Con el tiempo y la experiencia se aprende a distinguir entre una paliza moderada y una que no. Se habían corrido rumores sobre criminales heridos severamente, pero Daika no le dio importancia. Algo habrían hecho que se mereciera esos huesos rotos, incluso él llegaba a causar una que otra fractura por una causa más grande. Lo que atraía la atención del vigilante era otra oleada de "palizas", unas pre y otras postmortem. El culpable, en caso de ser uno solo, parecía disfrutar del abuso excesivo en los cuerpos de las víctimas. Había rastros de traumatismos por todo el cuerpo, les faltaban dientes, ojos, genitales e imparcialmente del sexo, edad o etnia todos los cadáveres presentaban el canal anal destrozado.
- Otro enfermo... -dijo, aunado a un suspiro, pensando en la información que había recopilado días atrás.
Esa noche no era distinta a otra, solo sabía que se trataba de un ser humano despreciable, fuerte y grande. No tenía idea si trabaja solo o si seguía un patrón, pues las muertes involucraban a personas muy distintas. Por el estado y la hora en que se encontraban los cuerpos los homicidios debían efectuarse de noche, eso, y que todos aparecieron en un sector reservado de la ciudad eran quizás sus mejores pistas. Así que se limitó a trabajar; dar vueltas y vueltas en el perímetro afectado.
Hacía tanto frío que si orinaba a la intemperie seguramente tendrían que amputar. Pero ocupaba "ir", por lo que tuvo que buscar un callejón acogedor. Luego de encontrar uno no muy agraciado empezó a desabrochar la mercancía. Oh ¿a quién engañaba? Tenía su encanto, tanto como un baño público lo tiene, multiplicado por diez.
- ¿P- por qué... se encoge con el... frío? -preguntó, a sí mismo o al universo quien sabe. Daba brinquitos al meditar en ello, intentando acelerar el proceso.
Al poco tiempo comenzó a fluir "el líquido", junto a un vapor vívido. Ah, y la vida lo hizo de nuevo. A veces no es necesario tener un maldito departamento de policía bajo tu mando, solo un poco de perseverancia y mala suerte buena suerte. Al subirse el cierre de vuelta los faros de un vehículo al fondo del callejón llamaron su atención, se encendieron casi a la par de que el conductor pisara el acelerador a fondo.
Él sabía que podía esquivarlo, quien no, era la anciana que casualmente pasaba frente a la boca del callejón. No dudó en emprender la carrera hacia ella. Sus piernas se encendieron a pesar del frío que acongojaba a su entrepierna, necesitaba ir más rápido que una furgoneta y eso no era realista. Sin embargo, era una apuesta y no puedes ponerte a pensar una vez has apostado.
- ¡Perdón! -gritó en japonés.
Rodeó el torso del transeúnte con el brazo izquierdo para poder arrastrarlo aunque fuera unos metros a la derecha. Se valió de su propio peso y el resto se lo dejó a las leyes físicas. Las llantas chillaron cuando la furgoneta salió disparada de la oscura callejuela, poniendo a prueba la suspensión.
- Ahg...
Dejó de lado a la señora mayor, se reincorporó y se detuvo. Si echaba un vistazo al escondrijo de donde había salido ya no la alcanzaría, por otro lado, detenerla le costaría tiempo y energía que de no ser el asesino desperdiciaría. Titubeó una fracción de segundo que para sus adentros fue larguísima e instintivamente fue tras el vehículo. Si se trataba de un conductor ebrio tal vez rompería un par de huesos aquella noche.
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"A veces, sufrimos más de la cuenta... Pero ¿sabes? Podemos ser felices"