Nublado con posibilidad de chubascos (Rondador Nocturno, Libre). 6 de Mayo de 2018. Londres

Cómo me gustaba la lluvia, especialmente de noche. Cayendo por mi traje, resbalando en pequeñas gotas por mis brazos, repiqueteando en los tejados de los edificios, y con algunos rayos en la lejanía. Pero no estaba allí para disfrutar de la lluvia, ni mucho menos. Zenn estaba tramando algo muy gordo, y todos los miembros de los Abyss estábamos buscando información acerca de qué podía ser lo que iba a hacer. Las últimas tres peleas con él habían terminado en dos victorias para nosotros, y una para él. La última en concreto. Nos había engañado por completo con su ataque a la torre Eiffel, dejándonos en ridículo. No íbamos a permitir que sucediese lo mismo de nuevo. No una segunda vez desde luego. Sabíamos que su siguiente golpe sería en otra de las capitales europeas, de manera que nos separamos para mejorar la búsqueda de información: Tom fue a su ciudad natal en Berlín, Tanith se encargó de Roma, Leo viajó hasta Madrid y a mí me tocó Londres. Ginebra estaba a salvo, o eso quería pensar. Sabía que Zenn querría atacar donde más nos doliese, y por tanto Berlín, Ginebra eran posibles objetivos para él. No me gustaba dejar mi ciudad desatendida, pero siempre era más sencillo viajar hasta ella desde la base que a la capital inglesa. Suspiré y encendí mi reproductor de música. Me gustaba escuchar algo cañero mientras investigaba.

Canción.:

Los primeros acordes comenzaron a sonar en mis oídos y moví la cabeza arriba y abajo disfrutando de la melodía. Saqué mi dispositivo localizador para situarme en el mapa de la capital. Conocía la ciudad, pero no lo suficiente como para saber qué calle era la que pasaba por debajo de mí, la siguiente y la siguiente. Sabía cuáles eran las principales, pero poco más. Debía llegar hasta el parlamento, el mítico reloj conocido como el Big Ben. En teoría, Zenn había sido capaz de penetrar en él y tramaba algo en su interior. ¿Hacer volar uno de los símbolos más conocidos a nivel mundial? ¿Y por qué no? Después de todo, el difunto lord Rick era inglés. Podía ser una nueva pataleta del loco alienígena contra su archienemigo. Aunque lo veía a unas cinco manzanas de mí, quería saber cuál era el mejor camino para llegar hasta él sin tocar el suelo. Iba con el traje puesto, y podría atraído más de una mirada indiscreta. Era un traje de moto de dos piezas hecho de kevlar, pero la gente no suele vestirse así para salir a la calle. Había quitado las coderas, rodilleras y la placa de la espalda para que fuese cómodo y me permitiese una movilidad total. Llevaba las manos al descubierto para poder usar mis poderes en el caso de que tuviese que hacerlo, y un pequeño cinturón donde guardaba el dispositivo, el intercomunicador y el reproductor de música. Antaño guardaba también las llaves de la moto, pero desde que se me rompiese en mi viaje a Bruselas, había tenido que usar el transporte público. No me molestaba realmente, pero me fastidiaba no poder llegar a los lugares con total libertad. La pequeña pantalla azul iluminó mi cara y apareció un mapa de las calles que había a mi alrededor, siendo yo un pequeño punto rojo parpadeante. Tecleé un par de cosas en un pequeño teclado que tenía incorporado el dispositivo y una línea verde se dibujó en la pantalla, recorriendo los edificios hasta llegar a mi destino. Apróximadamente unos diez minutos tardaría en llegar, y otros diez en subir hasta arriba de la torre sin que me viesen.

- Diez minutos y otros diez hacen veinte... Vale. Muy bien Zenn, vamos a ver qué estás tramando.- Y guardé el dispositivo en el bolsillo tras memorizar el camino que tenía que seguir. Debía ser extremadamente discreto, ya que en teoría estaba de incógnito en aquella ciudad. Excalibur no andaría lejos, seguramente investigando las irregularidades de su ciudad. Posiblemente me habrían encontrado ya, y sería cuestión de tiempo que mandasen a algún agente. ME gustaba la idea de no ser los únicos que velaban por la seguridad del viejo continente, pero a veces los ingleses eran demasiado estirados. Después de todo, luchábamos contra enemigos comunes. ¿Qué más les daba que nos ayudásemos mutuamente? Suspiré y, de un salto, llegué a la azotea del edificio colindante al mío. La noche iba a ser larga, o eso me temía. Cuanto antes supiese qué había en la torre mejor para mí.

Llovía sobre Londres. Aquello no era algo extraño, y casi agradecía que ciertas cosas permanecieran igual.

No era que Kurt no tuviera experiencia saltando de dimensión en dimensión, o saltando al futuro. Los cinco miembros fundadores de Excalibur eran probablemente los mayores expertos en el tema, aunque solo fuera por los repetidos incidentes con Cacharro, o el viaje al futuro de Rachel. Pero nunca había estado en la necesidad de adaptarse a un cambio tan drástico. Del equipo que había dejado atrás, solo quedaba Wisdom. Según le había explicado el londinense, ellos habían vuelto a Estados Unidos después de que el grupo se separara, Douglock había recuperado su personalidad de Warlock y había seguido su propio camino, Meggan había fallecido, Amanda había elegido quedarse como gobernante del limbo, y Brian había desaparecido durante la Colisión, junto con la mayoría del equipo que Wisdom había montado. El propio inglés era muy diferente al hombre que conocía, pero Wisdom no era un hombre que hablara de su pasado. No sin varios litros de alcohol en el cuerpo, o al menos eso había afirmado Sage, y Kurt no tenía ninguna prisa en vivir una experiencia similar.

Hablando de Sage, ella era la que le había avisado sobre el tipo con el que tenía que hablar. Le había dado todos los datos que tenía de él: Planaria Glamez, Suizo, con poderes eléctricos. Pertenecía a un grupo de superhéroes que supuestamente estaban afincados en Londres, y que el MI-13 había estado monitorizando incluso antes de que Wisdom reformara Excalibur. El cuerpo gubernamental no se había metido con ellos porque, comparado con todos los desastres de los que tenían que encargarse, desde hadas cabreadas hasta los restos de la antigua organización de Wisdom, sus problemas eran casi risibles. Hasta ahora. O más bien, hasta hacía poco antes de la Colisión, aunque los enfrentamientos abiertos con quien fuera que se estuviera peleando con ellos habían sido cada vez más intensos. Contactar con ellos hasta el momento no había sido prioridad, y Kurt podía figurarse por qué: se había pasado los dos últimos meses resolviendo entuertos y buscando a sus compañeros, con mucho más éxito en lo primero que en lo segundo. Pero pocas veces le ponían a uno la oportunidad delante de las narices.

Sage le había dado unas coordenadas, aunque tenía una línea de comunicación abierta con ella, por si era necesario modificar su posición. Escondido en las sombras de los edificios bajos que se alzaban junto a la orilla del Támesis, esperó hasta que pudo distinguir una figura entre la lluvia, moviéndose en linea recta hacia el Parlamento. No había mucha duda de que se tratara de la persona que estaba buscando: las personas normales no suelen ir saltando de edificio en edificio. Una sonrisa curvó sus labios, dándose cuenta de la ironía de su pensamiento, y con un *bamf*, se teleportó para "interceptar" al hombre.

Si es que teleportarse encima de una de las viejas chimeneas justo en frente del chico podía considerarse interceptar.

Aunque con la lluvia y las sombras había más oscuridad que luz en aquel punto, la figura agazapada era visible, aunque la cara era casi imposible de ver.

-Buenas noches, Herr Glamez- dijo-. ¿Podríamos hablar un momento?

Esperaba, de verdad esperaba, que no decidiera atacarle. No es que se lo fuera a echar en cara, y había entrenado con Tormenta lo suficiente como para saber que, mientras hubiera pararayos por la zona, la electricidad preferiría el metal a la nube de humo sulfuroso, pero nunca se podía estar seguro.

Apenas había empezado a andar cuando de repente una figura se materializó por arte de magia sobre unas pequeñas chimeneas delante de mí. La sorpresa me hizo tambalear antes de recuperar el equilibrio y observar quién o qué era el que había aparecido ante mí. Estaba ligeramente encorvado debido a su posición y sonrió. Entonces habló, con un profundo acento alemán. Lo reconocí en seguida. Después de todo, mi madre era alemana, y había pasado varios años de mi vida en la universidad de Munich. Supuse que sería alguno de los miembros de Excalibur, ya que conocía mi identidad. Intenté recordar los miembros de esta organización pero no me vino a la cabeza quién podía ser el tipo que tenía ante mí. Tal vez fuese un nuevo fichaje. Fruncí ligeramente el ceño y le miré.

- Buenas noches, Herr... como se llame usted.- No tenía mucha prisa y el tipo no parecía peligroso. Algunas preguntas de rigor lo más probable. Y sino, a saber qué quería saber de mí.- Emm, sí claro. No hay problema... ¿Qué necesita?

Me froté las manos ligeramente para hacerlas entrar en calor mientras notaba como las gotas caían a través de mis cabellos, completamente calados. Un pequeño antifaz negro cubría mis ojos dándome un aire más misterioso. Con mi acompañante no tenía mucho sentido, ya que me había reconocido. Seguramente le habrían dicho que era yo quien estaba por aquí danzando. El traje podría haber sido una pista. O el hecho de que me moviese por los tejados y los cables de alta tensión. Nadie más lo hacía que yo supiese. Pude ver como el tipo que tenía delante tenía unas orejas puntiagudas, como las d elos elfos de las películas del señor de los anillos, y una larga cola delgada acabada en una especie de flecha, como un demonio de dibujos animados. ¿Sería algún tipo de ser sobrenatural? Quién sabe. Con Tanith había descubierto un millar de criaturas mitológicas y fantásticas invocadas por ella, de manera que estaba bastante curado de espanto, o eso pensaba yo. Le contesté en un alemán perfecto, con un ligero acento suizo. Ya que íbamos a hablar y estaba en su ciudad prefería que se sintiese cómodo. Siempre es mejor llevarse bien con un aliado que mal.

El hombre, para sorpresa de Kurt, le respondió en alemán. ¿Cuánto hacía que no hablaba alemán? Ah... sí, desde aquella vez que Amanda le había pedido ayuda para ir a rescatar a su madre. No era algo que hubiera ocurrido hacía tanto para él, pero no pudo evitar sentir un cierto deje de nostalgia. Sin embargo, tenía cosas más urgentes de las que ocuparse, como del individuo que estaba intentando entrar en calor bajo aquella llovizna.

Era un tipo curioso, se dijo, si en lugar de ponerse a gritar o lanzarle un ataque, se había parado y se había comportado de manera bastante razonable. Si ya de por sí le sorprendía que alguien normal y corriente no reaccionara con miedo o violencia a su aspecto, que lo hiciera alguien que caminaba por los tejados de Londres y que no le reconociera era una ocurrencia única. Y obviamente no le había reconocido, porque entonces habría usado su alias, como poco.

-Rondador Nocturno- replicó, esperando que el nombre código le dijera más que su verdadero nombre-. Soy miembro de Excalibur. Cierta compañera mía parece muy interesada en la razón por la que se dirige a la Casa del Parlamento...

Mientras decía estas palabras, saltó al suelo de la azotea, irguiéndose, su figura algo más clara a pesar de la oscuridad. Ya que iban a estar hablando, el mínimo de respeto era que estuvieran los dos a la misma altura. Especialmente si empezaban la conversación de buenas maneras.

Sage le había dicho que el grupo al que pertenecía aquel hombre sabía de la existencia de Excalibur, pero hasta entonces no se le había ocurrido pensar que se refería del grupo nuevo que había formado Wisdom. Una muestra más de lo cambiado que estaba el mundo para él. Antes, cualquiera en aquella isla le habría reconocido tan rápidamente como a Brian en su papel de Capitán Britania. Ahora, al parecer, ni siquiera hacía las veces de recuerdo lejano

- Rondador Nocturno... Sí, ya sé quién eres. Encantado Rondador. Parece que mi nombre ya lo sabes. Igualmente una presentación es una presentación. Planaria Glámez, a su servicio.- Y le tendí la mano para estrechársela. Sonreí y me quité unos pelos mojados de la frente.- Lo de que eras alguien de Excalibur lo imaginaba. Es poner un pie en la isla y ya os abalanzáis como si fuésemos a poner una bomba o algo por el estilo.

Usé un tono bromista para relajar la situación. No quería que pensase que estaba planeando algo malvado, pero sí darle la imagen de que, en cierto modo, me había colado en Inglaterra para una misión secreta. ¿Debía hablarle de ella? Alguien le había informado acerca de esta, desde luego. ¿Quién? Eso ya ni idea. Desde luego era una chica, así que probablemente fuese Sage. No recordaba a ciencia cierta todos los miembros de la organización inglesa, pero desde luego Rondador y Sage si eran dos nombres que reconocía. Antaño Lord Rick había mantenido relaciones con los miembros de la banda inglesa por motivos de seguridad. Él era inglés, uno de los más influyentes del mundo dicho sea de paso, pero nunca había hablado mucho más acerca de esa organización. Como él siempre decía, cuanto menos sepamos los unos de los otros mejor. Puede que fuésemos aliados en cierto modo, pero nunca era bueno que nadie supiese tus debilidades, ni siquiera tus propios hermanos. A pesar de ello, el ser que tenía ante mí parecía amigable, así que decidí, al menos, hacerle un breve resumen.

- Bueno, no sé si esto te lo habrán contado, pero pertenezco a una organización secreta muy parecida a la vuestra. Nos llamamos los "Abyss Knights". Nuestro rango de operación es principalmente Europa, aunque siempre estamos preparados para movilizarnos allí donde se nos necesite. Especialmente después de los acontecimientos que tuvieron lugar a principios de este año. Nuestro antiguo líder, Lord Rick, amigo y aliado de Excalibur, fue asesinado por un antiguo compañero suyo llamado Dr. Zenn. Un loco esquizofrénico con ansias de poder que desea doblegar el mundo entero y más adelante la galaxia.- Lo de esquizofrénico lo decía por su forma de hablar y actuar, tan típica de un villano loco de película americana. Era un auténtico genio, sin embargo. Sus artilugios y planes eran verdaderamente asombrosos, y me había sorprendido un par de veces en temas de física. No es que yo fuese un Tony Stark de la vida, pero era muy difícil pillarme por ahí. Zenn lo había conseguido un par de veces ya, y eso no me gustaba. Tenía la sensación de que medio jugaba con nosotros. Era una amenaza a nivel mundial, sin duda alguna. Pero, debido a su crimen contra nuestra organización, le teníamos en el punto de mira, el número uno de nuestra lista.

Me apoyé en el borde del tejado, mirando con una sonrisa pero serio a mi compañero. Lo que había leído de él es que era capaz de teletransportarse. Como una especie de saltos dimensionales que le permitían viajar apareciendo y desapareciendo. Además era un excelente espadachín y sabía defenderse cuerpo a cuerpo. Suspiré y me llevé las manos a la parte posterior de la cabeza.

- Zenn es nuestro principal objetivo en estos momentos. Hace apenas una semana nos enfrentamos a él en París y consiguió vencernos, hasta cierto punto. Consiguió escapar cuando creíamos que le teníamos completamente acorralado. La torre Eiffel estuvo a punto de ser destruída, pero conseguimos frenarle. El caso es, que tras unos días de seguimiento e investigación, tememos que esté a punto de dar un nuevo golpe en otra de las capitales europeas. Londres podría ser un suculento objetivo, debido a que Lord Rick era inglés. Una especie de oda a su triunfo sobre nuestro antiguo líder. Y esa es, en resumidas cuentas, la razón por la cual estoy aquí. Quería comprobar que toda la ciudad se encontrase en orden, que no había actividad de nuestro enemigo, y que los principales símbolos ingleses, empezando por el parlamento y continuando por la torre de Londres, o el famoso puente sobre el Támesis están libres de bombas, explosivos o cualquier amenaza para estos.- Las gotas resbalaban por mi rostro, y un lejano relámpago iluminó la noche. Pude apreciar el color azulado del Rondador, así como sus amarillos y penetrantes ojos. ¿Cometía una imprudencia al contarle la razón por la que estaba allí? No creo. No era un secuaz de nuestro enemigo. En cuanto me dijo el nombre le había situado ya como miembro de la organización inglesa y por tanto no había peligro en contarle más o menos la situación. Tal vez pudiesen ayudarnos. No lo quería decir en voz alta, pero la actitud de Tanith de que éramos lo suficientemente poderosos y buenos como para frenar a Zenn solos no me gustaba del todo. Vale que éramos muy poderosos, y yo por lo menos ya me había enfrentado cara a cara con Zenn un par de veces, con doble victoria por mi parte. Pero siempre se agradecía algo de ayuda sincera, o al menos así pensaba yo.

Kurt estrechó la mano de Planaria sin siquiera hacer un solo gesto que mostrara desconfianza, como si fuera lo más natural del mundo. Pero Kurt estaba acostumbrado a los malentendidos absurdos, así que saltarse esa parte y pasar a la de colaborar sin necesidad de combate era una buena noticia. Haber sido miembro de los X-Men le daba experiencia en el departamento de “tipos superpoderosos supuestamente del mismo bando dándose de tortas”. Se mostró entre sorprendido e incómodo ante la mención de que cada vez que entraban en la isla se les tiraban encima, y anotó mentalmente tener unas cuantas palabras con Wisdom al respecto. Podía comprender que fuera algo paranoico, era un agente gubernamental después de todo, pero había límites a la brusquedad con que se podía tratar a la gente.

Escuchó la explicación, sin decir que Sage ya le había puesto al día. Sabía qué eran los Abyss Knigths, y también le habían hablado de sus miembros, aunque ni Sage ni Wisdom habían hecho comentario alguno sobre la relación entre los dos grupos. Desde luego, era la primera vez que escuchaba una alianza entre el tal Lord Rick y Excalibur, pero también era cierto que, por todo lo que sabía, aquel mundo era un futuro tan alternativo al suyo como podía serlo el de Rachel. En cuanto a lo del loco esquizofrénico megalómano... Bueno, no podía decir que no estuviera acostumbrado a esas cosas.

Tanto, de hecho, que la reacción de Kurt, lejos de ser de sorpresa, se parecía más a la anticipación. Llevó su mano derecha al comunicador que llevaba en la oreja.

-¿Sage?

-Lo he oído, y lo he entendido. Estoy revisando todos los sistemas de seguridad de las zonas de interés social. Me llevará unos minutos- el tono de la mujer era tan profesional como siempre-. Estoy enviando los permisos para que puedas entrar sin problemas. Y Wisdom dice que quiere hacerse una alfombra con tu piel.

Kurt intentó no reírse ante la amenaza de su colega londinense. Tendía a hacer esas cosas cuando les surgía algún imprevisto, algo que últimamente les ocurría demasiado a menudo.

-Dile que vaya hacia el Puente de la Torre de Londres. Si tenemos que hacer de refuerzos, o dirigirnos a otro lado, será más sencillo.

-Entendido.

La conexión se cortó, de momento, por lo que Kurt pudo volverse hacia Plana con una sonrisa confiada.

-No puedo decir que estemos en nuestras mejores horas, pero no vamos a dejar que nadie se dedique a destrozar Londres.

OOC:

- Genial entonces. ¿Nos ponemos en marcha? Por cierto, yo me muevo a través de los cables de alta tensión... ¿Cómo lo haces...?- Antes de terminar la frase, vi como el Rondador desaparecía y aparecía a unos pocos metros de mí. Teleportaciones. Extremadamente cómodo, pensé. Con esos pequeños saltos podía moverse con total libertad. Eran muy parecidos a los de Tom, solo que parecía controlarlos mejor. Tal vez llevaba más tiempo con ellos. Sonreí y me dirigí hacia el final de la azotea para saltar y deslizarme por el cable hasta el siguiente edificio. En mi camino, pequeños rayos azules rodearon mis pies y parte del cable. Dejaba un rastro de pequeñas chispas y rayos que se perdían en el aire. Unas pocas azoteas más y allí estaba, el parlamento inglés. Al otro lado del Tamesis se alzaba majestuoso, imponente, con el reloj brillando como un faro en la lluviosa noche. Sorbí ligeramente con la nariz y me quité algunos pelos mojados de la frente. El puente de Westminster estaba iluminado por los faros de los coches que lo atravesaban y las pequeñas farolas que lo recorrían. Saqué un pequeño dispositivo electrónico distinto al localizador de antes. Este era un GPS. Localicé mi posición y me dispuse a comprobar la distancia que nos separaba del parlamento. Aproximadamente unos ciento diez metros. No había cables que cruzasen sobre el Tamesis para poder atravesar por ellos. Me mordí el labio mientras pensaba.

- Tú puedes llegar hasta el otro lado con uno de tus saltos, ¿verdad?- Me volví al Rondador que estaba a mi lado. Se llevó la mano al oído. Seguramente le estaban hablando por el intercomunicador. Mientras miraba el puente vi uno de esos enormes autobuses rojos cruzarlo, con los asientos de la parte superior vacíos debido a la lluvia. Sonreí.- Premio.- Murmuré para mí.

- Kurt, ¿me recibes? Parece que nuestro invitado decía la verdad. Hemos detectado unos extraños artefactos colocados por el interior del Big Ben. Necesito que lleguéis allí a toda velocidad. Prioridad máxima. No nos podemos arriesgar a que lo vuelen por los aires.- La cara del Rondador se tornó preocupada de repente, lo cual me dio a entender que habían encontrado algo. Miré aquellos brillantes ojos amarillos mientras guardaba el GPS.

- Yo lo cruzaré sobre uno de estos autobuses rojos. He estado calculando la velocidad que llevan y tardaré unos dos minutos en llegar al parlamento. ¿Han encontrado algo?- Entrecerré ligeramente los ojos al caerme algunas gotas de lluvia en ellos. El agua en sí, como la lluvia no era peligrosa para mí. Pero caer en medio del Tamesis... Un escalofrío me recorrió la espalda. Prefería ni siquiera pensar en esa opción.

OCC:

Spoiler:

No había podido evitar que su sonrisa pasara a ser divertida al ver la cara de sorpresa de Planaria cuando vio su teleportación por primera vez. No podía decir que tuviera muchas oportunidades de mostrar sus poderes a alguien nuevo en mitad de una misión, y antes de que fueran de verdad necesarios. Cuando el suizo se comenzó a mover deslizándose por los cables de tensión que pasaban por encima de las calles, Kurt solo tuvo que predecir hacia qué punto se dirigía, antes de moverse, no solo con la teleportación, sino también mediante su agilidad. Con su entrenamiento en el circo, ir de tejado en tejado muchas veces ni siquiera precisaba más que una carrera y un par de saltos.

El Tamesis, por supuesto, era harina de otro costal. El otro hombre se detuvo, probablemente buscando una forma de cruzarlo que no requiriera meterse en las aguas del río de cabeza. No se lo echaría en cara, ninguno de los ingleses que conocía, y conocía a unos cuantos, se le ocurriría siquiera meter la punta del dedo del pie en ese agua. Antes de poder decir nada, sin embargo, la voz de Sage sonó en su oído, anunciando que, efectivamente, había algún tipo de artefacto en el reloj del palacio de Westminster. Cómo habían podido colar bombas en el edificio de las cámaras del gobierno británico, probablemente el edificio mejor guardado del país junto con el palacio de Buckingham, era algo que Kurt todavía no podía comprender. Pero había cosas más importantes que hacer en ese momento.

-Sigue con los demás edificios, puede que no sea el único- replicó. Si habían podido ponerlos ahí, también podían haberlos puesto en cualquier otro sitio.

-Yo lo cruzaré sobre uno de estos autobuses rojos. He estado calculando la velocidad que llevan y tardaré unos dos minutos en llegar al parlamento. ¿Han encontrado algo?- escuchó que decía Planaria.

-Sí, y me temo que no tenemos tiempo para eso- dijo, antes de aferrarlo por el brazo y teleportarse.

Los dos aparecieron en medio de una nube de color negro y olor a azufre delante de la puerta que daba a la fachada donde se encontraba, precisamente el Big Ben. Había dos policías en la puerta, y uno de ellos, un chico joven, se llevó el susto del siglo, resbalando sobre la escalera mojada y cayendo de culo mientras intentaba retroceder. Su compañero, más viejo, reaccionó solo con una expresión de sorpresa que era la perfecta muestra de la flema inglesa. Kurt se volvió hacia Plana, pero a parte de parecer algo desorientado y sorprendido, estaba en perfectas condiciones. Eso era bueno, cuando teleportaba a alguien por primera vez, ocurría con frecuencia que la presión del viaje les dejaba inconscientes. Que no lo hubiera hecho esta vez era un alivio.

-¡Hay una posible bomba en el edificio! ¡Hay de desalojarlo!- ordenó a los policías. De los dos, el veterano, todavía sorprendido, simplemente asintió. Si era porque le había reconocido, o porque todavía no se había repuesto de la sorpresa, no era capaz de decirlo. Pero no tenían tiempo para eso.

-¡Las bombas están en el reloj! Schnell!

Kurt había estado allí solo una vez, hacía mucho, con lo que no recordaba el plano del edificio y, por tanto, teleportarse era peligroso para él. Pero afortunadamente para ellos, el camino estaba perfectamente marcado.

Solo quedaba esperar que llegaran a tiempo.

Habían encontrado algo. Esas fueron las últimas palabras que dijo el Rondador antes de aferrarme por el brazo. Sentí como si una enorme fuerza me succionase de este, y de repente aparecimos delante de un par de guardias ingleses. El olor a azufre se me metío en la nariz como si me hubiesen disparado con una bala a través de ella, y sentí un fuerte mareo. Miré hacia arriba y vi que estábamos frente al parlamento. Miré a mis espaldas y vi, al otro lado del río el edificio en el que acabábamos de estar. ¿Nos habíamos teletransportado? ¿Ese era el poder del Rondador? ¡Qué pasada! ¿Hasta dónde sería capaz de dar saltos en el espacio? Me aclaré la garganta, y miré a mi compañero y a los policías. Uno estaba asustado, probablemente por nuestra repentina aparición. El otro se mostraba sereno, serio, como si el hecho de que dos tipos apareciesen de la nada ante él fuese lo más normal del mundo. Ese salto me dejó un poco desorientado y ligeramente mareado, pero los efectos remitieron rápidamente. No sabía si por mi factor de curación o porque esa sensación desaparecía casi al instante. Rondador les dijo que había una posible bomba y que debían desalojar el edificio. Realmente no creía que hubiese mucha gente. Después de todo, era bastante tarde. Las personas que estaban en él lo más probable es que fuesen guardias o agentes del orden. Rondador se volvió hacia mí y me dijo que las bombas estaban en el reloj, que nos diésemos prisa.

- Oye Rondador, ¿no hay alguna manera de que nos teleportes a lo alto del reloj? ¿O no puedes hacer saltos en tan poco tiempo? Porque lo que hemos hecho del edificio del otro lado del Tamesis hasta aquí ha sido obra tuya, ¿no?- Le dije mientras comenzábamos a subir las viejas escaleras de la torre. No se parecía nada a como lo había imaginado. De pequeño, siempre había visto las típicas películas donde se veía cómo era el enorme reloj por dentro, pero ahora que lo tenía delante todas las fantasías desaparecieron. Eran unas enormes escaleras de caracol que subían y subían, y que no parecía que acabasen nunca. Miré mi reloj para ver qué hora era. Las 23:45. Conociendo a Zenn haría estallar las bombas a media noche, para que su espectáculo fuese lo más excéntrico posible, provocando que una bomba explotase por cada campanada seguro. Le encantaba llamar la atención y hacer las cosas de manera que fuese como un espectáculo. Maldito imbécil.

- Zenn es un egocéntrico con aires de grandeza. Si ha colocado unas bombas estallarán a las doce lo más probable. Le encanta que todo el mundo vea sus obras. ¿Han encontrado algo más en los edificios colindantes? Deberían revisar también el puente, no sea que lo haga estallar el tarao este.- Mucho defender al inocente, mucho mis trabajadores tienen sus vidas y hay que cuidarlos, pero hacer volar un edificio lleno de civiles no le importaba. Estaba como una regadera la verdad. Sólo esperaba que, de haber bombas, llegásemos a tiempo de desactivarlas.

Cuando alcanzamos el reloj, vi un montón de engranajes y unas enormes campanas de metal. Eso ya se parecía más a lo que había imaginado de pequeño. Las ruedas dentadas se movían lentamente, y como buen suizo me maravillé del interior de este enorme artefacto. Apenas teníamos diez minutos para encontrar cualquier objeto, paquete, mochila o lo que fuese sospechoso. Cerré los ojos, concentrándome para intentar encontrar cualquier objeto eléctrico alrededor de nosotros. Si eran del tamaño de una caja de zapatos más o menos, sería capaz de verlas. Eso o que tuviesen cables en su interior con corriente circulando a través de ellos, cosa bastante improbable. Mientras me concentraba, una pequeña onda electromagnética abandonó mi cuerpo, de forma esférica, recorriendo casi toda la sala. No era peligrosa. No electrocutaba a nadie si la tocaban. Entonces, como pequeñas lucecitas azules, varios puntos aparecieron en mi mente dibujados.

- Están aquí... ¡Vamos, hay que encontrarlos!

OOC::

- Oye Rondador, ¿no hay alguna manera de que nos teleportes a lo alto del reloj? ¿O no puedes hacer saltos en tan poco tiempo? Porque lo que hemos hecho del edificio del otro lado del Tamesis hasta aquí ha sido obra tuya, ¿no?

-Ja. Pero no puedo teleportarme a un sitio que no conozco y no puedo ver, a menos que quieras acabar dentro de una pared. Y créeme, no quieres que pase eso.

La única razón por la que había salido vivo de la experiencia de teleportarse dentro de un muro era porque Katzchen había estado con él. Y había sido suficiente como para dejarlo inconsciente. En cuanto a experiencias desagradables que podían ser evitadas, esa era una de las que estaba en lo alto de la lista. Sin su amiga, y sin un plano del sitio, era suicidio seguro. Y todavía no había llegado a ese punto en su vida, a Dios gracias.

Las escaleras de la torre del Big Ben eran antiguas y empinadas, enroscándose sobre si mismas en una espiral. Kurt no tenía mucho problema en treparlas, o en mantener el sentido de la orientación, pero al igual que a su compañero, le preocupaba el tiempo que podían estar perdiendo. Pero no tenía otra opción.

-Zenn es un egocéntrico con aires de grandeza. Si ha colocado unas bombas estallarán a las doce lo más probable. Le encanta que todo el mundo vea sus obras. ¿Han encontrado algo más en los edificios colindantes? Deberían revisar también el puente, no sea que lo haga estallar el tarao este.

-Wisdom se está encargando de ello ya- contestó.

Podría haberle dicho que Wisdom no dejaría piedra sin remover hasta encontrar al tipo que había puesto aquellas bombas para cogerle del gaznate y hacerle cosas horrendas. No es que le conociera tan bien como el londinense quería creer, pero si algo le había quedado claro rápidamente es que amenazar su ciudad era una forma segura de atraer su atención, y no para bien.

Al atravesar el portón que daba a la sala con la maquinaria del reloj, Kurt se detuvo tan solo un momento a admirar los engranajes que llevaban siglos moviendo las manecillas del reloj más famoso del mundo. Solo lo suficiente antes de buscar con la vista en medio de la penumbra cualquier cosa que estuviera fuera de lugar. Había pasado bastante tiempo en compañía de ingenieros, gente como Brian, o como Forja, y él mismo era un mecánico más que decente. Si había algo que no encajara entre aquellas piezas, lo encontraría.

Planaria creó una especie de esfera que se expandió por toda la sala. Cuando la onda pasó a través de Kurt, no hizo mucho, más allá de erizarle todo el vello de su piel. No muy molesto, si luego recordaba andar con cuidado cuando fuera tocando objetos metálicos. El suizo anunció que estaban allí, y, con sus indicaciones, Kurt encontró pronto lo que estaba buscando, y lo que asomó a su rostro fue una expresión a medio camino entre la sorpresa y el horror.

Había varias cajas repartidas por todo el área, del tamaño de cajas de zapatos. Para los ojos de Kurt, que podían ver bastante bien en la oscuridad, resultaban obvias, tanto por el material, distinto al del resto de la maquinaria del reloj, como por los cables que las conectaban y que tenían muy poco que ver con los engranajes.

-Aquí están- anunció, acercándose a la más próxima, y señalando a todos los puntos en los que había visto otra-. Están todas conectadas, puede que solo haya un detonador.

Con suerte, pensó, pero no lo añadió, porque si aquel tipo estaba tan loco como para poner bombas en varios sitios, nadie le decía que no hubiera optado por gastarse la pasta en ponerle detonador a todas.

-¿Puedes detectar corrientes eléctricas?- preguntó. No estaba seguro de si los poderes del otro hombre le permitirían hacerlo, ya que solo le había visto hacer algo similar a Meggan, y sus poderes empáticos se salían de la escala. Pero estaba dispuesto a probar-. Cualquiera de esas cajas con una tiene un detonador que tendremos que desactivar.

Era eso o tirar las cargas al Támesis, y rezar porque el agua fuera suficiente como para evitar que hubiera daños catastróficos.

OCC::

Creé una pequeña bola eléctrica en mi mano que sirvió para iluminarme. Comencé a recorrer la sala hasta que encontramos lo que habíamos subido a buscar: unas pequeñas cajas del tamaño de zapatos conectadas entre sí. Cinco en total. Me agaché y rocé ligeramente uno de los cables con los dedos. Electricidad. El talón de Aquiles de Zenn. La mayoría de truquitos y armas que usaba tenían electricidad, lo cual me daba una enorme ventaja sobre él. Era lo malo de ser un genio proveniente de otro planeta con una tecnología a años luz de la nuestra. Sin embargo, noté que no había suficiente electricidad para alimentar todas las bombas, así que con cuidado abrí una de ellas. Un pequeño cronómetro digital con unos números rojos nos mostraba que no quedaban más que cinco minutos y medio. El enorme reloj inglés marcaba las 23:54. A las doce. Tal y como había sospechado.

La pregunta del Rondador hizo que girase la cabeza hacia él y negué con el ceño fruncido. Abrí la boca pero no dije nada, y volví a mirar las bombas.

- Tienen electricidad, pero sólo para mostrar el reloj. El mecanismo interno es de cuerda. Sabía que encontraría alguna de las bombas que puso, y no quería jugársela con unas bombas eléctricas que pudiese desactivar sin problema... Esto es más complicado de lo que esperaba.- Saqué un pequeño aparato con forma cilíndrica de unos treinta centímetros. Lo sujeté con ambas manos delante de mí y, tras presionar unos pequeños botones en el lateral, fui abriéndolo poco a poco, mostrando una pantalla azul entre ellos que se llenó de pequeños dibujos y numeros entrelazados entre sí. La bomba que tenía ante mí se dibujó mientras pulsaba con los pulgares la pantalla y a parecían nuevos dibujos y números. Ante la mirada del rondador le sonreí mientras soltaba uno de los lados y toqueteaba la pantalla.- Otro de mis inventos. Es una especie de ecolocalizador electromagnético. Sirve para obtener un diseño en dibujo aproximado del aparato que esté analizando. Únicamente muestra las partes metálicas o conductoras. La madera, plástico o cosas por el estilo aparecen como un vacío, y me toca a mí deducir qué puede ser eso a través de qué son las cosas que hay situadas a su alrededor.

Un botón rojo apareció sobre la pantalla y lo pulsé. El pequeño aparato pitó y un haz de luz salió de la propia pantalla, recorriendo y posándose sobre la bomba unos segundos. Un nuevo pitido, y desapareció el haz. A continuación, en mi pantalla se dibujó la bomba, y comencé a dar vueltas al diseño, y a ampliarlo minuciosamente. Unas líneas rojas mostraban los cables con electricidad por dentro de ellos. Los engranajes tenían sus bordes resaltados con un azul celeste, algo más claro que el de la pantalla que descansaba entre mis manos. Un cuadradito rojo palpitante era la batería del reloj, y los circuitos de este aparecían como delgadas líneas rojas. En mi cabeza hacía miles de cálculos mientras seguía desarmando la bomba en el dibujo que tenía delante. Buscaba alguna manera de bloquear los engranajes y detenerla, pero no veía nada que pudiese servirme. Una pequeña gota resbaló por mi sien. No podía permitir que este tarao hiciese volar el reloj ni otros puntos de la ciudad.

Me levanté y abrí las otras cinco bombas. Hice un rápido escaner de todas ellas y busqué irregularidades de unas bombas a otras. Miré el cronómetro. Menos de tres minutos. Todas iguales. Perfectamente programadas para explotar. Me mordí el labio inferior ligeramente mientras seguía haciendo cálculos. El detonante que había en el interior de esas bombas era nitroglicerina y dinamita. Extremadamente volátiles. Un movimiento brusco o un aumento del calor y todo a la porra. ¿Qué demonios podíamos hacer? Dos minutos y medio. Teníamos que encontrar una solución rápida. Yo podía bloquear hasta dos bombas con una prisión eléctrica, pero las otras tres...

- No puedo desactivarlas de ninguna manera. La única opción que tenemos es que encierre dos de ellas en una prisión eléctrica y retenga la explosión, pero nos quedarían tres más. ¿Hay algo que puedas hacer tú?