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Omega Universe - Foro de Rol de Marvel y DC
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Tema: [Kink] Los cazadores eternos (Bullseye) 8th Septiembre 2021, 20:29
02 de Mayo, 2019 00.58 de la Noche Castillo de Hohenzollern Stuttgart
Hacía ya meses que cierto asunto se había convertido en una preocupación recurrente. Había comenzado con algunas informaciones vagas y apenas fiables, que tras ser investigadas a fondo, nos habían llevado de forma invariable hasta callejones sin salida. No había forma de negar que los sucesos estaban relacionados de alguna manera entre sí y cuanto más tiempo pasaba más se enfriaban las pocas pistas que teníamos. Cuando ya estábamos a punto de perder toda esperanza, una pequeño atisbo nos dejaba ver que lo que fuera que estaban persiguiendo continuaba llevándose a cabo, pero nunca con suficientes evidencias como para poder seguir una línea de investigación.
A causa de los cientos de tragedias y problemas generados por la colisión, mis contactos habían empezado a menguar de forma alarmante. Sobretodo me preocupaba la posibilidad de haber perdido todo lo que estos años había trabajado muy duro para conseguir. Introducirme entre las filas de Hydra. Me había costado años llegar a generar la oportunidad de hacerlo, y a pesar de todo, sólo había sido capaz de insertarme en unas pocas células terroristas que habían sido desarticuladas, o habían culminado sus planes porque se trataba de escuadrones kamikazes. Muchos llevaban un lavado de cerebro tan severo que no tenían problema alguno en aceptar las misiones suicidas que les planteaban delante, siempre y cuando se enarbolara una causa delante de sus ojos de fanático. Se me acababan los medios, las pistas que seguir y también el tiempo. Si no hacía algo pronto iba a perder los últimos rescoldos que me quedaran y acabaría como al principio.
La perspectiva de fracasar en algo en lo que había invertido tanto tiempo, esfuerzo y riesgo me carcomía por dentro. Estaba en mi despacho, contemplando el reloj pasar de la una de la mañana, después de haber optado por levantarme a hacer algo útil después de que el insomnio me impidiera cualquier posibilidad de descansar. Repasaba unos cuantos informes escritos en clave, que parecerían inofensivos a la gran mayoría. Cuestiones de contabilidad, localización del castillo, sistemas de calderas. En realidad, todo lo necesario para rememorar antiguas misiones, objetivos, y personas de interés se escondía entre esas palabras, en un código que sólo unos pocos podríamos entender.
Me considero una persona racional. Me considero analítica. Aún así fuí incapaz de hacer que una extraña sensación horrible se me enroscara en el estómago. Como la corazonada de que algo saldría mal.
Con un repentino sonido, el pomo de mi puerta comenzó a intentar girar sin éxito. Observé la puerta, sin percatarme de que estaba aguantando la respiración durante un instante.
"Sieglinde ábreme."
La voz de mi hermano resonó en mi cabeza a través de la puerta. Pestañeé varias veces, como si me costara recordar que era un ser en tres dimensiones capaz de levantarme a abrir la puerta. Tragué saliva.
"Traigo noticias. No van a gustarte." esas valoraciones absolutas que Björn solía hacer me irritaban. En parte porque casi siempre me sacaban de quicio tanto como eran acertadas. "Uno de nuestros objetivos vigilados ha sido encarcelado y puesto bajo supervisión."
La puerta de mi despacho se abrió, permitiendo que el lánguido cuerpo de mi hermano acceder al interior.
- ¿Dónde está? ¿Lo has localizado? Tal vez podamos organizar un encuentro con alguna identidad en activo. - repasé en mi mente, buscando alguna que pudiera permitirme usar.
"Pasó a disposición de máxima seguridad el día uno."
- ¿Y cuál es el problema?- devolví a mi hermano una intensa mirada incrédula.
"Que estaba bajo custodia cuando ha vuelto a pasar."
[---]
04 de Mayo, 2019 08.00 de la Mañana La Balsa, Isla Ryker Nueva York
Había determinados sitios donde era mejor no presentarse sin explicación. Salvo que fuera un caso de extrema urgencia en ese tipo de misiones uno siempre debe llevar bien cubierta su salida, pero mucho más su entrada. Si hubiera aparecido de la nada, cualquier persona que trabajara en una cárcel de máxima seguridad habría sospechado y con razón, por mucho papeleo que sustentara mi presencia allí. Encontrar los permisos era complicado, pero no cuando eres capaz de hacer creer a varias comisarías y servicios de seguridad de diferentes estados que ese agente que estuvo de paso está en activo en otro lugar. Björn era capaz de dotarnos de todo el papeleo necesario, así como de las identificaciones que hicieran falta. Yo disponía de tan sólo dos días para refrescar los detalles del caso, llevar documentación que fuese acorde a la situación y rescatar a la agente Débora Mahoney del lugar de mi mente en el que había sido puesta en suspensión. No podía dedicarme a utilizarla sin tener en cuenta los cambios del paso del tiempo. Su pelo fue recortado y su modo de vestir se había vuelto mas elegante y práctico, ahora destilaba una madurez que la convertía en alguien mucho mas distinguido que años atrás, cuando habíamos decidido sacarla del servicio activo.
Tras llegar a la isla en el Ferry de seguridad, un escolta me acompañó hasta la puerta custodiada de la prisión que llamaban "la balsa". Esta era un centro de aislamiento submarino, donde los mayores y mas aborrecibles criminales pasaban condena cuando ni en la peor de las cárceles podían manejarlos. Allí es a donde había ido a parar uno de nuestros principales sospechosos. Al traspasar sus límites, el olor a humedad rancia impactó en mis fosas nasales. No iría a mejor. Eso seguro. Pasamos el control de seguridad, donde revisaron todos y cada uno de mis objetos personales. Pidieron la placa, identificación, permisos. Después me indicaron los métodos de seguridad para proceder. Todo sucedería a través de una celda con un enorme cristal triple blindado. El prisionero a interrogar había sido sedado para su traslado, de manera que cuando llegara él ya estaría allí. Las prohibiciones eran sencillas, y las repitieron tres veces de un modo que casi parecía insultante. No acercarse al cristal. No tocar, mover, desactivar o alterar las cámaras de seguridad bajo ningún concepto. No proporcionarle al preso ningún tipo de material en absoluto, por inocuo que pudiera parecer. Utilizar el interfono de seguridad una vez hubiera terminado o si necesitaba asistencia, y pulsar el botón de emergencia en caso de cualquier posible suceso anormal o que pudiera suponer un peligro tanto para el preso como para mí.
Al descender por aquellos pasillos lúgubres aún se escuchaban gritos, amenazas, y obscenidades que se gritaban contra la policía, el gobierno, el estado, o personas concretas que desconocían que tenían una espada de Damocles sobre sus cabezas, colocada por quienes respiraban ese aire viciado que no hacía mas que empeorar a medida que descendíamos. Lo único que podían hacer era rezar porque aquellos barrotes fueran lo bastante gruesos para contenerlos.
En la puerta, dos inmensos hombres armados hasta los dientes franqueaban la estancia en la que mi reunión había sido acordada. Franqueé el umbral, que cerraron de inmediato con una puerta blindada que se cerró tras de mi con toda la pesadez de sus enormes seguros chirriando a mi espalda.
Había hecho una búsqueda exhaustiva del hombre al que iba a conocer. Björn había trabajado hasta el cansancio en conseguir cada uno de los posibles informes que hubieran hecho sobre él, incluidas portadas de periódicos, cartas donde se le mentara, incluso panegíricos fúnebres que en su día habían anunciado su muerte. Tras absorber toda esa información, había volcado todo mi conocimiento de juego psicológico en ese primer encuentro que para mi, al menos, esperaba que fuese crucial.
La mujer que avanzó hacia la celda tenía un aspecto sencillo y apenas destacable salvo por algun detalle puntual. Los tirantes sobre el suéter de cuello alto parecían poco más que un excéntrico atrevimiento. Transmitía una sensación elegante en su modo de moverse, pero dotado de cierta fragilidad asociada a lo femenino, como si en su fuero mas interno fuese incapaz de superar cierto recato o timidez. No parecía medir mas del metro setenta y cinco, y eso que llevaba tacones altos. Un aspecto inofensivo. Uno que un natural depredador habría sido capaz de asociar en seguida con una posible presa fácil. Había dos detalles más, sin embargo, que hacían enmarcar su rostro dotándolo de cierto enigmatismo. El primero, sus iris tenían un castaño tan intenso que parecía desprender brillos rojizos cuando la luz se posaba en ellos. El segundo estaba relacionado con cómo su pelo corto y negro azabache coronaba los lóbulos de sus orejas, en los que portaba tal vez la única pieza de joyería que llevaba. Unos pendientes dorados, con una particular forma cuadrada que recordaban a ...
Lo había estudiado todo sobre él. Todo lo que estaba disponible. Conocía su hoja de cargos, su perfil criminal, su comportamiento obsesivo con Elektra, sus continuas peleas con Daredevil. Pensaba que en una primera impresión, sería capaz de captar su atención. No lo bastante aburrida para que me considerara una chupatintas con la que no mereciera la pena perder su tiempo. No lo bastante destacable como para que tuviera una necesidad de combatir o competir conmigo. Un equilibrio muy frágil que, si no mantenía mi mente lo bastante fría como para no caer en provocaciones absurdas, me impediría guiar la conversación hacia donde me interesaba.
Me detuve frente a la celda, observando al individuo al que me disponía a interrogar.
Pronto descubriríamos si mi esfuerzo y el de Björn daría sus frutos.
- ¿Lester?- pregunté manipulando mi voz lo que pude para sonar como alguien cálido y próximo que hacía todo lo que estaba en su mano para parecer profesional. - ¿Lester Benjamin Poindexter?
Casi como algo mecánico, pude escuchar en mi cabeza el típico chasquido con que empezaban la cuenta del tiempo los cronómetros que se usaban en los torneos de ajedrez.
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Tema: Re: [Kink] Los cazadores eternos (Bullseye) 27th Septiembre 2021, 00:40
No era la primera vez ni sería la última que Bullseye pisaba una cárcel. Para él no significaban nada más que un pequeño bache en el camino, un lugar de paso al que llegaba después de alguna misión fallida (por lo general contra el capullo de Rojo, que era el único que conseguía metérsele bajo la piel de vez en cuando) y del que podía salir con la misma facilidad cuando se lo proponía. Le alegraba comprobar que los muy panolis habían aprendido a tomarle en serio. Era fácil infravalorar a alguien que en apariencia no tenía poderes, pero había invertido una buena cantidad de tiempo en demostrarles lo mucho que se equivocaban al pensar así, y finalmente parecía haber calado. Habían tenido que morir muchos guardias para comprender que no bastaba con encerrarle como si fuera un preso común. Ahora le tenían en una de las prisiones de máxima seguridad de S.H.I.E.L.D., destinadas a albergar a supervillanos con poderes, y, no contentos con eso, le habían asegurado con camisa de fuerza, cadenas y una máscara de acero para cubrir su boca, una medida extra adquirida después de haberle visto matar a varios guardias con píldoras, dientes o cualquier otra cosa que pudiera sostener entre sus incisivos.
Un preso ordinario se habría mostrado preocupado ante la dificultad añadida, pero en su caso suponía un incentivo para su ego, y no le preocupaba en lo más mínimo porque sabía que la cárcel nunca era algo definitivo para los hombres como él. Después de todo, las habilidades por las que se había hecho famoso eran de la clase que interesaba a los más poderosos, y siempre habría un Kingpin, o un Norman Osborn dispuestos a pagar lo que hiciera falta para poder utilizarle. Bullseye sabía que para ellos no era más que un arma bien engrasada, eficiente y mortal, pero no le importaba porque así era como él mismo se consideraba: un arma que siempre estaba dispuesta y feliz de poder hacer su trabajo. Así que, lo único que tenía que hacer sería esperar...
Y no se equivocaba, porque no llevaba ni un día en la prisión cuando enviaron a buscarle para llevarle a una de las celdas especiales destinadas a las entrevistas con visitantes del exterior. Alguien quería verle, por supuesto, no podía ser de otra forma. Un talento como el suyo siempre era algo que causaba interés. El único interrogante sería por parte de quién...
La celda a la que le llevaron tenía un panel de cristal irrompible que le separaba del exterior, con diminutos agujeros situados en localizaciones estratégicas que permitirían el paso de la voz para una conversación, y aunque le quitaron el bozal, las cadenas y la camisa de fuerza, dejándole sólo una amplia camisola blanca para cubrirse, le pusieron unos pesados grilletes de adamantium que no le inmovilizaban únicamente las muñecas sino el antebrazo entero, impidiéndole realizar el movimiento de lanzamiento que constituía su seña de identidad y su más mortífero don.
Bullseye esperó con paciencia y una innegable curiosidad a conocer a la persona que habían enviado a hablar con él. ¿Sería Wesley? Quizás el gordo quería saber cómo había terminado en una cárcel de S.H.I.E.L.D. Digamos que su pequeña aventura con La Mano había sido algo privado de lo que no había informado a nadie, porque sus asuntos pendientes con Elektra no eran del interés de nadie más, ni siquiera del jefe, y era posible que se preguntase por qué no se había presentado aquella mañana. No tenía muchas esperanzas, no obstante, porque el gordo nunca se había preocupado por intentar sacarle de la cárcel las veces anteriores, bajo la premisa de que si no era capaz de salir por sus propios medios significaba que no era digno de trabajar para él. Bullseye podía respetar esa forma de pensar. Se había pasado la vida demostrándole a todo el mundo que era el mejor, empezando por el malnacido de su padre, y ya lo había adquirido como una pauta. No tenía el menor inconveniente en continuar demostrándoselo a Fisk las veces que hiciera falta si con eso conseguía conservar esa brizna de respeto que tanto se retenía en prodigar.
Con todo, habría esperado antes mil veces encontrarse con la familiar figura del atildado ayudante de Fisk que con la de la mujer que acudió a su encuentro. Tuvo que parpadear varias veces para constatar lo que estaba viendo, e incluso dirigió su mirada al pasillo para cerciorarse de que la chica no se había perdido. Parecía más una oficinista o una empresaria que alguien que pudiera tener algo que tratar con él. Habría resultado insultante de no ser tan... divertido...
Cuando se detuvo ante el cristal se recreó en las sinuosas formas de su cuerpo sin cortarse ni un ápice, empezando por los zapatos de tacón, las elegantes piernas, las curvas de las caderas, los pechos, perfectamente enmarcados por los tirantes, y...
Su mirada se oscureció peligrosamente al llegar a su rostro y percibir el brillo de los pendientes bajo la luz trémula del pasillo, un brillo que había visto destellar cientos de veces bajo la luna, acompañando la silueta de un cuerpo que había llegado a grabar a fuego en su mente y con el que soñaba por las noches. Los complementos de inspiración geométrica por lo general eran indicativos de una personalidad sencilla, sobria y elegante. Lo sabía... claro que lo sabía. Había estudiado todo sobre Elektra, la única de sus víctimas que había regresado de entre los muertos. La que una vez fue capaz de quitarle el trabajo. La que era considerada por todos, incluido Kingpin, como mejor que él.
Sabía cuáles eran su peso y medidas exactas, cuáles habían sido sus notas en el instituto, a qué edad había besado a su primer chico. Sabía, por una foto enmarcada en uno de los pasillos de su colegio, que había llevado ortodoncia durante un breve tiempo en su adolescencia temprana. Sabía que su pulso en reposo era de 49 latidos por minuto, que su comida favorita era pan de ajo y aceitunas, que su pierna izquierda era 0,6 centímetros más corta que la derecha, que su visión era perfecta y que su tiempo de reacción era tan excelente como su coordinación mano-ojo. Sabía otras cosas también, como que era propensa a la melancolía, o que no había querido tomarse el valium que le ofrecieron tras la muerte de su padre. La había observado incluso mientras dormía, era así como sabía que solía murmurar el nombre de Matt Murdock en sueños... Le habría resultado sencillo matarla entonces, sí, pero... ¿dónde habría estado la gracia? ¿Dónde el reto? No... Elektra no merecía que la mataran así, indefensa como un animal herido. No merecía lo que le había hecho el bastardo de Cédric. Elektra merecía más, mucho más. Merecía morir en una batalla digna... Y, si Cédric no la había arruinado por completo, quizá podría proporcionársela más adelante...
Una nueva cita con la mujer de sus sueños.
Su inesperada visitante pronunció su nombre, un nombre que había llegado a aborrecer, y entonces reparó en que había apoyado las manos inadvertidamente en el cristal, como si quisiera alcanzarla.
- Bullseye. Poindexter no es más que un alias que he utilizado alguna vez. Uno de tantos -la corrigió, ladeando la cabeza para observarla bien, con una inquietante sonrisa en el rostro-. Tienes unos ojos muy bonitos -musitó, deslizando suavemente las manos por el cristal mientras se imaginaba cómo sería atravesarle aquellos bonitos ojos con dos pequeñas dagas. Cómo sería su expresión de horror al contemplar las puntas afiladas un instante antes de que penetraran hasta el cerebro atravesando los iris con precisión milimétrica... El pensamiento le provocó un escalofrío de placer. La miró como miraría un lobo a su presa antes de devorarla-. Y dime, preciosidad... ¿qué podría querer una dulce chica como tú de un hombre grande y malvado como yo?
Como el lobo antes de devorar a Caperucita.
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Tema: Re: [Kink] Los cazadores eternos (Bullseye) 14th Mayo 2022, 00:34
Cuando nuestras miradas se encontraron, pude percibir como mi cuerpo se tensaba a pesar de mi ejercicio constante de autocontrol. Estaba encadenado con adamantium, de manera que era imposible que sus brazos se movieran. No había nada en el interior que pudiera usar para atacarme y el cristal que nos separaba era blindado en su máxima condensación. Sus custodios insistieron mucho en explicar todas y cada una de las instrucciones necesarias para la visita, así como las precauciones que habían tomado. Incluso a través de las múltiples medidas de seguridad que nos separaban fui capaz de apreciar la sensación de peligrosidad que desprendía. Era intoxicante. Como lo era el aire viciado de ese agujero que se atrevían a llamar cárcel o la visceral alerta que causa la sensación de que te observan. Había algo en sus ojos y en esa sonrisa demente.
Que la gente me observara no me preocupaba en absoluto. Mi ilusión me aportaba la seguridad de una barrera infranqueable, que hasta la fecha, tan sólo una persona había sido capaz de sobrepasar, y había sido por pura circunstancia excepcional. Eclipse se disolvió en mi mente. Ahora mismo no podía permitirme distracciones.
No me consideraba alguien impresionable. No era el primer asesino que veía. Ni el primer loco.
Tampoco sería el último.
Sin embargo, el modo en que ese hombre me contemplaba me produjo una sensación helada que me caló los huesos. No me era ajena la mirada de los hombres y mujeres en cuanto a fantasear se refería. No me gustaban ese tipo de expresiones. Me atormentaban. Si podía las esquivaba a toda costa, salvo cuando alguna labor o misión me obligaba a exponerme a ellas pese a mi severo disgusto. Pero no se trataba de eso. No era deseo, ni siquiera sexual. No al menos como lo habría entendido cualquier persona cuerda.
Sus ojos no me anhelaban. Me amenazaban con un extraño apetito voraz.
Había estado en presencia de violadores y otros agresores sexuales antes. El modo en que parecían querer consumirte era muy diferente. Babeaban, desencajaban sus ojos, y se desesperaban en un esfuerzo por tocarte como fuera. El apoyaba las manos en ese cristal haciéndome saber que eso sí lo quería. De un modo retorcido y enfermizo.
La sensación real que tuve es que de habérselo permitido, me habría hecho trizas con sus propias manos, y después, habría vuelto a colocar cada pedazo en su sitio, como quien arma un siniestro puzle para el que sólo un psicópata podría encontrar sentido.
- ¿Prefiere que me dirija a usted como Bullseye?- pregunté articulando las palabras lo mejor que pude para asociarlas a la personalidad que quería transmitir. Por toda respuesta, recibí un cumplido perturbador. -...- responder o no era una cuestión de apenas dos o tres segundos. Una parte de mi quería normalizar su aportación con una manera directa y seca de atajarlo. “Gracias” habría bastado para continuar como si se hubiera tratado de algo que hubiera hecho por pura costumbre o educación. Lo descarté de inmediato. Otra opción podría haber sido forzar un sonrojo en aquellas mejillas, si supiera que para él el sexo era un motivador natural, pero no era el caso. Descartado. En esas circunstancias, el silencio se convirtió en la mejor opción. Delataba una naturaleza mucho más franca y humana, susceptible al fallo. A quedarse en blanco y dudar de cuál debía ser su siguiente movimiento, que él atajó, esta vez con una intervención mucho más directa. Permitiéndole la ilusión de control con la que ganaría seguridad sobre sí mismo.
- Soy la detective Deborah Mahoney. - me presenté, haciendo que la personalidad de mi tapadera recobrara de nuevo su fuerza, tratando de imponer una sensación de seguridad adquirida en la ficticia agente de policía, como si el hecho de utilizar un diálogo conocido para ella la devolviera al objetivo de su visita. - He venido porque acorde a su registro se le han imputado varios casos de asesinato, todos ellos utilizando armas diversas. Sin embargo, hay una cosa en común en todos los casos y es que todos los asesinatos se llevaron a cabo haciendo uso de la puntería. Esa es su especialidad. ¿correcto? - hice una pausa premeditada, antes de continuar, permitiéndome valorar su respuesta.- Se le considera uno de los mejores tiradores del mundo...¿Es eso cierto? - ahí estaba. Una sutil provocación. Tan ligera como para que cualquiera comprendiera que podía tratarse de un mero error.
No bullseye. No el mejor tirador del mundo. Aquel que se esforzaba por ser conocido entre los bajos fondos de ese modo tan específico y desmedido para inflamar su ego. Su respuesta podía dictaminar uno de los márgenes de nuestra conversación, del que no debía salir si quería que siguiera cooperando.
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Tema: Re: [Kink] Los cazadores eternos (Bullseye) 11th Junio 2022, 20:39
Suspiró, ligeramente decepcionado ante la pregunta. Había esperado alguna clase de reto, pero parecía que la mujer no era demasiado inteligente.
- Sí, eso he dicho -repitió, como si se estuviera dirigiendo a alguien con una discapacidad intelectual. Estaba empezando a perder el interés antes de haberlo llegado a adquirir de verdad-. Mira la marca de mi frente, chica. Quizá te de una pista.
Al menos había conseguido afectarla con su falso piropo de la manera que pretendía. Cuando Bullseye decía esa clase de cosas nunca era para intentar ligar o seducir, sino para generar un malestar y una incomodidad en la otra persona que le hiciera cometer alguna clase de equivocación. A menudo un desliz era todo cuanto él necesitaba para encontrar un hueco en la defensa del contrario, o algo que pudiera utilizar para darle la vuelta a la situación en su favor. Aún era pronto para que la mujer cometiera algún fallo, pero la manera en la que se había quedado callada, su vacilación... Indicaba que podía llegar a atravesar su coraza. Era bueno saber que aún era capaz de obrar su magia.
"Deborah Mahoney". Grabó a fuego ése nombre en su mente para investigarlo en cuanto tuviera la ocasión. Nunca se sabía qué información podía resultar valiosa y cuál no, así que no solía descartar nada alegremente.
- He venido porque acorde a su registro se le han imputado varios casos de asesinato, todos ellos utilizando armas diversas. Sin embargo, hay una cosa en común en todos los casos y es que todos los asesinatos se llevaron a cabo haciendo uso de la puntería. Esa es su especialidad. ¿correcto?
Negó con la cabeza y sus ojos se iluminaron con pasión.
- No se trata de algo tan básico. Yo soy un artista. Decir que mi especialidad es la puntería sería como decir que la especialidad de Picasso es usar el pincel. Las muertes que llevo a cabo son siempre lienzos perfectos, y cada arma que utilizo es un pincel. Pura... belleza...
Con la siguiente pregunta, Solaris alcanzó su objetivo, dando en la diana con la misma precisión que el afamado asesino que ante ella se encontraba. Pudo notar cómo sus palabras ejercían el efecto deseado, de la misma manera que él había pretendido hacer con ella antes, en la manera en la que sus ojos se entrecerraron sutilmente, y cómo el brillo de la pasión por su trabajo se oscurecía hasta formar un nubarrón amenazador.
- No, me temo que sus fuentes están equivocadas y debería revisarlas, mi querida señora... -musitó, en un susurro intimidante-. No soy "uno" de los mejores tiradores del mundo. Esa posición le pertenece sólo a segundones y perdedores. Yo soy el mejor en lo que hago, ¿entiende? En todo lo que hago...
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Tema: Re: [Kink] Los cazadores eternos (Bullseye) 15th Junio 2022, 02:03
Resulta increíble como una persona privada de libertad es, a pesar de su sometimiento, capaz de articular de ese modo una sensación de poder sobre quienes estaban asegurados al otro lado de los barrotes. Aunque en ese caso, el cristal transmitía una sensación de proximidad que era natural que impusiera a quienes se encontraran con un preso de la categoría de Bullseye al otro lado. Era algo común en los enfermos mentales, los perturbados, los asesinos a sangre fría o los mercenarios. Si llegabas a conseguir hablar con ellos no era si no tras haber removido cielo y tierra. Además de todas las medidas de seguridad, que bastarían para impresionar a un agente novato, había que blindar la mente y dominar el cuerpo lo suficiente para no dejar que el juego psicológico te obligara a dar un paso en falso. Aquello tenía muchas formas. Desde sentirse tan seguro como para cometer una temeridad, hasta pronunciar un nombre inadecuado en el momento preciso.
La problemática de la situación se agravaba al considerar que la persona puesta bajo custodia lo era de manera circunstancial. Muchos gobiernos habrían pagado para incluir a ese hombre ente sus filas o sus servicios secretos. Los informes mostraban unos rangos de infalibilidad que no parecían alcanzables por un ser humano. Incluso para un mutante o conocedor de las artes místicas, habría sido un verdadero logro. Uno que él estaba dispuesto a exponer al mejor postor y que quienes entraban en esa categoría estaban más que encantados de pagar. La diferencia entre la mayoría de ellos y algunos agentes elegidos por el gobierno era tan simple como el lado de las rejas en el que estaban ubicados. Esa era la cruenta realidad del mundo en que vivíamos.
- Interesante comparativa. Dígame... ¿Cómo a Picasso, también le interesa más el proceso que el producto acabado? - pregunté, dejando que su analogía me dejara entrever algo más de él. - ¿O se refiere tal vez al concepto mas allá de la ejecución? - incluí un premeditado doble sentido. Ejecución era a su vez símil de realización y muerte. Tal vez eso suponía para él un mano a mano, un concepto indivisible el uno del otro. Había dejado claro que para él el asesinato resultaba también en su realización como ser humano, por degradante, retorcido, enfermizo y repulsivo que me resultara el concepto, era capaz de racionalizarlo. De comprender porqué un psicópata lo asimilaría como tal. Traté de rememorar durante unos segundos alguna de las múltiples cosas que conocía del pintor. Algún elemento que me permitiera transmitir la sensación de que Deborah Mahoney se trataba de una mujer culta, a la que le gustaba referenciar a quienes consideraba dignos. Picasso podría ser uno de ellos, y tal vez ese pensamiento llevara al asesino a pensar que si hablaba lo suficiente para demostrar su inteligencia, merecería un hueco en la mente de aquella policía a la que se podía impresionar con palabras. - "El arte consiste en eliminar lo innecesario."- pronuncié al fin, dejando que la frase se asentara entre ambos, seguida de un silencio denso, que no parecía tener prisa por romper.
La provocación surtió algo más que el efecto deseado. De verdad pareció cosquillear el interior de aquel psicópata narcisista y orgulloso.
- Puede que lo fuera... - conjugar en pasado era una muestra delicada de precipitación, propia de quien de repente se ve en una posición privilegiada. Una accidentada arrogancia habitual en la lucha por el control, que en realidad, no contaba con llevar a cabo. La intención no era otra que provocarle lo suficiente para considerar que mi acercamiento era en ocasiones torpe y burdo. Un equilibrio entre fuerza y fragilidad. Lo suficiente para reponerme cuando fuese necesario, no lo bastante para ser capaz de eclipsarlo. Mi objetivo estaba claro. Debía subestimarme lo bastante para confiarse e interesarle lo bastante como para que deseara impresionarme. Como la lucha de un pescador contra un gigante de río, todo se reduciría a una cuestión de resistencia. No podría enrrollar todo el sedal de golpe, ni pensaba dejarlo escapar, pero lo más importante, es que en todo momento debía tener presente que para Bullseye, yo era el pez. - pero será difícil para usted mantener esa fama tras ese cristal blindado, mientras otros se aseguran de rivalizar con su nombre lo bastante para ganarse el suyo propio. - con delicadeza, retiré mis ojos de él mientras rebuscaba entre los pocos documentos que se me había permitido introducir en el interior de aquel habitáculo blindado. Todos ellos revisados con cuidado. Clips, grapas, pinzas... todo prohibido. Poniendo cuidado, apenas abrí la carpeta, manteniéndola en un ligero ángulo agudo, sujetando ambas secciones sujetas con un agarre entre el índice y el pulgar, y el anular y el meñique. Con la otra mano, saqué un pequeño taco de fotografías. - A menos que nos hayamos precipitado en atribuir la autoría del siguiente acontecimiento a la persona equivocada. Dígame... ¿Tiene esto su firma? - el gesto de la agente de policía se endureció a propósito al mostrar desde la distancia la primera fotografía, en un intento por ocultar un interiorizado disgusto que no llegó a disimular del todo.
Ahí le brindaba la oportunidad de recuperar el control sobre mí. Estaba a una distancia suficiente para que la fotografía pudiera verse, aunque no con claridad. Casi todos los psicópatas disfrutaban del voyeurismo morboso. Incluso si no habían sido partícipes de los sucesos. Era un comportamiento común, que tal vez Bullseye compartiera. En caso de pedir que me acercara, lo haría mostrando en todo momento un matiz de reticencia, siempre con cuidado de mantener la distancia impuesta. No quería que me echaran antes de haber conseguido al menos la información necesaria para descartarle por completo como sospechoso, aunque las pruebas resultaban de por sí bastante convincentes.
Las fotografías mostraban una serie de cadáveres. En todos ellos había orificio de entrada. Frente, ojos, cabeza, cuello. Quien lo hubiera hecho, también mostraba una puntería fuera de lo común. Pero lo más preocupante de todo, era el hecho de saber que aquellos disparos se habían ejecutado desde una distancia superior a la que las armas preparadas para disparar esos calibres podía alcanzar. Un verdadero misterio que era incapaz de explicar... a menos que la persona de la que estuvieran hablando pudiera obrar proezas tales como las que se exponían una tras otra en el historial del hombre que tenía frente a mí.
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Tema: Re: [Kink] Los cazadores eternos (Bullseye) 23rd Julio 2022, 17:10
No había mueble alguno en aquél ridículo cubículo, así que el asesino se apoyó relajadamente en la pared que había tras su espalda, disminuyendo la tensión creada al aumentar la separación con la mujer.
- Lo más importante siempre es terminar el trabajo, claro. Un trabajo llevado a buen término de manera profesional y eficiente constituye los cimientos de una prestigiosa reputación, y, en éste negocio, la reputación lo es todo. Quien no tiene reputación, no tiene trabajo, eso es así. Ya puedes ser un artista en el proceso que si no hay resultados a la gente no le interesa contratarte, comprensiblemente. Sin embargo, no por ello hay que descuidar el proceso. El diablo está en los detalles, cariño -empezó a acercarse nuevamente al cristal, despacio, a medida que su discurso se volvía más apasionado-. Cuando un buen asesino se entrega a su trabajo se genera un momento íntimo entre el cazador y su presa... Entre el artista y su lienzo.
Un escalofrío de placer le recorrió la columna vertebral al rememorar lo que había experimentado al tener el cuerpo agonizante de Elektra entre sus brazos, viendo cómo la luz se escapaba de sus ojos, sintiendo el calor de su sangre fluir por sus dedos. Para él era una sensación más placentera incluso que el sexo. Bastante parecido, de hecho.
- Juntos, escriben una sinfonía única, hermosa... y húmeda... -sus dedos volvieron a tocar el cristal mientras su mirada azul ahondaba con intensidad en los bonitos ojos castaño rojizos de la mujer, y Sieglinde pudo imaginarlos perfectamente dejando un rastro de sangre por el cristal al moverse. Finalmente, los volvió a apartar y se volvió, como perdiendo nuevamente el interés-. Esa frase de Picasso es discutible. Lo normal es aburrido. Cualquiera puede coger un arma y dispararla. Yo sólo acepto contratos para personas que me inspiran, de una manera u otra. Sólo utilizo herramientas convencionales cuando la víctima es tan insulsa que no me evoca nada o porque las circunstancias me obligan a recurrir a medios mundanos para terminar exitosamente el trabajo. Porque yo siempre termino el trabajo... de una manera u otra, y esa es mi firma real, lo que el cliente sabe cuando me contrata. Si es capaz de pagarlo, claro. La calidad y la eficacia se pagan.
Había habido excepciones, claro. Pero los números hablaban por sí mismos y nadie que echase un vistazo a su expediente podría cuestionar por un sólo segundo su destreza o su capacidad... ¿Verdad?
- ...pero será difícil para usted mantener esa fama tras ese cristal blindado, mientras otros se aseguran de rivalizar con su nombre lo bastante para ganarse el suyo propio.
Se detuvo en seco, y, aunque seguía de espaldas a Sieglinde, la mutante fue capaz de discernir cómo sus músculos se tensaban bajo la sencilla prenda blanca. Había acertado justo en el blanco, y es que ya le había ocurrido antes. La primera vez que Daredevil le había metido en la cárcel había sido lo suficientemente estúpido como para pensar que Kingpin le sacaría. Se creía tan único, tan invaluable, que no se le había pasado por la cabeza la posibilidad de que el gordo pudiera no necesitarle. Que podría encontrar a alguien tan bueno como él. Mejor que él.
Sus labios se tensaron hasta formar una fina línea en su rostro. Recordó la humillación y la indignación que había experimentado cuando Castle le había contado en prisión que Kingpin nunca le sacaría porque le había sustituido por otro asesino. Tras comprender que nadie acudiría en su ayuda, se había escapado él mismo, en un espectáculo que había salido en todas las televisiones, porque lo había hecho en directo en el transcurso de una entrevista. Qué podía decir... siempre había tenido debilidad por las cámaras. Después, había investigado hasta descubrir la identidad de la persona que había tenido la osadía de ocupar su lugar con el gordo y se había llevado una grata sorpresa al descubrir que se trataba de una mujer preciosa... Y jodidamente buena. La había observado, la había espiado, había analizado sus movimientos. Era muy, muy buena... Le jodía admitirlo, pero era mejor que él. Un reto maravilloso y excitante. Aquella noche había ganado la pelea porque ella no le conocía, y no estaba al tanto de sus habilidades. Lo que era capaz de hacer. El enfrentamiento se había mantenido bastante igualado hasta que él había utilizado su as en la manga... O en la bota, para el caso. Ella no se lo había visto venir. No había podido anticipar que podría cortarle el cuello con una carta de póker. Lo demás... lo demás había sido...
Cerró los ojos, evocando de nuevo aquél momento. Su perfume, la calidez de su cuerpo, el olor de la sangre, la expresión de dolor y dulce abandono de su rostro... Y, por encima de todo, la recompensa inesperada que había encontrado al averiguar de quién había sido amante... Oh, la cara que se le había quedado al bueno de Mattie cuando ella había muerto entre sus brazos había sido incluso más gratificante que acabar con su competencia.
En aquella ocasión había conseguido arreglarlo, recuperar su legítimo lugar con el gordo, pero el asesino sabía que Kingpin no esperaba a nada ni nadie, y que cada minuto que pasaba lejos de él aumentaba el riesgo de que otro ocupara su lugar, mientras no estuviera ahí para impedirlo. Con la excepción de Elektra, no había nadie mejor que él. Nadie. Pero no podía demostrarlo mientras estuviera allí encerrado, ¿verdad? Aquél mundo era cruel e implacable. No esperaba a nadie.
- A menos que nos hayamos precipitado en atribuir la autoría del siguiente acontecimiento a la persona equivocada. Dígame... ¿Tiene esto su firma?
Se dio la vuelta y volvió a acercarse lentamente al cristal, permaneciendo a cierta distancia. No necesitaba que le acercara las imágenes. Su vista era tan buena como la de un águila. Si la mujer fuera otra quizás habría intentado engañarla para que le metiera las fotografías por la rendija de la comida. Podía hacer maravillas con aquel taco de cartulinas. Pero en el breve tiempo que había durado la conversación ya había intuido que era, como mínimo, lo suficientemente inteligente como para no caer en un truco tan burdo, así que no merecía la pena intentarlo.
- Esas muertes no son mías -manifestó al primer vistazo-. Son muertes tan aburridas como la persona que las ha provocado. Déjame que te diga lo que se puede deducir del asesino. Alguien que mata siempre desde tanta distancia es alguien que prefiere ir a lo seguro. Alguien que no quiere que le pillen, que no será detectado a menos que él lo quiera así. La clase de persona que viaja contigo en el metro sin que seas capaz de recordar en qué parada se subió, o en cual se bajó. La clase de persona que no señalarías en una línea de reconocimiento policial porque no hay nada en ella que la haga reseñable y jamás repararías en su existencia. Alguien tan insulso como mayonesa sobre pan blanco. La clase de persona que podría acercarse lo suficiente como para matarte porque ni siquiera repararías en su existencia.
Torció el gesto en una incontenible mueca de disgusto. Al asesino le enfermaba que alguien pudiera escoger semejante estilo de vida. ¿Dónde estaba el estilo? ¿El teatro? ¿El maldito reconocimiento? Mucha gente había ridiculizado su elección de atuendo a lo largo de los años, pero lo que aquella gente no entendía era que el traje que usaba tenía una razón de ser. Él, precisamente, de entre todos los criminales, no deseaba pasar inadvertido. Su traje era su seña de identidad, la manera de dejar clara la autoría de sus muertes. Reconocimiento. Era lo único que él deseaba. De todas formas, mal que le pesara, tenía que admitir que aquél modus operandi funcionaba. Llevaba a cabo el trabajo a la perfección. Por mucho que le molestara reconocerlo, aquél tipo era...
- Un profesional -admitió con una mueca antes de mirar a la mujer con un brillo divertido en la mirada-. Buena suerte encontrándolo. Quiero decir... está claro que es la clase de persona que uno nunca podría encontrar sin ayuda. Si al menos conocieras el mundillo como yo, supieras moverte por los bajos fondos como yo... Con los contactos adecuados, tal vez... Quizá con alguien que tuviera acceso a la Liga de Asesinos... Pero no lo tienes... ¿verdad?
Se dio la vuelta con un encogimiento de hombros, de manera que a Sieglinde le fue imposible ver la sonrisa que le cruzó todo el rostro. Tenía que salir de allí, y, con un poco de suerte, quizá ella fuese su llave.
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Tema: Re: [Kink] Los cazadores eternos (Bullseye) 20th Agosto 2022, 21:36
El silencio se extendió lo que me parecieron horas. Una parte de mi comenzó a temer la posibilidad de que mi estamento resultara demasiado provocativo incluso para él y hubiera acabado por recortar su paciencia lo suficiente como para negarse a mantener la conversación. Puede que fuese el modo en que el asesino se ponía a la defensiva, si notaba que su ego era atacado de una manera tan flagrante. Castigos de silencio. No sería el primero ni el último. Mis ojos se entrecerraron con una expresión sibilina, deseando encontrar el modo de desentrañar la complicada psique de ese hombre retorcido y de temperamento imprevisible, que parecía perdido en sus pensamientos en algún lugar lejos de allí.
Ahora que parecía preparado para soltarse, mi precipitación lo había arruinado todo.
"Joder... Como hago que vuelva." me maldije, tratando de repasar todas las técnicas manipulativas, de interrogatorio, de presión mental y tortura psicológica que conocía, a ver si conseguía encontrar una que me facilitara introducirle de nuevo en una dinámica que parecía a punto de hacerse añicos, si volvía a dar un golpe en falso.
Cuando estaba a punto de abrir los labios, Bullseye se adelantó.
Entonces me di cuenta de que los pulmones habían comenzado a darme leves pinchazos, de la tensión había estado conteniendo la respiración hasta que había vuelto a encararme, permitiéndome escuchar de nuevo su voz grave cargada de superioridad. Tuve que esforzarme en dejar escapar el aliento de manera lenta y continuada, y me preocupé de concentrar mi inhalación en la zona diafragmática procurando con ello que el control de la respiración me ayudara a calmarme.
El enfrentamiento iba a continuar.
Es difícil explicar la brutal sensación de certeza que me transmitió cuando renegó la autoría de las muertes. Para mi absoluta sorpresa, le creí sin miramiento. Parecía tan obcecado en demostrar sobre todo lo demás que era excepcional que cualquier cosa que no casara con ese estilo de vida degenerado que había elegido ni siquiera parecía atraer su atención lo más mínimo. Estaba empezando a entender que estaba frente a un psicópata que sin lugar a dudas tenía además una línea de pensamiento viciosa y enfermiza, sobresaliente para peor incluso entre los de su clase.
Mantener la compostura, la apariencia física, el lenguaje corporal, el tono de voz, la cabeza fría y al asesino en la fina línea de la negociación estaba empezando a convertirse en una tarea tan ardua que sólo Sísifo sería capaz de entenderla.
Pero no por nada me habían apodado tras mi madre. No pensaba parar, después de haber llegado hasta aquí.
No era una cuestión de poder, si no de DEBER.
Tragué saliva antes de construir la frase en mi mente a toda prisa, y poder articularla con la fluidez que habría tenido una conversación casual.
- Comprendo. - murmuré, tras su negativa. Lo más difícil cuando se hacían ese tipo de incursiones era mantener la farsa de la normalidad. Hacer que la persona ficticia que uno impostaba fuese creíble, dentro de la supuesta cotidianidad que vivía.
Deborah Mahoney... ella se sentiría decepcionada. Como si acabara de perder un rastro que esperaba de corazón que le llevara a la resolución de algo que no había hecho más que complicarse. Algo con lo que era capaz de empatizar quien se escondía tras su máscara. Por eso me esmeré en que una ligera mueca de disgusto se mostrara en forma de ceño fruncido, antes de continuar escuchando la perorata siguiente de porqué el asesino era aburrido. Mi gesto volvió a suavizarse, aunque no pasaría desapercibido para un hombre tan observador como Lester. Su propuesta fue tan descarada como su sonrisa, salvo que esta última parecía encontrar su sustento en el evidente poso de frustracion que ahora teníamos en común Deborah y yo.
- La liga de asesinos. - pestañeé con lentitud y una suave sonrisaagradecida se posó en mis labios, mientras mi atípica mirada cálida confrontaba sus fríos y calculadores ojos azules, como dos estacas de hielo. - No olvidaré esa referencia. - añadí, permitiéndome incluso hacer una leve inclinación de cabeza, como si fuera gratificación suficiente por ese indicador por el que empezar a buscar. Con eso, reconduje de nuevo el interés de la conversación, que distaba mucho de una negociación con aquel perturbado. - Antes de marcharme...- cosa que no sucedería tan pronto, pero que dibujaría una imaginaria línea que indicaba un límite en esa conversación, con lo cual aumentaría la sensación de urgencia sobre él, invitándole a explayarse mientras le fuera posible. - No quiero que crea que le tengo por un simple o por un aburrido. En estos casos hay más de lo que se pueda percibir a simple vista. No pensé en usted sólo por la mera puntería. - dejé que el enigmatismo flotara entre nosotros, mientras me tomaba un instante para guardar las fotografías en la carpeta. - Si bien, como dice, utiliza armas tradicionales, es su modo de usarlas lo que le convierte en excepcional. - si hubiera tenido la oportunidad estaba convencida de que me habría arrancado la tráquea por atreverme a usar esa palabra en lo que, si bien consideraba un profesional, su orgullo era incapaz de aceptar como alguien que pudiera rivalizar con el famoso Bullseye. - Tal vez le sorprenda comprender cuál es la clave que ha hecho recaer las sospechas en usted. La idea de una técnica capaz de romper las barreras de lo que está dentro de los límites que podríamos considerar humanos. - abracé la carpeta con la mano, dejándola reposar al costado, sobre la cadera, alzando el rostro con suavidad. - Todas las armas utilizadas en estos asesinatos son incapaces de recorrer la distancia desde la que fueron disparadas sin perder trayectoria de tiro. Las balas ni siquiera debían haber llegado a sus objetivos. - guardé un instante de silencio, antes de relajar el rostro de nuevo. - Parece que no es el único ahí fuera capaz de superar toda expectativa.
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Tema: Re: [Kink] Los cazadores eternos (Bullseye) 26th Agosto 2022, 00:27
Bullseye dejó escapar el aire en una risilla de suficiencia, realmente divertido ante la arrogancia de la detective. Se pensaba que era ella la que estaba llevando las riendas de la conversación, cuando el mero pensamiento de que una chiquilla novata pudiera controlar a alguien como él resultaba desternillante. Si aquella pipiola pensaba que iba realmente a conseguir acceder a uno de los gremios más privados del submundo ella sola sin terminar con un agujero en la frente, estaba lista. Si algo tenía Bullseye, era tiempo. Podía perfectamente esperar hasta que volviera arrastrándose, y, entonces, serían sus condiciones.
- Antes de marcharme...
Bueno, parecía que iba a ser antes de lo que pensaba.
- No quiero que crea que le tengo por un simple o por un aburrido. En estos casos hay más de lo que se pueda percibir a simple vista. No pensé en usted sólo por la mera puntería.
- Preciosa... -esbozó una maliciosa sonrisa-, te aseguro que soy más que simple puntería, y si me dejaras entrar en tu cama comprobarías que no tengo nada de aburrido.
Rara vez decía aquella clase de obscenidades en serio. Es decir... no es que realmente fuera a hacerle ascos a una mujer como aquella si se le acercara en un bar, pero por lo general las mujeres y el sexo no solían ser una de sus motivaciones. No. Bullseye utilizaba ese tipo de comentarios como un arma más, y resultaban tan afilados y certeros como cualquiera de sus dagas. Tenía más que comprobado que diciendo cosas como aquella, sus objetivos tendían a ponerse nerviosos, se alteraban y dejaban de pensar con claridad, por lo que era mucho más probable que cometieran alguna equivocación. También era mucho más probable que se volvieran considerablemente más violentos, lo cual incrementaba el peligro y el riesgo en un enfrentamiento, que era otra de las cosas que le excitaban, y había más posibilidades de que no se contuvieran al golpearle. Bullseye no quería que se contuvieran, aunque hasta ahora lo único que había conseguido era que Castle le pegara un par de tiros en las manos.
Pffff. Muy mal tenía que ir el mundo si uno no podía contar ni siquiera con el Castigador para volarle la cabeza.
Pero entonces la mujer siguió hablando, y todas las ganas de bromear se le fueron apagando gradualmente.
Primero, utilizó el término "excepcional" para referirse a aquél pobre remedo de asesino, pero lo que dijo después fue mucho peor. Mucho, mucho peor.
- Todas las armas utilizadas en estos asesinatos son incapaces de recorrer la distancia desde la que fueron disparadas sin perder trayectoria de tiro. Las balas ni siquiera debían haber llegado a sus objetivos.
No. No podía ser. Él era el único capaz de hacer tal cosa. No había nadie en el mundo que tuviera esa capacidad. Era una de sus señas de identidad, lo que hacía que todo el mundo pudiera reconocer una de sus obras. Era lo que le hacía...
-...capaz de superar toda expectativa.
Y, tras decir ésto, se dio la vuelta para marcharse.
- ¡No! -gritó, y sus manos encadenadas golpearon el cristal antibalas con violencia inusitada, fuera de sí-. ¡Espera!
Tenía el rostro desencajado. No podía ser... No podía permitir que hubiera por ahí fuera alguien mínimamente capaz de rivalizar con él. Kingpin ya le había sustituido una vez, y sabía que no tendría reparos en hacerlo de nuevo.
- Espera -repitió cuando la mujer se volvió para mirarle. Intentaba parecer más calmado, pero sus manos temblaban ligeramente de ira contenida tras el cristal-. Déjame ayudarte. Puedo ayudarte, de verdad. Sóla sólo conseguirás que te peguen un tiro. No mentía cuando te dije que sé por qué círculos moverme. Cómo conseguir la información. Escúchame... puedo llevarte directamente hasta él -aseguró, y, por primera vez en toda la conversación, la falsa detective pudo notar por la expresión desesperada de sus ojos que estaba siendo sincero-. Sé dónde buscar, dónde ir. Pero sólo podrás acceder conmigo. Al lugar donde pienso llevarte no puede acceder cualquiera, ¿comprendes? Ponme uno de esos collares para perros que tanto os gustan, encadéname, lo que sea que te haga sentir segura, pero sácame de aquí y te conduciré directamente hasta él. Pero no pienso decir nada, dulzura. El trato es ése. Sácame y tendrás a tu hombre. De lo contrario, no tendrás nada. ¿Qué me dices?
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Tema: Re: [Kink] Los cazadores eternos (Bullseye) 5th Febrero 2023, 23:59
Esa porquería de comentarios me enfermaban. Sabía que los hacía con el objetivo de enervarme. Para mi propia vergüenza, estaba consiguiendo su objetivo. A pesar de que la detective Deborah Mahoney se mantenía calmada y no parecía darle valor a esas provocaciones, yo estaba haciendo el mayor de mis esfuerzos porque ninguno de mis gestos se transmitiera a mi fachada. Bajo aquel rostro sereno, mi expresión se arrugó de absoluto disgusto. Era repugnante. Sentía que cada vez que insinuaba todas esas obscenidades o me lanzaba sin miramiento burdas proposiciones de índole sexual, mi estómago se atenazaba y con el último consiguió que se despertara la náusea. No sería capaz de razonar si tenía que seguir obviando aquellas interacciones repulsivas. Decirle que se detuviera sólo resultaría contraproducente por completo. Habría sido dejarle disponer de un recurso que le daba una evidente ventaja que no estaba dispuesta a concederle en absoluto.
Tras dejarle caer una provocación en respuesta, con la que esperaba una reacción visceral que me permitiera acceder al terreno más emocional de un hombre que había demostrado en toda su carrera que uno de los principales pilares para él era su reputación, que ahora gracias a mi información estaba viendo amenazada, conseguí una respuesta que distaba mucho de la que creí que obtendría.
La combinación de dejarle caer la amenaza, mas la precipitación de mi salida, que no puedo decir que se sustentara por completo en un movimiento estudiado, ya que la parte mas física de mí deseaba poner distancia entre Bullseye y yo, revolvió el asunto de su disposición.
No sólo se mostró fuera de sí cuando vió que se le escapaba la oportunidad de saber más de ese improvisado adversario que parecía a punto de ocupar la larga e inconfundible sombra que había labrado en su gremio, si no que se mostró colaborador en cuanto a ofrecerme su ayuda.
Con un precio a pagar que, en ese momento, se me antojó intolerable.
Me giré con el rostro cargado de una nueva serenidad autoritaria. Los ojos rojizos de la detective se clavaron en él como ascuas, contemplando, casi incrédula, las palabras que le había dedicado. Todo aquello estaba grabado en vídeo, a través de las cámaras de seguridad. Para alguien con los escríupulos necesarios se consideraría un acuerdo verbal. Sin embargo, estaba demasiado alterado. Necesitaba que el asunto reposara, para poder contemplar las variables. Los requisitos. Los sacrificios. Las repercusiones. No era algo que pudiera decidir con brevedad.
Lo que sí podía, era darle un motivo para cansarse.
- ¿Un asesino a cambio de la posibilidad de que se escape usted, Bullseye? - por primera vez el rostro de la mujer pareció capaz de permearse de una expresión diferente. Aquella media sonrisa pareció por completo un mecanismo de defensa. Una reacción que habría tenido cualquiera al que le planteaban la idea más disparatada del mundo. El rostro de la detective se ensombreció, lleno de una determinación que parecía inamovible. - Ni con un millón de collares. Él seguirá suelto... pero usted no saldrá de aquí. - quería enfurecerlo. Quería llevarle al extremo de su ira. Que creyera que escapaba entre sus dedos. Hacerle comprender que, por su parte, la negociación no era una opción. Llamé a la puerta, obviando sus gritos, donde un escolta me acompañó de nuevo hacia la salida de la sección de seguridad.
Tras recuperar mis enseres personales, exigí una reunión con el alcaide. Me mantuvieron a la espera en uno de los despachos, donde me permití tomar una botella de agua mientras mi mente maquinaba a toda velocidad. Tras varios minutos, me decidí a contactar con la única persona que podría darme una opinión pura objetiva.
Llamé al teléfono a través de la línea segura, y la voz de mi hermano Björn sonó al otro lado, llenándome de una tranquilidad que sólo él podía llegar a transmitirme. Siempre cubriendo mis pasos. Mi eterno vigilante. No dí seña alguna que pudiera desvelar que no estuviera hablando con un superior, o con alguien a quien Deborah Mahoney hubiera debido dar un reporte. Las claves del lenguaje ambiguo estaban ya tan arraigadas en nuestra labor, que de no haber sido una imposibilidad científica que mi hermano habría señalado sin dudar, habría dicho que estaban grabadas en nuestro ADN.
- Necesito conseguir los permisos necesarios para una salida. - fuí capaz de interpretar la respiración silenciosa al otro lado de la línea.
- ¿Cuánto tiempo?
- A la mayor brevedad. Dispongo de un segmento de vídeo en el que da su consentimiento. Espero que no me lleve mas de dos o tres días. - no era lo que había pretendido, pero la MKL tenía planes de contingencia para estos cambios. Las reuniones serían asignadas entre el resto de representantes. Se alegaría ausencia por un viaje ineludible.
- ¿Estarás segura con el seguimiento?
- Si señor. Entiendo. Ustedes dispondrán del medio para revertirlo. - parecía aceptar órdenes, mientras en realidad, estaba dándolas. Afrontar esas situaciones requería de una exquisita sutileza que había trabajado durante toda mi vida.
Después de tres horas y media de espera, el Alcaide entró por la puerta, con la expresión desencajada. Ya habría recibido las notificaciones pertinentes, obtenidas con las impecables habilidades de mi hermano. Para él cualquier cosa relativa al fallo en ese tipo de tareas administrativas podía considerarse inexistente. La mayoría de los errores se habrían atribuído a deslices del funcionariado. Jamás habían detectado ni una sóla de sus falsifiaciones.
- ¿Está preparada? - tras unos segundos asentí con la cabeza, y le acompañé, de nuevo de vuelta al descenso de aquel agujero sin fin.
- Estoy segura de que mis superiores les habrán dado las indicaciones necesarias para configurar el dispositivo.
- Desde luego, Detective Mahoney.- se sentía amedrentado por la inmediatez con que había dispuesto todo. Ahora, consideraba que alguien poderoso debía tener intereses en la resolución del caso que me había llevado hasta allí. Podría sacar buen provecho a eso. Cualquier cosa que me permitiera afrontar la tarea titánica que estaba encarando.
A partir de ese momento, comenzaba un reto que no estaba segura de poder afrontar, pero que necesitaba superar con éxito. El fallo no era una opción.
Y era muy consciente de que mi decisión me había obligado a arriesgar la vida, confiando en mis propias capacidades. Por primera vez en mucho tiempo, el peso principal sobre mis hombros no era mi compañero, mi equipo, o mi institución. Si no la conciencia de que eso podía llevarme a mi propio límite.
Para lo que pasara a continuación, dependería de mí misma.
Con una pequeña ayuda...
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Contemplé la diminuta marca en el lateral de la muñeca, que me había obligado a sobreponerme a uno de mis mayores miedos. Cuando el hombre sujetó mi brazo, sentí un escalofrío helado, seguido de un sudor frío que me hizo temblar. No me quedó mas remedio que transmitir esos impulsos involuntarios a través de la ilusión. No quería recrear ningún tipo de incongruencia detectable que despertara inquietudes. Mis ojos se fijaban en los guantes de látex, rezando en mi interior porque no tuvieran ni el más minúsculo agujero. Todo podría estropearse en ese intercambio. El hombre dirigió el pequeño dispositivo y apoyó la boquilla sobre la zona que había esterilizado.
"Por favor, Señor. Ayúdame. Alivia esta carga. Sólo hoy, concédeme un instante de paz en el que poder ver los milagros de tu gloria. Haz que todo suceda sin contratiempos en esto y yo batallaré el resto de los que me presentes hoy en adelante. Sólo en esto, Señor, alíviame. Te lo ruego..."
Sentí el pinchazo, como un suave pellizco. El hombre paseó de nuevo el algodón, que dejó sujeto con un trozo de esparadrapo. Luego soltó mi brazo. Me produjo un alivio tal que dejé escapar el aire que había contenido todo ese tiempo, aún temblando.
- Lo ha hecho muy bien. - le devolví la mirada al técnico, confusa. - No se preocupe. - me sonrió, con complicidad. - El miedo a las agujas es más común de lo que cree. - por toda respuesta, le devolví una mirada agradecida por su comprensión.
En algún lugar, más abajo, estaban instalando el dispositivo que facilitaría mi supervivencia en torno al cuello de uno de los hombres más peligrosos con los que me vería obligada a tratar. Cuando estuviera colocado, se cerraría sobre nosotros un Statu Quo ineludible.
Ahora, sólo quedaba afrontar de nuevo la espera.
[-----]
Para cuando Bullseye recuperó la conciencia tras la sedación, permanecía atado por completo en el interior de la sala, pero percibiría de inmediato el dispositivo anclado en torno a su cuello. Traté de que bloqueara la mirada en mi dirección. Esperé a estar convencida de que era capaz de percibirme con claridad. Había una confusión furiosa, casi virulenta en su mirada.
- De acuerdo a lo acordado por usted y fijado en las condiciones de su permiso de salida, ha sido habilitado con un collar de seguridad especializado con el objetivo de impedir que ejerza daños mayores o menores de índole civil, ejecutivo o judicial. Asienta si entiende lo que se le acaba de decir. - no me permití darle margen. Mi mirada era tan intensa como la suya, dispuesta a dejar claro que haría lo que fuera necesario por imponer una autoridad que ahora mismo, tenía sobre él. - Dispone de un permiso de 24 horas bajo la constante vigilancia de la Detective Débora Mahoney, agente encargada de su escolta durante dicho período, estando los transportes de salida y vuelta incluídos en él. Dicha agente controlará también el dispositivo del collar instalado en el recluso. El dispositivo permite efectuar descargas de 50.000 voltios, en un rango de entre 50 y 60 miliamperios. Permite también la eliminación inmediata del sujeto en caso de emergencia. - memorizar todos aquellos datos había mantenido mi mente vivaz en el tiempo de espera. Todo en lo que podía enfocarme es que en cuanto el hombre fuera informado de las circunstancias, y las aceptara, saldría por el otro lado de la puerta... y ya no habría cristal, barrotes ni nada que nos separara. - El collar está enlazado con un sensor instalado en el cuerpo de la detective, que recibe por satélite una señal informativa con los valores de sus signos vitales de manera estable y constante. En caso de que esas señales fueran detenidas, interrumpidas o alteradas bajo parámetros significativos, el collar activará su autodestrucción, con la consiguiente muerte del portador de manera inmediata. Asienta si lo ha comprendido. - Aguardé a la señal. - Pestañée dos veces si está de acuerdo con las condiciones de su permiso. - aguardé, tratando por todos los medios de mantenerme tan firme que ni siquiera me permití un sólo pestañeo.
Yo tenía el deber legal de devolverle con vida. Él debía mantenerme viva, si es que quería conservar la suya. Esperaba que tuviera tanto amor propio como el que había demostrado durante todo su historial criminal.
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Tema: Re: [Kink] Los cazadores eternos (Bullseye) 24th Febrero 2023, 00:03
El rostro de Bullseye cambió. Cualquier rastro de burla o de su habitual actitud desenfadada desapareció en cuanto la mujer estableció que no pensaba aceptar su propuesta. Toda emoción se desvaneció como agua que se filtra por un desagüe, y fue como si la luz desapareciera también, dejando su cara envuelta en unas tinieblas que eran tan reales como metafóricas y en las que lo único que destellaba eran sus peligrosos ojos azules. Unos ojos que sólo transmitían ira... y odio. Un odio que era como fuego helado. La máscara había caído. Ya no tenía nada que interpretar o fingir, y era lo suficientemente inteligente como para entender que, por más que hiciera o rogara, la agente no iba a cambiar de opinión, así que se limitó a observar cómo se alejaba sin mover ni un músculo.
Encontraría otra manera de salir de allí. Tarde o temprano, siempre lo hacía. Y, entonces, a lo mejor le haría una visita a la detective Deborah Mahoney.
* * * *
Cuando despertó, se encontró con la familiar sensación de no poder moverse. Le habían colocado sobre la carretilla que usaban cuando necesitaban trasladarlo de un lugar a otro, y estaba, como siempre, totalmente inmovilizado, no sólo con la camisa de fuerza, sino con bandas que surgían de la propia carretilla a diferentes alturas para sujetarlo, además de grilletes en los tobillos y la habitual máscara en la cara que le impedía utilizar la boca. Y había algo más. Algo que no le era tan familiar. Una especie de collar.
Escuchó las explicaciones de la mujer desconocida que tenía delante, apretando los dientes por la rabia. Sí, había accedido a aquello, y sí, entendía que era la única forma de salir y asegurarse de que su patético remedo de sustituto no siguiera vivo, pero aquello no quería decir que tuviera que gustarle. Una descarga como la que le estaba señalando podría llegar a producirle fibrilación ventricular, paro cardíaco o parada respiratoria. En el mejor de los casos le dejaría incapacitado provocándole la pérdida de control sobre todas sus funciones corporales. Si se abusaba de las descargas podía terminar con daños nerviosos irreversibles, daños cerebrales... parálisis...
Su mente había iniciado un vórtice de pensamientos fatalistas que amenazaban con devorarlo todo, impidiéndole escuchar nada más. Bullseye ya había estado en el hospital una vez. Había estado paralizado una vez, y había sido la peor experiencia de su vida. Al asesino no le gustaba no tener el control sobre su propio cuerpo, y aún menos le gustaba que ese control lo tuviera otra persona. Pero era la única manera, y él no tenía nada que hacer. Al menos de momento.
Asintió a todas las condiciones para indicar que estaba de acuerdo, y entonces le condujeron hasta el exterior en la carretilla. Fuera le esperaba la detective Mahoney. Los policías le liberaron y regresaron al interior de la cárcel con la carretilla, dejándolos solos. Bullseye miró a la mujer. Era tan menuda... No pudo evitar pensar en lo sencillo que le resultaría cerrar las manos en torno a aquél cuello esbelto y, simplemente, apretar... Pero no le quedaba más remedio que ser un chico bueno, así que, en su lugar estiró las extremidades entumecidas y se masajeó las zonas de la piel que habían estado en contacto directo con las ataduras. Finalmente, se irguió y miró el cielo, con las manos en las caderas. Desde la visita de la detective habían pasado varias horas y ya había anochecido.
- El lugar al que tenemos que ir es una galería de arte en Manhattan -la informó directamente, sin mirarla-. No está lejos, pero, lamentablemente cierra a las seis de la tarde y necesitamos hablar con la encargada, así que tendremos que esperar hasta mañana por la mañana a las diez -giró la cabeza para mirar a la mujer, y de nuevo lucía su perfecta sonrisa desenfadada y juguetona-. ¿Hay algún motivo por el que quisiera pasar la noche conmigo en lugar de sacarme por la mañana, detective Mahoney? No me importa el sitio al que vayamos, no soy quisquilloso. Y hasta me dejaría esposar a la cama.
La máscara volvía a estar en su sitio. El juego había vuelto a empezar.