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Los Universos de DC y Marvel se han unido en uno solo. ¿Qué ha sucedido? ¿Quién está detrás de todo? Y, lo que es más importante, ¿cómo reaccionarán héroes y villanos de los distintos mundos al encontrarse cara a cara...?
 
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Rebecca Logan
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MensajeTema: En la Granja de Mc´Donald [Pre-Omega] (Pingüino)   En la Granja de Mc´Donald [Pre-Omega] (Pingüino) Icon_minitime18th Junio 2014, 22:46

[OCC: ¿Te parece bien para la cronología el 1 de Febrero del 2018? Como es un pre-omega podemos remontarnos así, bastante más atrás. Si tienes algún problema con la fecha me dices y lo cambio]

Los coches pasaban silbando a su lado, mientras los incrédulos conductores se echaban hacia atrás y los acompañantes bajaban incluso el cristal, para mirar sobre sus gafas si aquello que estaban viendo era real. En medio de Gotham no era habitual ver a una vaquera, y menos montando sobre un caballo a un lado de la carretera. Los menos corteses se limitaban a pitarla y a gritar cosas como "¡Vuélvete a tu granja!", algo que por otro lado ella estaba deseando hacer. Si no hubiera habido cierto asunto que la había sacado de sus rutinarios placeres diarios como dar de comer a las gallinas y cepillar a sus caballos. Iba al paso, relajadamente, mientras pensaba detenidamente en lo ocurrido aproximadamente tres días antes. Una temeridad que habían llevado a cabo justo en sus narices.

En plena noche, un relincho había roto la tranquilidad. Había tardado apenas un par de minutos en salir de la cama, escopeta en mano, para darse cuenta de que una de las puertas de su cuadra estaba abierta. Se había metido por ella a la carrera para encontrar el cierre forzado de una de las puertas, y encontrar que el Whestphalian, un pardo con crines negras campeón de salto al que estaba cuidando, de nombre Camarlengo, había desaparecido. Oyó el sonido de un coche que se alejaba y fue capaz de ver el remolque, pero la noche estaba demasiado cerrada como para ver ni la matrícula. No hubiera disparado, de cualquier manera, porque el mero hecho de que tuvieran al caballo le hacía desechar la posibilidad. En cuanto el coche desapareció, ella se enganchó al teléfono.

El día siguiente, lo pasó totalmente en vela. A base de café negro y muchas llamadas a sus "ayudantes de Sheriff", como a ella le gustaba llamar a esos tipos cuyas familias mantenía el dinero que ella enviaba a cambio de información, consiguió averiguar uans cuantas cosas. Un caballo de esa clase, con pedigrí, no es fácil de vender en el mercado negro. Pero una buena manera es hacerle una nueva vida, sólo hay que cubrir huellas. No era la única de todo Gotham que cuidaba caballos, desde luego, aunque las granjas no eran muy abundantes. Ahí entraba en juego las suspicacias, y una vez tuvo la información suficiente, pudo relajarse al fin. Durmió tranquilamente, considerando sus pasos a seguir, porque sorpresivamente, la prueba definitiva vino acompañara de una advertencia. Técnicamente, el viejo Mc´Donald era intocable. Pagaba un precio muy alto por la protección de sus tierras y la suya propia, y ella, más que nadie, respetaba la ley y las normas, a veces incluso las de los demás. Claro que tenía las suyas propias y no correspondían precisamente con dejar hacer a ese viejo carcamal lo que le viniera en gana.

Se detuvo, delante de la puerta del local, y amarró al caballo a un parquímetro, echando luego unas monedas, en un alarde de respeto por las normas de tráfico y estacionamiento. Cuando descendió del caballo escuchó varios comentarios y risas ahogadas, mientras caminaba en dirección a la puerta, sobre la alfombrilla roja montada para la ocasión. Frente a la puerta, en la entrada, había un tipo enorme con traje negro, un pinganillo y gafas de sol, aunque era de noche. La miró de arriba a abajo y soltó una risilla despectiva, asomándose sobre las gafas.

- ¿De que granja de has escapado? ¡Quítate de en medio, antes de que apestes todo a estiércol!- dijo antes de mirar alrededor y encontrarse con la mirada de aprobación de un montón de trajeados, que la miraron a continuación con los gestos torcidos.

- Vengo a hablar con tu jefe.- dijo ella, severa, pero con amabilidad, clavando su mirada en él.

- Mira, igual no me he explicado bien...- empezó a decir mientras se quitaba las gafas y las mantenía a un lado. Trató de amedrentarla con su tamaño y con los ojos, que se vieron enterrados tras unas enormes cejas fruncidas - Lárgate de aquí. No me obligues a hacerlo por las malas. - añadió, amenazante.

Ella alzó la cabeza para observarle, luego cerró los ojos, tomó aire, bajó la cabeza y los hombros, y de debajo del sombrero vaquero, de color pardo, que tenía una hebilla plateada preciosa en la lazada, brotó un suspiro.

- Te lo repetiré sólo una vez más, muchacho...- - añadió ella, mientras se dibujaba una media sonrisa en su rostro. Mas rápida que una exhalación, desenfundó uno de sus revólveres, lo empuñó con maestría, disparó y voló las gafas que tenía ese tipo en la mano. El sonido de éstas al estallar hicieron que se levantara un grito general, todo el mundo se retirara un espacio prudencia, y algunos se agacharan como si fuera a sobrevolarles una salva descontrolada de tiros. El hombre, asustado, se resbaló hacia atrás y chocó contra la puerta. Jadeaba a causa del susto y la mirada con la expresión desencajada y el sudor cayéndole por la mejilla, en shock. - Quiero hablar con tu jefe. - añadió entonces ella, levantando la vista bajo el sombrero, haciendo que la sombra sobre sus fríos ojos azules redujera la que había intentado echarle el tipo de la puerta a un chiste. El revólver humeaba en su mano, que lo mantenía firmemente agarrado. Observó por el rabillo del ojo que otros hombres a juego con el de la puerta se movían a su alrededor, y después de darle unas cuantas vueltas, volvió a encajarlo en su pistolera. Si intentaban alguna tontería, caerían tan rápido como las cartas de un tramposo sobre el suelo, e igual que éstas, también estarían cubiertas de sangre.
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MensajeTema: Re: En la Granja de Mc´Donald [Pre-Omega] (Pingüino)   En la Granja de Mc´Donald [Pre-Omega] (Pingüino) Icon_minitime20th Junio 2014, 03:38

-¡Buena selección Oswald, como siempre!-Dijo un hombrecillo de mediana edad sacudiendo una copa de champagne.

-Gracias Richard... ¿Qué tal tu negocio?

-¡Divinamente amigo!

Richard Thomasson, un bastardo que dirigía una de las redes de trata de blancas más inhumana que había conocido Gotham, pero a pesar de todo, un buen cliente. Él le consiguió a muchas de las chicas que pululaban sirviendo copas en el Iceberg Lounge, aunque el nivel de vida de éstas había mejorado muy sensiblemente desde que cambiaron de "dueño". A Cobblepot no le gustaron nada los relatos de aquéllas chicas, su oficio no hacía que un hombre tuviese que dejar de ser caballeroso con ellas, y era algo que olvidaban a menudo... Afortunadamente, ahora eran capaces de defenderse solas si algún imbécil como Richard trataba de sobrepasarse. En el fondo, a veces Oswald se sentía mucho más humano que sus "honorables" clientes.

El menudo dueño del Iceberg caminaba perdiéndose entre las multitudes acompañado por dos hombres de confianza revisando que todo estuviera bien. Aquélla estaba siendo una buena noche, ya que "misteriosamente" los locales nocturnos de los alrededores habían sufrido una serie de incendios accidentales que los habían obligado a echar el cierre. Eso había traído muchos clientes nuevos, y nunca venía mal conocer mejor a tus vecinos y lo que tuvieran que decir cuando estaban bebidos o drogados.

Qué fácil resultaba todo desde que regentaba su negocio... a veces incluso eludía a Batman escudado en su imagen de impecable hombre de negocios.

Pero cuando se hallaba reposando en su despacho, al fin una novedad sacudió el ambiente aparentemente pacífico de otra noche en el lounge. El sonido de un disparo y los gritos de los clientes que hacían cola fuera hizo que Oswald Cobblepot levantase la vista de los registros de sus últimas transacciones. Malhumorado, vio entrar a uno de sus agentes de seguridad de la puerta sensiblemente alterado.

-¡Señor, hay una loca vestida de cowboy en la puerta que insiste en hablar con usted! ¡Ha disparado contra nosotros!

-No quiero perder la clientela que tanto me ha costado ganar estos días Jimmy. Ya conoces el proceso: Traedla hasta aquí, y a ser posible, civilizadamente. No quiero que se arme también dentro del local.

-S...Sí señor.

¿Una cowboy? Oswald empezó a sospechar que el origen del caballo de carreras del viejo McDonald tenía mucho que ver con esta visita inesperada...
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MensajeTema: Re: En la Granja de Mc´Donald [Pre-Omega] (Pingüino)   En la Granja de Mc´Donald [Pre-Omega] (Pingüino) Icon_minitime21st Junio 2014, 00:42

Esperó, durante unos segundos. Sabía perfectamente lo que estaban haciendo. Las manadas de chacales son así, juegan a la mayoría cuando su presa es más grande que ellos. No paraban de hablar, disimuladamente, al cuello de sus camisas. Esperaban indicaciones, y eso en su caso era muy buena señal porque estaba convencida de que un local de ese tipo iba a evitar por todos los medios un escándalo. Lo de la puerta había sido un mero aviso, y con un poco de suerte, serían capaces de convertirlo en una anécdota, más que en algo de lo que preocuparse. Dos copas y esos estirados volverían a sus vidas como si no hubiera pasado nada.

Después de unos instantes más, el tipo de la puerta dio una indicación a los otros dos que se acercaron a ella. Supo que no traían intenciones hostiles, pero nunca se sabía. Aunque el que se había quedado sin gafas de sol tenía un cabreo contenido que se apreciaba claramente en la vena que le palpitaba en el cuello.

- Acompáñenos por favor. Nuestro jefe desea reunirse con usted. - dijo cambiando el tono, tratándola con bastante más respeto, aunque se notaba a la legua que le estaba sentando casi peor que el susto que se había llevado.

- Qué casualidad. - respondió ella tan sólo, con un asentimiento de cabeza.

Los animales son así. Imprevisibles. Pero con los estímulos adecuados, son capaces de cambiar la conducta. Supuso que no se trataba sólo de su pequeño rifirrafe, si no que tenían un jefe lo suficientemente respetable como para temer las represalias. Ese simple hecho la hizo estar aún más calmada y segura. Optaría por una vía mas "diplomática", siempre y cuando el susodicho jefe se mostrase lo bastante lúcido como para poder tratar los asuntos que la llevaban allí de ese modo.

En lugar de abrir la puerta principal, la condujeron a un lateral hacia uno de los callejones, cosa que tampoco la extrañó nada, y que aceptó de buen grado. La gente de alto Standing de Gotham quería seguir pensando que el dinero que pagaba para poder entrar en esos círculos era bien aprovechado, y no quería estropearles con su sano ambiente campestre todo ese toro y terciopelo. Se le pasó por la cabeza que lo que pretendían era llevarla allí y enfrentarse a ella, pero imaginaos su preocupación, que ya estaba metiéndose en el callejón. La hicieron pasar por una puerta de emergencia, y desde ella, fugazmente, podía verse un salón ambientado con motivos elegantes y helados, y un montón de hombres en trajes y mujeres con vestidos largos. Se hubiera quedado a echar un vistazo, pero al ver que ellos seguían adelante, los siguió. Tras recorrer pasillos y alguna escalera, la encararon contra una puerta que tenía toda la pinta de ser un despacho.

Unas palabras en voz baja, dos golpeas a la puerta, y otro de esos trajeados de gran tamaño sacó la cabeza por el hueco. Cambiaron unas palabras, la señalaron, y luego volvieron a cerrar. Segundos después, la cedían el paso.

Pasó entre ambos, con paso decidido y esa cadencia en las caderas, que se acompañaba con el sonido de sus espuelas y el tacón de las botas sobre el suelo. Sus miradas se cruzaron casi instantáneamente, y al hacerlo tuvo la sensación de que se asomaba a un abismo ladino y retorcido. Eso la hizo sonreír muy levemente. Encontrar buenos contrincantes es tan poco frecuente...

Aquel tipo tenía pinta de bajito incluso sin bajar del sillón. Sólo hacía falta echarle un vistazo para saber que su apodo estaba totalmente justificado. Desde luego no había visto a nadie con tanta pinta de pingüino en toda su vida.

- Buenas noches. - saludó cortés, sujetándose el ala del sombrero entre el índice y el pulgar, haciendo un pequeño asentimiento, tal cual se solía saludar cuando se hacía de buen modo. - No quería interrumpirle, y menos tener que tomar represalias con sus hombres, pero tendrá que entender que después de un viaje tan largo una tenga ciertas crispaciones como para aguantar insultos y estupideces. - explicó, para dejar clara la situación.

Al hacerlo, de algún modo esclareció que se había tratado de un merecido correctivo, y no de violencia gratuita. Dio a entender a la perfección que, en caso de haberlo querido, ese hombre estaría ahora camino del depósito en una preciosa funda de plástico a juego con su traje.

- No nos han presentado, me llamo Rebecca aunque todos me llaman Sheriff. - dijo acercándose a él, y tendiéndole una mano, sin asomo de duda en el rostro. Aún cuando el tipo era bastante siniestro, ella estaba curada de espanto como para achantarse por algo tan absurdo como su apariencia. No se juzga a los caballos por el pelaje. Ahora sólo quedaba comprobar de qué pasta estaba hecho, y aunque saltaba a la vista que lo tenía, no se refería al dinero.

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MensajeTema: Re: En la Granja de Mc´Donald [Pre-Omega] (Pingüino)   En la Granja de Mc´Donald [Pre-Omega] (Pingüino) Icon_minitime21st Junio 2014, 04:09

Esperó impaciente mientras sus hombres cuchicheaban a través del pinganillo, observando su paragüero y seleccionando mentalmente qué "juguetitos" habría que usar con esta molesta visita. No sería difícil intimidar a una campesina cuyo mejor método de negociación consistía en liarse a tiros en la puerta del club, muy probablemente se tratase de una de esas mujeres vulgares y rudas que llamaban hipócritamente "aire puro" al hedor del estiércol en los campos. Menudas estúpidas... Más de la mitad de lo que comían los animales que generaban ese abono para la tierra eran químicos que no usarían ni en la enfermería de Arkham, y sin embargo osaban decir que los urbanitas éramos los que no sabíamos vivir la vida. Qué calaña más desagradable...

Cuando por fin la puerta se entreabrió, Penguin se decantó por un paragüas ametralladora que dejó cercano a su alcance por si hiciese falta, y en cuanto tuviera a esa mugrosa campesina delante le aclararía las cosas al estilo de la civilización que tanto despreciaba. Sin embargo, al alzar la vista hacia su víctima, se encontró con una mujer de porte imponente, soberbia, con una belleza innegable y con la seguridad de un alud contra un esquiador solitario en sus pasos. Sintió un leve sobresalto, sin poder ignorar el hipnótico balanceo de esas curvas que desprendían una sensualidad especial, muy diferente de la de cualquier chica del club, sin embargo, recordó a tiempo el pequeño altercado que le sirvió como carta de presentación, y se puso de nuevo en guardia, lanzándole una furibunda mirada. No, definitivamente ésta no era la clase de visita que esperaba, ni la clase de granjera pestilente e inculta que creía que recibiría en su despacho; A través de sus ojos azules y cristalinos vio una serenidad y una fortaleza que la hacían merecedora de su respeto, cosa que confirmó presentándose de forma humilde, sin siquiera inquietarse un ápice por estar frente a un monstruo que además, era uno de los criminales más conocidos de la ciudad y alrededores.

-Buenas noches. No quería interrumpirle, y menos tener que tomar represalias con sus hombres, pero tendrá que entender que después de un viaje tan largo una tenga ciertas crispaciones como para aguantar insultos y estupideces.

Buen punto. Nadie mejor que el Pingüino sabía lo molestas que eran las costumbres humillantes de los conciudadanos gothamitas.

-No se apure jovencita, cualquiera habría cometido un error con una panda de imbéciles apabullándola durante el largo camino, eso puedo entenderlo... Pero podría haber espantado a la mayoría de mi clientela hoy, y eso también puede hacerme sentir molesto a mí, sin embargo, prefiero recibirla a responderle con más fuego... Aunque sean fastidiosos en ocasiones, nunca debe cuestionar la utilidad de unos buenos modales.

Cuanto más escrutaban a la extraña visitante los ojos verdes de Cobblepot, más cuenta se daba de que esa muchacha no era ni mucho menos una criatura de campo al uso; Algo en sus maneras dejaba entrever que más que en un pajar, parecía haberse criado en cuna de oro. No iba a dejarse engañar por su exuberante hermosura, si tenía dinero, era porque había conseguido mantener su fortuna, y excepto el santurrón de Bruce Wayne, todos los millonetis de la zona lo conseguían con métodos poco éticos. Era mejor estar alerta.

-No nos han presentado, me llamo Rebecca aunque todos me llaman Sheriff. - ¿Sheriff? Curioso apodo, esperaba que no fuese una agente de la ley, porque entonces sí que iba a tener verdaderos problemas... Un poli de ciudad o un Ranger de texas eran el mismo perro con distinto collar, desde luego. Sin embargo, correspondió a su mano extendida, tomándola y besando su dorso, como correspondía a un caballero hacerlo, y le indicó que tomase asiento.

-Mi nombre es Oswald Chesterfield Cobblepot, señorita Rebecca. Dígame, ¿Es usted Sheriff de verdad? ¿Qué asunto la trae hasta aquí desde sus amados pastos de la periferia?
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MensajeTema: Re: En la Granja de Mc´Donald [Pre-Omega] (Pingüino)   En la Granja de Mc´Donald [Pre-Omega] (Pingüino) Icon_minitime21st Junio 2014, 12:58

La verdad es que comprendía su punto de vista como empresario. Ella sabía de negocio, precisamente por eso estaba allí, y sabía que una acción como la suya había podido espantar a todos los ricachones que aún estaban en la puerta esperando. Por otro lado, ella no tenía porqué aguantar desprecios de nadie, mucho menos si se había acercado de buenas con una petición totalmente razonable.

- Créame que lo intenté. Pero su hombre de la puerta fue muy explícito, ¿Qué dijo exactamente?...- dijo en voz alta como si tratara de hacer memoria, aunque no le hacía ninguna falta. Se giró lentamente a uno de los dos hombres de negro que aún estaban ahí, y habían estado presente en el altercado de la puerta. - Vuélvete a tu granja, antes de que apestes todo a estiércol. ¿No era eso?- añadió con una media sonrisa peligrosa, haciendo que los hombres de negro se sintieran bastante incómodos. Al fin y al cabo era lo que pretendía.

Luego volvió a fijar sus ojos en el pingüino, quizá esperando alguna reacción por su parte, aunque nunca se sabía cómo se comportaban los demás con sus propios subalternos. Ella era de la creencia de que unos buenos perros de presa deben ser atados en corto delante del cazador, pero hay que dejarles libertad para hacer su trabajo cuando la situación lo requiere. A otros les gustaba someterlos para tener control absoluto sobre ellos, como si de verdad pudiesen sacar todo su potencial con semejante bozal.

El hombre se presentó con mucha cortesía (y un nombre bastante, bastante largo), e incluso la besó la mano, una presentación que prácticamente creía extinta. Aquello la sorprendió notablemente, aunque su respuesta fue una sonrisa claramente adulada. Después de la noche que llevaba no le haría mal ese tipo de atención. Casi compensaba el agravio que sus hombres le habían hecho a vista de todos en plena puerta.

- Verá, Oswald...- dijo, haciendo que su nombre sonase apetecible de decir.- Soy Sheriff de mi propia ley, y con eso basta. - añadió. Contempló una silla que había frente a la mesa, y con un suave gesto de la cabeza, preguntó mudamente, para luego acomodarse en ella. Quería poder hablar tranquilamente si era posible, y cara a cara. - Creo que sabe qué me trae aquí...- añadió , reclinándose y cruzando las piernas, de una manera mas cómoda que femenina, apoyando el tobillo de la derecha sobre la rodilla izquierda, arrancando un brillo esmaltado a sus espuelas. - Mi caballo, Oswald... ¿Dónde esta?- preguntó, directa como un balazo en el corazón. Como siempre solía ser ella en los negocios, en el rancho, en la vida. Una depredadora.
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MensajeTema: Re: En la Granja de Mc´Donald [Pre-Omega] (Pingüino)   En la Granja de Mc´Donald [Pre-Omega] (Pingüino) Icon_minitime23rd Junio 2014, 04:37

(Off rol: Becca, te dedico esta canción con amor y cariño XDDD

  )

-Verá, Oswald... Soy Sheriff de mi propia ley, y con eso basta.

Cobblepot sintió un leve escalofrío recorrerle la espalda al oír su nombre pronunciado de aquélla manera, y no relajó los ánimos escuchar el resto de la frase. Ahí estaba. No sabría especificar su edad, pero de lo que estaba seguro era de que la mujer que tenía delante habría sido la hembra alfa de cualquier clase de manada. Cómo adoraba Oswald a las mujeres de tal especie, y cuanto tiempo había pasado sin ver una.

Trató de que su entusiasmo pasase desapercibido para no dar a su rival más facilidades; Ya resultaba bastante complicado mantener la vista puesta en su mirada y no en ese magnífico busto o esos labios que invitaban al pecado. Esa fierecilla de establo rezumaba una sensualidad salvaje por cada poro de su piel. El pingüino empezaba a desear ser un cordero para que su curiosa invitada le amarrase bien fuerte con el lazo...

Pero por desgracia, estaba allí por negocios, no para satisfacer sus más ocultas fantasías, y debía responder a tales intenciones.

-Creo que sabe qué me trae aquí... Mi caballo, Oswald... ¿Dónde esta?

El pingüino se acomodó en la butaca juntando los dedos, solo para dar un largo suspiro antes de explicarse.

-Sabía que el viejo Harry McDonald no tenía la suma necesaria para conseguir un animal tan formidable. Creo que a veces debería preocuparme un poco más por la procedencia de mis pagos...-Se bajó del sillón y se acercó a un estante, del cual extrajo un grueso volumen que dejó sobre la mesa antes de volver a su asiento. Una vez allí, abrió el libro, mostrando recortes con el resultado de las carreras de diferentes competiciones acaecidas en el hipódromo de Gotham. Acercó el recopilatorio a la muchacha para que lo hojease- Entre mis muchos intereses y negocios se encuentran también los caballos, en concreto, las inmensas fortunas que un animal ganador puede mover en las apuestas. Harry se equivocó queriendo ser un visionario y apostando por quien no debía, pero afortunadamente, allí estaba un servidor para tenderle una mano, al fin y al cabo, es y siempre ha sido un cliente excepcional. Moví mis hilos para que no perdiese sus propiedades, sin embargo aún quedaba pendiente el asunto de cómo iba a devolverme el favor. No tenía dinero, ahora todo lo que tenía estaba en mis manos, así que me prometió un purasangre de calidad para relevar al que hasta ahora utilizaban mis empleados especializados en la materia. Me parecía un trato más que aceptable, ya que cuesta una millonada hacerse con uno de esos benditos animales, pero nunca sospeché que un anciano como él iría fastidiando a sus vecinos para arreglar sus problemas como si fuese un crío...

Oswald abrió un cajón de la mesa y sacó un Whiskey escocés y un par de vasos pequeños, en los que sirvió la bebida. Dio un trago saboreándola y sintiendo el resquemor que causaba al bajar por su garganta.

-Sírvase si quiere, joven Sheriff. El caso es... que no puedo devolverle el animal. Si hago tal cosa, la deuda de Harry quedará de nuevo sin pagar, y siendo sinceros, sus posesiones y tierras no me servirían ni para montar un casino, así que tendremos que encontrar un modo de que tanto usted como yo quedemos satisfechos con una resolución común. ¿Alguna idea, vaquera?

Penguin meneaba su vaso de nuevo lleno mientras sonreía satisfactoriamente. Aquél iba a ser un duelo interesante...
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MensajeTema: Re: En la Granja de Mc´Donald [Pre-Omega] (Pingüino)   En la Granja de Mc´Donald [Pre-Omega] (Pingüino) Icon_minitime23rd Junio 2014, 19:01

[OCC: Me ha encantado. Gracias. XDDDDD]

Mentir en sencillo. Disimular es sencillo. Mantener la calma también puede llegar a serlo, pero hay algo que nunca pasa del todo desapercibido. Él trató de ocultarlo, pero su instinto le transmitió una sensación de mantenerse alerta, sólo propia de las situaciones en las que había conseguido que otro mantuviera su atención fija en ella. Eso sólo podía significar una cosa. Interés. Había algo que quería, o que le atraía, que le hacía prestarle atención, y teniendo en cuenta que hablaba con el pingüino, seguramente el más famoso cabecilla de la mafia de Gotham, eso era un gran punto a su favor. Tenía que conseguir que se mantuviera así. Que la viera útil como aliada, e increíblemente temible como enemiga. Esperó a que explicara su visión del asunto, y cuando terminó, aguardó sentada unos instantes, antes de sonreír de medio lado, alzando una ceja. Soltó una especie de resoplido por la nariz, como un amago de risa que sonó bastante despectivo, y luego plantó la bota en el suelo y se levantó. Puso las manos cerca del cinturón, aunque no sobre los revólveres, si no cerca de la hebilla y perdió un momento su mirada, mientras ahondaba bien hondo en su cabeza.

Segundos después comenzó a andar, lenta, muy lentamente, en torno al despacho, posando sus ojos en las paredes, en los cuadros, en cualquier cosa que entrara en su radio de visión. Al andar, las espuelas sonaban como un toque de reloj, y lo hacían de forma tan lenta y definitiva que parecía el paso del segundero del último minuto de vida de un hombre condenado a muerte. El sombrero se inclinó hacia delante, de manera que cubrió sus ojos, aunque su boca estaba levemente contraída en una expresión seria. Los hombres de negro tensaron los músculos cuando pasó tras ellos, y no pudieron evitar tantear disimuladamente las armas que tenían en sus bolsillos. La tensión que se había generado podía cortarse con un cuchillo. Eso era precisamente lo que ella buscaba, lo que el momento necesitaba...

Al fin y al cabo, qué es un duelo sin ese instante de reflexión previa sobre las decisiones y la vida...

-Así que está en la granja de Mc Donald.- dijo en voz baja, pero haciendo que el silencio que reinaba hiciera de amplificador. Giró levemente, encontrando de nuevo sus ojos con los de Oswald, mientras se dibujaba una sonrisa en su rostro. Una tan atrayente como peligrosa, por el instinto salvaje que reflejaba.

El pingüino desconocía que ella tenía la información. Desconocía que sabía quién había sido. Quizá en ese momento, sentiría que le había regalado información. Puede que no fuese una treta limpia, pero en asuntos de negocios nada lo era. Le había dado una idea de la inteligencia que poseía, que no era ni de lejos la que los presuntuosos peces gordos esperan de lo que la gente denigra alegremente como "Paletos de pueblo". América aún tenía que aprender alguna que otra cosa sobre los prejuicios, y necesitaba una cura de humildad.

No quería pagar la deuda de Harry. Aquello nada tenía que ver con sus asuntos.

- ¿Sabe algo de caballos, Oswald?- preguntó entonces, mientras se acercaba de nuevo al escritorio, servía algo de ese maravilloso whisky en el vaso del que bebía el hombre, y luego se lo quitaba cogiéndolo con el pulgar y el índice, con una picaresca casi infantil. Se acercó a él por un lado y se apoyó en la mesa, cruzando las piernas, justo junto al pingüino, de espaldas a la habitación y a los hombres de negro. - Son animales inteligentes, intuitivos, leales, pero aún así, podrían llegar a pisotear a un jinete en un sólo momento de duda. - añadió mientras se acercaba el vaso a los labios justo por el sitio por el que él había bebido, aunque no lo había hecho a propósito, y dejó que el líquido se vertiera en su boca, haciendo que un hormigueo le recorriera, la lengua, la garganta, y estallara en su estómago.

Una sola gota se desprendió deslizándose entre la comisura de sus labios, bajó como una serpiente dorada por su cuello y se enroscó un momento en una de sus clavículas, para luego continuar bajando. La detuvo con el pulgar justo antes de que se despeñara por el abismo de su escote, eliminándola de su piel sin que le costara lo más mínimo y se secó contra la camisa, dejando el vaso sobre la mesa con más delicadeza de la que cabía esperar de una mujer como ella, de gestos bastos en la mayoría de ocasiones.

- Vamos a ver... - añadió, al tiempo que paseaba su mano por el libro de recortes. Fue pasando páginas, con aparente indiferencia. Entonces comenzó a enumerar - Sunseth Bulevard, Saddlebread americano Castaño, número doce. Ése es mío. Sideback Jhonny, Saddlebread americano pinto, número tres. Mio. Red Ruby, Freezy Colt, Black Ballou, mío, mío, mío... - dijo mentando a algunos de los caballos que habían sido campeones en el hipódromo. Aquellos a los que ella había criado, y que ahora pertenecían a poderosos magnates interesados en la hípica que podían permitirse tener un animal así en buenas condiciones. No es que sus caballos ganaran en todas las carreras, eso era imposible, pero la gente sí desconocían que muchos de los campeones salían verdaderamente de su rancho, y no de los criaderos propios que esos chicos ricos solían tener.

En ese momento plantó una mano sobre los recortes, intercambiando una mirada firme y fría, que brillaba con la misma amenaza que el plateado cañón de un revolver al sol de mediodía. Era una mirada que si bien no era agresiva contra él, si prometía miserias a quien se interpusiera en su camino.

- Todo el mundo quiere algo, Oswald.- añadió, utilizando un tono tan suave que quizá los de negro no llegaran a escuchar bien de qué hablaban- Yo, quiero a mi caballo...- dijo con un tono que no dejaba lugar a discusión. Como fuera, conseguiría ese animal de vuelta en su rancho. Al ir a decírselo, se inclinó levemente hacia él de lado, ofreciendo sin percatarse una vista más cercana de su escote y la estrella de Sheriff. - ¿Y usted? ¿Qué es lo que quiere?- añadió clavando sus pupilas en las de él.

No pensaba decirle que tenía dinero a expuertas, seguramente él ya lo supiera. Podría hacer una llamada y tener camiones de dinero esperando en la puerta del local. Podría haber hecho un llamamiento, haber hecho las cosas a su manera y haber recuperado el caballo. Ella misma podría haber sacado las bridas de las frías manos muertas de ese granjerucho de tres al cuarto. Por descontado no pensaba pagar su deuda, ni de lejos. Era una cuestión de principios. Pero si había optado por hablar con el pingüino aquella noche, no era si no por respeto. Sabía que ahora, por esa deuda, el granjero era su propiedad...

Y ella nunca había disparado entre los ojos a la vaca de otro.

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MensajeTema: Re: En la Granja de Mc´Donald [Pre-Omega] (Pingüino)   En la Granja de Mc´Donald [Pre-Omega] (Pingüino) Icon_minitime23rd Junio 2014, 20:11

"Se nota que marca animales a menudo, qué bien sabe jugar con fuego esta diablesa..."

Oswald sonreía con malicia y satisfacción ante el comportamiento desafiante de la vaquera; Cómo creía que acababa de decirle dónde estaba su caballo, cómo se posaba con la suavidad de un halcón amaestrado sobre la mesa y presumía de haber dado todos esos sementales ganadores al mundo. No le extrañaba en absoluto, tenía carácter para eso y mucho más. Sin embargo, a pesar de la más que apetecible exhibición de dominante sensualidad, el pingüino tenía que ser honesto con la joven, aunque obviamente, después del espectáculo. Cuando ella secó en su camisa la traviesa gota que acarició su cuerpo para delirio de los dichosos ojos del mafioso, se sinceró:

-Oh querida, yo nunca he dicho que esté en la granja de McDonald. He dicho que él nos lo entregó en pago... -Se notaba que esa muchacha quería darle su merecido al viejo granjero, pero Oswald era un hombre de palabra, y una vez saldada la deuda, debía velar por el bien de su cliente- No te molestes en siquiera oler sus establos, ni quemando el rancho hasta los cimientos encontrarías a tu querido equino. Y respecto a lo que sé sobre caballos... Todo lo que dijiste está muy bien, pero sólo me interesa el dinero que hay en torno a ellos. Prefiero las aves, ¿sabes? Respecto a lo que quiero yo... -El pingüino se inclinó sobre uno de sus codos en la mesa y observó con picardía a la rancherita. No quería perderla de vista, ni mucho menos tenerla por enemiga, y todavía no habían resuelto el asunto del dichoso caballo...- Verá, señorita Rebecca. Como el problema sigue siendo el mismo, y se va haciendo tarde para negociaciones, ¿Qué le parece si mañana la invito al hipódromo a ver el estreno de su corcel como corredor y de paso comprueba que está bien? Un poco de diversión calmará los ánimos y podremos concretar mejor con una buena comida y entretenimiento. Oh, y créame, es una invitación formal, ni por asomo me atrevería a tratarla como una fulana cualquiera. A cada cual el pingüino le da lo que se merece.

Esperaba que la muchacha no tomase aquello como una burla. Realmente ya pululaba por su cabeza un acuerdo provechoso para ambas partes, pero le apetecía volver a ver a la rubia. Retiró su monóculo y lo guardó con elegancia en el bolsillo de su chaqueta.

-Yo también soy la ley en mi local, y ahora mismo usted es una sheriff en el pueblo equivocado. Solo pretendo ser amable...
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MensajeTema: Re: En la Granja de Mc´Donald [Pre-Omega] (Pingüino)   En la Granja de Mc´Donald [Pre-Omega] (Pingüino) Icon_minitime23rd Junio 2014, 23:02

[OCC: ¿Quieres hacer un salto temporal o abrir otro tema? Yo prefiero lo primero, pero eso como tu prefieras ¿eh? Yo no tengo problema. Por cierto, ME ENCANTA ESTE TEMA. ¡Cásate conmigo!]

Aquel enano estaba resultando un hueso duro de roer. Detrás de toda esa amabilidad y cortesía, se escondía otra fiera. No por nada se había hecho con el control de las mafias, y había metido su metomentodo pico en cada negocio de Gotham. Quizá lo de pingüino no sólo le viniera de su rechoncha forma blanca y negra, si no por esa resistencia que tanto caracterizaba a esas aves. Resistencia a las hambrunas, a las marchas, al frío. Por otro lado, sólo había que tener unos buenos colmillos para meterse por debajo del plumón de esos pájaros no voladores, y ella tenía dientes suficientes.

Poco a poco, fuese afirmativa o no, iba soltando prenda. En realidad, había dicho más de lo que pudiera creer. La deuda estaba saldada, aunque hubiese sido a cuenta de robarla, de manera que técnicamente, con quien tenía algo que tratar ahora era con ella misma... y eso le daba carta blanca, que en ese momento era lo único que quería. Permitió que una ligera sonrisa se dibujase en su rostro, que adoptó una expresión serena y calmada, absolutamente bajo control, a pesar de lo pretencioso que pudiese sonar ese tipo, algo de razón tenía.

- Pues no pensaba ir, ya que no corría ninguno de mis ccampeones, pero ha habido un cambio de planes ¿verdad? - dijo, con una sonrisilla ladina. Cuando añadió lo siguiente ladeó la cabeza, alzando una ceja, incrédula. La mera mención de tratarla como a una fulana casi ofendía más que el que hubiese sido capaz de atreverse a hacerlo- Vaya, Oswald. Si que sabe hacer que una chica se sienta especial. ¿A qué hora quiere que vaya al hipódromo? - añadió con sarcasmo, mientras se levantaba de la mesa, la rodeaba de nuevo por delante y servía otro poco de Whisky en ambos vasos, tendiéndole uno. - Brindo por su amabilidad. - añadió chocando su vaso con el de él, para luego bebérselo. Dejó el vaso sobre la mesa cuando terminó, y se apoyó con ambas manos sobre ella.

Intercambió una mirada intensa con él. Estaba claro que había aceptado su oferta, aunque todavía no sabía hasta qué punto habían entrado en un peligroso juego. Las negociaciones más duras siempre lo son, pero lo son aún mas cuando no se sabe hasta qué punto está dispuesto a llegar tu adversario, y por desgracia para el pingüino, sus actividades no eran tan fáciles de rastrear como las del resto de chusma. Sus huellas de deshacían con el polvo del camino. De eso se encargaba buena parte del dinero que sacaba en sus negocios.

- Debo entender entonces que nuestro viejo Mc Donald tiene una deuda ya saldada. Así que, en lo que a él respecta está en paz. ¿No es cierto?- preguntó ella entonces, retirando la mirada hacia la derecha, pero sin mirar hacia ningún sitio, si no haciendo una valoración quizá mas en voz alta que para él. - Ahora, sólo un comentario antes de irme...- añadió inclinándose en la mesa, apoyando los codos, quedando entonces a apenas unos centímetros del mafioso, ofreciendo a la par una buena vista de su trasero, en el que claramente perdieron sus ojos los esbirros que aún estaban detrás. Sus pechos se aplastaron contra el escritorio, en cuanto ella clavó los codos para quedar cara a cara con el Pingüino.- Respeto que su palabra es la ley en su local, no lo ponga en duda. Pero cada calle, cada antro, cada lugar en el que se cometa un delito es parte de mi jurisdicción. Sólo quiero aclararle que si mañana mi animal tiene un sólo arañazo, una sola crin fuera de su sitio, o un sólo casco rallado...- añadió mientras una de sus manos se levantaba y acariciaba con delicadeza el mentón del pingüino, obligando así a fijar la mirada en ella- no importa cuál sea su nombre, quién le proteja, cuánto dinero tenga o qué dioses le asistan. Le encontraré, y haré que cada instante de su vida hasta entonces sea un camino al matadero que no llega nunca. - añadió con una sonrisa, que de inocente, en comparación con sus ojos fríos y mortales hicieron que su expresión resultara perturbadora. Luego ladeó la cabeza, y esa sensación de creciente amenaza desapareció tras una sonrisa emocionada, y con un gesto juguetón, retiró el sombrero del hombre hacia atrás, con un toque suave de su dedo. Se levantó rápidamente de la mesa y se llevó una mano al cinturón. - Casi lo olvido. - añadió mientras cogía de la pistolera uno de sus revólveres. Instantáneamente el sonido de armas automáticas resonó a su espalda y la apuntaron con fiereza. Ella se giró para mirar a los hombres,, al tiempo que abría el tambor de la que tenía en la mano, sacaba una de las balas plateadas y se la tendía, dejándola sobre la mesa con un sordo "pok". Con un chasquido cerró de nuevo el revolver y lo depositó en su sitio. - Es un regalo.- añadió guiñándole el ojo, y dedicándole media sonrisa, antes de calzarse el sombrero y darse media vuelta, para ir hacia la salida.

Pasó entre los dos hombres de negro, que sorprendidos, miraron a su jefe a la espera de una orden, quizá para detenerla, pero antes de eso, la joven ciñó el pomo de la puerta con una mano y se giró. Aún había una sonrisa en su rostro, pero sus ojos estaban cubiertos por una sombra por el ala del sombrero que llevaba. Sus pies plantados en el suelo y su espalda recta volvieron a dotarla de aquel porte poderoso que tanto la caracterizaba.

- Estos revólveres tiene seis balas...- dijo entonces, con un toque enigmático, abrió la puerta y salió por ella meneando las caderas con aquel vaivén de campanillas - Hasta mañana, Oswald.- fue lo último que dijo antes de desaparecer, con el respectivo portazo de la puerta.

[OCC: Ahora, en función de lo que quieras hacer, o hacemos el salto temporal de rigor, o me detienes, o cerramos el tema y abrimos otro. Eso como sea de tu agrado. Repito, gracias por este post. Me está encantando...^^]

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MensajeTema: Re: En la Granja de Mc´Donald [Pre-Omega] (Pingüino)   En la Granja de Mc´Donald [Pre-Omega] (Pingüino) Icon_minitime25th Junio 2014, 06:33

Amanecía en el rancho "Relincho al rojo", con la luz del escaso Sol bañando perezosamente las infraestructuras y los pastos del terreno, hasta chocar frontalmente con la casa de la vaquera. El gallo empezó a cantar, señal religiosamente respetada por la Sheriff para dar comienzo a las actividades del día a día. Todo normal hasta que cercano el mediodía, una extraña caravana se acercó hasta la entrada del rancho; Dos motoristas vestidos de negro y tras ellos un Rolls royce modelo Corniche convertible de color hueso, adornado con una cornamenta de toro en el frontal aparcaron sin entrar. Finalmente, los motoristas entraron y se acercaron a la vaquera con las manos en alto para demostrar que venían con intenciones pacíficas.

-Señorita Logan, el señor Oswald C. Cobblepot se complace en mandarla a recoger para su cita en el hipódromo. Creyó que este medio de transporte sería de su agrado. ¿Quiere usted ponerse un atuendo acorde a la ocasión o prefiere que nos marchemos ya?

Antes de que se tomase aquéllo como una ofensa, el compañero del primer motorista reaccionó a tiempo de evitar una tragedia:

-El señor Cobblepot quiere llevarla al restaurante que hay en el observatorio sobre la grada, es bastante caro y elegante, y dice estar dispuesto a costearle la ropa con tal de que se halle usted cómoda sin que los demás clientes la critiquen. Él... sabe lo que se siente, su aspecto y eso... Ya me entiende.

Los dos hombres esperaron tensos una respuesta, mientras el conductor del descapotable mantenía el motor caliente por si tenían que visitar la ciudad antes de ir camino del hipódromo. No muchas mujeres rechazarían ir de compras con todos los gastos cubiertos.
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MensajeTema: Re: En la Granja de Mc´Donald [Pre-Omega] (Pingüino)   En la Granja de Mc´Donald [Pre-Omega] (Pingüino) Icon_minitime25th Junio 2014, 14:53

[FDP: Espero que no te moleste la extensión, ni que sea muy gráfico. Si es así, dímelo y buscaré otra manera de ir llevando los post. Se que estas cosas no le molan a todo el mundo.]

Estaba oscuro, y hacía frío, a pesar de lo cual, el viejo tenía el cuerpo perlado en sudor. La fogata ardía justo a su lado, haciendo que su piel blanquecina arrancara brillos anaranjados por la luz. Sus ojos llorosos se fijaban en la figura sobre él, y hacía varios minutos que había dejado de pedir piedad, porque el miedo no le dejaba recordar cómo se articulaban las palabras en su propio idioma. Temblaba, de nuevo consciente. No sabía cuántas veces había perdido ya el conocimiento por el dolor, pero había descubierto que aquella mujer tenía la paciencia del mismísimo diablo. Ahora, dándole la espalda, contaba con palmos el largo de una cuerda. Su cuerpo cubierto de polvo apestaba a mierda, bilis y sus propias meadas, que se escapaban del cuerpo cada vez que repetía ese infierno, una y otra vez. Ni siquiera alcanzaba ya a moverse, mas allá de leves temblores. No era capaz ni de arrastrarse para alejarse, sólo lloraba y gemía, arrepintiéndose cada segundo al pensar que lo que fuera que el pingüino pudiera hacerle sería peor que sufrir la ira de una chiquilla. Si hubiera llegado siquiera a imaginar por un momento...

Pero ahora ya era tarde...

Vio que se daba la vuelta, y aquellos ojos azules brillaban mientras las llamas bailaban sobre ellos. Dio un paso y luego otro, escuchando sus espuelas acercándose, como una melodía de muerte, pero que no acababa nunca. Un requiem infinito. Ojalá lo matara y parase todo aquello. En su mente ya era lo único que pedía. Que me mate. Que me mate ya...

- Bueno, abuelo. Éste es el último...- dijo ella, mientras se agachaba a su lado y colocaba el madero, en el que se habían clavado las otra balas. Él negó con la cabeza de forma histérica tratando de resistirse, mientras ella le acariciaba la cara, como si tratara de calmarlo. Aquello era lo más cruel de todo. La delicadeza con que estaba haciendo todo aquello, sin un ápice de remordimiento o culpabilidad en el rostro. - Shhh, ya estamos acabando. - susurró ella, al tiempo que introducía el revólver, con la última bala, dentro de la boca de él. Obligó, haciendo palanca a que la abriera, para apoyar el cañón sobre el piso de la boca. Mc Donald echó instintivamente la lengua hacia atrás, apartándola de su trayectoria. Al accionar el gatillo, la bala atravesó la carne del maxilar inferior, y el hombre gritó, haciéndose daño en las cuerdas vocales, mientras notaba el sabor a hierro de su sangre en la boca. Rápidamente introdujo el hierro al fuego por el agujero, provocando que el viejo volviera a perder el conocimiento, mientras cicatrizaba su herida para que no muriera por la pérdida de sangre. Le tomó el pulso. Si, aún seguía vivo. Sujetó la cuerda que había cortado, le dio unas vueltas entre los dedos y las tensó con las manos con un chasquido, observando el cuerpo. Introdujo la cuerda por el orificio que había hecho en su pie derecho, y realizó un nudo por encima y por debajo. Hizo lo mismo con el otro pie, y luego con el agujero que el viejo tenía sobre cada una de las las muñecas. Los huesos de la mano eran demasiado endebles para sujetar su peso, se partirían. Acabó cuando atravesó por fin el último agujero que le había hecho en la mandíbula, en el momento en que el hombre volví a recobrar la conciencia. Ahora sólo era capaz de balbucear, mientras su lengua se rozaba con la aspereza de la cuerda. Aún quedaba mucho por hacer, y tenía que volver a casa antes de que saliera el sol. Quería dormir un poco.

Mañana le esperaba una cita a la que asistir...

---------------------

Por primera vez en mucho tiempo, el canto del gallo la despertó, y en lugar de salir de un salto de la cama, se revolvió contra las sábanas, rezongando. Robó cinco minutos más, pero luego, se levantó, tomó un café cargado, se vistió con unos vaqueros y una camisa cualquiera, calzó las botas y comenzó a trabajar. A medio día, mientras se tomaba un descanso para jugar con los perros, que por la tarde tendrían que bajar al campo a vigilar al ganado, toda una comitiva se adentró por las puertas de su rancho. Una caravana, un par de motoristas y un Rolls Royce precioso con una cornamenta enganchada sobre la matrícula aparcaron en su puerta. Ella dibujó una sonrisa pícara y autosuficiente en el rostro. ¿A qué chica no le gusta que le traigan cosas bonitas? Se acercó a ellos mientras se bajaban de sus respectivos vehículos.

- Bienvenidos a Relinchos al rojo. - dijo arrojando una cuerda trenzada, por la que los dos perros comenzaron a pelear, sin perder de vista a aquellos tipos, a pesar de todo. Ella se sacudió las manos, cuando los motoristas empezaron a hablar. Al hacerlo vio que uno pisaba la conversación del otro como queriendo disculparse. Toda aquella tensión resultaba refrescante, sobretodo teniendo en cuenta que seguramente no tenían idea de lo que había hecho unas pocas horas antes. Su reputación, poco a poco, la iba precediendo, y eso siempre había sido algo muy necesario para una figura de autoridad como lo era la suya. - Dígale al Señor Cobblepot - dijo haciendo que sonara con cierta sorna - que me sobra su gusto en ropa, y también sus pretensiones por aparentar. Ya sabía a lo que venía al hacer ayer su invitación, y ni más ni menos que eso es lo que va a tener en su carísimo y elegantísimo restaurante. - dijo con una sonrisa, guiñándoles un ojo con complicidad.

Luego se dio la vuelta y comenzó a andar rumbo al interior de la casa. Cerró la puerta tras de sí, y tras reír tranquilamente por lo bajo, cogió el Walkie, dio unas indicaciones a los trabajadores, que ya estaban sobre aviso de que tenía una reunión que iba a hacerla ausentarse del rancho, y encendió la ducha. A diferencia de otras mujeres, ella era bastante más rápida. Ya había escogido qué ponerse para la ocasión, lo había planchado y apartado para asegurarse de que estaba preparada. El cuello de la camisa, sus dos estrellas de Sheriff plateadas y bruñidas, el correaje del cuello, las pistoleras y las botas de cuero negro, las espuelas de plata vieja, el chaleco estampado, el vaquero... Absolutamente todo, hasta el último detalle.

Salió de la ducha, y su único dilema, que resolvió con rapidez, fue si recogerse el pelo trenzado como solía, o permitir por una vez que su melena fuese libre, al viento. Optó por lo segundo. Su pelo era rubio y fino, de manera que, tras escurrirlo con la toalla y en el tiempo en que tardó en vestirse, estaba sólo ligeramente húmedo. Se miró frente al espejo completo del baño, encantada con el resultado. ¿No quería elegancia? Pues eso iba a tener. Calzó el sombrero sobre su cabeza, y se echó unas gotas de perfume a cada lado del cuello, bajo el lóbulo de la oreja. Nada de perfumes que recordaran a frutas o a florecillas. El suyo era almizcleño y picante. No era fuerte, pero si llegabas a la distancia suficiente para olerlo, resultaba penetrante y salvaje, pero agradable.

Comprobó antes de salir de casa que sus revólveres estaban cargados, y los guardó en las pistoleras de su cinturón. A su vez, llevaba un pequeño espacio en el que había enganchado una fusta, que era un elemento decorativo y también, bien utilizado, una buena defensa. Además, la delataba como jinete. Cuanto todo estuvo en orden, se puso la chaqueta, dejándola abierta y salió de casa. Pudo leer el resultado que esperaba en la cara de los motoristas, que se habían quitado el casco, seguramente para respirar mejor.

Habían visto perderse por la puerta a una chiquilla cubierta de barro y ahora, una media hora después, no sabían bien a dónde mirar a la impactante mujer que salía de la casa en su lugar. Casi parecían dos personas distintas. su paso era decidido y elegante, torneaba sus caderas haciendo que la chaqueta acompañase un vaivén hipnótico y cadencioso. Cuando se acercó al coche y tras un momento de duda, le abrieron la puerta, permitiéndola entrar.

El interior del coche era tan lujoso como el exterior, y hacía justicia a su conjunto, tapizado de cuero negro. En cuanto se acomodó y abrochó el cinturón, se pusieron en marcha. Estaba deseando saber qué tipo de encuentro se iba a suceder, ya que la veda de negociación todavía estaba abierta. En eso pensaba durante el trayecto, cuando en ese momento, la radio del coche, que estaba encendida y dejaba oír una música suave, fue repentinamente interrumpida con noticias de última hora. Después de la melodía inicial, una voz severa de comentarista ensayado empezó a narrar.

-"Terrible descubrimiento en las afueras de Gotham, cuando la policía ha encontrado el cuerpo de un anciano, que ha sido identificado como Harry Mc Donald, colgando de la rama de un árbol. tengan la bondad de apagar la radio si están en presencia de personas impresionables, ya que la siguiente descripción puede herir la sensibilidad del oyente. Según fuentes no oficiales, el hombre ha aparecido desnudo. Le han atravesado manos y pies, así como la mandíbula. Su estado es de extrema gravedad, y se mantiene en un hospital del que no diremos nombre, ya que la policía piensa que puede haber sido un atentado contra su vida por parte de la mafia. Las investigaciones continúan buscando información en torno al suceso, y aceptarán cualquier información que..."- continuó la voz. Ella escuchaba, sin el menor cambio en el rostro. Ahora sólo podía pensar en una cosa. Sólo había tomado un café esa mañana. Esperaba que en ese sitio tan elegante fuesen capaces de servir un filete en condiciones.
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MensajeTema: Re: En la Granja de Mc´Donald [Pre-Omega] (Pingüino)   En la Granja de Mc´Donald [Pre-Omega] (Pingüino) Icon_minitime26th Junio 2014, 05:38

Había unas vistas magníficas del circuito circular por el que corrían los caballos desde el restaurante, sin embargo, para las mesas interiores múltiples paneles mostraban el seguimiento de la carrera por las diferentes cámaras ubicadas en el hipódromo. Oswald solía escoger siempre alguna situada frente a las cristaleras inmensas para contemplar en vivo el espectáculo; Tal vez se viera desde más lejos, pero prefería que fuese en directo, lo encontraba más emocionante.

Aunque lo realmente emocionante estaba por llegar. Sacó de su bolsillo la bala plateada que Rebecca le había ofrecido como un amenazante presente, y la contempló con curiosidad. Qué mujer tan extraña, con qué costumbres tan extrañas, y sin embargo, fascinante. La guardó al oír las puertas del salón abrirse para dar paso a sus dos guardias a tan especial invitada. No pudo evitar sonreír plenamente satisfecho al verla, y de hecho, sacudió la cabeza y abandonó su asiento para recibirla con un pausado aplauso. El resto de comensales observó a la muchacha con desdén y extrañeza, la misma que Cobblepot solía recibir cuando se pasaba por allí. Pero esa gentuza solo era valiente hasta que les mirabas a los ojos, igual que un perro callejero. La mona podía vestirse de sedas, pieles, y las joyas más caras, pero bajo esos disfraces, seguía habiendo un repulsivo simio, y con esa gente ocurría lo mismo. Por eso esa mujer se merecía tan calurosa bienvenida por su parte.

-Querida Rebecca, permítame mostrarle mi más sincera admiración. Hay que tener muy bien puestos esos bonitos pantalones para presentarse así ante esta chusma, y sin embargo, a usted bien poco le importa lo que piensen o digan. Confieso que de haber aceptado mi propuesta y haber aparecido con un bello y caro modelito para fiestas elegantes me habría sentido en parte decepcionado. Por favor, permítame hacerle sitio... -Se acercó hasta el asiento de la vaquera retirándolo para que pudiera sentarse, y acto seguido regresó al suyo. En ese instante, alzó la zarpa para llamar a uno de los camareros, que se aproximó casia regañadientes.

-¿Desean la carta los señores?

-No será necesario Schultz, conozco el menú de la casa. Quiero que nos traigas las mejores especialidades de carne y pescado que tengáis, y también un buen vino para mí, y para la señorita... Lo que ella pida. No tardes, la carrera está próxima a empezar.

El camarero se fue con el pedido hacia las puertas de la cocina, y Oswald quedó absorto contemplando a su invitada.

-Le queda estupendamente el pelo suelto, señorita. Creo que le gustará la comida de aquí; No es una barbacoa, pero hacen maravillas con la carne de caballo y es el único lugar que conozco donde está permitido comer búfalo. Al parecer es tradición del restaurante, ya que antes de que el hipódromo fuese construido, había muchos ranchos aquí, en la época del viejo oeste, y esta zona era rica en manadas de Búfalos, así que cuando los ranchos dejaron de ser rentables, uno de los propietarios decidió convertir su rancho en un restaurante Saloon, y obviamente aprovechó lo que tenía más a mano. Un hombre inteligente, pues la jugada le salió redonda. Los caminos de polvo se convirtieron en carreteras de asfalto, luego Gotham creció cada vez más hasta casi absorber la zona, y finalmente el local fue insertado en las instalaciones del Hipódromo. En el fondo, esos bistecs son un homenaje al viejo oeste... Pero bueno, disculpe mi atolondrada verborrea. Creo que sería más interesante hablar del terrible "accidente" que ha sufrido Harry esta noche, ¿no? -Su voz sonó cortante como una guillotina al pronunciar la última frase. Uno de los clientes del Pingüino había sido torturado hasta casi la muerte, y no habían sido sus hombres. Aquéllo no iba a darle muy buena imagen, y lo peor de todo, era que la autora de los hechos era un hueso duro de roer, tal como había comprobado Oswald con la trampa del vestido. Sí, era mortal y hermosa, como un águila calva.
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MensajeTema: Re: En la Granja de Mc´Donald [Pre-Omega] (Pingüino)   En la Granja de Mc´Donald [Pre-Omega] (Pingüino) Icon_minitime26th Junio 2014, 18:23

El viaje fue calmado, y después de acabar la última hora, la radio recobró el tono tranquilo que había mantenido hasta entonces, aunque dada la situación aquello le pareció casi una ironía. La gente recordaría la noticia como una interrupción en sus monótonas vidas, un escándalo que duraría lo mismo que lo que había tardado la música en derramarse de nuevo por el dial. Ella se acomodo en el asiento e inclinó el sombrero hacia delante, descansando la vista. Cuando por fin detuvieron el coche y la dejaron bajar, algunos de los dignatarios que se encontraban allí la miraron, escandalizados. Los miembros de seguridad del pingüino la hicieron pasar, y cuando por fin llegaron al restaurante encontró al hombre, como siempre vestido con sus mejores galas, en torno a una mesa finamente vestida para la ocasión. Desde luego la elegancia era su carta de presentación.

- Howdy, Howdy, Howdy, Oswald. Le veo bien. - saludó ella cordialmente, poniendo dos dedos sobre el ala del sombrero y apartándolo en un gesto cordial. - Veo que sigue tan elegante como el día en que le conocí...- dijo haciendo que aquello sonase casi nostálgico, cosa bastante irónica teniendo en cuenta que se habían conocido cara a cara ni mas ni menos que el día anterior.

Él apartó la silla para ella, y tomó asiento frente a él, agradeciendo el gesto con una suave sonrisa. Nunca la habían tratado así, salvo en las fiestas de su padre. La obligaban a ponerse vestidos que odiaba, y la miraban mal cada vez que cogía algo con la mano. Era la otra cara de Texas. La de la educación estricta y católica. La que ella detestaba con toda su alma.

- Whisky extrarrocas. - dijo ella con una sonrisa, y el camarero se perdió un instante en sus ojos azules, antes de marcharse de la mesa. - Este es un buen sitio. Me alegra saber que, como yo, disfruta del directo. - añadió, con una suave sonrisa.

Apoyó un codo en la mesa, y luego su barbilla en el reverso de la mano, mientras se concentraba en captar algo en el interior de los ojos de Oswald. Seguramente se habría enterado ya de lo sucedido con Harry Mc Donald. Las noticias en Gotham volaban, y más cuando a quien le pasaba algo era a un supuesto protegido tuyo. Algunos podían legar a tomarlo muy a mal, casi con intrusismo profesional. Pero por el momento, atendió a todo lo que el pingüino tenía que contar sobre el lugar en que estaban. Nada que, por otra parte ella no supiera, puesto que conocía la historia americana y sobre todo la que consideraban del viejo oeste como la palma de su propia mano. No por nada era una apasionada de ello. Sin embargo, y tras acabar el monólogo que se le estaba haciendo de lo más ameno, soltó el primer balazo. Cuando lo hizo, el rostro de ella no varió ni un ápice, sus ojos cristalinos se fijaron profundamente en los verdes de él, directamente.

- Lo he oído en las noticias. Un duro trago para Harry, sin duda. No sé a donde vamos a llegar. Esta ciudad se está yendo al traste. - dijo ella en un tono neutro, hilando tópico, tras tópico, hasta ese preciso momento. - Pero usted, mejor que nadie, conoce las entrañas de Gotham, ya sabe cómo es. Los atracos, las peleas, las violaciones, los robos... - dijo, haciendo una pausa premeditada tras esa palabra, que casi pareció adquirir eco propio, haciéndola cobrar más peso que a las demás. Sus ojos se entrecerraron con una sutileza que sólo alguien que mantuviera la mirada fija en ellos sería capaz de percibir. - ocurren, sin más, continuamente, y no siempre se puede hacer algo por evitarlo. - añadió, mientras ladeaba la cabeza con suavidad. Su rostro adquirió la peligrosidad propia del misterio, haciendo incapaz leer las sensaciones en ella, a pesar de la clara transparencia que la caracterizaba en sus actos y modo de ser.

En ese preciso instante el camarero apareció con sus bebidas y un programa de la carrera, que ella cogió y ojeó casi con desgana, mientras servía las bebidas muy correctamente. Enseñó la etiqueta del gran reserva al Pingüino, y tras abrirlo, servirlo y permitirle saborearlo, dejó la botella, rellenando la copa. Estaba dispuesto a irse, cuando ella le llamó con un chasquido de dedos, que hizo que a su alrededor, se elevaran unas cuantas miradas, que luego volvieron a sus propios platos con reproche. El camarero se acercó inclinándose levemente, ella acercó su rostro al de él casi susurrándole al oído, lo cual puso la piel de gallina al camarero, luego la miró, asintió y ella se sacó del bolsillo de la chaqueta un papel doblado por la mitad, que él cogió. Intercambió unas palabras más con él, mientras sus ojos se desviaban para fijarse en Oswald, que la miraba con lo que le pareció no muy buena cara. Luego, el camarero desapareció y se llevó el programa. Ella soltó una suave risa, que sonó musical y cristalina, y luego tomó un trago de su bebida dorada, con extra de hielo. Al tragar, se relamió los labios, fijando su mirada en su acompañante.

- Digame Oswald, ¿Por qué caballo ha apostado?- preguntó ella entonces, con un mohín interesado, volviendo a apoyarse sobre el codo. No hizo ninguna apreciación de su modo de apostar. Prefirió guardárselo para ella.

Un pequeño rato después, los camareros daban viajes a la mesa, llenándola de platos suculentos que despertaron rápidamente el apetito de la Sheriff, que ya estaba de por sí desatado. Le sirvieron una buena pieza de solomillo con pimienta, que se aseguraron por orden de la chica, estuviera vuelta y vuelta. Le gustaba la carne poco hecha, sobretodo si era de buena calidad. Mientras extendía la servilleta sobre su regazo, y cogía los cubiertos de la carne, observando por donde empezar a partirla, retomó el tema que anteriormente les había ocupado.

- He oído que lo han encontrado atravesado en cinco partes. - dijo ella en un tono íntimo, para que sólo pudieran escucharlo ellos dos. No miró al pingüino de momento, pero hundió el tenedor en su carne, con un sonido jugoso. - Supongo que eso habrá afectado a sus compañeros de negocios...- añadió mientras hundía el cuchillo en la carne, y esta era partida, al tiempo que la sangre teñía el plato, entremezclándose con la salsa y volviéndola rojiza. - Pero habría sido mucho peor si hubiera muerto. ¿No es cierto? Mientras siga vivo, esto solo supondrá un pequeño revés. - dijo, en un tono de elucubración, evitando mirar a su acompañante, mientras elevaba la carne hasta la altura de sus labios. Hubo unos instantes de silencio. Tenso e inacabable, hasta que una sutil sonrisa se posó en ambas comisuras de la Sheriff, mientras volvía a fijar sus ojos en el pingüino. Su mirada era intensa, casi ardiente. - Feliz navidad, Oswald. - añadió entonces, obviando el hecho de que ya era tarde para desear algo así, en un susurro que parecía pronunciado sólo para el disfrute personal del hombre que tenía delante, antes de introducir finalmente el trozo de carne dentro de la boca, y masticarlo lenta y gustosamente.

Porque efectivamente, lo único que había salvado la vida de Harry Mc Donald, lo único que había impedido que hubiera aparecido muerto y colgado en señal de advertencia, la única cosa que le había mantenido vivo y la había hecho obrar con cuidado en la justicia impartida durante su castigo, era que la última bala, aquella destinada a alojarse entre ceja y ceja, con la que pensaba finiquitar la vida de semejante malnacido en el último tiro de gracia, reposaba ahora, en señal de respeto, en el bolsillo de la chaqueta de aquel a quien llamaban Pingüino.
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MensajeTema: Re: En la Granja de Mc´Donald [Pre-Omega] (Pingüino)   En la Granja de Mc´Donald [Pre-Omega] (Pingüino) Icon_minitime2nd Julio 2014, 06:14

Oswald contempló cada vez más molesto la actitud provocadoramente inocente con que la joven ranchera evadía el tema del suceso con Harry McDonald. No había duda de que había sido ella, en toda su brutal magnitud, pero viéndola allí enfrente, con su actitud juguetona y la delicadeza con que cortaba su filete o tomaba la ensalada era imposible imaginárselo.

Pero el honor de un Cobblepot está por encima de cualquier cosa.

- Celebro que le guste el banquete querida... He apostado por el ganador, por supuesto -A pesar de la tensión del momento, el pingüino no pudo evitar acompañar aquélla frase de una mirada atípicamente pícara en él, dedicada a la "creadora" de su ganador-. Sobre lo demás... Ya que usted ha optado por tomar la justicia por su mano en su territorio, algo que me ha perjudicado, me veo en la obligación de retener al animal como "pago" por las molestias que me está causando el accidente del pobre Harry. Mis clientes se sienten inseguros, ya no creen que pueda ponerles a salvo de peligrosas cuatreras terriblemente atractivas y con muy, muuuuy mal genio. Así que le propongo algo... El animal se queda con tío Ozzy haciéndole ganar cantidades absurdas de dinero en las apuestas, y usted recibirá una generosa parte de las ganancias como socia mía por la amable colaboración de su equino. Los dos saldríamos ganando; Usted sigue sacando beneficio de su animal, y yo limpio mi nombre aceptando a la amenaza que aterra a mis clientes como parte del club, haciendo que todo vuelva a ser como antes para ellos y para mí. ¿Qué le parece, pequeña Calamity?

Sorbió de su copa de vino tranquilamente. Era un buen trato, desde luego, pero algo le decía que la testaruda Sheriff tendría algo que decir. A ella le gustaba dar miedo, disfrutaba con ello. Tal vez no quisiera que la gente pensase que el viejo Cobblepot había conseguido domar a la fiera... En el fondo, ambos tenían un honor que defender. Sonrió para sus adentros, y contempló a su invitada mientras se servía un nigiri sushi de salmón, degustando el exótico sabor del pescado crudo en su paladar.

Le encantaba esa mujer.
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MensajeTema: Re: En la Granja de Mc´Donald [Pre-Omega] (Pingüino)   En la Granja de Mc´Donald [Pre-Omega] (Pingüino) Icon_minitime2nd Julio 2014, 11:47

[FDP: Puedes mirar el primer post si quieres, y comprobar que no he editado nada. Espero que disfrutes de esto tanto como yo, porque la verdad, cuando me di cuenta, pensé: Esto va a ser épico. Si te parece mal, o cualquier cosa, dímelo y edito]

Sobre las apuestas, esa forma en la que el pingüino resolvía sus dudas provocó en ella un una respuesta imposible de obviar. Si bien no dijo nada, pues no quería sacar sus cartas antes de tiempo, y no pretendía delatarse, su sonrisa se volvió al principio complaciente, haciendo que en el interior de sus ojos se encendiese una vena retorcida. Seguro que él sabría identificar esa sonrisa. Como si ella supiera algo que él no. Por que efectivamente, así era.

Sin embargo, su siguiente oferta, hizo que ella afinara su atención. La verdad es que no le parecía nada atractiva, y se debía a varias cosas. Primero, había dado por supuesto que había sido ella quien había hecho eso al granjero. Estaba jugando aun juego peligroso, porque si llegara a delatarla, a pesar de tener las espaldas bien cubiertas ella no tendría el menor miramiento en convertirle en la siguiente pieza de caza colgada en un árbol o una viga. Igualito que a una perdiz o un pato. Aunque seguramente se quedaría con un pequeño recuerdo. Nunca había comido carne de pingüino, y una parte de sí se preguntaba a qué sabría...

Segundo, daba por hecho que le permitiría quedarse con el animal, y estaba enteramente equivocado. El simple hecho de hacerlo, suponía que Camarlengo iba a convertirse en una mercancía. En ganado, y de ser así, habría que tratarlo como a tal.

En cualquier caso, pareció pensárselo mientras comía tranquilamente, echando algún que otro tiento a su filete (nada malo, por cierto) y bebiendo de vez en cuando algún trago de Whisky, aunque no le hacía mucha falta. La sangre de la carne la hacía estar jugosa y tierna. A medida que fueron anunciando la carrera, y el tiempo se acercaba, ella pensaba con más cuidado, exactamente, qué pretendía decirle al capo que tenía delante. Había sacado algo en claro de ese enano trajeado y retorcido. Todo lo que le faltaba en altura, le sobraba en inteligencia. Aunque la cubriera de galanterías, era todo un buitre, y lo decía en el mejor de los sentidos, a pesar de que resultase una mala noticia para ella.

A mitad de la comida, llamaron a los jinetes a los puestos de salida. La carrera era inminente. Ella dejó los cubiertos sobre el plato, se secó con la servilleta, que dejó sobre la mesa, y cogió la silla, para acercarla un poco al ventanal por el que se veía la carrera.

- ¿Le importa si me pongo un poco más cómoda? - preguntó, aunque realmente no esperó su aprobación. Cogió la silla y la plantó con un ademán junto al pingüino, aunque aún no se sentó. Se inclinó ligeramente, apoyando la mano en el respaldo de él y asomándose por el otro lado, para hablarle de una forma más cercana. - He pensado en su oferta, Oswald. De verdad. ¿Y sabe qué creo? Que no está usando las...- hizo una pausa y levantó el mentón como tratando de encontrar las palabras adecuadas. Si tenía tan buen olfato como para justificar esa nariz, no había duda de que desde allí le llegaría una nube del aroma a perfume que llevaba. - ... miras adecuadas. - finalizó al fin, encontrando sus ojos con los de él, con una sonrisa ladina que resultó casi despiadada.

Entonces, paseó tras su silla, se sentó en la que había llevado a su lado y tomó asiento de un modo pesado y descuidado, casi arrojándose contra la estructura de madera. Se acomodó y sin preguntar, extrajo el monóculo del pingüino en un gesto rápido, aunque cuidadoso con la mano que le quedaba más cerca.

- No pierda detalle, Oswald.- se sonrió ella, con superioridad. La mano que sostenía el monóculo se acercó a su pecho y lo frotó contra la suave tela del chaleco que llevaba. La otra ciñó sin ningún miedo el mentón escaso del hombre a su lado, cogiéndolo entre el pulgar y el índice, y en un gesto suave le colocó de nuevo el monóculo. Aún tenía asida su barbilla, y lo atrajo hacia el cristal de forma muy leve, para que prestara atención a la carrera. - Esto le encantará...- añadió, haciendo que su tono de voz sonase al de un juez leyendo cadena perpetua, al tiempo que se oía el disparo de salida.

Ella cruzó los brazos, remarcando el fértil valle que había entre sus senos, mientras los ojos se le entrecerraban y una media sonrisa le curvaba la comisura del labio. El tiro de salida marcó el inicio, y los cascos de los caballos tronaron contra el suelo arrancando la pista de tierra, levantando el polvo. En aquel restaurante no se oyeron los clásicos gritos desesperados de los jugadores que habían apostado sus últimos dólares al caballo ganador. Aquella gente tenía dinero de sobra para perder, y que no supusiera más que un divertimento. En lugar de eso, se escuchaban las acompasadas respiraciones de aquellos que habían tomado más o menos riesgo, mientras sus ojos buscaban desesperados el número de su animal.

Uno, entre todos ellos, quedó claramente desplazado del resto en la salida, y salió al trote, en lugar de al galope. El Jokey le espoleó con todas sus fuerzas y sólo entonces comenzó a correr, aunque el caballo ya se había quedado totalmente rezagado. Trató de desviarse hacia la valla y ante la sorpresa de todo el público, el animal levantó las patas delanteras, a punto de saltarla, antes de que el jinete le corrigiera. Parecía pasarle algo al animal, que estaba descontrolado. Le sacaron el menos diez cuerpos de ventaja, al cruzar la línea de meta, junto a otro caballo rezagado. De los doce, quedó en onceava posición. "Moreno", número ocho, había sido todo un fracaso en aquella carrera de estreno, un nombre bien feo, por cierto, para rebautizar a Camarlengo.

Aunque habría podido hacerlo, la mujer no se rió, solo contempló la repetición de la entrada, dejando un tiempo para que el pingüino asumiera lo que acababa de pasar. Algo que sin duda, no se esperaría. Cogió el caso de Whisky acabando su contenido, para dejarlo de nuevo sobre la mesa. Luego, giró muy lentamente la cabeza, obligando a sus miradas a encontrarse. La suya era firme, y sería falso decir que no había cierto regocijo flotando sobre el hielo azulado de sus iris.

- Tenía razón al decir que no tenía idea de caballos, Oswald. - se sonrió entonces, y pasó un brazo en torno a los hombros del caballero, como si quisiera que ese tacto fuera conciliador. Se aprovechó de él, para acercar sus labios a su oído, sonriendo ahora que él no podía verlo. - ¿Es que el viejo Mc Donald no se lo dijo?...- hizo una pausa, y lo miró insistentemente asomada suavemente hacia delante, mientras sus miradas se cruzaban de nuevo. - Camarlengo no es campeón de Carreras...- susurró haciendo una pausa. - Lo es de Salto. - añadió, haciendo que esas palabras le calaran muy hondo. Si eso no le hacía odiar al viejo, nada lo haría. Suponía más de un agravio, y no sólo por la trampa, si no por el ridículo.

El camarero volvió a su mesa, y cuando los encontró a ambos tan juntos, carraspeó. Ella levantó la mirada hacia él, y le cortó, directamente.

- Que me lo ingresen en la cuenta, encanto. Y tráeme una botella de Whisky. Quiero celebrarlo. - añadió, guiñándole un ojo.

Pues claro que había apostado. En el papel que le había tendido al principio al camarero aparecía todo lo necesario. Tenía una cuenta bancaria sólo para apuestas, en las que ingresaba el dinero preciso para hacerlo. En una combinada de tres, por el primer, segundo y tercer puesto, había acertado el primero y el tercero. Había apostado 50.000 dólares americanos, con un primer puesto arriesgado de cinco contra uno. Los 80.000 que habría ganado con el segundo fueron una pérdida, pero al menos le quedaba el consuelo de haber conseguido los 30.000 del tercer puesto. En total, había apostado 50.000 y había sacado en torno a un cuarto de millón. No estaba mal.

- ¿Sabes qué creo, Oswald? - dijo entonces, retirando la mano que lo sujetaba para cambiar de hombro, apoyándose suavemente en él, mirándole con el rostro convirtiéndose en la expresión misma de la severidad - Creo que Harry nunca pagó su deuda...- comenzó, con un tono decisivo - Creo que contrató a alguien para que le diera su merecido, porque con el Pingüino no se juega... Creo que lo dejó vivo, para que aún le pague lo que le debe, en cuyo caso, nosotros estaríamos en plena cita, viendo correr a MI caballo de salto en las carreras.- finalizó alzando una ceja, entrecerrando los ojos de forma taimada. La Sheriff estaba tan puesta en caballos como en negociar.
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MensajeTema: Re: En la Granja de Mc´Donald [Pre-Omega] (Pingüino)   En la Granja de Mc´Donald [Pre-Omega] (Pingüino) Icon_minitime3rd Julio 2014, 03:37

-Tenía razón al decir que no tenía idea de caballos, Oswald. ¿Es que el viejo Mc Donald no se lo dijo?... Camarlengo no es campeón de Carreras... Lo es de Salto.

Undécimo. Su caballo había quedado undécimo. Parecía que las desgracias hacían cola a su puerta desde que se inmiscuyó en los asuntos de aquél granjero. En el fondo se lo merecía claro, por haber querido aprovecharse de su situación, pero no esperaba que las cosas jugaran tanto en su contra. Ahora los corredores de apuestas contemplarían su fracaso, todos esos presumidos de traje tendrían todo el derecho a reírse por el espantoso ridículo que ese viejo imbécil le había hecho hacer con sus mentiras. Jamás volvería a confiar ciegamente en un cliente, por desesperado que éste pareciera...

Sumido en un remolino de sentimientos que despertaban lo peor de su ser, y con aquélla vaquera riéndose de él también, Oswald tuvo por un instante la tentación de tomar su paraguas y asesinar a tiros a toda la sala, borrar sus sonrisas burlonas para siempre, pero entonces la voz de la muchacha construyó un discurso lo suficientemente interesante como para distraerle de tan vengativas ideas.

-¿Sabes qué creo, Oswald? Creo que Harry nunca pagó su deuda... Creo que usted contrató a alguien para que le diera su merecido, porque con el Pingüino no se juega... Creo que lo dejó vivo, para que aún le pague lo que le debe, en cuyo caso, nosotros estaríamos en plena cita, viendo correr a MI caballo de salto en las carreras.

Ella alzó una ceja con un gesto que a Oswald le resultó curiosamente simpático. Reflexionó acerca de la propuesta de la vaquera, y aunque aún estuviese molesto por el engaño con el caballo, tenía que reconocer que aquél argumento en el que ella era la verdugo enviada para castigar a Harry sembraría suficiente el pánico como para convencer a sus clientes dudosos de que permaneciesen de su lado, y además, quizá hubiera ganado una socia potente en el sector. Sonrió mucho más relajado, y se permitió repetir el gesto que ella tuvo momentos antes posando su brazo rodeándola, mostrándose amistoso y complacido.

-Pues yo creo que tenemos mucho que celebrar entonces; usted hizo un trabajo excelente limpiando mi honor, ha ganado una buena suma en esta carrera, y aunque yo haya perdido también mucho dinero, he ganado una cita con la única mujer que me ha regalado algo desinteresadamente... -Sacó la bala plateada de su bolsillo y la dejó sobre la mesa enfrente de ella- Tendrá su caballo querida. Ya sabe, a cada cual el Pingüino le da lo que se merece.

Observó el cabello de la muchacha, ahora mucho más cerca. Ya que ella se tomó la libertad de manipular su monóculo a su antojo, él se permitió el lujo de acariciar uno de sus mechones dorados, sedoso y brillante.

-Vayamos al coche, la acompañaré de vuelta a su rancho.
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MensajeTema: Re: En la Granja de Mc´Donald [Pre-Omega] (Pingüino)   En la Granja de Mc´Donald [Pre-Omega] (Pingüino) Icon_minitime4th Julio 2014, 19:34

Sintió el pequeño brazo del hombre sobre su cuerpo, rodeándole por los hombros. Ella le sacaba un buen trecho en altura, pero estando sentados se recortaba bastante. Su contacto fue amistoso, y a pesar de que el tipo no era el colmo del atractivo, resultó gratificante saber que sus buenos modos no le abandonaban y se aprovechaba de la situación como un baboso cualquiera. Al fin y al cabo no era difícil creer que a un tipo como él le faltaran las "amiguitas". Acarició uno de sus mechones rubios con esas extrañas garras suyas, en las que no se había fijado del todo bien hasta entonces. Tenían pinta de estar cubiertas por completo de piel, como las patas de algún pájaro acuático. Al menos hasta que le vio las uñas. Se preguntó si serían tan suaves y resbaladizas como parecían.

- ¿Qué prisa tiene, Oswald? Acabo de pedir una botella de Whisky- preguntó ella entonces reclinándose un poco en la silla, con una media sonrisa. - Es usted un hombre justo, y yo sería una mala Sheriff si no le recompensara por rescatar a mi caballo de un sucio cuatrero.- dijo haciendo que esa última palabra sonara al peor insulto que podía escucharse en la tierra. Entonces, sin previo aviso, estalló en una carcajada que hizo que los rostros se giraran hacia donde ellos estaban. - ¿De verdad es un caballo de Salto? ¿Pero como ha podido conseguir que incluyan uno en una carrera tan importante?¡Oh, Oswald, qué sentido del humor! - dijo volviendo a reírse mientras se echaba una mano a la cabeza.

La gente comenzó a murmurar en las mesas, mirando a su dirección. El caballo había hecho el más absoluto de los ridículos, y sin embargo todo el mundo había comprendido que se trataba de un caballo de salto, y no de carreras. Tal cual lo había dicho, se dejaba entender que el Pingüino había hecho aquello por algún motivo, como si se tratara de algún tipo de broma retorcida. Al fin y al cabo, ¿Qué entendido en caballos que se precie no sabe distinguir a un saltador de un corredor? Acababa de convertir aquello en una broma orquestada increíblemente, en la que además, de haber algún damnificado, jamás se atrevería a dar su nombre. De hacerlo, caería sobre él todo el descrédito y su estatus se vería dañado terriblemente. Porque la nube de gente con la que se codeaba el capo era tan fácil de manipular como un rebaño. Sólo importaban las apariencias, y con ese ademán, había salvado las de Oswald Cobblepot. Así mismo, dejaría algo que pensar en las limitadas mentes que los rodeaban...

¿Cuánto poder era necesario para organizar una cosa así, haciendo que todos dieran su beneplácito, teniendo en cuenta la importancia de la carrera? Las apuestas se llevaban de forma personal y privada. Nadie sabría si él había ganado o perdido en esa carrera...

El camarero apareció con la botella de Whisky y sirvió sendas copas del dorado líquido. Ella le tendió una al pingüino, mientras intercambiaba con él una mirada cómplice. Sus párpados se entrecerraron con suavidad, con la dulzura del aleteo de una mariposa posada sobre una flor azul.

- Por las amistades duraderas...- brindó, levantando su copa, intercambiando una sonrisa con el hombre. Una sonrisa que resultaba tan amigable, como peligrosa.

Tras tomarse un par de copas, el camarero tuvo la amabilidad de introducir el casco de la botella en una preciosa bolsa con el logotipo del local. No pensaba dejar que se quedaran con los restos de una botella de Whisky que costaba como a 3.000 dólares. Luego, ambos salieron del local, él con su diminuto andar elegante y soberbio, y ella con el contoneo natural de sus caderas del que más ojos de los que quisieran admitir frente a sus frustradas mujeres se habían dedicado a observar de forma lasciva. Montaron de nuevo en el coche con la preciosa hasta de toro rematando el frontal, y éste les llevó de nuevo en dirección a "Relinchos al Rojo".

Durante todo el trayecto, ella estuvo compartiendo con él algo de su campestre sabiduría, aplicada a los caballos de carreras. No solía dar buenos resultados aquellos que habían cambiado de Jokey en un periodo menor a aproximadamente un mes. Tampoco aquellos que habían realizado montas en menos de diez días, y rara vez los novatos solían ganar, si había algún veterano entre ellos. Le expresó las posibles taras de los animales que se podían observar a simple vista, vacilaciones, tirones de riendas, pasos cortos... pero sólo rozó la superficie de lo que, desde su mas tierna infancia, había sido su vida y su negocio.

Finalmente llegaron al Rancho y el coche se detuvo a la entrada. La verdad es que a pesar de haber resultado una noche dura, había merecido mucho la pena. Estaba segura de que había sido rentable para los dos. Él había mantenido su posición de poder, ella había adquirido el aviso que necesitaba por si a cualquier otro cuatrero se le ocurría semejante idea y sobretodo, ambos habían ganado a un poderoso aliado del que, sin duda, podrían sacar beneficio mutuo.

- Un gran viaje, Oswald. - dijo, apreciando el detalle, mientras se desabrochaba el cinturón y le abrían la puerta a su lado. - Es un placer hacer negocios con usted. - añadió mientras le tendía una mano, para despedirse.

Desde luego aquella había sido una velada interesante.
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MensajeTema: Re: En la Granja de Mc´Donald [Pre-Omega] (Pingüino)   En la Granja de Mc´Donald [Pre-Omega] (Pingüino) Icon_minitime5th Julio 2014, 17:57

-El placer ha sido mío, querida- Una vez más, en vez de estrecharla, besó la mano de la joven vaquera. Todo lo que le había contado a lo largo del viaje resultó de lo más interesante para una mente curiosa como la del Pingüino, quien siempre apreciaba algo de nuevo conocimiento. él aprovechó también para comentarle algunas cosas sobre aves que vieron por el camino, como un halcón que sobrevoló los campos junto al coche. Lo cierto es que hacía tiempo que no mantenía una conversación interesante con nadie, y eso le había hecho olvidar por un momento que su compañera de plática también era una belleza para la vista. Decididamente había valido la pena toda molestia con tal de haber conocido a esa muchacha.-Por cierto, quería proponerle algo... Dado que mis "expertos" en caballos han demostrado ser unos patanes absolutos, ¿Qué le parecería si a partir de ahora usted administrase dicho sector de mi abanico de negocios? Sería un gran honor contar con su experiencia, y bueno, por qué negarlo, también el poder volver a invitarla a compartir una velada, si usted lo desea. Es libre de pensárselo mientras doy su merecido a esos cretinos, al fin y al cabo, ya sabe dónde encontrarme.

Contempló desde el coche las tierras del rancho "Relinchos al rojo". No sabía cómo lo había logrado esa mujer, pero en esa zona se podía respirar algo de aire limpio, y soplaba una brisa fresca y agradable. Era un lugar tranquilo y acogedor, o eso aparentaba al menos. Al fin y al cabo, cuando pones una fiera a vigilar, cualquier lugar se vuelve el más pacífico del mundo...

-Bonito rancho-Tendió una tarjeta a la vaquera con el número del club Iceberg- Si necesita cualquier cosa, sólo dígalo. ¿No pensaría en serio que iba a hacerla cabalgar hasta el club de nuevo, no? Eso sería muy descortés.

Cogiendo la visera de su sombrero, hizo un leve gesto de saludo a la vaquera en señal de despedida, e indicó al chófer que se pusieran en marcha. El coche se alejó levantando el polvo del camino a su paso, y desapareciendo lentamente en dirección a la carretera.

-Señor, esa chica era su tipo, ¿Cómo es que no ha intentado "convencerla" de que se quedase un rato más?-El chófer era el empleado que pasaba más rato junto al Pingüino, y entre ellos había cierta familiaridad, pero tampoco de forma excesiva, lo justo para que comentarios como ése tuvieran lugar sin consecuencias. Al menos hasta ese día... De pronto el hombre sintió en su nuca la sutil presión de la punta de un paraguas en la nuca, y comenzó a sudar aterrado.-¿Señor...?

-Esa no es una chica cualquiera, Joseph... Es una dama. Ruda, dura, fuerte y de modales tremendos, pero por debajo de todo eso, una mujer de bandera. ¿Recuerdas por qué somos amigos, Josh?

-¿Porque soy discreto, puntual, y porque siempre le he tratado como uno más?

-Exacto Josh... Y ahora te pido que veas a la dama bajo la bestia, del mismo modo que un día viste al hombre bajo el Pingüino. ¿Podrás hacerme ese favor, "amigo"?

-S...Sí, señor.

-Excelente- Retiró el paraguas del cogote de su chófer lentamente y se recostó en el asiento, contemplando el paisaje, que lentamente iba transformándose en un entorno más urbanita- Acelera, el Club está a punto de abrir...

El silencio acompañó a los dos ocupantes del vehículo lo que quedaba de trayecto, con el atardecer sumiendo Gotham en su habitual oscuridad. Comenzaba el reinado del muciélago, plagado de crimen, sombras, y extrañas alianzas como la que un caballo robado había fraguado el día anterior.
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