No vuelvas a mentirme (Tony Stark) [17/06/18]

Aquel diagnóstico médico logró sumir mi cuerpo en un estado generalizado de alerta. El análisis de sangre no sólo revelaba niveles desorbitados de alcohol, sino que además había detectado la presencia de un elemento químico tóxico. –Paladio…-murmuré entre dientes mientras fruncía levemente el entrecejo. Los profesionales médicos más reputados del país me habían asegurado que un nivel de Paladio semejante en sangre, sólo podía ser indicativo de una grave intoxicación de carácter mortal. Aquellas declaraciones se convertían en fehacientes al analizar la sangre con mayor exactitud, ya que además, se detectaban restos de medicamentos concebidos para enfrentar intoxicaciones de ese calibre. Finalmente, los médicos hablaban de un factor de origen desconocido, una extraña clase de alergia, que había ocasionado el aparatoso desmayo convulsivo de Tony. Dada la situación, ir por debajo de los 60 km/h sólo acrecentaba el incómodo dolor alojado en la boca de mi estómago, por lo que no dude en conducir a máxima velocidad en dirección a la mansión Stark.


Con solo abrir la puerta principal, un intenso efluvio golpeó mi nariz. Aquella estancia sumida en la oscuridad era desoladora. –Abre las ventanas, Jarvis-ordené. –Enseguida, Señorita Potts-cedió el mayordomo virtual con diligencia. La luz sólo me permitió admirar con detalle el resultado de aquella caótica fiesta. –Ponte en contacto con el servicio de limpieza. No quiero ver la casa anegada de vasos de plástico con restos de alcohol-mascullé furiosa observando la marca que dichos vasos habían dejado sobre el valioso parqué. –Por supuesto, Señorita Potts-musitó Jarvis. –Oh, no-dije de manera pausada al girar sobre mis talones. –No, rematadamente no. Esto no está pasando. ¡Mi Barnett Newman!-exclamé al ver una serie de manchas en el cuadro que parecían ser salsa barbacoa. -¿Llamo también al servicio de restauración, Señorita Potts?-preguntó la inteligencia artificial. –Si, Jarvis, llama también a un restaurador-respiré profundamente. De camino al taller me vi en la obligación de extremar la precaución para impedir que las diversas serpentinas de colores se enredaran en mis tobillos.
Una vez en el taller, me dirigí a la pantalla principal. –Jarvis, ¿Qué es el Paladio?-pregunté introduciendo el código de acceso sobre la interfaz azul. - El paladio es un elemento químico de número atómico 46 situado en el grupo 10 de la tabla periódica de los elementos. Su símbolo es Pd…-recitó la inteligencia artificial hasta que lo interrumpí. –Quiero decir, Jarvis…-carraspeé en un intento por mantener la compostura. -¿Por qué Tony tiene una intoxicación residual de Paladio en su organismo?-inquirí nuevamente. La máquina no respondió, lo que me hizo suponer que se trataba de alguna clase de prohibición de Tony. Fue entonces cuando un ruido atronador me sobresaltó, al levantar la vista observé una caja de madera con bisagras doradas en el suelo. –No pasa nada-susurré de manera tranquilizadora acercándome al autor de aquel alboroto. Recolecté cuidadosamente el contenido de la caja mientras Tonto, el brazo robótico de Tony, emitía agudos chirridos. Aquello me hizo observar con mayor detenimiento los extraños artefactos metálicos. –Esto tiene Paladio-afirmé dada la actitud de los robots. Otro ruido me obligó a darme la vuelta, esta vez, fue Patoso quien golpeó insistentemente un cubo de residuos. Al acercarme y desvelar el interior, pude observar los mismos artefactos metálicos recubiertos de una sustancia cobriza. Sólo había algo que Tony podía fundir a ese vertiginoso ritmo. –Los núcleos de Tony están hechos de Paladio-reflexioné. –Efectivamente, Señorita Potts. Y el Paladio, es un material altamente tóxico-me aclaró Jarvis, dándome a entender que había realizado las conjeturas apropiadas. -¡Estúpido cretino, se estaba muriendo y no me lo dijo!-exclamé iracunda. –El señor Stark no querría preocuparla, paso muchos días obcecado en hallar una cura-me informó la inteligencia articial. -¿Y después?¿Por qué no me lo dijo después?-cuestioné harta de que sus máquinas le defendieran. –No habrá encontrado la ocasión, Señorita Potts-concluyó con una simplicidad abrumadora. –Jarvis, ponme en pantalla las grabaciones de seguridad del día de la fiesta, poco antes de que Tony se desmallara-ordené. Avancé con rapidez las imágenes hasta detectar a tres mujeres sospechosas, una de ellas, coqueteando deliberadamente con Tony. -¿Podemos saltarnos esa parte?-cuestioné apartando la mirada de la pantalla. –Considero que esa parte es importante, Señorita Potts-manifestó Jarvis. –Vale, vale-susurré frustrada. -¡La dejo entrar en el taller!-exclamé incrédula sin apartar la mirada de la pantalla. Aunque estaba acostumbrada a despedir a los ligues de Tony a la mañana siguiente, no me gustaba observar aquella sonrisa socarrona en sus labios, aquella que reservaba para la revista Vogue. Fue entonces, cuando la mujer de cabello rojizo aprovechaba la situación para soplarle en la copa, poco después, Tony caía inconsciente a sus pies. –Lo envenenó-susurré a la vez que cercioraba como la distracción de Tony permitía que sus secuaces rodaran en el piso superior.
Todo aquello pareció secundar mi decisión de abandonar Industrias Stark, para ello, sólo tenía que entregarle el documento de dimisión a Tony para que este lo firmara. Con ese simple gesto terminarían las explosiones, las chicas en topless y las intoxicaciones por Paladio. –He de volver al hospital, Jarvis-susurré. –Por supuesto, Señorita Potts. El Señor estará a punto de despertar y se alegrara mucho al verla-indicó el mayordomo virtual haciendo que me sintiera culpable por mi decisión.  


Al llegar al hospital, específicamente a la habitación de Tony, me aproximé con lentitud hasta su cama. Sus ojos continuaban apaciblemente cerrados, mientras su pecho se mecía a un ritmo lento. No pude evitar apartar un mechón de cabello castaño de su frente. El contacto físico con él siempre era extraño, posiblemente porque nos habíamos dado la mano en contadas ocasiones y nunca nos habíamos abrazado. No quise interrumpir su descanso aunque las enfermeras me aseguraron que había despertado, e incluso, había tenido ocasión de quejarse del sabor de las natillas de hospital. Negué levemente con la cabeza mientras ahogaba una ínfima risa.

Los ojos de Tony se abrieron un poco, seguía enchufado a un montón de maquinas a pesar de haber repetido una y otra vez que se encontraba bien y que le dejaran marchar, en la torre e incluso en su casa estaría mejor controlado que aquí y mucho más cómodo, pero el medico había sido tajante al respecto y aunque al millonario no le gustaba que le impusieran nada respetaba a las personas con el carácter suficiente como para darle ordenes a alguien que podía comprar tu lugar de trabajo y despedirte por capricho, no es que hubiera pensado en ello, no demasiado al menos.


Tony se incorporó un poco y por fin pudo ver que tenía visita, ¡Oh! vaya, exclamo con voz débil el millonario dejándose caer de nuevo sobre la almohada, me estoy muriendo ¿verdad? Porque la cara que tienes es de que o me estoy muriendo o en breve voy a desear estarlo, parecía que Pepper había estado masticando limones especialmente amargos esta mañana... o esta tarde o la hora que fuese, pero realmente parecía dispuesta a echarle la bronca, una de las buenas.

Los pitidos de la maquina de su izquierda aumentaron levemente el ritmo mientras el millonario hablaba, Supongo que has visto los vídeos de seguridad, si, lo se, fui descuidado, fui un imbécil y a pesar de ser el tipo más listo del planeta soy rematadamente idiota, pero Jarvis también tiene su parte de culpa, las dejó irse con casi todas las obras de arte y el poco dinero en efectivo que había en casa, como defensa era algo pobre, muy pobre, pero quizás eso distribuyera la bronca entre los dos y no se la comiera él toda.

Tony había malinterpretado el enfado de Virginia, aunque una cosa era cierta, iba a ser una bronca de las buenas.

Al millonario le pilló por sorpresa el comentario, no era la fiesta, era... era el haberle mentido durante todo este tiempo, habérselo ocultado, Yo... No podía decírtelo, Virginia parecía más triste que enfadada y eso era a la vez tranquilizador y preocupante, ¿que podías hacer tú para solucionarlo? Nada, en cambio yo he encontrado ya la forma de cambiar el paladio por otro núcleo que no sea tóxico, si no hubiera pasado esto, ni siquiera te hubieras enterado y te habrías ahorrado la preocupación, Tony se dio cuenta del error en cuanto dijo aquellas palabras, eso no haría mucho por tranquilizarla, más bien al contrario, siempre que usaba un argumento razonable con ella, perfectamente comprensible para cualquiera, ella encontraba la forma de volverlo en su contra, era cosa de magia o algo así.

Sabes que confío en ti, nadie en el mundo podría hacer tu trabajo, menos aún la parte más difícil, aguantarme a mí, ahí estaba el, tras casi haber muerto, intoxicado, combatiendo con el único arma que siempre había usado, su humor, a veces exasperante y a veces capaz de arrancarte una sonrisa de la cara a pesar de la situación, ¿sería suficiente en esta ocasión?

La pregunta retórica de Tony fue más letal que un derechazo certero en un ring de boxeo. Entreabrí los labios, e incluso, emití una serie de inteligibles balbuceos hasta que logré conjeturar una frase con sentido. -¿Qué podía haber hecho yo para solucionarlo?-pregunté estupefacta. Quizás no supiera lo que era el Paladio hasta hace un par de horas, ni porqué elemento químico podría ser sustituido para revertir los niveles de toxicidad en sangre. –Probablemente nada…-afirmé convencida. Sin embargo, había algo más de lo que también estaba convencida: él no me necesitaba para esas cosas, al fin y al cabo, se había graduado en el MIT a los 15 años. –Pero podría haber hecho que tus últimas horas valieran la pena-susurré de improvisto dejándome llevar por el amasijo de sensaciones contradictorias que se agolpaban en mi interior. Unos segundos después, deseé tragarme mis palabras, ya que supuse que todo aquello le haría pensar a Tony que la diligente Pepper Potts quería hacer algo más que organizar sus ruedas de prensa. Me mantuve cabizbaja hasta que el sonido de un profundo ronquido logró sacarme de mis catastróficos pensamientos. Tony había caído en brazos de Morfeo por la acción de los calmantes, lo que había ocasionado que se mantuviera ajeno a mis palabras. Todo aquello hizo que mis músculos se relajaran al unísono haciéndome caer de manera desordenada sobre aquel asiento.

Conclusión del Post: