[Mini-Evento]Buenos Vecinos [Ubicación: Batcave]

Las aguas del lago Breakstone aparecían límpidas y azules aquel mediodía de noviembre. En verano, aquella zona estaba siempre infestada de jóvenes alumnos deseosos de darse un baño, pero en aquellas fechas, con una temperatura que apenas rozaba los doce grados, estaba completamente desierta.

Eclipse estaba sentado sobre una de las rocas que jalonaban la orilla, contemplando las plácidas aguas con expresión pensativa hasta que una alteración en la hasta entonces inmóvil superficie atrajo su atención. Un nuevo chapoteo, seguido por una serie de ondas, le informaron de lo que acababa de ocurrir.

- ¡Hey, Drago! -saludó Samuel Zachary Guthrie, también conocido como Bala de Cañón-. Vengo a ponerte las compresas de hielo -se detuvo junto a él al borde del lago y arrojó otra piedrecita plana que se perdió en la distancia antes de volverse hacia él con gesto amigable-: ¿Cómo estás hoy?
- Mejor -fue su escueta respuesta.

Habían pasado 15 días desde que se había roto una costilla en su lucha contra Nox y, aunque ya estaba mucho mejor, el hueso tardaría como mínimo un mes más en cicatrizar. Los primeros dos días habían sido los más incapacitantes. Ahora al menos podía hacer vida normal, siempre que tuviera cuidado y evitara cargar peso.

- Quítate la camiseta -pidió su amigo.

Drago hizo lo que le pedían y Sam le sostuvo el brazo derecho y comenzó a desenrollar la gasa estéril antiadherente que lo envolvía. Una vez fuera, examinó el aspecto que tenía la quemadura que le habían hecho los sabuesos del infierno.

- Está curando bien, aunque diría que le queda al menos una semana más -comentó. Después, abrió el botiquín que llevaba y comenzó a extender un ungüento por la zona afectada antes de cambiar el vendaje-. Túmbate en la hierba.

Drago obedeció y se quedó contemplando el cielo azul con gesto ausente mientras Sam le palpaba la hinchazón de la zona torácica y comenzaba a aplicarle compresas de hielo.

- Conoces el procedimiento; de diez a veinte minutos en función del dolor -sacó un pequeño frasco del botiquín y dejó caer un par de píldoras sobre su mano-. Ibuprofeno. ¿Estás haciendo los ejercicios?

- Sí -Eclipse tomó las pastillas y el vaso de agua que le ofrecía el mutante y se incorporó sobre el codo del brazo sano para tomárselas.

- Vale, ahora en serio -dijo Sam sentándose en la hierba a su lado y mirándole con expresión escrutadora-: ¿Qué demonios te pasa?

- ¿Qué quieres decir?

- Desde la noche de Halloween estás... cambiado. Quiero decir... por fin has descubierto que tus poderes no representan una amenaza para nadie, vaya, es lo que siempre habías soñado, ¿no? Ser luz en lugar de oscuridad. Deberías estar, no sé, contento o algo. Tampoco quiero decir que parezca que estés triste, es sólo que... pareces distraído, como ausente.

- No entiendo a qué te refieres -replicó él, devolviéndole el vaso para volver a tumbarse en el césped.

- Vamos, Drago. Posiblemente sea el único de esta escuela que te conoce bien, además del profesor. Hemos sido amigos durante muchos años. A mí no me engañas. ¡Caramba, si no te conociera y supiera que es imposible pensaría que estás enamorado!

Aquella afirmación le produjo un curioso aguijonazo de dolor, aunque no entendía por qué. Ésa era la imagen que había tratado siempre de transmitir, ¿no? Durante años se había esforzado por levantar un sólido muro en torno a su corazón, y no le había permitido a nadie, ni siquiera a Sam, ver más allá. Demonios, ni siquiera nadie le había oído nunca tocar, ni sabían de la existencia de Luna. Para todos los de la mansión, no tenía sentimientos. Ni siquiera él estaba muy seguro de lo que sentía en realidad. Su mano palpó el dispositivo de comunicación que tenía en el bolsillo, quizá esperando recibir alguna comunicación de la misteriosa mujer que les había ayudado aquella noche. Y, contra todo pronóstico, por primera vez en 15 días, lo notó vibrar.

- ¿Vienes al comedor? Ya es la hora de...

Eclipse le acalló con un gesto. Sacó el comunicador del bolsillo y se puso en el oído el auricular que le permitiría escuchar el mensaje.

Eclipse, habla Batman...Estoy enviandote las coordenadas y el mensaje de video de Amanda Waller, Directora de Inteligencia del gobierno de este pais, para que puedas oirlo y sacar tus propias conclusiones; Xavier lo recibirá y deberia transmitirtelo a ti, pero te doy aviso por este medio para que estes al tanto en caso de que traten de retener la información...Te esperaré en las coordenadas detalladas alli, Batman Fuera.

- ¿Qué... qué es eso? -inquirió Sam, sorprendido-. No es uno de los nuestros...

Eclipse no respondió. Se había quedado petrificado al escuchar el nombre: Batman. Era el compañero de Batwoman... ¿Le habría hablado ella de él? ¿Para qué le requería? Sin darse cuenta, el corazón le había empezado a latir más rápido. Una señal verde se activó en el comunicador, indicando que tenía una transmisión de vídeo entrante. Aceptó la llamada y una imagen comenzó a formarse en la pantalla:

- Necesitamos sus servicios...

- Pero... qué... -empezó Sam, atónito.

Drago volvió a llevarse el dedo a los labios y se puso de pie, sin importar que la compresa de hielo resbalara hasta el suelo, colocándose de tal manera que su compañero no pudiera ver la imagen que se mostraba en pantalla. No podría escuchar el audio, que se transmitía únicamente por sus auriculares, pero no pensaba dejarle ver nada hasta estar seguro del contenido del mensaje.

Sin embargo, cuando éste acabó, le dejó con más preguntas que respuestas. ¿S.H.I.E.L.D.? ¿Por qué le habían recomendado a él, de entre todos los miembros de la Patrulla? Diablos, estaba convencido de que no era de los más conocidos, entre otras cosas porque no solía dejarse ver. Claro que había pocas cosas que escaparan al férreo control de la organización de Nick Furia, pero precisamente eso le llevaba a preguntarse qué sabía exactamente S.H.I.E.L.D. de él, y por qué le necesitaban para esa misión. ¿Se habían enterado de los asesinatos que cometió en el pasado? Hacía ocho años desde que había abandonado su vida anterior, pero nunca había cumplido condena por ello. ¿Y si volvían ahora sus viejos crímenes para cobrarle factura?

Agarró su camiseta y echó a correr hacia la mansión ante la mirada perpleja de Sam.

*    *    *    *

- Drago -saludó el Profesor antes de volverse hacia el mutante que se encontraba en la puerta de su despacho. Seguramente le habría sentido aproximarse desde mucho antes.

- Sabe lo que quiero -dijo él.

- Lo sé, como también sé que no podré impedírtelo si finalmente decides ir, pero es mi deber advertirte en contra. Tus heridas...

- La quemadura está prácticamente cicatrizada. Con la costilla puedo manejarme.

- Drago...

- El médico me dijo que debía permanecer activo, no acostado en una cama.

- Activo sí, pero francamente dudo mucho que con eso quisiera decir que podías retomar este tipo de actividades. Sabes lo que pasará si recibes un golpe en la zona afectada.

- Procuraré que eso no ocurra, y con los analgésicos no debería tener problemas.

Xavier frunció levemente los ojos al mirarle. Había visto una chica dibujada con gran claridad en su mente. Era la primera vez que alguien captaba de esa manera su interés desde Nadine y comprendió que no conseguiría disuadirle de su empeño.

- Está bien, pero ten cuidado. No sabemos lo que S.H.I.E.L.D. requerirá de ti.

- Lo tendré. Gracias.

Eclipse salió por el patio principal y se dirigió al camino que le conduciría al garaje en el que guardaban el Blackbird.

- ¡Eh! -Sam, que le había seguido, fue corriendo tras él-. ¿Dónde vas?

- Me ha surgido algo -contestó él sin pararse.

- Pero... ¡estás herido!

Eclipse se detuvo al llegar a la puerta del garaje y se volvió hacia su amigo.

- Eh, Sam, ¿me harías un favor?

- Claro, pero... -se interrumpió para atrapar el llavero que Eclipse le arrojó al vuelo.

- Ya sabes dónde está mi piso. La redonda es la del portal, y la otra la de la puerta principal. Segundo piso, puerta B. Necesito que vayas allí para sacar a mi perra y darle de comer -dijo con total tranquilidad mientras se dirigía al Blackbird y activaba la rampa de bajada.

- ¿Que saque a tu...? -le miró como si no pudiera creer lo que estaba oyendo-. ¿Te conozco desde hace ocho años y me acabo de enterar de que tienes un perro?

- Es muy obediente, no te dará ningún problema, no es agresiva. Se llama Luna. Estoy seguro de que te las ingeniarás para averiguar dónde guardo la comida y sus cosas. ¡Muchas gracias por todo!

- ¡Pero, pero...! ¡Drago!

La rampa del avión se elevó tras él y el motor arrancó con un poderoso rugido al tiempo que el tejado del garaje se abría para permitirle el despegue. El mutante tuvo que retroceder ante la potencia generada por los reactores y, antes de que pudiera hacer nada por impedirlo, se encontró de nuevo a solas en el garaje.

- Genial -masculló fastidiado Sam apoyándose en la pared del edificio-. Y encima me toca hacer de niñera...