+18 - El olvido en un recuerdo feliz (Lilith Belmont) 8 - Junio - 2018

Viernes, 8 de Junio de 2012

Ya faltaba poco para terminar gran parte de la teoría. Muchos de los alumnos desaparecían en esta época del año y aprovechaban para darle uso a las sillas de la biblioteca que guardaban polvo hasta el verano. Las que llevábamos estudiando desde el principio, íbamos más relajadas, y tanto a Lilith como a mí nos quedaba el último examen, y ambas lo llevábamos bastante bien como para poder estar tan relajadas como estábamos. La radio nacional de bandas sonoras sonaba con un último éxito de taquilla.



Recuerdo estar sentada en mi cama con las piernas cruzadas a lo indio y como respaldo la pared con algún que otro cojín. Había creado una bola de hielo y me encontraba haciendo une ejercicio básico de contact, deslizándola entre mis dedos y pasándola entre la palma y el dorso de mi mano como si ambos cuerpos estuviesen imantados y levitasen sin tocarse. Mi mirada estaba perdida mientras mi mano actuaba de manera que aparentaba ser independiente. En mi cabeza se repetían las palabras de Xavier. Odiaba discutir con él, y se daba muy pocas veces ese evento, pero hasta hace nada había estado hablando con él telepáticamente. Me fascinaban los poderes de ese hombre... ¿Poder abrirte a ti una especie de canal por el que pensar y que él leyera automáticamente sin ser un mutante telépata?  Ese hombre...

Pero ese tema me molestaba particularmente... ¿Por qué demonios hacía lo que hacía? ¿Tan terrible era mi experiencia? Sólo quería recordar... Ver a mis padres, saber si estaban vivos, saber quiénes eran, si era huérfana... Sólo le había dado vueltas un par de veces y se lo había planteado una única vez. ¿Y la respuesta es una negativa? Increíble...

Y la bola dejó de moverse, atrapada entre los dedos de la zurda. Mis pupilas miraban, como dardos a una diana, el rostro de la mutante de pelo rosa que había frente a mí. LILITH
Me levanté desperezando mis piernas poco a poco y de un fogonazo la bola llegó a la sublimación sin dejar rastro de su existencia. Sacudí de un par de palmadas mis manos y me acerqué a ella, sentándome en su cama.

- Oye Lil... Tú... me... ¿Me harías un favor? Es que...- dudé... Si Xavier me lo ocultaba puede que fuera tan terrible que rompiera nuestra amistad pero... Joder, era mi vida. -Mira, seré directa. ¿Tú podrías meterte en mi cabeza y decirme algo de mis padres? Charles se niega pero... ¿Es tanto pedir? Una imagen, un.... no lo sé... algo...- miraba triste, a mi alrededor, gesticulando como si estuviera cansada, dejándome llevar por la pesada losa de una memoria invisible.
Y la miré a los ojos - ¿Podrías...?

Era la época de exámenes, pero Sasha y yo fuimos precavidas e íbamos más que sobradas a la prueba. Sonaba en la radio una canción muy tranquila y relajante: Sasha jugaba con sus poderes al ritmo de la música mientras yo trataba de hacer algún progreso con mis poderes tumbada en la cama con las piernas estiradas sobre la pared. Todos a esas alturas habían tenido algún progreso, pero yo no demasiado.

Cada una de nosotras estaba a lo suyo, en nuestro mundo, hasta que Sasha vino a mi cama y se sentó a mi lado, haciendo que le prestara atención. Me hablaba como nunca lo había hecho: estaba nerviosa, triste, confusa, tartamudeaba... ¿De veras me estaba pidiendo...? Me quedé mirandola seria y fijamente, le cogí de un brazo y me incorporé de rodillas en mi cama, quedando a la altura de Sasha.

-Eres consciente de lo que me estás pidiendo, ¿verdad? Sasha... no sé si debería...- pero vi en su mirada la necesidad que llevaba aguantando tantos años, y el miedo que la acompañaba. Ella estaba tan poco preparada como yo, pero... Era mi amiga, ¿qué no haría por ella? La miré durante unos segundos y ninguna hizo o dijo nada, hasta que cedí. -Está bien, pero no mucho, ¿vale? Ya sabes lo que opino sobre mirar en tu cabeza-. Y según dije eso, me tumbé de nuevo y me centré en Sasha.

Habíamos pasado por tantas cosas juntas... Gracias a ella mi reputación en la escuela mejoró bastante, y jamás se lo agradeceré como es debido, pero no estaba en su cabeza para ver cómo ha ido creciendo nuestra amistad. Caminé hacia el fondo, donde estaba todo negro. Cuando llegué había como una puerta (por así decirse), cogí el pomo y, antes de abrirla, respiré hondo exhalando todo el aire. Pasé al otro lado y lo que vi me conmovió demasiado: una mujer muy parecida a Sasha, más mayor, con el pelo negro y rizado, nos miraba con ojos felices, sonreía, y nos hablaba. "Te quiero, hija". Aquella morena tenía los ojos como mi compañera, y de pronto empezó a llorar ríos. Y se alejaba. ¿A dónde iba? ¿Dónde estaba todo el amor que había sentido? Se había desvanecido como el hielo de Sasha cuando lo quema. Podría haber seguido a la mujer, pero no me pareció bien. Volví.

Cuando abrí los ojos Sasha lloraba. Debió haber sentido lo mismo que yo: el amor, la calidez de una madre, y un vacío aterrador. Me acerqué a ella y la rodeé con mis brazos mientras le pedía disculpas. -Sasha, yo... Yo... he visto a tu madre. Lo siento. La he visto, te quería- empecé, pero no pude terminar. Rompí a llorar con ella, no podía soportar verla así. Y la abracé más fuerte, susurrando que estaba todo bien, y que se calmara.

Y como único gesto infantil desde hace años... lloré. Lloré desconsoladamente y soltando todo lo que no sabía que mi corazón guardaba. Muchos en la mansión eran huérfanos, o habían sido abandonados. Pero al menos tenían un lejano recuerdo del que en ocasiones dudaba si sería mejor o peor que mi olvido. Pero era algo... La sensación del abrazo, de alguien incondicional.

Encima había visto a mi madre... ¿Acaso no es una de las mejores figuras de la vida? ¿Sería una buena madre..? De esas de las que te preparan chocolate las tardes de invierno, o las que te acercan en coche a comprar, las que te llevan al parque para que juegues, te manches y corretees. Las que te hacen ser un niño y no quieren que dejes de serlo. Cuando Lilith utilizó su poder no pude evitar sentir un calor emocional que a la vez me asesinaba poco a poco. Era como haberse mecido en la nube más acogedora justo antes de caer en picado. Sentí un nudo en la garganta que ahorcaba mis sentimientos y el dolor. Miré a los ojos de mi amiga mientras las lágrimas echaban carreras por mis mejillas y mis labios se mordían como gesto del dolor llevado en silencio día tras día.

- Yo... Sólo quería saberlo... No pidas perdón. Gracias...- y la escuché sollozar también mientras me encogía en su abrazo. Ella estaba sentada en la cama  y yo tumbada, con mi torso apoyado sobre sus piernas, como si me protegiese ella a mi físicamente por una vez y no al revés. Notar sus lágrimas me calmó un poco no sé por qué, pero sabía que le importaba y que estaba ahí... Y fue el punto de partida para que me calmase.

- Bueno... -aspiré con la nariz antes de sonarme- Ya está... uf... jaja.. - secándome las lágrimas mientras me incorporaba y alargaba la mano para coger papel de la cajita de pañuelos que había cercana a la cama. - Oye, gracias en serio... Creo que no hay que explicar que ha sido muy importante para mí... - me levanté, me estiré y miré en el espejo de pie de la habitación. Salvo por los ojos rojos y el pelo un poco revuelto... No estaba del todo mal. me peiné un poco con la mano dejándolo de lado, con la raya a la derecha. La miré con una sonrisa y volví a sentarme, agarrando el último papel después de tirar los otros a la papelera, y retirándole el pelo de un lado con mi mano, le sequé las lágrimas y apoyé mi frente con la suya, deslizando mi mano a su nuca.

Eres genial, de verdad, nunca te sientas mal por hacer lo que haces. -

Todavía no sé muy bien qué sensación me invadió en ese momento pero sentía que tenía que hacerlo, y sin reprimirme en absoluto, no sé si con ímpetu de agradecimiento y cariño, o con algo más, separé nuestras frentes a medida que nuestros labios se rozaron para juntarse finalmente en un beso cálido y suave. Aunque no fue mi primer beso, tengo que decir que es de los más bonitos que he podido disfrutar.

Lloramos las dos juntas: ella por todos los sentimientos que hice que afloraran en ella más todos los que ella misma liberó, y yo por pura empatía. Todo el calor que sentí en mí con tan sólo la mirada de su madre... No puedo ni imaginar lo que debió abrasarse Sasha.

Pasados unos minutos, mi compañera se levantó y se quitó la tontería de encima. Se limpió los ojos, se peinó, se estiró... Me agradeció haberle hecho sentir así. Estaba feliz, y yo había ayudado a que eso fuera posible. La verdad es que mirándolo desde fuera, mi poder podía ser muy bueno. A veces. Cuando volvió mi mejor amiga me secó las lágrimas y apartó mi pelo a un lado, y así me cogió del cuello y juntó nuestras frentes; era algo que había hecho ya varias veces conmigo, y yo lo achacaba a un modo de conexión con la otra persona. Como si por ese contacto fluyeran todos los sentimientos, era bastante profundo.

Eres genial, de verdad, nunca te sientas mal por hacer lo que haces.

Y sonreí con nuestras frentes unidas, y con los ojos cerrados. Había entre nosotras una conexión única, y sé que me habría arrepentido por los restos de mi existencia si no hubiera aceptado su amistad. Sin embargo, ese día Sasha hizo algo que jamás antes había hecho conmigo: se separó unos milímetros para volver a unirse a mí, a través de sus labios esta vez. Me besó con decisión, sin temores, sin vergüenza y con mucho cariño. Era una sensación suave. Sus labios carnosos buscaban los míos y los míos, confusos pero complacientes, aceptaban los suyos. Al principio fue un beso torpe, pero poco a poco nos dejamos llevar las dos, y nuestros brazos se unieron en un abrazo muy significativo, mientras mi lengua titubeante probaba el sabor de sus labios. Nos dimos un segundo para mirarnos y respirar, asimilamos lo que estaba sucediendo y decidimos seguir adelante. Por mi parte no me sentía mal al hacer aquello: sentía que le estaba demostrando de la mejor forma posible el cariño y el amor que sentía por ella. Lo daría todo por ella. Me salvó de la completa soledad, me salvó de mí misma. Le debía tanto...

Entre besos y caricias, con lentitud empecé a subir mi mano por su abdomen hasta la parte baja de su pecho, pero sin pasarme. Tenía que saber que ella también quería aquello, que ella también se estaba dejando llevar por el momento, así que seguí mi camino por su espalda y bajo su camiseta. No hacíamos nada del otro mundo, sólo nos besábamos como dos adolescentes que se están conociendo de forma íntima, tímidas y a la vez agresivas. La sujeté por la cintura y me tumbé dejándome caer, quedando boca arriba y con ella encima mía. Y así seguiríamos, hasta que ella quisiera.

El inicio de aquello, como casi todo lo empezado por sorpresa, era incomprensible y totalmente falto de fluidez. Poco a poco y siguiendo el ritmo de los mordiscos y lametazos me encaminé a uno de los recuerdos que me dejó de las mejores marcas de mi vida. Ella, tímida pero dispuesta, se lanzaba a un mundo donde demostraba su conformidad con la situación. No sabría decir si "no había amor" o si lo había en su estado más puro y desinteresado.

Cuando la situación me colocó como la jinete, me acomodé un poco, clavando bien mis rodillas a los lados de su cuerpo y apoyando el mío por completo en sus caderas. Con una sonrisa chulesca a la par que satisfecha apoyé una mano junto su rostro, en el colchón, y con la otra, tras retirarme el pelo hacia un lado para que no fuese un estorbo, le acaricié el pelo mientras besaba de nuevo esos labios que descubrían del calor por primera vez. Estaban mis dedos enredándose en su nuca y mi pulgar rematando esa comisura y esa mejilla pálida y rematadamente suave.
Hice fuerza hacia abajo con la cadera como un impulso incapaz de contener. Todo lo que el tacto pudo permitir a través de mi pantalón corto deportivo no hizo sino encenderme más.  Mientras la besaba mi mano se encaminaba hacia su hombro, deslizando el dorso de mis uñas, suave hasta perderse en la corvatura que su espalda hacía donde terminé la caricia sinuosa con un arañazo recto y salvaje para alguien que no lo había probado, pero indoloro.

Dudaba de si abrir la boca o no. Una palabra sólo podía mejorarlo o joderlo todo. Y preferí no decir nada, de momento.  Pensé inevitablemente en cómo nos conocimos, en lo que yo había compartido con ella y en lo que ella habría vivido. Ella sabía que no era mi primer beso, y que no era virgen desde hacía un año. Pero ella... era ella.

Cuando mis uñas cedieron terminaron repentinamente en la parte frontal de su cadera, donde subiría sobre su camiseta, si ella no lo impedía, hasta su pecho, y lo disfrutaría como algo ansiado y a la vez peligroso.

Aceptó mi invitación y tomó el control de la situación encerrándome entre sus brazos y besándome con más pasión que antes. No hablábamos, no había tiempo para las palabras. Colocó una de sus manos en mi nuca y me acarició el rostro mientras devoraba mi boca; sin aviso, empujó sus caderas contra las mías despertando un calor ahí abajo muy placentero que me hizo abrir mi boca y exhalar, liberando mi lengua. Bajó su mano de mi mejilla en un camino sinuoso hasta mi espalda, arañándome al final de su viaje. Al principio pensé que me dolía, pero pronto descubrí que no fue así, si no que me gustó más de lo que cabía esperar.

Sasha estaba teniendo cuidado conmigo, ella sabía que mis experiencias amorosas habían sido cuanto menos escasas, pero yo no quería que fuera cuidadosa. No es que estuviera enamorada de ella... Bueno, no de esa forma. La quería mucho, demasiado incluso, y esta muestra de cariño no me parecía mala. Abrí mi boca y sin preguntar y con el miedo de que se apartara de mí, introducí mi lengua en la ecuación del beso: fui tímida al principio, pero era una sensación muy dulce, muy suave y muy caliente. Mientras yo ampliaba mis fronteras, ella subía su mano por mi abdomen hasta la parte baja de mi pecho y, tal como hice yo, se quedó quieta sin sobrepasar esa línea invisible, pero yo quería más. Cogí su mano y la coloqué directamente en mi pecho y acompañé a sus dedos para que lo disfrutaran, apretando y acariciando.

-No... me pidas permiso...- le dije susurrando a su boca, a sus labios, entre beso y beso. Sasha estaba despertando algo en mí que yo desconocía que existiera, y temía cuál podía ser el resultado, pues empecé a mover mis manos por su torso hasta la parte baja de su camiseta, tirando un poco hacía mí para quitársela si ella me dejaba.

La primera barrera moral se rompió.  Introdujo en nuestro baile las primeras palabras, símbolo de consentimiento y consciencia. Sabíamos quiénes éramos, qué estábamos haciendo, y estábamos ambas contentas y conformes con ello. En cuanto terminó la última palabra sonreí echando la respiración acelerada que ambas intentábamos controlar. Ella esperó, agarrándome de la camiseta, volví a acercar mis labios a su oreja, pero esta vez no era para rozar su piel si no para susurrar –Tú a mí tampoco- y levanté mi torso, haciendo que el peso cayera sobre su cadera, y levantando mis brazos para que quitarme la camiseta fuera un trabajo más fácil.

En cuanto mi cuerpo estuvo al descubierto, dejando mostrar un conjunto de entre tantos, aunque he de decir que de mis favoritos, puse la situación en igualdad . Metí ambas manos entre su camiseta y su piel, levantando su pieza de ropa esperando que se alzase, haciendo uso de sus abdominales bien usados en la clase de defensa personal, para hacérmelo más fácil.

No pensaba que fuese raro, ni me impedía analizar la situación. Era consciente y conocía de sobra lo que estaba pasando en nuestra habitación. Ni si quiera me sorprendió el hecho de que no me sorprendiera, lo que me permitió seguir mi rumbo.

Tiré su camiseta por la parte inferior dela cama, donde se encontraban nuestros pies, o allí es donde creo que cayó. Agarré sus muñecas y las elevé por encima de su cabeza, apoyadas en los almohadones y sujetas firmes con mis manos. El olor de mi desodorante y de su colonia se entremezclaban dejando un aroma acogedor y nuevo al mismo tiempo.  Me acerqué a su cuello y volví a los susurros – Si quieres pararme en algún momento, sólo dímelo, si no seguiré hasta el final.- Y terminé la frase, casi sin vocalizar hundiendo mis labios en la piel de su cuello  y su nuca lo que el colchón me permitía. Un mechón de pelo se entrometió y me erguí ligeramente para hacer un movimiento de cuello de modo que el pelo describiendo un abanico en el aire se colocó en un lado, y no volvió a molestar. Los besos siguieron su camino, recorriendo los poros de su piel que poco a poco reaccionaban erizándose con cada latido. Su pecho era suave y cálido. Nunca había apreciado tan bien un pecho femenino hasta ese momento, acostumbrada a hacerme exploraciones y a contemplar de vez en cuando su crecimiento, no supe lo divertidos y geniales que podían resultar hasta que no acaricié y disfruté unos que no me pertenecían. No al menos directamente.  Dibujé con mi yema el contorno de su sujetador para terminar en la zona posterior, donde me encontraba con aquel quebradero de cabeza para tantos hombres, broche cotidiano para tantas mujeres. Lo quité como me quitaba los míos. Y no pude evitar reírme por dentro al pensar en cuánto le costó a Dean arrancarme el mío. Tiré del centro del sujetador y las tiras resbalaron por sus brazos hasta dejar su torso por completo al descubierto. Su piel blanca marcaba sus clavículas con una sombra peculiar, y envolvía su pecho, interrumpida por sus pezones redonditos, aún más suaves, rosas como su pelo y tan apetecibles como el más dulce de los dulces. Mi mano derecha se adelantó al camino de mis labios y comprobó que estaban erizados, preparados para lo que debía pasar. Con una caricia a lo largo de la palma de mi mano, terminé la caricia con un pellizco suave y bajé los labios que besaron, lamieron y mordieron aquellas dos delicias de las que no me privé en absoluto.  A medida que ella jadeaba y se dejaba llevar, yo aceleraba y ponía más énfasis en lo que hacía, sin poner demasiada concentración como para que no me dejase disfrutar, pero asegurándome de que lo hacía bien.

Después de quitarle la camiseta a Sasha, pude ver que llevaba uno de sus conjuntos favoritos puestos. Me sentí bien al saberlo, me alegraba saber apreciar esos pequeños detalles. Le encantaba el patrón de la tela, y se sentía muy cómoda en él y yo lo sabía. Por su parte, Sasha posicionó mis brazos por encima de mi cabeza y me quitó la camiseta sin preguntar dejando al descubierto mi sujetador de encaje semitransparente azul pastel, el cual hacía resaltar aún más mi palidez y me advirtió que si no la frenaba ella llegaría hasta el final. ¿Qué final? No me parecía mal lo que hacíamos y tampoco quería que acabara. Me comió la boca, el cuello y todo lo que se encontraba en su camino dejando estelas de besos y caricias allá por donde pasaba, haciendo que mis pezones reaccionaran a su tacto. Recorrió con su dedo mi figura hasta llegar a mi espalda y al broche del sujetador y lo quitó sin esfuerzo entre risitas, supuse que por la situación. Pero no me parecieron risas ofensivas en ningún momento, si no cómplices. Tiró del centro del sujetador y dejó al descubierto mi pecho el cual se grabó el memoria por lo mucho que lo miró.

Nuestras miradas no se separaban, parecía que pudiéramos ver el alma de la otra; sus manos eran otra historia. Iban por libre, exploraban mi cuerpo, acariciaban mis pezones que respondían con rapidez a su contacto y yo disfrutaba cada segundo de su contacto. Me encendía cada vez más y mi límite llegó cuando lamió y succionó uno de mis pezones, y después el otro, se recreó en mi pecho y yo no hacía más que disfrutar. Algún que otro gemido se me escapaba sin poder evitarlo y me dejé hacer. Dejé que disfrutara tanto como yo, pero yo no pude más.

-Para- dije. Y paró en el momento. Me miró con cautela, respiraba con dificultad igual que yo, y no me quitaba los ojos de encima. ¿Por qué le dije que parara? ¿Miedo? Era la primera vez que besaba a alguien, y era Sasha. Y no contenta con eso, estaba llegando a la segunda base sin problemas, y yo no se lo impedía. Entonces, ¿por qué parar? Las dos sabíamos lo que estaba pasando y estábamos conformes, lo disfrutábamos. Quizá yo tuviera miedo por el qué dirán, o por ser inexperta y hacerlo mal, pero ella sabía que yo era así y aún así... Creo que en ese momento me cambió el chip para el resto de mi vida. Si quiero algo y lo tengo al alcance de mi mano, ¿por qué no tomarlo? Miré confusa el pecho de Sasha y su sujetador, y lo acaricié. Acaricié la tela, acaricié su pecho y me decidí a tomar lo que era mío en ese momento. Me incorporé y quedé a su altura, seguí acariciando ahora sus dos pechos bajo su mirada. Iba con cuidado pero con conocimiento de causa, yo también tenía pechos, y sabía cómo tocarlos. Pasé mis manos a su espalda y le quite el sujetador dejando un río de besos en su escote y su cuello. ¿Estaba preparada para seguir adelante? Cuando estuvimos desnudas de cintura para arriba la abracé, nuestros pechos se unieron y fue el contacto más dulce, suave, caliente y apetecible que había sentido jamás.

No pude evitar si no besar a Sasha con más avidez que antes, con necesidad de más. Joder, quería a esa chica. ¡Era Sasha! Bajé mis manos por su espalda hasta su trasero y lo toqueteé a base de bien, lo estrujaba entre mis dedos, lo acariciaba... Dijo que no pidiera permiso, ¿no? Metí mis manos bajo su pantalón y sus braguitas y pude sentir la suavidad de su piel en condiciones. Incluso me atreví a tirar un poco hacia abajo de su pantalón y su ropa interior, sólo seguiría si ella me daba permiso. Y por todos los dioses, que ella quisiera, porque yo ya no podía dar marcha atrás, ni mucho menos parar porque quería sentir en mis manos y en mi boca la suavidad del centro de todos sus sentidos.

No quería dejar de sentir la calidez de sus besos en mis labios.

OO: He usado a Lilith ligeramente en el último párrafo, si algo te parece mal me comentas como siempre ¿Vale?

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Todo iba sobre ruedas, o eso parecía y entendí. Jugaba tranquila y con confianza, entre mordiscos y las ganas. Pero sus palabras me alertaron a parar casi antes de que terminase de pronunciarlas. Me asustó tanto el hecho de haberle hecho daño o de que ella no estuviera bien que no fui capaz de hablar. Sólo levanté mi rostro mirándola con los ojos muy abiertos y veloces, buscando por cada esquina de su rostro algún indicio de que todo iba bien. Y me detuve en sus pupilas.


El corazón me iba a mil, y sorpresivamente lo que estaba pasando influenció poco en aquel momento. Sólo pensaba en que ojalá no la hubiese cagado, que ella estuviera bien, que esto no estropease nada… Y cuando noté el roce de su palma en mi sujetador me calmé BASTANTE. Quizá suene frío relacionar temas tan emocionales y sentimentales con algo como es el sexo. Pero esa chica me encantaba. Y la amaba. No como se ama una pareja convencional. Pero quería cuidarla, quería que estuviera en mi vida para siempre y quería darle lo mejor. Para mí, eso era el amor, y era lo que yo sentía por Lilith hasta el extremo de que me llevó a hacer lo que estábamos haciendo sin arrepentimiento ni explicación.  Y que los demás no lo entendiesen me daba igual.  


Hablando de los demás… me dio también a pensar que quizá no estuviéramos solas… O que lo nuestro no iba a quedarse tan en privado como creía. Estábamos rodeadas de gente con unas capacidades increíbles. Desde hacerse invisibles a un oído hiper desarrollado o poder traspasar la pared… En fin, la posibilidad estaba ahí, aunque decidí convencerme de que todos estaban de exámenes y quizá estuvieran demasiado estresados. Así que volví a concentrarme en lo que debía.

La suavidad de sus besos mientras me retiraba el sujetador me recordaba a la fragilidad que me transmitía ella en algunos momentos de nuestra amistad. Como el día que la conocí cuando se me desmayó en los brazos. O cuando probábamos sus poderes y se quedaba un rato así. O cuando dormía… Era imposible no dejarse llevar por ese cariño personificado dedicándose enteramente a mí. Noté su siguiente movimiento como uno de los momentos más especiales de mi vida. Su calor rodeaba pequeños rincones de mi pecho y abdomen a los que no se solía llegar en un gesto cariñoso común. Su piel era suave, y resbalaba con la mía, pero no nos impidió fundirnos en aquel abrazo que tan bien me sentó. Tanto para avivar el carácter que ambas estábamos reflejando como para encariñarme aún más de Lil.

Su beso me pilló por sorpresa y lo seguí sonriendo, hasta que la pasión me borró la sonrisa y se quedó sola. Notaba sus manos descender por mi espalda como por una cascada. Y se detuvieron con seguridad y firmeza en mi trasero. AHORA lo estaba disfrutando de verdad. Podía ver cómo las dudas e inseguridades de mi compañera desaparecían poco a poco y se rompían para no volver en mucho,  mucho tiempo.

Aunque noté que se detuvo en mis muslos, aunque no era por timidez o miedo, sino por permiso de nuevo. Me levanté sobre mis rodillas de golpe de modo que quedé al descubierto cien por cien, ya que lo que quedaba de mi ropa se lo habían quedado las manos de la mutante.- Hemos dicho sin permiso- dije entre una sonrisa desesperada y una deseosa.  Me levanté por completo sólo un par de segundos, para desenredar los restos de mi ropa de mis piernas, y volver a colocarme frente a ella, entre sus piernas, con mis rodillas apoyadas frente a ella. Estiré mi mano recorriendo el monte de venus como si fuera una ruta turística preestablecida. Mis dedos rozaban de vez en cuando sus ingles y el exterior de sus labios a través de la ropa.  Y quise seguir masajeando hasta notar su humedad, y entonces podríamos hablar. A cuatro patas, frente a ella, mantenía el movimiento de mi mano mientras mis labios buscaban los suyos de nuevo. Sus manos se movían con firmeza y quería que me recorriesen al completo, pero quería probarla primero. Y así lo hice al cambiar la postura.

Bajé mis pies al suelo y apoyé también las rodillas. Mis manos se colocaron en sus caderas y tiré de ellas hacia mí de modo que sus piernas envolvían mi cuerpo, ahora apoyado bajo su cama. Deslicé mis dedos en el interior de su pantalón corto y su ropa interior y tiré hacia delante primero, y hacia abajo después, acariciando sus ingles, muslos, rodillas y gemelos. Hasta que se lo quité por completo y  dejé su ropa junto a mí.

Y no pude esperar más. No lo había hecho nunca con una mujer, pero sí había sentido esa sensación en mi propio centro de placer. Y siempre había un “pero” o un “algo” que se podía mejorar y corregir. Con Lilith usé la empatía de mujer, tanto en los gestos placenteros como en la práctica que yo iba a empezar. Vamos, que hice lo que me gustaría recibir. Y hundí mi rostro en su humedad, sin pausarme, saboreando cada rincón y siguiendo un movimiento repetitivo con la lengua que a mí me hacía perder la cabeza. De vez en cuando echaba una mirada hacia arriba, buscando la suya, intentando encontrar más excitación en la pelirrosa o algún aviso de placer en el rostro de lo que aquella noche fue mi perdición.

Sasha colaboró con rapidez y dejándome seca al dejar a la vista su cuerpazo entero para mí. Siguió con el juego y comenzó a toquetear mi zona más íntima, esa zona a la que nadie había llegado y que nadie nadie nadie había explorado. Me alegré en ese momento de que fuera ella quien estrenara mi  placer porque sabía lo que estaba haciendo pues, ¿quién mejor que una mujer para dar placer a otra mujer? Muchos hombres podrían acumular experiencia, pero jamás serían como una mujer.

La mano de Sasha, la chica con piel color canela que tenía encima, exploró mi intimidad con caricias y apretando de vez en cuando, jugando con mi clítoris. Su boca no se separaba de la mía, bebía mis gemidos, gemidos que yo le regalaba con gustosa generosidad. Nuestros cuerpos se rozaban y su cadera empujaba contra mi muslo como si de un impulso se tratara y yo sujetaba su trasero con fuerza, me daba el gusto de sentir su piel al completo, sin ropa ni obstáculos de por medio. Me permití clavar mis uñas un poco dejando marca allá donde pasaban mis manos, como si eso hiciera que Sasha y yo estuviéramos más unidas. Y cuando pensaba que no podríamos estar más unidas, Sasha cambió las normas y se pudo de rodillas en el suelo, me movió hasta quedar frente ella y me quitó la poca ropa que me quedaba puesta con un solo movimiento y me colocó las piernas sobre sus hombros y después, sólo recuerdo el placer.

Su boca se traslado a mí, me devoró por completo. Junto sus labios con mis otros labios y lamió, jugó con su lengua, succionaba de vez en cuando... No sabía si Sasha tendría mucha práctica haciendo esto o era por mi inexperiencia, pero me estaba matando de placer. Me agarré de las sábanas de mi cama y cerré mis manos en puños que segundos más tarde se relajarían para dejar cómo única prueba las arrugadas sábanas bajos mis palmas. Acerqué una de mis manos a ella acariciando su brazo derecho para después llevar esa misma mano a su cabeza y acariciarla y empujarla más aún hacia mí para recibir aún más placer. En ese momento no pensaba, sólo actuaba, y como tal cosa separé su cabeza de mí, me incorporé y sin darle tiempo la besé con desesperación y cariño, mis manos rodearon su cuerpo, jugaron con sus pechos y se dividieron el trabajo: una fue hasta su cuello, sujetándolo para evitar que dejara de besarme; la otra mano fue a parar a su clítoris. Quería sentir lo mismo que sintió ella conmigo, quería devolverle todo lo que me había hecho sentir. Jugué con el centro de su deseo y de vez en cuando paseaba mis dedos por esa zona y comprobaba que estaba tan húmeda como yo y, sin avisar, introducí un dedo en ella y empecé a moverlo. Cuando sentí que estaba bien lubricado, introduje otro con lentitud, aguantando la respiración, sosteniendo la mirada de mi mejor amiga sin pestañear y minutos más tarde la tumbé en el suelo, besé su cuello y bajé hasta su ombligo dejando un río de besos, caricias, jugaba con mi lengua en su suave piel, y no dejaba de mover mis dedos. Cuando mis besos me dejaron en la última estación seguí hasta el final y sin dejar de darle placer me llevé su punto más sensible a la boca. Lo tuve entre mis labios, lo acaricié con mi lengua, lo disfruté como si Sasha estuviera hecha de chocolate de los pies a la cabeza.

Con la mano que me quedaba libre acaricié sus piernas y su abdomen, haciendo paradas más que necesarias en sus pechos, sin darle respiro alguno, sin cesar mis movimientos. La cadera de Sasha se movía, y no sé si yo lo estaría haciendo bien o mal, pero por lo pronto ninguna se había quejado.

Esa noche sólo existíamos ella y yo.

Cuando me quise dar cuenta ni si quiera estaba concentrada. Sólo hacía lo que quería recibir. Lo que me gustaría sentir en ese momento. Y al parecer, por cómo gemía y por cómo se movía, nos gustaba lo mismo. Recuerdo que su sabor no me sorprendió. En parte me resultaba familiar, no era algo desconocido a nivel de cuerpo femenino. Pero su identidad sexual. Lo que era, cómo se movía, a qué sabía, era totalmente distinto a cómo supuse que era yo. Me imaginaba sus pensamientos. Pensé varias veces, dándole vueltas una y otra vez si tendría alguna queja o si en realidad no le estaba gustando y estábamos perdiendo el tiempo. Pero cuando me saltó ese pensamiento por última vez, no volví a dudarlo jamás respecto a aquel día. Me agarró del pelo y de la cabeza impulsándome a hacerlo. Quería más.

Unos minutos en los que pude seguir con el lujo de verla disfrutar, minutos que no parecían acabar nunca hasta que me levantó y el placer le llevó al control. Y me gustaba nuestro juego.

Antes de percatarme del sabor de su privacidad pasé al de su boca de nuevo. Me planteé si no le resultaba incómodo o no le importaba, y por cómo seguía besándome, di por hecho que no. El juego siguió entre nuestro deseo e improvisación y tomó ella el control. Sin opción a rechistar, ya que mi boca estaba ocupada con su lengua, noté el calor de su mano introducirse en mí, moviéndose como sabiendo dónde y cómo hacerlo. Supuse que era cuestión de lo mismo. Una sabe dónde quiere sentir, y éramos a la larga como dos libros que conocen el final de su historia, pero quieren recrearse en el “cómo”.

Sentía placer… Muchísimo placer. Se manejaba bien y no podía si no gemir, todo lo bajo que el placer me permitía. Su habitación estaba apartada pero del mismo modo, integrada en la zona de habitaciones femeninas. Cualquiera podía escuchar. Pero… si sintieran lo que yo sentía lo entenderían. Aunque dudaba de si los profesores se pondrían en mi situación y tuve que morderme el labio para intentar contenerme cuando noté el segundo dedo.

El suelo estaba frío, pero para mí no era molestia y la vi, encima de mí, con las rodillas apoyadas a mi lado y su mano inquieta e imparable dentro de mí. Su mirada se mantenía en la mía y yo de vez en cuando me obligaba a cerrar los ojos, en ocasiones involuntariamente. Era demasiado, me atontaba .

No sé cuánto tiempo pasó desde que empezó hasta que me percaté del alcance al que mi mano llegaba. De modo que continué lo que había empezado, y mientras notaba su movimiento dentro de mí, metí mis dedos también dentro de ella, despacio y cuidando no pellizcar la piel de los labios exteriores, controlando la lubricación. Noté el placer que ella sentía, no sólo porque ella me lo provocaba sino porque lo pude ver en la reacción de su cuerpo y en la expresión de sus ojos. Y allí estábamos las dos. Como dos infiltradas en un edificio lleno de gente. Dos conocidas que acababan de descubrir todo lo desconocido que les quedaba. Dos almas que lo sabían todo ya, volando como ángeles de una sola ala disfrutando del vuelo por fin.

Léeme:

Sasha no se quedó ni corta ni perezosa y se lanzó contra mí con las mismas armas que yo, pero con el añadido de la experiencia propia. Yo debía hacerlo medianamente bien porque no recibí queja alguna y ella imitaba mis movimientos y... uf...

El placer nublaba todos mis sentidos, no me dejaba pensar, no me dejaba casi ni respirar y no me permitía separarme de ella, de su piel, de sus labios... Era una sensación indescriptible, todo el amor que me transmitía, todo el cariño, todo ese deseo y desenfreno que se estaba apoderando de nuestro cuarto, de nuestro cuerpo y de nuestras mentes. Yo quería más, mucho más, y al mismo tiempo no lo creía posible. ¿Más? Las piernas me temblaban, sentía un cosquilleo en toda la parte baja de mi cuerpo, me invadía un vértigo para nada desagradable, me sentía flotar en un mar de sensaciones todas buenas y algunas desconocidas para mí hasta ese día.

-Ah...- se me escapó un gemido que me obligó a separarme de sus labios y  a dejar de besarla- Dioses... No pares... No pares, no pares...- le suplicaba en susurros con mi frente pegada a la suya, respiraba el aire que ella me daba y pensé que iba a explotar y no pude seguir dándole placer a Sasha. Simplemente, no pude. El placer que me estaba regalando me paralizó, casi hizo que se me derramara alguna que otra lágrima por toda la confusión que estaba experimentando y, justamente por la confusión, el placer se multiplicaba por sólo los dioses saben cuánto. No tuve otra opción que levantar mi cabeza en dirección al techo dejando que Sasha se recreara en mi cuello y mis pechos y, cuando ya no pude más, un último gemido acompañado por la abertura súbita de mis ojos clavados en el cielo de nuestra habitación me dejó sin fuerzas para casi nada excepto para terminar lo que empecé con Sasha. Esa chica estaba despertando instintos en mí que jamás pensé que tendría. Imité su juego con la lengua en su clítoris y aunque la cosa se complicaba con su movimiento de caderas y a pesar de que me pedía que parara (entre gemidos), yo seguía decidida a darle lo mismo que ella me dio a mí; añadí a la partida mis dedos, los cuales introduje en su interior esperando que eso le provocara más placer del que estaba sintiendo en ese momento. No iba a darle respiro hasta que ella llegara a su clímax, o hasta que me dijera basta, pero no tardó mucho en hinchar sus pulmones, en coger aire con dificultad, a intentar sujetarse al suelo sin conseguirlo... Uf, de veras esperaba que eso fuera bueno y, unos minutos más tarde, obtuve mi respuesta: Sasha gimió como no lo había hecho antes, soltó todo el aire que tenía guardado dentro y se desplomó sobre mí.

Me sentí llena de vida y muy satisfecha a la par que orgullosa, ya que le había dado lo mismo que me había regalado ella y podía asegurar que era bueno. Besé su coronilla mientras la rodeaba con mis brazos, me pareció tan pequeña y frágil, como cuando empezamos todo esto. Terminamos tal como empezamos, y no sabía qué decirle.

-¿Estás...? ¿Estás bien, Sash?- le pregunté con cariño, con el tono de siempre, preocupada por ella. -¿Quieres que vayamos a la cama?

No encontraba destino ni camino. Ahora que lo pienso ni si quiera lo buscaba. No había preguntas, ni recuerdos, ni mi amnesia. Todo desaparecía cuando ella me tocaba y me hacía sentir así. A medida que las dos llegamos al último subidón todo ensordecía. Por una parte me ayudó a perderme en su aroma, por otra me dejaba perdida en un laberinto desconocido y totalmente nuevo.

Sus gemidos me motivaban ya incluso antes de que consiguiera vocalizar. Antes me pidió que parase y volvió a la carga. Ahora parecía la Lilith más segura que jamás había visto y su seguridad me acompañó en todo lo que aconteció aquella noche. Por su último gemido, sus súplicas, su movimiento… juraría que ella había conseguido explotar al máximo su placer y besar el clímax como lo hacíamos todos, rozándolo con las yemas de los dedos durante unos instantes para luego desaparecer como si no supiésemos lo que ha costado conseguirlo.

Tras unos segundos de calmada rehabilitación, se lanzó a por mí como en busca de su vendetta personal, donde el plato principal eran los orgasmos que ambas buscábamos. Satisfecha y aún más motivada, su mano se movía sin control, vibraba y aceleraba su ritmo, imparable, manifestando sus ganas dentro de mí. No podía aguantarlo más y no sé muy bien por qué le pedí que parase, sentía que me iba a desmayar. Pero cada vez que abría la boca ella seguía, y seguía y aceleraba y se movía mejor.

No sabía lo que hacer hasta que no tuve ninguna otra opción.

Todo terminó con una sensación de temblor increíble en todo el cuerpo. Abrí los ojos y Lilith estaba bajo mi cuerpo. Me levanté como pude, sonriendo y aún suspirando.
-Sí, sí… Estoy bien- y me desplomé en la cama de Lilith, ocupando la mitad.
-Es sólo que…- no me tapé. Era absurdo.
- ¿No te parece raro que no sea raro?- y le sonreí mirándole a los ojos.
-Quiero decir… Wow… No me esperaba esto y… Mira.- me retiré el pelo de la cara con una mano y miré al techo.-- A ver , quiero decir.. Es raro, ¿no? Porque lo es. Pero… Me ha resultado tan.. fluído y tan… NORMAL.- regulé mi temperatura para no sudar, enfriándome ligeramente. – No sé. Siento como que todo lo que tú y yo hemos forjado está ahí, no se ha estropeado nada. - y esperé su contestación tirada en su cama, completamente desnuda, esperando a que sus ojos me dieran la luz y la respuesta que necesitaba en ese momento.

Había sido raro, de veras. Era mi amiga y no hablaba mucho con los demás alumnos de la mansión. Salvo conmigo… Y a la vez. Era mía. Y la conocía lo suficiente como para saber que esto era una experiencia más y no algo sobre lo que tener una charla.

Escuché a Sasha desde el suelo, que de pronto se me antojaba frío. Ella se había ido a la cama, como le ofrecí, pero preferí optar por dejarla sola un poco porque parecía que lo necesitaba. El espacio, el aire... Sus palabras se agolpaban en sus labios, hablaba mucho y rápido, y eso me asustó. ¿A caso se habría estropeado todo? La inseguridad me invadió por completo, a pesar de que ella dijo textualmente "Siento como que todo lo que tú y yo hemos forjado está ahí, no se ha estropeado nada". ¿Por qué le urgía la necesidad de hablar de ello? Era como si se arrepintiera aunque sus palabras dijesen lo contrario. Me quedé pensando en todo lo que había pasado y en lo que habíamos hecho, con la mirada perdida... Yo no me arrepentía de nada, me sentía bien y en el fondo sabía que sería algo inolvidable que haría que Sasha no se fuera nunca de mi mente, ni de mi corazón. No es como si me hubiera enamorado de ella, no. Era... Era como si hubiésemos afianzado aún más lo que sentimos la una por la otra, como si eso hubiera sido una prueba de "amigas para siempre" y que, si la superabas, nada podría hacer que la relación fuera mal. Era mi única amiga, la única.

Tras ver que su respiración se normalizaba yo empecé a respirar de verdad y me fui a tumbar a la cama con ella, ninguna cubrió su cuerpo con las sábanas, ¿para qué? Pues nada, ahí estábamos las dos mirando al techo en mi cama, desnudas, nerviosas y calladas. Yo seguía dándole vueltas a todo lo que había dicho Sasha y fui respondiéndole poco a poco, con calma, midiendo mis palabras.

-Puede... Puede que sí sea raro que no nos resulte raro, pero...- piensa Belmont, piensa- Sasha, yo no me arrepiento de nada aunque parece que a ti te resulta más raro que a mí- bien, primera metedura de pata. Si es que no vales ni para hablar con calma. Cerré mis ojos echándome la bronca a mí misma- Quiero decir, que...- no iba a callarme lo que pensaba, no con Sasha y menos ahora- Sasha tengo miedo. No quiero perderte... ¡No puedo! Y por tus repentinas palabras pareces arrepentida y, y... Y yo no quiero que te arrepientas porque si lo haces eso significará que dejaremos de ser lo que éramos por más que me digas que no será así y... y...- empecé a estar muy nerviosa y la ansiedad me invadía. ¿Qué iba a ser de mí sin ella? Ella era el cable que me unía al mundo real, hacía que la gente me hablara y no me temiera, me había dado tantas cosas sin pedir nada a cambio...- Tienes que prometerme que de verdad, de verdad, nada ha cambiado. Porque si no es así... no...- y una lágrima se derramó dejando un camino por mi rostro, siguiendo la forma de mis pómulos y cayendo al abismo de mi cama. Controlé mi angustia, respiré hondo y proseguí.

-Lo siento, yo...- reí un poco avergonzada- Lo siento. Te quiero demasiado para perderte por esto que hemos hecho Sasha, nos queda mucho por vivir juntas. ¡Aún no nos hemos peleado porque nos guste el mismo chico! Y supongo que... el miedo a... a volver a estar como antes de conocerte me ha superado- y le sonreí. Me había comportado como una estúpida con ella. Me había dicho que no pensaba que se hubiera estropeado nada y yo no hice caso y me fui a lo peor. Y lo que era peor aún es que había pensado así de mal de Sasha y eso jamás me lo perdonaría.

Yo estaba completamente relajada y tranquila. Me sentía bien tanto física como mentalmente. No podía estar más relajada y hasta ese momento incluso se me había olvidado el examen del día siguiente. Pero Lil no parecía estar del todo calmada. No sé si porque había dicho algo en un tono que quizá no encajase con mi estado o porque estaba sacando las cosas de contexto. El motivo realmente no importaba. Ella no estaba bien y punto.

Aceleró inconscientemente su ritmo al hablar y podía notarla nerviosa e inquieta. Esperé a que terminase, a que llorase si tenía que llorar o berrease o me pegase si así lo deseaba.
No entendía muy bien lo que estaba pasando pero tenía que apoyarla.

Cuando pareció inspirar tranquila me acerqué a ella y agarré sus manos con las mías mientras mi mirada se paralizaba en la suya.

- Eh, tranquila ¿vale?. Todo va a salir bien. Esto de verdad no ha hecho sino mejorar lo que tenemos tú y yo. Te prometo que nada ha cambiado para mal. Esto es estupendo. Y te quiero todavía más que antes.- No era una declaración. Ni si quiera llevaba amor como el que se entiende normalmente, entre una pareja. Era algo distinto. Era un vínculo más fuerte que las relaciones y casi más fuerte que la familia.

Estuvimos mirándonos a los ojos con una sonrisa sin sentido durante dios sabe cuántos minutos. Y no me importó en absoluto. Nos estiramos en su cama, sin vestimenta aún y tras la enorme experiencia que descubrimos aquel día, dormimos juntas. Tranquilas, indefensas, relajadas y espalda con espalda. Notar su piel me hacía recordar que nunca estaría sola, aunque no pudiera verla.