[Minievento] Extremis – Prologo (Dalae) [03-01-2019] (noche)

El nuevo año acababa de empezar, y con el llegaban los buenos propósitos y la felicidad de unas fiestas cargadas de emoción, la alegría se podía respirar en todo el mundo y …, aunque estas fechas también eran duras para muchos, mendigos muriendo de frio en las calles, ilusiones y corazones rotos, esperanzas perdidas incluso antes de que llegaran a arraigar, la fiesta de la hipocresía según muchos, demasiados.

El doctor Aldrich Killian, era uno de ellos, a nadie le sorprendió que trabajara el día de Navidad, o en fin de año, y si los guardias de seguridad se sorprendieron hoy al verlo, no fue porque estuviera trabando, sino porque salió antes del mediodía.


Killian odiaba estas fechas, durante todo el año soportaba las miradas de lastima de todo el mundo, pero en navidades era mucho peor, él era uno de los mayores genios del mundo, el mayor experto en biología y nanotecnología de la tierra, incluso después de la colisión, solo Tony Stark tenía una mente comparable a la suya, aunque por supuesto la desperdiciaba en juguetes sin sentido, al menos se daba cuenta de su genialidad y no lo miraba con pena, solo por eso trabajaba para él, bueno, por eso y porque pagaba las caras facturas de sus investigaciones.

Pero por mucho que jurase haber cambiado Killian sabía la verdad, Stark era todo fachada, siempre lo había sido, siempre lo sería, y al parecer había estado trasteando con su investigación a sus espaldas... aquella chica tenía razón, por eso estaba en ese bar esa noche, la joven no le había dicho muchas cosas, pero si había insinuado que el Extremis sería usado como arma y Aldrich no podía permitirlo, esa mañana había sustraido una muestra del suero, como la mujer le pidió, ahora la tenía con él, no iba a darsela inmediatamente, primero tendría que demostrarle que era de fiar.

Dalae entró en el bar con paso seguro y tranquilo. El asunto que la ocupaba en ese día parecía un juego de niños en comparación con sus misiones habituales de negociación, en las que a menudo su interlocutor podía matarla si no andaba con cuidado. Pero hoy no. Esa noche, debía jugar ese mismo juego con un midgardiano corriente. El Doctor Killian, cuyo único don residía en su portentosa inteligencia. Por suerte, la naturaleza tendía a compensar un gran intelecto con una escasa astucia.

No había sido difícil sembrar la duda y la suspicacia en él, ya las llevaba dentro desde hacía tiempo. Dalae solo las había hecho salir a la luz al decir lo que Killian tanto temía: Que su invento iba a ser malempleado, transformado en un arma por Stark Industries como otras tantas. Así, le había sugerido destruir toda la reserva y la información sobre el proyecto, dejando una única muestra. Muestra que, con un poco de suerte, estaría en aquel bar junto a su creador.

El lugar no tenía nada que ver con el otro bar al que había ido, hacía ya mucho tiempo. El Morrigan's tenía un tinte sombrío y misterioso, como si hubiera magia flotando en el aire. Aquí, sin embargo, se respiraba normalidad, mucha más normalidad de lo que estaba acostumbrada Dalae. Paseó su vista por el local, y al fin localizó a su hombre.

Se acercó sin más rodeos, con la expresión seria de una mujer de negocios en su rostro. En principio, era la representante de la farmacéutica Biocyte, quien estaba interesada en usar el Extremis como fármaco. Para ello, se había armado con un maletín de billetes, que complementaba con su elegante traje. Cualquiera que la viera, probablemente pensaría que acababa de salir de una importante empresa.

- Buenos días, doctor Killian. Soy Sylvia Reed, representante de Biocyte. Es un placer conocerle al fin en persona.

Diciendo esto, le estrechó la mano con ademán amable. Cuando la invitó a sentarse, lo hizo, y pidió un café con leche por mera cortesía. Aquello iba a ser muy interesante.

El Dr. Killian se sobresalto al escuchar la voz de la joven, siempre le pasaba cuando alguien se acercaba a él, solía estar tan dentro de su mente que nunca se daba cuenta de lo que sucedía a su alrededor si no hacía un esfuerzo para ello, ¡Ah!, mmm buenas noches señorita Reed, dijo por todo saludo, se notaba que su campo no eran precisamente las relaciones sociales, evitaba el contacto de miradas y desviaba constantemente la vista al suelo, avergonzado.

Seré franco con usted, no me creía las insinuaciones que hizo acerca de Stark, ¿como lo supo? ¿como supo que estaba intentando transformar mi suero en un arma?, le pregunto nervioso, parecía un ratoncillo asustado, ¿y como sé que su empresa intentará completar el proyecto original y salvar vidas en lugar de crear también un arma?, añadió rápidamente antes de que Dalae pudiera responder.

El científico estaba aterrado, ¿y si estaba cometiendo un error?, quizás debería destruir para siempre el suero, abandonar su investigación, empezó a sudar y a temblar de los nervios que sentía, déjala hablar, eres uno de los hombres más listos del planeta, sabrás si miente, se decía a si mismo, aunque tras la tercera repetición mental de esta frase, los labios se le movían vocalizando las palabras, aunque sin llegar a pronunciarlas en voz alta.

Dalae sonrió internamente, saboreando el nerviosismo del científico mortal. Había hablado muy deprisa, atropellándose. No estaba seguro de eso, y lo que menos necesitaba ahora la asgardiana era que se echara atrás.

- Comprendo su preocupación, y le aseguro que he estado informándome, doctor. Tengo algunos amigos en los puestos más altos de Stark Industries, y me han contado ciertas cosas.

Puede que Dalae no tubiera el apabullante talento natural para la mentira como Loki, pero tampoco se le daba mal. Su cara era una máscara que reflejaba la más honda seriedad cuando prosiguió con sus argumentos.

- Tras la Colisión de los Mundos, ha empezado a surgir tensión entre los Gobiernos. Es cuestión de tiempo que estalle la guerra. Por ello, el Gobierno de Estados Unidos contactó con el señor Stark.

En el pasado, había fabricado armas de gran potencia, y querían que volviera a ese negocio, además de participar en el conflicto como Iron Man. Imagíneselo... Si ganaban la guerra, ganarían autoridad en este nuevo mundo.

Entonces, Stark se dio cuenta de algo. Sus máquinas de por sí eran casi perfectas, prodigios técnicos. Pero, si el hombre que las manejaba moría, se derrumbaban sin más.

La joven hizo una pequeña pausa dramática, que aprovechó para beber un sorbo de su café. La bebida se transformó en un café helado en cuanto rozó sus labios, pero Killian no pareció notarlo. Tras esto, prosiguió, inexorable.

- Había que mejorar al hombre, para ponerlo a la altura de la máquina. Pero... ¿Cómo hacerlo? ¿Más armaduras? Algo así sería inviable, tanto por temas de material como por el riesgo de un ataque informático.

Si pirateaban el sistema, las consecuencias serían desastrosas. La solución no podía ser tecnológica, sino biológica: Había que modificar a los soldados. Había que usar el Extremis.

La asgardiana concluyó su relato, dejando que el doctor hablara. Bueno, si podía, por que su expresión era indescriptible: Dalae no sabía si interpretarla como rabia, estupor o nerviosismo. O una mezcla de todo ello.

¡Eso es!, gritó el científico poniéndose en pie, eso lo explica todo, añadió un poco más calmado, volviéndose a sentar y recuperando su tono nervioso “normal”, esa es la razón de que él entrara en mis sistemas y alterara la fórmula, es muy listo, pero este es mi campo y sus modificaciones eran una chapuza que volvía inestable el suero, por mucho que hacía para estabilizarlo no era suficiente, ahora entiendo por qué, mira a un lado y a otro con nerviosismo antes de continuar, tenéis que impedir que lo consiga, acepte seguir con el proyecto solo porque el me juro que sería una medicina universal, no quiero crear soldados, quiero salvar vidas.

El científico volvió a mirar nervioso en ambas direcciones, como temiendo que les estuvieran espiando, atrayendo la atención del resto de personas con su comportamiento, introdujo la mano en su bolsa y, por debajo de la mesa, le tendió un pequeño maletín metálico a Dalae, esta es la última muestra viable del Extremis, necesitará perfeccionarse, estabilizarse, yo podré ayudaros en cuanto borre los servidores de Stark, ese maldito cerdo se arrepentirá de haber tratado de engañarme, nadie juega así con Aldrich Killian.

Otra muestra más de sus escasas habilidades sociales fue que se marcho de allí casi sin esperar respuesta de la joven, cogió su chaqueta y se largo casi corriendo, mirando para todos lados, como un paranoico.

Aldrich sin darse cuenta había entregado una de las armas más poderosas del mundo a la líder del grupo terrorista que amenazaba a toda la humanidad, los Vanquishers ahora tendrían el extremis, con lo que el suero estaria pronto a disposición de Omega... pero no toda esperanza estaba perdida, el suero era una versión inactiva, los codigos para poder trabajar con el solo los tenía Killian y se tardarían meses en poder trabajar con esa muestra sin su ayuda, algo que Dalae desconocía.