[La Colisión de los Mundos] Héroes inesperados (Selina Kyle, Ethan Lacroix, Astrid Hadlow, Superman)

Suspiró mientras sostenía el teléfono móvil contra su oreja. La misión había sido más aburrida de lo que pensaba que en un principio iba a ser el hablar con un informante. Había recogido los datos que deseaba Shield y ya tenía que volverse tras depositar el pendrive en el lugar de recogida. Decían que tenía que acostumbrarse a ese tipo de misiones y que ya le darían algo más importante. Ethan aunque algo decepcionado, le vio el lado bueno de poder pasar el día entero en Nueva York donde había podido ver tiendas exclusivas de cocina, que no siempre tenía la oportunidad. Y algún utensilio de cocina acabó con parte de su dinero.

- Lo siento mamá.- comentó con algo de pesadumbre.- El tren lleva retraso, aún tardaré un rato en montarme en él... ajá... ¿tú también has visto la luz? Aquí también ha pasa-- - su voz se interrumpió cuando notó el suelo moverse bajo sus pies. - ¿Qué demonios...? - dijo con cierto temor en su voz. - No... no se mamá parece un terr... -

Una grieta apareció en cerca de él y parecía que se dirigía en su dirección. Echó a correr mientras todo se movía. El caos empezaba a apoderarse de la gente que corría por en medio de la calle y salían de los coches, mientras los edificios temblaban. Ethan estaba empezando a ponerse nervioso ya que en verdad no sabía que hacer en esos casos. En el colegio te decían esconderte bajo tu propio pupitre o bajo el dintel de una puerta, pero con edificios queriendo desplomarse a tu lado y grietas abriéndose en mitad de la carretera, hacía difícil el encontrar un lugar donde guarecerse.

- ¿Mamá? ¡No, estoy bien! - gritaba haciéndose oír entre el gentío. - ¡Es un terremoto! ¡¿Cómo?! ¡¿Allí también?! ¿Mamá? ¡Mamá! - miró el móvil y la llamada se había cortado. Intentó llamar de nuevo pero las conexiones estaban cortadas.

Se guardó el móvil e intentó pensar con claridad mientras se movía con la gente que se empujaba y tropezaba. Sabía que su madre podía estar en peligro pero ahora estaba demasiado lejos para ayudarla, y seguramente ni podría coger el tren con estos sucesos. Tendría que quedarse en la ciudad.

- Sí tengo que quedarme intentaré hacer las cosas bien... - pensó mientras buscaba algún lugar donde poder pensar su siguiente acción.

Pero el caos en la gran manzana era enorme y no podía encontrar nada donde guarecerse y poder usar sus poderes.Dejó sus bolsas de compra dentro de una papelera para ayudar a varias personas que habían caído al suelo y estaban en peligro de ser pisoteadas, cuando oyó gritos muy diferentes a los que estaba oyendo en la calle.

- Niños... - murmuró y vió un edificio en llamas.

Corrió hacia él y entró para ayudar a los niños que estaban rodeados por escombros en llamas. Los gritos de los niños pararon unos segundos al ver como unas tablas que les bloqueaban el paso se elevaban y se echaban a un lado.

- ¡Corred! - les gritó Ethan desde un lado señalándoles la salida.
- ¡Hay más compañeros al fondo del pasillo! - le dijo una niña al pasar junto a él y le señaló un corredor en el que un lateral había una cortina de fuego.

El joven mutante fue hacia el pasillo, cuidándose del fuego y vio a cuatro niños llorando y tosiendo en una esquina de una sala. Se ve que habían intentado salir por la ventana pero era demasiado alta para ellos. Apartó a un lado los escombros que los bloqueaban con sus poderes y se acercó a los niños.

- Tranquilos, vamos a salir de aquí, ¿de acuerdo? - señaló la ventana.- Os voy a ayudar a salir por la ventana y vereís como todo saldrá bien.- sonrió mientras les tendía la mano.

Le parecía un buen plan y pensaba que no le podría salir mal.

-Vamos... Solo un poco más...

Y hay estaba yo, en esa gran ciudad llena de gente llamada Nueva York, colgando del techo de aquel museo contorsionándome para evitar rozar los láseres que protegían esa valiosa y bella estatuilla.

Habría desconectado el sistema de seguridad, pero este tenía un sensor que si era desconectado fuera de su horario normal, llamaba automáticamente a la policía. Aquí no se andan con tonterías.

-Vamos...

Estaba tan cerca, podía rozarla con la punta de mis dedos. Decidí arriesgarme y bajar un poco más por la cuerda que me sostenía. El truco me salió bien; ya tenía en mi posesión aquella maravillosa obra.

Pero cuando estaba a punto de retirarme, una luz violeta me cegó y un fuerte terremoto comenzó a zarandearme. Todas las estatuas se precipitaban al suelo, junto conmigo. Salí como pude de allí a tiempo para ver como el museo se reducía a escombros. Cuando salí del shock, me di cuenta, ¿hace un momento no era de noche?

Los gritos y la aglomeración de gente me sacaron de mis pensamientos. A mi alrededor era todo un caos: gente pegándose empujones por intentar huir del terremoto, gritos, llantos, pánico...

Pero me llamo la atención un sitio en concreto, en el cual se oían gritos de niños. Era una escuela en llamas y los niños estaban ahí atrapados. Esta era una de esas circunstancias en las que había que dejar el mundo criminal a un lado y actuar como un héroe.

Corrí hacía el colegio en cuestión y entre por la puerta principal sin pensármelo dos veces. Los niños que podían salían corriendo. En una de las aulas escuche gritos, entre y me encontre con una niña atrapada bajo su mesa. Fui corriendo a socorrerla, levante la mesa con cuidado y la carga encima para llevarla fuera del colegio. Cuando fue atendida, volví a entrar.

Seguí por uno de los pasillos del colegio, los niños me avisaban de que faltaban compañeros suyos por salir. Pero de pronto, una viga en llamas cayó delante de mi. Me tape la cara, enganche mi látigo a la viga que más estable parecía y me balancee por encima de la que estaba en el suelo.

Llegue al aula y vi una gran pila de escombros al lado de la puerta. Cuando entre vi que no era a la única a la que se le ocurrió ayudar a los niños. Un chico joven estaba ayudando a los niños a salir por la ventana. Algo me sorprendió. Miré a mi alrededor pero nada. Solo estaba él.

Me dirigí hasta donde él estaba.

-¿Quién eres? ¿Cómo has... ¡Que más da! Vamos a ayudar a estos niños.

La conferencia estaba siendo bastante interesante, a pesar de que muchos considerarían la bioética como un campo bastante aburrido de la ciencia médica, pero era necesario, para que no sucedieran casos como los que Astrid había visto con su paciente, Wade, sin embargo a aquellas horas se le estaba haciendo más pesada de lo habitual, en ese país de bárbaros incivilizados no respetaban la hora del té y ella, sin su dosis vespertina de cafeína empezaba a quedarse dormida en contra de su voluntad, o al menos así habría sido hasta que la tierra empezó a moverse y la sala de congresos del hotel donde estábamos se empezó a mover como una coctelera en manos de Michael J. Fox, que no tenía nada en contra del actor, el Parkinson es una enfermedad grave para la que lamentablemente no hay cura ni tratamiento realmente efectivo.

El terremoto consiguió despertar a Astrid de su cuasi siesta y espantó a todos los médicos de la sala que salieron disparados en dirección a las zonas más seguras del hotel, la calle o simplemente debajo de los asientos, sin embargo Astrid, no se lo pensó dos veces en cuanto escuchó las voces del colegio adyacente y salió a toda carrera hacia la calle, para atender a los heridos. Era investigadora, se había retirado de la clínica hace tiempo, pero un hombre enmascarado había aparecido en su laboratorio hacía poco para sacarla de su mundo de pipetas y resultados impersonales. Era médico y había estudiado para salvar vidas, y en aquel momento, un montón de ellas parecían necesitarla, ya que el terremoto había causado una explosión, seguramente en los conductos de gas.

No esperó a ver si el resto de sus colegas de profesión la seguían para ayudar a los heridos, y en cuanto llegó al colegio, vio un par de alumnos siendo ayudados por otra persona a salir por una de las ventanas, se acercó a la ventana para ayudarlos a salir mientras se dirigía al desconocido que los estaba ayudando. ¿Sería un profesor?

- ¡Soy médico! ¡Saquen a todos los heridos que puedan y cuidado con el humo!

Aquello era horrible, una auténtica pesadilla, los niños heridos se arremolinaban en la calle, mientras se acercaba a los profesores con los dos que habían saltado de la ventana, atendiendo a los más graves los primeros... Hacía demasiado tiempo que Astrid no hacía una toracotomía, y aunque eso nunca se olvidaba, no es lo mismo hacerla con el instrumental adecuando en un quirófano, que en mitad de la calle a un niño de cinco años, con un boli, una navaja y una botella de vodka del hotel. Pero esperaba que sobreviviera, tenía que hacerlo... todos tenían que hacerlo...

El calor se acumulaba cada vez más en la habitación y notaba el humo meterse en sus pulmones. Ethan agarró a los pequeños que tosían en sus brazos, caminaba hacia la ventana cuando una mujer embutida en un traje negro y con un látigo en su mano, entró en la habitación y se sorprendió por alguna razón de él. El joven mutante durante medio segundo sufrió una leve explosión en su mente, en la cual había demasiadas preguntas sin respuestas sobre aquella extraña mujer, y su boca empezó a abrirse para que salieran las palabras pero uno de los niños empezó a desvanecerse en sus brazos por el humo.

- ¡No te duermas! - lo agitó levemente mientras corría hacia la ventana y los otros niños lo seguían. - ¡Ya salimos! -

La ventana medio cerrada recibió un buen empujón de Ethan para abrirse y el joven saltó por ella, mientras la mujer que iba detrás se ocupaba de los otros niños. Afuera el caos era también palpable pero al menos había más aire que respirar. Se apartó del edificio y oyó a otra joven gritar que era doctora, así que se acercó con ambos niños en sus brazos. Uno de los niños estaba bien pero el otro se le escapaba de su entendimiento cómo podría estar.

- ¡Doctora! ¡Se ha desvanecido! - le tendió al pequeño mientras dejaba al otro en el suelo, que fue corriendo hacia uno de los profesores.

Vio como la joven rubia colocaba al niño en el suelo y lo examinaba. Un extraño presentimiento le recorrió el cuerpo cuando la vio coger una navaja y un boli. No es que le desagradara la sangre pero era incómodo ver como intentaba abrir una vía de aire a un niño pequeño.

- ¿Es realmente necesario...? - comentó con voz queda mientras observaba a la doctora moverse con presteza. Tragó saliva mientras se quitaba el sudor de la frente pero prefirió mirar hacia otro lado y concretamente en las plantas superiores del edificios. ¿Habría más niños encerrados? - Voy a ver si queda alguien más. - dijo a los que estaban a su alrededor mientras se movía de nuevo.

Corrió por un lateral del edificio y mirando que no había nadie, saltó con sus poderes hacia la ventana del primer piso y agarrarse al marco de ésta.

- ¿Hay alguien ahí? - gritó tras abrir la ventana pero su visión estaba bloqueada por el humo y sólo veía oscuras siluetas. Tendría que mirar en todas las ventanas para asegurarse.

El joven saco a uno de los niño, y mientras el se adelantaba, yo cogía al otro niño y me acercaba tapandole la cara al niño. Cuando fui a sacarlo, vi que una chica que afirmaba ser médico se estaba encargando de todos los niños malheridos.

Deje al niño con ella y volví a entrar en el edificio en ruinas. Fui de habitación en habitación mirando a ver si quedaban más niños. Ayudaba a salir por la puerta principal a los niños que quedaban en orden y sin que hubiera más daños de los necesarios.

Hecho esto, la planta estaba limpia. Pero unos gritos que provenian del techo me hicieron darme cuenta de que había otra planta, y que quedaban más niños en ella.

Corrí hasta la escalera, pero una capa de fuego me impedía el paso. Intenté pasar evitando el fuego, iba dejarlo; pero volví a escuchar los gritos de los niños. Así que respire hondo, tape mi cara como pude y atravese esa capa de fuego y subí corriendo el resto de la escalera.

Cuando llegue al final de esta, caí al suelo tosiendo. Me había hecho unas pequeñas quemaduras y mis ojos estaban un poco irritados por el humo, pero en unos segundos me repuse y fui a buscar a los niños.

De una de las aulas salian muchos gritos, moví la puerta como pude, dañandome un poco las manos, pero conseguí pasar a la habitación. Encontre a un par de niños tosiendo en un rincón, me acerque, los tranquilice y los cogi en brazos para sacarlos de ahí.

Enganche mi látigo a una viga y abri la ventana. Bajo como pude por el látigo hasta abajo con uno de los niños en mi brazo y el otro enganchado en mi espalda.

Los deje con la joven doctora y me dispuse a volver a subir a la planta de arriba. Pero cuando subía me di cuenta de que la viga se notaba débil. Entre en el edificio y y al desenganchar mi látigo la viga se partió.

- Mierda,-Dije para mi misma.- Esto se va a derrumbar de un momento a otro.

Salí corriendo a avisar al otro chico y ayudar a los que quedaran.

Astrid se ocupaba de los heridos según su gravedad, afortunadamente salvo un par de ellos, el resto no revestían de mayor gravedad que leves intoxicaciones por inhalación de humo, a los que los profesores me fueron ayudando a apartar del colegio para que respiraran aire limpio. Pronto los servicios de emergencia estuvieron delante del colegio, haciendo gala de la rapidez por la que eran conocidos en aquella ciudad. Los bomberos aseguraban que no podían hacer nada, salvo apagar las llamas, y eso estaría bien, de no ser porque la joven rubia habia visto regresar a la mujer de negro al interior del edificio.

- ¡No pueden hacer eso! ¡Todavía hay gente en el interior! ¡Una mujer estaba sacando a los alumnos! ¡Acabo de verla entrar!

Si los bomberos no la hubieran hecho mucho caso, seguramente habría intentado entrar ella, pero afortunadamente uno de ellos, de aspecto veterano y con cara de estar curado de espanto, prometió que la encontraría, y sin pensárselo dos veces y con una dosis extra de arrojo y valentía se internó en el incendio para buscar a la extraña mujer del látigo mientras los un médico se acercaba a ella por si estaba herida y ella le explicaba que era un médico del congreso y el primer diagnóstico que había realizado sobre los heridos que había atendido. Un buen trabajo, le dijeron, pero ella no se sentía orgullosa para nada. Aquello era una tragedia en toda regla, y el cielo... Parecía cernirse sobre sus cabezas. ¿Que demonios estaba pasando?

No veía nada con tanto humo, y sus ojos le lloraban un poco. Se colocó la mano en la parte inferior de la cara mientras tosía. En aquella habitación tampoco había nadie. En aquel piso había encontrado a un par de niños a los que había despejado el camino para que bajaran por la escalera de incendios y pudieran escapar, pero quería asegurarse de que no quedaban más. Había visto a la joven de negro ayudar en el otro ala así que tenía que revisar la otra. Fue levitando de ventana en ventana, cuando una llamó su atención. Había visto algo de movimiento pero no estaba seguro con el humo.

- ¿Hay alguien? - volvió a gritar desde la ventana.

Entró en el aula y caminó apartando poco a poco lo que estaba a su alrededor, cuando vio a una niña bajo una mesa agarrando algo. Se acercó a ella rápidamente.

- ¡Eh, pequeña! ¡Despierta! - la cogió del brazo y la pequeña abrió los ojos asustada. - ¡Tenemos que salir de aquí! - la cogió en brazos y vio que tenía entre sus manos la jaula de un pequeño hámster que se agarraba a los barrotes nervioso.

- Nadie quería volver... - murmuraba la niña. - ... tenía que cuidar a Fluffy.-

Ethan no pudo evitar sonreír mientras se movía hacia la ventana, cuando notó que el suelo se movía bajo sus pies. No sabía si era un nuevo terremoto o que el edificio estaba realmente cayéndose bajo ellos. En la ventana, la niña se agarró con fuerza al muchacho asustada por el hecho de saltar desde un segundo piso. Cerró los ojos unos segundos, y cuando los volvió a abrir, estaban corriendo por el patio. Miró a Ethan sorprendida ya que no sabía que había ocurrido.

Ya en el patio el joven mutante llevó a la niña hacia las ambulancias. Se encorvó un poco y apoyó sus manos en sus rodillas, cogiendo aire mientras las gotas de sudor caían por su rostro. Oyó gritar a la joven doctora sobre que quedaba más gente. Se sentía mareado por el humo, quería ayudar pero no se encontraba bien. Acabó sentándose en el suelo cansado cuando notó su bolsillo vibrar. Cogió su teléfono y vio que no era ningún número que conociera.

- ¿Sí? - sus ojos se abrieron. - ¡Sí, aquí el agente Lacroix! ¡Aquí todo es un caos señor! - sus ojos se movieron alrededor mientras cogía aire e intentaba hacerse oír entre el jaleo y las interferencias. - ¡Sí señor, acabé mi misión antes! - Escuchó tras unos segundos en silencio. - ¡Haré lo que pueda! -

Colgó el teléfono mientras se sorprendía levemente de que le hubieran encontrado y pudieran hablar con él en estas circunstancias. Pero era Shield del que estaba hablando, podían conseguir muchas cosas. Mientras Ethan se debatía entre levantarse o quedarse sentado cogiendo fuerzas, ya que le habían ordenado que observara todo con atención, ayudara pero que sobre todo averiguara que estaba ocurriendo.

No sabía que hacer, ni a donde ir. No podía arriesgarme a salir y dejar a algún niño encerrado en este infierno; per si esperaba un poco más, el edificio se derrumbaría conmigo dentro.

No oía más voces, ni gritos; pero podría haber niños desmayados. Tenía que actuar rápido.

Subí al último de los pisos y seguía sin escuchar a nadie, miré por todas las aulas y al final, encontré a un pequeño que apenás podía moverse. Conseguí sacarlo de debajo de los escombros y lo demás fue fácil; baje por la ventana con ayuda de mi látigo.

Una vez en tierra firme, vi al chico que estaba antes dentro del edificio ayudando sentado en el suelo; seguramente estaría mareado, normal. yo también estaba un poo mareada por todo el humo.

Lleve al niño a la doctora, estaba inconsciente. Cuando tomo aire fresco y se le echo un poco de agua en la cabeza recobro la consciencia. En cuanto vió donde estaba, se puso como loco a chillar y gritar.

- Cálmate pequeño.- Le dije mientrás intentaba tranquilizarlo.- ¿Qué pasa?

Respiró hondo y se relajo un poco. Cuando estuvo más calmado solotó un par de lágrimas y dijo entrecortado:

- M-mi amigo... El sigue de-dentro.

Me puse blanca, no sabía que hacer. El edificio estaba a punto de caerse, no se cuanto más podría aguantar. Pero nunca me perdonaría el dejar un niño allí dentro. Las palabras del niño fueron escuchadas por la doctora y el jóven. Ambos seguiamos un poco mareados y exahustos.

La pregunta era, ¿nos daría tiempo de rescatar al niño?

Astrid no tenia muy claro que hacer, no podía entrar en el incendio, carecía del equipo y los conocimientos adecuados, no era como aquellos dos valientes que habían evacuado la escuela, pero el cuerpo de bomberos en seguida interrogó a los dos desconocidos que habían sacado a los niños del colegio para saber donde se encontraba.

Cogí al niño en brazos y lo acerqué hasta los médicos que seguían atendiendo a todos los afectados por la explosión de gas, no sabia que iba a suceder, pero no podían dejar a aquel niño dentro, aunque el edificio estuviera a punto de derrumbarse, quizás aguantara hasta que alguien le sacara.

Cogió aire intentando tranquilizar su alterado corazón cuando vio a la mujer de negro salir con un niño en brazos. Suspiró aliviado de que hubiera podido salir. El niño empezó a hablar asustado, su amigo aún seguía en el edificio. Los bomberos se acercaron a Ethan y a la desconocida para interrogarlos sobre las zonas que habían visitados.

- He estado en la primera y segunda planta de la parte derecha... - señalando la zona. - Creo que ella estuvo en la parte izquierda. - mirando a su compañera de salvamento. - Habría que preguntar al chico donde perdió a su amigo.-

Los bomberos asintieron y se acercaron a la zona de los médicos para hablar con el niño. Ethan los siguió interesado, estaba algo cansado pero sabía que seguramente él sería más rápido que los bomberos.

- No lo sé... me desmayé... lo último que recuerdo que estaba al lado de la ventana. - dijo mientras le quitaban la mascarilla de oxígeno.

El joven mutante miró al edificio y vio cómo parte parecía apunto de derrumbarse.

- Si van a entrar, tendrán que hacerlo rápido. - pensó cuando un leve movimiento llamó su atención.

En la azotea del edificio vio una pequeña silueta que movía sus pequeños brazos por encima del barandal.

- ¡El niño! ¡Está allí en la azotea! - gritó llamando la atención de los bomberos.

Los hombres abrieron los ojos y empezaron a soltar órdenes para acercar el camión con la escalera mecánica. Ethan miraba con angustia al niño, mientras vio como el edificio no paraba de moverse. Corrió hacia el edificio, notó que un bombero intentaba detenerlo pero lo soltó en el momento en el que notó que el joven despegaba sus pies del suelo.

Llegó a la azotea enseguida tras usar su poder y reducir su gravedad para levitar, cogió al pequeño con rapidez que lo miraba asustado. Levitó un poco de altura con el niño agarrándolo con fuerza, cuando el edificio empezó a desplomarse. Tapó la cara del pequeño para evitar el polvo y se alejó en el aire hasta la zona donde se encontraban las ambulancias.

La gente lo miraba en silencio y algunos con la boca abierta, cuando toco tierra con el niño agarrado. Se suponía que no debía hacerse notar demasiado.

- Ya puedo escuchar al agente Rock echándome la bronca. - pensó con una expresión compunjida mientras dejaba al niño con los médicos.

Se fue a un lado y se dejó caer contra una pared para descansar, esperando las inevitables preguntas.

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(Off-rol) Siento haber tardado tanto, llevo unas semanas que estaba de bajona y no me podía poner a escribir, me cuesta mucho trabajo escribir.

Al final, el edificio se derrumbó llenando la manzana de polvo y cenizas. Por suerte, Ethan, Selina y Astrid estaban allí para ayudar. No había quedado nadie en el edificio y en el último momento, el agente de Shield había salvado la vida del último niño, dejando asombrados a todos los presentes.

Los murmuros empezaron a crecer entre los espectadores. La gente de a pie cuchicheó, le llamaron mutante, le llamaron "chico volador", pero sobretodo le llamaron héroe.

Eso es lo que eran, tres héroes que habían salvado a los niños de Nueva York de lo que podría haber sido una catástrofe. Los ciudadanos empezaron a aplaudir, las madres aparecieron para recoger a sus niños, los médicos atendieron a los heridos y los bomberos terminaron de extinguir el fuego. El colegio ahora solo era un montón de escombros.

Nuestros protagonistas podían sentirse satisfechos, habían hecho un buen trabajo de equipo.

Cuando todo parecía haberse calmado, la prensa apareció de la nada. Una joven reportera de cabellos oscuros apareció junto a un cámara y empezó a grabar lo sucedido y a los tres presentes.

-¡Aquí Lois Lane del Daily Planet! - dijo, mirando a la cámara. Astrid y Ethan habrían jurado que no les sonaba de nada aquella cadena. 

-Acabamos de llegar a Nueva York y el terremoto no solo ha afectado a Metropolis, sino que ha afectado a todo Estados Unidos. Esta es solo otra de las muchas catástrofes que están sucediendo en estos momentos. Un incendio casi termina con las vidas de ochenta estudiantes, por suerte tres civiles han logrado sacarles a todos a tiempo, antes de que llegaran los bomberos.

Lois Lane se acercó a los tres chicos y colocó el micrófono cerca de Selina. La reportera miró extrañada sus ropas de cuero tan ajustadas y su gorro de gato. Por un instante, se preguntó si venía de alguna fiesta de disfraces.

-¿Cómo ha sucedido todo? - le preguntó a Selina, esperando emocionada la respuesta de la gata.

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 A partir de ahora, Omega contestará después de cada personaje.

¿El Daily Planet? ¿El de Metróplois? ¿En Nueva York? Esto cada vez era más raro... La reportera se acerco a mi y me coloco el micrófono delante de mi, pidiendome explicaciones sobre todo aquello.

¿Que qué había sucedido? ¿Y qué demonios sabía yo? Yo simplemente había hecho un descanso en mi carrera como delincuente para salvar a aquellos niños. Una cosa era ser ladrona y otra no tener corazón.

Dirigí mi mirada a la camara y a la mujer, saltando con los ojos de una a otra hasta que estos se pararon en el micrófono. Tragé saliva, tenía miedo escénico. Una cosa era colarse en sitios con alta seguridad y otra hablar para la tele.

- Pueees...

Intente ordenar mi cabeza, respiré hondo un par de veces y concluí mi respuesta. Y era que no sabía absolutamente nada de lo que acababa de pasar en esa gran ciudad.

- No tengo ni idea. Yo... Nosotros, simplemente vimos a aquellos niños en peligro y acudimos en su ayuda, nada más. A parte de eso, no se nada.

Por no saber, no sabía ni los nombres de mis dos "compañeros" que habían intervenido en el rescate de aquellos niños. Repasé mentalmente lo que la reportera había dicho.

- Perdona, ¿has dicho a todo los Estados Unidos?

A todos los Estados Unidos... Las palabras resonaron en mi cabeza un par de veces. Si eso era cierto, no creo que el acontecimiento que acabábamos de presenciar fuera un desastre natural.

-Al parecer estos héroes inesperados también son muy humildes - dijo Loise Lane entre risas ante la respuesta de Selina.

-Así es, el terremoto ha sido a escala mundial y ha provocado varios accidentes por todo Estados Unidos.

La reportera camino por al lado de Selina y se acercó entonces a Astrid. La morena la saludó y le colocó el micro delante de la boca y después le sonrió amablemente.

-¿Habías hecho antes algo parecido? ¿Cómo ha sido la experiencia?

El cristal de la cámara enfocó lentamente el rostro de la rubia.

En cuanto vio aparecer la prensa Astrid intentó escaquearse del lugar, no quería publicidad, no quería entrevistas y los periodistas eran demasiado incisivos para su gusto, no paraban de pinchar como si su micrófono y sus notas fueran una barrena hasta que conseguían sacarte todo lo que querían. Eran como la inquisición, pero con menos hogueras y más condescendencia. Sin embargo su plan fracasó estrepitosamente cuando se vio enfocada por una cámara de televisión de una cadena que desconocía y atacada por un micrófono.

- Yo sólo soy médico, no tengo nada que decir.

Decidió que callar era lo mejor que podía hacer, no tenía porqué dar detalles que a nadie le importaban, sin embargo estaba preocupada. Tony debería estar en su casa, pero la periodista aseguraba que aquello había sido a escala mundial y que los desastres estaban repartidos por todo el país, esperaba de verdad que no le hubiera pasado nada, pero no podía llamarle con aquella periodista delante, tan sólo quería irse de allí y poder comprobar que todo iba bien.

Lois Lane pareció decepcionada tras escuchar la escueta respuesta de la médico. Los tres muchachos habían salvado a aquellos niños, pero parecía que ninguno estaba dispuesto a hablar del suceso.

La periodista decidió no seguir insistiendo y rápidamente colocó el micrófono delante del rostro de Ethan, esperando que él colaborara más con la prensa que sus dos compañeras.

-¿Cómo se llama? ¿Podría explicarnos cómo ha sucedido todo?- sonrió Lois Lane al hombre.

Una vez le respondiera, tenía preparada otra pregunta más para el joven héroe.

-Uno de los espectadores ha comentado que usted ha levitado en el último momento para salvar a uno de los niños, ¿es eso cierto?

Ethan ya se sentía mejor tras todo el rescate, había podido recuperar el aliento, y se empezó a centrar en lo que ocurría alrededor. Suspiró aliviado al ver que los niños regresaban con sus padres, pero las miradas de algunas personas no eran muy agradables. Había oído palabras alentadoras y otras cargadas de odio. Ya sabía que todo aquello podía ocurrir y muchas veces se había mentalizado para ello, así que prefirió centrarse en los niños que había salvado y los cuales si le saludaban con sus pequeñas manos sonriendo indiferentes de las mentalidades de sus mayores. Estaba pensando en marcharse e ir a ver si se necesitaba ayuda por algún otro lado cuando la prensa apareció.

En su cabeza resonaron varias voces de los agentes de la agencia, los cuales le aconsejaban no dejarse ver por la televisión. La verdad es que no recordaba ese canal, pensó por unos segundos que tendría que ser una cadena de pocos espectadores, pero no quiso arriesgarse y se colocó la capucha de su sudadera para tapar su cabeza. Intentó escabullirse de la periodista, ya estaba caminando hacia una calle secundaria cuando la mujer lo alcanzó para hacerle unas preguntas. Ethan intentó que su cara no saliera en la cámara.

- Buenas tardes señorita, yo sólo pasaba por aquí y oí gritos de ayuda. Hice lo que debía. - el joven movía la cara para que no le enfocaran. - Por favor, le rogaría que no me grabara, me gusta mi privacidad. - Sonrió, en el fondo le hacía gracia la situación.

Pero su sonrisa se apagó un poco cuando le preguntó por su último rescate.

- Ehmm... no se de que me habla, ha sido un placer hablar con usted pero tengo que marcharme. - empezó a caminar para meterse por un camino lateral.

No le gustaba ser desagradable pero no tenía otra opción si no quería llamar más la atención. Si la mujer lo seguía, lo único que haría sería quedarse en silencio. Además tenía demasiadas cosas en la cabeza, cómo el de averiguar que había pasado y si su madre se encontraba a salvo.

Lois Lane se quedó bastante estupefacta al ver que ninguno de los entrevistados quería colaborar con las noticias del Daily Planet. Pensó para sus adentros que le esperaba una buena regañina por parte de su jefe cuando viera que la noticia no aclaraba mucho el suceso.

A duras penas, la periodista intentó terminar dignamente dándole un toque de misterio para crear algo de expectación.

- Ya lo han visto señores espectadores, esto solo ha sido un acontecimiento más que... - pero antes de que terminara su frase, el primer piso del edificio contiguo a la escuela estalló en una pequeña explosión. Los peatones de alrededor volaron unos metros y cayeron al suelo con quemaduras y contusiones.

-¿Pero, qué? ¿Has grabado eso? - le preguntó la periodista al cámara, que continuaba grabando la escena.  

Los médicos corrieron hacia dónde se encontraban los heridos y los ciudadanos empezaron a correr histéricos en todas direcciones.

Antes de que nuestros tres héroes pudieran escabullirse, vieron aparecer a lo lejos tres enormes robots de metal con colores diferentes. Uno tenía las piezas metálicas de color azul, y lanzaba ráfagas de hielo por la boca en todas direcciones, volviendo el suelo resbaladizo y quebradizo.

El de en medio, tenía las piezas rojas con unas rallas de color amarillo. Lanzaba de sus puños bolas de fuego que impactaban en los edificios más cercanos a la escuela en llamas.

El último tenía las chapas de color verde y de sus ojos salían disparados varios rayos, que destruían la carretera y los coches.

Asombrados por aquel repentino ataque, Selina y Astrid se encontraron cerca del área del robot verde, que intentó fulminarlas con un rayo nada más acercarse.

Antes de que Ethan se metiera en el callejón, sus pies resbalaron al contacto del hielo y cayó de bruces al suelo, encontrándose con el robot gigante azul a menos de diez metros.

Por otro lado, Loise Lane vio como el robot rojo lanzaba otra de sus bolas de fuego y estaba a punto de impactar cerca de dónde se encontraba. Ella y el cámara intentaron apartarse a tiempo, pero Loise se tropezó a medio camino y contempló aterrada como el misil estaba a punto de alcanzarla...

Superman, que había estado demasiado tiempo aislado del mundo para fortalecerse, llegó a tiempo para contemplar el espectáculo.

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Normas para postear en el tema:

... ¿Cuánto tiempo había pasado?

No podía saberlo. En el espacio, todos los sonidos se reducían a una voz muda, un silencio atroz que no hacía más que causar inquietud, incluso a alguien como él. Y, sin embargo, incluso así, el sonido de algo quebrándose fue lo bastante fuerte como para que hubiese podido oirlo con una claridad diáfana, más alto aún que las llamas que lo rodeaban por completo.

El Sol era un astro majestuoso, brillando en el firmamento, guardián de los planetas cercanos a él, pero en aquel momento todo pareció resquebrajarse, algo que incluso el propio Superman pudo sentir en todas y cada una de las células de su cuerpo... El momento que había estado esperando, que había temido, acababa de llegar. Hasta en los confines del espacio, pudo sentir las voces siendo acalladas, el terror de millares de vidas, toda la realidad dando un vuelco sobre sí misma... Y, entonces, nada. Silencio absoluto. Del mismo modo que todo había empezado, se acabó, sólo dándole tiempo para poder observar, más allá del astro Rey, cómo la propia realidad se rasgaba ante sus ojos... Aunque apenas duró un breve periodo de tiempo, era toda la señal que necesitaba.

La figura gravitó en torno al astro rey, tornando en el aire antes de abrir los ojos, brillando ahora con una luz rojiza. Poco antes de convertirse en un destello luminoso en el cielo, sus ojos se fijaron en la masa de azul y marrón ante él, que pronto se convirtió en un gigante amenazando con devorarlo. Tan pronto sintió el distintivo calor de la atmósfera terrestre contra su piel, los sonidos también lo hicieron: Gritos viniendo de todas partes, destrucción, miedo, peticiones de auxilio. La cacofonía era tan intensa que, por un momento, sus sentidos sobrehumanos se vieron completamente embotados, obligando al superhombre a detenerse por un instante en el aire antes de empezar a ser capaz de distinguirlos. Y, entonces, cuando finalmente se adaptó de nuevo a aquella orquesta de infinidad de voces, una de ellas llegó, diáfana...  Sólo entonces su rostro cambió por unos instantes, segundos antes de que su vuelo lo llevase a otro lugar.

La visión era dantesca... Nueva York estaba sumida en el caos y, allá donde iba, podía ver coches estrellados, edificios medio derruidos, una escena propia de una invasión de Apokolips, aunque, al contrario de lo que esperaba, las hordas de Darkseid no parecían estar presentes. Difícilmente resultaba tranquilizador, sin embargo, particularmente por el enorme número de personas que parecían estar al borde del colapso... Ante esta visión, por unos instantes, no pudo evitar quedarse quieto. Aquello era su culpa. Debía haber estado allí para protegerlos, para salvarles. Sin embargo, pronto se obligó a apartar esos pensamientos de su mente, no había tiempo para ellos, no en aquellas circunstancias. Había estado apartado de su mundo por una razón. Sabía que eso iba a ocurrir. Era inevitable, eso nunca había sido una cuestión. Pero su papel empezaba ahora. Su poder se había incrementado notablemente, podía sentir la energía crepitar desde lo más profundo de su alma. Era el momento de ponerlo en uso.

Como si de un destello luminoso se tratase, las calles de Nueva York empezaron a verse limpias: Los ciudadanos que estaban atrapados bajo edificios aparecían junto a sus seres queridos, aquellos edificios que parecían caerse acababan aterrizando de forma segura... Todo parecía estar sucediendo a cámara lenta mientras, gracias a su supervelocidad, el Hombre de Acero trataba de hacer lo posible para salvar a todos aquellos que se encontraba por el camino, sin embargo, su tiempo era corto y sus poderes, aunque magníficos, tenían sus límites.  Cuando escuchó el sonido de los misiles y la voz que los antecedió, todo perdió, por un instante, cualquier tipo de sentido. Su cuerpo se movió solo, pareciendo una reacción automática más que una decisión propia de un cerebro coordinado.

Una explosión se produjo, amplificada por su superoído, que destruyó buena parte de la zona donde había impactado. Y, sin embargo, no hubo que lamentar pérdidas.  La explosión fue inevitable, el misil había alcanzado su objetivo... Pero... ¿Lo había hecho realmente?

Sólo entonces se pudo observar aquella figura. Un hombre, envuelto en un traje de rojo y azul, llevando en sus brazos a una mujer y su cámara. Sus ojos, brillando en rojo, parecían mirar al vacío, pero su firmeza era tan evidente que casi resultaba contagiosa. Para cuando dejó a la mujer en el suelo, en lugar seguro, ya era evidente que ese tipo no era un hombre ni mucho menos normal: Flotaba, sin que sus pies tocasen ni por un instante el suelo y, a sus espaldas, una capa de color rojizo ondeaba al viento.  Sus ojos, que parecían clavados en el vacío, sólo dejaron de estarlo durante el tiempo que necesitó para mirar a la mujer de cabellos azabache, con una expresión casi de disculpa, aunque inmediatamente volvieron de nuevo a observar a aquellos seres mecánicos.  Eran tres. Uno parecía ser capaz de lanzar bolas candentes, una especie de misiles calóricos... Hielo el otro... Y el último, una especie de rayos de energía. Tres enormes gargantúas de metal.  Y, cerca de ellos, más personas inocentes, a punto de ser aniquiladas. No mientras viviese.

En un visto y no visto, el hombre desapareció. Podría decirse que había huído de no ser por el hecho de que, justo después, una de las máquinas, la que había disparado un rayo en dirección a las mujeres, salió disparada hacia atrás víctima de una fuerza invisible. Un puñetazo del Hombre de Acero fue suficiente para hacerla saltar por los aires y, aunque dudaba que fuese bastante para dejarla fuera de combate, le costaría levantarse... Solía contenerse, pero contra un enemigo que no era orgánico en absoluto no había tal necesidad. Si bien no lo había golpeado con todas sus fuerzas, había usado la necesaria para que no fuese un problema, al menos por un tiempo. La siguiente máquina en sufrir la furia del Hombre de Acero fue la azul, que fue golpeada por una especie de ventisca gélida destinada a dejarla en el sitio.  En un alarde de ironía poética, su principal forma de ataque se había convertido, así mismo, en lo que la derrotase... O, por lo menos, la detuviese por unos instantes. La idea era congelarla en el sitio para dar tiempo a escapar a su víctima, destruirla no era la prioridad en ese instante.

Y luego, quedaba la última... La que había disparado el misil. Contra ella, Superman no reservó sus fuerzas: Lejos de darle tiempo de poder reaccionar, se lanzó contra ella a toda velocidad, buscando atravesarla con su cuerpo. Después de hacerlo, la reduciría a un montón de metal candente utilizando su visión térmica, eliminando, por el momento, la amenaza.

Sin embargo, mucho se temía que aquello no habría hecho más que empezar y que, independientemente del resultado de sus acciones, tan solo habrían ganado tiempo. Fuera lo que fuesen esas máquinas, no las había visto antes... Y, aunque era mucho más poderoso antes, no se podía fiar en absoluto de que fuese suficiente. Nunca podía. De modo que se limitó a quedarse flotando en el aire, contemplando el resultado de sus propias acciones y esperando que, al menos, hubiese podido ganar tiempo para que los demás pudiesen ponerse a salvo... Le habría gustado hablar con Lois, pero no era el momento de hacerlo, ni muchísimo menos.

Eso sólo acababa de empezar.




[FDI: La verdad es que no sabía muy bien cómo hacer el post así que si hace falta editar lo que sea, que se me diga y edito enseguida. Gracias
FDI2: Todas las acciones son condicionales. Pueden fallar o no al gusto de Omega, que es el master. Las he puesto todas como intencionales, lo que no implica que vayan a tener éxito XD. ]

Lois Lane sintió que estaba flotando en el aire y escuchó el bombardeo a lo lejos. Cuando alzó sus ojos para mirar al hombre que la llevaba en brazos, se estremeció al ver que se trataba del hombre de Acero, el super-héroe que admiraba con todo su corazón.

Se quedó con la boca abierta cuando la dejó en el suelo y junto a su cámara observaron (y grabaron) lo que el superhombre estaba a punto de hacer.

Superman empujó al robot de color Verde y este terminó chocando con un edificio. Uno de sus brazos se le había desprendido del cuerpo por culpa del golpe, y cayó muy cerca de dónde se encontraban Astrid y Selina. El robot, quedó bastante confundido pero a los diez segundos se irguió de nuevo y sus ojos brillaron de un verde intenso. Apuntó a dónde se encontraban las chicas y se dispuso a fulminarlas con un solo rayo.

Lo siguiente que hizo el hombre de acero fue acechar al robot de hielo que estaba a punto de atacar a Ethan y le congeló los pies, dejándole clavado al suelo. Eso ofrecía una oportunidad de oro para que el miembro de S.H.I.E.L.D. terminara con la amenanza de una vez por todas.

Por último, Superman se lanzó de cabeza a destruir por completo al robot rojo, que minutos antes había intentado asesinar a su amada Lois Lane. 

Ka'el traspasó el cuerpo de hierro de su enemigo y sintió sus fuerzas disminuir de golpe. Cuando las miles de piezas de metal cayeron al suelo de forma estrepitosa, él lo hizo también.

Todos vieron a Superman rodar por el suelo junto al fuego y los escombros del robot rojo, que ahora era casi cenizas. Pero no solo había piezas de hierro en el suelo, si no también había caído algo más del interior del enemigo, algo que parecía ser su núcleo, su corazón.

Una piedra de un color verde brillante se encontraba muy cerca del hombre de acero, que luchaba por alejarse lo máximo posible de dónde estaba. Las fuerzas le fallaron y quedó expuesto al peligro.

¿Porqué habría Kriptonita dentro de aquellos robots? Solo había una respuesta a eso. 

Un pieza del robot bastante grande cayó cerca de dónde se encontraba el super-héroe. Se podía leer perfectamente la palabra "LexCorp" grabada en el metal.

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El joven mutante estaba distraido en sus pensamientos, habían sido muchas cosas en tan sólo unas pocas horas y necesitaba ordenar sus prioridades. Quería alejarse de la periodista pero algo totalmente desconocido para él, se lo impidió.

Oyó un gran estruendo a sus espaldas, pero no llegó a darse la vuelta en ese instante por que sus pies resbalaron y cayó al suelo. El primer contacto fue frío y deslizante. No había nevado, ni hacía frío. No entendía que ocurría hasta que alzó la vista mientras se frotaba el brazo dolorido por la caída. Un enorme robot lo observaba lanzando rayos congelantes. Para su asombro había otros dos robots más, destrozando todo lo que estaba a su alrededor.

Ethan no reconocía a aquellos monstruos de metal, no sabía de ninguna empresa que hiciera esos diseños, quizás Industrias Stark, pero Stark era de los buenos... ¿verdad?

El robot más cercano a él comenzó a andar hacia su posición, Ethan intentó levantarse para tener mejor posición pero el estúpido hielo le entorpecía los movimientos. Estaba casi encima cuando por el rabillo del ojo vio como uno de las criaturas de metal saltaba por los aires y una figura embutida en un traje azul y una capa roja volaba tras haberlo golpeado. Fue con una rapideza asombrosa hacia el robot que tenía su vista fija en el mutante y cogiendo aire, congeló los pies del monstruo.

El agente de Shield estaba con los ojos más abiertos todavía. ¿Qué narices estaba pasando y quién era ese tío? ¿Era un mutante? Su boca se quedó abierta mientras seguía con la mirada al sujeto, que estaba cómo quien dice, salvando el día. No lo reconocía de nada, pero siendo tan poderoso, debería.

Cuando consiguió levantarse del resbaladizo suelo, aquel tipo con la capa atravesó cómo si fuera mantequilla al tercer robot. Mientras a su lado el robot de hielo intentaba moverse pero le era imposible. Ethan tenía que aprovechar, y así lo hizo.

La criatura de metal era enorme, no estaba seguro si su poder sería lo suficientemente fuerte, pero no había más manera de averiguarlo que intentándolo. Se concentró en el centro de gravedad del robot y empezó a aumentar su peso. Las placas metálicas del torso empezaron a soltarse y a aplastarse con el suelo. Con rápidez cayeron las piernas y los brazos, que se contraían y retorcían cómo si fueran de papel mientras había chispazos por todas partes. Ethan sudaba enormemente por el esfuerzo, le estaba costando más de lo que pensaba pero el armazón cedía ante su poder. La cabeza fluctuaba y acabó aplastada contra lo que quedaba de su propio cuerpo. Ethan dejó escapar un suspiro y se arqueando la espalda hacia delante, dejó sus manos apoyándose en sus rodillas cansado.

- Esto es más fácil en los entrenamientos... - bromeó para sí mismo mientras cogía aire.

Alzó la mirada y vio cómo la gente corría alejándose de todo el barrullo. Pero también vio cómo aquel hombre de fuerza prodigiosa se encontraba inmóvil en el suelo al lado del robot con marcas rojas que había atravesado. Tenía que ayudarlo. Fue moviéndose cómo pudo por el resbaladizo suelo e intentó alcanzar al hombre de la capa.

Cuando parecía que todo había pasado, alcé la vista para contemplar a un robot verde de unas magnitudes increíbles delante de mí y de la doctora. Venga ya, hombre ¿en serio? Nunca volveré a ayudar a un niño en apuros, en mi vida.

Eche un rápido vistazo y vi otros dos robots más, pero esos no me concernían esté momento. Tenía que procurar salvarme a mí misma; y a la doctora, pero porque me pillaba cerca. ¿Qué podía hacer? Yo solo era una humana, no tenía ningún poder y un combate cuerpo a cuerpo contra esas máquinas no sería lo más lógico por mi parte.

Me quedé bloqueada por un momento. No podía hacer nada contra eso, ni que fuese… Superman. Por una vez me alegraba de ver a un miembro de la Liga de la Justicia que no fuera Batman. El super tío arremetió contra el robot haciendo que este se derrumbara y perdiera un brazo.

No tardó mucho en erguirse de nuevo y Superman ya se había ido a enfrentarse contra los otros dos robots. Esta vez no lo pensé dos veces; agarré a la doctora por el brazo y corrí lo más rápido que pude, arrastrándola tras de mí.

“Piensa Selina, piensa… Es grande, muy grande, eso podría ser una desventaja. ¡Eso es!”


Cuando vi que la distancia era segura, deje a la doctora allí y salí corriendo otra vez, pero ahora en dirección contraria, látigo en mano. Me acerque hasta estar casi debajo de él y enrolle el látigo alrededor de sus piernas, haciendo que cayerá al suelo de una manera estrepitosa. Serviría para ganar tiempo y el golpe había sido fuerte.

Volví junto la doctora y observé a lo lejos a Superman tirado en el suelo junto a algo que parecía un mineral o una roca de color verde.

Esto no me da buena espina…

Estaba al lado de la mujer de negro, cuando uno de los robots que habían aparecido de la nada intentó fulminarlas con la mirada, literalmente hablando, pero no pudo quedarse paralizada por el miedo, un tirón en su brazo la obligó a ponerse en movimiento, corriendo en dirección contraria a aquellos inventos mecánicos que estaba totalmente segura que no eran de Tony, no recordaba que la hubiera hablado de nada parecido y no tenían la firma característica del genio inventor, eran letales por supuesto, pero no tenían armas repulsoras, sus favoritas.

El hombre volador que había arremetido contra aquellos inventos parecía encontrarse en apuros, el fuego, los restos metálicos y una extraña roca le rodeaba. No podía dejarle allí, tenía que salvarle, así que volvió a correr, esta vez en dirección al peligro sin pensárselo demasiado, quizás por eso acababa metida en tantos problemas, porque no se lo pensaba demasiado. Cuando llegó hasta el hombre cogió un par de piedras aquellas, con cuidado, si a él le afectaban no sabia como podía afectarle a ella, seguro que era algún tipo de roca radiactiva y la radiación le estaba afectando. Las guardó en su bolso, y luego con una técnica pulida a lo largo del tiempo y alguna que otra borrachera cargó al hombre a sus espaldas y lo arrastró hasta un sitio seguro, donde aquellas cosas no pudieran alcanzarlos.

Todo había pasado demasiado rápido... Había sido demasiado descuidado.

La batalla había estado ganada, pero un error de cálculo había hecho que el por otro lado casi invencible Hombre de Acero cayese víctima de una de sus mayores debilidades: Kryptonita. Atravesar el robot no fue un problema, pero tan pronto lo hizo sintió los efectos de aquel mineral sobre su cuerpo, causándole un dolor tan excruciante que, incluso después de haber pasado más meses de los que podía recordar en el mismísimo centro del Sol, que debería haber hecho aquello una inconveniencia más que un verdadero problema, sintió cómo las fuerzas le abandonaban. Cayó al suelo, con aquellas piezas de mineral verde radiante demasiado cerca como para poder alejarse a tiempo.

Pero no debía ser así... Era cierto que la Kryptonita lo debilitaba, pero nunca tan rápidamente, mucho menos después de haber absorbido tanta radiación solar de forma directa. La única explicación que se le ocurría en aquel momento era que, quien fuera que fuese el responsable de hecho, había manufacturado esa Kryptonita especialmente para aumentar su efectividad contra el Hombre de Acero, privándole de sus fuerzas tan rápidamente que se vio postrado en el suelo, sintiendo cómo se iba debilitando progresivamente. Superman intentó luchar contra el poder de aquel mineral, pero las palabras que pudo leer en el pedazo de metal que había arrancado del ser revelaba quién estaba detrás de todo aquello, nada más que Lex Luthor. Entre dientes, apretando la mandíbula, los ojos de Clark vibraron con una luz rojiza mientras intentaba alejarse sin demasiado éxito de la influencia debilitante de aquel mineral. El dolor era tan grande que apenas sí podía ver lo que estaba sucediendo cerca suyo, pero tenía que reponerse, como fuera, antes de que fuese tarde...

Y entonces sintió a dos de las personas que habían estado con él antes ayudándole, alejándolo del peligro. El dolor fue desapareciendo y, antes de que pudiese darse cuenta, sintió cómo las fuerzas retornaban a él... Pero la batalla estaba lejos de haber acabado aún. Respiró pesadamente, sintiendo cómo se separaba de aquello que le estaba arrebatando las fuerzas y, con una exposición demasiado prolongada, incluso la vida. Se preguntaba quién le estaba ayudando, incluso por qué... No reconocía sus rostros. Eran una mujer rubia, y un chico. Por lo que sabía, podían ser miembros de las fuerzas de seguridad de aquel lugar, pero no lo parecía, al menos no en el caso de la mujer. Pero tampoco importaba lo más mínimo.


"¡LUTHOR! ¡MALDITO LUNÁTICO!"


Estaba cansado de todo aquello. Había pasado demasiado tiempo alejado. Había esperado que, a su regreso, las cosas hubiesen cambiado. Que ante una amenaza mayor, se unieran. Había esperado que Luthor hubiese sido lo bastante inteligente para saber lo mucho que estaba a punto de cambiar todo, y que utilizase sus esfuerzos para ayudar en la guerra que se avecinaba, pero aquellos robots eran la prueba de que seguía con su estúpido deseo por destruirle. Y Kal había estado demasiado tiempo alejado de aquel mundo como para consentirlo más. No iba a permitir que Luthor destruyese el mundo que se había alejado para proteger, ni que impidiese que los esfuerzos, suyos y de sus aliados, se fuesen al garete. Tan pronto hubiese acabado con aquello, iria a tener unas palabras con él, pero de momento había algo más importante que hacer.

Esperó que las fuerzas volviesen a él lo suficiente y, acto seguido, voló hacia los cielos, alzándose tanto que se volvió casi invisible desde el suelo. Sintió de nuevo los rayos de sol reforzándole, sus ojos empezaron a vibrar de un color rojizo. No tenía tiempo para perderlo con aquellos juguetes, y tampoco eran seres vivos, no tenía ninguna necesidad de contenerse... Así pues, uso su supervista y les apuntó. Localizó a cuantos enemigos había cerca. Sus ojos vibraron con incluso más fuerza.

Lo siguiente que ocurrió fue como si un Dios furioso hubiese bajado a la Tierra para administrar su juicio. Luthor pensaba que la Kryptonita iba a detenerle, y podía tener algo de razón... Si era lo bastante estúpido para acercarse. Pero no si trataba con aquella basura como lo estaba haciendo. Desde la órbita, su visión térmica barrería, literalmente, del mapa a aquellos robots, hasta que de ellos no quedasen siquiera cenizas, como tampoco de aquel mineral verde. Aún teniendo que ser preciso para evitar daños colaterales, Superman era lo bastante hábil como para asegurarse de que aquello no causase daños a nadie más que sus enemigos. Sólo una vez hubiese visto que ya nada quedaba, volvería a bajar al suelo para ayudar con el resto de las tareas que se precisasen, así como para agradecer a quienes le habían sacado de allí su ayuda. Aquella forma tan expeditiva de tratar con el problema podía parecer poco característica en él, pero estaba cansado de que lunáticos como Luthor pusiesen en riesgo la seguridad de SU mundo, de SU gente. Nunca más.

Una vez los robots hubiesen dejado de ser un problema, bajaría, pero estaría muy atento en caso de que hubiese algún enemigo oculto que no hubiese visto antes. Tratándose de Luthor, no podía decir que eso fuera imposible, todo lo contrario... Podría ser un lunático, un megalómano, pero era mortalmente inteligente, de modo que con toda probabilidad no usaría todas sus cartas desde un primer momento. Por lo que sabía de él, era más que posible incluso que se hubiese estado preparando para cuando regresase a la Tierra, al menos, la existencia de sus robots parecía indicar tal probabilidad. Pero ya trataría con él luego. La prioridad eran los ciudadanos que había puesto en peligro. Debía ayudarlos como fuera posible. La destrucción que veía era enorme... Sólo esperaba haber llegado a tiempo de impedir que fuese aún mayor.

Cuando dejó atrás el resbaladizo suelo fue hacia el hombre de la capa. Mientras caminaba vio un logo en uno de los robots destrozados. LexCorp. Se quedó unos segundos pensando y realmente no conocía aquella empresa, ni de oídas entre los múltiples secretos de Shield. Pero era extraño si tenían esta tecnología debían ser conocidos.

La joven doctora ayudaba al desconocido, y Ethan fue a su lado a echarle una mano. Parecía algo débil.

- ¿Cómo se encu-- woo!? - la pregunta quedó cortada cuando el misterioso salvador salió volando a una velocidad vertiginosa que los hizo desestabilizarse unos segundos. - ¿Pero qué? - alzó la vista. - Creía que estaba herido o algo. - miró a la joven rubia.

Sus ojos volvieron a las alturas intentando ver al hombre pero era ya practicamente un punto indistinguible en el cielo. Al poco unos rayos rojos surgieron del cielo y se dirigieron hacia varios puntos y sobre todo al robot que estaba cerca de ellos que aun se movía un poco pero que estaba agarrado por el látigo de la muchacha de negro.

Lo malo fueron algunos fragmentos que se despegaron de los edificios cercanos con las explosiones de los rayos y los robots. Ethan se colocó delante de la joven por si acaso e intentó con sus poderes mutantes desviar algunos de aquellos trozos fuera del alcance de las personas que aún había en los alrededores.

Tras terminar se sentía más agotado que nunca, así que se sentó en el suelo mientras respiraba profundamente y la cara se le llenaba de sudor.

Tal y cómo el destino había descrito, nuestros jóvenes héroes triunfaron ante la amenaza. 

El agente de SHIELD, Ethan Lacroix, aplastó con sus poderes el gigante de metal que había amenazado su vida con convertirle en estatua de hielo. El muchacho, a pesar de estar agotado, reunió el suficiente valor para ayudar a aquellos que lo necesitaban, y con sus manos alzó al vuelo a La Esperanza de la Tierra.

A su vez, la gata de guante negro se las ingenió muy bien para paralizar a su enemigo. A pesar de carecer de fuerza y poderes sobrenaturales, su inteligencia y su maña la llevaron a encontrar una solución rápida a sus problemas. El robot gigante cayó desplomado al suelo y la felina encontró en su espalda un mecanismo muy interesante que, al hacerlo girar, desactivaba por completo la criatura metálica. Una vez más echó un vistazo a su alrededor y comprobó que los espectadores y sus compañeros se encontraban bien.

Pero Selina no era ninguna superheroina, ¿o sí lo era? y viendo que la situación se complicaba huyó con el rabo entre las piernas, sin dar más explicaciones. Quizás para ella no fuera importante aquel suceso, quizás se arrepentía de haber ablandado su corazón por un día salvando a esos niños, pero eso no cambiaría lo que hizo por los habitantes de Nueva York, y éstos se lo agradecerían siempre.

Por su parte, la doctora conocía sus capacidades y sabía perfectamente que no podía detener al robot ella sola. Corrió a ayudar a los malheridos y apartó la Kriptonita que amenazaba a Superman. Al hacerlo, sus dedos fueron marcados con una quemadura que le costaría cicatrizar. Esa piedra verdosa ardía con intensidad al haber estado expuesta a altas temperaturas en el interior del Robot candente. Por lo tanto, Ethan y ella decidieron que lo mejor era mover a Mahoma ya que no podían mover la montaña.

Nada más alejarse un par de metros, Superman se recuperó a una velocidad vertiginosa. El héroe de metrópolis sintió de nuevo la energía del sol recorrer por sus venas. Todos aquellos días que había pasado en solitario cerca del sol habían dado su fruto. La kriptonita le había afectado, pero tan solo los primeros minutos de contacto con ella. Ahora era un hombre libre de sus ataduras y defectos y durante este tiempo sintió que podía hacer cualquier cosa.

Superman destruyó con sus rayos lo que quedaba de los robots de Lexcorp y Ethan hizo lo que pudo para que nadie resultara herido en ese proceso.

Una vez solucionado el problema, Astrid Hadlow se disculpó y se marchó de la escena, yendo en ambulancia con los heridos al hospital más cercano. Ahora solo quedaban tres de los héroes de aquella noche que se había convertido en día.

FDI: Astrid y Selina han decidido dejar el post del Evento. Si alguien quiere irse ya que haga su último post o edito este mismo. Si tenéis algo más que deciros podéis ir terminando tranquilamente ;p

Estaba descansando mientras la joven doctora que estaba a su lado, se despedía de él y se marchaba hacia las ambulancias para seguir ayudando. Ethan cogía aire al principio con algo de dificultad pero poco a poco fue tranquilizando su respiración. Suspiró mientras veía al hombre de la capa surcar los aires y enfrentándose sin miedo alguno a los peligros, casi cómo si fuera inmortal.

- Bueno... vamos a hacer algo de trabajo... - murmuró mientras sacaba el móvil y grababa en vídeo al superhombre. - A ver si se acerca un poco, no estoy en condiciones de acercarme a él. - comentó mientras tomaba al rato varias fotos como pudo.

Cuando creyó que había sacado algo de material, se movió entre los restos de los robots para sacó fotos al logo de aquella desconocida empresa y otras varias a lo que encontró importante. Mientras trabajaba un poco notó a la gente que ya se escondía menos y venía a curiosear. Al terminar se metió en uno de los callejones, y envió las fotos y el vídeo a Shield.

Aprovechó, mientras esperaba órdenes, para llamar a su madre.

- ¿Mamá? Uff me alegro de que estés bien... no he podido llamar hasta ahora. - suspiró aliviado mientras escuchaba a su madre. - He tenido algo de jaleo... no, no, estoy bien... no te preocupes, he estado ayudando a la gente, aquí hay un gran caos. - comentó mientras caminaba por el callejón. - Parece que todo se ha calmado, pero no se cuando podré volver... sí, iré a las oficinas de Shield de aquí... no creo que pase nada...  - dejó de hablar unos segundos. - No te preocupes, estaré bien. Venga mamá... sí... yo también te quiero. Te llamo cuando sepa algo. Hasta luego. -

Dejó salir una bocanada de aire mientras ordenaba sus pensamientos. Una preocupación menos. Ahora debía encaminarse a Shield y seguramente allí le indicarían que más hacer. Se dejó guiar por el gps del móvil, pero siempre ayudando a las personas que lo necesitaran en el camino.

[FDI: Como he indicado en el post anterior, reitero que Super una vez destruidos los robots empieza a ayudar con las labores de rescate y reconstrucción antes de marcharse por donde ha venido. Salgo del tema. ]

S.H.I.E.L.D. iba a estar muy orgulloso del trabajo que había realizado Ethan en el escenario de la batalla. Tomó algunas fotos de los robots y dos o tres vídeos de la situación. Cuando el muchacho se acercó a uno de los robots hecho trizas por el súper-héroe de la capa roja, se dio cuenta de que algo verde emanaba de una de sus piezas metálicas. Era casi minúsculo, pero ahí estaba. Una pequeña piedra verde que emitía luz propia. El material le era totalmente desconocido. 

Ethan cogió con cuidado el mineral ya frío y lo metió en una bolsita de plástico que siempre llevaba consigo. A Nick Furia iba a interesarle mucho todo lo que tendría que contarle.  

Cuando su madre colgó, al instante recibió un mensaje.

-Agente Lacroix, preséntese en la oficina más cercana. La dirección solicita su presencia.-

Acto seguido, el muchacho desapareció por las calles de Nueva York.


Por otro lado, un Superman enfurecido esperó a que los ciudadanos abandonaran la calle para fulminar con la mirada los dos últimos robots y reducirlos a polvo. Se acercó a las ambulancias y ayudó en lo que necesitaba. Su trabajo no terminaría aquí, puesto que el súper-héroe había recibido más avisos de problemas por la ciudad. Durante las siguientes horas, apagó incendios con su aliento congelarte, y rescató niños y adultos que habían quedado enterrados bajos sus hogares.

Superman no podía descansar mientras hubiera alguien que necesitara su ayuda. Entonces, recibió una llamada de la liga.

-Superman. ¿dónde has estado? - preguntó el marciano en su cabeza. - Pensábamos que habías desaparecido. Necesitamos que vengas a la Atalaya, es una emergencia.

Dicho esto, el hombre de acero terminó de ayudar en lo que necesitaban los neoyorquinos y con una velocidad vertiginosa subió a la Atalaya, dónde le esperaban el resto de sus compañeros.

La historia de Superman continúa en: El futuro de la tierra en nuestras manos
La historia de Ethan continúa en: Te avisaré cuando abra el tema ;p