Lo roto no puede refundirse (Shawn) [06/06/2019]

Queens
Dúplex de la familia Stacy
10:00 am.

Había cambiado. Toda mi vida había cambiado, y aunque me tocase corresponder, yo pegué un volantazo que sólo hizo que mi vida se tambalease aún más. Desde hacía menos de dos meses había pasado por la muerte de mi padre, la horfandad total, la posesión de un demonio, el exorcismo de ese mismo demonio, el funeral de mi padre, conocer al capitán américa, conseguir la beca Kingpin, descubrir que Kingpin era un cabronazo.

Dos. Putos. Meses.

Si no me había matado era por la responsabilidad que sentía hacia Lorenzo, Edward y el cuerpo de policía en sus esfuerzos por salvarme. Y por toda la gente que me necesitaba. No podía volver a fallar. Nunca. A nadie…

Por eso me maté a entrenar, a pesar de que estaba comiendo como querría comer un niño de 3 años todos los días de su vida, entre pizzas, bandejas precocinadas, latas de conserva y deliverys. Eso no era un secreto si conseguías acceder a casa de los Stacy y echar un vistazo rápido. La limpieza y el higiene no estaban siendo mi punto fuerte esas semanas, eso también se notaba. Para ser francos la casa estaba hecha una puta vergüenza, mi padre se debía estar revolviendo en su tumba. Primero fue porque no quise mover nada que hubiese tocado mi padre. Su taza con un café a medio tomar en el comedor. Otra con otro café a medias en la cocina. El periódico del día anterior, el 14 de abril, sobre el sillón. Sus zapatillas de andar por casa sin recoger junto a la alfombra del salón, lo que indicaba que le habían llamado para una urgencia. Su urgencia. Le habían llamado para morir.

Recuperar la rutina me estaba costando mucho más de lo que pensaba y los mensajes insistentes de Shawn no mejoraban la situación. No pensaba contestarle... lo que no tenía claro era por qué no le había bloqueado aún.



Me desperté, estuve un par de horas con TikTok, Instagram y redes en general. No haciendo nada. Eso es lo único que podía hacer con la energía que tenía, nada. Llevaba desde hacía tres días la misma camiseta de los yankees que me cubrían hasta las rodillas, no me había peinado, ni siquiera llevaba puesta la diadema negra. El único cambio eran las puntas azules en el pelo y había sido sólo una excusa para no pensar en el mesaversario de su muerte. Llamaron a la puerta. ¿Amazon? No recuerdo haber pedido nada nuevo… -Por dios, que no sea otro policía que viene a darme el puto pésame porque te juro que- y abrí.

Ojalá hubiese sido otro policía.

Le miré. Tragué saliva.

Me petrifiqué.

Los segunderos de todos los relojes del mundo dejaron de avanzar.

Mi respiración se aceleró sin darme cuenta. Apreté el pomo bajo mis dedos, la mandíbula y el ceño. Las lágrimas brotaron sin permiso, escandalosas y rápidas.

- Qué coño haces aquí - mastiqué entre dientres mientras el flequillo ocultaba unos ojos inyectados en sangre. Si Shawn quería una oportunidad, tenía muy poco tiempo de aprovecharla.

Desde el exorcismo me había comprometido a vivir. Era un compromiso que pesaba más que ningún otro. Más de una vez había tenido el pensamiento de que lo más fácil hubiese sido rendirse ante Pereza. Pero no lo hice. Viví, porque se supone que quería vivir. Vivía para componer con Aidan, para tocar con las chicas, por el reencuentro del siete de Mayo… Vivía, pero a ratos. Y Shawn me había pillado en una de las peores rachas.

Vi como por toda respuesta deslizó la mano al final de un brazo ausente. Una punzada de culpabilidad me atravesó. Aparté la mirada de él. Prefería no enfrentarme a eso en ese momento… aunque no se me olvidaría jamás lo que hice. Aún escucho el crack por las noches, sabiendo que estoy sola en esta casa. En esta inmensa casa.

Aparté un par de lágrimas, aunque de nada sirvió. El labio me temblaba, no podía parar de llorar. No le había estado ignorando, no por estar furiosa, que lo estaba… Sino porque sabría que de tenerle delante no aguantaría mucho tiempo pidiéndole las explicaciones que merecía. Había una duda que no paraba de hacer eco en mi cabeza. ¿Había vuelto el simbionte con él? La paranoia por lo de mi padre me había hecho una auténtica experta en investigar sobre lo que putea a los simbiontes. Ultrasonidos, vibraciones, fuego y electricidad. Nunca se me olvidarían esas cuatro palabras jamás. Y nunca dejaría de buscar nuevas opciones.

El silencio se hizo eterno entre nosotros. Ninguno de los dos era capaz de mirar a los ojos al otro. - Dame un momento - Cerré la puerta. Intenté decirlo lo más seca posible, pero la voz me tembló al final.

No era así como me había imaginado este momento, nunca. Me imaginé recriminando todo lo ocurrido, envuelta en rabia. Me imaginé rompiendo a llorar derrumbada, débil y tonta, frente al responsable de la muerte de mi padre. Por eso evitaba este momento. Porque en el fondo no era capaz de imaginar lo que ocurriría.

Todos estos pensamientos me invadían mientras apartaba de enmedio basura diversa y abría las ventanas para ventilar. Tardé no más de un par de minutos para al menos tener sitio en el salón. La depresión ahogó la vergüenza de que viese el resto de la casa tal y como estaba. Además era probable que ya lo hubiese visto a través de la puerta. Me soné la nariz, me limpié las lágrimas y me puse unas mallas cortas negras bajo la camiseta de los yankees. Volví a la puerta, respiré hondo un par de veces y abrí la puerta, apartándome de su camino, apuntándole al salón.

Cerré detrás de él. Mi padre siempre decía que había que recibir a las visitas con algo de beber. A él no me salió ofrecerle nada. Tomé posición en mi sitio del sofá, en la esquina más cercana a la ventana. Vi que Shawn iba a sentarse al otro lado, dejando un sitio vacío en medio - Ahí no - Era el sitio de mi padre. Prefería tenerle más cerca a que ocupase su lugar. - Tienes cinco minutos… - Suspiré - Y deberías saber que lo único que me interesa saber es cómo se te descontroló Savage. Cómo lo perdiste y acabó fusionado con esa cosa. Cualquier otra cosa dudo mucho que te salve - No podía parar de ver el hueco donde debería estar su brazo. Debería disculparme… esto no era cuestión de guerras o quién había perdido más en esa batalla. Esto iba de aprovechar ese instante para los dos, de contener las ganas de abrazarle e intentar evitar contarle que lo que me ha mantenido con vida y en este mundo, era saber que él seguía vivo.

La situación era rarísima de cojones. Me había imaginado este reencuentro un millón de veces y aun así no era como me lo esperaba. Había una tensión muy extraña entre nosotros. Una mezcla de sentimientos demasiado agitados como para distinguir de dónde me venía cada cosa. Me senté en el sofá, notándole cerca. Su cuerpo siempre estaba más caliente que el mío. Respiré hondo, tenía el ceño fruncido sin darme cuenta.

Y le escuché.

Todo su lenguaje corporal gritaba culpa. No era como los tipos a los que interrogaba papá. Muchos de ellos sabían lo que hacían a la perfección. Parecían en algún punto confiados o al menos conscientes. Él estaba leyendo en voz alta una historia que le hacía sentirse incómodo de protagonizar. Empezó con una mujer. Arqueé una ceja inconsciente, no me jodas que había más…

Hasta que escuché el nombre de Raven. Una parte de mí la sintió como una hermana, y otra como una desconocida a la que apenas había tenido la ocasión de ver. Lo que sí había podido conocer era su poder. Lo había vivido de primera mano.

Reflexioné en silencio su historia notando cómo los ojos se me humedecían. Si dios concediera deseos, no llorar en ese momento hubiese sido uno de los primeros que hubiese pedido. Tragué saliva repasando la historia mentalmente. Shawn había pasado por lo mismo que yo exactamente, solo que con un demonio mucho más destructivo que Pereza. Después de eso, lo primero que hizo sin dudar fue asegurarse de que yo estuviese a salvo. Volver a enfrentarse a los demonios…para… recuperarme.

Mi mirada se dirigió al brazo ausente de Shawn y una puñalada de culpa y arrepentimiento se abrió paso entre mis costillas directo al corazón. Lo que hice…era lo que más me atormentaba. Cerré los ojos con fuerza y una lágrima cayó por la mejilla que escondí de él. Los ojos se ocultaron tras el telón rubio.

- Así que… Gula fue a por Savage… - procesé en voz alta. Y por lo visto había vuelto a su lado, pero mucho más controlado. Frente a mí no existía un asesino. No existía el hombre que debía ir a la cárcel por sus delitos. Sólo un chaval agotado y malherido volviendo con el rabo entre las piernas.

Se comportaba como si lo del brazo no hubiese ocurrido y la deuda fuese solo suya.

Eso terminó de hacerme mierda.

- Shawn yo… - Hablaba mirando hacia el sofá - No creo que pueda perdonar lo de mi padre… No a ti - corrí a aclarar - A Raven, o a Gula o… a quien…hiciese que Savage hiciese eso. Sé que hiciste todo lo posible y sé que tú tampoco buscabas esto… pero yo… - La voz se me empezó a quebrar y el labio me temblaba empezando a contraerse. No me quedaban motivos para seguir aferrándome a que la muerte de mi padre tenía un culpable a quien poder volcar toda la responsabilidad.

Levanté el rostro encharcado enseñando los dientes en un llanto descontrolado y me acerqué a él muy despacio hasta rodearle por el cuello y hundir mi rostro en su clavícula. Quise decirlo alto y claro pero se me escapó un hilo de voz - necesitaba que estuvieses vivo… - Su olor se repartió por todo mi cuerpo. Es lo único que seguía como siempre…

Consiguió reconfortarme, pero las imágenes volvían cada vez más vívidas.

Le apreté contra mí justo cuando mi cuerpo empezó a temblar. Perdí el control de la situación y me reduje a lo que me había convertido en esos meses. Una niña huérfana que acababa de perderlo todo. Grité sin quererlo.

-¡Lo siento Shawn! Yo… lo siento tanto…- hundí más mi cara en su cuello - Nunca quise hacerte daño… Nunca, nunca, nunca, jamás… te lo prometo… - una aspiración violenta delató a mis pulmones luchando por conseguir aire en el llanto - Fallé a todo el mundo… soy un fraude… Mi padre dijo que sabría dónde me necesita más el mundo… Y os fallé a todos…  te fallé a ti, fallé a mi… pa…dre.. - las pulsaciones y la respiración se aceleraron de forma descontrolada, me empezaron a hormiguear las manos y la cara y me agarraba a él desesperada como si fuese un bote salvavidas.

Todo mi mundo acababa de cambiar y los acontecimientos confirmaban lo que más miedo me daba en esta vida. Todos tenían razón sobre mí. No era mi lugar. Yo sólo era un peligro descontrolado. Una asesina. El nombre "spider-killer" resonó en el fondo de mi cabeza en bucle una y otra vez como un eco de mi universo.  

No sé cuánto tiempo pasó, pero recuerdo que fue el abrazo más largo de mi vida.

Nada existía más allá de nuestras siluetas. Recuerdo que el olor de Shawn me embriagó por completo y consiguió una sensación que tenía abandonada desde hacía mucho tiempo. El hogar. Esnifé su almizcle hasta quedarme sin respiración. Hasta que la ansiedad se enroscó como una serpiente de cascabel sobre mis costillas y mi garganta, haciendo que me comprimiese entre violentos temblores y que le apretase más de la cuenta. No caí en que podía hacerle daño.

Delante de mí pasaban imágenes de un futuro que nunca sería posible. De la mesa de comedor con mi padre y Shawn desayunando juntos. De la casa que en algún momento tendríamos juntos. Tener que cuidar a mi padre cuando fuese mayor, juntarnos con su madre en navidad, nuestra vida como pareja… Todo aquello se había roto en mil pedazos y no podía recoger ni el polvo de los reflejos de aquellos sueños. Algo que en algún momento di por hecho, ahora parecía estar al otro lado del universo, tal vez incluso fuera de él. Mis ojos se llenaban con la ausencia que mi padre había dejado en casa y mi corazón latía con el silencio de haber perdido a los dos hombres más importantes para mí en todo el nuevo mundo.

El dolor de lo que podría haber sido atravesaba cada poro de mi piel.

.-¿Perdona?- dijo simplemente. Yo me separé, asustada de haber podido ofenderle con mi arrebato. Me pidió que le mirara y así lo hicieron mis cansados ojos rojos desbordados. Empecé a negar con la cabeza en cuanto empezó su discurso, pero por respeto, lo mínimo que podía ofrecerle después de haberle arrancado un brazo, escuché conteniendo en la garganta la tristeza que me asfixiaba. - No Shawn, tú no… tú eres una víctima, yo… debí haber estado… debí… debí… - la respiración no me permitió seguir hablando. Dijo que era fuerte, valiente, su motivo para seguir… Y entonces un puñado de palabras hicieron por atravesarme desde sus labios hasta el centro de mi ser - Eres mi héroe Gwen Stacy, y eso nunca va a cambiar -

El mundo se congeló para mí mientras esas palabras se repetían en un eco cada vez más suave dentro de mi cabeza. Esas palabras lucharon contra todo lo que había esforzado por creerme en los últimos días. Y toda mi vida. Que no era una asesina, que no había fallado, que el traje que tanto pesaba me correspondía, que era buena, que lo merecía… que ese era mi lugar.

Yo… el héroe de alguien…

¿Has oído eso, Papá…?

Negué con la cabeza y mi rostro se contrajo en un gesto de dolor. Empecé a llorar desconsolada y descontrolada. Necesitaba agradecerle tanto, disculparme por tanto y arreglar tanto… que de lo único de lo que fui capaz fue de lanzarme sobre él a horcajadas contra el respaldo del sofá y rodear su cuerpo mientras mi hipo se manifestaba con impulsos. Balbuceé un montón de cosas indescifrables hasta que finalmente me rendí a la tristeza y simplemente le abracé. Sentí que nuestras tristezas se encontraron entre nosotros, fusionándose en una sola. Sentí cómo por un instante el mundo podía darnos algo de tregua. Una casilla de retorno  a unas semanas atrás, a todo lo que nos había pasado, aunque en el fondo supiese que no era así.

Al cabo de un rato, mi respiración se relajó, volvió a galopar a un ritmo acelerado pero humanamente saludable. Suspiré, forzando una respiración honda. Separé el rostro, despacio y mis manos fueron a acariciar sus mejillas. Seguía sobre él, mirándole desde una ligera posición superior, con todo el amor que sabía que ya no podríamos llevar a cabo por todo lo acontecido. Me moría de ganas por besarle, por fingir que todo estaba bien y que podríamos con esto y con más, como pareja… Pero la realidad era diferente. Yo no podría verle del mismo modo y tampoco podría permitir que él siguiese amando a  una mujer que le arrancó el brazo. Que le falló. Que no había estado ahí para él. Que le había atacado y malherido. Una mujer que había estado a punto de convertirse en su asesina.

Mi error le había costado un brazo y casi la vida. Y eso no podría perdonármelo jamás. No volvería a ser digna de su amor nunca… Pero sí podía prometerle estar siempre ahí para él. Me necesitase cuando y como me necesitase. Mi teléfono no volvería a ausentar una respuesta si era él quien me llamaba.

Apoyé la frente con la suya. Las palabras nunca fueron mi fuerte - Shawn…  No creo que pueda… que podamos… volver a estar juntos, pero… podemos… puedo… prometerte que no volveremos a separarnos -

Una última lágrima salió desde mi pómulo para desprenderse y caer sobre su mejilla.

Le miré a los ojos.

Pero no hablé.

Te quiero, Shawn.

No sé cuánto tiempo pude estar así… aferrada a él, con la vaga sensación de que eso sanaría mis heridas y las suyas. Pero ni él iba a recuperar su brazo ni yo iba a recuperar a mi padre. Así que, por lo menos, podríamos llorar juntos hasta cansarnos y caer dormidos.

El tiempo pasó y la noche se apoderó de Nueva York. Ya no entraba tanta luz como antes y el tráfico estaba más tranquilo (dentro de lo que esta ciudad puede permitirse). Respiré hondo y empecé a separarme poco a poco con un gesto más de alivio y tranquilidad que de la tristeza y rabia desoladoras con las que había cargado contra él. Mi mirada se fijó en la suya. Siempre la había tenido preciosa…

Luego bajó a su pecho, a su brazo, y alargué los míos para rodearle desde la distancia. Tal vez.. me había precipitado. Tal vez podíamos estar juntos a pesar de todo y superar este terrible revés, juntos…
Me separé y pude notar que nuestros alientos se mezclaban.

Pero justo entonces una sensación extraña invadió la punta de mis dedos y se repartió rápido, tomando posesión de mi rostro en pequeñas filigranas que sobresalían de las sienes y los pómulos. - ¿Shawn…? - Agaché la vista y me miré las manos, que deberían estar desnudas, cubiertas con un semi-fluido que se movía con completa libertad. - ¿¡SHAWN!? - El sentido arácnido me TALADRABA la cabeza como nunca antes - No.. no no NONO NONONONONO! - trataba de meter los dedos entre mi piel y el simbionte pero era imposible y completamente inútil. Me desgarraba mechones de la cara que volvían a unirse pasados ese instante. - ¿¡SHAWN, Que hago…?! - En ese instante los dos estábamos conectados a través del simbionte y los dos pudimos escuchar su voz.

“Este sí…. Este cuerpo es mío…”

Poco a poco la masa siguió su camino hasta invadirme por completo y dediqué una última mirada a Shawn, dejando que el terror la atravesase.


La fusión con el simbionte fue ambigua y algo extraña. Primero sentía cómo mis células dejaban de llevar mi sello genético. Se transformaban y remodelaban en algo más nuevo, más potente, completamente indolente. Por un segundo la cabeza la llenaba su voz y no los cientos de pensamientos depresivos que me habían acompañado y tras acomodarse a mi cuerpo, un persistente silencio en mi mente.

Suspiré aliviada, sin quererlo.

Pero súbitamente recordé por qué Shawn tenía ese simbionte consigo, y lo que eso suponía para él. Aún con esa cosa encima, pudo ver mi pavor. - NO! SHAWN.. TU… TÚ…!!! - No podía morir… no por ese error de cálculo tan tonto.. era… ¡No podía haberlo visto venir! ¿¡Cómo iba a prepararme para eso!?

Rasgué todo lo que pude el tejido de mí, sin cortarme absolutamente nada en la fuerza empleada y aun así todo fue inútil. Di un salto hacia atrás para separarme de él y agarrándome con fuerza del pecho estiré hasta que mis brazos temblaron, aguanté cuanto pude… era inútil…
-No… ¡JODER! - Lo intentaba. Una, y otra, y otra, y otra vez. Recuerdo que en uno de esos intentos, desgarré parte de la piel de mi brazo. No podía parar de llorar y mis ojos pedían perdón a Shawn, haciéndome responsable. - Lo siento…yo no… - Tranquila rubita, él ya sabe cómo funciona… -