favor.

(Ron, café y cacao)

Otra noche más en la que me desvelaba. No podía ser el jet lag. Ya llevaba varios días aquí y los efectos ya deberían haber desaparecido. No, era por toda la responsabilidad que tenía ahora. Formaba parte de los X-Men de Charles Xavier, era un miembro de su patrulla. No distaba mucho de lo que era cuando formaba parte de los Abyss Knights, pero ahora debía tener mucho más cuidado. En Europa, gracias a la influencia de Lord Rick, y a que éramos muchos menos, nuestras actividades no siempre estaban dentro de la ley. No matábamos ni nada, pero podíamos permitirnos un poco más de libertad a la hora de completar nuestras misiones. Tal vez por eso me había corrompido algo más. Tal vez por eso estaba en este nuevo estado de "Planaria malo", como yo lo llamaba. Fuera como fuese, me tenía algo rayado. Quería encontrar alguna manera de ser el de antes, alegre constantemente y siempre sonriente. Últimamente me costaba más reír. Sasha era posiblemente mi mayor fuente de inspiración para ello, al igual que Tony. Y la gente que había conocido en la mansión parecían ser muy amables. Pero necesitaba darme un poco de cancha. Todo terminaría yendo bien. Tarde o temprano.

Dejé una nota a Sasha explicándole que me iba a dar una vuelta para despejarme, que me había desvelado. Ella trabajaba al día siguiente así que la dejé dormir con un beso en la frente. Me puse la chaqueta y salí a merodear por las calles de la gran manzana. Encontraría algún local o bar donde tomarme algo y distraerme. Quién sabe, incluso podía conocer a gente e ir entablando alguna que otra amistad allí. No tenía ni idea de dónde estaba Billy, y Diana solía vivir entre la Atalaya allí en el espacio y Washington, de manera que era más complicado intentar contactar con ellos. Escuché algunas sirenas policiales a lo lejos, y las farolas iluminaban mi camino, tiñiéndolo de naranja. Las calles estaban húmedas, y las alcantarillas humeaban. No terminaba de acostumbrarme a una ciudad tan grande. Ginebra era más pequeña y desde luego mucho menos alta. Los edificios allí se elevaban decenas y decenas de metros como si fuese lo más normal del mundo. A saber si quien diseñó la ciudad tendría algún tipo de complejo. Fuera como fuese, aquel lugar era mi nuevo hogar, y debía aprender a respetarlo y quererlo.

Un poco de música lejana captó mi atención y me dirigí a la fuente de esta. Un bar bastante lleno apareció al volver una esquina. En la ventana con una enorme pegatina que rezaba "The Wishing Well", así como un cartel rosa de neón muy muy hortera, pero parecía animado, y con bastante gente joven por lo que deducí echando un vistacillo rápido. Bueno, una copa no me haría daño. Ni dos o tres. Al menos habría necesitado un litro de alcohol puro para empezar a notar los efectos producidos por este. Lo producía el factor de curación. Drenaba el alcohol más rápido que este me hiciese efecto. Lo único malo que tenía beber tanto era la frecuencia con la que debía visitar el baño. Me encogí de hombros y entré.


La música me invadió los oídos. Eran los Kings of Leon. Hacía tiempo que no escuchaba a esos tíos. El ambiente parecía más agradable de lo que originalmente había pensado, así que me dirigí a la barra para sumergirme en él totalmente. Un par de grupos de amigos, alguna muchacha siendo cortejada por el más avispado de ellos, camareras bien dotadas que te guiñaban el ojo al pasar con un saludo... Lo típico vamos, aunque de buena gana me habría ido a un bar irlandés. Ellos sí que sabían como montar una buena juerga. Además, siempre me había sentido identificado con ellos. Después de todo, eran católicos y borrachos. Me acerqué a la barra y me hice un hueco con cuidado cerca de una chica solitaria. ¿Cómo podía estar una muchacha tan guapa sola? A su lado, dos tipos le lanzaban miradas de reojo, debatiéndose entre si ir a hablar con ella o no. Un poco de diversión nocturna nunca venía mal. Recordé cuando yo lo hacía. Menudo matao era. Al principio las chicas me daban coba, y parecía que podía sacarme alguna amiga. Pero en cuanto se enteraban de que era mutante, me miraban como si fuese alguna especie de bicho raro. Bueno, peor para ellas. El pastel se lo había llevado nada menos que una pastelera, para mayor ironía en la propia situación. El caso es que levanté la mano y una muchacha sonriente se acercó a mí.

- Buenas noches, guapo. ¿Qué vas a tomar?- Guapo... ¡Ay, como se lo sabían de bien! Un par de piropos para sacarte una sonrisa y un par de copas de más. Eso y el escote tan pronunciado que llevaba, que podría haber encestado una moneda sin problema en él. Le devolví educadamente la sonrisa y me apoyé con el brazo izquierdo sobre la barra.

- Bueno, estando en la ciudad que nunca duerme, me tomaré un Manhattan si es tan amable señorita.- Y esperé a que me sirviesen. Nunca lo había tomado, pero podía estar rico. Llevaba whisky. Algo así de entrada y luego ya veríamos. Tal vez hablase con la chica antes de que los otros dos le diesen la tabarra. No quería ligármela ni mucho menos, pero salvarla de un tipo algo subido de copas era otra labor de un héroe, algo menos vistosa, pero igual de importante.

La música mejoraba por momentos, todo había que decirlo y eso sumado a la entrada de nuevos festejadores en el local aumentó un grado las expectativas de la noche.

Le hubiera gustado poder decir lo mismo de su combinado, pero no era el caso, dado que cada vez que tomaba un sorbo notaba con mas claridad que aquel mejunje vertido con desgana en un vaso mas bien poco limpio. distaba tanto de ser ron como él de ser el conejo de Pascua. Solo le aportaba algún encanto, la visión panóramica del escote de la chica al servirlo, y tras ese par de segundos, ni eso.

Algo asqueado tras el segundo y desagradable sorbo, lo miró a trasluz con el fondo de las luces de neón acostumbradas.

Tras agitarlo un poco hubiera jurado que se divisaban hasta grumos, así que lo dejó estar, y siguió bebiendo (al fin y al cabo cosas mas peligrosas había hecho en su vida) y esa actividad, le permitió constatar que aparte del garrafón, estaba ingiriendo café de la peor calidad, incluso posiblemente de sobre, y que haber, no había precisamente cantidades ingentes de cacao. Igual ni había.

Por otra parte, descubrió no sin cierta sorpresa que si seguía bebiendo podría acostumbrarse a aquello. Si no lo pensaba mucho estaba hasta bueno...bueno, de aquella manera en que cuando solo puedes comer tierra acaba siendo una delicatessen y un privilegio y ya que estás comiendo tierra pues oye, lo disfrutas, y si se relajaba y se dejaba llevar por el ambiente, al final lo que bebiera no le importaría demasiado, y máxime cuando aquella chica le estaba mirando.


...¿Le...estaba mirando???

Y...si, tras una segunda ojeada cargada de escepticismo y suspicacia desconfiada constató que efectivamente le miraba, a EL y aquel hecho inusitado le dió poder para tomar una decisión rápida.
Por lo que sabía de si mismo, no era el no va mas en relaciones... de hecho no podía recordar ni una que hubiese acabado bien, lo cual no dejaba de ser curioso porque tras una segunda consideración se daba cuenta de que el pensamiento real era que no podía recordar "ni una"... pero eso ahora daba igual, era una oportunidad que no podía desperdiciar sin mas.

Así pues, con el corazón de un conquistador y henchido de licor barato y fantasías desbordantes y viriles sobre damas y pañuelos y recios y apuestos principes (o algo así) tomó su copa y se levantó con la sana intención de dirigirse hacia la dueña de los ojos, justo en el momento en que uno de sus acechadores decidía redoblar sus esfuerzos de incordio a la mujer interponiéndose en su camino, lo que le hizo tropezar y tirar parte del líquido hacia el hombre sentado al otro lado del objeto de deseo...

-Oh...mierda...

La camarera me trajo la bebida y se lo agradecí. Era un vasito muy pequeño, de esos con forma de "Y". Su color era de un rojizo oscuro, adornado con una rodaja de limón y una guinda. Parecía lo típico de las películas. Lo cogí y le di un sorbo. En cuanto mis labios se mojaron de aquel líquido, una sensación cálida y fría al mismo tiempo me invadió con el primer trago. Las papilas gustativas se me encogieron levemente ante el contacto con el alcohol, y el calor me recorrió la garganta y el esófago mientras caía. Tenía un sabor semidulce, mezclado con la intensa amargura del whisky, con un ligero toque ácido provocado por el limón. Desde luego, mucho más rico de lo que originalmente había pensado. Me relamí los labios y sonreí. Bueno, al menos la noche empezaba bien. Ahora, a salvar al a joven. Me giré sobre mí mismo para mirarla a los ojos y me llevé un chorrazo de agua en toda la cara. Bueno, más que agua, de copa. Siempre soy capaz de controlar mis poderes, salvo cuando hay agua de por medio. Si puedo ver por dónde viene el agua soy capaz de anticiparlo, y mis poderes no se muestran, como cuando me ducho o siento que va a llover. Sin embargo, tírame un cubo de agua por la espalda, o un globo de agua o algo así, y no podré evitar que un par de pequeños relámpagos salgan despedidos o me recorran la espalda, la cara o el sitio donde me haya caído. Y eso fue lo que pasó con la copa que me cayó. Fue en toda la cara. Sentí como mi poder se activaba sin que pudiese hacer nada al respecto. Fue un rápido fogonazo casi imperceptible para todo aquel que no hubiese estado mirando. Una luz morada, como la de un neón, y un par de delgadísimos rayos se dibujaron en mi rostro. Tan delgados como un cabello, pero luminosos. Me froté la cara, intentando ocultarlo, pero estaba seguro de que alguien me había visto.

- Te... ¿Te encuentras bien?- Me giré y vi la cara de la camarera. Parecía que acabase de ver un fantasma. Le sonreí e intenté mostrar normalidad.

- Sí, sí. Tranquila. Estoy bien. Es tan solo un poco de...-

- Eres uno de ellos, ¿verdad? Un hombre con poderes...- Mierda. Mierda, mierda y mierda. La pregunta que todo mutante odia que le hagan. Si me lo preguntaba es que había visto la explosión eléctrica que había sufrido, lo cual era bastante incómodo, ya que me ponía en una situación bastante tensa. ¿Qué debía decirle? ¿Que sí y jugármela a tener que salir por patas de aquel local, o que no y esperar que pensase que la imaginación le hubiese jugado una mala pasada? No. Estaba claro que lo había visto. Era demasiado cantoso decirle que no lo era, así que me agaché sobre la barra e intenté hablar lo más bajo que pudiese.

- Por favor, no quiero problemas, ¿vale? Sólo he venido a tomarme algo para relajarme... Soy una persona como tú. No quiero haceros daño ni nada... Por favor.- En mis ojos había una petición, una súplica de que no dijese nada ni alarmase al resto. Si eso sucedía estaría en un buen lío. Ella pareció entender mi situación, y asintió con la cabeza con una pequeña sonrisa que no pudo esconder. Seguramente por el hecho de haber conocido un ser con poderes. Le devolví la sonrisa y me volví hacia el origen de la copa. Un hombre parecía haberse tropezado con uno de los que molestaban a la chica y me acerqué a él.- Oye, ¿estás bien? He visto que te has tropezado con este tío.

- ¿De qué vais? Largaos de aquí, venga.- El tío con el que se había tropezado el primer hombre se nos encaró con unas pintas bastante malas. Parecía subido de copas, lo cual podía ser un problema si decidía pelearse.

- ¡Eh! Tranquilo macho. No buscamos problemas. Solo le preguntaba aquí a mi compañero si estaba bien.- Fruncí un poco el ceño ante la mirada que nos echó el borracho. Levanté las cejas al ver que seguía mirándonos.- ¿Querías algo? ¿Un autógrafo o algo por el estilo?

Una vez más vuestro rendido heroe de los imbéciles había vuelto a caerse por ahí.

Quizás debería dejar el oficio de policía y dedicarse a  un número cómico o algo así, y si bien era cierto que cuando estaba concentrado en algo tan importante como detener a un pedófilo o atrapar a un proxeneta casi nunca le sucedían estas cosas (quizás al mutar también favorecía una cierta concentración.... a saber, o quizás simplemente era que su mente se veía obligada a no dispersarse tanto concentrando su atención en un único punto) cuando intentaba vivir con normalidad, simplemente vivir, no paraba de hacer tonterías. Seguramente por eso lo habían apartado de la calle, aunque era algo en lo que no le gustaba mucho pensar. El caso era que mantener la mente despejada provocaba que fuera algo así como un bufón sin cascabeles y vestido de marca.

Lo vivió un poco a cámara lenta, algo así como : -obstáculo inesperado-MIERDA- avance no posible- REMIERDA- vaso oscilante cuyo líquido posiblemente riegue al inocente hombre sentado- JODEER- contemplación de mutación- PASMO ABSOLUTO- machito alfa no mutante mosqueado = CONFLICTO EN CIERNES.

Carl asistió a todo esto con mas sorpresa que otra cosa, porque si bien era consciente de que los mutantes están en todas partes, no era su intención delatar a uno de ellos alegremente para que lo linchasen,  o no era parte de sus planes de fin de semana al menos, con lo cual, y tras unos segundos de  estupor y gilipollez en silencio, y asistir a escenas fragmentadas tales como una breve conversación del hombre eléctrico con la camarera (que no llegó a escuchar del todo) y que al parecer  culminó en algo que no parecía ofrecer problemas inminentes, y luego la sacada de pecho del gallito humano, tomó una breve decisión, y se limitó a detener el brazo del beodo con el que había tropezado, clavando su mirada azul en el.

Su gesto era cualquier cosa menos ofensivo, aunque si el hombre quería comprobar porque parecía detenido por un bloque de piedra, podría bajar la mirada y comprobar que así era, que un brazo pétreo se interponía entre el y el resto de la barra, oculto por el cuerpo de su dueño, para cualquiera que no estuviera justo al lado y pudiese mirar en ese ángulo.

El rubio, ago menos avergonzado y algo mas sereno,  limitó a musitar un "tranquilo" en ese tono cansado que suelen usar los polis cuando un gansta detenido por robo con violencia, intimidación y secuestro, además de con dos o tres armas encima, se dedica a montar el pollo en comisaría enfadadísimo porque no llegará  a tiempo para ver su telenovela. Era ese tipo de tonos que indican que lo mejor es ser buena persona, cepillarse los dientes y tomar un vaso de leche para dormir relajado.  El tono que usaría un policia de ojos bondadosos y barriga prominente que luce fotografías de sus hijos pequeños y su perro Bob en el escritorio. Sin una pizca de agresividad implícita pero con una pistola bien a la vista y con el mensaje sentido y bien escrito en su mirada, de que si hacías algo que te dañase había sido exclusivamente culpa tuya.