[La Colisión de los Mundos] El País de la Niebla (Leah, Wally West)

El nombre de Niflheim dejaba poco espacio para la imaginación. "Hogar de la Niebla", "Mundo de la Niebla", niebla en definitiva. Hela conocía el Infierno de Mephisto y conocía su Infierno en Helheim, y sabía que sólo se parecían en el nombre. Su reino era vasto y frío, húmedo y oscuro, nada de llamas o azufre. La poca luz que había era pálida, verdosa o azulada; más parecida a los fuegos fatuos que flotan sobre los pantanos. Y Hela no lo hubiera cambiado por nada. Ya había vivido de arrendataria en los dominios de Lucifer, y no le había gustado. Había ansiado regresar a su reino original, el mismo al que Odín la había condenado desde los mismos albores de su existencia.

Oh, sí, había odiado a Odín. Sabía qué había motivado su destierro; el miedo del Dios Tuerto. Ella era una amenaza; igual que Fenris, igual que Loki... Pero de qué poco le había servido al Padre de Todos colgarse del tronco de Yggdrassil para adquirir la sabiduría. No era más que un necio. Al darle su reino de oscuridad perpetua, le había entregado a Hela el lugar perfecto donde gestar su venganza. Con el tiempo, aquella tierra se había nutrido tanto de la propia diosa como de ella se nutría el Árbol del Mundo. Hela era Niflheim, y Niflheim era Hela.

- Helheim se deshace, mi Señora.

No podía permitirlo.

- ¿Crees que no me he dado cuenta?

No podía dejar que aquel caos la engullera. No podía perder su poder, no podía perder sus almas. Todo cuanto había en su reino era responsabilidad suya.

- ¿Qué debemos hacer?

Había empezado como una luz violeta, una clase de luz que jamás había brillado en su reino. Había estallado en el cielo, como un mundo al sucumbir, trayendo consigo el chirrido agónico de la tierra de Hel y el chasquido furioso de las raíces de Yggdrassil. El mundo de Hela se desmoronaba, el dolor que anegaba el País de la Niebla y que sentían sus almas era sufrimiento físico para su Reina.

- ¡Tyr! - chilló Hela, y su voz adquirió un tinte de desesperación - ¡retenlas!

Su más fiel siervo trató de obedecerla, pero fue en vano. La niebla se había empezado a desgarrar, abriéndose miles de pozos profundos por los que las almas de Hela se precipitaban o a los que huían desesperadas en su agonía, siendo engullidas por mundos desconocidos donde se perderían sin remedio.

- No hay nada que hacer, mi Reina... ¡están por todas partes!

Los crujidos de Yggdrassil se hicieron más intensos; el sonido de madera al partirse. La propia tierra tembló y se debatió como un animal acorralado.

- ¡NOOOOOOO! - gritó la diosa, cayendo de rodillas al suelo - ¡Recuperadlas! ¡¡¡Traedlas de vuelta!!! ¡¡¡AHORA!!!

Los guerreros caídos y las Dísir respondieron de inmediato a su llamada, saliendo en pos de los muertos mientras su Reina se permanecía temblando en el suelo. Tyr se volvió una última vez para mirarla, pero ella lo despidió con un fiero ademán. El último de sus hombres desapareció de su vista, dejándola sola en su tambaleante palacio.

- ¿Quién ha...? ¿Quién se ha atrevido...? - murmuró Hela para sí, tratando de extender las redes de su magia para que sostuvieran su agonizante reino. Sus ojos se estrecharon cuando a su mente acudió una respuesta - Loki... - siseó, entre dientes.

¿Podía acaso ser otro? No era la primera vez que el Embaucador traicionaba a Hela, pero ella había jurado que no habría una siguiente. ¿Acaso creía que no veía su marca en todo esto?

Te conozco, Loki, mejor de lo que te conoces tú mismo...

¿Lo conocía realmente? ¿Qué ganaba él con todo aquello? A medida que el poder de Hela abandonaba su cuerpo, absorbido por la tierra a la que trataba de salvar, la Reina de Hel empezó a percibir que aquella crisis no afectaba únicamente a Niflheim. El propio Árbol del Mundo estaba temblando y combándose, como sus contrapartidas terrestres hacían ante una feroz tormenta.

Hela comprendió justo entonces que iba a tener que sacrificar mucho más de ella si quería que no sólo el Reino de la Niebla, sino también las raíces de Yggdrassil, permanecieran en su lugar.

Qué ironía que debiera ser ella quien se entregara por los Nueve Reinos.

No, no por los Nueve Reinos. Aquella clase de heroísmo era cosa de Thor.

No por los Nueve Reinos. Sólo por Niflheim...

- Recuperaré... mi poder... - susurró, cayendo sobre sus manos y rodillas, una cascada de cabello negro ensombreciendo su rostro y ocultando su expresión de dolor.

La tormenta se arremolinó a su alrededor y, por una vez en su propio reino, Hela se tambaleó, frágil y quebradiza. La magia fluía entre sus dedos, regresando a la tierra, reflotándola en medio del caos. Su consciencia se fundió con la niebla que la rodeaba, tratando de cerrar los desgarrones en la realidad, tratando de mantener unida aquella parcela del Universo.

Cuando emitió su último grito de rabia e impotencia, aún era Hela.

Pero, cuando sus últimas fuerzas la abandonaron y cayó de bruces al suelo, sólo era Leah.


Los muros de Eljudni se habían derruido, pero el trono permanecía intacto, de pie entre los escombros. Leah, en el cuerpo de Hela, se sentó en silencio y dejó que su mirada vagara por su ahora baldío reino.

Ni una de sus almas había permanecido allí, junto a ella. Niflheim era un desierto colmado de niebla, pero vacío de sus muertos. Sólo las raíces de Yggdrassil permanecían en su lugar.

- Estoy sola - murmuró, con un tono que resultaba triste, de tan neutro y vacío.

Apenas nada permanecía en pie. El trono en el que se sentaba, un pedestal donde descansaba una esfera de cristal, un mueble donde almacenaba pergaminos y útiles de magia... Leah se alegraba de haber podido preservarlos. El reino de su señora (no, su reino) había logrado resistir, sobrevivir al cataclismo. Una buena parte de su magia seguía también con ella, gracias a su túnica, pero la consciencia de Hela se había disuelto para mantener con vida Niflheim. Sólo aquella pequeña parte de ella, la que una vez había sido separada de su cuerpo, seguía ahora dentro de él.

- Qué ironía - musitó Leah, mirándose la mano derecha, flexionando y estirando lentamente sus largos dedos.

Los portales se estaban cerrando. Leah chasqueó la lengua, molesta. Si las conexiones desaparecían, sus hombres y las almas no podrían regresar junto a ella por el mismo lugar. Si los mantenía abiertos (algo que consumiría demasiada magia), podía seguir perdiendo fragmentos de su poder, además de lo que pudiera entrar por allí. La joven suspiró. No le convenía ninguna de ambas cosas.

- Yo misma me encargaré de que encuentren un camino de regreso... - suspiró, tomando una decisión.

Dejaría que los portales se cerraran.

-Vale, Wall-man, es hora de volver a casa...

Wally West se ajustó las gafas y se preparó para correr a toda velocidad. Dick Grayson estaba al otro lado del portal, sus ojos azules brillaban de la emoción de volver a ver a su amigo, y por primera vez en lo que parecía mucho tiempo, Kid Flash tenía esperanza. Su mejor amigo le había venido a buscar, podría volver a casa con los demás, ver a sus padres, besar a Artemis...

Los dedos de Kid estaban a punto de alcanzar los de Nightwing, pero el portal cambió de repente y se cerró detrás de él. Por culpa del cambio brusco, Wally se despistó y tropezó con algo que había en el suelo, sin poder controlar lo que vino después.

-¡¿Pero que co...?!

El velocista rodó varias veces entre escombres mientras soltaba algún que otro quejido. Chocó contra lo que parecía un mueble lleno de cosas, y las botellas, los pergaminos y la bola de cristal cayeron al suelo, y las cosas frágiles se rompieron en mil pedazos.

Wally se llevó las manos a la nuca, dolorido, y miró por encima de su cabeza para ver que había sucedido. Había tirado un mueble lleno de cosas raras al suelo y había roto un par de botellas. Esperaba que su dueño no estuviera allí para verlo, pero cuando el muchacho se giró vio a una morena muy bonita sentada en el trono, con unas ropas verdes que solo parecían tapar lo justo.

-Vale Wally, hay una buena y una mala noticia. ¿Cuál quieres oír primero?- se dijo así mismo.

La mala era que Dick había desaparecido. El portal había cambiado en el último momento y se encontraba en otro sitio muy diferente al anterior. Este era oscuro y tétrico, con luces pálidas que danzaban a su alrededor. El aire que respiraba parecía muy recargado. 

-Pero ¡ey! al menos puedes dejar de hablar contigo mismo.- susurró para sus adentros mientras miraba a la chica. 

La mujer que estaba sentada en el trono, no parecía muy contenta de que el velocista tirara al suelo lo poco que había quedado en pie después del terremoto.

La buena noticia, era que había dejado atrás por fin aquel espantoso lugar del remolino eterno.

-Esto... ¿perdón? -  se disculpó el velocista mientras se levantaba y limpiaba el polvo que había ensuciado sus pantalones rojos ajustados.

Leah cerró los ojos, agotada por el reciente uso de magia, y los portales empezaron a girar sobre sí mismos, dispuestos a extinguirse.

Niflheim siempre había sido un lugar silencioso. Las almas hablaban rara vez y, cuando lo hacían, solía ser en susurros. A veces, los sonidos de un ejército en marcha habían poblado las desoladas llanuras; Hela había llamado a sus huestes, incluso las había guiado, en tiempos de necesidad. Pero ahora...

... ahora todo estaba vacío, más de lo que lo había estado nunca, en completo silen...

- ¡¿Pero que co...?!

Los ojos de Leah se abrieron bruscamente. La voz que había hablado fue seguida por un borrón amarillo que tropezó, rodó y chocó contra el mueble favorito de la diosa, derribando en su trayectoria su apreciada bola de cristal y derramando por el suelo todos los útiles mágicos y pergaminos que Hela almacenaba en sus estanterías.

El semblante inexpresivo de Leah se torció en un gesto de fría cólera mientras el muchacho se incorporaba ligeramente, entre gemidos. La diosa vio una mata de pelo rojizo despeinado, una cara llena de pecas y un ridículo uniforme amarillo con el emblema de un rayo. No era asgardiano, desde luego; no lo había visto en su vida. Y el traje ajustado de superhéroe olía a Midgard por los cuatro costados. ¿Sería alguna especie de Vengador? ¿Uno de aquellos mutantes? Había oído hablar de uno que tenía una especial predilección por la lycra amarilla.

Leah frunció el ceño. En cualquier caso, el símbolo del rayo no era de sus preferidos. A lo mejor aquel chico trabajaba para Thor. ¿Por qué no? La pasión del dios del trueno por los habitantes de Midgard no era ningún secreto. Sin embargo, Thor había desaparecido; era improbable que mandara un muchacho pecoso a atacar a Hela en su lugar.

- Vale Wally, hay una buena y una mala noticia. ¿Cuál quieres oír primero? - el muchacho en cuestión parecía de los que hablaban solos. Leah esperó en silencio.
 
Finalmente, reparó en ella y la miró. Se dijo algo más a sí mismo, algo que Leah no alcanzó a oír y, a continuación, se dirigió a ella.

- Esto... ¿perdón? -  dijo el chico, levantándose y sacudiéndose el polvo y los cristales que lo cubrían.

Leah se limitó a mirarle con ojos fríos como el hielo durante uno, dos, tres... cinco segundos. Lo suficiente para que le resultara incómodo. Nadie tiraba al suelo los muebles de Leah con impunidad. Al menos, los que quedaban en pie.

- ¿Quién eres, mortal? - preguntó la diosa, irguiéndose en el trono - ¿Y qué asuntos te traen al País de la Niebla?

Al parecer, el chico procedía de uno de los portales que acababan de cerrarle. ¿De dónde vendría? ¿De Midgard? ¿De algún otro reino?

Leah no lo sabía, pero estaba dispuesta a averiguarlo.

En la amplia experiencia y conocimiento que poseía Wally West acerca de las personas con poderes, los villanos y los superhéroes, sabía perfectamente que si alguien decía la palabra "mortal" refiriéndose a otro podía significar solo una cosa: aquella mujer temible que estaba delante suyo no era humana.

El chico tragó saliva ante el aspecto amenazador que Hela mostraba. Se había sentido muy incómodo con aquel silencio, y lo último que le faltaba era ser ejecutado por haber tirado un mueble al suelo. ¡Con lo que le había costado salir de la Speed Force!

Wally se llevó la mano a la nuca e intentó sonreír, aunque le quedó algo forzado. No estaba muy convencido de la reacción de la morena.

-Soy Wa...Kid Flash - se corrigió a tiempo - y umh... no sé que es el país de la niebla... - contestó bastante cortado. La diosa le había intimidado por completo y no sabía cómo explicarse. Estaba claro que no podía andarse con muchos rodeos, así que pensó que lo mejor sería contarle la verdad y poder terminar con este marrón lo más rápido posible.

-Voy a serte sincero - dijo Wally, llevando su mano mano a la boca y carraspeó un poco, liberando el estrés que había estado acumulando. - me he perdido y quiero volver a mi casa, ¿sabes por dónde estoy y cómo puedo llegar a Central city?

De alguna manera, el velocista esperaba que a pesar de haber montado follón en su casa, la diosa de los muertos le ayudar a salir de allí.

Desde luego, el mortal tenía agallas. Dedicó a Leah una sonrisa vacilante, como si tuviera miedo de que lo fundiera con la mirada. No iba del todo desencaminado, pero la diosa no tenía ni motivos ni magia suficientes como para desintegrarlo en aquel mismo momento.

-Soy Wal...Kid Flash - dijo el muchacho - y umh... no sé que es el país de la niebla...

"Walkid Flash", pensó Leah, frunciendo levemente el ceño, "suena bastante raro. Puede que no sea de Midgard, pero empezaré por allí."

-Voy a serte sincero - continuó el chico.

Bien, porque a Leah le gustaba la sinceridad. Ya había tenido bastantes mentirosos para toda su vida.

- Me he perdido y quiero volver a mi casa, ¿sabes por dónde estoy y cómo puedo llegar a Central City?

Central City. El idioma, sin ninguna duda, era el que empleaban en varias zonas de Midgard; entre ellas, la favorita de Thor. La ciudad en sí no le sonaba de nada, claro, pero tenía un atlas en alguna parte...

- Está claro que te has perdido - dijo Leah, tras escuchar al chico, mostrando sólo un leve atisbo de incertidumbre - Nunca había oído hablar de una Central City en los Nueve Reinos. - prosiguió.

Haciendo un ademán, la diosa apartó los escombros y alzó en el aire uno de los libros de la estantería. El pelirrojo lo había tirado al suelo con su estrepitosa entrada. Otro gesto, y el tomo que levitaba llegó a sus manos. Ella lo depositó en su regazo, y empezó a pasar las páginas, una tras otra.

- Estás en Niflheim - informó, mientras los mapas iban pasando ante sus ojos - El lugar donde descansan los muertos de Asgard que no van al Valhalla. Yo soy Hela, su Reina. Y lo que acabas de tirar al suelo es tan valioso que debería obligarte a pagarlo con la vida. - continuó, con voz inexpresiva.

Finalmente, cerró el libro y miró fijamente a Walkid con sus penetrantes ojos verdes.

- No veo ninguna Central City en mis mapas - concluyó - Si ibas a ser sincero, es un buen momento para empezar. ¿Trabajas para Thor? ¿O eres uno de esos mutantes? Tu velocidad no es propia de un humano corriente.

- Está claro que te has perdido - dijo la mujer del trono - Nunca había oído hablar de una Central City en los Nueve Reinos.


-¿Los nueve qué...?- dijo Wally bastante confundido con las palabras de la mujer de túnicas verdes. Pero antes de que soltara algo más la chica realizó una especie de magia que apartó los escombros de su alrededor y alzó en el aire uno de los libros de la estantería para atraerlo hacia ella. Lo dejó caer en su regazo y empezó a pasar sus páginas tranquilamente, como si no le preocupara mucho que su sala estuviera destruida y que un intruso entrara en sus dominios.

Wally se quedó bastante alucinado con sus poderes, aunque trató de pensar que aquello seguramente sería algún truco y pensó en cómo aquello podría demostrarse científicamente. Hay que recordar que Wally, a pesar de estar rodeado de místicos seguía sin creer en la magia. 

- Estás en Niflheim - informó la muchacha mientras parecía estar mirando algo en ese libro grande - El lugar donde descansan los muertos de Asgard que no van al Valhalla. Yo soy Hela, su Reina. Y lo que acabas de tirar al suelo es tan valioso que debería obligarte a pagarlo con la vida. 

Wally tragó saliva y volvió a rascarse la nuca incómodo. Nadie le había soltado una frase así de dura de una manera tan inexpresiva y desinteresada.

-Yo...esto... ¡ya le he dicho que ha sido sin querer! Señora Hela Reina Nifeljaim - comentó el velocista nervioso, al parecer su lengua quería correr más rápido de lo que procesaba en su cerebro. 

Entonces el chico se percató de lo que significaba la palabra "muertos" y "Valhalla". Wally tampoco era muy fan de las religiones, pero por un momento creyó de verdad que estaría muerto.

-¿Valhalla? ¿Eso no son leyendas nórdicas? Osea... ¿Esto es el reino de los muertos? ¡¿Estoy muerto?! - espetó Wally bastante nervioso y se sintió cansado de todas las cosas que le habían sucedido aquellos días. Solo quería volver a casa, ¿pero cómo iba a volver a casa si estaba muerto?

-Pero si estoy muerto...¿porqué dice que debería obligarme a pagar sus objetos valiosos con mi vida? - Se dijo a sí mismo. Wally era muy listo, pero a veces no podía evitar ser un poco estúpido.

Hela cerró el libro de golpe y Wally se asustó, mirando a la mujer como si esperara algún tipo de sentencia.

- No veo ninguna Central City en mis mapas. Si ibas a ser sincero, es un buen momento para empezar. ¿Trabajas para Thor? ¿O eres uno de esos mutantes? Tu velocidad no es propia de un humano corriente.


 -Oye, oye, para el carro - espetó Wally - ¡No entiendo ni la mitad de cosas que dices! ¿Quién es Thor? ¿De verdad el "Valhala" existe? ¿y tú eres una reina de los muertos? ¿Quienes son esos mutantes? - dijo casi a la velocidad del sonido de lo nervioso que estaba.


-No conozco a ningún mutante, es decir yo soy así porqué conseguí mis poderes en un accidente de laboratorio- suspiró el chico confuso-Y solo quiero volver a casa...

-¿Valhalla? ¿Eso no son leyendas nórdicas? Osea... ¿Esto es el reino de los muertos? ¡¿Estoy muerto?! - preguntó Walkid, entre otras muchas cosas. Al parecer, aquel chico no sabía quedarse calladito.

- No que yo sepa - le aclaró Hela - Pero claro, me puedo equivocar. Se me da mejor averiguarlo con los asgardianos que con los... - ¿cuál era la palabra correcta, si no venía de Midgard tampoco? 

Y cuando decidió preguntarle, si no de dónde, al menos qué era, Walkid también se puso de los nervios, emitiendo una serie de sonidos a tal velocidad que Leah pensó que había pasado de repente a hablar un idioma extranjero.

 -Oye, oye, para el carro - dijo el chico, aún más confundido que antes, cuando estaba claro que el que necesitaba frenar era él - ¡No entiendo ni la mitad de cosas que dices! ¿Quién es Thor? ¿De verdad el "Valhala" existe? ¿y tú eres una reina de los muertos? ¿Quienes son esos mutantes?

Leah arqueó las cejas con escepticismo.

- Thor es el Dios del Trueno y los Relámpagos. Ya sabes, ese símbolo que tú llevas en el pecho. Se pronuncia Valhalla... y claro que existe. Y es obvio que soy reina de los muertos. Aunque ahora mismo no haya ninguno por aquí.

Se preguntó si sus fieles servidores habrían logrado encontrar las almas perdidas, y la preocupación volvió a invadir cada uno de sus pensamientos. Hela podía ser malvada a su manera, pero su lealtad y entrega como Reina de los Caídos eran incuestionables.

-No conozco a ningún mutante, es decir yo soy así porqué conseguí mis poderes en un accidente de laboratorio- continuó Walkid -Y solo quiero volver a casa...

- ¿A esa Central City de la que hablas...? - la pregunta de Leah fue prácticamente una afirmación - Llegaste a Niflheim a través de un portal. Asumí que eras de Midgard pero, por lo que veo, podrías venir de un lugar totalmente distinto...

Las piezas de Hela empezaban a encajar. El Árbol del Mundo había tenido sus razones para peligrar de aquella manera. Como asgardiana versada en la magia, la Señora de los Muertos conocía la existencia de cientos de mundos. Sin embargo, aquella crisis sugería cientos de miles, infinitos universos, chocando unos con otros y devorándose entre ellos, haciendo temblar a Yggdrassil desde lo más profundo de sus raíces. Mundos que se encontraban por alguna razón; algunos, tan pequeños como su puño; otros, tan vastos como los Nueve Reinos... si no más.  

Walkid venía de uno de aquellos mundos, pero ¿de cuál? ¿Y cómo iba a conseguir volver? El portal del que había venido se había cerrado tras él; era imposible tomar aquel camino. Y las almas de Niflheim... ¿quién sabía en qué lugares habrían terminado? Hela aún se sentía agotada tras su marcha y el sacrificio de su magia... ¿cómo iba a recuperar su poder si su reino estaba vacío? ¿Cómo iba a seguir siendo reina si no le quedaban súbditos?

¿Y cómo podía recuperarlos? Se habían dispersado en todas direcciones, y Hela no tenía tiempo de correr tras todos ellos...

Correr. Claro.

- Dices que quieres regresar a tu hogar. Podría ayudarte, tal vez... Si tú me ayudas a mí. - dijo Leah. Todavía no sabía cómo encontrar el reino de aquel muchacho pero, sin duda, hallaría la manera. Había un lugar al que podía ir. - Eres de pies ligeros. Eso podría serme útil. Ayúdame a reconstruir mi reino, y yo te llevaré a casa.

- Thor es el Dios del Trueno y los Relámpagos. Ya sabes, ese símbolo que tú llevas en el pecho. Se pronuncia Valhalla... y claro que existe. Y es obvio que soy reina de los muertos. Aunque ahora mismo no haya ninguno por aquí.

-Vale, al menos me ha aclarado que no estoy muerto, o no estoy muerto del todo. ¡Ja! ¡Eso ya lo sabía!- pensó para sus adentros.

-Pues ese Thor del que hablas, no tengo ni idea de quién es. Pero mi símbolo... - dijo señalándolo orgulloso con el pulgar en el pecho - es el de asombroso Flash. Yo soy su compañero, ¿sabes? 

El silencio reinó de nuevo en Niflheim, mientras Wally esperaba ver algún tipo de emoción en el rostro de Hela, pero vio que no le había causado impresión.

-Vale. No conoces a Flash, ¿no?- el velocista dejó escapar un leve suspiro.

Aquello era un mundo de locos. Kid se sentía fuera de lugar, como si estuviera dentro de una película de vikingos con muy buenos efectos especiales.

- ¿A esa Central City de la que hablas...? - preguntó miss siniestra - Llegaste a Niflheim a través de un portal. Asumí que eras de Midgard pero, por lo que veo, podrías venir de un lugar totalmente distinto...

- Vengo de La Tierra ¿la conoces? un planeta del Sistema solar que gira entorno al Sol y que está compuesto por tres cuartas partes de agua y...- empezó explicando a toda prisa, describiendo la composición química del Planeta para ver si Hela podía reconocer el lugar.

La reina de los muertos dejó de nuevo un largo silencio, analizando y procesando toda la información que le había comunicado el velocista. Wally tenía los brazos cruzados y empezó a mover uno de sus dedos, nervioso, esperando la respuesta.

- Dices que quieres regresar a tu hogar. Podría ayudarte, tal vez... Si tú me ayudas a mí. 

Aquella frase encendió los ojos de Kidflash y el muchacho se acercó a toda velocidad a dónde se encontraba Hela y después se detuvo en seco, quedando su cara muy cerca de la reina de los muertos.

-¿Puedes ayudarme? ¿De verdad? ¿Puedes enviarme a casa? - le preguntó muy entusiasmado. 

- Eres de pies ligeros. Eso podría serme útil. Ayúdame a reconstruir mi reino, y yo te llevaré a casa.


-¡Haré lo que me pidas con tal de volver a casa! - insistió, aunque no sabía si esas palabras iban jugarle una mala pasada. Estaba claro que no haría según que cosas si iban contra su moral y su ética.

-Tranquilos, Artemis y Dick ¡Wally está en camino! - susurró para sus adentros.

-Pues ese Thor del que hablas, no tengo ni idea de quién es. Pero mi símbolo... - Walkid Flash señaló su rayo con orgullo - es el de asombroso Flash. Yo soy su compañero, ¿sabes? 

Leah se lo quedó mirando, con cara de póker. ¿Pero "Flash" no era el apellido del chico que tenía delante? ¿Era alguna especie de familia de superhéroes? Esperaba que los otros tenían mejor gusto vistiendo que aquel chico; su uniforme, incluso menos roto y manchado que como lo llevaba en aquel momento, no podía ser de un color más desafortunado.

Al parecer, el hecho de que Leah no hubiera oído nunca hablar del "asombroso Flash" logró hacer suspirar al muchacho.

-Vale. No conoces a Flash, ¿no?- preguntó, retóricamente.

Obviamente, no era el caso.

- No tengo ni la más remota idea de quién es. - confirmó la diosa de los muertos, con una voz totalmente neutra.

Tampoco parecía ser un tipo muy importante, si necesitaba vestir de aquellos colores para llamar la atención...

La conversación derivó entonces al lugar de origen de Walkid Flash.

- Vengo de La Tierra ¿la conoces? un planeta del Sistema solar que gira entorno al Sol y que está compuesto por tres cuartas partes de agua y...- el chico empezó a embalarse, y Hela frunció levemente el ceño.

- Midgard - sentenció, tras un largo silencio. Los habitantes de aquel reino se referían a él como "la Tierra", como si fuera el único sitio del universo donde pudieran ponerse los pies.

Bueno, al menos esa parte había quedado más clara. Hela conocía el camino a Midgard, y podía cumplir su promesa de llevarlo hasta allí. Luego, que él se encargara de buscar esa Central City que a ella no le sonaba de nada. Total, que no estuviera en sus mapas no quería decir que no existiera...

- Dices que quieres regresar a tu hogar. Podría ayudarte, tal vez... Si tú me ayudas a mí. 

No tendría que haberlo dicho. Lo supo en cuanto la cara pecosa del chico estuvo a escasos milímetros de la suya, y todo en menos de lo que duraba un parpadeo. Hela se sobresaltó, muy a su pesar.

-¿Puedes ayudarme? ¿De verdad? ¿Puedes enviarme a casa? - estaba preguntando el chico, todo emoción. 

- Eres de pies ligeros. Eso podría serme útil. Ayúdame a reconstruir mi reino, y yo te llevaré a casa. - ofreció Leah, tratando de que su sorpresa anterior no fuera demasiado evidente.

-¡Haré lo que me pidas con tal de volver a casa! - dijo Walkid.

Vaya, pues sí que estaba desesperado por ayudar...

Leah ocultó una sonrisa complacida. Ya sabía lo que iba a hacer.

En primer lugar, necesitaba recuperar poder. Había entregado tanta magia para mantener la estabilidad de Niflheim que difícilmente podría ayudar al velocista a regresar a casa... y, además, ahora era especialmente vulnerable a cualquiera de sus enemigos, que no eran precisamente pocos. Aunque hubiera salvado su tierra con su sacrificio, no serviría de nada si Niflheim perdía a su reina. Además, tenía que tener magia para poder buscar a sus súbditos desaparecidos...

Por tanto, el primer paso sería obtener un poco más de poder. Las almas de Hel, a medida que las fuera encontrando, contribuirían a ello, pero seguía necesitando una dosis extra con la que empezar a buscar.

Y, entonces, mientras miraba distraídamente a aquel chico extraño y su brillante traje amarillo, fue cuando se le ocurrió la idea.

Podría hacerse con el poder de otro. Convencerlo para que se lo cediera. Tal vez tuviera que recurrir a engaños pero, ¿qué importaba eso? Leah había aprendido del mejor.

- Bien... ¿qué tal si empezamos retando a alguien a una carrera? - sugirió, poniéndose en pie.

Hacía tiempo, Hermod, uno de los hijos de Odín, había acudido a Hela para averiguar cómo podía ser revivido su hermano Balder. Hermod era conocido por ser el más rápido de los dioses. Si Leah apelaba a su orgullo haciéndolo correr contra un simple humano, y lograba que éste lo derrotara, podría exigirle parte de su poder mágico como tributo... Pero, antes de eso, tenía que asegurarse de que aquel chico pelirrojo fuera más rápido que el asgardiano, o el plan no tendría ninguna posibilidad.

- Quiero que me muestres cómo de rápido puedes llegar a correr - le dijo a Walkid, al tiempo que cruzaba los brazos sobre el pecho.

Esperaba que con la suficiente velocidad como para vencer a un dios...

Y Hela había conocido a los suficientes mutantes como para saber que existía aquella posibilidad.

- No tengo ni la más remota idea de quién es. - confirmó la diosa de los muertos, con una voz totalmente neutra.

Wally notó como una gota de sudor caía lentamente por su frente. Sabía que ella diría algo así.

- Midgard - dijo mientras Wally seguía explicándole la composición de la tierra.

-¿Midgard? Yo no he dicho eso, he dicho La Tierra. ¡L-A-T-I-E-R-R-A! ¿La conoces? -insistió.

- Dices que quieres regresar a tu hogar. Podría ayudarte, tal vez... Si tú me ayudas a mí. 

Vale, ya empezaban a hablar el mismo idioma. Wally se mostró interesado en el tema, aunque aún no lograba asegurar si la reina de los muertos conocía la dirección adecuada hacia La Tierra. 

-¿Y qué tengo que hacer? - preguntó. Esperaba que no le dijera nada raro que fuera contra su moral o su ética. Estaba dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de volver a casa, pero claro, tenía que especificar un poco eso de "cualquier cosa".

- Eres de pies ligeros. Eso podría serme útil. Ayúdame a reconstruir mi reino, y yo te llevaré a casa. - dijo Hela. 

-¿Reconstruir tu reino? - preguntó Kid - ¿qué le ha pasado?

Wally West miró a su alrededor, a demás del estropicio que él había causado al entrar al portal (es decir, tirar la estantería con todas sus cosas) algunas de las paredes estaban caídas, y el suelo removido, como si hubiera habido un enorme terremoto. ¿Qué había causado todo este desastre? 

- Bien... ¿qué tal si empezamos retando a alguien a una carrera? - propuso la reina del país de la Niebla.

-¿Carreras? ¡Me encantan las carreras! ¿lo sabías? - Kid Flash esbozó una gran sonrisa. Llevaba tanto tiempo atrapado en la Speed Force que necesitaba estirar un poco las piernas y liberarse.

- Quiero que me muestres cómo de rápido puedes llegar a correr - le dijo a Walkid, al tiempo que cruzaba los brazos sobre el pecho.

-Muy bien. ¡Fíjate en esto! - para cuando Wally West terminó esa misma frase, había recorrido más de cien veces la estancia y los papeles y pergaminos que habían en el suelo estaban ahora flotando por los aires. Una estatuilla de bronce que estaba en el suelo ahora se encontraba encima del trono de la diosa, los libros colocados de nuevo en la estantería y los cristales de la bola todos recogidos y guardados en un cajón. Cuando terminó de hacer todo eso, le cogió la corona a la diosa y se la puso en la cabeza para luego quedarse en el mismo sitio, cómo si nunca se hubiera movido.

Leah estaba francamente impresionada.

Y, como había estado impresionada tan pocas veces en su vida, no tenía ni la más remota idea de qué expresión poner.

Walkid Flash se había convertido en un borrón amarillo; aquello era lo único que Leah podía asegurar. El resto eran conjeturas. La mirada de la diosa había podido seguirlo hasta cierto punto al principio, pero había perdido la cuenta a partir de la vigésimo tercera vuelta. El muchacho había acelerado tanto que la única muestra de su paso había sido la forma en que se agitaban los cabellos de Leah cuando todo terminó.

La estancia estaba recogida, la corona de Hela descansaba sobre los cabellos pelirrojos del superhéroe, y apenas había transcurrido el tiempo de un parpadeo para un humano.

La diosa se acercó lentamente al sonriente mortal, completamente seria, y no se detuvo hasta que estuvieron frente a frente. Lo miró fijamente durante unos segundos, sin decir palabra, con sus gélidos ojos verdes.

- ... eres perfecto para el trabajo - concluyó, alargando la mano para recuperar su corona, y volviendo a ponérsela sobre la cabeza - Muy bien: tenemos un trato.

Dicho esto, Leah regresó hacia el lugar donde se alzaba su trono, caminando pausadamente.

- Walkid Flash de Midgard, a partir de ahora trabajas para mí - dijo, una vez llegó junto a él. No se sentó; en lugar de eso, se volvió para mirar al muchacho - Me ayudarás a recuperar a mis súbditos perdidos y, cuando concluyas esa tarea, podrás regresar a la Tierra, como tú la llamas.

Mientras hablaba, Leah había empezado a realizar complejos gestos con las manos, recurriendo a sus escasas reservas de magia para empezar a abrir un portal.

- La primera parte será fácil - prosiguió, con la mirada fija en el hechizo - Debes vencer a Hermod, hijo de Odín, en una carrera de velocidad.

El portal empezó a cobrar consistencia, mostrando un paisaje al otro lado: edificios dorados en el otro extremo de un puente que había sido de los colores del Arco Iris, pero que ahora aparecía hecho pedazos. Hela frunció ligeramente el ceño al verlo; al parecer, no había esperado encontrarlo así.

- El Puente está roto... - murmuró la diosa, sin poder evitar preguntarse qué habría pasado allí. ¿Tendría que ver con la crisis que casi había arrancado a Yggdrassil de sus propias raíces...?

Bueno, no importaba. Aún no necesitaban dirigirse a Midgard... pero sería mejor que Walkid Flash no supiera que uno de los posibles caminos hasta su casa estaba... bastante impracticable.  

Hela terminó el hechizo y dirigió una mirada a su desastrado peón, que miraba el portal con tanta desconfianza como si se tratara de algo que pudiera morderle en cualquier momento. La diosa suspiró, y malgastó una última gota de magia en arreglar sus estridentes vestiduras. Los arañazos, rasgaduras y manchas de la ropa de Wally desaparecieron en un instante. Leah se permitió un gesto de ligerísima aprobación. Seguía sin ser su traje favorito, pero al menos no parecía recién atropellado por Odín a lomos de Sleipnír.

- ¿Estás listo? Tenemos mucho que hacer en Asgard... - concluyó la diosa, haciendo un gesto a su acompañante para que entrara en el portal.

Wally West siguió con su semblante divertido hasta que Hela empezó a caminar con seriedad hacia él. No parecía muy impresionada con la demostración, más bien parecía estar enfadada por algo, así que Kid Flash pensó que debía de ser por haberle robado la corona sin que se hubiera inmutado.

Cuando estaba a dos palmos del muchacho, el chico sintió que sus piernas empezaban a flaquear de la tensión, hasta que la diosa le quitó la corona de su cabeza y se la volvió a colocar en la coronilla.

Vaya, la mujer tenía una curiosa forma de demostrar su entusiasmo, al menos agradecía dar el perfil para su pequeño trabajo. 

La mujer se alejó de él y entonces sentenció:

- Walkid Flash de Midgard, a partir de ahora trabajas para mí.

- ¡Es Kid Flash a secas!... y soy de La Tierra- protestó al ver la mezcla rara de su nombre - ¿Llevará todo el rato pensando que me llamo Walkid? - se dijo así mismo y entonces esbozó una ligera sonrisa.

 - Me ayudarás a recuperar a mis súbditos perdidos y, cuando concluyas esa tarea, podrás regresar a la Tierra, como tú la llamas.

Vale, súbditos, con eso no tenía ni idea de lo a que se refería exactamente, pero aún así el pelirrojo asintió.

- La primera parte será fácil - continuó explicando - Debes vencer a Hermod, hijo de Odín, en una carrera de velocidad.

¿A quién? Wally se quedó algo estupefacto, todos esos nombres extraños le sonaban a personajes de cuentos y acabó por no darle mucha importancia hasta que no se encontrara en la situación. Entendería mejor las cosas cuando estuvieran delante.

Como la existencia de un portal que acaba de crear la mujer, que parecía llevar a otra parte del mundo, una ciudad mucho más luminosa y agradable que en dónde se encontraban ahora.

- Vale... ya empezamos con los trucos de "magia"... - dijo Kid Flash, cruzándose de brazos y frunciendo el ceño. Para él todo podía demostrarse con la ciencia y unas cuantas matemáticas, así que empezó a hacer teorías sobre el funcionamiento de ese extraño portal mientras lo traspasaba con desconfianza.

Pero la diosa no solo lanzaba "moleculas" al aire para desgarrar tejidos del espacio, también había conseguido arreglar las ropas de Kid Flash en un chasquido de dedos.

-Umh, debe de utilizar alguna fusión de partículas que acelera el crecimiento de los tejidos para que se restauren la tela en su forma original... - empezó a teorizar Wally al ver que su uniforme volvía a ser impecable.

-Todo entendido , jefa - dijo, esperando que la diosa le indicara el siguiente paso. - Pero después de la carrera necesitaré una buena merienda, correr me da muuuucha hambre - comentó con una sonrisa amplia en la boca.

- Hay una taberna en Asgard. - fue la respuesta de Leah, mientras traspasaba el portal e indicaba al muchacho que hiciera lo mismo.

Al otro lado les aguardaba el hogar de Odín, una tierra que muy pocos humanos habían podido pisar.

Aún así, Wally West prefería pensar que, en lugar de un destino, aquel nuevo paisaje era la continuación de su camino de vuelta a casa...

La historia continua en: El largo camino a Midgard