[La Colisión de los Mundos] ¿Soy yo, o huele a podrido...? (Irene S, Poltergeist, Sunbreath, Charles Xavier)

Una de las primeras cosas que Irene había tenido que aceptar en su vida es que lo que iba a ser “normal” a partir de ahora no se parecía en nada a lo que era “normal” en su vida. En la escuela del Profesor Xavier había, desde luego, mutantes como ella, cada uno con sus poderes. De muestra, podía señalar a sus compañeros de excursión: Kevin y Bryndar. El primero ahora mismo parecía un ser humano gracias a una especie de holograma ultramoderno que ocultaba sus facciones bastante demoníacas. En cuanto a Bryndar… bueno, Bryndar era amarillo como un limón y como se descuidaran, podían usarlo de estufa. No es que le importara porque, al igual que ella, ninguno de ellos había tenido elección en esa lotería. Pero la impresión inicial había sido cuanto menos chocante.

El caso es que, incluso dentro de esa extrañeza, había grados a la rareza de las cosas que pasaban a su alrededor. Así que cuando la excursión se vio interrumpida por una luz violeta que lo cubría todo, seguido de un terremoto que bien podría haber derribado los edificios a su alrededor, Irene pudo dar por sentado que aquello era extremadamente raro. Y si el aspecto de ciudad apocalíptica que tenía la calle y la marabunta de personas corriendo de un lado para otro ya eran mala señal, la llamada telepática del Profesor acabó de quitarle la poca normalidad que aquella situación pudiera tener, si es que le quedaba alguna.

Les decía que tenían que reunirse con él, y no habría nada que hiciera más feliz a Irene que cumplir la orden. Aunque solo fuera porque parecía que el Profesor sabía lo que estaba pasando, o al menos tenía una ligera idea, o… simplemente estaba más calmado que ella. El problema era que, cuando se propusieron ir al encuentro del Profesor, se encontraron con que algo estaba rasgando el mismo tejido de la realidad delante de sus narices.

Lo que salió de allí… Hizo gritar a todas las personas que intentaban escapar de la zona, y a Irene con ellas, aunque la exclamación de la española, de haberla entendido alguien, habría resultado poco aterradora.

-¡¿Pero qué clase de survival horror lovecraftiano es esto?!

Había cinco figuras, y creía haber visto a las cinco en algún lado, pero, ¿dónde? Hasta que se dio cuenta: era en una fotografía enmarcada, en uno de los pasillos de la escuela. El Profesor le había explicado que eran sus cinco primeros alumnos. Irene no podía recordar sus nombres, pero sí su aspecto general, y tenía la seguridad de que eran ellos… Bueno, si “ellos” se hubieran convertido en zombis, claro. Porque Irene había jugado a unos cuantos videojuegos y sabía perfectamente qué pintas esperar de un zombi, y aquellas cinco figuras cumplían con los requisitos.

Entre ellos y las cinco figuras se había abierto un espacio bastante amplio, mientras la gente intentaba escapar por todos los medios de las criaturas que habían salido de lo que parecía una grieta dimensional. Las copias zombificadas de los miembros originales de la Patrulla X miraron a su alrededor, como si no supieran por dónde empezar con el festín, algo que hizo que Irene sintiera un escalofrío por toda la espalda. Si tenía que hacer caso de todas esas historias de zombis que salían en los videojuegos, si mordían a alguien ese alguien se acabaría convirtiendo en zombi. Con toda la gente que había allí, aquello sería un desastre de proporciones mayúsculas. Pero, ¿qué podía hacer ellos?

No, mejor dicho, ¿qué podía hacer ella? No sabía cual era el límite de los poderes que tenían sus compañeros, pero ella solo tenía sus objetos de luz…

Bueno, para algo servirían, pensó. No se podía quedar de brazos cruzados.

Echó el brazo derecho hacia atrás, como si estuviera cogiendo algo para lanzarlo, y pronto comenzaron a aparecer pequeñas formas en su mano, solo visibles durante un segundo antes de que Irene trazara un arco con su brazo y lanzara el puñado de pequeños objetos a la cara del zombi más cercano. Una pequeña lluvia de canicas, cuentas, abrojos y chinchetas cayó sobre el "no-muerto", sin más daño que dejar varios de los objetos más puntiagudos enganchados aquí y allá.

Sin embargo, mientras caían, Irene continuó creando más de estos pequeños objetos, hasta que todo el espacio que la gente le había dejado a los zombis estaba sembrado de estorbos en forma de cosas esféricas que les harían resbalar, o cosas que se les engancharían a las suelas del calzado y les estorbarían. No creía que les fuera a hacer mucho efecto, pero seguían siendo zombis, ¿verdad? Se suponía que eran lentos. Ralentizaría el ataque lo suficiente como para…

Como para…

¡Ah, al demonio con aquello!

-¿Alguno tiene una buena idea? Porque si no, lo llevamos crudo- les dijo a los dos chicos, mientras buscaba la cobertura de Bryndar, mucho más grande y fuerte que ella, y buscaba qué tipo de arma podía hacer para defenderse de aquellas cosas.

Tantas voces...voces de terror, de sorpresa, e incluso voces de dolor y agonía. No había tiempo para sentirse abrumado. Era hora de actuar y organizarse.

-¡Alumnos! No sabemos lo que acaba de ocurrir, pero todo parece indicar que estamos sufriendo algún tipo de ataque. Lo que está sucediendo es de extrema gravedad. Necesito que os reunáis conmigo enseguida y...

De repente, pudo ver las criaturas a través de los ojos de sus alumnos. No podía creérselo. No, era totalmente imposible ¿No eran...la Patrulla original? ¿Su Patrulla? ¿No eran esos Scott, Jean, Hank, Bobby, Worren...? ¿No eran sus hijos?

-¡Scott! ¡Jean! Soy yo, Charles ¿Qué os ha ocurrido? ¡Por favod, decírmelo!

No hubo respuesta. No hubo siquiera una muestra de reconocimiento. Por un momento, Xavier fue incapaz de actuar, de moverse, de pensar...y de repente, como si algo le hubiera despertado de una pesadilla, se comunicó con sus nuevos estudiandes:

-¡Salid de allí ahora mismo y volved a la mansión! No podéis luchar contra ellos ahora mismo ¡Regresad!

Bryndar llevaba una pesada gabardina marrón cerrada y un sombrero embutido, que usaba para ocultar tanto su traje como sus rasgos, porque no poseía juguetitos chachis de la muerte como Kevin, y no tenía imaginación para pensar en otra cosa. Además, el maquillaje demostró ser inútil, porque tendía a derretirse o quemarse a la mínima que él se enfadase un poco, o que simplemente le diese el sol de lleno. Pero tenía una ventaja, porque el nivel de contacto de su piel con los rayos solares era casi nulo y sólo podía absorber la radiación rebotada de los edificios y objetos de por ahí, lo que reducía la cantidad de peligrosidad de su mutación a un nivel más soportable. Normalmente el joven mutante prefería mantenerse lo más alejado posible de las personas, por motivos obvios, pero Kevin le había rayado hasta que le dijo que sí que iría. Según él, necesitaba ser más sociable, ¡él era suficientemente sociable! ¿No entendía que su mutación era tan peligrosa que prefería alejarse de los demás? Ya claro, él tenía su mutación deformante, sí, pero es que él tenía el problema de ser una jodida bomba con patas. Aún así, admitió que se lo estaba pasando bien, aunque si pudiese empezar a dar unos buenos botes por ahí, donde alguien no mirase... hacía una eternidad que no practicaba parkour...

Hubo varios temblores y Bryndar se agarró directamente a una farola, hundiendo un poquito los dedos amarillos en el metal sin querer. El espectáculo de pirotecnia lumínica se lo perdió porque una boca de riego había lanzado su tapa a presión justo contra su cara, y se tuvo que frotar la cara mientras intentaba mantener la calma. Le había dado en plena nariz y eso picaba, por muy superresistente que fuese, por no hablar de que era humillante. Pero la verdadera atracción fue cuando la Patrulla-X original apareció en toda su no-muerta gloria para darles un saludo macabro y lleno de dientes, y Bryndar tuvo que parpadear un par de veces para acabar de creérselo.

-¡LA PUTA!-escupió Bryndar en islandés, demostrando su alma de poeta.

Bueeeeeeeeeeeeno, había visto suficientes películas para saber que eso no era bueno y que tenían que cortarlo de raíz YA MISMO, antes de que se desplegase un virus de esos chungos que te vuelven zombie. De hecho, le pareció muy divertido que los miembros de la Patrulla original fuesen los zombies, porque ellos eran parte de la nueva. Era como limpiar los muebles viejos del anterior inquilino, pero en versión más desafiante y con peor olor. Irene soltó unas cuantas cosas por el suelo y Bryndar asintió tranquilamente para sí mismo, mientras tiraba su gabardina y su sombrero bien lejos, dejando que el sol bañase su musculado cuerpo y sus cabellos de oro. Cualquiera podía ver que sonreía ligeramente, y por lo menos Kevin sabría que era porque tenía la oportunidad de descargar energía bien a gusto. Los zombies estaban muertos, así que técnicamente estaba bien matarlos otra vez.

-¡Salid de allí ahora mismo y volved a la mansión! No podéis luchar contra ellos ahora mismo ¡Regresad!

Puto profesor. Le caía bien el calvo, cuando no lanzaba sus interminables sermones, pero ahora mismo le quería cortar el rollo. Ambos compañeros vieron que la luz en el puño de Sunbreath empezaba a acumularse rápidamente... no iba a irse a ningú lado.

-¡Lo siento, kjjjj, profesor! ¡Hay kjjj interferencias, no le oigo bien! ¡kjjjj!-dijo en alto a la vez que lo pensaba, mientras raspaba su garganta fingiendo las susodichas. Mentía descaradamente y trató la telepatía como mensajes de radio, y ahora iba a tratar a la patrulla original como sus punching balls personales.

Descargó un puñetazo en el aire, y un rayo calorífico salió a toda velocidad. Bestia era el objetivo, pero con una reflejos inhumanos agarró del brazo a Cíclope y lo puso delante suya, justo cuando el un-ojo estaba abriendo la boca para probablemente empezar a ordenar algún plan de ataque. El rayo impactó directamente en su pecho, y estalló con una fuerza y un calor que hizo a todos los zombies cubrirse, y a Bestia caer de culo un par de metros atrás. Trocitos chamuscados de Cíclope cayeron por doquier y lo único que quedó de él fueron sus botas, que terminaban en unas quemaduras humeantes. Sunbreath alzó una ceja, porque no se esperaba ni tanta devastación ni un movimiento tan perverso por parte de Bestia. Estaba claro que la moralidad no era el punto fuerte de esta versión zombificada de la Patrulla. Miró entonces a sus compañeros, mientras daba un par de pasos adelante, preparado para recibir lo que sus enemigos quisiesen lanzarle.

-Oh, no me miréis así, ¡son zom...! ¡JODER!

Bestía se había lanzado con un salto tan largo que lo creía imposible. Sus poderes mutantes no parecían nada mermados y su hambre le había conferido una desesperación letal. Sus dientes se cerraron sobre la zona descubierta del brazo de Bryndar, y se oyó unos crujidos instantáneos. Los dientes de Bestia se habían roto un poco por haber intentado morder directamente a una persona con superresistencia, y la respuesta de Bryndar fue sacárselo de un manotazo con la otra mano. El muy hijodeputa había intentado merendárselo y aún por encima había caído perfectamente de pie después de volar tres metros atrás por la ostia. Su cara parecía un poco aplastada, pero eso era lo de menos, no parecía sentir el dolor.

-¡Será cabrón, que me ha intentado morder!-soltó ofendido- ¡Como te coja te reviento!

Lo más difícil estaba hecho: convencer a Bryndar para salir. Aunque Kevin no era lo que se dice animal de sociedad, y no le atraía mucho verse rodeado de gente, el profesor le había aconsejado que intentase integrarse, que le resultaría más fácil tratar con los demás si se acostumbraba a estar en compañía. El joven no le había llevado la contraria, y era consciente de que tras su condicionamiento psíquico podía dominar su timidez y el nerviosismo que antes le habría afectado al recorrer una calle atestada. Naturalmente, para el profesor también era importante que vieran que la gente normal no era tan diferente de ellos, más allá de sus reacciones al enfrentarse a algo que no comprendían y por tanto, temían.

Lo cierto es que hasta el momento no habían llamado mucho la atención. De los tres, Irene era la que lo tenía más fácil, aunque desde que Kevin recibiera el dispositivo holográfico, sus apariciones en público le habían supuesto menos cantidad de ropa ocultando sus rasgos y no tener que agobiarse tejiendo ilusiones en la mente de cualquiera que estuviera cerca. Sospechaba que Bryndar podía estar pasándolo peor en ese sentido. Procedente de un lugar frío como lo era Islandia, ahora andaba por una zona relativamente más cálida y con más ropa de la que sería necesaria. Sin duda estaría molesto.

La tarde no había ido mal, hasta que el color azul claro del cielo empezó a cambiar y a tornarse violeta. Y no un violeta uniforme, sino uno que parecía una alocada aurora boreal. El suelo retembló, haciendo que numerosos coches se detuvieran de golpe, chocaran, o ambas cosas a la vez. Varias tapas de alcantarilla saltaron, acertando una de ellas a Bryndar, que se agarraba a una farola para no caer. Menos afortunado fue Kevin, que tras un par de pasos terminó cayendo sobre sus manos, notando el escozor de los rasguños. Irene permanecía de pie no lejos de allí, preguntando algo en un idioma que Kevin supuso sería su español natal.

La llamada del profesor resonó en su mente. Mientras su mentor les indicaba que debían reunirse, todos vieron cómo aparecían ante ellos cinco figuras. Kevin reconoció de inmediato a dos de las personas que había ante él... o eso creía. Si aquella era la misma Jean Grey que al comienzo de su estancia en la mansión había intentado enseñarle a controlar sus poderes, con escaso éxito debido a su estado en aquel entonces, algo terrible debía haber pasado. El joven estaba a punto de contactar de nuevo con el profesor X para informar cuando vio que las figuras corrompidas se acercaban, y no con buenas intenciones. No había tiempo que perder.

-Profesor, intente contactar con la srta. Grey. Creo... creo que está delante de mí, pero parece que haya muerto y resucitado. Hay más gente con ella. Reconozco a Cíclope, al Hombre de hielo y a Ángel. Hay otra persona, pero no sé quién es. Parecen agresivos.

Irene usó su poder para obstaculizar su avance, aunque estando Ángel los impedimentos a nivel del suelo no serían suficientes. El profesor, consciente ahora de lo que sucedía, repitió su mensaje con más urgencia, pero Bryndar no estaba de humor para seguir instrucciones. El islandés se lanzó al ataque, pero su objetivo se cubrió con un compañero. Estaba claro que su manera de luchar como un equipo no era la que esperaba. Kevin no estaba al tanto de las películas sobre apocalipsis zombi, de modo que no sabía qué hacía a su compañero desoír el mensaje del profesor prefiriendo atacar en su lugar. Pronto obtuvo el resultado en forma de contraataque por parte de la persona que no conocía, que trató de morderle. Bryndar se lo apartó de un golpe, momento que Kevin aprovechó. Concentrándose, orientó la mano hacia el zombi y lanzó una descarga. La criatura apenas acababa de tocar el suelo y carecía de impulso suficiente como para otro salto, lo que hizo que sufriera el impacto en el pecho y saliera despedido hacia atrás, chocando contra un edificio.

-Esto no tiene buena pinta. Son más que nosotros, y más poderosos – dijo telepáticamente sin apartar la mirada de Jean -. Creo que es mejor retirarnos y reunirnos con el profesor. Tendremos más posibilidades si les atraemos hasta la mansión y atacamos junto con los demás.

Pero para ello había que cuidar de que no se desbandaran. Tenían que ser un cebo. El cebo, el único al que quisieran seguir. Pero puestos a ello, había uno con facilidades para escapar o simplemente hacer lo que quisiera. Ángel. Era preciso neutralizar al más móvil de todos ellos. En aquel momento sobrevolaba la escena con la mirada de un depredador y mostrando los dientes en una mueca feroz. Kevin contactó con su compañera. Creía tener una idea. Mientras se comunicaba, varias chispas saltaron de sus manos y cayeron sobre los muertos vivientes, más destinadas a mantenerlos a distancia que a dañarles sin más.

-Irene, ¿crees que podrías crear una especie de caja de luz justo delante de Ángel? ¿Algo que no pueda romper? Sólo tienes que ponérselo delante, yo ocultaré la luz para que no lo vea y se meta sin enterarse. Sólo tienes que cerrarlo cuando esté dentro. Con él neutralizado, sólo tendremos que retirarnos en dirección a la mansión.

"Primer artículo del manual realidad vs. videojuegos: los zombis no son lentos."

Esa era la conclusión a la que pudo llegar después de ver cómo cierto zombi usaba a uno de sus compañeros para evitar uno de los rayos de Bryndar, y luego saltaba como un canguro con esteroides. Cuando había escuchado el mensaje angustiado del Profesor, casi sin pensarlo, había retrocedido, ya fuera para cumplir la orden o porque la idea de enfrentarse con zombis en la vida real no le hacía ninguna gracia, así que cuando el que debía ser el zombi de Bestia intentó merendarse el brazo de su compañero estaba a una distancia "segura"... Si un metro o así era seguro con aquellas cosas. Poco duró la preocupación en lo que respectaba al atacante, porque ambos Bryndar y ella fueron testigos en primera lídea de que Kevin también tenía un "rayo de la muerte" en su repertorio. Este no dejó a su adversario reducido a fosfatina, pero sí le envió unos cuantos metros volando. Bueno, al menos ella era la única inútil del trío, pensó a modo de consuelo.

En ese momento, pudo escuchar la voz de Kevin en su cabeza, la forma que él tenía de comunicarse, preguntándole si podía crear una especie de caja para meter dentro a Ángel. Lanzó una mirada hacia arriba y vio al zombi, sobrevolando la escena, mostrando los dientes y probablemente dispuesto a atacar. Solo con ver la embergadura de las alas se mareó, ¿como iba a crear algo lo suficientemente grande como para contener eso sin desmayarse? A menos que...

-Creo que puedo, pero no sé cuanto tiempo podré mantenerlo. Da por sentado que no mucho- le contestó, antes de comenzar.

Lo primero fue dejar de pensar en lo que había creado antes. No solo era inútil, sino que necesitaba toda su concentración para lo que iba a hacer. Daba gracias a que aquel fuera un día soleado, porque si no hubiera tenido suficiente luz, incluso esforzándose lo hubiera llevado crudo. Cuando pensó que estaba lista, la imagen de lo que quería en su cabeza, levantó la vista hacia arriba y dijo algo que ni ella misma se creía que estaba diciendo.

-¡Eh, especie de paloma leprosa! ¡Ven a coger un bocado si te atreves!

"Lo siento, señor Worthington," pensó.

El zombi se dio por aludido, sin lugar a dudas, y le lanzó una mirada aterradora antes de lanzarse en un picado, las alas plegadas a la espalda para coger velocidad, que era lo que Irene había esperado que hiciera. Y, haciendo un claro esfuerzo, formó con rapidez algo en su camino: una jaula para fieras, como aquellas que se veían a veces en los documentales, de las que usaban para transportar a fieras salvajes. Casi podía notar una jaqueca formándose en su cabeza al obligarse a formar aquel objeto tan rápido. Y, ya fuera porque a Ángel-Zombi no le hubiera dado tiempo a esquivar, o bien porque Kevin hubiera ocultado su existencia como decía que haría, la criatura entró y se golpeó con fuerza contra el extremo final de la caja. Con un chasquido, la puerta de la jaula, sólida salvo por un recuadro pequeño, se cerró tras él y todo el conjunto, jaula y Ángel-Zombi, cayeron sobre el asfalto con un ruido espantoso.

Irene lanzó un vistazo, aterrada ante la idea de que la jaula se hubiera roto por el impacto. Pero al parecer, la estructura había soportado el golpe. Eso estaba bien, porque quería decir que iban a necesitar bastante fuerza para reventarla, y ese era el plan, ¿no?

-Si nos vamos a ir, este es un momento fantástico para hacerlo- comentó. Aquella cosa era demasiado grande y la había construido muy rápido, así que no estaba segura de cuanto más podría construir sin arriesgarse a desmayarse y que todo, jaula incluida, desapareciera.

Había podido calmarse. La angustia de ver a sus alumnos convertidos en criaturas abominables le había dejado completamente derrotado por momentos. Sin embargo, la rebeldía de Bryndar para obedecerle parecía haber ordenado sus prioridades. Ahora podía ver con claridad que estas criaturas mostraban signos extraños. Quizá fuesen de verdad Scott, Warren, Hank, Bobby y Jean, pero por alguna razón, llevaban el traje de hace tantos años. El shock de ver algo así le había impedido pensar hasta ahora que posiblemente estos no fueran los mismos alumnos que él había tratado de criar con tanta dedicación. Y, sabiendo que no eran ellos, podía calmarse y dar órdenes como era debido en un hombre de su posición.

Pero lo primero era lo primero. El cebo de Irene había sido muy inteligente, pero dudaba de que la jaula pudiera sostener la fuerza de un hombre-X (menos aún una criatura como esa) por mucho tiempo. Asi que, tratando de ordenar sus órdenes de la manera más clara posible, empezó a pensar:

-¡Alumnos! No sabemos qué son estas criaturas, ni si son las mismas personas que conocéis, pero eso no importa ahora. Pase lo que pase, debéis centraros y dirigiros a un lugar seguro. Voy a tratar de confundirles para distraerles, pero no puedo garantizar que mi mente pueda acceder a la suya. Ahora debéis centraros en contactar con otros grupos de héroes de la zona y agrupaos para volver cuanto antes. Llaamaremos a todos los alumnos de Nueva York para que podamos planear algo cuanto antes.

Y, con la misma resolución que había esperado mostrar en esas órdenes, se dirigió a toda prisa a la sala de Cerebro. Podía tratar de contactar con todas las mentes de Nueva York independientemente, pero el tiempo apremiaba y necesitaría toda la ayuda posible. Poníendose con firmeza el casco, empezó a escanear la zona...y, por un precioso momento, volvió a perder la concentración. Esperaba encontrar voces de auxilio y miedo, esperaba encontrar a enemigos y aliados maquinando sus defensas ante los ataques que podrían surgir. Lo que no esperaba encontrar era que, de alguna manera, la metrópolis parecía haberse llenado de mentes nuevas y extrañas:

"¿Qué diantres ha sucedido en Nueva York?".

Irene y Kevin habían hecho entre los dos una combinación genial, si se le preguntaba a Sunbreath, atrapando a Ángel. El chico islandés no había visto más que por encima los datos sobre la Patrulla X original y tenía una noción básica de sus poderes, pero nada más. No se sabía sus nombres porque, en esencia y resumiendo, no le importaban un bledo. Podría estar lamentándose de ello ahora, pero como no era su estilo, simplemente lanzó un puñetazo a Bestia, que había insistido en intentar encontrar una parte de su carne en la que hincar sus ahora rotos dientes. La rotura de éstos los habían vuelto más afilados en algunas partes, así que cada vez que el zombie saltaba a por él, Bryndar intentaba destrozarlo con un puñetazo demoledor. Bestia siempre se las arreglaba para esquivarlo en el último momento, mostrando una agilidad sobrehumana. Bryndar empezaba a cabrearse y probablemente sus compañeros verían que su piel relucía ligeramente, mientras los guanteletes empearon a cambiar su tono de azul a amarillo, el primer color que indicaba que estaba absorbiendo más energía de la que expulsaba.

Entonces escuchó la voz del Profesor Xavier en su cabeza. Bryndar había visto suficientes películas para saber que nunca, jamás, se le daba la espalda a un zombie, por muy controlado que lo tuvieses. Y en este caso, el nivel de control era casi nulo. Si el profesor era capaz de aturdirlos lo suficiente, entonces él mismo estaba dispuesto a hacer limpieza. Como con Cíclope, no le importaba un bledo, ya estaban muertos, ¿verdad? Era como acabar con los robots de la Sala de Peligro, pero con posibilidades de muerte certeza. Vaya, de repente se sentía bastante más animado. Era increíble lo que podía llegar a hacer la adrenalina.

-¡Nanay, profe! No sabemos qué los ha convertido en eso, pero segurísimo que es contagioso-protestó inmediatamente Bryndar-. No seré el más listo del grupo, ¡pero por mis cojones que el virus o lo que tengan no pasa de aquí!

Entonces recibió una patada en la nuca de Bestia con una acrobacia casi imposible, que le tiró al suelo de bruces y lo dejó inmovilizado. Sus dientes intentaron clavarse de nuevo, esta vez en su cuello, pero Bryndar movió su cabeza de tal forma que Bestia recibió un cabezazo en la sien que le hizo retroceder suficiente para que Sunbreath ejerciese su fuerza titánica y se lo quitase de encima. El muy maldito volvió a caer de pie con una sonrisa malévola, al lado de Hombre de Hielo. Éste apuntó con sus puños a los pies de Bryndar, y se quedó casi inmediatamente congelado por un rayo extraño hasta las rodillas.

-Vuestro amigo amarillo tiene muchas pelotas, hay que admitirlo-dijo Bestia de repente, mostrando que los zombies podían hablar-. Si no podemos comérnoslo, podemos congelarlo para luego.

-¡Secundo la moción! Así estará más blandito luego-dijo el Hombre de Hielo.

-¡Y UNA MIERDA!-rugió Bryndar, pero la congelación siguió su curso.

Bestia permaneció al lado del Hombre de Hielo, posiblemente preparado para apartarse a él y a su helado aliado de los rayos de Bryndar. El joven gritó mientras intentaba zafarse del hielo, pero mientras daba un puñetazo a sus piernas para romperlo, nuevo hielo se formó hasta cubrirlo hasta la cabeza. Pronto se quedó totalmente congelado, en un rictus de ira mientras intentaba dar un segundo golpe. Convertido en una estatua de hielo humana, los dos zombies se rieron a carcajadas de su suerte, empezando a avanzar hacia los que creían más débiles del grupo, uno a cada lado de Bryndar. Bestia le dio unas palmaditas en el hombro.

-Mi estimado amigo, creo que te dejaré dar el primer bocado. Mis dientes ya no son lo que eran-comentó Bestia, que conservaba suficiente de su increíble inteligencia para reconocer cuando un aliado era muy útil. El Hombre de Hielo le podía proporcionar bocados más fáciles y suculentos, mientras se acordase de traerse un camping gas.

-Muy considerado de tu parte, Hank. El monstruito parece correoso, creo que eligiré a la chica-respondió Bobby, apuntando con su mano hacia Irene.

No llegó a lanzar su ataque, porque la mano anaranjada de Bryndar se cerró sobre su muñeca, con un sonido de crugido que era difícil saber si eran los huesos de Bobby o el hielo rompiéndose a su alrededor. Bestia se cubrió con los brazos, pero el puñetazo pasó a nivel de su estómago y literalmente lo atravesó. El joven anaranjado, con los guanteletes ahora de un color naranja rojizo, apretaba los dientes y rugía como una bestia descontrolada. Bobby intentó por todos los medios congelar la mano que le apisionaba, mientras Bestía le daba puñetazos al brazo, pero no era suficiente para un Sunbreath cabreado y con demasiada energía. Levantó a Bestia con su brazo aún atravesándole y a Bobby le hizo arrodillarse sin soltarle el antebrazo, y acercó su cabeza a la de él. En ambos zombies había un pequeño rictus de terror en sus rostros, y Bestia intentaba adaptarse a la nueva situación agarrando el brazo de Bryndar para intentar desempalarse. En cuanto a Bobby, miraba a todos lados intentando saber qué había ido mal.

-Fríete, gusano-escupió Bryndar.

Dio un tirón hacia atrás de donde Bobby estaba, haciendo que cayese de espaldas. Alzó los brazos para defenderse y una cúpula de hielo se formó, mientras Bryndar alaba el puño y lanzaba su poder explosivo. Bestia tuvo tiempo de desempalarse y rodar por el suelo antes de que la explosión se produjese. El puñorodeado de energía de Bryndar golpeó una única vez la cúpula, y una enorme explosión de fuego y luz se produjo en el mismo punto de impacto, engullendo a ambos mutantes sin piedad. Cuando el vapor se disipó, Bryndar se estaba tocando el puño de pie, y del Hombre de Hielo sólo quedaban pedazos de hielo que se estaban derritiendo lentamente a su alrededor. La sangre y vísceras de Bestia que había manchado el traje y brazo de Bryndar había sido volatilizadas. En su rostro, un sonrisa malévola se dibujó, mientras hizo crugir sonoramente su cuello y se encaraba al que habí eludido todos sus ataques hasta ahora. Se agarraba el hueco de su estómago como si le doliese, pero más bien estaba calculando los daños, ya que no podía sentir mucho dolor. Había perdido partes de sus abdominales y eso le iba a hacer ser más lento con según qué movimientos, cosa totalmente letal con aquel mastodonte anaranjado.

-A este ritmo te vas a quedar sin compañeros, pequeña Bestia-escupió con bastante maldad-. Sólo necesito un único tiro y BOUM-Bestia se estremeció-, adiós zombie. ¿A que-? ¡¡¡AAAAARGH!!!

Pero con lo que no contaba Bryndar, era con que detrás de él se había posicionado Jean Grey, alias Chica Maravilla, que le tocó la cabeza desde atrás. Un asalto psíquico inmediato asoló a Bryndar, que se hincó de rodillas e intentó llevarse las manos a la cabeza, pero la bruja se los había inutilizado y ahora le estaba intentando freír el cerebro. Podrían comérselo con calma y con herramientas necesarias más tarde, una vez estuviese en estado vegetal.

Las cosas se estaban desmadrando. Aunque la trampa para Ángel había funcionado, acababan de descubrir que no eran simples seres sin mente. Hablaban y al parecer podían razonar. Lástima que lo hicieran de aquella manera retorcida y que seguía orientada a devorar a quien se cruzara en su camino.

-¿Do... Doctor McCoy?

-¿Nos conocemos? - replicó el interpelado.

A pesar de llamarlo por su nombre, Bestia le miró como si no le hubiera visto nunca. Kevin recordaba perfectamente cómo había ido con otros dos compañeros y él mismo a detener a un mutante que se dedicaba a robar bancos, y que resultó ser el propio Bryndar. Sin embargo, no parecía reconocerle. Ni tampoco había dado muestras de reconocer al islandés, que se las estaba viendo con ellos. Kevin intentó pensar en algo que les sacara de allí, pero la situación era demasiado extraña. La distracción por parte del profesor vendría bien, aunque ahora que sabía que los zombis tenían mente, podría pasar a algo más que simplemente lanzar descargas de energía. No obstante siguió preguntándose qué estaba pasando.

Una violenta explosión tuvo lugar cuando Bryndar puso coto a las intenciones del Hombre de Hielo de atacar a Irene. Pero poco duró la alegría de haberse desecho de uno. Jean Grey acababa de alcanzar al mutante solar y le obligaba a postrarse mientras Bestia, herido pero no acabado, avanzaba a su vez para terminar el trabajo. Kevin se acercó, pero no se atrevía a oponerse a ella. Conocía demasiado bien el potencial de Jean, superior al suyo... claro que había algo que ella había alabado alguna vez de él.

Inesperadamente, ante Jean apareció una figura descompuesta, sentada en una especie de silla con ruedas. No tardó en hacerse patente de quién se trataba. El propio profesor X estaba ante ellos. Con parsimonia, fue acercándose hasta quedar frente a Bryndar. Su boca se abrió revelando unos dientes medio podridos y un aliento infernal, mientras sus ojos opacos miraron directamente a los de cada uno de sus alumnos. Bestia se hizo a un lado, como asustado.

-Suéltalo, Jean. No me ha gustado mucho su falta de respeto. Quiero ser yo quien le dé una lección... y quien disfrute del primer bocado.

Ya fuera por algún remedo de respeto en la personalidad de aquellos muertos vivientes, o por temor hacia alguien con más poder, Jean apartó la mano de la cabeza del islandés. El profesor zombificado no necesitaba acercar sus manos a nadie para provocarle un dolor inenarrable, sólo precisaba de concentración. Entrecerró los ojos mientras se centraba en el mutante solar... Y es que la ilusión mental había sido tan sutil que nadie se había percatado de que lo era. Eso es lo que le habían dicho muchas veces. No es que fuera un telépata con un gran potencial bruto: es que era capaz de deslizar pensamientos o ilusiones con tanta suavidad que era casi imposible darse cuenta de que no procedían de uno mismo. Sunbreath era de nuevo dueño de sí mismo.

Mientras daba forma a la imagen de Xavier y su interpretación, Kevin fragmentó su mente e imaginó otra cosa, una escena que había visto en una película. Era la carga valerosa de unos caballeros, guiados por un mago blanco, contra una horda de orcos con armadura negra ante una fortaleza asediada. Utilizando el sentimiento de euforia, lo instiló sobre Bryndar para ayudar a su recuperación, y también lo pasó a Irene, quien se esforzaba por mantener a Ángel en su prisión luminosa, algo muy apropiado para alguien de aspecto celestial.

... ¿Por qué había pensado eso? Ni que el sr. Worthington le cayera mal...

-¡Bryndar, ahora! Profesor, si va a organizar una distracción, este es buen momento.

El comportamiento casi animal de esos hombres-X le había hecho darse cuenta definitivamente de que ésta no era su Patrulla. Ahí fuera, en algún lugar, existía un mundo donde los mutantes se habían convertido en monstruos más parecidos a las criaturas de esas películas que tanto parecían gustarle a sus alumnos. También había tenido una idea: si Cerebro no le engañaba, estas criaturas seguían siendo inteligentes. Sin la ayuda de su fiable aparato le había sido imposible percibirlo, pero ahora conseguía detectar, bajo toda esa necrosis, unas mentes bastante activa que podía razonar, sentir...y ser engañada.

"Hace mucho que no hago esto, pero más me vale no haber perdido mi habilidad"

Con toda la "fuerza" que podía permitirse, Xavier emitió poderosas ondas que atravesaron el tiempo y el espacio hasta llegar a las mentes de esas abominaciones. Con la certeza y precisión de una flecha, se lanzó hacia sus conexiones neuronales y, con la frialdad de un carnicero, empezó a cortarlas una a una. Con una facilidad casi insultante, estaba destrozando sus sinapsis, alterando sus memorias...y, en definitiva, borrando sus recuerdos. En otras criaturas sentientes, hubiera sentido remordimientos, pero con éstas, los escrúpulos parecían desaparecer por completo.


-Ahora no sabéis quién sois, cual es vuestro propósito, ni de donde procedéis. No volveréis a molestarnos.

No estaba seguro de que esos monstruos se mantuvieran así por mucho tiempo. Aunque parecieran humanos, sus cerebros eran lo bastante diferentes como para que fuera imposible estar seguro de la fiabilidad de su ataque. Además, algo le decía que su condición de criaturas no-muertas los haría sentirse menos afectados que los demás seres vivos.

-Ahora es vuestro momento, alumnos ¡Salid de allí y volved ahora mismo!

Y aunque aquel habría sido el momento ideal para replegarse y dejar que gente con más experiencia que ellos se encargaran de limpiar aquel desastre, Bryndar se negó en redondo a seguir las indicaciones del Profesor. Que no era algo que sorprendiera a Irene, para lo poco que le conocía. La chica podría haberse parado a pensar si aquello era o no una buena idea si hubiera tenido tiempo, pero las cosas comenzaron a irse de las manos a una velocidad de vértigo. Antes siquiera de que pudiera abrir la boca para decirle algo a su compañero, este había sido golpeado por Bestia-Zombi y atrapado por la versión no-muerta de Bobby Drake. Y justo en aquel momento, este último había decidido que la iba a convertir en su merienda, alzando la mano para lanzar su siguiente ataque. Irene comenzó a mirar hacia los lados de forma frenética; la forma más fácil de evitar el ataque era construir una pared de luz frente a ella, pero para hacerlo tendría que deshacer la jaula en la que estaba trapado Ángel-Zombi, y entonces tendrían más problemas aún. Tal vez, si saltaba a un lado en el momento adecuado...

Pero no tuvo necesidad, porque lo que siguió fueron los brazos de Bryndar aferrando a la versión no-muerta del Hombre de Hielo y atravesando a Bestia-Zombi, antes de que el primero acabara provocando una señora explosión, de forma que Irene tuvo que crear un escudo de medio cuerpo y guarecerse detrás de él para no acabar afectada ella también. Si le preguntaban, ni siquiera sabía por qué no había salido volando. Una vez pasó el riesgo de acabar con quemaduras de segundo grado, hizo desaparecer el escudo, justo a tiempo para observar como un personaje del que se habían olvidado por completo, Jean Grey, llegaba hasta Bryndar y comenzaba a usar sus poderes psíquicos para destruir su mente. Una vez más, Irene no sabía siquiera como actuar y, una vez más, no fue necesario. Algo hizo que los zombis se echaran hacia atrás, y no pudo figurarse por qué hasta que se vio inundada por un sentimiento triunfal que estaba más que segura no debería estar ahí. Segura porque cinco segundos antes se había estado jurando a sí misma que si salía de esa tiraría todos sus videojuegos de zombis a la basura.

Claro que no era cuestión de desaprovechar la oportunidad que le estaban dando. Ni siquiera se percató de que los zombis se habían tambaleado un poco cuando hizo un último intento por ayudar. Desde la parte trasera de la jaula, como si estuvieran fusionadas con ella, surgieron dos cadenas de luz que crecieron hasta rodear los cuellos de los dos zombis, asegurandose de que fueran lo suficientemente fuertes como para que no pudieran romperlas así como así. Puede que la jaula en sí no pesara lo que una real de acero, pero si para seguirles o para hacer daño tenían que mover los cerca de setenta kilos que según sus cálculos debía pesar Ángel, iban a tener bastantes molestias para hacerlo, por muchos superpoderes que tuvieran.

No dijo nada después de aquello, demasiado concentrada en mantener todo aquel tinglado que ella misma había montado. Sería mucho más fácil, pensó, si la jaqueca desapareciera por un momento. Probablemente remitiera en cuanto dejara de usar su poder, porque era lo que según su experiencia solía ocurrir, pero de momento no se lo podía permitir. No hasta que fuera seguro. No hasta que estuvieran a una buena distancia, o alguien acudiera a echarles una mano, o lo que fuera. ¿Cómo era posible que en toda esa norme ciudad llena hasta la bandera de superhéroes, no hubiera uno solo que se hubiera interesado por aquella zona? ¡No les vendría mal que les echaran una mano!

"Pues ya ha tenido que ser esto un cataclismo de película, si no se acerca media ciudad a ver a qué viene tanta explosión," pensó.

O eso, o la gente era más sensata de lo que daba a entender y todos se estaban quedando a buen resguardo en lugar de ir a ver qué estaba pasando. No se lo iba a echar en cara.

Aturdido, Bryndar se sujetó la cabeza con una mano y una rodilla en el suelo. Se la sacudió, mientras se perdía tanto el rescate de Kevin como el del profesor. Para cuando alzó un poco la cabeza y pudo enfocar con claridad, Bestia y Jean estaban encadenados con el poder de Irene, lo que le hizo sonreír. Se alzó cual alto era, y miró uno de sus guanteletes. La energía pemanecía estable de un color amarillento, lo que significaba que podía controlarse, de momento. Especialmente, si descargaba una poca más. Pero entonces oyó de nuevo la orden mental de Xavier diciéndole que se retiraran. Seguía sin estar de acuerdo y miró hacia la chica, que parecía tener dolor de cabeza, como siempre que usaba su poder. No hizo falta mirar a Kevin, porque probablemente compartiría su manera de ver las cosas, aunque sólo fuese esta vez. Un virus zombie debía ser quemado antes de propagarse.

-Por supuesto, Profe-dijo en voz alta-. Sólo déjame limpiar un poco antes.

Los zombies estaban apresados y con su cerebro medio frito por el Profe, así que Bryndar no se cortó nadaen apuntar sus dos brazos. Una luz que todos conocían bien empezó a acumularse en sus puños cerrados y dos rayos caloríficos frieron sin compasión a Jean y Bestia. Las explosiones se produjeron con violencia reducida, lo suficiente para eliminarlos pero no para pasarse, porque al estar tan juntas se podía solapar una con la otra y convertirse en algo peligroso para todos. Una vez hecho esto, se acercó hasta la jaula de Ángel, el último zombie. Bueno, Irene podría descansar su cabecita. Apuntó el brazo hacia la jaula, y giró la cabeza hacia la chica.

-Cuando quieras-le dijo, y esperó a que la jaula desapareciese o abriese un hueco para su rayo, concentrado.

Quizás sus compañeros tendrían más reparo en acabar con la antigua Patrulla, pero Bryndar había vivido en las calles y sabía cuándo había que sobeponerse a la moral para hacer el trabajo. Luego podían echarle las culpas si querían, decirle que podían haberlos capturado y buscado una cura, o cualquier otra cosa que se les ocurriese, pero de momento la emergencia sería contenida y no habría ninguna baja de la que lamentarse. Por supuesto, la imagen de sí mismo destruyendo algo tan parecido a personas con sus poderes era algo que le iba a volver de noche, en sueños. Bestia había mostrado terror en su putrefacta cara cuando le amenazó, y era un gesto fácilmente manipulable en un cerebro durmiente para mostrarse en otros rostros. Pero de momento, Bryndar se limitaba a poner gesto serio y determinado, sintiendo una punzada de lástima culpable en su corazón que ignoraba con estoicismo.

En muchos sentidos, sentía que había vivido esto en otras ocasiones. El comportamiento temerario y desvergonzado de Bryndar no se distinguía tanto del que Lobezno tuviera en sus días, e incluso otros alumnos menos rebeldes, como Cíclope. En cierto sentido, no podía culparle su temeridad. Cuando había penetrado en sus mentes y borrado sus recuerdos, las imágenes que habían inundado la mente del Profesor eran de terror y muerte: civilizaciones enteras caídas ante una especie de terrible plaga que había convertido a amigos en víctimas y aliados en monstruos. La mente de la última criatura estaba llena de estas terribles visiones, y también advertía de las consecuencias que podría tener dejarla viva. 

Sin embargo, no podía aprobar el comportamiento de Sunbreath. Ahora mismo, ninguno sabía lo que había sucedido. Cuando había empezado a sondear la ciudad de Nueva York, había descubierto que existía algún tipo de...accidente en el mundo. Por todas partes, mentes e individuos parecían estar generándose casi de la nada, como si hubieran aparecido de la nada. No le cabía la menor duda de que se trataba de un problema a nivel mundial, y estos...seres no eran más que la punta del iceberg.

Así que, si quería que sus mutantes estuvieran seguros, era importante recopilar información. Además, si algo había aprendido con el tiempo, es que incluso criaturas como estas podían ser de utilidad a largo plazo. Así que, con calma y decisión, se comunicó con sus alumnos:

-Alto, Sunbreath. Aunque las circunstancias no hayan sido...favorables, es prioritario que dejeis a...esa criatura con vida. Sean lo que sean, no son de este mundo, y si Cerebro no se equivoca, no se trata de un fenómeno aislado. Es vital que reunamos más información antes de que podamos podar cualquier decisión vital. Además, aunque he hecho mi llamamiento, es probable que el resto de mutantes tarde en regresar, así que es hemos de reagruparnos lo antes posible.



Sin embargo, Xavier no era un estúpido. Aunque le repugnaba la idea que acababa de formarse en su cabeza, sabía que era necesario, especialmente después de constatar lo que estas criaturas eran capaces de hacer, así se aseguró de dejar un mensaje final (y, al mismo tiempo, de sonar lo más decidido posible):

-Sin embargo, no es conveniente dejar a esa criatura con..libertad de movimientos. No después de lo que hemos visto que pueden hacer. Sunbreath, tienes mi permiso para...incapacitarlo.

Gracias a la intervención de Irene, los mutantes no muertos fueron retenidos tiempo suficiente como para que el profesor los despojara de todo vestigio de memoria, y para que Bryndar los destruyera. Eso liberó algo de presión de la mente de Kevin, y la ilusión del profesor zombi se deshizo como si nunca hubiera existido, como realmente era. Entonces la voz telepática de Xavier les indicó que no era un suceso aislado. Kevin, cuyo alcance en cuanto a cultura popular distaba mucho de ser similar al de sus compañeros, no estaba al tanto de lo que podía suponer una invasión zombi. Lo que sabía es que los hechos que acababa de presenciar no le gustaban nada, y que no fuera algo puntual le dio aún más seriedad a su rostro, de por sí casi carente de emociones.

Bryndar se dispuso a neutralizar al mutante que quedaba. El Worthington no muerto les seguía mirando con avidez. Habiendo sido despojado de sus recuerdos e identidad por el profesor, todo lo que restaba en él era hambre y un gran sentimiento de confusión. Aun si Bryndar se las apañaba para partirle las extremidades, eso no hacía que no pudiera morder o revolverse. El joven mutante pensó que había una forma más segura de transportarlo, y mucho más entero.

-Espera, Bryndar.

Kevin dirigió entonces su mirada carente de iris o pupila hacia los ojos de Worthington. Sus compañeros notaron que los efectos de la euforia eran mitigados poco a poco. El joven ya no recordaba la escena motivadora que había rememorado previamente para animar a sus compañeros. No, ahora era todo lo contrario. Posiblemente se trataba de la emoción que podía causar con más facilidad. Los años pasados en soledad ayudaban mucho. En apenas unos instantes, Ángel fue pasando de un talante combativo a uno más sereno, y luego se fue tornando apático. Miraba con algo similar a la indiferencia a los que le rodeaban. Finalmente se dejó caer hecho un ovillo en el interior de la jaula, presa de una depresión que casi había sustituido al impulso de alimentarse. Tras un par de movimientos que no eran sino intentos de alcanzar a un vivo y devorarlo, el peso de la carga emocional le hizo desistir. No tenía ánimos ni para cambiar de posición en la angosta jaula. Podía decirse que acababa de pasar varios años en confinamiento, solo, cargando con el peso de creerse un monstruo y una intensa sensación de vacío en apenas unos segundos.

-Ahora podemos pasar sin la jaula. Te ayudaré a llevarlo, pero es mejor que le amordacemos primero, por si acaso. Profesor, necesitamos un transporte. No creo que nos dejen entrar así al autobús...

Bryndar tardó en achicharrar a los zombis de Jean Grey y Bestia lo que tardó en recuperarse del ataque psíquico de la primera. Irene cerró los ojos para protegerlos durante la explosión, y cuando volvió a abrirlos, no quedaba más rastro de aquellos dos que un montoncito de cenizas. Con un suspiro de alivio, hizo desaparecer las cadenas, liberando un poco de la presión a la que estaba sometiendo a su cabeza. Vio como Bryndar se acercaba a la jaula en la que había encerrado al último "superviviente" del quinteto. Estaba claro que pensaba repetir la operación en el momento en el que la jaula desapareciera. Estuvo a punto de hacerlo, de hacerla desaparecer poco a poco para que su compañero acabara con Ángel-zombi, pero antes de que pudiera actuar el Profesor les interrumpió, diciendo que necesitaba a Ángel-zombi para averiguar más de lo que estaba pasando, ya que lo de que aparecieran cosas raras de la nada no era puntual.

-¿Hay más de estos?- preguntó Irene, entre la incredulidad y el horror.

Sería lo que les faltara, una invasión de zombis superpoderosos interdimensionales. Esperaba que no fuera eso, y que lo que saliera de la nada fueran cosas más amables. Menos agresivas. En realidad, le bastaba con que no intentaran morderle.

Al final, fue Kevin el que se ocupó de Ángel-zombi. La sensación de euforia que había sentido se evaporó, como si nunca hubiera existido, y al poco tiempo se dejaron de escuchar los gruñidos de dentro de la jaula. Irene deshizo la jaula, sintiendo que la jaqueca seguía los mismos pasos que el sentimiento de euforia y cómo la sustituía una sensación de alivio y unas ganas locas de comerse una chocolatina. Se le pasó rápidamente cuando vio al zombi, encogido en posición fetal y como si se protegiera con las alas. Por un momento, sintió lástima, y puso una cara rara. En serio, estaba sintiendo pena POR UN MALDITO ZOMBI. Vale, uno con la cara de alguien que "vivía" con ellos en la escuela, pero un zombi a fin de cuentas. Sacudió la cabeza. No era momento para andarse con sentimentalismos.

-Yo me encargo de que no muerda a nadie.

Lo que creó era más una máscara que una mordaza, pero era sólida, tenía un diseño cerrado, y se ajustaba a la cara de Ángel-zombi de tal forma que actuaba de bozal. Era de una sola pieza, con lo que le sería imposible quitársela, a menos que usara la fuerza. Como no las tuviera todas consigo respecto a que no saliera volando, a pesar que estaba claro que lo que quisiera que hubiera hecho Kevin lo había convertido en una masa lloriqueante, añadió al conjunto un arnés para sujetar las alas y los brazos. Todavía podía salir corriendo, pero si lo hacía, no iría muy lejos antes de morir achicharrado, cortesía de Bryndar, así que con eso debería ser suficiente.

Parecía que lo tenían todo controlado. Aunque eran jóvenes, estos chicos habían demostrado un tesón y un coraje sorprendentes, especialmente ante situaciones inesperadas como aquella. No cabía la menor duda de que, con el entrenamiento adecuado, podrían convertirse en unos miembros más que aceptables de la Patrulla. Le sorprendía especialmente la capacidad de liderazgo de Kevin. En cierto modo, le recordaba a Cíclope en sus inicios, un chico un poco introvertido pero con fuerza de mando, capaz de insuflar autoridad hasta en un chico descarriado como Bryndar, pero consciente de las limitaciones de cada uno, como había demostrado a dirigir a Irene. No cabía duda que había hecho bien en juntarlos antes que nadie.

-Bien hecho, alumnos. Habéis demostrado una resolución sin precedentes. Por desgracia, no tenemos ningún medio de transporte rápido ahora mismo, pero puedo intentar guiaros hacia un lugar más amplio y recogeros yo mismo. Introduciré una imagen mental de la localización en vuestras cabezas, seguidla y nos veremos allí enseguida.

Dicho esto, esbozó una imagen de un pequeño claro situado justo al lado del sitio donde se encontraban. Acto seguido, emitió un largo suspiro, tratanto de calmarse ante lo que tendría que hacer ahora.

"No puedo creer que tenga que hacer esto después de tantos años"

Con toda la seguridad que podía permitirse, se dirigió al garaje de la mansión y, tras una pequeña búsqueda, encontró lo que buscaba: el X-Cóptero, una reliquia de tiempos más sencillo para la Patrulla. Solo esperaba que recordase cómo conducirlo con propiedad...

"Espero no hacer mucho el ridículo con esto..."

Bryndar observó con disimulado miedo lo que Kevin acababa de hacerle a Ángel. ¿Desde cuándo tenía ese poder? Lo había reducido a la mera sombra de un hombre en muy poco tiempo, como si hubiese pasado tantas penalidades de golpe que ya no quisiese ni alimentarse, que era lo que los zombies hacían al morder. Miró al mutante azul con una mezcla de respeto y miedo, y se preguntó si era ese tipo de sensación la que él mismo provocaba cuando usaba sus brutales poderes. Miró de reojo a los restos humeantes de lo que quedaba de la Patrulla no-muerta, y se sintió por primera vez mal por todo aquello. Finalmente, el bozal fue puesto sobre el rostro del zombie y Bryndar volvió a la realidad con decisión, intentando que no se le notase sus tribulaciones mentales. Él era el poderoso Sunbreath, la bala perdida de la Mansión y el mutante más irreverente de lox X-Men, no podía dejarse ver afectado. Aferró con fuerza las alas de Ángel con una mano, juntándolas, sólo por ver si se revolvía, y al ver que no sucedía se limitó a hacerle caminar con gestos bruscos. Incluso dio un par de toquecitos a su máscara, por si quedaba algo de la fiereza del monstruo que pudiese descubrir. Al no ver una reacción más allá de quejidos lastimeros, Bryndar empezó a creerse de verdad que ya no era una amenaza...

-Vaya, serías un cuidador de animales excelente, Kevin-acabó por soltar con una carencia de tacto muy propia de él, para quitar hierro al asunto. Probablemente no se reiría nadie, porque ni a él le hacía gracia.

Llevó a empujones a Ángel y en la mayoría del tiempo éste avanzaba más por la fuerza de Sunbreath que por sus propios pies, pero el islandés estaba pensando en otras cosas. Probablemente Xavier ya se habría dado cuenta de que las conexiones telepáticas con él requerían algo más de recursos, pues el mutante rechazaba la idea de tener a alguien en la cabeza, incluso si era el meapilas del Profe. Que sus pensamientos no le perteneciesen del todo a él era algo que le producía un miedo y rechazo más grande incluso que tener que obedecer las órdenes, y eso que era todo un rebelde. Probablemente era un problema de confianza, pues Bryndar, a pesar de que agradecía al Profe su ayuda, seguía sin confiar en él o en nadie. Era una filosofía de vida que había adoptado y que le había servido muy bien para evitar ser traicionado más veces.

Kevin avanzaba junto a sus compañeros. Bryndar avanzaba sin esfuerzo a pesar de cargar con Ángel. Tras darse cuenta de que entorpecía más que ayudar, le había dejado llevarlo él solo. El islandés estaba más callado de lo normal. Por su parte, Irene estaba algo cansada, pero aún podía usar su poder. La situación la había asustado y el nerviosismo, a pesar de haber terminado la lucha, no se desvanecía. Sin embargo, por alguna razón, el más afectado por aquel encuentro era el mutante de piel verdiazul. No decía nada, y no intentó siquiera contestar a la broma de Bryndar. Necesitaba mantener la concentración, pero no era solo por eso. También tenía que mantener su "máscara".

Para controlar a Ángel, había optado por rememorar su propio pasado. Desde que conociera al profesor Xavier y sus alumnos, la vieja casa de Rouen había quedado muy lejos, junto con todo lo que había vivido en ella. No obstante, el recuerdo era aún vívido, como si para él no hubiera pasado tanto tiempo desde que vagara entre sus paredes, evitando salir de día, ocultándose de la gente. Era tan vívido como demoledor. El rostro de Kevin permanecía impasible, como lo había sido desde el día que el profesor le había llamado. Para controlar su poder, un poder ligado a las emociones, era necesario controlar éstas también. El condicionamiento psíquico había funcionado... pero una noche el mutante había descubierto que algunos recuerdos suponían una ligera brecha. Una brecha que procuraba impedir con todas sus fuerzas. Podría ser tan fácil como dejar de recordar. Podría hasta pedirle al propio Xavier que extirpara ese recuerdo.

Pero no quería hacerlo. Su pasado estaba envuelto en la bruma, en una que ni el poder de otros telépatas había podido penetrar. Lo último que deseaba es que era niebla creciera, engullendo más de su ser. Kevin quería conservar todo lo que pudiera. Tenía la sensación de que si dejaba que los recuerdos se difuminaran, podía borrar también las partes buenas... Y eran tan recientes...

Kevin alzó la cabeza mientras seguía caminando al punto de reunión. La "máscara" aguantaría. Debía hacerlo, al menos en esa ocasión, para evitar que el señor Worthington... o eso que se le parecía, se descontrolase. Era la primera prueba real de su voluntad. Y estaba decidido a superarla.

El trío se mantuvo en silencio mientras avanzaban hacia el punto de encuentro, cada uno de ellos sumido en sus pensamientos. En el caso de Irene, además de mantener tanto la máscara como las ataduras de Ángel-zombi, no hacía más que mirar de un lado al otro, esperando... algo. No sabría decir el qué, y si la preguntaran tampoco sería capaz de explicar el sentimiento que la impulsaba a mantenerse tensa. Tal vez era el hecho de que estaba ocurriendo, o había ocurrido, algo que era una amenaza potencial y no sabía nada en absoluto de lo que lo había causado. No sabía cómo decirlo. Lo único que podía asegurar era que tenía la sensación de que era mejor mantenerse alerta durante el camino.

Sin embargo, y en contra de lo que parecía decirle su instinto, el viaje estaba siendo calmado dentro de lo que cabía, y no solo porque lo último que hubiera pronunciado cualquiera de ellos fuera el chiste sin gracia alguna que había hecho Bryndar. No parecía que fuera a aparecer ningún portal más del que salieran más zombis, ni nada sacado de algún videojuego o de alguna película de terror. Y los habitantes de la ciudad parecían demasiado preocupados por evitar los problemas como para salir al paso de los tres críos. Estaba claro, por esto y por el estado en el que estaba la ciudad, que lo que hubiera pasado había sido un desastre de los buenos, y probablemente la policía y las urgencias estarían que no daban abasto. Así que, por lo menos en ese aspecto, parecía que no iban a tener problema en salir de allí con su "acompañante". Aunque no estaba segura de cuán buena sería la idea de mantener con vida a un zombi. Tenía bastantes videojuegos que decían que buena, lo que se dice buena, no solía ser. Pero después de aquel encontronazo, estaba muy claro que los videojuegos y la realidad eran completamente distintos. Aunque no en el sentido en el que lo habría pensado antes.

¿Y qué demonios era lo que había pasado? Estaba claro que no era en absoluto normal. ¿Había ocurrido solo allí, o se había visto en más lugares? El Profesor había dicho que no era un hecho aislado, pero no sabía si había ocurrido solo en la ciudad o si estaba más extendido. ¿Y qué lo había originado? No se le ocurría nada que pudiera causar algo semejante, pero ella tampoco es que tuviera mucha experiencia en ese tema. Y en aquellos momentos, suponía que habría que dejar las preguntas para otro momento, porque tenían cosas más urgentes entre manos, y porque acababan de llegar al punto de encuentro.

Eso hizo que suspirara, aliviada. Solo un poco más, se dijo, y todo esto habría acabado por hoy.

-¿No se supone que había mandado pintar el helicóptero de blanco? Con este aspecto, llama demasiado la atención. Al menos he podido recordar como se conduce.

Charles Xavier no había necesitado conducir un vehículo desde hacía años. Casi siempre le había dejado los vehículos a sus alumnos, mientras él era transportado con un chófer o simplemente se quedaba atrás para observar desde la mansión. Por un momento, recordó los primeros años, cuándo Cíclope aún no había llegado a los 19 y toda la Patrulla tenía que apelotonarse en su Rolls Royce particular. Desde luego, las cosas parecían haber cambiado, pero con todo el equipo en manos de los miembros más veteranos, lo único que le quedaba a Xavier eran estos viejos trastos que le recordaban a las películas de su infancia. ¡Aún era una suerte que funcionara, la verdad!

Sin embargo, a pesar de lo improvisado de la situación, tenía que admitir que toda esta actividad le resultaba reconfortante. Por un lado, era evidente que no podía mantener demasiado esta actividad: solo llevaba unos minutos en el aire y ya estaba sudando copiosamente. Sin embargo, una segunda parte de él parecía rejuvenecerse con todas estas emociones. Aunque seguramente no fuera a decirle esto a nadie, todo este asunto de traer nuevos mutantes a la Escuela y dirigirlos como si fuera la primera vez le hacía sentirse valioso de nuevo. Quizá esto era lo que algunos expertos en psicología llamaban la "segunda adolescencia de la Tercera Edad."

-"Alumnos, ya estoy llegando al punto de encuentro. Esperad a que aterrice y volveremos a la mansión a reagruparnos."

A pesar del esfuerzo que le implicaba llevar el ordenador con suavidad, Xavier estaba más ocupado pensando en qué hacer ahora. Si lo que había conseguido captar con Cerebro era solo un atisbo de lo que creía, entonces el mundo entero estaba en peligro. En una situación así, era evidente que debían tomarse medidas extremas. Por supuesto, lo primero era lo primero: aunque la Patrulla X oficial no se pronunciase, Xavier conocía a numerosos héroes. Debería ponerse en contacto con los Vengadores cuanto antes si querían llegar a algún tipo de plan común. Sin embargo, llamar a los Vengadores no le suponía ningún quebradero de cabeza. Era la siguiente persona a la que quería llamar lo que le suponía un auténtico dilema. Y, aunque una parte suya no quisiera admitirlo, debía tenerlo en cuenta tarde o temprano, porque sabía que, en lo que a seguridad de mutantes concerniese, "aquella" persona era tan importante o más que él. Habían pasado muchas cosas entre ellos: habían sido rivales, aliados; amigos, enemigos; hermanos, opuestos. Poco importara lo que pensase Cíclope al respecto: Xavier sabía que "aquella" persona seguía siendo de enorme importancia, y si había alguien que podía organizar una operación a escala mundia, debía de estar relacionado de alguna forma.

-Debo ponerme en contacto con Magnus

Llegaron al punto de encuentro y Bryndar miró el helicóptero con cara de circunstancias. Parecía una vieja reliquia o directamente un juguete y la idea de volar en aquella cosa sólo le daba náuseas. ¿En serio iban a volar en eso? Se aseguraría de que el zombie de mierda no se moviese ni un milímetro cuando estuviesen a bordo, y que su boca no estuviese al alcance de nada de naturaleza carnosa. En fin, el trasto volaba y tendría que valer, pero no fingió estar cómodo con ello.

-Vaya una...

Pero se callo la palabrota, porque el Profesor ya era visible. Le tenía cierto nivel de respeto, aunque probablemente nadie se diese cuenta, y de todos modos el zombie atraía toda su atención. Se limitó a subir el primero, ignorando cualquier tipo de caballerosidad o educación, porque creía que era más importante asegurar la cosa no-muerta esa primero. Lo primero que hizo nada más subió con Ángel a cuestas fue pisarle la nuca para aplastarle la cara contra el suelo, con cuidado de no romperle nada pero claramente sin ningún atisbo de delicadeza. No iba a dejar que esa cosa se saliese con la suya si intentaba revolverse. Después se sentó y se abrochó el cinturón de seguridad, siempre con una mano sobre el monstruo, y cuando estuvo acomodado se limitó a esperar al resto.

-Todo bajo control aquí, Profe. Si hace un movimiento brusco le aplasto el cráneo-comunicó, para tranquilizar a sus compañeros y a sí mismo.