Home {Autoconclusivo}[31/05/2019]

Ese día el sol brillaba con fuerza, los pájaros que volaban entre los árboles cantaban con la felicidad de unos seres incapaces de comprender por lo que acababa de pasar la humanidad, la desgracia, el miedo, la guerra… esos inocentes animales no entienden que significaban esas palabras. Parecía ser un día tranquilo, uno para pasear y relajarse sentado en el banco de un parque, más no era un día así para to el mundo, no para el hombre que acababa de enterrar a su hijo junto a su difunta mujer, no solo en los días grises y lluviosos se enterraba, a veces un día tan bello como el de ese día era marcado con la negra mancha de la muerte. El entierro fue sencillo, no acudió mucha gente a parte de los trabajadores de la granja del hombre… al menos aquellos que no estaban enterrados en ese cementerio junto a su familia.

El anciano, que llevaba puesto su traje del ejército, miro la placa de su mujer y la de su hijo. En su mente se hallaban pensamientos conflictivos, de cómo era posible que alguien que ha pasado por una guerra, una humana, hubiera sido capaz de sobrevivir a su familia. Era fuerte, un clásico hombre americano que prefiere Whisky seco antes que agua, sin embargo, unas gotas empezaron a mojar el césped que se encontraba a sus pies. Parecía que ese trágico día lo pasaría solo sino fuera por la aparición de una figura que vislumbro a lo lejos, bajo la sombra de un árbol que adornaba el centro del cementerio, una silueta envuelta en una capucha que le cubría el rostro y una capa que le envolvía el cuerpo, no dijo ni una palabra y aun así, el veterano reconoció al segundo de quien se trataba.

Llegó a paso lento, el hombre mirando como se acercaba con sus ojos viejos y cansados. En silencio, la persona que segundos atrás se encontraba alejada de la desgracia del entierro, se colocó a su lado, delante de las dos tumbas junto a él. No dijeron nada, en su silencio solo se escuchaba el piar de los pájaros y el movimiento de las hojas de los árboles, movidas por el viento que movía las nubes del cielo. La figura se quitó la capucha, dejando ver el rostro de una joven rubia… más no era la misma niña que llegó a su puerta hace ya casi unos meses, ya no era la misma chica que entonces

-Siento… haber llegado tarde

Sus palabras cortaron el viento y se metieron en la cabeza del hombre, cuya tristeza se vio reemplazada, al menos por unos breves segundos, con un rastro de felicidad al volver a escuchar la voz de su querida nieta. Ninguno de los dos se miró a la cara, no hacía falta para lo que tenían que decirse y… puede que no pudieran, que la tristeza les impidiese mirarse a los ojos sabiendo que se llenaran de lágrimas y les imposibilitaría la visión de sus rostros. El anciano negó con la cabeza

-Me alegro de que estés aquí, eso es lo único que importa

Por un instante una sonrisa adorno el rostro del hombre, que giró a fin de mirar a su nieta por unos segundos. Sin mediar ni una palabra más, ambos se cogieron de la mano y se quedaron en silencio ante la lápida de su familia, el canto de los pájaros volviendo a adornar ese triste momento. La niña que hace un mes estaba felizmente en un picnic con su familia ya no era la que se encontraba sujetando la mano de su abuelo mientras miraba la tumba de su padre, ahora era una adolescente con los signos del entrenamiento al que se sometió estos meses; músculos nacidos del dolor. Su apariencia de niña ya se había quedado atrás y ahora portaba la apariencia de una adolescente, aunque era difícil de ver tras esa capa que cubría su cuerpo y la mantenía oculta de todos aquellos que hubieran visto en las noticias, o en internet, cómo se transformaba en dragón a fin de vengar la muerte de sus padres.

Era el segundo entierro al que asistía ese mes, su madre no fue enterrada sino incinerada, sus cenizas esparcidas por la playa cercana a su casa, una playa que de pequeña fue recorrida por ella y sus padres, sus abuelos. El primer entierro fue el de su mejor amigo, Jeremiah, y el de su madre, acompañada de sus hijos que lloraron su muerte y la de uno de sus hermanos, incapaces de comprender cómo alguien podía morir de esa forma y, peor aun, tan joven. Ese día, la familia de Roxanne murió, mas no la perdió; seguía sintiendo su calor y su amor en su corazón y, mientras eso fuera así, siempre estarían con ella incluso en los días más oscuros.

El sol se oculto entre los lejanos edificios de la ciudad y la luna se alzó en el cielo azul oscuro de la noche la pareja se dio cuenta de que llevaba en silencio horas, consolándose en silencio con la compañía del otro. La joven se volvió a encapuchar y antes de que desapareciera entre las sombras del cementerio, su abuelo le paro con una mano en su hombro

-Por que… ¿Por que no te quedas? Podemos vivir en la granja… como una familia

El hombre hablaba desde el corazón. Veía en su nieta una oportunidad de remendar los errores que cometió con su hijo, al que le dio la espalda cuando este, con toda la valentía que pudo guardar, le dijo cómo se sentía y lo que era. Roxanne le paso su mano por la de su abuelo que la sujetaba del hombro y, con suavidad, se la quitó de encima mientras miraba a los ojos del único familiar que le quedaba en ese continente, viendo la tristeza que sentía y el miedo de poder perder también a su nieta, sin embargo, ella le tenía que decir la verdad aunque sabía que él no quería escucharla

-Si me quedo aquí te pondré en peligro, ya no puedo seguir escondiéndome mas... debo marcharme

Ahora que el mundo entero sabía su secreto y quien era, todo las personas a su alrededor estaban en peligro de ser utilizadas a fin de llegar hasta ella o de acabar muertas mientras un caza dragones intenta hacerse con su cabeza. Ya no estaba segura en ninguna parte y no podía asegurar la seguridad de las personas que las rodeaban, ahora no le quedaba más que vagar por el mundo. Su abuelo, que bajo la mirada llena de pésame, entendía eso; sí su nieta se quedaba con él pondría en peligro a ambos y eso era algo que ella no podía permitirse, con su mano quitada del hombro su nieta le dio un abrazo y, dándose la vuelta, empezó su camino hacia ninguna parte

-¿A donde iras?

Le pregunto, haciendo que se girara dejando ver su rostro iluminado por la luz de la luna y las farolas que alumbraban el cementerio. Ni una palabra salió de entre los labios de Roxanne, más una plácida pero melancólica sonrisa adorno su rostro dándole a entender a su abuelo que, aunque no sabía a dónde iría, seguiría siendo la misma joven dispuesta a ayudar a los demás con un corazón lleno de bondad. Una solitaria lágrima le recorrió la mejilla y con un golpe de sus zapatos hizo el saludo militar, el cual su nieta devolvió no con el mismo entusiasmo que su abuelo pero si con el mismo sentimiento. Los pájaros dieron paso a los grillos que grillaban entre los matorrales y con ese sonido, el de una nueva vida, terminaba una para empezar una nueva, una diferente… la vida de Roxanne Illios, heredera de la familia Illios, dragona, pero más importante y algo que ella jamas olvidaría...humana.