La lluvia caía sobre el rostro del hombre, repiqueteando con fuerza, calándole hasta los huesos. Abrió lentamente los ojos, mirando a su alrededor. Estaba en mitad de unas escaleras de incendio en alguna vivienda de la gran manzana. La cabeza le dolía horrores, la boca le sabía a hierro y llevaba la ropa algo desajustada. No estaba rasgada ni rota, pero la camisa estaba por fuera de los pantalones y le faltaba un zapato. Con cuidado se levantó, apoyándose en el alfeizar de una ventana que estaba sobre su cabeza. Escuchó algunos ladridos de fondo. El cielo estaba totalmente cubierto por una densa capa de nubes grisaceas. Miró la hora en su reloj. Las once y media. Joder, ¿dónde coño estaba? Los recuerdos de la noche se le antojaban lejanos, difusos... Hasta que miró su mano. Tenía un pequeño trozo de tela roja, con lo que parecían rayas negras dibujadas. La abrió con ambas manos y vio el inconfundible dibujo de una tela de araña. Frunció el ceño mientras algunas gotas le resbalaban por la nariz y las mejillas.
- ¿Pero qué...?-- Esta vez sí que hemos estado cerca...- El hombre dio un respingo al escuchar esa profunda y escalofriante voz. Se giró inconscientemente, pero allí estaba él solo.
- Ho... ¿Hola? ¿Ha.. y alguien ahí?- Una risa macabra, oscura y lúgubre hizo que un escalofrío le recorriese desde la nuca hasta los pies. Casi se meo encima.
- Vamos, sabes de sobra quién soy. Piensa, recuerda qué pasó ayer... El Empire State, las sirenas, los gritos... El hombre Araña...- El hombre abrió repentinamente los ojos, mientras todos sus recuerdos volvían de golpe a su mente, como una catarata de agua helada cayendo sobre su cabeza.
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Las sirenas resobana por toda la calle. Los gritos de desesperación y miedo se arremolinaban sobre la calle. Un helicóptero sobrevolaba las principales vías, enfocando con unas poderosas linternas lo alto de uno de los edificos más emblemáticos de la ciudad. Allí, dos figuras eran el centro de todas las miradas. Miles de personas se habían juntado para ver el espectáculo que la noche les ofrecía. Una gigantesca figura de color negro oscuro sujetaba a otra mucho más pequeña por fuera de la azotea. Los pies le colgaban a una altura de más de cuatrocientos metros sobre el suelo. Intentaba librarse de la fuerte presa pero no había manera humana ni sobrehumana de hacerlo. Las gotas de lluvia resbalaban por la piel brillante del monstruoso simbionte, quien se carcajeaba vilmente del vecino más conocido de Nueva York. Este tenía la mitad de la máscara desgarrada, mostrando su ojo izquierdo, que miraba a su enemigo con furia y miedo.
- Vamos Spiderman. Hazlo. Demuestra a todos que puedes conmigo... No deberías tener problemas, ¿verdad?- Una nueva carcajada que se escuchó en la base del edificio provocó nuevos gritos y algunas personas se alejaron para no ver el espectáculo. Ver cómo machacaban así a uno de sus héroes más amados era demasiado para muchos. La larga y roja lengua serpenteaba dentro de la boca del simbionte, lamiendo el rostro del muchacho con desprecio. Aquellos brillantes dientes mostraban una mueca de puro placer por tener al joven Spiderman a su merced.
- Vamos Peter, ambos sabemos que esto sólo puede acabar de una forma... La muerte...-Los ojos del muchacho reflejaron miedo. Pero no por la situación en la que se encontraba, sino porque aquella criatura, aquel monstruo supiese su verdadero nombre. Este se percató de la mirada del chico y volvió a reír una vez más.
- ¡¡GROAJAJAJAJAJAJA!! Así es, Peter Parker. Sé quién eres... Pero tranquilo, tu identidad está a salvo conmigo. ¿Qué esperabas? Después de todo, el simbionte te eligió a ti primero. Accedió a tus recuerdos, vio dentro de tu cabeza... Y ahora me pertenece. Conozco tus recuerdos. Sé quién eres, qué gustos tienes y qué aficiones te llenan. Soy tu mayor enemigo, Spiderman. Soy tu Veneno...- Pero antes de que la criatura pudiese soltar al chaval y dejarlo caer, este hizo un rápido movimiento, golpeando la cara del alien con una fuerte patada, obligándolo a soltarle por la sorpresa. Spiderman cayó, pero consiguió aferrarse a las paredes antes de precipitarse contra el suelo, muchos metros por debajo. El simbionte rugió de nuevo, asomándose por la azotea. En cuanto vio a su presa sacó unas afiladísimas garras de la punta de sus dedos y se preparó para propinar un golpe mortal. Sin embargo, la policía, que esta vez estaba de parte del mutante. Comenzó a disparar a la inmensa criatura desde el helicóptero. Venom rugió de nuevo, haciendo temblar los cristales del vehículo. Apretó los dientes y, de un potente salto, se encaramó al helicóptero. Los policías gritaron de miedo y dolor, mientras la criatura les golpeaba con una fuerza descomunal, partiéndolos en pedazos, llenando todo de sangre. Entraron en pérdida, y comenzaron a caer describiendo largos círculos hacia el suelo. Muchas personas lo señalaron, gritaron y se alejaron del lugar. Venom estaba totalmente nublado por la sed de sangre y la masacre que estaba llevando a cabo, y antes de poder reaccionar, el helicóptero se estrelló con una luminosa y sonora explosión. El fuego, el sonido que retumbó los oídos, el metal desquebrajando el suelo... Aquello fue como un puñal frío en cada centímetro del cuerpo del simbionte. Sus rugidos se convirtieron en unos chillidos agudos, casi infernales, mostrando que aquella criatura no era de ese mundo. Se arrastró como pudo de los restos llameantes, dolorido y herido. La piel del hombre comenzó a sentir el calor de las llamas, y la capa negra que antes cubría su cuerpo entero ahora intentaba esconderse dentro de él, ocultándose de sus dos más fieros enemigos. Eddie Brock salió de allí tan rápido como pudo, chocando con algunos cubos de basura y resbalando por las calles. El simbionte le controlaba desde dentro, llevándolo a un sitio más frío y silencioso, mientras las ambulancias y sirenas de la policía llenaban la calle con sus sonidos.
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- No... No, yo no...- La risa de nuevo sonó en su cabeza.
- Sí, claro que sí... Spiderman nos lo robó todo, y ahora nos cobraremos nuestra venganza...- El hombre se llevó las manos a la cabeza, apretándose las sienes y maldiciendo por lo bajo.
- ¡No! ¡Yo no soy un monstruo!-- Me temo que sí Eddie, me temo que sí...- Y mientras se miraba en el reflejo de la ventana más próxima, pudo ver perfectamente aquella boca llena de dientes, las marcas blancas a lo largo de su cráneo y esa lengua que se movía frenéticamente, con un siseo en la lluvia.