Nombre: Su nombre completo es Diralia II del Bosque de los Ciervos Blancos. Por supuesto, todos la conocen como Diralia.
Alias: “La cervatilla blanca”,“La princesa cierva”, y, como apodo despectivo “La princesita bestia”.
Edad: Aunque aparenta ser bastante joven -ronzando apenas los veinte- tiene muchos más años que cualquier humano. Pero si hablamos en proporción a las fábulas ella es joven.
Universo de origen: DC, Vértigo.
Organización: Habitante de Villa Fábula.
Cuento de origen: El bosque de los ciervos blancos.
Nacionalidad: De las Tierras Natales, hija del rey de un pequeño territorio llamado “El bosque de los ciervos blancos” -actualmente, en manos de El Adversario-.
Raza: Entidad, fábula.
Bando: Defensora de fábulas, héroe.
Ocupación: Ayudante del sheriff.
Descripción física: Es una jovencita de estatura baja y aunque su cuerpo no es del todo curvilíneo, está medianamente torneado ya que tiene una musculatura recia y firme. A pesar de todo, ella no destaca en cuanto a fuerza, sino que más bien es capaz de resistir carreras y caminatas sin notarse cansada.
Como lleva el pelo a la altura de la nuca aproximadamente, se pueden apreciar pecas en sus hombros punteando su piel blanca. Su pelo, al igual que en sus otras formas, es suave y agradable al tacto, lleno de pequeñas ondas. Es usual verla recolocarse algunos mechones tras sus puntiagudas orejas, que denotan cierto aspecto feérico. Su cara está recorrida por discretas marcas de nacimiento de color marrón que parecen tatuajes faciales. Sus ojos son de color musgo, y en ellos se puede ver un brillo de melancolía mezclado con nerviosismo.
- Villa Fábula:
Cuando revela parte de su apariencia de bestia, aunque conserva en gran medida una apariencia humanoide, se pueden notar claros rasgos característicos de los ciervos: un abundante pelaje que se hace más denso en la zona de cuello y el torso, cuya coloración va rondando por todos los espectros del blanco, así como una cornamenta de tamaño medio. También hay cambios muchísimo más sutiles: una capa de pelo corto recubre sus brazos y el resto de su cuerpo a excepción del rostro, y aparecen marcas faciales que recrean un hocico oscuro, a la par que sus ojos se vuelven de un azul eléctrico muy característico.
- Híbrido:
Cuanto toma su forma de bestia completa, su cuerpo se agranda y se convierte en un ciervo de tamaño gigante, con un pelaje blanco que lo hace parecer etéreo, pues su pelaje emite niebla y hace que sus cabellos parezcan finas hebras de humo blanco. La negrura de sus pupilas se extiende y sus ojos quedan completamente negros.
- Bestia:
Por la maldición de una bruja, durante las noches sin luna se convierte en un ciervo completamente normal en cuanto a tamaño y capacidades, hasta el punto de perder el raciocinio ya que sus impulsos salvajes la llevan a correr. Sus ojos se vuelven lechosos, y su figura completamente blanca rompe esas oscuras noches. Sólo los antepasados de Diralia tienen esta coloración de pelaje.
- Ciervo blanco maldito:
Descripción psicológica: Es una persona con tendencia a preocuparse, lo cual es bastante normal dado a que en su vida, continuamente ha sido una presa. Demuestra tener poca confianza en que las cosas pueden salir bien, pero no se queda de brazos cruzados: ella se esfuerza en arreglar la situación de las fábulas, lo cual dice mucho de su sentido del honor a pesar de que no espera que las cosas terminen bien ni para las fábulas ni para, particularmente, ella misma. Su padre le ha inculcado que debe ayudar a que las fábulas “encontrasen su sitio” fuera de las Tierras Natales para crear una comunidad unida, igualitaria y funcional que sea capaz de enfrentarse con éxito a fuerzas como la de El Adversario. Debido a esta educación Diralia confía plenamente en las leyes, de ahí que no se lleve demasiado bien con aquellos al margen de la ley -al contrario que su padre-, ya que se aprovechan de “huecos legales” para crear un orden social paralelo que termina interfiriendo con el regular: es por eso que Diralia piensa que el orden social de Villa Fábula ha de ser claro y respetado por las fábulas. Esto la hace alguien un poco inflexible a la que no le gustan los métodos poco ortodoxos.
Diralia, llegado a un punto de su vida, decidió que no se escondería más de los problemas ni que huiría: actuaría como habría tenido que hacerlo de ser la reina de sus tierras. Es consciente de que es más débil a comparación con cualquier otra fábula. Y aunque ella tiene un carácter moral y se preocupa por lograr el bienestar de las fábulas lo más ética y legalmente posible, el principal motor de sus acciones es intentar seguir un pensamiento analítico y centrado en juzgar si algo es bueno o malo en función de lo que esto aporte a la causa final. Intenta aplicar juicios impersonales pues teme que sus conexiones emocionales y personales le nublen el juicio en cuanto a qué es mejor de veras a largo plazo, lo cual la hacen parecer fría. Dado a que es joven y tiene un carácter emocional, tener que pensar así la hace sentir angustiada, herida y dubitativa. Pero a pesar de su juventud, ella es bastante madura y lo consigue mejor de lo que cree. Incluso si se esfuerza por mostrarse segura, ella siente complejo por varias cosas: como por ejemplo la culpabilidad y el temor al tener que mostrarse imparcial si alguien querido se convirtiera en un obstáculo para Villa Fábula.
Algunas fábulas con forma humana la han juzgado como una “salvaje” por el simple hecho de ser capaz de transmutarse en algo parecido a una bestia, lo cual junto a que durante algunos años de su vida le metieron en la cabeza que era “una bestia” creado cierto rechazo a su propia naturaleza. Aún así, como reflejo de que en el fondo es una fábula con gran parte de animal, tiene un ciertos límites que más que morales, son instintivos y que le costaría horrores contradecir: Diralia evita atacar a mujeres y niños, por el hecho de que en el mundo animal, si se acaba indiscriminadamente con esas presas existe el riesgo de desequilibrar y romper el ecosistema. Es por este complejo de “salvaje” que se reafirma en su “humanidad” y “civismo”, y ha adoptado gustos refinados -es muy culta y aficionada al mundo de las artes y de hecho, su padre le enseñó a tallar figuras de madera y a pintarlas- pero también es incapaz de dejar de lado algunos placeres que ella considera “poco elevados e infantiles”: como rodar colina abajo, sentir la hierba bajo sus pies, crear guirnaldas de flores, caminar y bailar bajo la lluvia, observar la noche y las estrellas en campo abierto o incluso el resonar de los tambores en marchas tribales -como ella dice, “despiertan en mí algo primitivo”-. Es muy probable que esta lucha afecte a otros aspectos como sus dos modos de entender y organizar su vida : vivir en una sociedad estructurada como la de Villa Fábula o vivir recorriendo los bosques del mundo guiada por el capricho de los vientos. Es algo romántica y soñadora dado a su juventud e incluso llega a ser algo ingenua al idealizar a príncipes y caballeros de bien, como por ejemplo el Rey Cole. Estos aspectos de su personalidad y esos impulsos se acentúan con la llegada de las noches sin luna, así que Diralia ha aprendido que es algo así como una marea de deseo instintivo más que una decisión razonada.
No tiene muy claros ni sus propios sentimientos ni su opinión sobre el mundo: es algo impaciente, y le gusta tener respuesta inmediata para sus dudas interiores, sin entender que siendo tan joven e inexperta, es algo muy difícil. Es por eso que valora y respeta mucho la opinión de fábulas más antiguas o de aquellas que prestan un servicio a la comunidad, con independencia de su simpatía con ellas -por ejemplo, aunque no le agradan las brujas reconoce la utilidad de su magia para que tanto Villa Fábula como La Granja esten ocultas a ojos de los Mundies-.
Odia verse dominada por sus instintos, así que a menudo reprime lo que piensa, haciéndola alguien retraída y poco dada a comunicar cómo se siente. Es muy sensible hacia el bienestar de aquellos que considera “los suyos” es decir, las fábulas, pero paralelamente llega a sentir sentimientos de desconfianza hacia ellas -sobre todo esas que se oponen al orden y las normas de Villa Fábula- y cuesta que Diralia se anime a confiar plenamente en alguien: pero cuando lo hace, ella se aferra fuertemente a esos sentimientos de confianza.
A pesar de su aspecto nervioso y melancólico, en realidad ella es alguien a quien le gusta divertirse, y que de hecho es alguien bastante curiosa si se deja llevar y no piensa en sus limitaciones.
Historia: En las Tierras Natales.Todo empieza con su joven padre. Ridalín, hijo de cazadores, nunca compartió el oficio, motivo por el cual era considerado blando y débil. Él prefería aprender cómo el bosque proveía de hierbas capaces de aliviar fiebres y demás males: en busca de estas hierbas se adentraba en oscuros y temidos bosques. En uno de ellos pudo ver que una decrépita vieja arrastraba a una cierva de pelaje blanco, haciéndolo con tal saña que el animal emitía desesperados gritos. Cuando Ridalín preguntó cuál era el crimen del hermoso animal, la vieja contestó que precisamente, esa piel que lo hacía tan hermoso, valía tanto dinero como para comprar un castillo. “Ayúdame a abatirlo y te quedarás con muchísimo dinero. Soy vieja, y el animal se resiste...” le ofreció la mujer, trato al que Ridalín no accedió, pues despellejarlo era una tarea que traería mucho sufrimiento al animal. La vieja, ante la negativa, rebeló ser una bruja y le advirtió que de no acceder, lo maldeciría. Ridalín se mantuvo en sus trece, y la vieja bruja, cumplió su amenaza: ahora Ridalín era también un ciervo blanco, condenado a vagar por los bosques. Ridalín pudo saber que aquella cierva era una princesa encantada de nombre Diralia, y con el paso de los años, ambos se convirtieron en reyes de aquellos bosques y protectores de todas las bestias que allí vivían: todos los animales, e incluso los propios árboles parecían inclinarse ante ellos. Pudieron tener una prole compuesta únicamente por varones que, aunque con forma humana y rasgos feéricos heredados de su madre, sufrían una curiosa maldición: durante las noches sin luna, volvían a ser ciervos que corrían entre los árboles del bosque. Fue por lo que el lugar se comenzó a conocer como “El bosque de los ciervos blancos”.
Generaciones después, cuando un grupo de renegados y cazadores buscaban un hogar, se internaron en el bosque. Cuando el líder del grupo, en una noche sin luna, se cruzó con un ciervo blanco fue advertido de que, si deseaban ser acogidos en aquel bosque, debía deponer sus armas. Ridalín no tardó en mostrarse, y reconoció el blasón del líder del grupo: era su propia familia. Al compartir sangre, pudieron comunicarse, y explicó que él era su antepasado, y el hombre su descendiente que había sido hechizado por una bruja. Sabiendo esto, comenzaron una guerra contra la bruja, que ocupaba el castillo en el que antaño Diralia había vivido. Ridalín y Diralia formaron una alianza con aquellos hombres, y les ofrecieron como recompensa, cederles permiso para que vivieran en el castillo de la bruja y lo hicieran ese hogar que tan arduamente buscaban.
La guerra se alargó por años, durante los cuales sucedieron muchas cosas: bestias y hombres convivían pacíficamente, e incluso al fin Ridalín y Diralia tuvieron una pequeña cervatilla. La bruja ideó un plan para vengarse: sustituyendo a uno de los cazadores por un diablillo disfrazado, le ordenó que secuestrase a la pequeña. Crió a la pequeña cervatilla ella misma para que se hiciera mayor y poder disponer de su piel, así que por años Diralia soportó los viles maltratos de la bruja. Llena de curiosidad, en los calabozos, se percató de que había un ser que jamás había visto -pues la niña jamás había visto a otro ser humano que no fuera su vil madre, y en concreto, no había visto nunca a un hombre- al cual cuidó a diario, llevándole comida, y poco a poco, convirtiéndose en su amigo entre las frías paredes del castillo al que apodó “Gladiolo”. La bruja al saber esto se enfureció, pero aunque no mató al prisionero -pero sí le impuso el castigo de dejarlo mudo, mudez que tan sólo se podría curar con un beso-, se volvió más posesiva y se dispuso a aplacar la curiosidad de la pequeña por todas esas personas de las que el hombre le había hablado; comenzó a decirle a la niña que ella estaba a su cargo porque era una “bestia aberrante”, y que la estaba protegiendo de la ira de la gente que de saber lo que ella era, la quemarían en una hoguera... para añadir “veracidad” al relato, ponía carbones hirviendo sobre sus manitas, lo cual ha sido el detonante de su miedo al fuego. Al ver que la situación era cada vez más insostenible hacia la pequeña, “Gladiolo” terminó pidiendo a la niña que lo besase y liberase, pues la iba a llevar a su verdadero hogar, con unos padres amorosos. Tras muchas dudas, y por el aumento de los malos tratos de la bruja hacia ella, accedió.
Consiguieron escapar del castillo, y “Gladiolo” llevó a la chiquilla con sus verdaderos padres. Ellos se sintieron muy felices, pues la creían muerta. La niña no tardó en aceptar a su amorosa familia: profesó un gran cariño a sus padres y hermanos, pues hasta el momento no había conocido el amor de una familia. A “Gladiolo” -el cual adoptó el nombre con el que la niña lo había apodado- por su modestia y fidelidad, le confiaron la seguridad de lo que más querían: la pequeña Diralia II. Desde ese momento, la niña vio a Gladiolo como su “príncipe azul” y por mucho tiempo fue su amor platónico -aunque como terminó siendo como algo parecido a un tío para ella, hoy día se avergüenza de esto-. Cuando llegaron los tiempos de guerra fue quien le enseñó tiro con arco y quien le regaló un anillo mágico.
Tras acabar con la bruja, los mocarcas recuperaron sus formas humanas: no perdieron su conexión con el bosque y con las bestias, pero como les ocurría a sus hijos, en las noches sin luna se transformaban en ciervos blancos. Humanos y bestias celebraron el fin de la larga guerra y la unificación en un reino de hombres y bestias que protegían el bosque, liderados por el rey Ridalín y la reina Diralia I.
Aunque hubo paz, también hubo penurias para el reino: por ejemplo, una enfermedad se llevó a la reina Diralia y los ataques del Lobo Feroz terminaron con la vida de algunos de los hijos de Ridalín. Pero a pesar de eso, el reino se reponía, pues el monarca siempre encontraba esperanza en su corazón al mirar a su hijita.
El exilio a Villa FábulaLos rumores de que los ejércitos de El adversario arrasaban tierras se hacían más y más insistentes, y cuando aparecieron en el Bosque de los Ciervos Blancos, corrió la sangre de más de tres tercios de la población, y entre ellos, todos sus hijos varones. Ridalín al percatarse de que era imposible resistirse lideró un largo y peligroso exilio con el resto de su gente. La huida le costó muchísimas vidas y su fama como fábula. Desde aquel día y con un final tan poco heróico, rey y reino iban siendo olvidados, y por tanto, tanto el rey como la hija se debilitaban como fábulas. Aún así, no se arrepentía, no podría perdonarse enviar a sus súbditos a unas batallas imposibles de ganar tan sólo por darse un final heróico. Fue por esta manera de pensar que los súbditos del antiguo reino siguen apreciando a su antigua rey y a su hijita, incluso en el olvido.
Ridalín se adaptó, aceptando con serenidad que había perdido su Tierra Natal, y aunque su hija le insistía en por qué no rehacía el ejército o intervenía en las cosas que estaban ocurriendo, su padre le dijo que ya no era rey y que envejecía. “Sólo quiero que vivamos felices, pequeña.” Ridalín pasó a ganarse la vida como médico de fábulas animales, trabajando en La Granja, y gran parte de su ejército pasó a engrosar las filas de Rosa Roja, poblando los alrededores de La Granja como una línea más de defensa.
Ridalín compró una bonita -aunque algo vieja- casa rústica, la cual pintó de blanco, y allí, él, su hija vivían, tratando de mantener una vida más o menos normal. ¡Incluso tenían un perro! Ridalín se mantenía alejado de batallas, y prefería dedicarse al simple oficio de médico de fábulas: pero era difícil. El llamado Invierno de Fuego trajo bastantes daños a Villa Fábula, por lo que Ridalín tuvo que invertir mucho dinero para arreglar su casa, que había sido afectada por los disturbios.
Meses antes del Invierno del Fuego, se cree que alguna fábula dio a un grupo criminal de neoyorquinos el chivatazo sobre el padre de Diralia, el cual fue asesinado en una noche sin luna: claramente, el móvil del asesinato era lucrarse con su piel ya que se le encontró despellejado en la cuneta de una carretera secundaria a las afueras de Nueva York. El Lobo Feroz, como sheriff de Villa Fábula intervino y dio con los culpables, aunque no con el emisor del rumor. En el cochambroso apartamento de los criminales, encontró la blanca piel tan codiciada, la cual devolvió a la pequeña Diralia para que tuviera algún recuerdo de su padre.
Diralia, que había tenido que lidiar con los destrozos en su casa como parte de los disturbios durante el Invierno de Fuego, seguía el proceso judicial. Dada a la situación tensa entre fábulas y neoyorquinos tras el Invierno de Fuego, la corte dio una sentencia ligera para un caso tan violento, pues la víctima había sido una fábula. Inlcusive Diralia recibió cartas de los criminales, que recordase que “sólo son unos cuantos años fuera de juego” y que el siguiente cuerpo que encontrarían sería el suyo o el de sus hijos. No se sabe si fue una ceguera momentánea por la fustración, pero probablemente aquella amenaza que se prolongaba en el tiempo junto con la tensión del Invierno de Fuego, en el que la chica había visto que el gobierno había intentado anexionarse a la fuerza Villa Fábula provocaron que entrase en un estado de histeria y empujaron a la joven a secuestrar a un niño mundie. Quería obligar al gobierno a hacer legislaciones justas y modificaciones en las sentencias de casos en el que las fábulas habían sido públicas. Por supuesto, siendo una joven inexperta que jamás hizo algo ilegal se convirtió en un objetivo fácil de rastrear para el Lobo Feroz, que dio con ella antes de que el escándalo llegase a formarse: sin embargo, la situación se descontrolaba con rapidez ante los nervios de la secuestradora y el Lobo se temía que terminase en un accidente fatal para el chico. El Lobo razonó con Diralia, y ella terminó entregándose.
A pesar de su rendición fue encerrada en los calabozos de El Bosque para que reflexionase sobre lo ocurrido y sobre su futuro, a lo cual Blanca ayudó hablando con la chica. Cuando Blanca consideró que la chica estaba más calmada y que no haría daño a nadie, la liberó.
Después de eso, Diralia buscó refugio y meditación en los bosques. Además, se apoyó en Gladiolo -pues considera que es el único familiar que le quedaba- y en otras personas de confianza. Finalmente llegó a la decisión de que quería hacer que Villa Fábula fuera más segura, y que hechos como el asesinato de su padre o el Invierno de fuego no se volvieran a suceder jamás. Pero probablemente su deseo oculto y más ferviente, aunque nunca lo admitiría, es que desea que esa decisión la ayudase a no sentirse indefensa.
“Hoy me hallo profundamente nerviosa. Me he decidido, es cierto, pero aún así... tengo miedo de que Blanca se ría y me diga frente mis narices que qué iba a hacer una jovencita sentimental como yo para ayudar, que lo mejor sería que me quedase en casa. Y en parte tendría razón: estoy muerta de miedo. Soy una cervatilla inexperta. Hija de una fábula olvidada. ¿Qué puede hacer alguien con una presencia pequeña como la mía?
Pero, no pienso irme si no me dejan ayudar en algo. Aunque yo quiero ayudar al Lobo Feroz y aprender de él, si ella niega mi petición, le diré que me deje ayudar de alguna otra manera. Cualquier cosa. Cualquier cosa es mejor que simplemente... continuar como si papá no hubiera muerto. Continuar como si yo no hubiera recibido esas cartas de esos asesinos diciendo que en cuanto pusieran un pie en la calle, irían a por mí y mis hijos. Como si no hubiera visto aquel día que El Capitán América quería obligarnos a la fuerza firmar una anexión.
Sonrío todo lo diplomática y encantadoramente que puedo para ocultar mis nervios, pero probablemente mi sonrisa es tirante, a juego con mis nudillos. Le explico la situación a Blanca: ella y Lobo son muy amables -al menos aquí-, aunque cada uno a su manera. Yo ya había hablado con Blanca durante mi estancia en los calabozos. Esta vez intento sonar diferente.
Quiero que lo vea. Que ya no estoy desesperada y ciega por los ideales que quiero proteger, que la chica atemorizada en esos calabozos se ha ido para dar paso a alguien mejor.
Me pregunto si el brillo en mis ojos es determinación o son lágrimas de una niña frustrada que simplemente intenta ser útil.”
Mentor: Lobo FerozMuchos de los hermanos de Diralia figuraron entre las presas del Lobo Feroz en las Tierras Natales, así que en principio le tenía tanto miedo como muchos de Villa Fábula, y para la pequeña era el nombre de un ser digno de odio y temor. Pero, ella era una de esas personas que durante la “visita” del Capitán América vieron al Lobo luchar por defender Villa Fábula. Recordó que, de pequeña, al ver a Lobo llevar esposado a una fábula que estaba causando problemas, le preguntó a su padre sobre por qué el temible Lobo Feroz era policía, y su padre le dijo con una especie de sonrisa amable: “Las Tierras Natales son el pasado, pequeña”. Poco a poco, Diralia entendió el significado de esto.
Lobo le devolvió lo único que quedaba de su padre, lo cual la sorprendió gratamente. Y luego, a pesar de todos los problemas que estaba causando, decidió razonar con ella, en lugar de simplemente reducirla o matarla. Y es que el Lobo Feroz se había enfrentado a criminales de verdad y aquella chica sólo estaba asustada y desesperada.
Al ver cómo alguien que había sido el terror para muchos se había convertido en un protector, Diralia quiso conseguir algo parecido: como el Lobo, dejar de ser quien fue en el pasado. Quería dejar de ser la protegida, la presa, la niña que su padre tenía que proteger... quería ser una protectora.
Por momentos no le comprende muy bien, pero quiere llegar a hacerlo. Aunque en principio parece algo tensa ante su presencia, poco a poco intenta relajarse y aprender de él en lugar de atemorizarse por sus maneras.
Poderes: 1) Naturaleza: De la misma manera que otras fábulas ella usa glamour para esconder su verdadera forma. Pero en realidad su verdadera forma es la de una bestia: un ciervo blanco de gran tamaño que, pese a su gran tamaño no es un depredador, así que como defensa ante las amenazas, expulsa densos bancos de niebla para protegerse y dificultar la caza de sus depredadores. Es capaz de modular el paso entre bestia y humano para quedar en una forma híbrida entre la bestia y la humana. Tal y como se puede ver, ella no es extremadamente fuerte, sin embargo posee profundos lazos con la flora y la fauna: por su lazo con los bosques, tiene control menor de la vegetación, y al ser un animal, ella posee una profunda empatía con otras bestias comunes -puede hablar con ellos, controlarlos e incluso recibir información sensorial- y una empatía menor con otras bestias que usen formas humanas -a ellos por ejemplo, no los puede controlar, pero sí puede recibir información sensorial de ellos o establecer una conversación “telepática”-.
2) Fábula: Como todas las fábulas, las heridas no son tan fatales como serían en un humano. Pero al haber caído su padre en el olvido, aunque su resistencia y longevidad es mayor a la de un humano, desde la perspectiva de una fábula es muy débil: ella es una fábula frágil y efímera.
Habilidades: *Tiro con arco.
*Zoología y herboristería. Ha convivido con todo tipo de animales tanto en las Tierras Natales como en Villa Fábula, así que ha aprendido a sustentar la afinidad animal innata que posee con conocimientos teóricos sobre los animales -sus hábitats, sus sistemas de defensa- y las plantas. Eso la hace capaz de saber cuáles son venenosos, y cuáles se usan para crear medicinas. Nota: Ella no es capaz de destilar estos venenos o medicinas.
*Supervivencia. Sabe encontrar y aprovechar los recursos del bosque, así como también sabe cómo moverse y orientarse en uno, pues ha vivido por mucho tiempo en uno.
*Equitación. Sabe montar a caballo sin problema.
Desventajas: *Fuego. No es como si encender un mechero o fogón la haga entrar en pánico, pero ver chimeneas encendidas la empieza a hacer sentir incómoda. Así que si algo sale ardiendo y el fuego empieza a descontrolarse, ella no correrá: se quedará paralizada y muda, sin ser capaz de concentrarse ni utilizar sus poder.
*Ceguera. Lanzarle arena a los ojos o una cortina de humo no le impedirá transformarse, pero taparle los ojos por completo con un pañuelo sí que lo impide. Si no es capaz de ver, es incapaz de transformarse.
*Maldición. En las noches sin luna ella se transforma en un ciervo blanco y pierde sus poderes y raciocinio por lo que se vuelve muy vulnerable a ataques. Suele quedarse vagando por las inmediaciones boscosas de Nueva York, o las montañas cercanas a la granja: la idea de despertar en un rincón sin ninguna de sus posesiones es muy real y le ha ocurrido. Como medida preventiva para evitar que cada noche sin luna esté en exponencial peligro, se ata a algún lugar para no poder ir a ninguna parte, pero no siempre funciona.
*Por evidentes razones, temas como la trata de pieles la trastocan emocionalmente y la ponen nerviosa e irritable.
Equipo y recursos: *Anillo de madera y resina. Es un anillo mágico capaz de materializar en las manos de quien lo lleve un arco y flechas. Fue un regalo.
- Anillo:
- Arco:
*Un collar con el adorno de un atrapasueños. Tiene valor sentimental por ser un regalo de sus padres.
- Collar:
*A pesar de que Ridalín no siguió siendo rey tras el exilio, él ayudó y siguió en contactos con muchos de sus antiguos lugartenientes. No se opondrían a su actual superior -Rosa Roja- pero sí están dispuestos a hacerle favores a su princesa si estos no van en contras de los intereses de Rosa Roja. Además Ridalín era muy apreciado en la comunidad de La Granja por ser un doctor que ofrecía atención médica a las personas del lugar por un precio bastante módico.