[WWD] [Mini-evento]Una noche de violencia [Cullen - Garnet - Aureole] (07-04-2019)

Volver al ático fue más difícil de lo que hubiera imaginado. Las sillas seguían dispuestas tal y cómo las habíamos dejado tras la sesión de hipnosis. Seguían sobre la mesa los vasos vacíos y las colillas de cigarro en el cenicero, en los momentos previos a atreverme a pedirle a John que me devolviera mi verdadera identidad. La visita a Cold Spring había reabierto la herida de Brooks, haciendo más profundo el verdadero significado de lo que había sido perderla. Fui directa al cuarto de baño, deseando darme un baño y cambiarme al fin de ropa y me encontraba ya bajo el agua cuando escuché la voz de Ruby a mi espalda. Con todo lo sucedido casi me había olvidado de ella y su voz me hizo sobresaltarme.

— Volvió a por tí.

— ¿Qué?

— John. Volvió a por tí. — Su voz no denotaba que la idea de tener a John pululando a su alrededor le hiciera demasiada ilusión, pero para mí… Fue como aplicar hielo a una quemadura. Había perdido a mi madre y mi familia. Pero me quedaba John. Era una noción disfuncional de lo que era una família, pero era alguien. Alguien que al parecer, me quería de verdad. — Pero ya se ha ido. Se larga del país. — ¿Lo que he dicho del hielo? Cambiadlo por sal y en lugar de una quemadura, una herida en carne viva. — De hecho me sorprende que no os hayáis cruzado por el camino. Se fue poco antes de que tu llegaras. Debe estar ahora cogiendo el avión.

— ¿¡Pero a tí que coño te pasa!? — Le espeté, dejandome jabón a medio quitar, pero saliendo de la ducha y corriendo en pelotas a la habitación. — ¿Por qué no me lo has dicho antes?

— ¿Por qué iba a hacerlo? ¿No estarás pensando en ir tras él, no?

Me giré a mirarla. Es que, directamente, la idea de no ir no se me había pasado por la mente. Para empezar porque no creía que John hubiera venido hasta el ático si su intención era que no fuera con él. Se me hacía más el tipo de hombre que se hubiera largado sin decir nada, tal y como hizo Johnny. Incluso en comisaría, me habían llegado noticias de todo lo que estaba sucediendo alrededor del mundo, los portales y los demonios. Desde su primera mención que había tenido la sensación de que esa era la razón por la que se creó ShadowPact, aunque nadie me lo hubiera dicho en ese momento. Pero más allá de eso, es que no quería quedarme sin hacer nada. Me carcomía la consciencia y los recuerdos y largarme a vete a saber donde me parecía una buena idea. Sin importar el destino o qué estaba haciendo, si John tenía alguna “misión” en mente, me iba a aferrar a ella cual clavo ardiendo. Una sesión de espiritismo en un cementerio me iría de lujo para no pensar en la mierda que me acosaba en el mundo real.

Scarlett no pensaba así. Su mirada era irada, severa, como si le hubiera propuesto la idea más estupida del mundo. Y ciertamente debía ser estúpida. Pero, ¿y qué?

Me vestí con lo primero que pude, tejanos, una camiseta cualquiera, botas. Ni siquiera cogí una chaqueta. Cogí la billetera del cajón de la mesilla de noche, y salí despedida hasta el ascensor, que por suerte seguía en el ático de cuando yo había subido. Mientras bajaba, Ruby seguía a mi lado. Volver a ver fantasmas por todas partes era desesperante, pero la mayor parte del tiempo podía ignorarles por completo. Pero con ella era distinto. No ignoras tan sencillamente la persona que ha sido el eje de tu vida durante años. Bajar a la calle, coger un taxi, llegar al aeropuerto y correr por los vestíbulos buscando la cabeza rubia y la gabardina, todo con el fantasma pelirrojo taladrándome la oreja. Que no es buena idea. Que no tengo poderes. Que soy débil sin ella, y miles de otras gilipolleces que tan buen punto entraban por un oído, salían por el otro. Al final, me giré a responderle.

— Cierra el pico, ¿quieres? Mira, sé lo que pasó. Ahora lo entiendo y recuerdo lo que hiciste por mí. Pero las cosas han cambiado. Estabas en mi cabeza, — me golpeé el pecho, tal vez con más fuerza de la que pretendía y mis nudillos heridos se resintieron. — Pero es mi cuerpo y sigo llevando conmigo todas y cada una de las putas experiencias de los últimos veinte años. Soy perfectamente consciente de lo que puedo y no puedo hacer, y estoy aquí y ahora, y jódete Scarlett, pero ahora no puedes detenerme.

La gente a mi alrededor se había quedado mirando mi discurso en solitario, cuchicheaban en voz baja, evitando mi mirada cuando les veía, ligeramente desconcertada. Bueno, yo misma creo que no estoy del todo cuerda, añadir un par de nombres a la lista que comparten la opinión no debería afectarme… demasiado. Seguía queriendo a mi hermana, con locura, y más todavía después de saber todo lo que había llegado a hacer por mi. Pero eso hacía que estuviera todavía más irritada por la situación. Yo tendría que ser el fantasma, y mi cuerpo debería ser el de ella. Ruby hubiera sobrevivido mejor que Garnet. Pero ahora había poco que pudiera hacer. Al menos, de momento.

Le vi detrás de ella. Tan sólo un instante, pero le reconocí de inmediato, y antes de pensarlo mis pies ya cerraban la distancia entre nosotros. No hubo un abrazo, ni me cogió en brazos y dimos vueltas en mitad del aeropuerto cerrando el reencuentro con un cálido beso. No. Pero fue cálido a su modo. Antes de que llegara a su lado me vio y vi el alivio en su mirada. Y sonreí, como solía hacerlo, sorprendiendome a mi misma por la naturalidad con la que me salió el gesto. Sabía que era temporal, que mi carácter iba a ser ahora un columpio alternando los momentos en los que sería yo misma y las brechas que se habían abierto recientemente. Pero por ahora, esos pequeños momentos en que sentía que todavía era yo misma, eran más que suficientes.

Si lamenté el no poder sentarnos juntos en el aeropuerto. Fuera lo que fuera que estabamos haciendo, hubiera agradecido un pequeño instante de decirle “estoy bien” aunque la amplitud de esa palabra fuera abstracto ahora mismo. Quería simplemente darle la mano, cerrar los ojos y pensar que podía cerrar esta etapa tras de mí y en su lugar estuve sentada, junto a una pareja de ancianos que no hacía más que hablar entre ellos y dejarme sola con mis pensamientos.

- Hay cuatro asientos libres en primera clase. Tienen mesa propia y cosas para picar. - Suspiré aliviada y me levanté para seguirle. Scarlett caminaba tras de mí, siguiendo mis pasos, invisible al resto del mundo.

— Dime que entre lo que sea que hay para picar hay alcohol. Aunque sea vodka barato.

En menos de dos semanas desde su había recibido un emplazamiento para reunirse con otros de la organización. Lo había visto venir (¿y quién no, con todo lo que estaba sucediendo?), pero no había esperado tener que desplazarse hasta un aeropuerto para prestar ayuda. Y es que para alguien con una inclinación tan marcada a viajar, resultaba curioso que Aureole hubiera reaccionado como si la pereza pudiera con él. Pero no tenía que ver con eso, ni con que Shadowpact tuviera trabajo tan pronto. Lo cierto es que al mago le fastidiaban enormemente los aviones.

Lo suyo había sido siempre viajar en barco o en tren. Como persona que disponía de tiempo suficiente para casi todo, el hecho de que el avión pudiera ser más rápido le importaba poco, pues siempre se le hacía enormemente incómodo. Eran los problemas de costumbre que tenía cualquiera que emplease ese medio de transporte: facturar, embarcar, cuidar de que todo el equipaje estuviera en su sitio, poco espacio para estirar las piernas, pasajeros molestos, comentarios monótonos de la tripulación, comida pésima, tener que comprar dos pasajes para un gólem que ocupaba tranquilamente dos asientos... Lo de siempre. Viajar en primera podía ser un poco menos agobiante, pero eso no solucionaba los temas de embarque ni hacía que las turbulencias resultasen más agradables. Al menos en un barco o en un tren uno podía ponerse de pie sin tener que andar pidiendo disculpas al resto de pasajeros o tomar el fresco en cada parada o en cubierta. En casos de verdadera prisa, un apaño mágico le permitía llegar a determinados sitios con rapidez, pero por desgracia no contaba con un punto de salto en la capital española. La única alternativa era el avión. Así y todo, Aureole pensó en tomárselo con estoicismo; ante una emergencia no quedaba más remedio que estar preparado para las incomodidades.

El sangromante apareció en el aeropuerto con su aspecto más tradicional: el de un hombre de unos cincuenta años, de aspecto atildado y serio, con bastón. Se habría arreglado más si el tiempo se lo hubiera permitido, pero había salido del hotel con el tiempo justo para llegar con puntualidad. Por una vez, había dejado de lado su habitual indumentaria pasada de moda y llevaba un traje que podía considerarse no victoriano, al menos. Stanley, a su lado, llevaba sus características gafas oscuras y vestía a medida, como siempre. Todavía no había nacido el sastre que confeccionara trajes para semejantes espaldas.

-Buenos días a todos. ¿Listos para un maravilloso periplo entre nubes? - había saludado con cierta sorna. Finalizadas las cortesías, pasaron por los siempre fastidiosos trámites de la terminal (sorteados gracias a que tanto la cartera del mago como su traje contaban con pequeños agujeros dimensionales para que su contenido no hiciese saltar las medidas de seguridad), y por fin embarcaron.

Si bien la primera parte del viaje había sido como el sangromante esperaba, Constantine se encargó más tarde de "reservar" asientos en primera clase, lo que contribuyó a mejorar un poco el humor de Aureole. También les aportaría algo más de intimidad. Uno no debía ponerse a comentar asuntos extremadamente preocupantes de naturaleza arcana ante gente que podía tomar a los implicados por enajenados mentales y pasar a darles nuevos pasajes, más "seguros", en el compartimento de carga. Sin más, el sangromante se sentó a la mesa que les correspondía, posó el bastón cerca de su mano (después de todo su relación con Constantine había tenido ciertos altibajos) y recorrió con la mirada los aperitivos dispuestos. John había advertido que serían cuatro, de modo que a un gesto de Aureole Stanley, que habría seguido a su amo ante la atónita mirada de las azafatas, se quedó en su lugar, ocupando con su corpulencia un asiento de ventanilla y el central adyacente junto a una mujer de mediana edad que no dejaba de observarle. El gólem le devolvió la mirada a la señora, hizo una inclinación de cabeza y volvió a mirar al frente con el mismo entusiasmo que dedicaría a ello una estatua.

Al final resultó que fueron solamente tres en torno a la mesa de primera clase. Aureole aguardó pacientemente hasta que Constantine y la chica pelirroja cuyo nombre no conocía o no recordaba se sentasen, y al ver que nadie más se presentaba para completar el grupo se volvió hacia su compatriota.

-¿Ha ocurrido algún imprevisto? Tenía entendido que íbamos a ser cuatro. Supuse, cuando nos encontramos en el aeropuerto, que quizá habría embarcado primero. Confío en que no haya ningún problema tan pronto... - comenzó el sangromante. Sin embargo, el gesto tranquilo de los otros dos le llevó a pensar que todo iba conforme al plan, de modo que se relajó y causó la primera baja entre los aperitivos.

-Bien, asumo pues que podemos comenzar. ¿De qué trata el asunto exactamente... compañeros? - inquirió, dudando antes de usar la última palabra. Aún se le hacía raro pensar en ellos de esa forma.

Cullen se encontraba inmenso en una oscura marea, la cual el vaivén de las olas le trasmitía calma. Lentamente el sonido de las olas se fue trasformando en un extraño susurro que cada vez se hacía más grave hasta poder entender que era un hombre el que hablaba.

Bienhallado Herrero, tu corazón aclama con fervor el rencuentro con el grupo Shadowpact, no temáis; vuestras plegarias han sido escuchadas. Os reuniréis en la tierra que os vio nacer y debes buscar al hombre fumador con gabardina, el será la llave para abrirte las pesadas puertas de Shadowpact. ¿Serás capaz de encontrar la aguja en el pajar?

Por más que mirase a su alrededor en busca del dueño de aquella voz el herrero solo lograba observar el movimiento de la marea la cual comenzó a  transformarse en un pueblo lleno de vida y en medio de una calle el misterioso hombre de la gabardina, Cullen corrió hacia el hombre para voltearse pero en ese preciso instante se despertó de su confuso sueño. ¿De verdad era un sueño o era algo más? El herrero se quedó un buen rato en la cama asimilando todo aquello, no podía ignorar el hecho que había soñado con la ansiada localización de Shadowpact. Se levantó de la cama sentándose en el borde de ella dándose un masaje en la cara para despejarse de todo ¿Por qué el sueño tenía que ser tan confuso? Una vez despierto comenzó a realizar su rutina mañanera hasta que el cartero llamo a la puerta entregándole una carta firmada por su joven amiga. Sonrió y se fue al gran salón a leerla.

Querido Cullen.

Como bien te prometí encontré información sobre Shadowpact:
Según mis fuentes planean reunirse en algún pueblo de España, seguramente se reúnan en ciudades que tengan aeropuertos. Siento mucho de que mi información sea tan escasa, por el cual me he visto obligada a marcarte en el mapa las ciudades las cuales disponen de aeropuertos por las molestias. Le aconsejo que tome la ruta marítima que le lleve a Portugal directamente sin hacer trasbordo. Deseo de todo corazón que pueda cumplir su objetivo.

Atentamente,
Caitlin

De la carta salió un mapa bien detallado de por dónde tenía que empezar a buscar una vez pisara tierra portuguesa. Gracias a la carta de la dulce Caitlin Cullen estaba mas que decidido que aquel sueño era un aviso, seguramente aquel hombre era miembro y alguien habían logrado establecer contacto. Antes de todo escribió una carta de agradecimiento a Caitlin y la envió en la dirección que ponía en la carta. El día de hoy lo dedico a conseguir provisiones e información de cómo llegar. Los habitantes del pequeño pueblo le ayudaron encantados; algunos por amabilidad y otros porque no querían tener a un loco con armadura en sus cercanías. Por suerte en esa época del año había venido un circo al pueblo el cual se ofreció en ayudarle al Herrero a obtener un permiso para viajar con su caballo junto a ellos, por unos días seria miembro de la compañía. A los dos días el viaje empezó con buen pie, a nadie le importo tener a un rubio guaperas que se pensaba que era del siglo X, habían tenido de peores. Durante la travesía náutica algunos de la compañía le enseñaban a Cullen los adelantos de esta época, divirtiéndose de las reacciones del rubio. Cullen se daba cuenta pero les ignoraba, necesitaba saber lo máximo posible para no levantar sospechas. Por un lado las chicas fueron más compresivas con él y le ofrecieron ropa moderna, una camisa de cuadros rojiza con unos tejanos marrones y botas, junto con unas gafas de pasta sin graduación. Metieron toda la armadura, el escudo, la espada y un par de mudas en la típica mochila de montañero, disfrazando así a Cullen como un moderno montañero que le gusta ir a caballo.

Nuevo look :

El viaje se le hizo mucho más corto de lo que había pensado, el rubio tenía que ir aprendiendo que este mundo iban mucho más rápida las cosas. Una vez en tierra y pasado el control de metales gracias a la compañía se despidió de ellos con una gran sonrisa y se fue cabalgando a lomos de su fiel caballo, las chicas echarían de menos la cavilosidad de aquel hombre. Con mapa en mano fue siguiendo el camino que tan amablemente le había indicado Caitilin. Pasaron días, hasta semanas hasta que llego a un pueblo que empezaba a recordarle el confuso sueño que había tenido. Cullen ya estaba acostumbrado de las miradas de la gente extrañándose porque aquel hombre va en caballo y no en uno de esos aparatos llamado coches. Pero él también los miraba de forma inquisidora, sobre todo si fumaban y llevaban gabardina pero la búsqueda siempre acababa en fracaso, empezando a desanimarse. Cuando decidió irse a un hostal rendido por la pérdida de tiempo escucho como la Divina le hablaba de que había un joven espíritu que se parecía mucho a la joven viva que acompañaba, hablando de lo bonitas que eran y del precioso cabello rojizo que tenían ambas. Por cortesía se quedó mirando en la dirección que le indicaba observando la certeza de sus palabras pero el solo pudo ver a la joven viva, no tenía capacidades de ver ningún espíritu. Pero sus pupilas se dilataron levemente al ver el vivo hombre de sus sueños despalda a él, junto a la joven y un hombre mayor. Respiro para relajarse y no lanzarse encima de ellos. Con un trote rápido pero tranquilo se acercó a ellos y se bajó del caballo con suma agilidad, evitando tirar la gran mochila ni el escudo templario que estaba encima de la mochila que iban bien atados detrás de la silla. Con una mano tenia cogida las riendas del caballo y con la otra se colocó bien las gafas.

Disculpe que los moleste pero… ¿formáis parte del grupo Shadowpact? Necesito urgentemente reunirme con ellos.

Miro a los tres presentes para finalizar en el rubio de la gabardina, su corazón latía con fuerza al poder estar más cerca de lograr volver a reunirse con su familia.

No habíamos tenido ocasión de hablar. Pero, ¿cuando iba a ser el lugar adecuado? Desde luego no ahí. Desde luego, no ahora. Teníamos con nosotros al anciano de ShadowPact. Por bien que no me había quedado con su nombre, si recordaba sus intervenciones durante la reunión. Era ese hombre que parecía hablar como si le acabaran de sacar del siglo pasado, el anciano enciclopédico. Si no recordaba mal, la postura de aquél hombre, además de ser un solitario desconfiado, en lo cual, no podía culparle, había sido muchísimo más abierta a la obertura del grupo de lo que habían sido, por ejemplo, la conejita playboy. Había ido directo al grano, sin juzgar a quien había iniciado esta vez ShadowPact y centrándose en los problemas que había que resolver… Y si estaba en lo cierto y la memoria no me fallaba, pese a su poco trabajo en equipo, era a quien daría preferencia como compañero para la misión de cuantos había conocido en la reunión. Al fin y al cabo, John y yo tampoco somos famosos por nuestro compañerismo, que yo sepa.

Y yo, especialmente.

— No sabía que nuestra cara fuera tan inexpresiva cuando piensas. Es aburrido. Creo que yo soy la expresiva de los dos, la que siempre sonríe.

La ignoré. Como si no estuviera.

— Me parece estúpido que estés aquí. Que estemos aquí. Sin mi no puedes hacer nada. Distraerte con los fantasmas que te siguen.

— Sólo uno me sigue ahora mismo. Y está siendo pesada. Adivina quién. — susurré mordaz, mirándola de soslayo.

Estábamos sentados, todos juntos, en una mesa. Era obvio que me iban a escuchar. Pero confiaba en que John no necesitaba explicaciones, y que el otro miembro de ShadowPact no iba a mirarme de un modo raro si sabía que era médium… Qué cojones, eso sí era algo que podía decir ahora mismo.

— Me llamo Hailey Sullivan. — Comenté con aplomo, tendiendo el brazo derecho por encima de la mesilla. — El día de la reunión me presenté como Brooks por cosas que no vienen al caso. Si parece que hablo sola, es normal. Puedo ver fantasmas y tengo a la plasta de mi hermana comiéndome la oreja.

John resolvió de un modo a mi parecer ligeramente esquivo a las preguntas del tercer hombre - aunque bien pensado, ese tercer hombre, probablemente, fuera yo - y me limité a escuchar, sin aportar ni intervenir. Si John notaba extraño mi silencio, no dijo nada, y simplemente se fue a dormir. Le miré de soslayo, pero no intenté detenerle… Aunque yo prefería no hacer lo mismo. No había podido hablar con él… Así que probablemente no fuera una buena ocasión para que se enterara que gracias a mis recuerdos, y al igual que él, tenía pesadillas acosándome noche sí, noche también. Esa conversación, podía esperar. Como podía esperar las mil preguntas que ahora tenía por hacerle. Siempre había pensado en mi misma como una caja cerrada, segura de que en algún punto de mi vida se había perdido la llave. Pero ahora... Era un bosque. Cortaba el árbol de enfrente sólo para encontrar varios más detrás. Le dediqué una media sonrisa a mi otro “compañero” y me dediqué el resto del viaje a beber.



Nunca había estado en España, que yo recordara. Pero había estado en Francia. Y había sido una mierda bastante importante, y este lugar no parecía insinuar que fuera a ir mucho mejor. Me limité a caminar un metro por detrás de Constantine, dejando que fuera el portavoz del grupo, y me limité a observar. Observaba aquellos que se cruzaban con nosotros y los que nos miraban en la distancia, los que intentaban comunicarse y los que se reían valerosos tras la impedimenta lingüística que nos separaba. Me gustó el país, pero odié a su gente. Y pronto terminé, sin darme cuenta, con una mirada de desprecio y una afilada sonrisa de suficiencia a quien tuviera la poca decencia de mirarle durante demasiado rato.

Viaje y más viaje. Fue una rutina de silencio, al menos para algunos, puesto que yo tenía mi pepito grillo personal dando por saco de vez en cuando. Pero me di cuenta de que agradecia aquellas pequeñas rencillas, aquellas pullas. Me recordaron a mi relación con Brooks. Me recordaron a tener una familia. Y en ocasiones la miraba a ella y mi sonrisa se endulzaba. Y pese a sus contestaciones fuera de tono, me las devolvía.

Finalmente llegamos a un pueblo que parecía en plenas fiestas mayores, y de nuevo me vi distraída con el mundo a mi alrededor… Y los fantasmas. No terminaba de acostumbrarme a verlos, y si en la ciudad entre tanta gente y movimiento se hacían más sutiles y pasan desapercibidos entre la multitud, los pocos que había por ahí destacaban como velas en mitad de la noche. Y fue otra de las cosas que me callé. Otra cosa más a la lista de “No es el momento” y “ya lo hablaremos con calma”. Demasiadas, y pocas a la vez.

Y luego apareció un hombre montado a caballo. Casi di por hecho que era otro fantasma, esta vez uno de la época medieval, hasta que John le llamó Lancelot. Era rubio, de ojos miel y… sus cicatrices. De todo su cuerpo, fueron ellas las que se llevaron mi mirada, y pensé en cómo parecían no restarle atractivo. No me di cuenta, de que había alzado la mano a mi propio rostro, acariciando la larga cicatriz que me cruzaba el pómulo izquierdo. ¿Era así cómo me veía la gente? Siempre pensé que era como un lienzo roto, del cual adivinas el dibujo que hay detrás aunque no se vea completo. Al menos, en él, no me daba la sensación de que fuera un cuadro incompleto. Y pensar eso... Me hizo sonreír.

Antes de entrar en materia, la joven se presentó. Si bien la recordaba vagamente, en aquel momento ninguno de los nombres que dio le resultaban conocidos al sangromante. No era de extrañar, por otro lado. Sus intereses tendían a estar vinculados a gente mucho más mayor, aunque no estaba de más conocer a los místicos jóvenes. En algunos casos, aparecían talentos interesantes entre ellos. Esto hizo que se acordara de Elysia y de cómo la había encontrado. Sí, eso era un buen ejemplo.

Halley seguía con el brazo estirado, aguardando. En circunstancias menos... oficiales, el sangromante habría obviado el gesto cambiando de tema o hablando con alguien más. Era el único capricho más bien grosero que se permitía en cuanto a buenos modales, razón por la cual solía preferir comenzar él con las presentaciones y acompañarlas de una inclinación de cabeza para mantener la distancia. Cualquier cosa con tal de evitar el contacto físico innecesario. Por desgracia para él, no había muchas opciones para evitarlo ahora sin parecer decididamente maleducado.

-Aureole Deveron - dijo finalmente, estrechando la mano tendida de Sullivan -. Un placer conocerla oficialmente. Lamento lo de su hermana, tanto... bueno, tanto lo que la llevó a su estado actual como que se encuentre en él. No a todos los espíritus les agrada, por lo que sé. Sospecho que ya habrá oído algo respecto de mí, por lo que no la aburriré reiterando qué soy o a qué me dedico salvo que realmente tenga interés en los desvaríos de un viejo coleccionista. En cualquier caso, celebro tener con nosotros a alguien con un talento como el suyo, en especial por cuanto mis capacidades para intercambiar información con los difuntos suele requerir bastante tiempo y no menos concentración.

Una vez efectuadas las presentaciones, Constantine les puso al día. Bueno, era más que nada una forma de hablar, porque lo cierto es que no compartió demasiada información ni parecía interesado en hacerlo en aquel momento, como simbolizó el hecho de que se acomodara para dormir. A Aureole le bastaba saber que no era el único implicado en el asunto: el Fantasma Errante también estaba por medio y, sabiendo que solía requerir ayuda de otros para sus intervenciones, el sangromante supuso que al final sería de él de quien conseguirían los detalles sobre la tarea que tenían por delante.

De modo que, a falta de otra cosa que hacer, Aureole pidió a la azafata un té y sacó un libro de tapa dura y lomo añejo cuyo título hacía tiempo que se había borrado. Una vez con el té primorosamente servido, como cabía esperar de la primera clase, el mago devolvió a Halley su sonrisa alzando la taza con una ligera inclinación de cabeza, y a continuación se dispuso a hojear el libro. De cuando en cuando, una mano enguantada dejaba el libro y atraía hacia él algún otro aperitivo o la propia taza, con enorme cuidado para no manchar el volumen. Stanley, mientras tanto, seguía tan inmóvil que la señora sentada a su lado siguió mirándole, preguntándose cómo podía alguien dormir sin siquiera apoyar la cabeza en el asiento. Porque de tan quieto tenía que estar dormido, ¿no?

Tras una hora de vuelo, tomaron tierra finalmente en Madrid. Al sangromante no le gustaba demasiado. Como otras capitales europeas, había perdido gran parte de su atractivo y del misterio que una vez pudiera haber tenido. Las pocas veces que había estado en España se había decantado por otros lugares, como Santiago, Barcelona o Salamanca, de modo que no conocía demasiado bien la región. No importó demasiado, porque al cabo los tres místicos cogieron un autobús que, tras una agobiante sesión de traqueteo y falta de aire acondicionado, los alejó de la aún más agobiante ciudad hasta un pequeño pueblo con un cartel a la entrada que rezaba Villadorna. Un pueblo con aspecto relativamente antiguo, si uno obviaba las modificaciones recientes de las casas. Incluso así, el estilo era marcadamente... como él. Anticuado, estancado en el tiempo, podría decirse, pero no por ello carente de resistencia o ingenio.

Villadorna estaba de fiesta, al parecer. Guirnaldas y adornos varios decoraban las calles. Aureole observaba con interés, ajeno a las miradas que los lugareños pudieran dedicarle a él, a los demás o más especialmente a Stanley, pero no vio nada que indicase el origen de la fiesta, ni había en aquel momento algunos de los implementos llamativos que se utilizaban en otras celebraciones. Constantine atrajo su atención en el preciso momento que un hombre a caballo se destacaba de la multitud y se dirigía inequívocamente hacia ellos. Cuando habló, quedó claro que era el cuarto miembro del grupo, sin contar al gólem.

-Por favor, dígame que la discreción no era indispensable para el cometido que nos aguarda - susurró inclinándose hacia Constantine.

Observo curioso la caía del cigarro de los labios del místico, un golpe seco en el suelo para luego rodar de forma graciosa al pequeño charco, apagándose. Cullen no supo cómo reaccionar a esa sorpresa, el creía que sus ropajes eran muy parecidos a los hombres de pie que había visto en su larga travesía por la península. Sabía que los caballos no eran los trasportes más utilizados en la época moderna pero no creía que causara tanta sensación. Ante la pregunta del rubio negó con la cabeza.

Mi nombre es Cullen Rutherford y vengo en la búsqueda del hombre Patroklos  o como le llaman sus compañeros Cronos. Por eso necesito vuestra ayuda para volverme a reunirme con él.

Como no recibió ninguna negativa de los presentes entendió que era el grupo que buscaba y no se había equivocado de hombre de gabardina. La dulce sonrisa de la mujer se la contagio logrando así que se relajara un poco, al menos ella no le miraba como si fuera un bicho raro. Cullen se preguntaba cómo le mirarían si en vez de llevar estos ropajes llevara su habitual armadura. Sin saber cómo unos niños estaban alrededor del caballo mirándolo asombrados.

¡Señor, señor! ¡Déjenos subir en el!

Dijo un excitado muchacho al rubio que tenía sujetada las riendas del caballo. El caballero hecho un vistazo por el alrededor y según los chismorreos que escucho antes de llegar al grupo de cuatro había una feria, con lo cual pudo ingeniarse una respuesta.

Lo siento joven, pero este noble corcel tiene que descansar para la dura batalla que le esperara mañana en el torneo de caballeros ¿vendréis a animarnos?

Los niños exclamaron eufóricos por la gran noticia de que había lucha de caballos y que ningún mayor les hubiera avisado. Se despidieron muy enérgicos deseándoles buena suerte. Una vez el grupo volvía a estar en suma calma se volvió a dirigir en ellos hablándoles de nuevo en inglés, mostrándoles así su dominio en las dos lenguas.

Cuando lo deseéis podemos retomar el camino hasta el lugar de reunión antes de que se haga de noche. Cuando antes nos reunamos todos los integrantes de Shadowpact antes acabaremos con todo esto.

Se notaba las ganas de Cullen por empezar a moverse y no era menos, sentía que le faltaba poco para volver con su familia. Un rápido recuerdo le llego a la mente y era el Vizconde Arion ¿también estará presente en esta reunión?

De entre todas las cosas que los españoles se habían sacado de la manga, descubrí en esos albergues uno que me llamó especialmente la atención. De hecho, esta frase que acabo de decir no es del todo exacta. Las cosas... Bueno, fueron ligeramente diferentes.

Nuestro querido ser Lancelot particular parecía tener algún tipo de contacto con ShadowPact, pero no había asistido a la reunión, Aureole tampoco parecía haber reconocido al caballero y desde luego, yo no le recordaba. Tengo una pequeña y sana obsesión por los rubios y creo con bastante certeza, que le recordaría de haberle visto antes. Y antes de penséis mal, tengo en mente la cicatriz que surca su labio y no... bueno, eso. Lejos de iniciar y proseguir la conversación en mitad de la calle, John animó a nuestro nuevo integrante a que nos ayudara a encontrar un alojamiento, y aunque generalmente las mujeres primero, agradecí en silencio que me dejaran en un segundo plano. Eso me daba a pensar, que a quien le gustaba ser el centro de atención era en realidad a mi querida hermana, a juzgar con lo mucho que me estaba importando a mí que no me hicieran caso. Miré a Ruby de soslayo, sintiendo una ligera pena por ella, que ojeaba su alrededor con nostalgia. No debía ser agradable, vivir sin sentir absolutamente nada, ni la brisa en tu piel, ni el aroma de las cientos de paradas de comida que llenaban el ambiente en especias. Por un momento pensé en quedarme a su lado y susurrar cada una de las sensaciones que sentía yo al caminar tras los hombres, pero no lo hice. Y sentí que pesaban sobre mí todos y cada uno de los veintiséis años de mi existencia. Fue como hacerme mayor de repente y si en ver mi reflejo en un cristal hubiera descubierto una arruga junto a mis ojos, probablemente no me hubiera sorprendido. Pero en su lugar, no había ni un surco de edad en mi tostada piel. Tan sólo un par de ojeras negras disimuladas bajo un montón de perfectamente aplicado maquillaje. Y como siempre que mis recuerdos y mi vida pesaban demasiado en mí, me giré a mis vicios. Prendí otro cigarro, aunque hacía relativamente poco que había acabado uno, y deseé encontrar la taberna lo antes posible para irme al alcohol. Pero no la tenía a mano todavía, y me fui al tercero... Y según a quien preguntes, el peor.

Pasé junto a una pareja joven, cuyos brazos entrelazados dejaban desprotegidos una cartera bastante rellena. Pasé a su lado y mi mano fue sola a su pantalón. Un dedo tensó ligeramente el pantalón para que no notara la presión de la cartera al abandonar su espacio y en un instante, volvía a dejar el bolsillo como estaba, llevándome únicamente al ocupante. Para cuando me di cuenta de lo que hacía, tenía una billetera que no era mía en el bolsillo. Me giré, al principio con intención de devolvérsela. Pero ¿Cómo le iba a explicar en inglés a un español que tenía yo la cartera? Le podría decir que la había perdido, que la acababa de recoger del suelo, pero probablemente no me entendiera y sería un dolor de cabeza. Volví a mirar adelante, hacia Cullen, pero... para cuando lograra explicarle lo que quería para que hiciera de traductor, la pareja ya se había perdido entre la gente. Así que me la llevé, aunque no sabía muy bien qué hacer con ella. Siendo francos, no se me pasó por la cabeza devolverla a ninguna autoridad, o dejarla en el bar. No acostumbro a tener ese comportamiento, así que simplemente me agaché de hombros y seguí caminando, pensando en que ya miraría el "botín" cuando tuviera tiempo de pararme. Y antes de llegar a la taberna, pues... repetí el "incidente". Aunque esta vez fue bastante más a proposito. Un chaval ligeramente ébrio se chocó conmigo y de su riñonera abierta "se cayó" una cajita de plástico duro. Y si por, "se cayó" habéis entendido "le robé"... Bueno, igual no estáis del todo desencaminados.

Así que sí, me " " " encontré " " " algo que me llamó especialmente la atención. Al principio pensé que era una pitillera y que nos había asegurado vicio gratis, pero al abrirlo descubrí en su interior una baraja de cartas. Pero si al ver el reverso de las pequeñas hojas de plástico había pensado que podría jugar con ellas, iba muy desencaminada. En lugar de diamantes, tréboles, corazones y picas, tenían copas, monedas, espadas y una especie de porra verde que parecía un calabacín deformado.

Para cuando encontramos dónde hospedarnos, y John se sentó con nosotros, yo iba por la segunda torre de un castillo de naipes perfecto. Le miré de soslayo y en cuanto se despistó tendí la mano y le robé dos sorbos, limpiándome la espuma de los labios con la lengua y seguí construyendo mi palacete. Escuchaba, aunque no le miraba directamente y me quedé quieta cuando formuló su pregunta.

— ¿Sirena de planta nuclear?

— Mhm. — Asentí en voz baja. La verdad, no soy alguien con... cultura. De hecho, no sé qué tipo de sonido produce una planta nuclear. ¿Como la sirena del insti? Claro que, tampoco he ido nunca a un instituto. Ni a una universidad. Miré a Ruby, y parecía tan perdida imaginando sonidos como yo. — Más allá de tractores y camiones... A no ser que tengan un búnker de guerra. — Fruncí el ceño. ¿Los búnkeres tienen sirenas? — O eso o una nave espacial, como la de los Guardianes de la Galaxia. Creo que ya hemos superado el punto en que nos tenemos que limitar a las cosas mundanas. A estas alturas, podría ser cualquier cosa.

Centré la mirada en los naipes. Había hablado casi sin pensar, y no suelo mencionar ni de pasada a la gente que conozco en mis trabajos. Pero quería ayudar, y la única manera que se me ocurría era... Esa estupidez. Soltar lo que me viniera a la cabeza, fingiendo que lo decía de pasada y no sabía nada de ello realmente. Había conocido a Rocket, Groot, Warlock el colegilla, un chico al que nunca jamás volví a ver y la misteriosa asiática en una misión, pero dudaba muchísimo que tuvieran nada que ver con lo que podía pasar allí. Aun así y desde la colisión, había que tener en cuenta que podían haber factores ajenos a la lógica. De hecho... ¿No estabamos hablando de una invasión demoníaca? ¿Podía existir algún tipo de demonio capaz de emitir un sonido similar al de una planta nuclear? Cuando alcé la cabeza, miré al enciclopédico a ver qué tenía él que aportar, y también a Cullen.

— O el sueño era sólo un sueño y no tiene nada que ver ni habrá sirena alguna...

Me levanté. Dediqué una breve mirada desprovista de emoción a mi hermana y luego sonreí a mis acompañantes.

— Voy a por una copa para mí. ¿Alguien más quiere algo?

Aureole había aprovechado un poco para ojear detalles del pueblo y las decoraciones mientras caminaban. Si en algún momento se percató de que Hailey había metido la mano en bolsillo ajeno, no dijo nada, atento como estaba a intentar que no se le acercasen tanto como para apretujarse con la multitud. Tras un paseo que podría tildarse de agradable a pesar de la cantidad de gente que les rodeaba, el grupo consiguió encontrar un alojamiento que parecía reunir las cualidades que necesitaban para pasar la noche, esto es, habitaciones y un lugar para el animal del nuevo integrante. Una vez el caballo de Rutherford estuvo en su sitio, entraron en el lugar. El hechicero compartiría un cuarto con Stanley, algo a lo que estaba acostumbrado, mientras que los demás se repartieron entre otros dos cuartos. Hailey y Constantine debían de conocerse realmente bien, dispuestos como estaban a compartir habitación.

Hechos los trámites y dejados los equipajes en el piso superior, tocó reunirse en la planta baja. Una vez allí y tras comentar con Rutherford sus inquietudes acerca de contactar con Shadowpact, Constantine les puso al corriente. En su sueño, esa misma noche, se escucharía una sirena similar a la de una central nuclear. No tenía una idea precisa de lo que significaba o de lo que podía comportar, por lo que había que mantenerse alerta y actuar cuanto antes, si era posible. Por lo que a Aureole respectaba, nunca había oído una sirena de central nuclear, y tampoco sentía especiales ganas de hacerlo. Por otro lado, cuando Hailey mencionó lo del búnker de guerra, se inclinó sobre la mesa.

-No es una sugerencia descabellada en absoluto, señorita Sullivan -comenzó -. Según tengo entendido, hay repartidos por la zona norte del territorio español una serie de refugios antiaéreos construidos para defenderse de los bombardeos ocurridos allá por la Guerra Civil que atravesó este país. La sirena que el señor Constantine aquí presente oyó en su sueño podría ser la misma que en tiempos avisaba de la llegada de la aviación enemiga para que la gente se pusiera a salvo. Honestamente, en un lugar tan apartado no creo que cosas como centrales nucleares tengan cabida, y el terreno parece demasiado accidentado como para utilizarlo como pista de aterrizaje.

El último comentario iba obviamente influido por sus escasos conocimientos en materia de naves espaciales. Nociones como el despegue vertical era algo que el sangromante todavía consideraba limitadas a ciertas criaturas y a los propios magos. Estaba visto que, pese a sus conocimientos, aún le faltaba mucho para estar al día.

La improvista aparición de los niños alegro al rubio ya que había logrado que el grupo no le mirara forma extraña y le dieran el valor que se merecía. Estaba cansado de esa situación: vivir en un tiempo que no es el tuyo y pretender asimilarlo todo de forma rápida, cuando habían hechos que después de meses aun le costaba asimilar. Cullen no pudo evitar no molestarse cuando el rubio hizo mención al tamaño de su caballo ¿acaso tenia cara de mago de sangre? Intento relajarse y tomárselo como un tipo de humor de esa época. Con una fina sonrisa hablo.

Lo siento, aunque pueda imbuir magia en los objetos no domino la magia de alterar formas pero juro por mi honor de caballero que hallare un buen hostal para todos. Por cierto, usted es el único que no se ha presentado y desconozco la forma con la cual poderle llamar.

Dicho eso se puso el delante del grupo guiando a los demás. Las señales en un castellano algo diferente al suyo le indicaban por donde tenía que ir. Después de unas cuantas cuadras lograron encontrar una posada con un bonito establo para su fiel amigo que estaba cansado del duro viaje, al cual le dejo preparado la comida gracias a uno de los trabajadores que por el mutuo amor por los caballos se habían hecho amigos. Una vez había dejado al caballo en buen recaudo se reunió con los demás.  Cullen soltó un largo suspiro amargo al saber que el dichoso Patroklos no se encontraba ahí, empezaba a perder la esperanza pero el recuerdo de su dulce familia le volvía las fuerzas necesarias para levantarse y seguir buscando. Se quedó en silencio escuchando el sueño de John y menos mal que lo hizo porque todos comenzaban a comentar cosas que desconocía o por el contexto de la frase podía intuir a que se refería. Las pistas de aterrizaje al parecer tenían el mismo significado para él pero en vez de aterrizar “naves espaciales” ellos aterrizaban dragones, los pocos dragones que habían logrado domar hasta ahora gracias a la gran ocurrencia de aquel mago Vizconde.

Si me lo permitís me gustaría aportarlo lo poco que se de esta época. Habéis comentado que es imposible que en la zona se encuentre lo que llamáis planta nuclear, por lo que no hay ese tipo de sirena que buscáis… ¿pero si el sueño no es tan literal? Quiero decir, que si buscamos algo que avise a los civiles para ir, por ejemplo, a refugios antiaéreos, también podríamos contar con el campanario del pueblo. Las campanas no solamente marcan las horas, sino que avisan a todo el pueblo del ataque del enemigo.

De forma sutil, o eso esperaba el Herrero, había empezado a soltar pistas de su procedencia que una vez hablado del sueño se dispuso a contar, no antes pedirle de forma caballerosa a la dama que para él fuera una copa de vino. Luego se quedó pensando si tendrían que ser ellos los que trajeran la bebida en vez de la mujer, pero no sabía hasta cuanto habían cambiado los protocolos y guardo silencio. Una vez que todos tenían ya su copa comenzó hablar, no antes de darle un pequeño sorbo para suavizar la garganta.

Os habréis dado cuenta que muy normal no soy, que alguien iría en eso llamado coche o moto en vez de caballo y es que resulta que no soy de este siglo, sino del pasado. Yo provengo de una época que vosotros llamáis Edad Media, concretamente del tiempo de la Inquisición Española. Para hacer un gran resumen diré que Patroklos vino a mí en busca de mi habilidad con la forja, puedo imbuir magia a los objetos. Yo acepte el trabajo como muchos ya había hecho pero él me trasporto a esta época para que forjara una daga mágica para no sé qué ritual. Yo cumplí mi parte del trato y le di la daga pero el nunca me volvió a mi hogar y cansado de esperar hoy me reúno con ustedes para que me puedan ayudar a cumplir esta parte del trato. Si me ayudáis yo os ayudare con esta empresa que empezara esta noche, solo deseo volver junto a mi familia.

Durante todo su discurso estaba mirando su copa para evitar las miradas de incertidumbre que solía recibir cuando hablaba de su real procedencia, cansado de ellas empezó a inventarse una mentira más creíble que la verdad, muy pocas personas sabían de su procedencia real. Una vez terminado su monologo levanto la mirada para buscar confort en las de los demás, tenía ganas de encontrar un grupo de gente que no le mirasen como un loco.

Esta es mi historia de cómo conocí Shadowpact ¿Cómo lo hallasteis vosotros?

Dijo para romper un poco el hielo, además de conocer un poco de los demás, y darle otro sorbo a la copa de vino.

Amor. Era una palabra con un significado distorsionado para mí. Amor era una utopía, era un dios, un paraíso, un infierno y el demonio. Era una de tantas palabras que parecían pertenecer a otro mundo que no era el mío. y la naturaleza abstracta de su definición no era la propia de los sentimientos. Era la propia de la fe, y había gente que creía en él, y gente que no. Y por supuesto, yo siempre había sido del segundo grupo. John ya se había encargado de demostrarme que los demonios realmente existen, así que si alguien tenía posibilidades de mencionar al amor y que yo me lo creyera, ese era John Constantine. Irónico, ¿verdad? Pero como quien cree en un milagro, yo empezaba a creer que el amor sería la cura, el milagro, para recuperarme del impacto que mis memorias habían tenido en mi vida.

Creo que por eso, cuando John me pidió la bebida y coronó dicha petición usando ese apelativo concreto para mí, me sentí perdida por un momento. Perdida con una sonrisa en los labios y pillada por sorpresa. Y sonrisa que se me quedó mientras iba a la barra a por las bebidas, y volvía a la mesa, pensando en todas las cosas que tendría que contarle cuando tuvieramos un momento de paz. Mi viaje a Cold Spring, la visita a mi padre, los consiguientes días en un calabazo en comisaria. Otra aventura. Pero la primera que descansaba mi nuevo nombre.

De nuevo en la mesa me encontré con una nueva conversación que apartó de mi mente mis propios fantasmas. El encuentro con ShadowPact, y la historia de Cullen, cuyas rarezas parecían explicarse por el hecho de que había viajado a nuestra época desde el pasado. En otro momento tal vez hubiera dudado de él. Pero si era posible para Garnet Brooks creer en algo tan cursi y fuera de mi carácter como el amor, querido, puedes ponerme a prueba. Ahora mismo puedo creer en cualquier cosa. Si Cullen me dice que su caballo habla y es su esposa y están casados, le creo.

— En mi caso, John me llevó hasta ellos. Porque necesitaba respuestas, y ShadowPact era mi mejor baza para encontrarlas. Supongo que en ese sentido, tus motivos son muy similares a los míos.

Y una vez finiquitadas las preguntas personales, volvíamos al tema entre manos. Teníamos que buscar algo en esa ciudad. Bien podía ser una sirena, una campana, un coche con una bocina muy grande, en realidad, podía ser cualquier cosa. Y John parecía poco dispuesto a unirse al resto en esa búsqueda, dejándo los otros dos hombres como mis acompañantes. Arqueé una ceja cuando lo mencionó, pero no tardó demasiado en acercarse y terminar de aclararme el motivo. Otra sonrisa fue la respuesta que le di al inglés, antes de terminarme mi bebida de un trago y levantarme de la mesa.

— Cuanto antes empecemos, antes estará hecho. La idea de la campana me parece buena, así que podríamos empezar por la iglesia, y de ahí ir trabajando poco a poco y ver qué encontramos.

Se quedó mirando a la pareja pensando como aquel rufián podía tener una relación amorosa con dama tan encantadora, sin poder evitarlo su mente se perdió en el recuerdo de su mujer y su hija preguntándose si estarían bien. Aquel nombre que no le pertenecía le hizo volver a la conversación del presente ¿acaso su nombre era tan complicado que aquel pobre nombre no lo recordaba? Que por cierto, aun no sabía cómo se llamaba el inglés dejando al ex templario la búsqueda de algún nombre en su subconsciente, no le iba a repetir la pregunta dos veces. Al parecer las cosas habían cambiado más de lo que a él le hubiera gustado, era como volver a empezar. Arqueo una ceja cuando se refirió a él como “esté”, se había dado cuenta que hoy en día la gente dejo de utilizar el usted y utilizaba unas maneras de tratar a la gente que no sabría cómo catalogarlas ¿de pobre? No, había gente sin recursos más educada que gente con mejor estatus. Cullen sabía que una de las primeras lecciones sobre esta época seria la forma de expresarse ya que intuía una larga estancia. Ahora “Sr. Láncelot” le sonaba mucho mejor gracias al “esté”. Se levantó junto a los demás cuando la reunión se dio por terminada.

Le deseo buena suerte en su dura empresa Sr. Sigfrido.

Hizo una leve reverencia en modo de despedida. El nombre elegido era de un noble que siempre le ponía de los nervios a Cullen, no tiene nada que ver sobre una obra de ballet ja que bien entenderán él no estaba cuando la crearon, ni mucho menos. Una vez el inglés se giró hacia su grupo.

Si me disculpáis me gustaría ponerme mi armadura, vuestro compañero me ha dado a entender que todo puede llegar a complicarse porque sino no veo la necesidad de empezar a buscar sin antes descansar debidamente. Podéis esperarme fuera si es más de vuestro agrado.

Nuevamente hizo una leve reverencia para despedirse de su grupo y subió a su cuarto para empezar a desnudarse y a posterior colocarse su fiel armadura. Al cabo de unos minutos ya se sentía más cómodo consigo mismo, esas prendas actuales eran cómodas y ligeras pero al estar acostumbrado al peso de la armadura le hacía sentir desnudo. Por suerte su largo abrigo rojo le tapaba la parte superior de la armadura y la inferior quedo cubierta por unos grandes pantalones marrones que gracias a la armadura quedaban a su talla. El escudo templario lo escondió debajo de su abrigo, con la mata de pelo que cubría toda la parte del cuello evitaba que se notara y creara el efecto que tuviera una chepa, y como no, su espada no podía faltar guardada en su funda en su cintura. Y finalmente se quitó las gafas dejándolas en la mesita de noche. Una vez listo bajo primero a los establos al ver como estaba su corcel, se acercó acariciarlo y cuando se aseguró que nadie les observaba abrió la puerta de su establo.

Vestimentas del Herrero  

Fiel amigo, hoy he estado en una reunión que me ha recordado mucho a un consejo de guerra, no sé qué nos esperara el futuro pero tantas prisas nunca son buenas, es como si les faltara tiempo. Por eso dejo la puerta abierta para que puedas escapar si el peligro se presenta ante ti. Rezo a Dios para que mis sospechas no se cumplan y tengamos una noche agradable y tranquila.

El caballo pareció entenderlo y antes de que su amo se fuera le acaricio su cabeza con la suya en un gesto muy dulce. Cullen le regalo una dulce sonrisa y se fue para no hacerles perder más tiempo a sus nuevos compañeros.

Disculpen la espera. Como bien ha sugerido la Sra. Sullivan podemos empezar a estudiar los alrededores de la iglesia.

Sin ningún punto en contra el grupo se puso rumbo hacia dicho lugar. No tenía perdida. El ambiente animado de las calles les condujo hacia la iglesia, pero prefirieron apartarse hacia un lugar menos transitado.

Espero que el Padre nos deje subir al campanario para observar las vistas del pueblo.

Dijo mientras alzaba la vista hacia la torre, donde gracias a los focos se podía deslumbrar las dos grandes campanas que adornaban el campanario.

Aureole escuchó con interés la historia de aquel desconocido. Por una vez se sintió desubicado, ya que tenía por costumbre ser el más arcaico de cada reunión, pero le pareció que, pese a proceder de una época antigua, ciertamente más que la suya, Cullen había estado en contacto con la actualidad el tiempo suficiente como para identificar objetos como coches o motos por su nombre. En suma, no era un recién llegado, y por desgracia no daba la impresión de que fuera a regresar a su tiempo tan rápido como le hubiera gustado. Sintiendo cierta afinidad con él, resumió un poco su relación con el grupo de místicos.

-Por mi parte, estuve presente durante la formación de Shadowpact. Ya con anterioridad había pensado que, pese a no ser de mi interés una asociación continuada con otros magos, estos tiempos inciertos que nos toca vivir hacen necesario alguna medida de control, o al menos de previsión, por lo que pueda pasar. Así pues, decidí aportar mi humilde granito de arena, y aquí estamos, mi buen Stanley y yo.

Completadas las formalidades y divididos en dos grupos, los hechiceros se prepararon para su labor. Cullen anunció que se pondría su armadura, lo que hizo que el sangromante esbozara una mueca. Él sabía que llamaba la atención al negarse a seguir todas aquellas convenciones y modas, pero no era lo mismo vestir con un toque anticuado que ir pertrechado como un caballero de antaño; le parecía excesivo, si bien era cierto que en una festividad con mercado medieval quizá pasara sin mucho revuelo. Creyendo que lo necesitaría, Aureole se tomó aún algo de tiempo para terminarse su bebida y se reunió con Hailey fuera. Cuando Cullen llegó, el mago aplaudió que hubiera decidido cubrir un poco su quincalla.

Ambos estuvieron de acuerdo en empezar por la iglesia local, a lo que Aureole asintió con un gesto. La comitiva, que quizá individualmente hubiera pasado más desapercibida, en conjunto seguía suscitando miradas: la chica vestida con ropas modernas, el hombre del abrigo abultado, el caballero de guante y polaina, y el enorme acompañante de traje a medida y gafas oscuras. Tal vez separarse un poco más fuera lo indicado, pero por desgracia para ellos, sólo Cullen sabía suficiente español como para desenvolverse bien.

-Si no encontramos nada en la iglesia, cosa que confieso me parecería demasiado fácil, sugiero que preguntemos si mantienen ermitas dedicadas a algún santo por las inmediaciones. Sus campanas serán sin duda más pequeñas, pero su función es la misma, después de todo. Sin olvidarnos de la idea del refugio antiaéreo. Estoy plenamente convencido de que sin duda los mayores del pueblo sabrán si existe una estructura similar - comentó mientras caminaban.

La verdad es que aquellas palabras de John de tenerme a mi para asegurarse de que el grupo no llamaba la atención, eran muy hermosas dentro de la taberna pero llegado el momento de ponerlas en práctica, era desconcertante. ¿Qué podía hacer yo, que ni siquiera entendía el español para saber si Cullen decía o no algo adecuado? Tampoco confiaba en que nuestro compañero Deveron fuera a hacerme caso si yo decía alguna cosa. Mi experiencia me decía que la gente de la tercera edad suelen tener los humos muy subidos cuando se trataba de gente más joven. Y aunque a veces bromeaba con mi edad, ahora ya tenía una cifra exacta, y era más joven de lo que siempre había pensado. Algo muy curioso, a decir verdad, y una sensación muy extraña. ¿Debería ser más jovial? ¿Más madura? Ni puñetera idea. Preguntas para otra situación que no venían al caso.

Había dos cosas que podía hacer bien, y una tercera excepcionalmente bien, y una cuarta para la que había entrenado. Vale, más cosas de las que había pensado cuando las he empezado a enumerar, pero... La cuestión ses que hay cuatro cosas que se me dan especialmente bien. Mentir, ligar, robar y meterme en problemas, cosa que a menudo venía dada por las tres anteriores... Así que tres. Se me daban especialmente bien tres cosas.

Ninguna de las cuales me servía en una situación en la que no tenía que sustraer objeto alguno y me veo privada de mi pico de oro. Sólo quedaba meterme en problemas.

— No es buena idea. — Me aseguré de que nadie a parte de mis compañeros podía escucharme, y me giré a mirar a mi hermana.

— Aun no he dicho nada y ahora no estás en mi cabeza.

— Ya, pero da igual. No es buena idea. — Ruby... Scarlett flotaba a mi lado, de brazos cruzados y expresión aburrida.

— No puedes dar por hecho que todas mis ideas son malas sólo porque tu no estés en ellas. — Siseé molesta, a lo que el fantasma respondió encogiéndose de hombros.

— Dile que por turismo, — contesté en voz alta, dejando a mi hermana a mitad de contestación y dirigiéndome a Cullen. El peregrinaje nos podía llevar a tener que contar más mentiras y si teníamos que dar más vueltas por ahí sería difícil acordarse de todas las tonterías que hubieramos dicho en un momento de apuro. Mejor aferrarse a la opción más fiel a la verdad, cuando no habías preparado nada de antemano.

— ¿Se van a creer que vengáis de América para visitar este pueblo en concreto?

Intenté ignorarla, girándome a los hombres que me acompañaban, después de que Cullen hubiera terminado de traducirnos la última frase.

— Bien, si ellos tampoco tienen acceso a la torre, supongo que no van a tocar la campana. A no ser que la haga sonar otra persona que pueda subir por otro medio, digamos por ejemplo SuperMan. — Ruby hizo rodar los ojos. Señor, dame paciencia. Seguí susurrando, esperando que el cura no pudiera comprender el inglés, y menos cuando se hablaba rápido y en voz baja. — Saber que utilizan un sistema de megafonía también justificaría que aquello que John decía de que era una sirena. Si suena como tal, o replicando el sonido de la campana, es algo que no sabremos hasta que llegue el momento de que suenen las campanas, pero voto por lo segundo. En todo el rato que llevamos en el pueblo no he escuchado ni una sola bocina y el sonido de las campanas es más probable que lo pasemos por alto. — Me giré a Cullen, dirigiendo mi siguiente frase a él en especifico — Esa pregunta mejor no la hacemos, pues es un tanto extraña y podría levantar sospechas. Si dado el momento tuvieramos que entrar en el campanario, yo podría abrir la puerta, pero no se me ocurre el modo de pasar por unas escaleras destrozadas y no sabemos si se podrá escalar su interior. En otras circunstancias, podría llegar yo sola, pero me encuentro... Privada de mis capacidades en la actualidad.

>>El otro tema, es la ermita que dice. Cinco kilómetros a pie igual nos mantiene alejados del pueblo más necesario del esperado, sobretodo si nos fueramos a topar con problemas por el camino. No creo que podamos montar los cuatro en el caballo de nuestro bienaventurado señor caballero, así que en este tema en concreto, estoy abierta a propuestas. ¿Tenéis alguna idea?

Una vez en la iglesia Cullen tomó el control de la conversación con el párroco local. La charla fue breve y la información, aunque precisa, no resultó indicativo de que nada sobrenatural fuera a tener lugar. Únicamente les sirvió para confirmar que existía realmente algo (el mencionado dispositivo de megafonía) para emular el tañido de las campanas y, por tanto, quizá cualquier otra cosa. El sacerdote también añadió, por mediación del caballero, que había al menos una ermita cerca del pueblo, pero incluso si su o sus campanas se escuchasen bien desde el pueblo, cinco kilómetros le parecían al mago una distancia demasiado grande como para ir y venir andando cuando el tiempo apremiaba.

-Bien, algo hemos averiguado -comentó en voz baja hacia Hailey-. Incluso con las campanas fuera de servicio, sí que disponen de una suerte de sirena. Asimismo hay una ermita, aunque considero que está demasiado alejada como para tener una relación directa con el sueño de Constantine... Así y todo, puede ser buena idea ir a echar un vistazo, pero barrunto que nos llevaría un tiempo del que no sé a ciencia cierta si disponemos.

Aureole echó un vistazo en derredor. La iglesia era antigua pero había sido restaurada no hacía mucho. Le llamó la atención que el pórtico estuviera ya acondicionado y que sin embargo se esperase una ayuda para restaurar el campanario. Cosas de funcionarios, tal vez. El sangromante paseó la mirada por la estructura, buscando aspectos llamativos como bajorrelieves o figuras talladas, al estilo de las que decoraban otros templos. Un vistazo por el interior tampoco estaría mal. El sueño de Constantine no había sido muy detallado, pero tal vez en alguna parte del edificio encontrasen detalles que les llamasen la atención.

-¿Cree que podríamos echar una mirada rápida al interior? Nunca he visitado una iglesia fuera de Inglaterra y me pregunto si comparten aspectos comunes - preguntó a Cullen con un leve guiño del ojo. Confiaba que quedase claro de esa forma que no se trataba de un simple capricho de admirador de edificios antiguos.

Cuando el místico aplaudió no pudo evitar mirar a sus espaldas esperando ver algún bardo finalizando su relato, pero lo que encontró era pared dándose cuenta que era él mismo el causante de tales aplausos. Cullen se le quedo mirando extrañado por tal acto, el consideraba que no había hecho nada extraordinario, solo estaba actuando como siempre había hecho. ¿era alguna forma de indicarle que podía actuar con normalidad? Quiso creer en ello. Al ser recibidos por el padre realizo una fina reverencia demostrando el respeto hacia una figura de la iglesia. La primera pregunta no la entendió ¿turismo, que era aquello? Podía dedicarse a pensar de que palabra del latín provenía pero no tenia tiempo para aquello y decidió parar a la segunda directamente que la entendía mejor.

Buenos días padre, nos preguntábamos si sería tan amable de dejarnos subir al campanario, quisiéramos ver las vistas de todo el pueblo.

Escucho atentamente la respuesta y no le gusto, se indigno.

¿Cómo se atreven abandonar la casa de nuestro señor?!que blasfemia! Oh…perdone padre, mi comportamiento ha sido descortés en territorio sagrado.

Se santiguo pidiendo disculpas a Dios por su alteración ante tal desdicha. Se volteo hacia su grupo para informarles de la situación. Nunca te lo perdonare ayuntamiento, nunca te lo perdonare.

No se puede subir al campanario porque las escaleras se hundieron y el ayuntamiento no pone remedio, pero tienen algo…un sistema…eléctrico para emular el sonido de la campana.

Se encallo un poco al recordar esas extrañas palabras, pero luego recordó que lo eléctrico hacia funcionar las máquinas de esta época como por ejemplo iluminar una casa como si fuera de día estando en plena noche. Una vez trasmitido el mensaje pregunto por las ermitas, tal y como habían quedado antes de entrar.

Dice que hay una a las afueras a unos 5 kilómetros en la dirección que señala, es pequeña y la llevan unos monjes, por suerte está abierta al público.

Escucho atentamente lo que tenían que comentar sus compañeros mientras pensaba como contestarle aquella pregunta sin mentir. Era imposible, el no sabia mentir. “Las mentiras son medias verdades, solo tienes que creer en ellas para que se realicen” era una de las tantas frases que le decía la maestra espía de la inquisición,  hubo una época que la mujer fue muy insistente de que el Herrero aprendiera a mentir por el bien de la institución pero lo dejo al ver que era imposible. Ahora añoraba esas clases ya que para estos momentos era clave, pero su código de honor le impedía mentir creándole un interno debate: necesitaba mentir para ayudar aquella gente y así conseguir volver a casa cuando antes pero nunca había mentido y menos en la casa del señor. Escuchar la insinuación de Harley de colarse en la iglesia le dio un vuelco el corazón, sentía que si seguían ahí no saldría bien parado. Respiro profundamente y se santiguo por segunda vez pidiéndole a Dios en nombre de la muchacha que seguro que no lo hacía con ninguna malicia.  La pregunta de Aureole animo al rubio ya que le había dado de una pista de como contestarle a la pregunta del padre. Se volteo hacia el cura y afirmo con la cabeza.

Mi padre es un gran amante de la estructura antiguas y se preguntaba si al menos pudiera echar un vistazo, aunque sea rápido, a vuestra iglesia.

En primer lugar esta estructura antigua para el era normal, ni vieja ni modera y segundo, aquel hombre no era su padre aunque podría tener edad para serlo. Por suerte no se lio presentando a la chica como su hermana ni el grandullón como su protector contra maleantes. Otra de las lecciones que empezaba a recordar era que las mentidas, cuando mas cortas, mejor, porque si las alargas será más fácil que te pillen. Entre el estado del campanario, el supuesto allanamiento de morada y el tener que mentir un cura en una iglesia había sido unos golpes tan fuertes para Cullen que no le dieron fuerzas a planear ningún plan, dejándoselo todo a sus compañeros. Mientras que el padre se pensaba si dejarles pasar o no se acercó a la joven, comenzando a susurrarle por temor a que alguien que no fuera de su grupo los entendiera.

Hailey… no sé si esto es de mi incumbencia o no, pero cuando os encontré vi una joven tan bella como tú a tu lado, quiero decir, mi espíritu protector la vio y no sé si aún esta porque yo no puedo ver otros espíritus. Donde quiero ir a llegar es el que si podías pedirle que fuera a echar un vistazo al campanario si ve algo sospechoso, a si vos no tendría que… colarse en la iglesia. Si es posible.

Rezaba que si pudiera, no iba aguantar irrumpir de esta manera la casa del señor. Solo quería irse para no tener que seguir mintiendo mas.

— No sé si quiero entrar.

Susurró Ruby a mi lado. Y no podía culparla. A mi tampoco me hacía especial ilusión caminar por el interior de ese lugar. Ahora, separada de Ruby, sentía de un modo mucho más claro y nítido la presencia de todo aquello sobrenatural a mi alrededor. Y ya fuera por la proximidad a la iglesia o por la soberana cantidad de objetos sagrados y bendecidos que debían encontrarse en su interior, aquél lugar me resultaba incluso intimidante. Estuve a punto de responder a mi hermana en un susurro pero la voz de Cullen me heló la sangre. Incluso Ruby parecía ligeramente más pálida. Mi primer instinto fue mentir y antes de darme cuenta ya tenía en mi cabeza una excusa perfecta plagada de mentiras y montones de hilos por los que tirar y cortar la conversación en seco. En mi mente había trazado ya un recorrido de huida y los pasos que tenía que seguir para llegar nuevamente a Nueva York y esconderme en mi piso con el rabo entre las piernas. Pero antes de que las palabras empezaran a escapar atropelladas de mis labios... recordé a John. Y John me llevó a Shadowpact, y Shadowpact me llevó a mi pasado.

Garnet hubiera huido. Para esta gente, yo era Hailey Sullivan, y había llegado el momento de reescribir mi historia. Hailey sentía almas y personas a su alrededor, Hailey tenía miedo y podía expresarlo. Hailey tenía aliados... y tenía que aprender a contar con ellos.

Suspiré. Mis ojos se fijaron en Cullen y al hablar, la duda hizo temblar mi labio inferior. Estar separada de Ruby... De Scarlett, era liberador, pero a la vez me hacía sentir sola. Y por ello cada pequeña acción parecía pedir el doble de valor por mi parte. Y creedme, hace falta mucho valor para sobrevenirse a las mentiras y los muros que uno mismo pone en su vida.

— No recordaba haber mencionado que puedo hablar con espíritus. Pero soy capaz de haberla hecho y no recordarlo, con todo lo que esta pasando últimamente. — Me llevé una mano a la frente, suspirando. Saber mentir, es un arte. Ahora empiezo a pensar que decir la verdad también lo és, uno que no tiene nada que envidiarle al otro. — Y si, mi hermana sigue aquí con nosotros. Os ha escuchado y a mi tampoco me parece una mala idea. — Esperaba alguna queja por parte de mi gemela, pero en su lugar, vi una expresión en su rostro que no supe reconocer. No parecía disgustada en absoluto, más bien... Como si estuviera triste y alegre a la vez. — Ya sabes lo que tienes que hacer, va.

Toda la conversación se llevó a cabo en susurros, intentando que el cura no nos escuchara. Y tras unos instantes, le seguimos al interior de aquella pequeña iglesia. Poner el primer pie en su interior me hizo sentir un escalofrío. Como aquél que sentía cada vez que me acercaba a un cementerio o en zonas accidentadas donde habia muerto mucha gente. Ese extraño yuyu que te pide a gritos que des media vuelta y te vayas por donde has venido. Me abracé el cuerpo como buenamente pude y les seguí por el interior, sin poder evitar mostrarme tan... frágil y desconfiada como me sentía. Estaba segura de que al cura le parecería raro. Pero por mi, bien le podían dar morcilla. Cuando llegamos a la zona del campanario, Scarlett se despidió con una mano y se alzó etérea a través de los escombros, y yo me limite a seguir al resto.

Me gustaría decir que les seguí en silencio y siendo educada, manteniendo el porte y todas esas cosas. Pero la verdad es que había una cosa que me venía molestando desde esa primera reunión en Shadowpact. Así que apreté ligeramente el paso para ponerme a la altura de Aureole y me acerqué a su oido, no creyendo que hablar en mi tono normal fuera adecuado dentro de la iglesia.

— ¿Qué significa "barrunto"?

Cullen intercambió unas palabras con el sacerdote, cuya respuesta afirmativa vino acompañada de un gesto para invitarlos a entrar. Aureole indicó a Stanley que aguardara en el exterior. Llamaba mucho la atención y podía ser bastante ruidoso, amén del hecho de que si se trataba de echar un vistazo y compartir impresiones, el gólem tendría poco que ofrecer. El sangromante tomó buena nota del comentario que el guerrero intercambió con Hailey. Hizo como si nada, claro. Después de todo, ya sabía que era una médium. Aureole podría haber intentado ver por sí mismo a su hermana, el espíritu que decía que iba con ella, pero no había querido parecer descortés. Hailey se lo había confiado en el avión y no quería que creyera que dudaba de su palabra. No obstante, tomó nota de que Cullen también era capaz de ver a las criaturas más allá del reino material. Era un dato interesante.

Una vez dentro de la iglesia, el cura les comentó detalles en voz baja, que se hacían entendibles gracias al caballero. La razón de que no alzase mucho la voz era que estaban en pleno oficio religioso. Aureole, que pese a haberse criado en una época bastante más respetuosa de las costumbres del catolicismo, no se sentía del todo cómodo entrando en un templo. La última vez había sido... hace demasiado tiempo en realidad. A excepción de los recuerdos neblinosos, más por su voluntad que por una memoria infame, de los funerales de sus padres, el resto de ocasiones que había pisado una iglesia podrían seguramente contarse con los dedos de las manos. Y siempre por algo que distaba mucho de la adoración del Señor.

El cura fue instruyendo con todo lujo de detalles a los visitantes, saludando con la mano a los feligreses que se habían girado curiosos al escuchar que alguien más entraba en medio de la misa. Mientras los demás se acercaban más al campanario, él se quedó de pie tras los bancos. El viejo hechicero hizo un leve gesto de santiguarse, más por costumbre que por creencia, y se centró en lo que había ante él. Observó con curiosidad los nichos de los santos y la imagen, curiosamente emplazada, del infierno que había en uno de ellos. También se movió lateralmente un poco para echar un vistazo a los brazos de la estructura en cruz de la iglesia. No alcanzaría a verlo todo salvo que se moviera hasta ellos, pero no era el momento. También se fijó en el retablo, primorosamente decorado, como solía ser la tradición, con las evidentes diferencias de riqueza entre una diócesis y otra. La escultura de san Miguel y el Diablo resultaba llamativamente explícita, y le pareció extraño que no hubiera una imagen, siquiera la de la Trinidad, por encima del arcángel.

En ese momento Aureole notó que Hailey le llamaba. Le pareció pronto para haber descubierto algo, y efectivamente se trataba de otra cosa.

-¿Eh...? Oh, bien, significa... -empezó, bajando un poco más el tono-.Significa que es una conjetura, una suposición, generalmente relacionada con algo más bien negativo. Si le es más cómodo, puede usar "sospechar" o "suponer" en vez de "barruntar".

De nuevo se hizo el silencio, hasta que Aureole, que había girado la cabeza para su breve intercambio lingüístico, se percató de algo más. Hizo una seña a Cullen para que le asistiera.

-Señor Rutherford, ¿podría preguntarle al padre sobre ese pozo sellado? Me parece curioso que tengan una cosa así en el interior de la iglesia. Ya de paso, si pudiera informarnos algo mejor sobre las imágenes de los nichos y del retablo, podría ser muy interesante.

No es que el sangromante estuviera seguro de que dichos aspectos tuvieran que ver con la premonición de Constantine... pero con tan poca información cualquier nimio matiz podía ayudarles a avanzar en la dirección correcta.

No, no me informasteis que pudierais hablar con los espíritus. Te pido perdón por si os he importunado con mi surgimiento.  

No le gustaba meterse en la vida de los demás ni obligar hacer cosas que no deseen, pero no podía permitir que irrumpiera la casa del señor de esa manera. Aunque sus motivos fueron nobles no podía evitar sentir un sabor amargo al notar como le había afectado a la mujer. La Divina vio como la gemela se marchó mas no dijo nada, no quería molestar al caballero. Cullen comenzó a traducir inmediatamente cuando el cura comenzó a explicarles el lugar. Le costó mucho no darle su abrigo a Hailey cuando vio que se abrazaba, pensando que tendría frio, pero si lo hubiera hecho habría mostrado su armadura y habrá llamado demasiado la atención, más adelante le pediría perdón por su falta de caballerosidad. Nada más entrar se fue hacia el altar para sumergir la yema del dedo índice en las aguas sagradas para dibujarse en la frente la cruz y así santiguarse. Cuando vio el gran mural y al demonio no pudo evitar llevarse por un momento la mano a la empuñadura de su bien escondida espada al recordar esa época que luchaba contra aquellas bestias. De reojo vio como Aureole le reclamaba y se acercó a él sin poder evitar mirar al pozo cuando lo nombro.

A mí también me parece extraño que haya un pozo aquí, es más normal verlos en cofradías y en monasterios. Las imágenes representan a santos y al Santo Miguel en la gran batalla en los cielos contra Satán, hay un verso en la biblia que lo relata.
Hubo un gran combate en los cielos. Miguel y sus ángeles lucharon contra el Dragón. También el Dragón y sus ángeles combatieron, pero no prevalecieron y no hubo ya lugar en el Cielo para ellos. Y fue arrojado el Dragón, la Serpiente antigua, el llamado Diablo y Satanás, el seductor del mundo entero; fue arrojado a la tierra y sus ángeles con él. Apocalipsis 12, 7-9

Una vez explicada la escena fue avisar al sacerdote para que le aclararan la duda de porque había un pozo, realizando una reverencia para que el sacerdote le diera permiso para hablar en medio de la misa, susurrando para no molestar a los hermanos que recibían la hostia. A el también le gustaría recibirla pero no creía que sus compañeros le hiciera mucha gracia que perdiera el tiempo en ello.

— Barrunto está bien. — Comenté alegre, arqueando las cejas y ofreciéndole a Aureole una sonrisa afable. — Es una palabra guay, te da carácter.

Me tomé incluso la libertad de darle un suave apretón en el hombro. Desconocía el modo en que este señor podía tomarse un contacto directo, pero estaba nerviosa, los lugares cercanos a los cementerios ya me ponían la piel de gallina estando con Ruby, ahora que estabamos separadas y mis sentidos sobrenaturales están expuestos, era mucho más sensible a todo lo del otro barrio. Y no hacía falta remarcar que los cementerios contenían gran parte de las almas perdidas que se habían quedado en la tierra. O al menos era esa la sensación que siempre había tenido al pasar cerca de ellos. Cientos de presencias mirando en mi dirección, ojos invisibles que seguían cada uno de mis pasos... En dos palabras, mal yuyu.

Ruby alcanzó a llegar a mi lado y me susurró algo al oído. Algo que me hizo fruncir el ceño y buscar una vez más la compañía de mis compañeros, a quienes susurré con rapidez y con cierto atropello, no queriendo que nadie más pudiera escucharnos.

— Mi hermana dice que hay algo raro en el campanario... Siente un aura en él, pero es incapaz de identificar a qué es debido. No descarto que la campana sea la señal que buscábamos.

— ¿Podemos irnos ya?

Fruncí el ceño y no le respondí. En realidad, tenía tantas o más ganas que ella de volver con John. Jota... Vale, yo tenía más ganas que ella de volver. Más razones, también. Pero a medida que nos acercábamos al pozo, sentí que algo no iba bien. Con razón era la única de mis compañeros que no se había percatado de él... O más bien, alguien que deliberadamente lo evitaba, y trataba de mantenerse lejos. No pensé que nadie se iba a dar cuenta del pavor con el que miraba la estructura de piedra. La palidez en mi piel bronceada. El ligero temblor del labio inferior... Cuando miré su interior y vi los rostros desfigurados. Las voces de su interior. El como al mirar hacia dentro, las voces y los rostros torcidos parecían intentar salir de él y se desvanecían al ser "liberados". Alcé las manos temblorosas para alertar a mis compañeros cuando uno de los lamentos se hizo audible al resto de mortales. Sentí un escalofrío recorrer toda mi espalda, y ya no llegué a tocarles, ni a Aureole, ni a Cullen. En su lugar, salí escopeteada hacia el exterior como alma que lleva el diablo y sin casi darme cuenta de que había gritado.

— ¡Holy ffffffffffffffffffffffffffffffffffffffffffffu-!


Una vez en el exterior estaba dándo vueltas en círculo, peleándome por prender un mechero que en mis manos temblorosas era incapaz de dar prenda a un cigarro. Sostenía el filtro entre los labios y no dejaba de susurrar improperios entre dientes. Me sentía febril, como si tuviera cada uno de mis huesos rellenos de hielo y mi piel ardiera a la vez, sentía náuseas y a la vez...

— putaputaputaputamierdahostiaputa...

Enfrentarse a estas locuras, cuando eres una chica fantasma y puedes escaparte de, literalmente, cualquier situación, es una cosa. Estar ahí indefensa, consciente de que no tienes un sólo modo de protegerte, y que tu magnífico don es que puedas ver con claridad todas y cada una de aquellas aberraciones... Sí, había sido una manera magnífica de intentar olvidar todos mis problemas. Porque ahora mismo, lo último que me pasaba por la mente, era mi tiempo en la cárcel. Había que ser optimista, ¿no?

Aureole escuchaba atento la respuesta del padre en labios de Cullen. Que el pozo estuviera antes que la iglesia era un detalle muy interesante. El sangromante dudaba mucho de que lo hubieran hecho para poder llenar la pila del agua bendita a placer. Dado el hecho de que se celebraban rituales de índole pagana en torno a él, lo más probable era que hubieran edificado encima para taparlo y así asegurarse de que dichos aquelarres no se repetían. Si ese era el caso, ¿por qué no limitarse a cegarlo? ¿Por qué construir encima y, lo más raro, dejar intactas las piedras del pozo, en lugar de ocultarlo bajo los cimientos?

Aureole aún intentaba hallar explicaciones convincentes, paseando la mirada por las paredes, el suelo y el propio pozo, dejando que Cullen siguiera encargándose de la charla, cuando la misa terminó y la gente empezó a salir del templo. No terminaba de encajarle por qué los constructores de la iglesia habían actuado de aquella manera. Y en cuanto a la mención a los dioses adorados por los antiguos habitantes, se preguntó de qué clase de entidades podían haber rendido culto. Casi al mismo tiempo, Hailey anunció que, efectivamente, un aura en el campanario podía ser lo que buscaban. Tal vez un pequeño encantamiento para revelar lo oculto fuera suficiente, pero no podría hacer nada mientras el sacerdote estuviera prestándoles atención.

Sus cavilaciones fueron interrumpidas por un rumor lejano que se incrementó hasta convertirse en un lamento que reverberó bajo el suelo. Las mismas piedras temblaron bajo los elegantes zapatos del mago, que se echó involuntariamente hacia atrás. Aureole habría jurado que había oído algo más, pero el plañido lúgubre se apagó tan rápido como había surgido. El sangromante frunció levemente el ceño. Estaba claro que en esa iglesia había tarea de sobra para cualquier exorcista competente, y muy posiblemente tanto el lamento como el aura que la fantasmal hermana de la señorita Sullivan había notado tuvieran mucho en común.

Un resultado del lamento fue que el sacerdote recordó de pronto que tenía que hablar con sus pares, junto al altar. Otro fue que la propia Hailey hizo su mutis por el foro, visiblemente afectada. Aureole se acercó a Cullen de un paso rápido y le susurró:

-Vaya con ella, amigo mío, procure calmarla y averigüe qué ha pasado. Yo voy a darle un vistazo un tanto más... arcano, a ese campanario. Avíseme si me necesitan o si consideran que es prudente retirarse.

Dicho esto, Aureole dirigió una orden mental a Stanley y el gólem se adentró en la iglesia. Aprovechando lo que confiaba que fuese una distracción duradera para el clérigo, el sangromante cruzó la puerta que llevaba a la torre del campanario. Subió las escaleras hasta que las piedras daban paso a los escombros desmoronados y miró hacia arriba. Su mano enguantada se colocó frente a sus ojos, ahora cerrados. El mago agitó la palma abierta a uno y otro lado dos veces y salmodió en voz baja.

Ambulare per caligo, semper in umbra.
Vagari per tempus, abscondita a mundi.
Semper si anima habet visionem,
videbis omnes manes heri.

Mientras canturreaba, hizo un barrido más amplio y terminó su movimiento tocando ligeramente sus párpados. Cuando abrió los ojos, tanto su visión como el resto de sus sentidos se habían amplificado. No para captar sonidos o imágenes de cosas lejanas, sino para poder ver y escuchar aquellas que estaban ocultas. Hecho esto, miró hacia arriba, intentando encontrar el aura misteriosa de la que la hermana espectral había hablado. Quizá pudiera distinguir de qué se trataba, pero el campanario era alto y le pareció que se quedaba corto.

-Stanley, sé buen chico y álzame un poco. Necesito ver más de cerca.

El gólem obedeció sin rechistar y, cogiendo de las piernas a su maestro, colocó sus pies sobre sus hombros macizos. Aureole se apoyó en la pared para no perder el equilibrio y volvió a mirar hacia arriba.

-¿Qué se esconde en esa campana?-murmuró, totalmente concentrado-.Y, si la hubiera, ¿qué relación guarda con el pozo de los antiguos?

No sabía que le había impresionado más; si el grito de horror que emanaba el pozo o la palabra mal sonante a medias que había pronunciado la pelirroja antes de irse de la iglesia. Se volvió a santiguar, perdiendo ya la cuenta. Así que finalmente subiría a ese campanario, al parecer no podía evitar que eso ocurriera. Podría coger la copa donde compartían el vino para llenarla de agua santa y tirarla por el pozo hiriendo al posible demoño que hubiera, pero no tenía tanta confianza con esa gente para hacer tal acto. Así que decidió seguir el consejo de Aureole y salir a calmar a Hailey, aun sin saber cómo.

Intentare calmarla y vos ir con cuidado, temo que esto se pueda descontrolar un poco.

Dijo echando un rápido vistazo al pozo antes de aprender sus pasos hacia la salida. Al salir la vio dándole vueltas y no supo porque pero eso le hizo mucha gracia, le recordó a su mujer cuando tenía que tomar una decisión importante. Con los demás se mostraba serena y segura de sus decisiones pero en la intimidad era un saco de nervios, una de las muchas cualidades que habían hecho que se enamorada de ella. Si no recordaba mal su hija empezaba a tener el mismo comportamiento que su madre. Al igual que hacía con su esposa se acercó con pasos seguros para cogerle las manos y besarlas para llamar su atención, pero en esta ocasión no beso las manos de la mujer sino que se quedó mirando lo que había en ellas. Veía como intentaba hacer funcionar aquel aparato sin éxito cerca de ese rollo de papel. Pidiendo permiso cogió el chisme y la imito de forma más calmada, consiguiendo en el tercer intento invocar la pequeña llama. Le impresiono ver salir con tanta facilidad fuego de un aparato no mágico, aunque se sorprendió no se asustó, con cautela acerco la llama aquel papel hasta que empezó a echar ese ahogante humo.

¿Ya estas mejor Hailey?

No era la primera vez que veía a alguien utilizando ese aparato nombrado mechero, aunque fueran de diferentes formas y colores la mecánica era la misma pero nunca había visto la llama ya que siempre se la tapaban con la mano. Le devolvió el mechero sin antes toser un poco ese humo.

Si no te supone aflicción alguna me gustaría saber qué es lo que ha alterado tanto, a lo mejor te puedo ayudar.

Dijo tranquilo manteniendo las distancias pero a la vez cercanas, dejándole su espacio vital para no agobiarla.

No me aparté cuando Cullen me cogió de las manos. Nunca he sido especialmente reacia al contacto físico y si bien cuando me toca un desconocido tardo más bien poco en apartarme y dar una coz, esa vez era diferente. Tal y como había recurrido al sexo con John la primera vez que nos conocimos y tras esa jodida experiencia con Ruby, había algo reconfortante en la cercanía de otro ser humano. Sus manos se cerraron en las mías y fue entonces cuando me di cuenta del exagerado temblor que nada tenía que ver con el frío. Me quitó el mechero y me quedé callada y en silencio, dejando que el rubio encendiera el cigarro por mí, mostrandose preocupado por lo que fuera que me había asustado.

Mentira. Preocupado por mí. Se mantenía a una distancia prudente, asegurándose de no asustarme. Pero a la vez, intentaba ser cercano. Esbocé media sonrisa sarcástica, y estuve a punto de bromear, como lo hubiera hecho siempre. Pero una vez más y como llevaba haciendo los últimos días, me dije a mi misma que ya se había acabado el comportarse de aquella manera cínica y arisca. Basta de ser un erizo que apunta las espinas a todos y cada uno de aquellos que se acercan. Podía ser fuerte, sin ser maleducada. Podía ser amable, sin ser débil. Podía ser orgullosa, sin ser arrogante.

Podía cambiar, sin dejar de ser yo misma. Por John, por Amelie, por Scarlett y por Garnet Brooks. Por aquella falsa identidad que me mantuvo a salvo y protegida durante una infancia que nadie merecía. Pero sobretodo, por Hailey Sullivan. Por ser alguien que mereciera vivir, y tener una vida digna de ser recordada.

Suspiré y cambié esa media sonrisa prepotente por una de más sincera. Una sonrisa sin ápice de diversión, pero agradecida.

— No, no estoy mejor. Dudo que vaya a estarlo en un tiempo. Ya sabes que puedo hablar con fantasmas. También puedo verlos. Y esa mierda de pozo, sea lo que sea, estaba plagado de ellos y todos se peleaban por salir y los muy feos hijos de puta desaparecían al hacerlo. Como si se perdieran en el aire. Igual estamos hasta respirándolos y francamente, prefiero atragantarme en tabaco que en eso.

Di una calada. O más bien lo intenté. Incliné la mano, mirando el cigarrillo desde otro ángulo y de nuevo probé a darle una calada. Tampoco funcionó. Con absoluto desconcierto volví a darle una tercera calada, con toda la fuerza de mis pulmones, pero era como si el cigarro estuviera totalmente detenido en el tiempo. Y de repente, cuando iba a tirarlo, se prendió de repente y todo el tubo se convirtió en cenizas. Con otro grito ahogado dejé caer el cigarrillo al suelo, pensando con asco que igual yo tenía razón y uno de esos espíritus había entrado en el cigarro y estaba fumándome uno. Pero para mi sorpresa, la ceniza formó una palabra en el suelo antes de que se la llevara el viento.

Y había recuperado mi memória, pero en mi infancia tampoco había aprendido a leer. John había intentado enseñarme y era un trabajo en proceso, y era capaz de entender algunas letras. Tal vez si la señal cenicienta no me hubiera pillado por sorpresa, hubiera podido identificar alguna letra más, pero para cuando pude recomponerme, sólo había logrado ver las tres primeras.

Recordaba la C. Era la inicial del apellido de John. La A, que parecía una montaña nevada, era la primera letra del alfabeto y la primera que me aprendí y la tercera... La tercera... tercera, tres, three. Una T.

— Gato... ¿Gato qué? — Miré a Cullen. Intenté disimular el susto, los nervios, lo mal que la situación en si me lo estaba haciendo pasar. Intenté incluso ignorar el hecho de que un cigarro se había prendido en combustión instantanea en mis manos y que tal vez era una trampa o algo peligroso.

Intentaba no pensar. Porque si lo hacía, y de verdad intentaba procesar todo lo que estaba sucediendo, tenía la sensación de estar abriendo una brecha por la que podía dejar escapar mi cordura.

Al principio no había notado gran cosa, pero conforme el poder del hechizo hacía lo propio, empezó a perfilarse lo que había visto la hermana espectral de Hailey. El aura, de color purpúreo, no era solamente un aura: era un velo que caía desde lo alto del campanario, cubriéndolo todo con el tinte mortecino del mismo modo que lo habría hecho la luz crepuscular. Sin embargo, al contrario que ésta, no era natural, y desde luego no auguraba nada bueno. El viejo mago se percató de que realmente no era púrpura, sino un tono más allá del espectro visible, uno que ni siquiera las máquinas modernas podían captar o reproducir. Un color octarino, hecho no de luz, sino de poder arcano. Su fuente, por el momento, la ignoraba, pero debía estar teñida de poderosas emociones. Incluso desde la parte inferior del campanario se hacía evidente que una cierta corrosión aparecía en aquello que tocaba. Era como un polvo cáustico, que al menor momento podía empezar a arder. Que el fuego resultante quemara físicamente o no, era otra cosa. Aureole se mantuvo aún unos momentos más, intentando discernir mejor el origen, pero lo único que pudo captar era que la cascada de color se agrupaba formando algo cuya descripción más aproximada sería nube de polvo. Una nube que seguía descendiendo.

Sin apartar la vista de lo alto del campanario, hizo una seña a Stanley para que le bajara con cuidado. Nada más pisar el suelo, la situación cambió. La tonalidad purpúrea desapareció como si alguien hubiera dejado de espolvorearla sobre el hueco entre los sillares de la torre. Aureole se concentró, temiendo que el conjuro hubiera terminado antes de tiempo, pero un vistazo a Stanley le confirmó que no era así. Ahí estaba, brillante como un palpitante corazón, el núcleo del gólem. El sangromante dobló nuevamente el cuello, pero ni rastro del polvo... y curiosamente, tampoco de la campana.

-Oh, cielos - murmuró entre dientes -. Con esto no contábamos...

Sin pararse a pensar siquiera si los sacerdotes seguirían en la iglesia o si le verían salir del campanario, Aureole salió a toda prisa del templo para reunirse con los demás, con Stanley pisándole los talones. Cullen estaba junto a Hailey, que tenía la vista puesta en el suelo. Un aire de nerviosismo parecía rodear a ambos. El sangromante se les acercó rápidamente y les instó a moverse.

-Su hermana tenía razón, señorita Sullivan. Hay, o mejor dicho, había un aura en ese campanario, y ahora ha desaparecido... junto con la campana. Puedo asegurar que no se trataba de una bendición, más bien de una energía arcana que muy posiblemente podría actuar de forma por completo opuesta. Había intensas emociones ligadas a ese poder; emociones negativas, para ser precisos, y hasta un punto abrasador. Tan pronto como el aura se desvaneció, la campana hizo otro tanto. Sugiero que avisemos a Constantine de inmediato. Sea lo que sea que dijera que está por ocurrir, me temo que ya puede haber empezado.

La estucho atentamente, deduciendo que seguramente haría relativamente poco que había descubierto sus poderes. Le iba a contestar pero la forma extraña de actuar del cigarro le llamo toda la atención, preguntándose qué le ocurría. Al prenderse de repente no pudo evitar dar un paso para tras y ver que palabra formaba para luego desaparecer con la brisa. Definidamente a Hailey no le iba a gustar para nada saber que alguien o algo les decía que se fueran a un lugar donde seguramente habría fantasmas para parar un caballo desbocado. La contestación de la chica le pilló por sorpresa ¿de dónde sacaba lo del gato? Se preguntó Cullen, cayendo después en la cuenta que dicha palabra estaría en castellano y por eso la pelirroja no pudo leerla en todo su esplendor ya que el único que entendía el castellano era él.

Ojala significara gato pero la palabra estaba escrita en castellano y su significado es… Catacumbas. Quien sea que lo haga hecho quiere que vayamos a dicho lugar, esperaremos al señor Aureole para saber qué hacer.

Como si sus palabras lo hubieran invocado, el señor místico no tardó en hacer acto de presencia, revelándoles más información. Ellos también le comentaron lo que había pasado. El caballero dejo que la dama hablara sobre lo del pozo y él se puso a revelar el misterio de la ceniza.

A nosotros unas cenizas nos han rebelado una palabra: Catacumbas. Intuimos que quieren que vayamos a dicho lugar. Yo también apoyo lo de avisar a Constantine pero no disponemos de mensajero ni sabemos su paradero…

Al fin sabia como se llamaba el caballero de la gabardina. Como era de esperar Cullen no podía memorizarse y saber la utilidad de todos los inventos que existen en la actualidad, incluyendo el teléfono móvil en la lista.

— Te equivocas... Tenemos un mensajero.

Clavé la mirada en ninguna parte, o más bien, en mi hermana Ruby, aunque para ellos fuera una nada junto a nosotros. Vi mi propio rostro sin cicatrices deformándose en una mueca de incredulidad y cuando sus pálidos labios se movieron, llegaron las palabras de la pelirroja fantasma, tan claras que parecería que estaba de verdad entre nosotros. Aunque ellos no pudieran escucharla - o al menos, yo pensaba que no podían, - ahora ya sabían que no hablaba sóla y podía hablar sin riesgos.

— ¿Estás de broma? No puedo separarme de tí.

— Falso, podemos.

— ¿Y si me pierdo y estamos separadas para siempre?

— Cuando nos separamos yo me fui del piso y tu pudiste quedarte. Me fui hasta Cold Spring mientras estábas en el ático. Incluso si pudieramos separarnos sólo de Brooklyn hasta Manhattan ya sería una distancia suficiente para lo que nos proponemos ahora. John no puede estar tan lejos y una vez con él nos reencontraremos. — Giró los ojos en blanco y desvié la mirada, pensando. ¿Qué haría yo en su lugar? Irme de la zona de peligro, ponerme a salvo. Toda esta mierda me supera y no tengo por qué quedarme. Pero lo hago. Por John... Y por ella. — Ese capullo inglés es nuestra mejor oportunidad de ayudarte y hacer que las cosas estén bien por una vez. Además, ya has escuchado lo que dice Aureole. Lo que sea que nos ha traído hasta aquí, es posible que ya esté en funcionamiento y nos va a terminar estallando en la cara. Así que te lo pido por favor. .— Sentí un nudo en la garganta. Hablar así no era propio de mí. No me sentía yo misma. — Haz el favor de mover tu puto culo fantasma y ayudar. — Ah... mejor.

Contemplé el rostro lívido de Scarlett, su mirada que parecía regañarme desde aquellos ojos desprovistos de vida, y arqueé las cejas con suficiencia, como si la tentara a intentar responder. En su lugar, vi cómo se desvanecía en el aire. Bien podía hacerme caso e ir a buscar a John, o podía simplemente dejarme tirada y largarse... No sé. A alguna parte. En cualquier caso no lo sabría hasta que volviera a encontrarme con el británico y por supuesto ahora no tenía intención de buscarle. Ni de advertir a mis compañeros de mi pequeña duda sobre la lealtad de mi gemela fantasma.

— A las catacumbas, pues. Y supongo que este es un momento perfecto para avisaros de que no tengo puñetera idea de cómo controlar mi poder y mi única habilidad ahora mismo es... — Me quedé un instante en blanco. ¿"Única habilidad"? ¿Qué cojones? Tengo otras cosas que se me dan bien, atravesar paredes no es lo único que me define. Tengo que intentar sobreponerme a todo esto, ya. — Quiero decir que lo sobrenatural se me escapa. Puedo ser vuestros ojos y oídos, pero poco más. Físicamente sé defenderme, cosa que me va a valer de bien poco si nos atacan las sombras del pozo, pero se me da bien correr y voy a tardar poco en ponerme a salvo si la situación así lo llama. Así que no os preocupéis por mi integral física, que de eso me encargo yo.

Al parecer, los acontecimientos habían decidido tener lugar sin esperar a pedir la opinión de nadie, dirigiéndose hacia su destino a través de cauces que todavía no podían ver, todos al mismo tiempo. Cullen mencionó las cenizas y Aureole las relacionó sin tardar con la abrasadora energía del campanario. Hailey habló del pozo y de lo que había sentido en su interior. Posiblemente esa abertura conectase con las ya mencionadas catacumbas, aunque era pronto para emitir un juicio sobre el tema. Disponían de poca información. La joven se ofreció a avisar a Constantine, por lo que Aureole decidió que prepararía algo para contingencias.

-Si hemos de internarnos en esas catacumbas, lo primero es encontrar un acceso. Señor Rutherford, usted que se maneja bien con el idioma, ¿cree que podría preguntar a los sacerdotes al respecto? Ignoro si estarán de humor para contestar a ese tipo de preguntas, o siquiera si tendrán conocimiento de las catacumbas. Pueden tener un origen tan antiguo que ni tan solo sepan de su existencia, de modo que le recomendaría proceder con cautela. Yo tengo algo que hacer, si me disculpan un momento. No tardaré. Stanley, viejo amigo, quédate aquí. Llamaremos menos la atención si voy yo solo.

Dicho esto, el sangromante se separó de ellos y empezó a buscar con la mirada un lugar que encajara a sus propósitos. Empezó a caminar por la calle principal, pero tan pronto como pudo se desvió hacia un lateral de la misma. Caminaba deprisa, sin molestarse en apoyar el bastón en el suelo, mientras observaba con atención el entorno. Necesitaba un lugar poco transitado o, mejor aún, desierto. En aquel pueblo antiguo tenía que haber callejones estrechos o sin salida por los que nadie necesitara o quisiera transitar. Un lugar donde nadie reparase en lo que iba a hacer.

Al cabo lo encontró: un reducido patio con una única entrada estrecha y destartalada, que quedaba flanqueado por varias casas de piedra como un valle se rodeaba de montañas. En su centro crecía un árbol, un limonero, verde y saludable al abrigo de los elementos. En su contorno solo había dos puertas que comunicasen con las casas, y al menos una de ellas parecía estar atrancada desde el interior y mal cuidada, así como las ventanas que se abrían en el muro a su lado. Debía hacer mucho que no se usaban.

Aureole ojeó discretamente la otra puerta. Al contrario que la otra, parecía totalmente funcional, pero confiaba en que nadie fuese a salir de la casa mientras trabajaba. Con suerte, sus ocupantes estarían disfrutando de la fiesta. Decidido a aprovechar el momento, el mago se acercó a la esquina del patio más cercana a la puerta y se agachó. El suelo de tierra no había sido invadido por las malas hierbas, cosa que le beneficiaba. Aureole empleó la punta del bastón para trazar un círculo y en su interior dibujó un intrincado símbolo con líneas sinuosas que convergían. Nada más terminar se agachó y se quitó un guante. Con el poco gusto que parecía sentir por la mugre o el contacto humano, a muchos les habría extrañado que acto seguido plantase directamente la mano en la tierra, justo en el centro de su círculo.

No había nadie cerca, nadie que pudiera oírlo. Sus labios se movían, no para ser escuchados, sino para ser respondidos. No para alcanzar los oídos, sino la materia. Su misma materia. En respuesta, la mano sobre la tierra se agitó. Un flujo obediente recorrió la palma bajo la piel hasta alcanzar los dedos. Aureole contuvo una mueca. Rezumando a través de las líneas arremolinadas de sus huellas, la sangre empapó la tierra. Lentamente al principio, más rápida cuando la piel se agrietó, llenó cada recoveco del símbolo sin desviarse de sus líneas. Aureole continuó recitando su conjuro hasta que todo el círculo quedó marcado con el rojo de su fluido vital. El hechicero retiró la mano poco a poco y, con un último susurro, la sangre fue absorbida por la tierra como si fuese una esponja.

El hechizo terminó. Aureole se irguió con cierto esfuerzo. Apresurar ciertos tipos de magia tenía un efecto más agotador que de ordinario en él, pero estaba satisfecho. Con eso tendrían algo preparado por si las cosas se torcían.

Bien, este es un buen lugar al que regresar. Discreto y poco transitado, se dijo. Ahora espero que los demás no quieran echar una carrera...

El hechicero se limpió meticulosamente la mano con un pañuelo. De las heridas abiertas en sus dedos no quedaba ni rastro. Volvió a colocarse el guante y cuando salió del callejón que llevaba al patio, buscó el campanario de la iglesia por encima de los tejados de las viviendas, encaminándose directamente hacia allá. Sus compañeros (qué raro se le hacía todavía la idea de tenerlos) debían estar impacientándose. Mientras caminaba, el vigor que un hombre de su edad no debía tener se resintió un poco a consecuencia del esfuerzo.

-Me parece que voy a tener que recurrir a mis pociones un poco antes de lo debido. Lástima. No me gusta nada la idea de saltarme los horarios.

No tardó en llegar de nuevo a la iglesia y reunirse con Hailey y Cullen. El efecto de su anterior hechizo se había desecho al salir del campanario, con lo que no sabía a ciencia cierta si la hermana de la joven había salido ya en busca de Constantine. Desde su marcha habían pasado varios minutos, pero a él se le había hecho bastante más largo.

-Pues bien, ya estoy aquí -anunció innecesariamente-. ¿Alguna novedad? ¿Sabemos ya adónde ir?

Aunque supiera que estaba hablando con su hermana fantasmal le seguía pareciendo extraño no ver nadie en el punto de mida de la pelirroja. En su época la habrían enviado a la hoguera por bruja a no ser que consiguieras el respecto de la inquisidora y dictara que esos poderes eran divinos, como era su caso.

No se aflige Hailey, tómeselo como un entrenamiento. Puedo imbuir en mi espada luz sagrada, muy eficaz contra los seres de las tinieblas. Por lo tanto luchare contra ellos siguiendo sus indicaciones.

Instintivamente acaricio el mango de su espada cuando estaba hablando de ella. Después de mirarla con tranquilidad miro al hombre, esperando que el también revelara un poco sus poderes para dar más fuerza y seguridad al grupo, pero al parecer era más reservado de lo que pensaba. Cullen estaba muy tranquilo sabiendo que habría una alta posibilidad de luchar contra esos extraños seres del pozo, pero era porque para el ex templario era el pan de cada día, al menos cuando estaba en su tiempo. Le podía preocupar haber perdido un poco la practica al no haberse batido en duelo desde que llego a la época moderna, sería como montar a caballo; una vez que se aprende nunca se olvida. La sugerencia de Aureole le pareció correcta y prendió rumbo una vez más hacia la iglesia, no sin antes voltear a ver a la mujer y al extraño hombre antes de entrar. Una vez dentro se santiguo y realizo una pequeña plegaria a Dios para que le protegiera contra los seres del pozo. Poco tardo el padre en aparecer delante de él, parecía sorprendido de que alguien fuera del pueblo volviera entrar a la iglesia. El herrero hizo una pequeña reverencia antes de hablar.

Perdone que le vuelva a molestar Padre, me gustaría disculparme en nombre de mi hermana por salir de esa manera de la iglesia y pediros si conocéis el paradero de las catacumbas, a mi padre le gustaría verlas antes de que se pusiera el sol.

El curo le restó importancia al asunto, como si quisiera olvidar cuando antes mejor el accidente del pozo. Le explico tranquilamente donde se encontraba y se despidieron de forma cordial. Volvió con su grupo dispuesto a revelarles el paradero de las catacumbas.

El cura me ha revelado que las catacumbas es un lugar sellado, inestable, que hace mucho que nadie baja por ahí. Pero que si nos queremos arriesgar hay una forma opcional de bajar: hay una cisterna bajo el ayuntamiento con la cual acceder a las catacumbas. Se puede visitar ya que está abierta al público y nadie del ayuntamiento nos dirá nada.

El problema interno que tenía Cullen era saber que era un ayuntamiento. Por la formación relevado por el padre era un lugar importante ya que nadie tiene tal accesos a un lugar tan insólito, seguramente sería la casa de un noble o la casa de la villa. Por suerte había un post informativo cerca de ellos donde señalaba la dirección del ayuntamiento.

Según ese tablero informativo el ayuntamiento está por aquella dirección.

Primero señalo el post y luego la dirección donde marcaba, empezando a andar leyendo cada panfleto o dirección para saber que iban por buen camino. Al cabo de unas cuantas calles llegaron frente del ayuntamiento del pueblo, que por suerte lo indicaba con letras grandes en la fachada del edificio.

Fuera de ROL: Lamento si hay faltas de ortografía. Acabo de formatear el ordenador y estoy probando un navegador nuevo, y tengo el dichoso autocorrector en inglés, así que me está borrando tildes y cambiando palabras, como un por in. Lo intento corregir según lo veo, pero puede que se me escape algo. Lo siento.

Las esperas se hacían todavía más eternas cuando te morías por abandonar un lugar y volver a la seguridad de tu hogar. Esa palabra se me hacía extraña. El modo en que Constantine me había hecho recordar mi pasado, hacía que muchos recuerdos parecieran recentes, aunque los viera desde los ojos de una niña. Parpadeé un par de veces y suspire, intentando apartar de mi mente todo aquello que ahora mismo no tenía importancia. Para mi siempre la tendría, por supuesto. Pero no aquí. No ahora.

Miré de nuevo al templario mientras este se iba de nuevo a preguntar las indicaciones. Rutherford, quien seguía esforzándose por hacerme sentir bien y ayudarme, un cristiano redomado al que parecía, sin embargo, no importarle aquellas cosas que según las películas me hubieran granjeado una persecución. Seguía esforzándose en animarme y hacerme sentir segura, y ese sentimiento, lejos de darme rábia, como había pasado tantas otras veces, me dejó desconcertada. ¿Se suponía que debía aceptar sin más? ¿Debería darle algo a cambio? ¿Esperaba el rubio algún tipo de recompensa? Quise dar otra calada a mi cigarrillo, sólo para darme cuenta de que se había consumido solo, apagado entre mis dedos. Me estaba encendiendo uno nuevo cuando llegaba Aureole. Aunque esta vez, mis manos ya no temblaban y no necesité ayuda alguna para hacerlo. Tal vez, Cullen estaba logrando calmarme... Un poco.

Cuando nos reunimos todos, retomamos el rumbo hacia el ayuntamiento. Nadie preguntó a Aureole qué había ido a hacer, pero tampoco parecía que estuviera desconfiando de nosotros, y Cullen tampoco parecía alterado por el hecho de que me hubiera dejado sola para ir a hacer vete a saber qué y no hubiera dado explicaciones, así que me armé de valor, ignoré los fantasmas que de vez en cuando se cruzaban por nosotros y caminé junto a ellos, confiando en mis compañeros pero... Preparada para abandonarles si lo necesitaba.

Una vez en el interior del ayuntamiento, me chocó el cambio de estética que había dentro y lo que se veía desde fuera. Me recordó vagamente a la sensación que había tenido al adentrarme por primera vez en la casa del misterio, aunque esta era, por mucho, mil veces más ordinaria. Al fondo había una mujer que nos miró con cara de malas pulgas, e inconscientemente la mire frunciendo levemente el ceño, desafiante. Si intentaba decirnos algo, no la iba a entender, pero tampoco me quedaría callada. Y si ella no me entendía a mi, era su problema. Esperé a que alguien de los dos que me acompañaban encabezara el grupo y nos guiara a donde tuvieramos que ir, quedándome la última y cerrando el grupo. Normalmente, tras de mi, vendría Ruby, pero no sabía nada de ella... Todavía.

Una vez en el patio, miré a mi alrededor, y en cuanto reconocí el rostro de mi Hermana, les susurré un "allí" a media voz, y les guié hasta mi hermana. Vi el cartel en la puerta, pero para mí, ya podría poner que era el baño que no lo entendería. Fruncí el ceño y supongo que Ruby comprendió al acto lo que pasaba por mi cabeza.

— No sé que habrá ahí, pero es por donde se ha ido John.

— Me alegro de verte, Ruby. — Y era cierto. Vi que esas palabras aplacaban el mal humor de mi gemela y su mirada, pese a la situación en que se encontraba, se volvió ligeramente cálida. Eso me hizo daño. — Constantine está aquí. — comenté a mis compañeros, y sin pensármelo dos veces, cerré la mano entorno al pomo. No llegué a abrir la puerta. Sentí un escalofrío, y se me erizó el vello de la nuca. Solté la puerta y di un paso atrás, vacilante, incapaz de seguir abriéndo la marcha. Incapaz, además, de decir una palabra más. No sé por qué. Tal vez no tenía ninguna razón de ser. Pero... Eso me daba muy, muy mal rollo. — ...

Cullen había demostrado la utilidad de aprender idiomas cuando comentó las palabras que le había dedicado el sacerdote. Al parecer, una cisterna bajo el ayuntamiento permitiría acceder a las catacumbas, donde habría que tener cuidado debido a su estado. Dicha cisterna era visitable, de modo que allá fueron los tres, entrando en el edificio grande, con aspecto de antiguo y de varias reformas. No hizo falta preguntar a nadie por el lugar que buscaban; el caballero señaló un cartel que les llevó, mediante un breve descenso, a una especie de patio interior. Siguieron las voces de la gente hasta llegar a la cisterna, llena de fotografías antiguas que los lugareños y otros visitantes ojeaban con relativo interés. No lejos de allí había otra puerta, y esta vez fue Hailey quien les condujo hasta ella. Dadas las indicaciones del cura y el cartel que había en ella, tenía que ser el acceso a las catacumbas.

-¿De modo que ha venido por aquí? Extraño que no nos haya comentado nada luego de regresar de las afueras... Quizá el tiempo apremiaba. En cualquier caso, está claro lo que hemos de hacer. Aprovechemos que nadie parece estar mirando.

Aureole echó mano de la manija, con cuidado, comprobando si estaba cerrada. Aparentemente, el personal no parecía creer necesario más que el aviso en la puerta, ya que completó el giro, pero el sangromante no fue capaz de abrir. Aureole frunció ligeramente el ceño, y a la orden telepática apareció Stanley, que sí que atrajo más de una mirada. Por suerte, lo imponente de su figura hacía que los curiosos prefiriesen no quedarse mucho tiempo con los ojos fijos en él. Viendo que su amo señalaba a la hoja de madera, el golem camuflado se acercó, tiró de la manija hacia atrás y empujó hacia adelante. La puerta se desatascó, giró sobre sus goznes con un leve chirrido y dejó a la vista la oscuridad del otro lado.

-Tenebroso cual boca de lobo... y lleno de tropiezos, según el buen pastor. Será mejor contar con algo de luz. Permítanme...

Si esperaban que lanzase un hechizo o similar, quedaron decepcionados. Aureole se limitó a sacar de un bolsillo interior de su traje lo que parecía un par de piedras de río, redondeadas y planas, de un color verdoso muy oscuro. El sangromante las tuvo en el hueco de sus manos enguantadas y procedió a frotarlas vigorosamente. Al poco, ambas piedras se iluminaron con un fulgor pálido que salía de su interior. El hechicero dio una a cada uno de sus compañeros.

-Esto nos servirá. Basta con frotarlas un poco - explicó-, el calor de la mano las mantendrá encendidas. Una linterna habría enfocado mejor el haz de luz y nos permitiría ver más lejos, pero no he traído artilugios semejantes, así que si nadie más tiene algo parecido habrá que conformarse.

Aureole se apartó para permitirles entrar. Casi al mismo tiempo, exhaló un suspiro y se concentró en el mismo encantamiento que había empleado en el campanario. Quería comprobar si el mismo mal que había entrevisto allí se encontraba cerca. Si los presentimientos de Constantine eran ciertos, a buen seguro tendrían más de una sorpresa ahí abajo, pero si podían ahorrarse parte de ella o cualquier otra que les saliera al paso, tanto mejor.

Ambulare per caligo, semper in umbra.
Vagari per tempus, abscondita a mundi.
Semper si anima habet visionem,
videbis omnes manes heri.

Casi al momento de terminar su canturreo, la imagen translúcida de una joven pelirroja se perfiló junto a Hailey. Ligeramente asombrado, pues ya tenía noticia de que les acompañaba, el sangromante se llevó la mano a la chistera y lo levantó en un saludo.

-Bien, sugiero que entremos antes de que mi Stanley llame demasiado la atención. Ya llevamos demasiado tiempo parados en este lugar. Aconsejo cautela, no vaya a ser que antes de encontrarnos con una situación sobrenatural tengamos que lidiar con un esguince por no ver bien por dónde nos movemos.

El herrero iba indicando al grupo por donde ir leyendo las indicaciones. Al llegar a la cisterna pudo admirar por un leve tiempo esos extraños cuadros brillantes como cristales, de nombre “fotográfica” ya que era lo único que no entendía del letrero "Exposición fotográfica en la cisterna". En el patio leyó el cartel de la puerta pero no lo tradujo; era innecesario ya que pusiera lo que pusiera iban a pasar igualmente, pero ese extraño símbolo si que no lo entendía. Las palabras de la pelirroja les indicaban que estaban en el lugar correcto para seguir la pista de su quito miembro del grupo. Mientras sus compañeros intentaban abrir la puerta el observaba los alrededores, hasta las plantas altas, asegurándose de que nadie los observara. Al sentir el chirrido de la puerta se volteo hacia ellos para luego recibir una piedra brillante, mirándola con curiosidad, le recordó a sus runas de luz. Se fue pasando la piedra entre sus manos apretándola con algo de fuerza, comprobando que tan cómoda pudiera ser. Se acercó a la entrada más que los demás y gracias a la pierda pudo comprobar del espacio que disponían; calculaba que unas tres personas podían ir juntos por esos pasillo.  Volvió con su grupo mientras guardaba la piedra en uno de sus bolsillos quedando ligeramente iluminado. Se sorprendió de ver el espíritu de la hermana de Hailey, de nombre Ruby si no recordaba mal. Como un buen caballero hizo una leve reverencia en modo de saludo.

Estoy de acuerdo con Aureole, por lo siguiente nosotros lideraremos el grupo: me iluminaras el camino a la vez que ataques con tu magia ¿eres mago de ataque?

Por estas cosas era necesario saber las habilidades de todos los compañeros de viaje, siempre va bien para trazar un plan.

Hailey y Ruby iréis en el centro: iluminareis el grupo y nos indicareis la presencia de enemigos. Y usted señor Stanley cerrare el grupo, protegiéndonos de enemigos que osen atacarnos por la espalda.

Mientras explicaba la formación iba mirando a cada uno para que nadie se sintiera excluido. Sin perder más el tiempo entraron en las catacumbas. Cullen aprovechó que ya no estaban en el exterior para quitarse el escudo de la espalda y desenvainar su espada, preparado para atacar a cualquier enemigo que se le cruzase por el medio.

Cuando íbamos a avanzar por aquel angosto pasillo, pasaron dos cosas que me hicieron darme cuenta todavía más de cuánto desentonaba yo en toda aquella situación, de lo poco que realmente podía aportar como compañera de piso. La primera, fue que Aureole demostraba estar mucho más preparado de lo que habría estado yo aunque lo intentara, ofreciéndonos una extraña piedra que mantenía el brillo, según había dicho él, gracias a la calor de nuestra propia piel. Un item que me parecía la mar de útil en... bueno, mi antiguo trabajo y en aquella vida que ahora intentaba dejar atrás.

La segunda fue que després de recitar esa especie de salmo, todos podían ver a Ruby. Mi hermana les miró a ambos con una sonrisa encantadora, siendo una réplica exacta de mi persona, pero sin la dureza de mi mirada, sin las cicatrices que marcaban un recordatorio constante de mi vida, sin la piel morena bronceada de la constante exposición al sol y la vida en la calle. Mi único aporte, aquella extraña capacidad de ver aquello que el resto no podía, ahora era algo compartido con el resto del grupo y mentiría si dijera que no me importó. No por dejar de sentirme única y especial, si no porque ponía todavía más en evidencia lo poco preparada que podía llegar a estar para ese tipo de situación.

Así que me sumí en silencio y caminé. Caminé la primera, sin pensar en lo que hacía, y dejando que el resto siguiera a mi espalda. Una idea que era completamente estúpida si te parabas a pensar en que me encontraba totalmente expuesta a todo. Sabía pelear, de lo que había aprendido en las calles, pero eso de poco servía contra fantasmas, y mi única defensa gracias a mi poder, el poder escabullirme de cualquier situación, se encontraba ahora personificada en forma de espíritu a mi espalda. Ni siquiera me detuve a mirar los nichos. Siempre había sentido un gran respeto por ese tipo de lugar, debido al efecto que tenía en mí los vestigios de las vidas pasadas, y la permanente sensación de estar rodeada. Pero en esa cisterna, aquella sensación era tan insistente desde una primera instancia, que no me quería parar a ver si en esas "tumbas" era más o menos fuerte. Y encima empezaron los lamentos, como cuando lo había escuchado en la iglesia, y sentí mi cuerpo tensarse. Cada paso era un esfuerzo contra mi voluntad, que sólo el orgullo y el enfado lograba superar, forzando un pie tras el otro, con las manos cerradas en un puño. Cuando aparecieron a nuestro alrededor, susurrando, pasé de ellos. Por extraño que pudiera resultar, fijé la vista hacia adelante, ignorando su presencia. Estaba un poco acostumbrada a esas apariciones hasta el punto de poder imaginar que soy una persona normal y no podía verlos. Me seguían poniendo nerviosa, molestándome, dándome miedo. Pero ya me habían pillado con la guardia baja en la iglesia, no pensaba darles ahora el gusto de ponerme más en tensión de lo que ya estaba. Si intentaban tocarme, tenía las piernas preparadas para salir huyendo como alma que llevaba el diablo. La piedra de Aureole seguía firme en mi mano pero noté como su iluminación parecía volverse menos intensa con cada paso que daba y la tomé con ambas manos, intentando frotar para devolverle el brillo... Pero no funcionaba.  Cuando divisé algo de luz al final del camino, al final opté por llevarme la piedrecilla al bolsillo trasero derecho del tejano.  Y cuando la antesala se abrió ante mis ojos, y di el primer paso hacia su anterior, inmediatamente caminé hacia la izquierda, haciendo paso para que el resto pudiera reunirse conmigo en aquél lugar y no formar un tapón. No despegué la espalda de la pared. Aquellas cinco personas daban muy, muy mal rollo. Y cuando al fin me fijé mejor en el lugar en el que estábamos...

— ¡John! — Di un paso adelante, pero sólo uno. Pues aquellos encapuchados escucharon, al igual que nosotros, un crujido a nuestras espaldas. Desenvainaron unas dagas y entonces di dos pasos hacia atrás. O más bien, uno y medio, golpeándome la espalda contra la pared. Se me escapó un jadeo de sorpresa, y me pegué todavía más a ella. Intentando fusionarme. Intentado pasar al otro lado y a través. Pero por más que apretara, el muro era inamovible. Esta vez no intenté mantener la compostura, y todo el valor que mostraba normalmente se escapaba de mis manos como si estuviera intentando sostener agua con los dedos separados. Se me escapó un grito nervioso, y golpeé la cabeza contra la pared, maldiciendo ser incapaz de cruzar a través de ella, como hubiera hecho de no haberme separado de Ruby.

Pero no podía huir. Y fuera por que había recuperado recientemente mis recuerdos y con ellos las experiencias vividas cuando no había tenido un techo bajo el que caerme muerta, o porque realmente la situación había cambiado y yo estaba cambiando con ella, volví a sentir aquél absurdo intitnto de supervivencia que había desarrollado en mis años en las calles. Y no hay nada más peligroso que un animal salvaje asustado y acorralado. Y en muchos aspectos, yo era una salvaje. Aquél, era uno de ellos.

Me avalancé a uno de los cinco, el que tenía más cerca, y me hice a un lado en cuanto hizo el primer ademán de intentar apuñalarme. Con mi mano izquierda sostuve el cuchillo, sintiendo la hoja penetrar la palma de mi mano e ignoré el dolor agudo y punzante que vino con ello, cerrando los dedos en torno al pomo y parte de la mano del encapuchado. La sangre cálida empezó a impregnar mis dedos, pero intenté que eso tampoco me hiciera aflojar el agarre. Flexioné el brazo derecho y clavé con fuerza el codo en su antebrazo, intentando forzarle a soltar el arma, y sin esperar a ver si la soltaba, o no la soltaba, o le partía el codo. Automáticamente alcé de nuevo el brazo e intenté un segundo golpe sobre su máscara. Y si conseguía desequilibrarle al menos, iba a pasar olímpicamente de él. John seguía tumbado en el suelo, tendido, con el pecho al descubierto, y desde donde yo estaba, no sabía siquiera si respiraba. Eso me ponía todavía más nerviosa. Ya no por los sentimientos que había acabado desarrollando por él, si no porque esperaba, deseaba de corazón, que su ayuda nos pudiera brindar algo de equilibrio a la balanza. Y sobretodo, porque le necesitaba para salir de allí.

No para que nos guiara, o nos mostrara el camino, o tuviera las visiones que parecían los fundamentos para toda esta... aventura. No. Era porque si John no salía de aquél lugar, tampoco lo haría Hailey Sullivan.

Con Aureole agitando una mano ante la pregunta de Cullen acerca de su magia ofensiva, se internaron más profundamente en el subterráneo. El hechicero no tardó en llevarse un pañuelo a la nariz para evitar que hiriera su sensibilidad el húmedo hedor a cerrado y polvo de las catacumbas. Con cierta discreción, Aureole había dejado que Cullen se adelantara ligeramente, por si los problemas. Una cosa era ayudar y otra hacerse el héroe, algo que reconocía de utilidad hasta cierto punto en el entorno inmediato, pero que demostraba escaso valor para las artes arcanas... salvo que uno quisiera consecuencias.

A medida que progresaban despacio y con agobio en la oscuridad de la tumba, el viejo mago se percató de que no había ramificaciones. Los constructores del lugar no se habían complicado con cámaras funerarias o diversos corredores en cuyas paredes poner a descansar a sus difuntos, sino que al parecer habían ido horadando la roca y excavando los huecos conforme la gente dejaba este mundo. El mero pensamiento de encontrarse en aquel punto y final de la existencia, al menos de la existencia física, le agobió. Llevaba mucho tiempo evitando contemplar aquellas mismas vistas, o tal vez las del lujoso panteón familiar, y verse ahora rodeado de cadáveres en descanso eterno le provocaba un malestar que intentaba relegar, sin éxito, al fondo de su mente. Por un momento, estuvo a punto de flaquear. Su cara se puso pálida. Necesitaba aire, espacio. Necesitaba...

Todavía no. Hay mucho por hacer. Tengo tiempo, se dijo varias veces.

Casi inconscientemente se llevó una mano enguantada al interior del chaqué negro. De un bolsillo interior sacó lo que parecía una pitillera, pero en su interior no había tabaco; solo una serie de ampollas de cristal fino alineadas pulcramente. Estaban llenas de un líquido rojizo cuyas burbujas, causadas por el movimiento desacostumbrado de su dueño, se deshacían rápidamente. Aureole apartó el pañuelo de la nariz el tiempo justo para abrir una de las ampollas e ingerir su contenido.

Se sintió mejor casi de inmediato, y agradeció que nadie se hubiera fijado en su pequeña crisis o, al menos, que no la mencionasen. Había salido preparado de casa, en previsión de imprevistos, como le gustaba decir. La ampolla vacía regresó a la pitillera y el sangromante volvió a centrarse en el camino lúgubre que desvelaban ante sí.

Al poco rato, la importancia de la vista cedió su puesto a la del oído. Voces o lamentos llegaron hasta ellos de algún punto más adelante. Las luces perdieron intensidad al aproximarse, siendo sustituido su fulgor pálido por una vaporosa bienvenida. Almas. Había espíritus de muertos en el aire. Dentro de lo normal que pudiera ser en un lugar de reposo como aquel, sus gestos de congoja y escasa presencia daban fe de su mal estado. Tocarles era inquietante, pues las visiones pasadas de sus vidas intentaban sobreponerse a la visión real. Hasta qué punto eran siquiera conscientes de sí mismos esos fantasmas y no meros ecos que se repetían en un coro incansable, era difícil saberlo. Cuanto más avanzaban, más audibles eran sus murmullos, aunque no siempre más inteligibles. Y entonces, cuando las piedras luminiscentes ya no parecían tener más utilidad, vieron luz. La luz de una llama.

Cullen iba delante, pero Aureole alcanzó a ver más luces. Antorchas, dispuestas en círculo. Mala señal. Si bien en una cámara como aquella era lo lógico, el hecho de que no fueran teas sujetas a las paredes sino colocadas expresamente en el suelo implicaba una preparación. No se precisaba de tantas antorchas para iluminar un área como aquella. Sin embargo, si uno buscaba conducir ciertas energías o situar puntos precisos para manipulaciones rituales, el círculo era lo más habitual. Y el otro círculo, el interior, terminó de confirmar su impresión. Cinco asistentes, con atavíos parejos. Un punto central: el de la ofrenda sacrificial. Y dicha ofrenda llevaba una gabardina bien conocida. El grito ahogado de Hailey evidenció que también ella lo había visto.

Quién pisó donde no debía era poco importante. La cuestión era que las cinco figuras se habían vuelto hacia ellos. Todos iban armados y ninguno se tomó a bien la intromisión. Entonces todos empezaron a moverse. Los cultistas acometieron cuchillos en ristre. Hailey no perdió el tiempo e hizo lo propio, enfrentándolos incluso a pesar de estar desarmada. La proporción numérica jugaba en su contra. Es decir, si uno no tenía en cuenta que eran cinco contra tres... y un gólem. Pero un rehén potencial podía cambiar las cosas. El sangromante vio las cosas claras, aferró su bastón con fuerza y ordenó:

-¡Stanley, saca a Constantine de aquí!

Allá fue el gólem, abriéndose paso con delicadeza entre Hailey y Cullen, y con brutalidad entre los atacantes. Sus cuchillos buscaron la carne, mas encontraron la arcilla moldeada. Stanley agitó dos brazos como las piernas de un hombre adulto y lanzó a dos cultistas cada uno contra una parte distinta de la pared circular. En apenas unos pasos había llegado hasta Constantine y lo aupó sin que pareciera pesarle más que una pluma. El gólem retornó hacia la entrada, pero sus oponentes no estaban dispuestos a dejar que se llevaran a su ofrenda. Eran demasiado rápidos para él y ahora tenía las manos ocupadas.

-¡Jhataka! -bramó Aureole en otro idioma.

El pomo de su bastón lanzó un destello que se disipó en décimas de segundo. Si bien cualquiera que lo mirase podría quedar cegado, solo Stanley y los cultistas estaban en semejante posición. Además, no era esa su idea. Casi con la misma rapidez con que se había apagado la luz se reagrupó, pero no en el bastón, sino en el pecho del enemigo más próximo a Stanley. La onda de choque restalló contra sus costillas con la fuerza de un puñetazo cuya fuerza no desmerecería la de un profesional. El sangromante confiaba en que un ataque de esa naturaleza y tan rápido como inesperado hiciera retroceder a su oponente.

Parpadeo ante el gesto de Aureole, no sabía si su respuesta era afirmativa o negativa. No entendía porque no podía decirle un claro y rotundo no o un sí. Cullen era un hombre sencillo y le gustaban las cosas sencillas. Al Herrero era el que menos le molestaba el ambiente enrarecido y el aroma a muerte. No era que oliera a rosas, pero al estar largo pedidos de tiempo en batallas uno se vuelve casi inmune al olor putrefacto de los cadáveres en descomposición. Por suerte no estaba estancado de agua porque si no habrían salido todos por patas ante el fuerte olor que produce un cuerpo muerto en aguas turbias. Los espíritus de los muertos no tardaron en recibirles y el rubio intentaba ignorarles, no quería que ningún espíritu jugara con su mente. Al ver a Hailey tomar la delantera quiso decirle que volviera a su posición, pero se calló, pensando que la mujer necesitaba un poco de espacio para pensar en sus cosas ¿pero en un momento como este? Nunca entendió las mujeres de su tiempo menos iba a entender las del futuro.
Finalmente vieron el final del pasillo y no le extraño para nada encontrándose unos fanáticos haciendo el imbécil con rituales de sangre que nunca trae nada bueno. Donde había más espíritus de lo normal siempre había esa gentuza, era algo que había aprendido con los años. Ante esa clara ofensiva no se hizo de rogar y al primero que se le cruzo en su camino lo golpeo con el escudo anulando su defensa para inmediatamente clavarle la espada en su pecho, matándolo en el acto. Una vez desecho de él fue ayudar a sus compañeros y el que lo quedaba más cerca era la pelirroja. Aprovechando que le tenía medio inmovilizado le dio una patada en su hueco poplíteo para obligarle a perder el equilibrio y dejar libre a su compañera. Inmediatamente la rodilla del enemigo toco el suelo le clavo la espada en la clavícula, perforando algún órgano vital asegurando su muerte. Vio como su compañero Stanley era levemente herido por el enemigo dándole la oportunidad a Cullen de ver que esas heridos solo habían escarbado arcilla, comprendiendo así que su compañero no era humano, sino un golem o cualquier otra criatura de tierra, ahora entendía su extraño comportamiento.

Golems, ritos satánicos, espíritus, magia, batallas, muerte. Cullen hacía meses que no se sentía tan cerca de casa como ahora y la fina sonrisa que adornaba su rostro lo demostraba. No era el hecho de matar gente el que le devolvía a su hogar, sino la situación de video o muerte, la de rescatar a un camarada, la de que en cualquier momento escuchara la voz de su esposa y camaradas de armas anunciando que todo estaba despejando. Esos escasos segundos de nostalgia le brindaban la esperanza de seguir luchando para poder volver a su hogar. Al ver como el enemigo bloqueaba la única salida volvo a blandir la espada contra ellos. Efectivamente el mago logro hacer retroceder al fanático brindándole la oportunidad el ex templario de cortarle la yugular, pero le dio con tal fuerza que le corto el cuello haciendo volar la cabeza unos pocos metros de ellos. Impresionado se quedó mirando su espada, no recordaba haber afilado tanto la hoja. Finalmente solo quedaban los dos cultistas que el golem había hecho volar, que se retorcían de dolor por el fuerte impacto que habían sufrido pero que intentaban ponerse de pie para impedir que su ofrenda se escapara.

Escapar ahora, yo os cubrió las espaldas.

Dicho eso se encamino hacia ellos haciendo girar su espada en un ágil movimiento, indicando que iba a poner punto final a todo esto. Sin darle tiempo al enemigo le lanzo su escudo a uno tumbándolo, aprovechando esa pequeña distracción hizo un corte horizontal cortándole la barriga el que estaba en pie rematando la faena con una estocada en el corazón. Finalmente solo quedaba uno con vida, que en un intento desesperado por vivir le lanzo el escudo y se lanzó contra el rubio con claras intenciones de apuñalarle. Todo era tan evidente que solo le hizo falta esquivar el escudo y apartarse a un lado para evadir la daga y estar lo suficientemente cerca de el para ponerle el pie, haciendo que se cayera estrepitosamente contra el suelo. Era un error tan común en los aprendices de caballería que para un experto como él era fácil esquivarlo. Para no alargar más su agonía le clavo la espada en su cabeza, matándolo en el acto. Una de las cosas que aprendes al luchar con tantos fanáticos de los rituales era se tenía que asegurar que todos estuvieran muerto, porque con uno que quedara con vida podía utilizar la sangre de sus compañeros e invocar a un demonio. Era demasiado mayor para esos trotes y decidió evitarlo a toda costa. Arranco un trozo de túnica para limpiar su espada y su escudo, si salía con sus armas ensangrentadas podría asustar a alguien, una vez todo limpio envaino su espada y guardo su escudo en su espalda ocultándola bajo su largo abrigo. Una vez todo estaba tranquilo cogió una de las antorchas del suelo y se puso a recorrer el largo pasillo hasta encontrar a sus compañeros. Mientras recorría los oscuros pasillos iluminado por la luz de la antorcha se fue limpiando la cara con un pañuelo de tela que traía entre sus pertenencias, guardándolo una vez sintió que estaba limpio.

¿Cómo se encuentra nuestro camarada? Propongo llevarlo al hostal para que descanse debidamente.

Dijo con la respiración algo agitada, hacía tiempo que no se movía con tanto ímpetu, recordándole que tenía que seguir entrenándose.

Ver a John en aquel estado no hacía nada por calmar el miedo y la inseguridad que se habían ido acumulando a lo largo de aquella visita a España. Entre los tres habíamos logrado despachar rápidamente a aquellos hombres enmascarados, pero Constantine no fue capaz de alzarse y venir por su propio pie. En su lugar, tuvo que ser el acompañante del sangromante quien le sacara a rastras del lugar. Ruby me seguía en silencio, y agradecí por una vez no tener que soltar sus comentarios agrios a cada cosa que le parecía mal, que para entonces no eran pocas. Yo no me sentía muy distinta, y estaba odiando cada segundo de mi existencia. Pero tenía cosas más importantes de las que preocuparme. Hasta que poco a poco JC dejó de patalear.

Me esperaba cualquier cosa. Un comentario cínico, una gracieta sin gracia, más improperios, una explicación. Se cumplió la primera parte cuando exigió que le bajaran, pero me sorprendió lo que vino después. Se desgarró todavía más la camisa y tomó mi mano, envolviéndola con dedicadeza. Y me llamó amor. Sí, ya me lo había dicho antes pero… No me acostumbraba. Era una palabra demasiado ajena para mí, aunque resultaba electrizante escucharla de sus labios y me hacía suspirar.

Por suerte para mí, la situación era lo suficientemente apremiante como para que nadie se quedara demasiado atento en mis propias mierdas, en como una simple palabra era capaz de dejarme tan aturdida. Intenté empujar ese sentimiento a lo más profundo de mi mente para poder centrarme completamente en el aquí y ahora. John tenía malas noticias, y desde luego, relacionados con esta, parecía estar de cierto mal humor. No podia culparle, pero… ¿Cómo narices podíamos evitarlo?
Me llevé una mano al bolsillo, y saqué de mi paquete dos cigarros, ofreciéndole uno a John y colocando el otro en mis propios labios, sin prender.

— Yo no tengo reproductor de música. Hubiera sido una manera de cubrirme los oídos, supongo. ¿No creo que en este pueblo, tal y como estan las cosas ahora podamos encontrar unos tapones para los oídos. — Me quedé en silencio mientras John nos relataba su propia experiencia, y fruncí el ceño. — ¿Una nana? Cada vez parece más que estemos metido en una película de terror de fantasmas. — No había ni pizca de emoción en mi voz. Podia bromear con mil cosas, pero los fantasmas nunca eran una de ellas. Me producían demasiado respeto. Y ahora ya sabía por qué. — En cuanto a lo nuestro, sí. La torre de la iglesia o monasterio o lo que fuera está impracticable, pero tienen una especie de sirena para dar las campanadas. Y había un pozo… — sentí un escalofrío, y me llevé la mano libre de vendaje a la nuca para calmar el vello erizado que acababa de alzarse en ella. — ...un pozo lleno de almas.

Cerró los ojos y negó con la cabeza en modo de resignación; sus peores sospechas se habían cumplido. No podía ser casualidad que se reunieran en ese pueblo, con todos los fenómenos que fueron sucediendo y que no pasara nada. Era el mismo esquema que utilizan los demonios para apoderase de una zona, lentamente para que nadie se dé cuenta y sea demasiado tarde. Escucho atentamente a sus compañeros, como siempre se perdía por las palabras de la nueva era que el desconocía completamente.

Yo podría realizar ruido al chocar la espada contra el escudo, pero eso alertaría a los enemigos y no sé si sería lo suficiente efectivo.


Miro el pasillo por donde habían venido; el del sacrificio.

Si hubieran velas podríamos utilizar la cera para crear taponeas cuando se enfriara o tallarlas directamente de las velas… pero que yo recuerde solo habían antorchas. Si hablas de que alguien canta una nana que te lleva al mundo de los sueños, seguramente sea un demonio, solo ellos pueden hacer.

Se llevó la mano a la cara recordando esa época oscura que aún le torturaba en pesadillas, recordando la masacre que causaron los demonios en la torre llena de magos que custodiaba con sus compañeros. Rápidamente volvió alzar la cabeza decidido, no era momento de divagar en el pasado ni mucho menos perder el tiempo. Las palabras de su compañera hicieron pensar en algo.

Podríamos utilizar la sirena de las campanas para que su sagrado replique anule el canto del demonio.

Se cruzó de brazos y miro a sus compañeros con mala cara, como si lo que fuera a decir no fuera lo más sensato del mundo pero al ser una posibilidad no se podía callar.

Lo que voy a decir puede sonar descabellado, pero proseguiré. ¿Creéis que el pozo lleno de almas sea la entrada a la guarida del líder de los demonios? Porque no se me ocurre otro lugar donde puedan esconderse. Necesitamos eliminarlos a todos para salvar el pueblo y toda su gente inocente.

No podía olvidar toda esa gente que estaba a punto de sufrir un ataque de demonios, como caballero su deber es proteger a los más débiles. Rezo para que su noble corcel estuviera a salvo.

Toda mi vida, he sobrevivido huyendo. Por todo mi valor y falso coraje, lo que siempre me dio la seguridad para ser quien era, era la certeza de mi vía de escape. No importaba cuan mal se girara la situación, yo tenía un as bajo la manga que poca gente poseía. La habilidad de volverme intangible, de ser intocable, de poder escabullirme de absolutamente cualquier situación. Y eso, lo había perdido. Esa sesión de hipnosis, ese día en el que habíamos decidido abrir la tapa a mis recuerdos ocultos, había hecho palpable la cantidad de pedazos en la que estaba rota. Por que siempre había sabido que había algo mal en mí, que no funcionaba correctamente. Y ahora sabía a ciencia cierta que esa era la palabra. Estaba rota. Y hasta ahora Shade, Ruby, Scarlett, había sido el fantasma que a mi lado movía mi cuerpo y fingía en mi una vida que había perdido. Y ahora, como un títere cuyas cuerdas habían sido cercenadas, me tocaba sostener mi propio peso, y ya no tenía tan claro que mis piernas fueran a sostenerme.

Todo cuanto me ataba a ese pasado, ahora mismo, era John. Y tal vez fuera por eso, o porque era probablemente la única persona a la que había amado en toda mi vida, había querido permanecer a su lado. Y eso me había llevado a estar bajo tierra, entre tumbas, esforzándome por ocultar un miedo que me hacía temblar y del que, por primera vez en toda mi memoria, no podía huir. Quería quedarme a su lado, pedirle que cogiera la mano y que me ayudara a guiar los pasos. Decir que me sentía perdida me parece falso a tal nivel, que ni siquiera yo me atrevo a pronunciarlo. No, porque para sentirte perdida, necesitas tener un mínimo sentido de la orientación, o un lugar al que volver para echar en falta. Yo, estaba rota, hundida y enterrada. Qué suerte que quedara allí mi orgullo, pues era lo único que ahora mismo impedía que se me doblaran las rodillas y me echara a llorar. Sólo el orgullo... Porque no me faltaban las ganas.

Así que cuando prendimos ese cigarrillo, miré a John a los ojos. Esos ojos azules que ahora mismo me conectaban a un pasado fuera de mi alcance. Esos ojos azules que me hacían perderme a mi misma, perder la razón y todo lo que había mantenido tan sagrado a lo largo de mi vida. ¡Esos ojos! Mierda, John. Debería haberte dicho antes que te quiero. Que no me dejes sola. Que sostengas mi mano. Que me digas que estaré bien. Y en su lugar, bendito orgullo, parpadeé casi con pereza, intentando abrigarme una vez más en esa máscara de indiferencia, sin saber si conseguía engañar a nadie. Pero no importaba. Teníamos cosas más importantes que clamaban nuestra atención. Cuando vi a John apagar su cigarrillo y las formas espectrales que ello despertaba, fue como si hubieran drenado toda la sangre de mi cuerpo.  Cada vez me sentía más como una extraña en mi propio cuerpo y para colmo ahora, lo sentía carente de vida. Hizo falta todo mi valor para seguir los pasos de John y no quedarme atrás, plantada, y esperando que hubiera algo que por fin pusiera fin a mi vida.

Nos detuvimos, y fue el momento en que Jota sacó la moneda y se preparó para su truco. Aunque nos estuviéramos preparando para meternos de lleno en el centro de los problemas, la idea de salir de allí se me hacía mínimamente atractiva. Quería irme. Lejos, bien lejos y no volver atrás. Y con ese pensamiento mi mirada se fijó en aquella moneda que giraba entre sus dedos, sin cerciorarme de que su mano libre golpeaba mi sien, y el mundo a mi alrededor quedó en absoluto silencio.


Toda esperanza de salir de aquella pesadilla, quedó anegada en cuanto mis brazos pasaron sobre el pozo de piedra y me alcé al otro lado. Mantuve ambas manos en el borde de piedra, y mi espalda pegada en ella. Sentí como mi respiración se aceleraba, y sentía mi corazón en el pecho... Pero nada más. Completamente sorda al mundo. La sensación era asfixiante, y no podía evitar mirar a todos lados aterrada, consciente de que el peligro podía venir en cualquier momento, desde cualquier lugar, sin siquiera un susurro que alertara de su presencia. Todos parecían haber perdido la cabeza, y la misma escena de las catacumbas parecía querer repetirse por todas partes. Como si todo el pueblo hubiera sido separado en dos papeles, sacrificios y ejecutores. Y todo, en absoluto silencio. Y necesitaba quedarme quieta. John había dicho que había que ir pegados a su culo. Necesitaba quedarme quieta.

Pero estaba demasiado tensa. Demasiado asustada. Y esa necesidad terminó por convertirse en todo cuanto podía hacer. No importaba nada, tan sólo... Las piernas no me respondían, y mis ojos desorbitados miraban a todas partes aterrados. La primera persona que tuviera el valor de siquiera tocarme, se iba a llevar un guantazo del susto.

Salió del pozo y lo primero que vieron sus ojos fue la guerreada Hailey contra el pozo incapaz de avanzar. Se había dado cuenta que con el pasar del tiempo todo aquello le afectaba y no era menos, cualquier que no se hubiera forjado a una temprana edad en el campo de batalla todo aquello le sobrepasaba. Cullen era un hombre experto en esta materia y estaba acostumbrado a todo; mejor dicho, a casi todo. Cuando salió del pozo sus ojos se alzaron para contemplar todo aquel horror: El amable padre que les contesto a todas sus inquietudes había abierto en canal a uno de los monjes para coger con la dorada copa su sangre y gritar que se estaba bebiendo la sangre de cristo, por lo consiguiente cumplir con su anuncio en medio del sagrado altar. Por si eso fuera poco, a la derecha, cerca donde estaba la puerta que conducía al campanario, se encontraba un monje vaciando el cuerpo de otro monje para meterse luego en su interior como si de un traje se tratase. Nauseas. Era el sentimiento que le corría ahora mismo por su cuerpo pero lo corto de raíz, no era momento para debilitarse. Dio un par de pasos al frente y se arrodillo juntando sus manos en modo de plegaria. Sus hombres santos como ellos habían sucumbido al réquiem del diablo no le cabía ninguna duda que el pueblo también había sido condenado, comenzando a rezar por todas aquellas pobres almas para que pudieran ir junta el señor y pedirle su protección divina para erradicar ese mal.

Pater Noster, qui es in caelis,
sanctificétur nomen Tuum,
adveniat Regnum Tuum,
fiat volúntas tua,
sicut in caelo et in terra.
Panem nostrum cotidiánum
da nobis hódie,
et dimitte nobis débita nostra,
sicut et nos dimittímus
debitóribus nostris;
et ne nos indúcas in tentationem,
sed libera nos a malo.

Su plegaria fue un susurro que claramente Dios pudo escuchar porque siempre estaba con él. Una vez reunido todo el equipo se levantó y señalo hacia la puerta donde conducía al campanario: su objetivo. El problema era que la principal via estaba derrumbada. Eso no sería un problema si tuviera su dragón el cual podría llegar volando, pero como no disponía de esa opción quedaba descartada.