Lucian Longsilver

Los orígenes de Lucian fueron artificiales, pero no por ello menos significativo para aquellos que le vieron sobrevivir al proceso. Su madre fue, hasta donde él sabe y hasta donde le han dicho una mujer voluntaria que ofreció su cuerpo por una causa mayor. El hecho de que no sobreviviese estaba bien dentro de los riesgos que sabía que tomaría al aceptarlo, y sin embargo, él aún puede recordar los gritos de un rostro que nunca llegó a ver momentos antes de "vivir", de emerger de su cuerpo de una forma para la que ningun cuerpo humano estaría preparado. Recuerda cada momento desde su incepción pasado en aquella cálida y cómoda prisión de carne alimentandose de su huésped, las sensaciones experimentadas por ella y los sonidos que, como música, llegaban hasta él.

Las cosas que no esperaría de un nacimiento normal no estuvieron presentes en el suyo, no hubieron lágrimas, gritos estridentes, ni tiempo de espera. Al menos no en su caso. Los demás médicos y científicos en la sala se veían tan ominosos que podían fácilmente entre todos suplir la falta de emoción en él. Aprender el lenguaje fue lo segundo que hizo. Lo primero que hizo fue aprender el dolor, trazando conexiones neurales a través de los estímulos que las personas llaman aprendizaje.

Medía alrededor de unos treinta y cinco centímetros, y su forma fluctuaba con el pensamiento, carne, ligamento y piel ondulado como las ideas al pasar. No era algo estéticamente agradable, pero en ese momento no poseía concepto alguno de la belleza o de su importancia, si es que acaso la tenía. Lo que si era, era práctico. Organos sensoriales en abundancia, percepción, proceso.  Para los científicos, pensó más adelante, debió haber sido algo espeluznante el tener conversaciones con un recién nacido, especialmente para aquellos que incluso en ese momento eran supersticiosos.

Los exámenes y los pinchazos, las pruebas que buscaban analizar los detalles en su sangre y su biología tan particular fueron llevadas a cabo de la manera más humanamente posible después del shock incial. Supuso él, no por una cuestión de ética, si no porque eran mucho más fáciles de realizar con un sujeto cooperativo que con alguien que se resistía a cada paso del proceso. Lo mismo sucedía con animales, ¿No era asi?. Aprendió después de un tiempo el por qué de la necesidad de aquél sacrificio humano, él necesitaba un anfitrión para crecer, a pesar de las manipulaciones genéticas más pacientes habían límites a lo que podía conseguirse. Una hibridación, si podía conseguirse, facilitaría el proceso para la siguiente generación. Lo haría aceptar con más facilidad los genes humanos, de la misma manera que ciertas transfusiones sanguíneas solo pueden realizarse si se posee el tipo correcto de sangre para ambos, donante y receptor.

Lo que buscaban era poder aplicar su meleabilidad genética, su capacidad cambiante, a los fallos de la medicina y la ciencia. Las posibilidades valían con creces los riesgos. ¿Si se pudiera crear un material, compatible con seres humanos, capaz de replicar un corazón, o una médula para un transplante, cuantas vidas se salvarían? Una manera muy altruista de verlo. Otra forma de verlo era preguntarse: ¿Cuanto dinero pagarían?. Después de todo, los médicos sin fronteras raramente podrían tener esa calidad de laboratorios, esa seguridad, o ese personal. Las historias que le contaban eran agradables al oído -y más de alguno habría filosofado al respecto de una "consciencia" humana como resultado de ese experimento- pero incluso desde esa temprana edad, él sospechaba de que el mundo no era tan blanco como le decían.

Porque podía escuchar los gritos del director de proyecto a los doctores a cargo. Los susurros de los guardias. El sonido de ambos haciendo el amor contra la férrea puerta de su celda. Excitante, el olor a sexo, endorfinas, estimulos. Teñido de algo más al saber que uno de los protagonistas del acto estaba engañando a su pareja en ese momento. Los seres humanos mentían. Y asi, él mintió cuando le preguntaron al respecto de muchas cosas. Aquél ínfimo agujero en la, de otra forma, completamente aislada habitación era su única conexión al exterior pero una que ellos no podían controlar... Siempre y cuando no supiesen que existía.

Algo adentro suyo se removía, una ansiedad desconocida, un hambre que lo impulsaba al asesinato. Una gula, una compulsión sin objetivo. Hasta que llegaba a un punto insoportable y perdía el control sobre su forma física, en ese entonces la de un niño, y se golpeaba contra las paredes, reptaba por el techo y buscaba con tantos tentáculos y philias como podía generar cualquier objeto en la ventana de observación para abrirse paso con sus muchas bocas y colmillos. Lo calmaron con sedantes, suficientes para matar a una bestia grande había escuchado decir a uno de los "enfermeros". El científico encargado de turno había estado nervioso, algo que pudo oler en cuanto las puertas se abrieron y el equipo de contención entró después de que el gas hubiese fallado. Claro que lo había estado, una dosis equivocada lo mataría, y con él, a su carrera.

Durante los años siguientes aprendió de sus captores, de su sociedad, y se aprovechó de ello adoptando la forma que más simpatía generaría entre ellos. Cosas sutiles, mostrandose recepetivo y cooperativo. Lo que nunca aprendió enteramente fue su orígen; sabía que su propia existencia era un mestizaje burdo y bruto que había requerido de un huésped humano para sobrevivir, una abominación, pero por la razón que fuere esa era la única información que no le daban como si temiesen su reacción o lo que él pudiera hacer con ese conocimiento.

En su adolescencia las alarmas se dispararon y el complejo temblo. Pronto, las luces de emergencia se prendieron. Algo había sucedido, algo malo. Lucian se escondió en el lugar más recóndito de su celda hasta que varias figuras trajeadas, aparentemente parte de un equipo que ostentaba habilidades extraordinarias se dispusieron a destruir el lugar. Al verle allí adentro uno de ellos abrió la celda y le llamo "hermano" antes de hablarle sobre que ya no tendría que ser un esclavo y que ahora podía volver a la libertad. Él no entendía. Los médicos, los científicos, los guardias,le caían bien. Los había llegado a conocer. Habían sido el único rostro familiar durante toda su vida, pero había aprendido a analizar la situación y decidió que si no tomaba aquella oportunidad, si no le seguía el juego a aquél grupo de hombres, nunca habría otra oportunidad.

Lucian fue puesto en libertad, nombrado como un "mutante" y se le explicó lo que significaba ser uno de ellos. Aprendió mucho respecto al mundo, a la situación en particular. Y cuando sintió que no tuvo más que aprender, huyó. No porque fueran a impedirselo, si no porque ya estaba acostumbrado a que era mejor no dejar oportunidades en su contra. Y ni un momento demasiado pronto, tras quedar "en libertad" comenzó a matar. No de una manera indiscriminada, no sin conciencia alguna de lo que hacía ni arrepentimientos, pero con una compulsión que era difícil de combatir.

No mataba sin sentido; devoraba a quienes mataba. A otros, dejaba sus cuerpos llenos de agujeros o los convertía en cosas aún más macabras. En el momento en el que lo hacía tenía todo el sentido del mundo, pero después... Volvía a tener pleno uso de razón, a dejar de sentir esa compulsión, ese instinto, y se sentía como la culpa después de un coito. Necesitaba ayuda.

Buscó ayuda con un psicólogo, atendiendose con el dinero que ganaba trabajando a medio tiempo en una cafetería. Sin embargo, fue infructoso. Cuando el hombre sugirió derivarlo a un psicoterapeuta, nervioso y pensando en llamar a las autoridades ante el potencial psicópata que se había estado atendiendo con él, su psicólogo se convirtió en su próxima víctima, y se movió a otra ciudad volviendo a buscar un empleo similar con el que ya tenía experiencia. Sus asesinatos no siempre eran indiscriminados, cuando se encontraba con uso de razón podía dirigir esos instintos suyos hacia individuos que él determinaba, no tendrían impacto en la sociedad.

Sin embargo uno no puede matar con tanta frecuencia, realizar actos tan terribles y aún asi proclamar justicia u actos similares, y la reincidencia lo fue viendo convertirse en un personaje cada vez un poco más oscuro. Busca una respuesta a qué es, evitando revelar a cualquier persona sus origenes durante el tiempo que pueda. Mientras tanto trata de mantener un perfil bajo y se mantiene en movimiento; después de todo ya fuese el gobierno o quién quiera que lo hiciera, alguna organización ha invertido mucho dinero y tiempo en él y si hay algo que las grandes compañias detestan más que el fracaso, son las pérdidas.

Lo desconoce, pero su verdadero origen es un cruce artificial entre un Klyntar y Brood, con una humana como anfitrión, dando como resultado una consciencia humana tras la muerte del anfitrión, lo cual es la fuente de su inestabilidad constante, y sus impulsos. El resultado es un Klyntar con un "cuerpo" propio.