- Debe abandonar la cabina de mando de inmediato, Prin-ce-sa. - espetó él, marcando cada sílaba -
Su real presencia me está incomodando para pilotar. - Oh, porque usted sabe pilotar. - replicó ella, alzando las cejas.
- ¿Que si sé..? - la indignación se transformó en una especie de gruñido que cortó la frase. Lo intentó de nuevo -
¿Y cómo supone Su Alteza que nos mantenemos a flote? - dijo, obligando a las palabras a pasar entre sus dientes apretados.
- Probablemente gracias al Wookie. - respondió ella, sin perder un segundo en considerarlo.
- No meta a Chewie en esto - advirtió él, señalándola con el dedo.
- Su copiloto está más capacitado que usted en todos los ámbitos, Capitán Solo - le espetó.
- Eso es mentira - replicó la voz de Han, rebosante de indignación.
Estaba tan metida en la historia que estaba escribiendo que me sonó casi como si el contrabandista se hubiera materializado allí mismo, en mi habitación.
“Viste mejor. Huele mejor. Y es muchísimo más educado.”, continué escribiendo.
- Eso ES mentira - volvió a responder Han, justo detrás de mí.
Y entonces me di cuenta de que aquello no lo había escrito yo.
***
- ¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHH! - mi grito debió de resonar por toda la casa. Le siguió el sonido contundente de la silla cayendo al suelo, y un segundo gemido que correspondió al portátil cayendo encima de mí.
HAN SOLO. Han Solo estaba en mi casa. En mi cuarto.
¡Era él! Su cara, su pelo, su chaleco, ¡todo! ¿Cómo era posible? ¿Era una alucinación?
- ¿Qué diablos, niña? - respondió a mi grito, tan asustado como yo.
Traté de responder algo coherente. Y oí pasos precipitados al otro lado de la puerta.
- ¿Erin? Erin, ¿estás bien? - se oyó la voz de mi padre, en el otro extremo del pasillo.
- ¡Mierda! - Han tenía los ojos muy abiertos. En un instante había desenfundado el bláster. Se puso con la espalda contra la pared, apuntando a la puerta.
- ¡NO! - exclamé, dirigiéndome a Han.
- ¡Voy enseguida! - respondió mi padre.
- ¡No, papá! - gemí, mientras salía apresuradamente de debajo del portátil
- ¡E-estoy bien!- ¿Qué está pasando? - espetó Han, entre dientes -
¿El Imperio? - No es el Imperio - susurré, frenéticamente -
Sólo es mi padre. Han arqueó las cejas.
- Te sorprendería la cantidad de veces que… - ¡Shhhhhhh! - ¿Erin? - esta vez, la voz de mi padre sonó peligrosamente cerca.
- ¡Ven! ¡No hagas preguntas! - dije, aterrorizada, empujando a Han hacia el armario. Me miró sin comprender, pero la sorpresa hizo que obedeciera. Dudo mucho que hubiera podido moverlo de haber opuesto resistencia. -
Te lo explicaré todo. Luego. - prometí, antes de cerrar la puerta con un golpe.
Era mentira, claro. No podía explicarle nada, porque no tenía ni idea de qué estaba pasando.
- Erin, voy a entrar - insistió mi padre, girando la manecilla.
La puerta se abrió sólo un poco, chocando con la silla que había caído al suelo. Aquello me dio unos segundos de margen para alejarme del armario y poner expresión de inocencia.
- Papá - respondí, apartando el mueble; las palabras brotaban desenfrenadamente de mis labios -
Perdona, me he… caído de la silla. Y me he asustado. Y he gritado. A lo mejor he exagerado un poquito. Es que me he hecho daño. Aquello era verdad. Me había dado un buen golpe en el brazo, y el portátil había aterrizado encima de mi estómago.
- Casi me da un infarto - replicó mi padre. Había terminado de abrir la puerta, y lo vi inspeccionar la habitación con expresión de sospecha.
- ¿Estabas jugando otra vez a ese juego? - preguntó.
- ¡No! - exclamé, frunciendo el ceño -
Sólo estaba escribiendo. - ¿Sobre la Segunda Guerra Mundial? - inquirió mi padre, incrédulo
- ¿Cómo te las has apañado para caerte de la silla si estabas escribiendo? - Escribiendo y columpiándome en la silla - confesé.
El rostro de mi padre se iluminó en una expresión de triunfo. Odiaba que me columpiara en la silla. Era una maniobra arriesgada: desviar su atención dándole la razón en algo.
- Te lo dije - señaló. Lo cual demuestra que esa expresión no entiende de género, es intrínseca a los padres en general. Su mirada se quedó fija en el portátil del suelo. -
Espero que no se haya roto - amenazó.
- No te preocupes - respondí, entre dientes -
Se ha caído encima de mí. Eso pareció aliviarlo un poco. Fantástico.
- Deberías irte a la cama - dijo, serio. -
Es tarde, y mañana tienes clase. - Sí, papá - dije, con cara de resignación.
- Bien - permaneció unos segundos más en la puerta, mirando a la habitación. Recé a Paladine, Pélor, Odín y las Diosas de la Trifuerza, rogando que Han Solo no moviera un pelo dentro del armario. Y mis plegarias fueron escuchadas, aparentemente. -
… Buenas noches. - concluyó.
- Buenas noches… - respondí, dejando que me diera un beso en la frente.
Mi padre se marchó y cerró la puerta tras él.
Y yo me dejé caer hasta el suelo, agotada y aliviada a partes iguales.
Qué. Diablos. Había. Pasado.
***
Al día siguiente.
Hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana… ERIN WARS
Episodio I
Hay un Contrabandista en mi casa.
Desde la Colisión de los Mundos pasan cosas muy raras.
Nuestra intrépida protagonista, Erin Gallagher, está en serios problemas. Un contrabandista de otro mundo acaba de materializarse en su casa. Nadie parece saber de dónde ha salido, ni cómo devolverlo a donde pertenece. Lo que sí parece evidente es que llevarlo contigo al instituto es una mala idea.
Pero claro, ¿vas a dejarlo con tu padre y tus abuelos en casa? ¡Tiene un bláster, y sabe cómo utilizarlo! Por no mencionar que tu familia nunca entenderá qué hace un tipo así en tu habitación.
Es mejor que lo lleves contigo, lo escondas en alguna parte y te asegures de que no se meta en líos.
Los caminos de la Fuerza son inescrutables.
Y pronto, nuestra joven Padawan comprenderá que más vale Solo que mal acompañado...
Subí las escaleras de dos en dos, con la mochila colgada de un hombro, mientras sonaba la campana. Menos mal que llegaba a tiempo. ¿Por qué costaba tanto razonar con aquel tipo? ¿Tan difícil era que se quedara escondido en la habitación de mantenimiento unas horas? ¡No querría que lo llevara conmigo a clase de Inglés!
- Pero si ha llegado Espada Láser - oí decir a Robbie, mientras cruzaba la puerta.
- ¡Payum, payum, payum! - se burló Benjamin.
Los ignoré y me dirigí a mi mesa. Lancé mi bolsa junto al pupitre y me quité la chaqueta. Por suerte, la clase aún no había empezado. Literatura era mi asignatura favorita, y no quería perdérmela por culpa de mis… problemas actuales.
- Atención... chicos... atención... a vuestros pupitres, vamos - la voz de la profesora atrajo mi atención. Me fijé en que venía acompañada de un chico de pelo castaño al que no había visto nunca. Lo miré con curiosidad.
- Bien, chicos. Antes de empezar la clase os presentaré a un nuevo alumno, y será vuestro compañero a partir de ahora. Preséntate, hijo...- Soy Jacob Birdwhistle. Encantado... - dijo. No parecía demasiado nervioso.
De hecho, seguramente yo estuviera más nerviosa que él. Porque tenía a Han Solo en el cuarto de mantenimiento, y no tenía ni idea de cómo iba a arreglar eso.
- Muy bien Jacob, un placer tenerte en nuestra clase. Como estamos en mitad del curso, uno de tus compañeros te explicará todo lo que tienes que saber acerca de la escuela... vamos a ver... Te pondrás al lado de... Erin Gallagher...Di un respingo al oír mi nombre. No me lo esperaba. ¡Y no era el mejor momento! Tenía mil cosas en la cabeza en aquel momento.
Pero era demasiado tarde. Jacob ya caminaba en dirección a la mesa de al lado.
- ¡Hola! - dijo, como si nada, al llegar junto a mí.
- Uhm… Hola - respondí, intentando sonreír con naturalidad -
Soy Erin. Bueno, ya te lo han dicho.- Tragué saliva. No sabía de qué podía hablar. Supuse que de cualquier cosa, salvo de apariciones galácticas. -
¿Eres… nuevo en la ciudad? ¿Qué tal el primer día hasta ahora?