"Masuku" [08/03/19] (Ersy)

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OFF: Les presento al nuevo... ¡Daika Spiguelman! o ¡The Opposite!

Arte por: "Stuxnet Draws"

La silla giraba sobre sí misma a velocidad de vértigo. Sobre ella, con las piernas recogidas en un abrazo y los ojos cerrados, Ersy daba rienda suelta a su frustración.

─ ¡Jopeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee!

El Proyecto Stalker era una fuente constante de problemas. Su desarrollo estaba siendo más largo y penoso de lo que había planificado en un principio. Quería ampliar su influencia a escala global, pero ni siquiera podía mantener la red local a salvo. Los de tráfico habían tenido que contratar a alguien para optimizar la seguridad de sus sistemas, y cada intento de pirateo por parte de Ersy para añadirlo al algoritmo de su programa detector de “heroicidades”, era rápidamente detectado y bloqueado. En cualquier otra ocasión, Ersy se habría batido en duelo con su contrincante informático, con la confianza de que saldría victoriosa sí o sí. Lo que la detenía era la inseguridad de los últimos tiempos. Si cometía un desliz, comprometía la seguridad del sistema. Del edificio. De sus tíos.

Así que veía como la pantalla donde monitoreaba las cámaras de la ciudad de Nueva York se iba apagando. El collage de imágenes se iba reduciendo poco a poco hasta que solo quedaron cuatro o cinco miniaturas, salpicando el monitor de alta definición. Pronto desaparecerían también. La fuerza centrífuga de la silla se redujo hasta detenerse, y la chica bajó el pie para darse un nuevo impulso. Pero algo la detuvo. Un borrón que partía una de las diminutas imágenes en dos en movimiento ascendente, desapareciendo del encuadre. Ersy cogió aire e infló con él una de sus mejillas, usando el pie para acercar la silla de nuevo a la mesa y poder ver aquella incidencia de cerca.

─ ¡Droidcat! Necesito análisis de imagen

El gato-robot salió de su escondite en la esquina del taller del ático, protegido de la órbita de la silla. Sus ruedas chirriaron al ponerse en marcha, y tardó bastante en llegar a su destino. Todo bajo la mirada de su creadora, que había expulsado el aire del moflete y le contemplaba estupefacta.

─ ¿Hace cuánto que no te hago una revisión? Esas ruedas suenan a que les hace falta una limpieza. ¡Droidcat, cochino!

─ ¡Pero ama! ¡Si me hizo la revisión hace dos noches! ¡Aaaaaaahh!

Ersy tuvo que taparse los oídos cuando, para acompañar a su gritito, la máquina giró sobre sí misma para poner la espalda contra el terminal portátil de conectores USB, tirando en el suelo bajo la mesa de escritorio. La carcasa de la cola se descompuso en dos partes, deslizándose para establecer la conexión con el ordenador principal. Por la pantalla LED donde se reflejaban los caracteres para darle animación a sus expresiones desfilaron una serie de datos, ceros y unos, que se vieron sustituidos por una palabra:  «Procesando...». A Ersy le pareció que tardaba milenios. Tamborileó con los dedos sobre la mesa, se mordió el labio, se acomodó mejor en la silla. Al final, cogió a Droidcat en brazos, asegurándose de que el cable USB interno de su I.A. daba lo suficiente de sí para no desconectarse en plena operación.

─ ¡Listo, ama! -el gato se sorprendió al percatarse de que estaba sobre las faldas de la chica. Para felicitarle, ella le apretó contra su mejilla. En su pantalla LED se reflejó una carita sonrojada.

─ ¡Bien hecho! ¿Lo pasas por la pantalla principal?

Dicho y hecho. Las pequeñas miniaturas se deslizaron en un aparte, y se agrandó la elegida. Ersy inclinó el cuerpo hacia adelante y entrecerró los ojos para ver mejor. El borrón seguía siendo un borrón, pero con esa redimensión de pantalla, estaba más pixelado que antes. Así no podía reconocer nada. En todo caso, podría decir que no era un pájaro, o un murciélago. Lo que se veía de fondo era la fachada de un edificio, pero al estar en blanco y negro por culpa de la noche, no podía distinguir más detalles.

─ Droidcat, ¿dónde está la cámara de esa imagen?

Apareció un subtítulo bajo el vídeo que se repetía en bucle con la dirección correspondiente a la cámara, tal y como había solicitado ella. No quedaba lejos, pero si era un paseo. Y ya había tenido suficientes malas experiencias para no lanzarse a tontas y a locas. Al menos, no de primeras. Sentía la necesidad urgente de comprobar que era eso que subía de un salto por la fachada a tal velocidad que la cámara no distinguía su figura. Tenía el pálpito de que humano, no era. El pálpito, o la esperanza. Las dos cosas le valían.

Miró al gato que tenía cogido en brazos. ¿Cuánto tardaría él en desplazarse hasta allí? Demasiado. Y hacía mucho ruido. Descartado. Necesitaba algo rápido, que pudiese seguir ese movimiento diagonal que registró. Necesitaba algo que volase. Y en el taller del ático no contaba con ello. ¿Tendría algo su tío? No, era tarde, y no quería molestarle a esas horas, que seguro que estaba durmiendo ya en el piso de al lado. Tio Vinnie estaba fuera. Había conocido a una novia nueva, y no volvería hasta pasada una semana. Su mente elaboró un acertijo: ¿Qué puede sobrevolar la ciudad sin llamar demasiado la atención y pudiera controlarlo…?

La respuesta le llegó de forma casi simultánea. Se pegó tanto a la mesa que el pobre Droidcat, de tener que hacerlo, no podría respirar, atrapado entre el borde y el pecho de la chica. Movió el ratón a velocidad de vértigo, cambiando el contenido de la pantalla y tecleando una dirección web.

«Amazing¹», decía el encabezamiento del sitio online al que había recurrido.

Puso en marcha una serie de programas en segundo plano. En un abrir y cerrar de ojos, Ersy tenía acceso a la lista de pedidos de la tienda online que ya iban de camino a sus destinos. Una red de varios colores se dibujó alrededor de un globo terráqueo. Hizo unos cuantos ajustes hasta encontrar al pobre dron de envíos elegido. Si piratear la tienda era fácil, hacerse con el control del dron lo era aún más. Engañaría al controlador original mandándole las coordenadas que debía seguir, mientras ella lo desviaba un poquito de su camino. Sería poco rato. Esos drones llevaban una cámara con ellos por seguridad, así que envió al sistema receptor las imágenes de otro dron. Nadie notaría la diferencias hasta que fuera demasiado tarde, y para entonces, ya habría devuelto el dron a su sitio como una chica buena.

El dron sobrevoló la ciudad sin variar el ritmo hasta alcanzar la dirección. Ersy le obligó a descender poco a poco, viendo de primera mano todo lo que la máquina veía. Allí, sobre una cornisa, había un hombre sentado contemplando la ciudad. Ersy aguantó el aliento. No era común una visión así. El dron se acercó un poco más, cargando su paquete, hasta situarse justo enfrente del tipo. Si pudiera verle la cara...

Boquiabierta, la chica se quedó mirando la cámara mientras Droidcat estiraba las patitas sobre la mesa y trasteaba entre los componentes hasta encontrar un joystick y enchufarlo, sin tener que descender de los brazos de su creadora.

─ Ha intentado hacerle pupa…

Ersy tenía lágrimas en los ojos. Hasta hacía un momento, su curiosidad inocente estaba a punto de ser satisfecha. Había podido ver las curiosas indumentarias de su objetivo, y ya había dado por hecho que se trataba de un superhéroe. Mientras se había distraído unos segundos buscando una manera de poder contactar con él, el panel de control de la máquina había lanzado un pitido de advertencia, y Ersy había llegado a tiempo de ver en primera persona a través de la cámara y en directo, como la bala pasaba de largo, generando una pequeña corriente de aire que desestabilizó al dron. Con el joystick, hizo algunas pruebas rápidas, y la máquina seguía siendo funcional. No registró daño alguno.

Pero la intención es lo que cuenta. El “super” había querido hacerle daño al dron. A una máquina inocente y adorable…

─ Ha intentado hacerle pupa al dron, Droidcat… ¿eso significa que es un “malo”?

Incapaz de apartar la mirada de la pantalla por si acaso su objetivo hacía algo más para derribar a su juguete, Ersy no pudo ver como la pantalla LED del gato robot alzaba la vista al techo. Se lo había explicado quinientas mil veces. Ahí iba la quinientas mil una.

─ No, ama. Las máquinas no “sufren” dolor. Yo no padezco dolor aunque me…

A Ersy se le escapó un sollozo. Y a Droidcat, un suspiro de hastío programado. Con un silencioso pistoletazo de salida, el “super” en pantalla emprendió la huida. Si Ersy iba a echarse a llorar, aguantó las lágrimas y torció el gesto,

─ ¡No! ¡Le has hecho daño al robot! ¡Hombre malo!

─ ¡Ama, no! ¡Olvídelo, devuelva el dron y…!

Si Ersy le había oído, lo disimuló muy bien. Con un carrillo lleno de aire contenido, ordenó al dron seguir la huida del “super”. El tipo tenía una agilidad asombrosa, y la escasa resolución de la cámara entorpecía la persecución. Cuando el “super” descendió por la escalera de incendios exterior del edificio, el dron se lanzó en picado guardando una estrecha distancia con los hierros. Las constantes quejas de Droidcat no interrumpían la concentración de Ersy. Si ella sabía volar y hacer cabriolas en el aire -aunque fueran de novata todavía -, el dron sabría hacer lo mismo. Pero, reduciéndose al comportamiento de un mosquito, cuando el “super” se escondió en un almacén abandonado en medio de un solar, se chocó de bruces contra la puerta, generando un desagradable estruendo que pudo escucharse en kilómetros a la redonda.

El ordenador principal desde donde se ejercía el control, se reflejó que los daños por el choque habían estropeado la suspensión. Cuando Ersy lo apartó de la puerta, la cámara mandaba imágenes ladeadas y no era capaz de devolverle la estabilidad de vuelo. Sin embargo, su meta era alcanzar a ese tipo. Así que intentó atravesar la puerta dos o tres veces más, con el mismo resultado. Choque tras choque, la chica fue acumulando aire en el moflete libre de forma inconsciente.

─ Ama, no va a poder pasar por esa puerta. Tendrá que buscar alguna apertura…

─ Ya lo sé… -pudo decir sin soltar el aire.

A regañadientes, buscó otra forma de entrar. El dron, cuyo vuelo ahora iba en trompicones y su cámara registraba imágenes inconexas, rodeó el edificio. El ruido de sus hélices se perdió en la oscuridad. En el monitor del taller, solo se veía muro y ventanas tapiadas. Ascendió al segundo piso. Allí arriba tuvo más suerte, y encontró una ventana con un agujerito en el cristal, del tamaño de una piedra. Ersy fulminó la imagen con la mirada.

─ Ama, no va a caber. ¡No lo haga! ¡Le hará más daño al robot, y sus dueños se enfadarán, y llorarán y…

Las advertencias de Droidcat cayeron en saco roto, porque la chica impactó el dron contra el cristal. Dar con el “super” se había convertido en una obsesión, más que una prioridad. Una de las hélices se perdió en el camino, así que, una vez dentro, más que volar, daba saltitos. Cada golpe contra el suelo, provocaba una vibración que podía llegar a oídos de su perseguido a la perfección, proporcionándole la localización exacta de la máquina. La pantalla de expresión de Droidcat alzó una ceja con desaprobación.

─ Ama Ersy… antes se ha quejado de que casi le ha hecho daño al robot. ¿Por qué lo rompe usted? ¿Eso no le hace daño?

Los saltos del dron en el escondite del “super” se detuvieron. En el taller, Ersy apartó las manos del joystick. Las lágrimas acudieron a sus ojos. Droidcat tenía razón. Ahora era ella quien le hacía daño a la máquina.

Se había convertido en un monstruo.

Enterró el rostro entre las manos, llorando a lágrima viva con profunda pena. Le había hecho daño a un pobre y vulnerable dron. Mientras ella se deshacía en profundo arrepentimiento, Droidcat hizo un esfuerzo sobre sus faldas para no dejar que la ausencia de controlador dejase al dron tirado en medio de la nada. Para eso, en parte, estaba programado. Para ayudar a su joven ama a terminar sus cosas. Estirando las patitas cuanto podía, agarró el joystick e hizo bajar al piso inferior al dron. Bajó la cámara una sola vez, y cuando vio todo lo que se había recopilado allí dentro, corroboró que su ama seguía tapándose el rostro y no había visto nada que la pusiera peor. Mantuvo el dron con el morro hacia arriba. No se atrevía a adentrarse más, así que, con más cuidado que Ersy y un vuelo mucho más lento, usó el morro de la máquina para dibujar un mensaje en el polvo de la pared, buscando un hueco libre entre los graffitis. Algo breve, con mala letra.


En el último salto, consiguió que el dron mantuviera el vuelo con un zumbido que perforaba los tímpanos. La caja con el pedido se bamboleaba peligrosamente, abollada por los golpes de la persecución frenética. De hecho, se desprendió de un lado, y su contenido se desparramó. Un bonito vestido negro.

Tanto Ersy como Droidcat habían perdido el control del dron, y solo podían mirar a través de la cámara lo que sucedía en torno a la criatura sin poder hacer nada. El dron estaba solo y desamparado, así que, como era de esperar, alguien lo recogió del suelo, seguramente el perseguido. A Ersy le faltó poco para tirarse al suelo de rodillas y suplicar por la “vida” del robot. De hecho, estaba a punto de hacerlo. Lo que la hizo mantenerse quieta en su sitio fue ver que la cámara aún se movía. Para aplacar sus nervios, Droidcat le dió un par de palmaditas conciliadoras en el brazo.

Después de unos minutos de eterna carrera y vistas de pájaro, el dron acabó mostrando una dirección que ocupaba toda la pantalla. Era una clara invitación. En la mente de Ersy, el perseguido cambió su nombre a “secuestrador-de-drones”. Había abducido a su dron. Vale, ella lo secuestró antes, pero en su caso, fue por una buena causa. Ahora, ¡tenía que salvarlo!

Dio tal salto al incorporarse que el pobre Droidcat salió volando. El gato-robot se salvó de la aparatosa caída aferrándose al borde de la mesa, quedando colgado del precipicio.Trató de subir, pero le cayó encima un puñado de ropa.

─ ¡Amaaa!

─ ¡Tengo que salvarlo, Droidcat! -Ersy se vistió a toda prisa con el primer vestido que encontró a mano, zapatillas cómodas y la bandolera con las herramientas. ¿Llevaba la gargantilla al cuello? Se la acarició con la palma de la mano.

─ ¡Ama! ¡No es eso! ¡Me caigoooooo! ¡Aaaahhh!

El hardware de Droidcat no estaba configurado para aguantar su propio peso bajo la presión de la gravedad. Además, era una ley universal: cuando menor nos parece la caída, más grave es la rotura de cualquier componente electrónico. Sus rueditas giraban frenéticas en el vacío. Sus patas, con las almohadillitas sintéticas, perdieron agarre. Ya se veía dándose de bruces contra el suelo, con las piezas saltando por los aires… Pero cayó sobre blandito. Las ruedecillas dejaron de girar. Su ama había acudido a rescatarle, dándole un beso en la frente antes de abrazarlo. El gato correspondió a su salvadore, pese a que la longitud de sus extremidades no daban para mucho.

─ Si me pasa algo, cuida de papá, mamá y de todos los tios. Por mi. -le susurró la chica en la oreja.

Ersy desoyó las quejas del gato robot, dejándolo en el suelo y saliendo del taller a todo correr, sin mirar atrás. La puerta tembló con el bandazo de Droidcat, que no llegó a tiempo para detenerla. Ersy echó el cierre de seguridad desde fuera, activando la alarma mientras llamaba a un taxi y se dirigió a la avenida E 20th st sin más dilación.

No aceptó el cambio del taxista cuando llegó al lugar donde el secuestrador de drones se citó con ella y le vió marchar, conteniendo los temblores de sus piernas.No debía acostumbrarse a eso de salir de noche para encontrarse con desconocidos. Le estaba pasando demasiado a menudo.

Su precipitación ya le estaba jugando una mala pasada. Lo notó nada más salir del taxi, en la bocacalle. Hacía fresco, e iba con un vestido de tirantes blanco. Mala combinación. Pero eso ya no tenía remedio. Con la determinación que le daba el saberse única salvación para un adorable dron en apuros, Ersy recorrió el resto del camino andando hasta llegar al local. Lo rodeó, esperando encontrarse con una amenaza al doblar la esquina. Se le agarrotaron las manos de apretar con tanta fuerza la correa de la bandolera. Cuando dio la vuelta completa sin que nada le saltase encima, empezó a dudar. Se había quedado en la parte de atrás del edificio, apoyando la espalda contra la pared.

─ ¡Está arriba, ama!

La voz de Droidcat, emanada a través del brazo, rompió el silencio de repente, haciéndole dar un respingo. Ersy se retiró unos pasos y miró hacia arriba, entornando los ojos para poder distinguir algo.

En lo alto, Ersy creyó intuir una silueta vigilante.

La chica ahogó un grito al escuchar la voz detrás de ella, y sus peores miedos aprovecharon la ocasión para poblar su mente y cubrir sus ojos con una película velada de recuerdos desagradables. Estrangulando el cinto del bolso dio un grácil salto hacia atrás, enfocando por encima de las gafas del recuerdo a la silueta amparada en la oscuridad del ambiente y de su propia máscara.

Le estudió de arriba a abajo. Hasta ese punto de las espaldas del restaurante apenas llegaba un atisbo de luz de una farola cercana, en la calle principal. Medio rostro aparecía iluminado por las partículas disueltas y electricidad residual y la luna que iba y venía; y la otra parte de la cara permanecía cubierta de sombras. Ella, más cerca de la carretera, no tenía ni un trocito de oscuridad en la que guarecerse. No sabía muy bien qué pensar de él y la voz de Droidcat, que surgía a la altura de su brazo preguntando una y otra vez si estaba bien, la desconcentraba. Reconoció el traje. Era el secuestrador de drones. Pero ahora que lo tenía delante, no tenía valor para llamarle así.

─ Estoy bien -dijo con lengua de trapo. El susto le había dejado con la garganta seca -¿Qui-quién eres?

Se obligó a mirarle a los ojos, sin levantar mucho la cabeza. La respuesta no iba totalmente por él, sino también por Droidcat, que en cuanto la escuchó dejó de hablar, más pendiente de la posible conversación y por si tenía que llamar a los refuerzos desde el taller. De todas formas, si el desconocido había estado pendiente, era imposible que se le hubiera escapado el detalle de que esa voz metálica había salido de un brazo que, a simple vista, parecía de carne y hueso. Ersy tomó consciencia de que podía defenderse si las cosas se torcían, algo que la impresión le había hecho olvidar por un momento. Tragó saliva con nueva determinación y soltó la correa, dejando caer los brazos a ambos lados del cuerpo. Aún se le notaba tensa, pero no tan asustada como al llegar.

─ ¿Dónde está mi dron? ¿Qué has hecho con él?

Vale, ella lo había secuestrado primero, pero en esos momentos tendría que obrar en poder del Fantasma Enmascarado -¡ya tenía nombre! -, y necesitaba unos arreglos urgentes. Para demostrarle que estaba allí por eso, le mostró el dedo índice indicándole que le diera un segundo mientras registraba su bolso y sacaba un par de destornilladores que le mostró con las manos abiertas.

Por un momento, Ersy pensó que la iba a dejar allí tirada. Pero cuando bajó de la azotea con el dron, se le iluminaron los ojos. Estiró los brazos hacia él al verle venir y acudió corriendo, derrapando por el suelo cuando se lanzó a por la máquina. Se sentó allí mismo y se puso a trabajar. Se quitó el bolso y lo dejó a un lado, examinando los daños con la luz del teléfono móvil que sacó de la mochila. Se las apañó para que se sostuviera en equilibrio cerca de ella y comenzó a extraer tornillos y piezas, sustituyéndolas por las que había sacado deprisa y corriendo del taller. No todas servían, claro. Ni siquiera sabía qué modelo era antes de salir, así que había recogido un poco de todo. Los daños eran más físicos que internos, por lo que tenía salvación. Eso la llenaba de alivio.

Mientras trabajaba, escuchaba los comentarios de Fantasma. Los mofletes de Ersy se hincharon de forma infantil al llenarlos de aire. ¿Que ella lo había roto? ¡No, de eso nada! Si él no hubiera escapado corriendo, el dron no habría tenido que sufrir ningún accidente. La culpa no era de ella… ¡sino de Fantasma, por ser un cobarde!

─ ...No te habría perseguido si tu no hubieras salido corriendo como un gatito asustado... -farfulló ella.

─ ¿Me ha llamado, ama? -respondió la voz de Droidcat a través del brazo, que aún seguía con el micrófono abierto y el gato estaba oreja avizor.

─ No te he llamado, Droidcat. Estaba hablando con Fantasma Enmascarado. -giró la cabeza y clavó su mirada azul en él. Eso sí que no se lo esperaba  -. Soy buena, por supuesto. Y te seguía porque… porque pensaba que eras un superhéroe.

Su sonrojo podía convertir la noche en día. Buscó algo de humanidad en su rostro encubierto. Las letras japonesas en la oscuridad no le decían mucho, pero imaginaba que tenía que tratarse de un significado profundo que le diera nombre. Sin embargo, su actitud la desconcertaba. Seguía sin tener muy claro si estaba delante de un superhéroe, o un villano. Así que apartó por fin la mirada tras lo que pareció un instante eterno, colocó los tornillos donde debían estar, y como muestra de que se trataba de una buena mecánica, no sobró ninguno. Ahora que piezas daban para crear otro dron parecido a menor escala. Levantó el dron y lo movió un poco buscando algo más de luz, como la de la farola del otro lado de la calle. Las piezas que ella había reemplazado tenían un negro más mate. Cualquier podía notar la diferencia, pero al menos, ya no daba pena verlo. Lo peor eran las hélices. Eran la parte más delicada y más complicada de sustituir. Para eso si necesitaba saber el modelo concreto, y estaba segura de que en su taller tendría algunas que le pudieran servir. El dron sería funcional, tal y como demostró cuando lo activó, pero era incapaz de volar con las hélices partidas. Guardó todas sus herramientas y al dron en la bolsa, se la colgó al hombro de nuevo y se incorporó. La máquina no cabía por completo, y asomaba la cabeza por la cremallera sin cerrar como un perrillo asomaba la cabeza por la ventanilla del coche. Estando cerca de ella, aquella cosa parecía estar viva. El botón de encendido lo corroboraba, parpadeando de cuando en cuando como un ojo rojo. Con las manos libres, se aliso y limpió la falda antes de cruzarse de brazos. Fulminó a Fantasma con la mirada, entrecerrando los ojos:

─ No soy una pulga

¿Cómo podía decirle eso? Medían más o menos lo mismo, y en año y medio, su cuerpo había conseguido saquear el esquema genético heredado de su madre demostrando, por si había dudas, que de niña le quedaba poco. Dejó escapar el aire con un suspirito al oirle revelar su nombre. “Opposite”. Opuesto. No le sonaba de nada, pero era muy difícil mantener en la cabeza todos los nombres de superhéroes a los que admirar. Seguro que cuando volviera a casa encontraría alguna referencia en la base de datos que estaba recopilando.

Volviendo al presente, Ersy no podía seguir enfadada. Le había pedido ayuda. Y se había declarado enemigo “de los malos”. Eso, reduciendo todo el proceso mental a la mínima expresión, significaba que estaban en el mismo bando. Como ya era tarde para ponerse la armadura y darse a conocer con la identidad secreta, prefirió ser sincera. Si realmente fuera una amenaza, podría haberla herido cuando le dio la espalda, durante la reparación de emergencia. Así que le tendió la mano:

─ Yo soy Ersy. Y también soy enemiga de los malos. ¿En qué puedo ayudarte?

El material del implante del brazo de Ersy era una aleación de metal tiznada para que pareciera un brazo de verdad. El apretón debió de dolerle al Fantasma mucho más que a ella, que no notó el esfuerzo de fuerza. Escuchó atentamente lo que tenía que decir para no entender nada. Al girarse, le vió tambalearse, dudar. Su discurso se volvió inconexo, y antes de que se precipitase de morros contra el suelo y se hiciera daño, Ersy actuó rápido y se arrodilló frente a él para frenar la caída con su propio cuerpo. El Fantasma acabó desmayado sobre su pecho. A su alrededor no se veía un alma.

─ ¿Fantasma? ¿Opposite? -le llamó preocupada. Buscó el pulso en su garganta. Estaba vivo.

¿Su persecución le llevó a la extenuación? Antes de caer, había mascullado algo sin sentido. Algo de que buscaba a alguien de su campo, una infiltración. Nada coherente. Allí poco o nada podía hacer por él. Llevarle a un hospital quedaba descartado. ¡Era un superhéroe! ¿Cómo iba a llevarle al hospital? Le harían preguntas incómodas. O averiguarían cuál era su debilidad. Lo había visto en comics, y en internet. La aprovecharían los malos, que se harían con la información. Ersy dio con la solución al problema.

Ella era la solución al problema, por supuesto.

Le tendió con delicadeza en el suelo, bocarriba, y comprobó una vez más el ritmo de su respiración y su pulso. Se apartó un poco, dejando el bolso con el dron al lado del Fantasma,  y acarició la gargantilla para que la armadura apareciera. Las piezas de acero helado se ciñeron a sus formas y el sistema de vuelo se desplegó. Los motores chasquearon, preparados para iniciar la ruta. Se volvió a poner su bolso y se cargó el peso del Fantasma al hombro, aunque más bien fue un abrazo. La fuerza la tendría que hacer el sistema de propulsión, porque ella no contaba con mucha.

La hierba y la tierra debajo de los motores se requemó en su puesta en marcha, respondiendo a los cálculos mentales sobre el peso adicional y la resistencia con la que iban a contar a la perfección. En lo que se tarda en dar un suspiro, Ersy emprendió el vuelo con el Fantasma entre sus brazos, avisando a Droidcat de que iban de camino.


Limpió precipitadamente el cuarto del taller con la ayuda de Droidcat, que empujó los cachivaches que poblaban el suelo y parte del cableado debajo de la cama donde tumbaron al Fantasma. No le quitó la máscara, ni falta que hacía. Después de muchas discusiones con su madre, Ersy sabía lo importante que era la identidad secreta para un superhéroe. Ella si redujo su armadura a la gargantilla azul y encargó a Droidcat que se hiciera cargo del dron que portaba en la bolsa, y el gato robot se puso manos a la obra enseguida.

Muerta de preocupación, Ersy vigilaba de cerca al Fantasma. Comprobaba constantemente sus signos vitales, e incluso le levantó los pies tal y como indicaban sus lecciones de primeros auxilios que hiciera. Si seguía sin despertar, Ersy iría corriendo a avisar a sus tíos, en el ático contiguo. Mordiéndose las uñas, contó mentalmente hasta cinco, sin quitarle la vista de encima a The Opposite.