Carne dulzona en la feria gastronómica [Sheriff]

Todo era perfecto. ¡TODO! La foto quedó estupenda y tardé en reaccionar por mandársela a Planaria. Sabía que le gustaría... Maldito idiota.

Levanté la vista y vi la espalda de la sheriff salir por la puerta, la sujeté antes de que se cerrase y salí de nuevo.

De repente el sonido de la campana, ¡¡HAPPY HOUR!! El chupito llegó antes incluso de que dejase de sonar la campana. Se me derramó un poco de tequila en el dorso de la mano, pero no pude lamerlo hasta después de brindar y tragar. Era uno de los mejores tequilas que había probado, tengo que reconocerlo. Además... el alcohol me afectaba sólo si no usaba mis poderes y lo quemaba.... Iba a ser una noche interesante ¿y si ofrecía una competición?

Pero el hambre apareció con las palabras "alitas picantes".  Un abismo inmenso se me creó en el estómago. Lo último que había comido era esa pieza de carne paradisíaca e irrepetible a la hora de la comida.

- ¡ME ENCANTA EL PICANTE! Aunque dudo que la carne esté mejor hecha que la que he probado a la hora de la comida - le guiñé un ojo a la rubia y la acompañé hasta una mesa bajita de taberna. Me estaba encantando el ambiente. Todos sentados le señalé en la carta dos cosas haciendo una "V" con los dedos índice y corazón. Ración de patatas cuatro salsas y alitas picantes. Era una apuesta segura y además me apetecía ¿A quién no le gustan las patatas?

Vi a Rebbeca buscando con la mirada a su alrededor.

- ¿Todo bien? - y decidí proponerlo antes de que se me olvidara- Por cierto... ¿Qué tal se os da beber? - y dejé que mi sonrisa hablase por completo. Nadie interpretaría preocupación en esa frase, sino competición.

Ante la frase de Sasha, no pudo si no devolverle un amistoso codazo, mientras se abría en su rostro una gran sonrisa. Esa chica era todo cumplidos, aunque no es que su carne no se mereciera eso y mucho más. En cualquier caso, era muy agradable y eso suponía un gran cambio para variar. Después de que pidieran unas raciones a las que añadió una de fritura variada que tenía aros de cebolla caseros, tiras de cerdo empanadas y palitos de queso rebozados, volvió a su búsqueda de los dardos.

- ¡Voy buscando dardos! No hay noche buena que no tenga un poco de acción. - añadió guiñándole un ojo, localizando por fin la zona. Una estaba ocupada y otras dos habían dejado de estarlo, aunque no sabía si porque habían acabado los que habían estado jugando, o mas bien porque había empezado la hora feliz y bien les compensaba abandonar unas partidas a medias por unas cuantas copas a precio regalado.

Entonces Sasha hizo la pregunta, y la Sheriff no pudo si no levantar el sombrero con el pulgar, alzando una ceja, como si no pudiera creerse la pregunta que acababa de formular su compañera de parranda.

- ¿Que cómo se nos da beber? ¡Somos de Texas, aprendemos a aguantar el alcohol antes que a conducir! - exageró, bromeando. - ¿A alguien le apetece una buena partidita?- señaló con la cabeza hacia una de las dianas que esperaba, solitaria, con las luces encendidas. - ¡Quien pierda paga la siguiente ronda!- añadió dando una palmada, mientras empezaba a andar hacia allí.

Antes, claro, pasando por la barra para asegurarse de que volvía a coger otros cuatro chupitos de Tekila, con los que poder abrir boca mientras sacaban la comida. Cambiar de sitio sólo se lo pondría a la camarera un poco más difícil, aunque en seguida volvería a ubicarles. La vaquera se sentía pletórica.

Aunque solo sea una noche, esto si que es vida.

Una canción familiar sonaba de fondo pero.... DIOS SANTO
Era una cover country! ¿EN SERIO?
SEEEEEÑOOOOOR
A lo que llegan las discográficas...


Dejando el sonido del banjo atrás me concentré en la INMENSA PILA de alitas picantes que nos habían plantado... Seguro que costaba mucha pasta... aunque bueh, una noche es una noche.

Deslicé mis dedos por la primera alita, la más cercana a mí. Noté el calor, los grupos de las especias picantes, la textura de la piel del pollo y la jugosidad de la salsa sólo de sujetarla con dos dedos. El humo se filtraba entre la palma de mi mano y el olor abarcaba toda mi concentración. Del primer bocado le arranqué casi toda la carne y después de haber tragado el primer pedazo tras un minuto de degustación y de ojos en blanco, me percaté de que igual les daba reparo que la hubiese cogido con las manos. Miré alrededor de la fuente buscando unos cubiertos que no encontré, así que me encogí de hombros y seguí comiendo.

Ya quedaban pocas alitas y mi aliento echaba fuego, esta vez metafóricamente. Me relamí para poder contestar guardando un poco de elegancia.
- Entonces los de Texas tenéis buena puntería y buen aguante bebiendo.... ¿Qué posibilidades tiene una pobre Neoyorquina contra vosotros a una competición de dardos y bebercio? - sonreí de lado con cierta malicia, tragué la media jarra de cerveza que me quedaba dando un golpe sobre la mesa como punto y final con el culo de la misma. Les miré uno por uno a los ojos, parándome especialmente en los azulados ojos de la muchacha.
- ¿Hacemos una apuesta? Digo que puedo dejar en ridículo aquí a tus dos amigotes tanto a beber como a disparar. ¡Contigo no me atrevo, visto lo visto!- me encantaba salir de fiesta, siempre intentaba animar las cosas y el destello de su estrella me vino a los ojos de nuevo y volví a jugar con el papel que ella llevaba como si fuera suyo- No os ofendáis... es solo que me gustaría optar a ser la mano del sheriff esta noche - dije mientras hacía una reverencia haciendo que la coleta se me fuese hacia la frente por encima de la cabeza - Si la sheriff me lo permite, claro...- levanté el rostro con un giro de cuello que dejó el pelo en su sitio, y mi sonrisa ante la boca de ella-

¿Puntería? Tres años en el circo lanzando cuchillos, dardos, bolas... ¡Vivía rodeada de dianas por dios!
¿Bebercio? Bueno... ahí tendría que hacer un poco de trampas... Tenía muy muy bien aguante del alcohol por el metabolismo pero... Si la cosa se ponía fea podría quemar un poco de alcohol. Además a todo el mundo le gusta el numerito del dragón.

Me volví a erguir  y me puse frente a los chicos. Estiré mis brazos cruzándolos para darle a cada uno la mano opuesta a la posición en la que estaban, con intención de levantarles para empezar.

- ¿Y bien chicos? ¿Os vais a dejar intimidar por una chica de ciudad...? - si rechazaban la oferta tras ese tono juguetón podrían ser interrogados por la CIA sin consecuencias.

La noche se estaba poniendo interesante. El olor de la carne, la barbacoa, la cerveza y el sabor del tekila estaban acabando con cualquier brote de cansancio que hubiera podido acumular durante la feria. Ahora solo importaba pasarlo bien y conocer un poco mejor a esa chiquilla tan interesante como para usar un vestido de sirvienta de reclamo, y no tener reparo en admitir claramente para qué. Ella no lo hubiera hecho ni borracha, pero admitía que tenía cierto valor al embutirse en esa cosa, y luego dejar claro que se trataba de una faceta de vendedora. Muchos dirían que eso era una imagen engañosa o un embuste de un vendedor de poca monta, pero a la vaquera le parecía brillante, con lo cual no hizo sino acrecentar aún más el interés por ella. Por no decir que su producto era lo bastante bueno para venderse por sí solo.
En cuanto les plantaron la fuente de alitas, le faltó tiempo para echar mano a una, olerla con cuidado para intentar encontrar las especias que llevara y luego comerla, sin untar en la salsa. Para apreciar primero la textura de la carne, el rebozado, el punto de sal y esas cosas que distinguen la buena comida tejana de una bazofia de restaurante de comida rápida, hay que probarla con, cuantos menos mejunjes, mejor. La carne se deshizo en su boca, tierna por dentro, crujiente por fuera, y después de tragar haciendo un gesto con la cabeza de lado a lado, dando el visto bueno, lo probó con la salsa.

- Bueno, en mi tierra hay un dicho: “Si el vaquero que te ofrece una partida de cartas no tiene las dos manos por encima de la mesa, seguramente juegue con una baraja de más de cuatro ases.” - al decir aquello no pudo notarse más su acento tejano. Al fin y al cabo no era Sheriff por nada. La sugerencia de la apuesta la había hecho ella, y lo que sí apostaría la Sheriff era que la “desvalida” sirvienta tenía más de un as bajo la manga. -  Por otro lado, cómo lo consigas no es importante si demuestras que mereces ser la segunda mano del Sheriff esta noche, ¿No es cierto? - añadió dándole una firme palmada en el hombro, dedicándole media sonrisa.

Quizá sus chicos salieran escaldados, pero sería interesantísimo comprobar si era capaz de hacerse con ellos. Al fin y al cabo era un dos contra uno. El tono bastó para dejarles con ganas, pero ambos dirigieron una mirada a la vaquera, que les dedico una mirada con una ceja alzada y una media sonrisa durante un rato. Le gustaba que sus chicos la tuvieran en cuenta incluso en su tiempo libre. Eso significaba que la respetaban más allá del cargo, o de su trabajo. La respetaban como persona. Como la que los había llevado y se preocupaba por su bienestar.

- ¡No iréis a dejar que una noeyorquina se salga con la suya sin pelear por vuestro orgullo tejano! ¿verdad? - preguntó calzándose bien el sombrero. Luego cogió dos alitas y las metió en la boca de sus chicos. -Yo diré cuando es suficiente. Hasta entonces, vamos chicos, divertíos. - añadió guiñándoles un ojo.

Luego se acercó a Shash, pasando un brazo sobre sus hombros. Fue un gesto firme, a pesar de lo cual ya se podía entrever el cariño y la confianza que poco a poco iba adquiriendo para con ella.

- Apuesto por mis chicos Shash. Cien dólares a que te pueden. - añadió, haciendo que sus dos muchachos la miraran, con cierta seguridad. Empezaron a dirigirse a la zona de los dardos. La Sheriff se inclinó hacia ella para susurrarle- No sé qué te traerás entre manos, pero no seas muy dura con ellos. - dijo, con una sonrisa cómplice. ¿Quién sabe? Puede que fuesen los cien pavos mejor invertidos de la noche.

Era como escuchar a Wyatt Earp atrapado en el cuerpo de una joven de buen ver. Aunque tengo que reconocerlo... cada palabra era dulce melodía para mí. Me dediqué a dejar de pensar... y divertirme por una vez.

Todo fue risas y dejarse llevar hasta que el concepto "100 dólares" estalló en mis oídos.
Vamos a ver vamos a ver vamos a ver... Era una apuesta de coña y... 100 PAVAZOS!? Es decir...
Me pareció demasiado para estar conociéndonos y ...
Bueno, supongo que le habría ido bien en la feria.
Y además... ¿Qué coño? Una noche es una noche.

Estreché la mano de la sheriff tachando mi cara de incredulidad con un firme apretón de manos. El susurro que luego me dejó caer me subió la moral. Sacudí mis manos tas limpiarlas con una servilleta y me relamí las comisuras de los labios. Por suerte pillamos los dardos quedándose libres.

- ¿Lo hacemos por puntos o por número de dianas?- dije mirándoles a ambos, intercalando sus ojos.

-Me quedo con el estilo Robin Hood, las damas primero por favor - añadió uno de sus muchachos. Miré a los ojos del otro chico esperando confirmación y me cedió la línea de distancia con un gesto de brazo.

- Bien...- agarré los tres dardos rojos con la izquierda. Coloqué los pies  tras la línea y estreché la mirada en el centro redondo. Apunté un par de veces poniendo morritos inconscientemente. Y.... ¡LANCÉ!
El clack de la diana me partió la sonrisa. Le había dado a la mitad del 20 más cercana al centro.
-MIERDA- relájate... no es el mejor sitio para ser competitiva.
Escuché la risa sutil de uno de los muchachos.

Cállales la boca, Sash.
Llevaba todo el día con tacones y mi sensación era más alta. Cierra los ojos.. concéntrate. Tu sabes hacerlo. Mira alrededor de la diana, cuadra tu altura, busca tu centro de referencia con el pie apoyado. Apunta, apunta, apunta.... ¡¡¡DIANA!!!
Bien, repite, rápido.
¡DIANA!

Miré a los chicos con media sonrisa.
- La música me distrajo, os toca- recogí mis dardos y se los cedí.







---------------------------------

Te dejo a ti el resultado de tus chicos, me parece lo más justo!

Sus chicos jugaban al estilo tejano. Si se apostaba, se hacía bien. No es que los dardos fueran sus preferidos, obviamente donde hubiera un buen revólver, podían irse al infierno los dardos, las flechas, los tirachinas y cualquier otra cosa. A pesar de todo, la puntería es puntería, y cuando de niño de dedicas a tirar las latas del viejo Ulrich a base de pedradas, no hay duda que de mayor con un buen entrenamiento no estarás lejos de seguro disfrutando con ese tipo de entretenimiento, mas campero que la propia hierba.

Uno de sus chicos rió cuando ella se quedó a las puertas de hacer la primera diana, por otro lado, lo que la vaquera contempló fue a una mujer capaz de calcular, a la primera, la altura y la distancia a la que se encontraba su objetivo con una variación de dirección menor de tres centímetros. Es cierto que la distancia en los dardos no es mucha, pero aún así, un Sheriff tenía muy claro quién era un maestro en puntería cuando lo veía. Su brazo era firme, sus ojos fijos, la tensión de su cuerpo buscaba el equilibrio y el apoyo estable. Eso le hizo dibujar una sonrisa. La cosa se ponía interesante.

Primero tiró Luke, cogió los dardos, tras rechupetearse los dedos y limpiárselos en el pantalón vaquero, y luego apuntó con mucho cuidado.

- Un poco mas alto ese brazo, Luke. - dejó caer la vaquera, con un brazo apoyado en una mesa, mientras sus ojos quedaban ocultos tras la sombra del sombrero, dejando que la luz iluminara una sonrisa que la hacía ver misteriosa, pero decidida.

El chico la observó un momento, asintió y tiró sus tres dardos. Un veinte alto, Un veinte bajo, y una diana de 25. No habían especificado si esas entraban en juego, y ahora que sucedía era buen momento para aclararlo.

- ¿Todas las dianas valen por igual, o sólo jugáis con las de cincuenta puntos?- preguntó, cogiendo otra alita.

Una vez aclarado eso, fue el turno de Dean. El chico se posicionó, dejando ver de nuevo claras muestras, a ojos de la Sheriff, de ser maestro en puntería. La vaquera dedicó un resoplido y una media sonrisa al chico. Esperó, y él tiró sus tres dardos.

Un triple 20, diana de 50 y diana de 25.

- Dean era subcampeón junior estatal de tiro en Texas. - dijo la vaquera, al tiempo que Dean le cedía de nuevo los dardos a ella, con una sonrisa satisfecha.

Al fin y al cabo, un buen Sheriff se debe rodear de lo mejor.

El conflicto se planteó y se sobrellevó con una tranquilizadora normalidad.

- No hemos acordado nada antes, así que me parece justo que se cuenten- Dije sonriendo, y observé cómo los compañeros de la chica realmente atinaban y sabían lo que hacían.

Miré de arriba a abajo con una ceja levantada y media sonrisa al chico que destacó.

- Con que Dean… -

Sash… ¡HORA DE LUCIRSE JODER!

Agarré dos de los tres dardos y cavilé el peso que ambos juntos debían tener. Busqué la parte rugosa de cada dardo. Una la encajé entre el dedo índice y corazón y el otro entre el corazón y el anular con la punta hacia el puño. Me concentré, cerré los ojos y reflexioné hasta que la música dejó de sonar. ¡YA!

Alcé el puño dejando el codo al nivel de mi cabeza, abrí los ojos y en un movimiento descendente solté ambos dardos a la vez. Seguramente sólo las vistas más rápidas percibirían que la mano se giraba en última instancia para que los proyectiles no se separasen, y hacer de ese un tiro perfecto, que darían los dos de lleno en la diana.

Terminé y lancé el último dardo con rabia mientras una sonrisa aparecía en mis labios, siendo mordidos inevitablemente. Salté de alegría cuando vi el resultado. Recordé los cuchillos a gran distancia de la cara de mi ayudante, el sudor, los gritos del público, las pulsaciones….

-- ¡TOMA YAAAAAAAA!! JAJAJAJAJAJA ¡¡TRIIIIIPLE DIANA!!- no estábamos ahí para ser elegantes…. ¿no? – ¿Os parece que esta sea la segunda ronda de tres?- y de la adrenalina y la respiración acelerada, me terminé de dos tragos la cerveza que me quedaba, di un golpetazo en la mesa con el culo de la jarra al terminar y me senté mientras me metía una alita en la boca.

- Mnosh toca, chuerte! – sin parar de reír –

Sus chicos iban a pasarlo mal contra esa chica de ciudad. Al final resultaba que iba a llevarse una grata sorpresa, y tanto que se la llevó. Verla tirar era todo un espectáculo. En su segunda ronda, y sin duda para impresionar, porque cuando uno tiene dotes es bueno sacarlas a pasear cuando la ocasión lo merece, agarró dos dardos con una sola mano, manteniendo las puntas hacia dentro. En ese mismo momento, la vaquera entornó los ojos. No quería perderse lo que estaba a punto de ver, si es que la chica lo conseguía. Suspiró lentamente mientras la chica hacía un movimiento descendente, y en el último momento, hizo un giro de la mano que produjo que los dos dardos saliesen disparados contra la diana, juntos, clavándose en la diana.

La chica pegó un bote de alegría que casi parecía que le iba la vida, hasta que recordó que en realidad, lo que le iba eran cien dólares. Siempre había creído que las apuestas motivaban lo mejor y lo peor de la gente. De momento la chica se estaba esforzando por hacer emerger esa primera parte. Cuando llegó a su nivel, acabando la cerveza, la vaquera le recibió con una mueca y un asentimiento de cabeza.

- No está nada mal, vaquera.- dijo alzando una ceja, para luego sonreír de medio lado.

Luke dejó pasar su turno, de nuevo con una sola diana. Negó con la cabeza y recibió un asentimiento de apoyo por parte de la Sheriff. Dean recogió los dardos, y antes de continuar, dirigió una mirada a la chica, con una descarada sonrisa de medio lado. Algún día los coqueteos iban a costarle una buena paliza a ese chico. Tiró rápidamente sus tres dardos, acertando también las tres dianas. La Sheriff dio un taconazo en el suelo, se palmeó la pierna y dio un silbido, para encontrarse otra vez de cara a cara con Shash. La cosa no iba a ser regalada ni mucho menos.

- Bueno, bueno, bueno. Parece que todo se decide en la última ronda, ¿no es asi?- añadió, palmeando a su chico, que se acercó a tomar un trago de cerveza. - Os propongo otra cosa, ¿Qué tal muerte súbita?- preguntó al tiempo que le arrebataba a Dean los dardos de la mano, antes de que pudiera tendérselos a la pastelera.

Se plantó con sus pasos cadenciosos delante de la diana, para dejar un dardo clavado justo en el centro, y quedarse así con dos, que separó para tener uno en cada mano.

- Un dardo cada uno. Una diana ocupada. Al primero que falle, fuera. Fácil, interesante y rápido. ¿Qué os parece?- dijo la Sheriff, extendiendo ambas manos, una hacia cada concursante. A ver hasta qué punto quería Shasha esos cien pavos.

M-U-E-R-T-E-      S-Ú-B-I-T-A

En una competición a mis oídos era como ponerle el caramelo más delicioso en la cara al niño más goloso del colegio. Como mezclar vainilla y almendra, como fundir chocolate blanco sobre un pedazo de gofre glaseado. Como...

-- Un dardo cada uno. Una diana ocupada. Al primero que falle, fuera. Fácil, interesante y rápido. ¿Qué os parece?- y entonces el niño se come el caramelo.

Me levanté mientras me limpiaba con una servilleta los labios rojos de la salsa picante y sonreí a ambos chicos tras haberme pasado la lengua por los dientes para no dejar ningún regalito sorpresa a la vista.

- ¿Quién empieza? - y esta vez, fue su compañero el que le repitió la frase que me dijo el compañero... "Las damas primero"

De un par de palmadas sacudí las manos y para que la grasa no me la jugara, por si acaso terminé de usar mi servilleta. Agarré los dardos con la zurda, guardándome el mío en la diestra, y los ofrecí.

Ahora sólo estaba yo. Colocada en la posición adecuada, pies rectos, espalda estirada, cabeza arriba y ojos bien abiertos. Palpé la textura del dardo con los dedos índice y pulgar una vez más. Calma... tiene que serlo. Vamos... vamos...

Y casi me da un infarto.

De hecho tuve que avanzar un par de pasos para comprobar que estaba en la última fila de la diana, y no en la primera del número 1. No pude evitar llevarme una mano al pecho y respirar hondo. Me giré buscando consuelo, con los ojos abiertos y una mano en la cabeza. Me senté, o prácticamente dejé que me fallasen las piernas sobre la silla que había junto a la sheriff.

- Llego a irme en la primera ronda y dejo que me pegues un tiro...- empezaba a comprobar que efectivamente, el ambiente empezaba a alegrarse por el alcohol. Me llevé el puño al estómago e hice como que me daba un hipo. Desvié la cabeza, como para echar un eructo y así poder ocultar el ligero humo que salía de quemar el alcohol de mi estómago.

Primer tiro. Diana ¡EN EL JODIDO CENTRO!
Bien... bien jugado Sash.
Segundo tiro. ¡20! ¿Era un veinte? ¿No? Si... ¿No?

El rostro del muchacho lo dijo todo.  Y casi pego un bote de la silla, pero preferí levantarme educadamente , recoger mi dardo y volver a la posición inicial.
Esta es la mía. Piensa en las palabras que te ilustraron a hacer esto. Has lanzado cuchillos, esto era tu entrenamiento. Puedes con esto y con...
-CLACK-
¿He ... lanzado mientras pensaba con los ojos cerrados?
Y diana.
NO ME LO CREÍA.
Sonreí, por supuesto, con toda la naturalidad del mundo, y le dejé su sitio.

El chico se lo pensó. Se lo pensó... se lo pensó... y en el último momento pude ver cómo miraba a la rubia, a la diana, de nuevo a la rubia y por último a la diana.
Wow... ¿tanto le importaba impresionarla?
Los nervios y las dudas.. el disparar o no... Y una gota de sudor por su sien fueron su perdición.
Hizo el movimiento demasiado amplio y el dardo dio en el 3. Aunque por muy poco.

Ahora no pude evitar levantarme de un grito mientras saltaba.

- Parece que la chica de ciudad os ha dado una paliza ¿eh...? Me conformo con que me invitéis a una copa - dije volviendo a sentarme, invitándoles a ellos también con un gesto y mirando mi triste jarra de cerveza casi vacía.

Se generó una tensión entre los competidores que valía de sobra los cien pavos del premio. Mientras tanto el ayudante derrotado comía alguna alita de pollo picante mientras miraba con cierto celo la competición. La Sheriff repartió su dardo a cada contrincante, luego se apartó y permitió que todo siguiera su curso, regando su garganta con un trago refrescante mientras observaba atentamente. Ambos tenían una forma muy particular de apuntar, la de su chico la conocía, puesto que le había visto y había compartido con él las dianas en alguna ocasión, dándole consejos cuando cambiaba su arma habitual. Pero a Shash, una mujer a la que acababa de conocer, con quien había compartido un buen filete y que tenía pinta de chica de ciudad, pero disparaba como si fuera de campo, no la tenía tan controlada.

Eso era precisamente lo que quería evitar. Percibir su estilo, su gusto en los apoyos, incluso los tics sutiles que solía tener cada uno, morderse la lengua, entornar los ojos, echar hacia atrás la cabeza. todo delataba el tipo de tirador frente al que te encontrabas, lo cual, en un duelo, podía llegar a resultar crucial.

Finalmente, su corazonada no erró, y fue la urbanita quien batió en duelo a sus dos muchachos. Al acabar, el menor alzó la jarra con un grito, y la vaquera se acercó a ambos, dándoles una enérgica palmada en los hombros.

- Unas veces se gana, y otras se pierde. Buena competición. - les alentó.

Los chicos la miraron, agradecidos, pero un tanto humillados. Acto seguido volvió a sentarse frente a Shash, mientras apuraba su bebida, y luego dejaba el vaso con un gesto mucho más femenino de lo que cabía esperar de la mujer de campo que se apreciaba a primera vista. Deslizó el vaso para dejar la mesa libre y miró a la vencedora a los ojos con un gesto cómplice.

- Parece que te debo cien pavos. - murmuró con una sonrisa.

Con un ademán, encogiéndose de hombros, dirigió una mano a la parte trasera de su pantalón, sacó de uno de sus bolsillos un fajo doblado de billetes de cien, lo abrió frente a los atónitos ojos de los que pasaban por allí y sacó uno, tendiéndoselo a la repostera y estrechando su mano firmemente, en un gesto de enhorabuena. Sus chicos se sentaron y continuaron bebiendo, algo más animados por el carácter festivo que les envolvía.

- ¿Qué te parece? ¿Doble o nada?- dijo la Sheriff, sacando dos billetes más y poniéndolos encima de la mesa. - ¡Una botella de tekila!- grito la vaquera, atrayendo las miradas de los de la barra, y haciendo que se pusieran en marcha para obedecer la petición. Los billetes acabaron bajo la botella de alcohol, mientras se preparaban para afrontar el siguiente reto de la noche. La competición de beber.

El resto de la noche, fue un efluvio alcohólico para la mayoría. Sus chicos se levantaron con una tremenda resaca, y ella trescientos dólares más pobre, pero no lo cambiaría por la diversión que le había aportado esa noche, ni por el maravilloso contacto comercial que había echo con esa chica neoyorquina.