El Sueño de una Noche de Cambio (Autoconclusivo)

El Sueño.
La Colisión de los Mundos.

Sueño se pasea arriba y abajo en su Galería. Está inquieto. Pensativo. Asustado, suponiendo que sepa cómo estarlo.

En la pared se alinean siete símbolos, en perfecto orden. Los recorre con su mirada, como si quisiera arrastrarlos al interior de esos pozos anegados de noche que son sus ojos. No los está estudiando; conoce a la perfección el aspecto de cada uno, su orden preciso.

El primero de ellos es un libro.

Hermano mayor. Estoy en mi galería, sosteniendo tu sello. ¿Hablarás conmigo?

La sombra que se materializa frente a Morfeo lleva una capucha, tosca y deshilachada, que siempre oculta sus ojos. La pesada tela no le impide ver; Destino es ciego, y sólo contempla la oscuridad, y aquello que está escrito en su Libro.

- Hablaré contigo, Sueño. Pero no encontrarás la respuesta que buscas en nuestro diálogo.

Su tono es tranquilo, neutro; el mayor de los Eternos rara vez se altera. Y, si ahora está nervioso, preocupado siquiera por la situación, se guarda bien de demostrarlo.

¿Por qué? ¿Acaso no sabes lo que está ocurriendo? ¿Es que no está en tu libro?

Destino lo sabe todo. El volumen que siempre lo acompaña, encadenado a él desde el principio del mundo, contiene todo cuanto ha sucedido, todo cuanto sucede y todo cuanto sucederá.

- Todo está en mi Libro, hermano. Pero lo que quieres saber no te será revelado por mí, ni en esta conversación. No puedo decir más.

Ateniéndose a lo prometido, la figura se desvanece en la nada.

Morfeo no replica, ni maldice. No tiene sentido discutir con Destino. Debe buscar sus respuestas en otra parte. Sueño se detiene frente al segundo símbolo de la galería y lo mira en silencio.

Es una cruz. Los egipcios la llaman ankh. Es la llave de la vida. Y el sello de la Muerte.

Hermana. Estoy en mi galería. Sostengo tu sello. ¿Hablarás conmigo?

Esta vez, nadie responde la llamada. Es extraño. Ella siempre responde cuando él la llama, incluso estando terriblemente ocupada (lo que es bastante frecuente, en realidad). Siempre tiene tiempo para aconsejarlo, para opinar; para reprenderlo con firmeza, pero también con cariño. Ella nunca lo deja solo.

Su ausencia es un mal presagio.

Se obliga a alejarse del ankh para continuar con su camino, mucho más pensativo que cuando lo empezó.

El cuarto símbolo (pues el tercero le corresponde a él, y no hay forma de que él mismo responda a sus preguntas) es una espada. Sueño lo contempla un instante, dudando. ¿Acaso el caos que está teniendo lugar no concierne a Destrucción? Probablemente sí, pero él abandonó sus responsabilidades hace mucho, y nunca responde a las llamadas.

Morfeo vuelve el rostro, y contempla el sello del corazón con sentimientos encontrados. Preferiría no recurrir a él (o ella). No están en los mejores términos. Casi nunca lo han estado.

Hermano-hermana. Estoy en mi galería y sostengo tu sello. ¿Hablarás conmigo?

Deseo es una silueta andrógina de dorados ojos felinos. Describirla como bella es mentir. Es más que eso. Es todo cuanto tu mente, tu cuerpo y tu corazón anhela; su voz es suave como el terciopelo, sus labios carnosos están llenos de caricias, de promesas susurradas, de besos sofocados. Siempre querida, nunca alcanzada. Porque, cuando Deseo es satisfecha, sólo queda su gemela.

Él (o ella) se despereza como un gato, con un suave ronroneo fluyendo desde lo más profundo de su garganta.

- ¿Qué es lo que quieres, Sueño? Estoy ocupado… - musita, acariciándose lentamente el mentón con una de sus largas uñas.

Los portales. El cambio. ¿Sabes algo?

- Mmmmmh… aunque lo supiera… ¿por qué debería decírtelo? No somos amigos.

Esto no es un juego, Deseo. Es grave. Importante.

- ¿Y no lo es todo para ti, hermano? - dice, con una mueca burlona.

Espera – advierte él, al comprender que tiene la intención de marcharse.

Pero Deseo es una criatura del momento, y ese momento ha terminado.

¡¡¡Deseo!!! – la llama, enfadado, pero él, o ella, ya se ha desvanecido, dejando un rastro de perfume en el aire.

Morfeo aprieta los puños, y contempla el anillo terminado en un gancho que representa a su hermana Desespero. Cuando repite la llamada, lo hace casi mecánicamente, ya cansado.

Hermana. Estoy en mi galería, sostengo tu sello. ¿Hablarás conmigo?

- Hola, Sueño.

Ella lo contempla, con ese rostro que siempre muestra tras el espejo; los ojos de cuencas hundidas, los dientes irregulares y amarillos, la piel agrietada y surcada de arañazos.

Le hace la misma pregunta.

- No sé lo que ocurre – dice, despacio, con una voz que suena como el cristal al ser rayado por un cuchillo – Pero hay tanta angustia, tanto sufrimiento… El no saber los llena de incerteza; temen y vagan a través de mi reino.

¿Destrucción?

Desespero se encoge de hombros. Ella no lo cree, y Sueño tampoco.

¿Tiene algo que ver con nuestra hermana mayor? – pregunta él, turbado aún por su silencio.

- ¿Con Muerte? No. Pero pronto estará atareada. – el gancho de su anillo horada la piel de Desespero, dejando tras de sí un rastro de sangre carmesí – Los mundos van a colapsar, hermano. Puedo sentirlo. Será pronto.

¿Por qué? ¿Cuál es la causa?

- ¿Eso importa? No puedes detenerlo, hermano. Es el fin.

Desespero lo deja solo, igual que su gemela, Deseo. Son demasiado parecidas. Morfeo mira el final del corredor. Sólo queda un sello. La flor que un día perteneció a Delicia.

Pero ya no es una flor, de la misma forma que ya no es Delicia. Eso fue hace mucho, mucho, mucho tiempo…

Hermana. Estoy en mi galería, sostengo tu sello. ¿Hablarás conmigo?

La figura que le devuelve la mirada tiene los ojos dispares.

- ¡HoLITA SUeÑo! – dice Delirio, mientras decenas de peces de colores nadan en el océano pelirrojo de sus cabellos – EsTaba PensandO en TI. Y eN GlOBos, AZules y NAranjas. TEngO un GloBO para tI, mIra.

Delirio tiende a su hermano un pulpo de colores brillantes que flota en el aire, sus ocho tentáculos trenzados hábilmente para unirse a un cordel.

No necesito un globo, hermana.

- ¿No? Es BONito.

La chiquilla suelta el globo, algo desilusionada, y éste se convierte en una miríada de pompas de jabón que estallan alegremente.

Destino no responde mis preguntas. Muerte no responde a mi llamada. Las cosas no son como deberían ser; algo está… cambiando. ¿Sabes qué ocurre?

- nO es Cosa mÍA HerManito… - Delirio gira sobre sí misma, como una niña colgando bocabajo en un columpio. La gravedad hace caer ranas y piruletas de los bolsillos de su gastada cazadora. - ¡¡OoooooOOOOh!! – exclama, cogiendo una de ellas y contemplando cómo se transforma en una criatura alada - ¡MiRA! MaRIPosas qUe SoN plANETas. y eL sOL eS una VELA muuuuUy GrAnDe. ¿tieNeS haMBRe? ¿QuIEREs UnA CHOcoLAtinTA? Me LA dio Un EScriTor. Se llAmA HOwArdPhILnOsequéMáS. A éL sÍ Le GUstAn MiS PUlpos.

No tengo hambre, hermana.

Delirio nunca se lo dice. Pero opina que Sueño debería sonreír más.

Y vestir de colores.

Debo irme. – dice él.

- VaLe. ¡cuIDAdo coN los RESFriAdoS! – replica ella, regresando a su Reino.


Lucien. Voy a salir. – informa, brevemente, al Bibliotecario Jefe.

- ¿Regresará pronto, Señor? – pregunta él, recolocándose las gafas sobre el puente de la nariz.

Morfeo se coloca su yelmo sobre el pálido rostro, desapareciendo tras la máscara de una mariposa nocturna.

No lo sé – dice – Encárgate del Sueño en mi ausencia.

Es su última petición, antes de lanzarse al vacío, más allá de su Reino, y desaparecer.