Casting para Jean Grey / Phoenix

Soleado no es.

El clima actual se compone de una tenue atmosfera de humedad, con nubes gruesas y blancas, algunas con ligeros tonos grises, transitando uniformemente a lo largo del plano celeste. El sol, poderoso astro rey, hace lo que puede para imponerse y se filtra soberbio a través de pequeños y débiles huecos, iluminando todo aquello que toca. Quemando y al mismo tiempo, dando vida...

Ironía.

Heme aquí, alejada de los míos en un rincón del basto jardín que corresponde a la propiedad que me sirve de hogar y refugio; distanciada de quienes amo por la seguridad de todos. Sola y acompañada al mismo tiempo. Así es mi vida en todo momento, así es la vida de quién sostiene al fénix en su interior.

― Estás inquieto… ― le susurro al ave de fuego, una extraña sensación pues se siente como decirle algo al alma misma del universo. Es tan abrumadora que me es inevitable experimentar el efímero sentimiento de perderme en la inmensidad de ese dios destructor.

A pesar de que mis ojos se encuentran perfectamente sellados, puedo sentir como el raptor se manifiesta, envolviéndome en una tenue cubierta de llamas abrazadoras. Un calor que es capaz de consumir estrellas, exterminar al universo y volverlo a la vida, desde sus secas cenizas.

― Tranquilo, te prometo que lo repararemos ― el ente se calma con mi voz, retornando a la profundidad de su morada, al centro de mi alma dónde descansa cantando su hermosa canción. Una de vida y destrucción.

Desde que el Crystal M’Kraan fue profanado, la fuerza fénix en mi interior se ha enturbiado, reaccionando agresivamente ante el más mínimo estímulo. Se irrita con facilidad al punto de que me es agobiante e imposible mantenerla quieta, entorpeciendo mis poderes, trastornándolos tan inestablemente como se encuentra ella misma. Por el momento lo he mantenido en secreto a la perfección, sin embargo estoy consciente de que mis penas no han sido pasadas por alto por Charles y ‘Ro, aunque ninguno se atreva a hacerme frente… todavía.

También sé que no pasará mucho tiempo antes de que se lo diga. Antes que él se entere.

― ¿Jean?

…que conveniente.

― Scott… ― con un simple llamado suyo detengo mi retiro de meditación diario, indispensable a últimas fechas. Dejo de levitar en posición de flor de loto para posteriormente colocar mis pies firmemente en el suelo evitando una posible colisión contra el suelo. Erguida, miró sobre mi hombro, y mis orbes esmeraldas se encuentran con aquellas gafas color carmín que me ocultan todo y a la vez nada. Podría leer su mente si lo quisiera pero prefiero esperar, después de todo, no necesito leer su mente para saber que piensa a cíclope siempre lo ha delatado su rostro.

― ¿Súcede algo? ― me atrevo a cuestionarlo siendo que sé está aquí por mí y el andar tranquilo de sus piernas lo delata.

― No es nada sólo… ― calla, eso nunca es bueno ―. Me preguntaba como estabas ― como todos en la casa, querido.

― Estoy bien ― respondo por inercia, a veces creo que un día yo también terminaré creyéndomelo ―. El Fénix no tanto ― me sincero un poco, como en cualquier momento de debilidad. Únicamente Scott Summers es capaz de ver a través de mis engaños telepáticos, mi modesta condescendencia y el verdadero temor que esmero esconder de todos, habilidad que va más allá del vínculo mental que con él comparto desde hace años.

― Entiendo ― me dice, pero… ¿acaso un mortal puede entender los asuntos de un dios? Ni si quiera yo, que soy su casa, lo entiendo a veces ―. El profesor piensa que es prudente seguir esperando. Sigue sin convencer a Liandra de que ponerte en contacto con el cristal solucionará las cosas.

― No la culpo por no confiar en mí. En su posición tampoco lo haría ― y es que matar a billones de personas en un momento de locura sigue siendo un genocidio imperdonable.

Dejo de contemplar su alma en pena, que para tragedias tengo suficientes con las mías. Miró al cielo una vez más y las ganas de salir volando para olvidarlo todo me son irresistibles. No obstante, como siempre, me contengo y elijó la senda de la prudencia por encima de las bajas pasiones… eso ya no va conmigo. No soy ni Madelyne ni Dark Phoenix, soy Jean Grey. Mutante y hombre X.

― Se está siendo tarde, Scott. ¿Qué tal si pasamos adentro y comemos algo? ― una vez más, mi sonrisa de “aquí no pasa nada” es ganadora de sus favores y regresándome esa genuina mueca de “te creo”. Así somos él y yo, a veces hablamos con la mente, otras con la boca y algunas veces más con ninguna de las dos.

Tomó su mano y lo conduzco de vuelta conmigo, sin una pizca de resistencia por su parte.

Siempre es mejor enfrentar las cosas al lado de los que te quieren.

Hoy por hoy, no estoy sola.