Thunderbolts - Génesis (Deadpool) [10-04-2018]

- Timothy Lee golpeó a una prostituta hasta la muerte utilizando una botella de champán rota -explicaba el detective Morrisey a la asesina ninja conocida como Elektra-. El único testigo fue un tipo de los bajos fondos llamado Pig Malone. Mañana, Pig testificará contra Lee ante el tribunal, por lo que resulta prioritario conseguir que llegue hasta allí de una sola pieza. Necesito tu ayuda, Elektra.

La mujer echó un vistazo al interior del piso franco que la policía había utilizado para el programa de protección de testigos. Estaba destrozado, y tenía todo el aspecto de haber pasado por allí un huracán; mesas partidas por la mitad, sillas volcadas por el suelo, sofás desgarrados que dejaban a la vista el relleno de espuma... y por supuesto, los cuerpos. Cinco cuerpos de agentes de policía cubiertos bajo sábanas blancas que no conseguían disimular la sangre.  

- ¿Quién ha hecho esto? -inquirió en el tono neutro de quien está valorando un trabajo en lugar de una carnicería. El detective la miró de reojo y se encendió un cigarrillo.

- No lo tenemos claro. Encontramos al Cerdo a dos bloques de distancia, vociferando acerca de un chino raro psicópata. Lee es un rufián y un asesino, Elektra. Deberías sacarlo de las calles. Y conseguirte, de paso, diez de los grandes en el proceso -añadió, metiéndose la mano en el bolsillo interior de la gabardina y sacando un sobre con dinero que le tendió a la mujer-. Cinco ahora; los otros cinco cuando hayas terminado el trabajo y Malone se encuentre sano y salvo ante el tribunal. ¿Qué me dices?

--------------------------------------------------------

Mientras tanto, en otro lugar, un hombre nervioso marcaba el número de la comisaría de Morrisey.

- Hey, ¡soy Pig Malone, vuestro testigo estrella! -exclamó, airado, cuando le pasaron con el capitán-. ¿Dónde está mi protección? Quiero tipos grandes con pistolas y metralletas en mi piso en un... minuto...

Una repentina ráfaga de aire frío le hizo mirar hacia la ventana del tragaluz, la cual estaba seguro de haber cerrado. Ahora estaba abierta... y el mismo asesino que había destripado a sus guardias en el piso franco utilizando una espada hecha de hielo se descolgaba por ella.

- Oh, Dios, por favor... -imploró, cayendo al suelo de rodillas-. Por favor, no me mates...

- No puede haber piedad del Viento del Norte, ¡el más frío y amargo de todos los vientos! -replicó el asesino, alzando la espada por encima de su cabeza, dispuesto a asestar el golpe de gracia.

- ¡Oh, madre de Dios! -Malone se encogió y se cubrió la cabeza con los brazos, en un vano intento de protegerse, pero no fue eso lo que hizo que el asesino se detuviera, sino el repentino estrépito de cristal hecho añicos que provocó la irrupción de una hermosa y estilizada mujer ataviada de rojo a través de la ventana.

- Hum... dejadme que lo piense: ¿cuál de los dos será Pig Malone? ¿El guerrero encapuchado con la espada de hielo, o el tipo que chilla arrodillado en el suelo? -inquirió, burlona-. ¡Supongo que tendré que adivinar!

Y, diciendo ésto, arrojó el sai a la cara del hombre encapuchado, pero éste lo desvió con un ágil movimiento de la espada.

- ¡No hay escapatoria del viento que siega! -exclamó abalanzándose sobre ella.

Elektra realizó un grácil salto mortal para esquivar el filo, y aunque sus movimientos eran perfectos y fluidos, el asesino era hábil, y consiguió rozarla de refilón, produciéndole un ligero corte superficial en el brazo derecho. No era más que un arañazo, pero un dolor cortante y frío como el hielo se extendió por toda la extremidad, dejándosela adormecida. El Viento del Norte quiso aprovechar la oportunidad y abatió la espada verticalmente sobre ella, pero en todos sus años de experiencia jamás había conocido hombre o mujer tan rápido;  La asesina le esquivó, echándose a un lado, y le clavó el sai restante en la garganta con la mano izquierda antes de que el hombre pudiera darse cuenta de lo que acababa de pasar. Pero no era el único... alguien más se acercaba por la ventana rota... ¿Más mercenarios contratados para acabar con el testigo?

Elektra recuperó los sais que se encontraban junto al cadáver y saltó grácilmente para esquivar las balas, arrojando las armas hacia Deadpool con tal puntería que los filos de los sais quedaron perfectamente encasquetados en el interior de los cañones de las pistolas que utilizaba el mercenario, haciéndolas reventar. Fragmentos de metralla y acero candente golpearon su rostro, cegándole momentáneamente y permitiendo a Elektra acercarse lo suficiente como para atravesarle el corazón con la espada que llevaba a la espalda.

Se permitió unos segundos para recuperar el aliento y se llevó una mano al hombro derecho. El brazo de la herida le dolía terriblemente, a unos niveles que distaban mucho de ser normales. Se examinó el corte y vio que los extremos de la herida habían comenzado a tornarse de color azulado. Aquello pintaba mal, tendría que...

El grito ahogado de Pig Malone le hizo mirar el cadáver de Deadpool... Sólo que ya no parecía un cadáver. La herida del pecho se había cerrado y se estaba incorporando del suelo. Elektra reaccionó por instinto y, moviéndose con la velocidad de una serpiente, le separó la cabeza de los hombros con un tajo de su afilada katana. Con los ojos abiertos como platos comprobó lo que parecía imposible: el cuerpo decapitado de Deadpool, en lugar de desplomarse, comenzaba a tantear por el suelo en busca de la cabeza. Elektra retrocedió unos pasos, atónita.

- ¿Qué haces? -exclamó Pig Malone-. ¡No te quedes ahí parada! ¡Mátalo! ¡Mátalo!

- En el caso de que no lo hayas notado... ya lo he hecho -replicó ella cogiéndole con rudeza del brazo y empujándole hacia la puerta de salida de la habitación en la que se encontraban-: Dos veces.

- ¡Eres una mujer! -se quejó el hombre mientras Elektra le obligaba a bajar corriendo las escaleras que conducían al salón y la escalera de incendios.

- Te has dado cuenta, enhorabuena -masculló ella.

- ¡Éste no es trabajo para una mujer! ¿De qué me sirve una mujer en una situación como ésta? ¡Casí consigues que me maten ahí arriba!

Elektra se detuvo en seco y le propinó un puñetazo que lo dejó automáticamente inconsciente. Después, se lo cargó al hombro y salió por la escalera de incendios.

----------------------------------------------------------

Mientras tanto, al otro lado de la ciudad, dos hombres conversaban frente a unas jarras de cerveza en el interior de un bar.

- Permítame que se lo repita, asistente del fiscal de distrito Walker... -estaba diciendo el primero de ellos-. Timothy Lee me está costando mucho dinero. Está expandiendo sus operaciones fuera de Chinatown.

- Lo comprendo, mr. Soames -dijo el segundo, un hombre más bien entradito en carnes, con gafas y aspecto temeroso.

- Espero que lo haga. Sabe que hablo en nombre del mismísimo Kingpin del crimen. Quiero a ese chino advenedizo fuera de escena, así que espero que esté cuidando bien de nuestro... "cerdo de oro".

El asistente del fiscal de distrito se aflojó ligeramente el nudo de la corbata, repentinamente agobiado.

- Morrisey es un buen hombre, mr. Soames.

- ¿Qué quiere decir con eso? ¿Sabe la verdad?

- Ehh... No exactamente... Realmente cree que fue Lee y no el propio Malone el que mató a la prostituta.

- Un policía honesto, ¿eh? ¡Menudo ejemplar de museo! -soltó una risotada, pero no duró demasiado antes de que volviera a adoptar un aspecto lúgubre-. Si la caga, haré que le arranquen los órganos uno por uno, ¿lo ha entendido?

Una expresión de absoluto terror se reflejó en los ojos del otro hombre.

- Perfectamente, mr. Soames.

----------------------------------------------------------

El sol había terminado por ocultarse, y la ciudad de Nueva York ofrecía un aspecto glorioso desde lo alto del tejado del rascacielos en el que Elektra y Pig se encontraban. Sin embargo, el hombre no estaba precisamente de humor para admirar las vistas.

- ¡Me has pegado! -exclamaba, incrédulo-. ¡No puedes pegarme! ¿Quién te ha dado derecho para pegarme?

Elektra no le prestó atención. Estaba demasiado concentrada en asegurarse de que habían conseguido burlar a su incansable perseguidor, tanto, que hasta el hombre comprendió lo que estaba haciendo y su actitud beligerante se atenuó levemente.

- ¿Dónde está ese... "ser"?

- Le hemos perdido -aseveró Elektra.

- ¿Cómo puedes estar segura?

- Sé cuando alguien me está siguiendo, y ahora no... No -la expresión de la asesina se torció-. No puedo creerlo...

Malone miró en la dirección en la que ella estaba mirando y pudo ver la silueta del mercenario saltando a lo lejos desde un tejado.

- ¡Dijiste que no nos había seguido! -protestó, cerrando una mano de dedos como garfios en torno a su brazo-. ¿Cómo nos ha encontrado?

- Supongo que es más bueno de lo que pensaba. Y ahora, quítame la mano de encima antes de que te la rompa.

----------------------------------------------------------

La persecución se prolongó durante un tiempo más hasta que Pig se desplomó en la terraza de un hotel barato, incapaz de continuar moviéndose.

- No puedo... seguir -jadeó-. Necesito... descansar...

- Pfff.... -Elektra le cogió e irrumpió con él en una habitación vacía del hotel.

- Oh, Dios... estoy muerto... -musitó el hombre, exhausto-. Anda, sé una buena chica: llama al servicio de habitaciones y pídeme algo para beber.

Una vez más, Elektra no le hizo caso. Estaba preocupada por la herida de su brazo. Lo sentía adormecido y pesado, y las marcas azules habían empezado a extenderse hacia abajo. Menos mal, porque si lo hubieran hecho en dirección al hombro habría tenido que amputar antes de que aquella maldita magia extraña le congelara el corazón. Mientras eso no sucediera podía permitirse algo de tiempo para averiguar lo que le estaba sucediendo y tratar de encontrar un remedio menos extremo.

- ¡Eh! ¡Te estoy hablando a ti! ¡Ve a buscarme una maldita beb... UGNKK!

La mano de Elektra se había cerrado en torno a su garganta, impidiéndole respirar.

- Silencio -ordenó, mirando hacia la ventana.

- ¡No puede ser él! -protestó Pig cuando ella le soltó-. ¡No hemos dejado de movernos!

Pero tú me retrasas, pensó la asesina con odio. No eres más que un peso muerto, un maldito estorbo. Nunca conseguiré darle esquinazo mientras tenga que cargar contigo.

- ¡Tenemos que marcharnos! ¡Tenemos que seguir huyendo! ¡Por favor! ¡No quiero morir!

Los finos labios de la mujer se crisparon en una incontrolable mueca de desprecio.

- Si yo fuera tú, Malone, no habría nada en el mundo que deseara más.

Y, llevándose la mano a la espalda, volvió a desenfundar la katana.

- ¿Qué estás haciendo? -se escandalizó el hombre-. ¿Por qué no estamos huyendo?

- No pienso seguir huyendo -replicó ella plantándose ante la ventana.

- Muy bien, haz lo que quieras, pero yo voy a encontrar un lugar en el que esconderme. Antes de que te mate, dile que me he ido. Que eras... un señuelo, o algo. ¡Y trata de no morir demasiado rápido! -dijo antes de salir corriendo de la habitación.

Elektra se echó a un lado cuando Deadpool atacó, bloqueando sus espadas con la suya. Ninguno de los dos perdió el tiempo, ni se malgastó más aliento del que era absolutamente esencial. Tampoco se contuvieron, no hubo vacilaciones a la hora de atacar. En un momento dado en que Deadpool se arrojó hacia delante, ella se deslizó bajo él y le clavó la espada en el plexo solar, pero se quedó encajada en la caja torácica, y Deadpool la apartó de un manotazo antes de que pudiera recuperarla. Elektra rodó por el suelo, empuñando los sais y los cruzó ante ella para detener una nueva estocada. Durante breves instantes, las cuatro hojas quedaron trabadas en una encarnizada puja, pero entonces el brazo herido de Elektra le pasó factura. Tenía los dedos entumecidos, el músculo le ardía ante la arremetida del mercenario. La vista se le nubló momentáneamente y el brazo le flaqueó, permitiendo que las espadas de su rival se liberaran con un escalofriante chirrido. Elektra trastabilleó, y Deadpool aprovechó para asestarle un brutal golpe en el rostro con la empuñadura de una de las espadas. El impacto, que en situaciones normales sólo la habría hecho retroceder unos pasos, la hizo caer al suelo, pero cuando Deadpool se disponía a asestar el golpe mortal, sus reflejos fallaron, haciéndole errar. En ese momento, los nervios de su espalda se desgarraron con un chillido de sus cartílagos y su control motor se fue literalmente a la mierda, convirtiendo sus movimientos en una penosa burla de los de un ser humano. Elektra sonrió desde el suelo, aún con el rostro cubierto de sangre.

- Dendrobatidae -explicó al mercenario, clavándole uno de los sais en la espalda-. Son una familia de anfibios conocidos como ranas venenosas de dardo o ranas punta de flecha, características de Centroamérica y América del Sur. En concreto, el veneno que unté en mi espada es el de la rana dorada, que es la más venenosa de todas. Se la conoce como Phyllobates terribilis, ¿sabes? Se llama así por ser el vertebrado más venenoso del mundo -completó, clavándole el segundo sai en el pecho, justo encima de la espada que aún tenía clavada.

Deadpool cayó al suelo y comenzó a convulsionarse descontroladamente.

- Lo que estás experimentando ahora mismo es una contracción muscular tetánica, y pronto la seguirá, según los manuales, un síndrome tóxico colinérgico (miosis, bradicardia, sudoración profusa, disnea por broncoespasmo, cianosis peribucal y distal), que, signifique lo que signifique, tiene pinta de ser algo muy jodido. La muerte te llegará por paro respiratorio cuando se te paralicen todos los músculos, si es que no te da antes un infarto. Por supuesto, no espero que eso te detenga. Diablos, si cortarte la cabeza no te detiene, no sé qué demonios lo hará, pero al menos espero conseguir el tiempo necesario para escapar lo suficientemente lejos de ti.

La asesina aferró la empuñadura de la espada y, apoyándole una bota en el pecho, tiró de ella hasta liberarla, recuperando también los sais y decapitándole una vez más en el proceso, sólo para asegurarse de que ésta vez no se regeneraba tan rápido.

- ¡Hasta la vista! -dijo cuando se encontraba junto a la puerta-. Ha sido un placer pelear contigo.

--------------------------------------

Sencillamente no se lo podía creer. Había esperado que a aquellas alturas Pig Malone estuviera ya en la estación de trenes más cercana, pero según el localizador que le había puesto en la ropa cuando le había dejado inconsciente, se encontraba aún allí mismo, en aquél maldito hotel.

Sujetándose el brazo paralizado (cuyo color azul ya le sobrepasaba el codo y estaba a punto de alcanzar la muñeca) al costado, asestó una patada a la puerta de la habitación que le indicaba el localizador. Y allí estaba. Mientras ella luchaba por su vida, el maldito hijo de perra no había perdido un segundo en beberse todo el condenado mueble bar de la puñetera habitación y en pedirse uno de los servicios "exclusivos" que sin duda ofrecería aquél motel de mala muerte. Y es que, sentada en el único sillón de la habitación, había una prostituta en camisón con aspecto de haber sido golpeada. Y para desgracia de Pig, los moratones eran recientes. Al bastardo le faltaba la camisa, pero aún llevaba los pantalones puestos, lo cual significaba que no se la cortaría... aún.

- Vaya... No pensaba que fueras a volver viva -comentó el "cerdo" al verla. Llevaba una botella de licor en cada mano y apestaba a alcohol barato-. Supongo que el hecho de que estés aquí quiere decir que finalmente acabaste con aquél tipo... ¡Eso hay que celebrarlo! -exclamó ofreciéndole una de las botellas de licor. De repente, una expresión de lujuria surcó su asqueroso rostro de beodo-. Hey, ¿por qué no te unes a nosotros? No estás nada mal, ¿sabes? Nada, nada mal... Podríamos conocernos un poquito mejor... Así al menos estarías haciendo algo para lo que realmente servís las mujeres, ¿sabes? ¿Qué me dices? Caray, ¿por qué me miras de esa manera? ¿Acaso he dicho algo malo?

Elektra ni siquiera se dignó contestarle. Después de fulminarle con la mirada, se acercó a la chica, que parecía bastante nerviosa.

- ¿Te ha hecho daño? -le preguntó con gesto serio.

- Mmmm... Un poco -contestó ella frotándose la mejilla-. Nada grave, hermana... lo habitual. Ya sabes cómo funciona el negocio... ¿Para qué agencia trabajas?

- Para una muy exclusiva. Ponte los zapatos y lárgate de aquí.

- ¡Eh, eh, eh! ¿Qué pasa aquí? -protestó "el cerdo"-. ¿Es por lo que le hice a la otra chica? Te aseguro que esa zorrita se llevó lo que se merecía, pero si ésta colabora no hay motivo para...

La asesina volvió hacia él unos ojos grises y fríos como la misma muerte.

- ¿Qué acabas de decir?

De alguna manera, el tono en la voz de la mujer logró disipar casi en su totalidad las brumas del alcohol que habían estado nublando el cerebro del hombre.

- Ah, Ok. Sé lo que estás pensando -dijo, retrocediendo hacia la cama-. No es eso, ¿ok? ¡No me refería a lo que crees! Tim Lee mató a la prostituta, ¿ok? ¡¡¡Fue Tim Lee!!! -llevado por el pánico, echó mano al revólver que ocultaba en la parte trasera de su pantalón y le apuntó con él-. Vamos a tranquilizarnos, ¿vale? ¡Yo no he matado a nadie! ¡Fue Tim Lee!

- ¿Sabes, Malone? Eres un cerdo -Elektra agarró un pequeño jarrón de la mesita que tenía detrás y se lo arrojó a la cara antes de que tuviera tiempo de disparar. Después, corrió hacia él y, de una certera patada, le dejó una vez más inconsciente-. Y ya me he cansado de tus mentiras... ¡¡uunngg!!

El dolor en el brazo era tan fuerte que tuvo que apoyarse en la pared de la habitación para no caer de rodillas al suelo.

- ¿Es... estás bien? -preguntó la prostituta.

- Sí -mintió ella, sacando de entre sus vestiduras el sobre con el dinero que le había dado Morrisey. A aquellas alturas ya tenía claro que no iba a cumplir el contrato, y no pensaba quedarse con un dinero que no se había ganado. Le alargó el sobre a la chica-. Aquí dentro encontrarás diez de los grandes. Son tuyos a cambio de tres cosas: la primera, que no le cuentes a nadie lo que ha ocurrido aquí. La segunda, que lo utilices para salir de ésta vida. Se me da bien juzgar a la gente, y puedo decirte... *unng*... puedo decirte... que no estás hecha para éste tipo de trabajo.

La prostituta la miraba con los ojos muy abiertos, como si no pudiera creerse lo que estaba pasando.

- ¿Y... la tercera? -preguntó, dudosa.

- Que te vayas de aquí lo más rápido que puedas. Estoy esperando a alguien. ¡Vamos, lárgate de una vez!

La muchacha, asustada, cogió el sobre con el dinero y salió corriendo de la habitación.

Elektra se sentó en el sillón que ella había ocupado unos segundos antes, con el cuerpo inconsciente de Malone a sus pies. Le temblaban las piernas, y tenía la frente cubierta de sudor frío. Seguramente tendría fiebre. El veneno con el que la habían infectado a ella era más lento que el que había usado contra Deadpool, pero no por ello menos implacable. Sólo esperaba que el mercenario no tardara demasiado en aparecer o posiblemente se desmayaría antes.

Por sorprendente que pudiera parecer, el remedio casero de Deadpool estaba funcionando bastante bien. Pronto, la fiebre había desaparecido, y el color azul del brazo empezaba a remitir. El sistema inmunológico de Elektra había sido reforzado durante los oscuros rituales de La Mano, y además poseía un control absoluto de su sistema nervioso, todo lo cual la ayudaba a sanar con mucha más rapidez que un humano normal. Podría decirse que la sombra de La Mano la protegía incluso después de tanto tiempo.

Poco a poco su visión se fue aclarando y comenzó a ser consciente una vez más de lo que la rodeaba. Lo primero fue la obvia sensación de estar atada, pero eso no la preocupó en lo más mínimo. Elektra había sido entrenada hasta alcanzar la cumbre de la condición física humana, y era capaz de levantar pesos de hasta el doble de lo que pesaba su propio cuerpo, por lo que no tendría la menor dificultad en romper los brazos de la silla y liberarse. Pero no quería mostrarle aquella carta a Deadpool... No aún. El mercenario había demostrado ser virtualmente inmortal, y nada de lo que ella le hiciera parecía servir para nada más que para retrasarlo momentáneamente. Si la cosa no iba como ella esperaba, quizá su única oportunidad de salir viva de allí sería cogiéndolo por sorpresa, de manera que fingió encontrarse inmovilizada y vulnerable.

- He sido utilizada, amigo... -dijo mirando a Deadpool directamente a los ojos, sin un ápice de miedo-. Me dijeron que Timothy Lee había matado a una prostituta, y que el señor Malone, aquí presente -hizo un leve gesto con la barbilla hacia donde yacía el tipo inconsciente- era el único testigo del caso. Se suponía que tenía que ir a testificar mañana en su contra, y yo debía mantenerlo vivo hasta entonces, pero era todo mentira. Acabo de descubrir que fue el propio Malone el que mató a la prostituta. Alguien lo está utilizando para incriminar a tu empleador. No sé quién es, pero sin duda ha de tratarse de alguien a quien beneficie el hecho de meter a Lee entre rejas. El tipo es tuyo. Yo no voy a jugarme más el cuello por alguien que me ha mentido y que además es demasiado miserable como para merecer seguir viviendo. Puedes matarlo aquí mismo, pero si se lo llevas vivo a Lee, quizá podáis interrogarlo hasta sonsacarle el nombre de quien está detrás de todo esto. Es la verdad, te he dicho cuanto sé. Deja que me vaya ahora y tú puedes quedarte con la presa, ¿qué me dices? Es una "win-win situation" -dijo con una sonrisa de medio lado-. Todos contentos.

Ahora era el momento decisivo... Se preparó para reaccionar si Deadpool intentaba matarla, pero antes de que el mercenario pudiera demostrar si era o no un hombre de palabra, el sonido de una sutil llamada en la puerta destrozada de la habitación les llamó la atención.

- Hola... ¿molesto?

Un hombre de unos cincuenta años, con el cabello blanco y bigote y vestido con uniforme militar se asomó por encima de los restos astillados de la puerta y les observó.

- ¡Vaya! ¿Acaso no es magnífico? ¡Podría decirse que es mi día de suerte! Te venía buscando a ti, Deadpool, y voy y me encuentro con un "dos por el precio de uno". ¡Sensacional! Por cierto, imagino que no lo habréis notado, con el señor Wilson tan ocupado en resucitar y la señorita Natchios indispuesta por culpa del veneno, pero vacié por completo el hotel hará cosa de una hora, es por eso que aún no ha venido a curiosear nadie con el escándalo que habéis montado. Puede que esté retirado, pero aún puedo mover algunos hilos -dijo, apoyándose en el reposabrazos de una butaca con los brazos cruzados frente al pecho-. Vaya, casi lo olvido, ¿dónde están mis modales? Soy el general Thaddeus Ross, de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos de América, y tengo algo que proponeros, así que... ¿podéis concederme unos minutos de vuestro tiempo? Os aseguro que no lo lamentaréis.

- ¿Venderos Biblias? -el hombre se echó a reír suavemente-. No, Wade. Más bien podría decirse que estoy de compras. "De compras", sí... has oído bien. He mantenido mi mirada sobre ti durante años. Décadas. Óscar Zero, Weapon X... Y no, antes de que me preguntes, no tuve nada que ver con eso -se apresuró a añadir al ver la mirada del mercenario-, pero sé todo sobre cuanto ocurrió, y sé que en ambos casos te ofreciste voluntario. Y resulta que ahora estoy buscando voluntarios... para formar un grupo.

El militar se acercó al mueble bar y sacó una botellita de cognac.

- ¿Queréis? ¿No? Vosotros os lo perdéis -dijo llevándosela a los labios antes de volver a apoyarse en el mueble-. Veamos... Sé que los dos sois lobos solitarios, pero ésto es una simple cuestión de matemáticas básicas. ¿Cuántos contratos sois capaces de aceptar en una semana? ¿5? ¿6? ¿De cuántos objetivos sois capaces de encargaros de una vez? ¿20? ¿30? ¿50, siendo generosos y con el equipamiento adecuado? Lo que yo os ofrezco es protección. Respaldo. Ayuda. Si trabajamos en grupo se triplicarán los contratos. Podréis encargaros de todo con mucha más facilidad gracias al apoyo del grupo, lo cual os permitirá acceder a objetivos más peligrosos y ambiciosos. Y con mucha más rapidez. Tus habilidades como mercenario son indiscutibles, Wade, y eso te convierte en un miembro valioso. En cuanto a la señorita... -hizo un gesto hacia ella con el botellín-, estoy seguro de que has podido comprobar que se trata de una mujer de... incontables recursos. Los dos sois tan eficientes como letales, pero juntos... Imaginad lo que podríais hacer si combináis vuestros esfuerzos. ¿Un mercenario prácticamente inmortal e invulnerable junto con la que probablemente sea la asesina más letal del planeta? Y supongo que los dos habréis oído hablar acerca de lo que soy capaz. Por supuesto estaríamos hablando de recursos compartidos. Tendríais que compartir vuestras fuentes, refugios, y también el dinero de la recompensa, pero creedme si os digo que habrá mucho más dinero para compartir que el que tenéis actualmente. ¿No os resulta como mínimo interesante?

- Todos aquellos dispuestos a eliminar el cáncer maligno que infecta este mundo -replicó el general, y ahora miró intensamente a la asesina ninja, que todavía no se había pronunciado-. Elektra... tú sabes mejor que nadie que la infección no puede ser curada... tiene que ser cortada de raíz. Como las malas hierbas.

>>De momento somos sólo nosotros tres, ya que habéis sido mis primeras opciones, pero tengo pensado incrementar el número. El grupo se mantendrá abierto para todos aquellos que no tengan miedo ni vacilen a la hora de hacer lo que debe hacerse. Todos los que no se vean atados por las limitaciones de una moral estúpida que permite que los asesinos y violadores escapen de las cárceles para volver a cometer terribles crímenes una y otra vez.

El general hizo una pausa para sacar un par de tarjetas con una dirección escrita a boli de uno de los bolsillos de su uniforme y se las alargó a los dos mercenarios.

- Si os interesa mi propuesta, reuníos conmigo en ésta localización cuando hayáis terminado de... "arreglar" vuestros asuntos -dijo mirando a Malone-. Espero veros pronto.

Sin decir nada más, se marchó de la puerta exactamente igual que había entrado. Elektra, que no había pronunciado una sola palabra durante toda la conversación, se quedó mirando la dirección escrita en la tarjetita con el ceño fruncido y, después, se largó por la escalerilla de incendios que salía de la ventana, desapareciendo en la noche. Le había dejado a Malone, tal como le había prometido. ¿Qué le habría parecido la propuesta del general? ¿Acudiría a la dirección que les habían dado? Parecía que sólo tendría una manera de averiguarlo...