Yo soy el que llama [Lilith Belmont] (01-07-2018)

Llega un momento en la existencia de todo ser que debe pasar por una etapa de su vida de la cual parece no haber un final. Esos días que pasan y pasan, pero cada hora te parece un suplicio. Cada minuto te parece eterno y no sabes a quién rezar para que el tiempo se acelere o bien que vengan a buscarte para llevarte al más allá. Ese tiempo donde te debilitas, sin poder ponerle remedio, y dos simples pasos pueden convertirse en toda una odisea.
Estamos hablando, como no, del verano. El maldito sol asando cada parte de tu cuerpo, rodeando la chica que intentas esconder bajo tu ropa y fisgando con sus asados dedos la mejor parte para dejarte una marca al rojo vivo y no puedas estar ni dos minutos sin que tengas ganas de arrancarte la piel a tiras; al menos así sería menos doloroso. Para ti, para tu cuerpo.
Chorretones y chorretones de sudor, y cada esfuerzo es una medición exacta del tiempo que te falta para que te de un chungo y caerte al suelo, desmayado y asfixiado. Si el que dijo que el verano era la mejor época del año sigue vivo, seguramente debe ser de los pocos que emigran a otras partes del mundo más fresquitas.

Sloan no era uno de ellos, pero no porque no pudiera, sino porque no debía. Extraño tratándose del moreno, ¿verdad? Pero es que era verdad: no debía. ¿Para qué se había dejado caer por la ciudad del crimen si emigraba a zonas más frías? No, no, debía quedarse. Lo necesitaba más que nada, y tras los hechos de los meses anteriores... Bueno, eso se lo contaría a quien le visitara.
De nuevo estaba pisando las calles de Gotham. La nostalgia de las últimas veces le embargó y se quedó un buen rato parado, observando el jardín donde había perseguido a Pamela, la calle por la cual había salido de la ciudad en moto siguiendo a la sheriff, la ventana rota que aun no habían reparado de cuando... bueno, mejor no pensar más en el pasado y centrarse en el presente, como que un niño intentaba robarle a Sloan, y al ver que llevaba encima menos que nada, se frustró y se largó a jugar a la pelota con el primer retrovisor de coche que pilló.

- Veamos, creo que era más o menos por aquí...

La primera vez que pisó Gotham se perdió, y sin saberlo se metió dentro del asilo de Arkham. Allí fue donde conoció a Rebecca, y allí es donde se dirigía de nuevo. El cartel donde ponía Arkham con las sonrisas pintadas seguía en su sitio, y no le costó mucho encontrar la entrada al asilo, bien vigilada y separada por aquel puente. Por fortuna, no le hacía falta colarse como lo hizo la última vez. Bastaba con recordar los pasillos del edificio y dar dos pasos.
Y así lo hizo: instantes después se encontraba dentro de las instalaciones, justo en medio del pasillo. Se hizo a un lado al ver que había una cámara de seguridad en una de las esquinas. Por fortuna había aparecido cerca de los vestuarios, donde se coló y cerró la puerta.
La habitación empezó a dar vueltas y vueltas. Sloan se agarró la cabeza y apoyó una rodilla contra el suelo. Sentía como su sangre vibraba, ardía y se removía dentro de su cuerpo. Al abrir los ojos de nuevo, su mano había adquirido una forma feroz, mortal y afilada.

- Ésto no hace más que empeorar. - Revertió la mano a su forma natural y la sacudió, como si la tuviera dormida.
No era su primer episodio y no sería el último. Desde su última visita a Gotham notaba que algo en su cuerpo estaba cambiando. Algo en su mente... Necesitaba volver a tomar el control. Necesitaba reparar los fallos dentro de su cabeza. Necesitaba la evolución... pero para eso antes debía asegurarse de no perder el control de nuevo.

Vestido con una bata cruzada y unos guantes (por dios, ¡qué calor!) que había sacado de una taquilla a la que a partir de mañana le tendrían que poner un candado nuevo, se adentró en la guarida de la locura, cruzándose con otros médicos y guardias que le saludaron al pasar. Nadie parecía sospechar de Sloan, y el hecho que con esa bata estuviera sudando como un cochino no le estaba ayudando mucho en mantener las apariencias. Tenían puesto el aire acondicionado si, pero nadie podía resguardarse del calor humano. ¡QUE ALGUIEN PEGUE UN MANGUERAZO O ALGO!
Estaba por llegar a su destino: la farmacia. Normalmente las drogas no le afectan mucho si su cuerpo lo permite, pero ésta vez haría una excepción. Necesitaba ayuda a la de ya.

Ayuda para dar esquinazo al guardia que estaba hablando con un médico que le decía a gritos que alguien había asaltado su taquilla. ¡Peeeeeerrrrfecto hombre! Así que cogió la primera puerta que encontró y pasó por el umbral, cerrándola tras de si. Poco o nada se había fijado que ponía Lilith Belmont en la misma.

Se había escapado del segurata, seguro (valga la redundancia). Se había metido por una puerta mientras el guarda estaba hablando con el verdadero doctor y éste le señalaba en su dirección, pero se escabulló justo dos segundos antes de que el guarda pudiera verle, cerrando la puerta un segundo antes. Imposible que lo pillaran, ¡imposible! De todos modos esperó, allí, junto a la puerta apoyando la cabeza para poder escucharles.

Vienen... vienen... vienen... ¡vienen!......... Se van.... menudo alivio.

Volvía a su cabeza la preocupación y la molestia del calor inhumano con aquella bata puesta cuando escuchó una voz familiar pronunciar su nombre. Primero se quedó parado, sin moverse. ¿Le habían pillado? ¿Y quién? Solo había conocido a una mujer que recordara o supiera su nombre dentro de aquel edificio, y difícilmente sería capaz de cambiar su registro de voz. Pero por si las moscas, giró la cabeza para verla.
Esperando ver una trena rubia y un sombrero de vaquera con aquella sonrisa y su movimiento de caderas, se sorprendió cuando se topó con la mujer pelirosa (o peliblanca, porque con aquella luz no se distinguía muy bien) que había drogado e investigado su cabeza tiempo atrás en la base de SHIELD. ¿Cómo se llamaba? Empezaba con Mi.... Si, era Mi..... Mi....

- Anda... Mindy, ¿verdad?

Si, era Mindy, la psiquiatra que lo había atendido junto con Lissa Stavridis en el Helitransporte. Aquella sesión no terminó muy bien que se diga, y eso podría dar a entender por qué la chica estaba temblando como un flan dentro de una lavadora si el flan pudiera mantenerse entero. Pero era su oportunidad: había ido a Arkham en busca de ayuda, y si ella le conocía mejor que mejor.

- Mindy, mira, me vienes de perlas ahora que te veo. - Se quitó la bata de médico, quedándose en tejanos, botas y la camisa sin mangas que llevaba debajo. Colgó la bata del perchero de la puerta, pero al ver que se caía al suelo dedujo que no había perchero en la puerta, así que la tiró sobre la primera esquina que tuvo a mano. - Necesito tu ayuda profesional, si no te importa.

- Bueeeeeno... algo así - le contestó cuando preguntó por SHIELD. Después de lo de Gotham no era muy recomendable pasarse por SHIELD. No son precisamente una gente muy razonable a la hora de hablar: seguramente primero que todo lo meterían en una jaula, lo atarían y luego le interrogarían para pensar después qué hacer con él. Había estado el suficiente tiempo entre humanos para saber cómo actúan en momentos similares y SHIELD no es que fueran muy distintos a la media.

Mindy le dijo que bien podían sentarse mientras cancelaba su cita. Esperó a que hiciera la llamada y luego se lo quedó mirando. Sloan no era de los que apartaban la vista porque alguien lo estuviese mirando fijamente a los ojos. No le veía lógica a hacerlo, puesto que tampoco se sentía incómodo. En múltiples ocasiones eso provocaba en la otra persona una retailla de rechazo o vergüenza, como si mirarse a los ojos fuera parecido a meterse mano.
Asentía según Mindy le iba narrando la situación. Lo veía lógico, y no quería que lo viera como un paciente más de Arkham. No lo era, por mucho que tuviese la cabeza como un timbal en una batucada siendo golpeado por un orco de Mordor. Vino en busca de droga para ayudarse a si mismo, pero resultó que la suerte le venía de cara y tendría a una doctora para "tratarle" que ya le conocía de antemano. Eso reducía las explicaciones de forma significativa.

- Algo de whisky iría bien... o bueno, agua también sirve - se retractó cuando vio sendos vasos de agua que traía consigo la pelirosa (o peliblanca). Le dio un sorbo mientras Mindy se recogía el pelo y se sentaba en su escritorio. Sloan siguió su mano, sentándose entonces en el sofá. Era cómodo, pero no se reclinó para que no se le derritiera la espalda por el calor. Alguien tendría que revisar el aire acondicionado de ese edificio. - Bueno, empecemos por el principio como se suele decir. Sabes lo que pasó hará unos pocos meses aquí en Gotham, ¿no? Lo de las criaturas rondando por aquí, ¿no? Bueno, supongo que lo sabrás teniendo en cuenta donde trabajas. ¡Ejem! El caso es que, desde entonces, me siento intranquilo. Me siento como si una parte de mí quisiera separarse. Eso es una putada porque me siento fuera de mi y pierdo el control. Ya lo he perdido... veamos... creo que unas treinta veces, todas ellas sin efectos colaterales ni secundarios... bueno, excepto la número quince que me cargué un restaurante. En fin, lo que vengo a decir es que necesito ayuda para seguir siendo yo, y no degenerar en una forma primitiva completa de mi ser. - Le dio un sorbo al agua del vaso y dejó escapar un suspiro de placer. - Aaaah... que fresquita. ¿Por dónde iba?... Ah si: se me ocurrió venir a Arkham a ver si encontraba medicamentos potentes para poder paliar éstos brotes repentinos hasta que encuentre una solución duradera... si es que la hay.

Describir los detalles... Bueno, eso no sería complicado. Un análisis concreto de lo que sentía cuando perdía el control. Un examen sobre los efectos secundarios... Si, no sería complicado. Agradeció que le volviera a llenar el vaso de agua y le dio otro sorbo. Con ese calor dándoles bofetadas como si fuera una madre a la que se le han acabado los argumentos para decirte por qué tienes que comerte la sopa antes de que se enfríe, era tremendamente incómodo quedarse quieto, sin una sola ventana o puerta abierta. ¿Cómo podía quedarse ahí quieta, sentada, sin derretirse? Debía ser un témpano de hielo o por el estilo.

- Vale, te describiré lo mejor que pueda el primero de mis estallidos. Fue el peor de todos por no estar preparado. Ocurrió poco después de los sucesos en Gotham. Estaba pensando un poco sobre lo ocurrido cuando, de repente, sentí como si saliera de mi cuerpo. Fue una sensación extraña... Era como si pudiera ver lo que estaban viendo mis ojos pero no a través de mis ojos. Me vi caer de rodillas pero no sentía el suelo ni mi propio cuerpo al moverse. Después mi cuerpo cambió y se convirtió en una bestia. Eso duró una noche entera, y cuando pude retomar el control... un segundo.

Se puso el vaso sobre la cabeza y lo giró, dejando caer el agua sobre su cabeza. Sintió como el frescor del agua recorría su nuca, acariciaba sus mejillas y se reunía gota a gota en su mentón. Oh dios mío... menudo alivio pensó. Era como si acabara de meterse en un baño de espuma después de revolcarse por el fango. Pasó la mano por su cara y luego el cuello, para repartir mejor el frescor del agua.

- Mucho mejor... Sigo: Cuando volví en mi estaba metido en una cueva, rodeado de restos que supuse habían sido mi cena. Eran todos animales. Me sentí vacío al recuperar el control, como si me faltara algo o me hubiera dejado una parte de mi en el camino. - Se puso el culo del vaso en la frente, para que el frescor que quedaba en su exterior le refrescara la cabeza un poco. - Los demás episodios exceptuando el décimo quinto han sido menores. Por norma general tengo absoluto control sobre mi cuerpo, pudiendo cambiarlo a mi voluntad, combatir efectos nocivos o impidiendo que entren, como es el caso con las drogas, el alcohol y esas cosas. Pero con éstos episodios es como si mi cuerpo adoptara otra mentalidad. El último episodio ha sido hace relativamente poco, después de entrar en Arkham: me he mareado un poco y cuando he abierto los ojos tenía la mano izquierda cambiada, en forma de garra y... eso es más o menos lo que me pasa. ¿Cómo lo ves? ¿Alguna idea?

Aunque estuviera empapado de cabeza hasta la camiseta, no estaba ayudando mucho. Las frescas gotas de agua se evaporaron en un pis pas, visto y no visto, y solo quedaba la ropa mojada y el pelo. No, definitivamente no había sido la mejor de las mejores ideas, pero ayudó un poco. Y por lo visto, incluso la propia Mindy estaba sufriendo lo suyo aunque permaneciera estoica. ¿Cómo lo hacía? ¿Es que tenía un trozo de hielo bajo la mesa y ésta permanecía fresca? ¿O un ventilador en alguna parte que a puntaba directamente a su cara? A saber...

Le dijo que quería ver su último episodio. Cierto, la última vez que se vieron, durante la investigación sobre su propio ser Mindy intentó ayudar a Lissa para que se metiera en su mente, con fatídicos resultados. Ésta vez era ella sola, pero quería ver lo que le había pasado nada más entrar en Arkham. Bueno, eso sería más sencillo supuso...

- Dame un segundo y te lo digo. - Sloan agachó la cabeza. Visto desde el punto de vista de Mindy podría jurar que estaba rezando, u observando el pequeño charco de agua que se estaba formando en el suelo con cada gota que saltaba de su pelo.

Dentro de su mente, Sloan estaba teniendo una discusión entre sus dos partes. Por así decirlo, estaban debatiendo la mejor forma de ayudarla y ayudarse a si mismo. Unos meros minutos en el tiempo no eran nada comparado con los horrores que aguardaban más allá del límite de su mente. Si entraba y se quedaba en esos meros minutos no pasaría nada, y así llegaron a una conclusión. Se dejaría hacer, abriendo su mente y apartando la oscura mancha reptante que invade las cercanías de su mente, escabulléndose hacia lo más profundo de su psique para que así sus recuerdos afloraran y se mantuvieran a la vista, como un frasco sobre una mesa de un libro en particular que pondría "mírame".

Sloan "despertó" de su leve letargo, y levantó la cabeza encuadrando a Mindy en su mirada.

- Todo listo. Tienes vía libre para meterte en mi cabeza. Pero no vayas muy para dentro o no podré tirarte ninguna cuerda para que puedas salir - bromeó con una sonrisa ladina.

Mindy se sentó junto a Sloan y lo miró directamente a los ojos. El moreno desconocía cómo iba a meterse en su cabeza, pero ya lo había hecho la otra vez y confiaba en que podría. Aunque si no recordaba mal, la última vez no se puso tan cerca. Tal vez fuera porque necesitaba entrar de forma directa, y las distancias afectaban a sus capacidades. Sea como fuere, Sloan permaneció con los ojos fijos a los de Mindy hasta que ésta los cerró.

... No notó nada...

... Nada de nada...

...

¿Se había quedado dormida?

...

...

La cabeza le quemaba. Sintió como si alguien hubiera encendido una hoguera dentro de su cráneo, lamiendo las paredes cavernosas con furia desmedida. Se agarró la cabeza con sendas manos, intentando que ésta no se separara, que no se dividiera en dos. Era la sensación que tenía pese a que su cuerpo permanecía intacto. Destellos de un recuerdo que era suyo pero a la vez no iluminaron sus ojos: el vestidor de Arkham; una mujer de cabellos claros observando como casi pierde el control; el ser, espectante, quieto y sumiso; el ser, cambiante y furioso.
No, no le gustó que Mindy se metiera en su cabeza. Era terreno privado. Estaba invadiendo su territorio. Estaba amenazando su estatus como cazador predominante. Un intruso que se cuela así como así en la guarida de la bestia no puede salirse con la suya. Se agitó, como si fuera una imagen mala de una película vieja. Un segundo tenía aquel cuerpo entrajado. Un segundo después una boca de grandes fauces se abría desde su hombro hasta su cadera, de tres hileras de dientes y una lengua hambrienta.

Mindy había desaparecido de su cabeza, pero la agitación continuaba. Los huesos de Sloan gritaban de dolor. Podía sentir como se rompían poco a poco a causa de la tensión. Las puñaladas electrizantes cada vez que un humero se partía por tres sitios o una costilla se descolocaba, rasgando la carne en su interior. Las falanges de su mano izquierda abandonaron su firmeza, doblándose en ángulos imposibles mientras Sloan gritaba de dolor.
Todo su cuerpo quería cambiar, pero una parte de su mente estaba peleando para que no fuera así. Cayó del sofá, quedando de rodillas en el suelo, con una mano en la cabeza y la otra perdiendo el control, retorciendo su brazo hasta que sus articulaciones dejaron paso al infierno materializado en su propio cuerpo. Dolía, dolía mucho. Controlar el cuerpo no le incapacitaba para sentir el dolor. Tal vez incluso se podría decir que sufría lo inimiaginable, teniendo que combatir contra la naturaleza de su cuerpo para devolver el brazo a su sitio, regenerando sus heridas... Un dolor que no menguaba nunca, sino que sumaba y sumaba...

Sloan sintió entonces la peor experiencia de su vida.

- ¡AAAAARG! - gritaba, tumbándose sobre el suelo, convulsionando en pequeñas ráfagas de dos segundos cada siete u ocho. - ¡NO PUEDO! ¡AARGG! ¡AYUDA! ¡AYUDA! - Mindy era la responsable que su cuerpo estuviera sucumbiendo bajo la voluntad de su mente, pero tal vez pudiera ser la que consiguiera controlarlo. La última vez en la base de SHIELD supo qué fármacos administrarle para que se relajara. Ésta vez no sería distinto, y Sloan dejaría vía libre para que pudiera hacer su trabajo... antes de que Arkham desapareciese.

Dolía. Dolía como si no hubiera límites. Cada célula de su cuerpo, cada fibra, músculo o hueso gritaba de dolor, y todos aquellos gritos se convertían en una sola voz, desgarrando su garganta y saliendo a través de su boca proyectando alaridos agónicos. Se doblaba sobre su propia espalda, buscando algo con lo que agarrarse y soportar aquella incesante agonía. Bien sabía que había un modo con el cual liberarse de aquel dolor, dejar que se fuera y no soportarlo más, pero estropearía el por qué de aquella visita y su futuro propósito. Si no encontraba ayuda en Arkham, de manos de Mindy, ¿dónde sino? Necesitaba controlarse. Necesitaba evolucionar. Necesitaba soportar aquella muerte perpetua en vida hasta encontrar una solución.

- Mindy... - se arrastró por el suelo, alargando la mano en la dirección de sus pies, pero ya no estaban ahí: Mindy había salido de la habitación y había cerrado la puerta en llave. No la había escuchado siquiera hablarle. - ...Mindy....¡MIIIINDYYYYY! - gritó como un loco, con la fuerza que le dieron sus maltrechos pulmones en busca de su ayuda. Pero no estaba. Se había ido.

Tenía frío en las mejillas. ¿Cómo podía tener las mejillas congeladas con ese calor? Pero no, no se sentía helado sino húmedo. En verdad estaba ardiendo. Tenía las mejillas y toda su cara al rojo vivo. Y no solo su cara: todo su cuerpo ardía desde dentro, como si su sangre fuera magma, y su carne la roca que se funde. Con gran dificultad llevó la mano derecha a su mejilla, la palpó y notó las lágrimas de dolor que surgían de sus ojos. Apretó el puño antes de que éste desgarrara la carne de su cara, volviendo a convertirse en un ovillo de carne y dolor. Temblaba cada músculo de su cuerpo, como si tuviera vida propia y quisiera abandonar su esqueleto. Sintió la bilis en su boca, ácida y penetrante. Vio el suelo moverse, dando vueltas a su alrededor pero sin llegar a un cuarto de vuelta. Siempre se repetía, en bucle, ese pequeño tramo. El vértigo era la última de las señales, y era tan agudo que agujereaba su cabeza a través de sus ojos, pesados y cansados.
Pensaba que ya había llegado al límite. Nadie puede parar la bajada de un río ni siquiera cuando éste se desborda. Notó como su espalda se tensaba y de ésta pequeñas punzadas de dolor le avisaban que de un momento a otro cambiaría, perdiendo el conocimiento y dejando escapar el instinto depredador que habita en él.

Eso nunca llegó a pasar.

Un pinchazo. Un simple pinchazo entre muchos hizo el trabajo sucio. Sloan había dejado libre las puertas de su cuerpo para que le afectara cualquier tipo de droga en su cuerpo. Tan buen punto como penetró en su organismo, éste lo asimiló y se adaptó, pudiendo así descansar de aquel agotamiento físico y mental. Poco a poco el dolor fue menguando y su respiración también. Se destensó, quedando tendido de espaldas como si acabara de correr kilómetros sin parar. Estaba empapado de sudor, pero se mantenía en forma humana.

- Arf....af...... uf...... Gra... Gracias, Mindy... ¿Te importa.... ? Agua.... - balbuceaba entre soplido y soplido.

Exhausto tal vez era decir poco. Estaba... sin fuerzas. Literalmente. Había gastado casi todas las energías de su cuerpo en sostener los cambios del mismo mediante el control de su mente. De ser una persona normal estaría delgaducho, con menos carne que un conejo a la parrilla. De ser una persona obesa tendría la piel colgando y lo pondrían en la parte superior de un mástil a modo de bandera. Pero por suerte para él no era una persona normal y corriente... por suerte para él porque para los demás... Que se hubiera quedado sin energías era un peligro, porque su instinto de supervivencia estaba aflorando a un ritmo vertiginoso. Cuando no tenía nada en el estómago y su pila interior estaba casi vacía, su mente se colapsaba y su cuerpo despertaba, afanándose a conseguir nuevos alimentos para subsistir. En ese estado era poco menos que una bestia.
Suerte fue la que salvó a la pobre Mindy de convertirse en un delicioso pastelito de la pantera rosa. Concretamente la suerte de tener agua a mano. Cogió la botella con ambas manos y no la soltó hasta que la vació por completo. Hasta que la última gota no mojara su reseca garganta no se la devolvió a Mindy.

- Eso será un tanto difícil, créeme. Lo que has visto es tan primitivo como avanzado. Se podría decir que es una representación de mi instinto... - Mindy se había convertido en su terapeuta, por decirlo de alguna forma. Se lo había ganado después de haber sobrevivido al primer y segundo contacto. Durante los años cuarenta quiso probar suerte a ver si podía encontrar a alguien que pudiera ayudarle.
Todos, sin excepción, acabaron encerrados en sus propios manicomios.

Sloan se quedó tendido en el suelo, recuperando fuerzas poco a poco. Mientras lo hacía mantuvo la mirada con los ojos de Mindy puestos en él. Se quedaron así durante un buen rato, sin decirse nada. Sloan estaba demasiado cansado para reaccionar si intentaba volver a entrar en su mente. Si lo hacía, podría ser el fin de ambos, pero algo le dijo, desde lo más profundo de su psique que Mindy no lo volvería a intentar. Al menos no aquel día. Algo le decía que era otra cosa. ¿Intentaría leerle la mente? "Miaumiaumiau miaumiaumiau miaumiaumiau..."

Entonces apartó la mirada (estaba algo roja. ¿Fiebre? ¿Calor?) y se levantó. Abrió ventanas y persianas, renovando el viciado ambiente de la sala. Un cambio de aires en toda regla. Para cuando volvió a echarle el ojo, su mirada había vuelto a cambiar. Sloan se estaba levantando del suelo ayudándose del sofá. Mindy le propuso que se volvieran a ver en otro lugar. La idea le parecía favorable si así sus métodos funcionaban, pero a la vez era un riesgo.

- Señorita Mindy, ¿acaso me está proponiendo una cita? - Aun le quedaban las fuerzas suficientes como para bromear. - Me parece bien. Si un cambio de aires y conocernos mejor ayuda, entonces no le veo ningún problema. Solo... asegúrate de tener un poco de ese chute que me has pinchado cerca, por si acaso. Entonces, ¿dónde te iría bien? Día, hora, lugar... estoy abierto a sugerencias.

Dentro de un par de días entonces. Durante esos dos días tendría que ponerse en auto-observación si quería darle un buen informe a la doctora. Tendría que recordar tantas cosas... mirarse tantas cosas... Bueno, lo segundo seguramente no haría falta. Con mantener un ojo avizor sobre cualquier alteración en su cuerpo o en su mente sería suficiente. Si todo salía bien, después de unas cuantas sesiones podría conseguir cierto autocontrol ya fuera por cuenta propia o con un poco de ayuda de la señora droga.

Cogió el papelito que le tendió Mindy y lo miró. De alguna forma se acordaría de ese número, pero seguramente lo olvidaría hasta que tuviera delante un teléfono y decidiera llamarla. Y esa era otra, ¿cómo la iba a llamar? Como no abriera un teléfono público para pillar unas cuantas monedas y llamara desde otro teléfono público... Porque no tenía móvil. Ni eso ni fijo. Es más, sería más sencillo coger un papel, escribir en él, doblarlo hasta tener un avión de papel y tirarlo hacia su despacho con bien viento.

- ¿Viernes a las 19:00? Me parece bien. No tengo nada que hacer el viernes así que perfecto. Te paso a buscar y me dices dónde vamos, ¿te parece?

Con una sonrisa y un saludo, Sloan se dirigió a la puerta para salir del despacho y cuando lo hizo, se percató del nombre que estaba inscrito en la puerta. Volvió a sonreír. Mindy, ¿eh?

- Nos vemos el viernes, doctora Belmont.

Cerró la puerta tras él. Esperaba que el viernes fuera un día productivo y pudiera avanzar en su tratamiento. Ese chute que le había metido funcionó a las mil maravillas, pero el problema era que tenía que bajar sus defensas para que funcionara, y eso podría ser una gran putada dependiendo de dónde estuviera y con quién estuviera. En fin, ya se vería el viernes como continuaría ésto.

.... ¿Por dónde estaba la puerta?

- ¡OYE TÚ! ¡DETENTE!
- ¡MIERDA!