Llamas en Wayne Enterprises [Batman]

“¡Hola Claire! ¿Como te va chica?!”
“¿Eh? ¿Anne? ¡Oye, este es un mal momento! ¿Puedes llamarme luego?”
“¿Eh? ¿Que pasa? ¿¡Claire, eso que oigo son sirenas de policía!?”
“¡No no! ¿¡Que van a ser sirenas!? ¡Es. . . la televisión! ¡Están poniendo una película de Arnold Schwarzenegger!”
“¿Te gustan las películas de Schwarzenegger?”
“¿¡A mi!? ¡Me apasionan! ¡Oye Anne, te llamo luego, es un mal momento, se me quema la cena, adiós!”

En realidad no son sirenas de policía: son sirenas de bomberos: bajo mis pies, a unos cincuenta y cinco metros en la calle, empiezan a organizarse los camiones de bomberos para atender el incendio que azota la planta numero veintitrés de Wayne Enterprises: veo los esqueletos de siete personas a través de las paredes del edificio, agolpándose en… ¿eso es una sala de reuniones? Y los focos de calor concentrándose en un par de salas en concreto… desde las ventanas de edificios y rascacielos cercanos, se han asomando montones de personas, mirando el incendio, grabándolo todo con los móviles… y mirándome, claro. Soy una chica con una capa roja flotando en medio del cielo enfrente de un rascacielos en llamas, supongo que es normal que llame la atención.


Me ha llevado cinco segundos llegar hasta el incendio y otros dos analizar la zona afectada. Voy a resolver esto incluso en menos tiempo: aprieta los puños mientras me impulso hacia delante escuchando el silbido del viento mientras aumenta mi velocidad; puedo sentir en una milesima de segundo como solo dos dedos rompen el cristal de una ventana como si fuese una burbuja de jabón atravesada por una bala humana (O una bala kryptoniana ¡ja!) y… de pronto todo estalla: el fuego crece desmesuradamente, multiplicando su tamaño ante mis ojos hasta estallar en mi cara, sacándome del edificio a las malas (¿¡que narices ha sucedid...!? ¡Oh, €*@#! ¡La ventana, el oxigeno! ¡€*@#, €*@#, €*@#!) y la situación, de pronto, no está controlada en absoluto: el aire del exterior entra por la ventana rota, el oxigeno alimenta el fuego, el fuego crece desmesuradamente y el humo empieza a extenderse por toda la planta: (¡@#&/Ç! ¡Debería haber dejado que lo hiciesen los bomberos!).

Al menos ahora ya puedo entrar sin provocar mas desastres. Espero. Vuelvo a entrar por la ventana rota, encontrándome ahora la oficina llena de humo: el fuego se ha extendido a los ordenadores, arrancando chispazos eléctricos… esa clase de fuegos tenían una clasificación concreta y una manera de extinguirlos, estoy segura… pero no me preguntes ahora cual es. Puedo ver como el piso de abajo es seguro, y las llamas comienzan a extenderse hacia arriba. Mientras me dirijo a la sala de reuniones donde están todo reunidos aspiro profundamente, llenando mis pulmones de humo: ahora soy la fumadora pasiva definitiva ¡viva por mi!

La puerta de la sala de reuniones está cerrada a cal y canto, y el fuego está empezando a comérsela por esta cara ¿no es que importe, no? El picaporte cruje bajo mi mano, casi arrancado de cuajo mientras la empujo y entro dentro. Las siete personas: un hombre joven, dos hombres de mediana edad y cuatro mujeres casi dan un salto de sorpresa al verme: el chico joven, en realidad, lo da. “¿Q...quien eres?” me pregunta una de las chicas. Y entonces todos empiezan a hablarme “¿Eres Superman?” ¿¡En serio!? “No. . . la he visto en las noticias, es Supergirl.” “¿Vas a ayudarnos?” “¡Tienes que ayudarnos, por favor!” “¡Ayudanos, ayudanos, ayudanos!”


Dos rayos de calor puro, tan rojos como el fuego salen disparados de mis ojos, destrozando una de las ventanas. Me gustaría poder hacer las cosas como mi primo: me gustaría poder sonreirles, y calmarles, y que se sintiesen tranquilos solo con verme: ahora mismo me miran como si yo misma fuese el incendio que viene a comerles vivos. Me gustarían muchas cosas, pero sobretodo, me gustaría sacarles de aquí vivos, y eso, solo eso, si que puedo conseguirlo: tan pronto los escombros de la destrozada ventana salen volando, cojo a dos de ellos y salgo volando por la misma, depositandoles en una azotea cercana: primero y segundo, tercero y cuarto… a termino del segundo viaje, escucho como los escombros de la ventana han caído sobre un coche, reventandolo ¡¿pero hoy no puede salir nada bien!? Quinto y sexto… ¡crack! (¿Eso que ha crujido es el hombro por donde te tengo agarrado? ¡Oh, lo siento lo siento lo siento!) y séptimo.

La planta del edificio arde al de poco mientras los bomberos comienzan a subir: esto va a enfadar al dueño. Me elevo por los aires lo suficiente como para abrir la boca y exhalar el humo toxico y mirar a mis pies: un incendio controlado convertido en una planta en llamas, una persona herida, quien sabe cuantos miles de dolores en daño a la propiedad y un coche que simplemente estaba cerca destrozado.

“¿¡A salvo!? ¿¡Que estamos a salvo!? ¡Esa zorra me ha destrozado el hombro! ¡Voy a demandarla! ¡Voy a…!” tampoco necesito mi oído para escuchar al humano mientras desciendo de vuelta a la azotea: estaba gritando, gritando tan alto como podían dejarle gritar sus humanos pulmones. Los rostros de todos los presentes están pálidos, en shock. Una de las mujeres cae de rodillas y empieza a llorar (ojala fuese como en las series de televisión...) pienso (...cuando ponen a todo el mundo a salvo, los héroes o los bomberos, o los superheroes o los policías se marchan y la gente que han salvado les despide agitando la mano con una sonrisa feliz). Despacio siento como la punta de mis botas rozan el suelo antes de posarse: los silbidos del viento, el murmullo de alguna clase de motor de avión… no puedo evitar dejar de mirar a las personas que he rescatado, fijándome en el edificio Wayne ¿es eso una especie de aeroplano negro?

“¿¡Me estas escuchando, niñata!?”

Lo peor que tienen los incendios, es que a veces estallan cosas. Por ejemplo, las oficinas. O por ejemplo, las alienígenas.

“¡Desde luego que te estoy escuchando, c&p@llÇ!” cuando me giro para verle se queda con la mano en el aire, a medio camino entre yo y él… ¿quizás pretendía agarrarme la capa? ¿Para… zarandearme? No lo se. Tampoco me importa: ¡le he salvado la vida a este cretino! ¡Debería estar agradeciéndomelo y no, no, no…! “¡Te estoy escuchando ahora igual que cuando estabas rezando en esas oficinas en un murmullo de voz! ¡Oye tío, te he salvado! ¡A ti y a todos vosotros, lo menos que podríais hacer es darme las gracias o… o algo así! ¡No tenía por que hacerlo ni tenía por que… nada!” y con esto se acaba la discusión. Todos ellos se han quedado en silencio, mirándome con los ojos muy abiertos y una expresión de miedo… ¿pero que se creen, que ahora voy a matarles por haberme enfadado? (¿¡Pero que os pasa ahora!? ¿Os creéis que voy a golpearos? ¡No soy un monstruo tíos, os he salvado! ¡Dejad de comportaros como críos, dejad de…!)

Veo, de refilón, mi reflejo en una ventana oscurecida en un edificio lejano, a seiscientos metros… Rao ¿me están brillando los ojos? ¿Les estaba gritando con los ojos brillantes, de verdad? Durante unos instantes solo les miro y siento como ellos me devuelven la mirada, seguramente esperando algo: no se que esperan. Y no se que hacer. ¿Apagar un incendio? Eso no es ningún problema. ¿Salvar a gente que está a punto de morir envuelta en llamas? Puedo hacerlo con los ojos cerrados. ¿Atender a siete personas en estado de shock?… no se que hacer (Rao ¿qué hago?). No se que hacer (Rao ¿qué hago? ¿qué hago? ¿qué hago?). No tengo la menor idea de que hac…


A veces tengo problemas para entender como me ve la gente. Pero cuando le veo, soy capaz de entenderlo: sale desde la noche como un jirón de oscuridad, como un monstruo, como el hombre del saco. Las primeras veces que le conocí, me esforcé en decirle una y otra vez que no me daba miedo… no tengo muy claro que se lo haya creído ni una sola vez, la verdad. Cuando se posa en el suelo, envuelto en su capa negra, me doy cuenta de que el suyo es el único corazón (¿Porque es un humano, no? No es un alienígena como yo o mi primo, o un fantasma mágico o cualquiera otra cosa...) que no soy capaz de escuchar… ¿ver bajo el traje? Imposible, lo lleva forrado de una minúscula capa de plomo… se acerca con pasos que solo soy capaz de escuchar cuando me concentro mirándome bajo la capa.

Tía, da miedo, en serio, igual que su ciudad: intimida. Sobrecoge.

Y entonces vuelve a hablar: ¡entregarles a los bomberos, claro! “¡Ah! ¡Claro que si! Era exactamente lo que iba a hacer ahora, espera...” ¡y dicho y hecho! Antes de cualquiera de ellos se ponga peor me acerco a las victimas, sosteniéndolas de dos en dos y descendiendo con suavidad hasta la calle, hasta dejarlas con los bomberos: hay miradas de felicidad, y de agradecimiento esta vez. También hay miradas de miedo o de incomprensión… el hombre del hombro herido me lanza una mirada completamente vacía cuando le dejo en el suelo y comienzo a volar de nuevo, como si no supiese que pensar de mi. Para ser sincera, yo tampoco tengo muy claro que pensar de el después de todo esto, pero no puedo evitar marcharme con una sensación de culpabilidad. Quizás el sienta lo mismo; no lo se.

“Batman...” A mi espalda, el edificio estalla con una serie de llamaradas que me hacen encogerme, sobrecogida. Desde una de las ventanas sale propulsada una pared, dispuesta a caer en la calle. En apenas una centésima de segundo cubro los doscientos metros que nos separan, colocándome bajo la pared y sujetándola. El murciélago me sigue mirando desde la terraza, inmóvil y (¿Me está evaluando, verdad? Me está poniendo nota. El muy monstruo me está poniendo nota como superheroina, lo se.) mirándome fijamente. Me da escalofríos. Creo que prefiero pasarme la noche recogiendo cascotes que caen del cielo a someterme a esa mirada. Cuando regreso despacio a la terraza, depositando con cuidado el trozo de pared en otra terraza cercana, al menos me encuentro con una cara mas simpática que la de El Rey Vampiro.

“...y Robin. Batman y Robin, algunas cosas no cambian.” sonrío: me alegro de que Batman vaya por ahí aterrorizando a la gente con Robín cerca, le hace parecer un poco mas humano… aunque el Robin que yo recordaba era un chico. “Yo soy… bueno, ya se lo has oído; Kara. Supergirl, si lo prefieres.” miro su mano y me encojo de hombros con cara de circunstancias, sin poder evitar que una sonrisa un poco avergonzada baile en mis labios: si le estrechase la mano, la pobrecilla no podría volver a usarla en su vida, así que mejor dejarlo estar “Encantada Robin, pero mejor dejemos lo de la mano por ahora...” se sentía cargada, tensa, con las venas bombeando adrenalina tras lo que había pasado. La ultima vez que se puso tan nerviosa en clase, le prendió fuego a un microscopio en un laboratorio.

“¿Que como llegue aquí? En mi nave espacial, y después de eso, en tu avión raro, claro, eso ya lo sabes… ” ¿que clase de pregunta era esa? “Claro que he tomado un pseudonimo...” ¿Eh? ¡Pero si tu mismo me distes las gafas que uso como Claire…! Y entonces empiezo a notarlo: su voz es algo mas grave, mas rasposa. La barba que asoma de debajo de su mascara parece mas afilada, mas curtida… es ¿mayor? “Tu no eres Batman...” inmediatamente mientras pronuncio estas palabras despego mis pies del suelo, solo para colocarme en una posición ventajosa por si el falso Batman intenta algo. Como si mis palabras le extrañasen, el murciélago deja de contemplar la noche, para mirarme y puedo ver como su capa negra y su piel, como todo el mundo comienza a teñirse de rojo, como siempre sucede cuando mis ojos empiezan a prepararse absorbiendo energía calorífica. “Batman conoce donde estudio, Batman pagó mi apartamento por un negocio que hicimos y, sobretodo, Batman es mas joven de lo que tu eres… ¿eres un robot? ¿Un clon malvado? ¿Barro viviente?”

¿Teléfono sonando?


Pues si, teléfono sonando. Puedo escucharlo en la lejanía, a un par de kilómetros de distancia en la… (¿¡Oh, vamos, en mi taquilla del instituto!? ¿¡me lo he dejado ahí, en serio!? Bueno, ya lo recogeré mañana…) ...bueno, da igual adonde. Cuando me quiero dar cuenta he desviado la vista en dirección a donde escucho la música de mi teléfono… volver a mirar a Batman y a Robin es incomodo y… incomodo. Es muy incomodo. Realmente incomodo en realidad. Ahora me siento algo parecido a una matona que actúa sin pensar o a una marrullera que solo sabe amenazar; y la cosa no mejora cuando Robin utiliza la palabra “freír”. ¿Freír? ¿Freirles, como el pollo, o las patatas? Ya se que que la intención de la chica al usar esa palabra ha sido ser simpática, pero la sola idea de ver esa sonrisa sometida al mismo proceso que una alita de pollo… no, no quiero ni pensarlo. Es horrible. Por unos instantes, siento nauseas.

“Desde luego, sois el real deal...” murmuro mientras vuelvo a posarme en el suelo, arreglándome el pelo, incomoda. Esto es estupendo: dos superheroes, no, dos humanos superheroes, pero los que todo supone cinco, diez o veinte veces mas esfuerzo de lo que me supone a mi se pasan por Metropolis para hacer mi trabajo (Supongo que ahora es mio en ausencia de Kal… porque desde luego, los linternas verdes no vienen a ayudarnos, no) y yo encima les recibo con amenazas y ojos asesinos (¡Bien Kara bien! ¡Te mereces un aplauso chica, desde luego!).

Suspiro.

No ha sido mi mejor momento, desde luego.

Les miro por el rabillo del ojo cuando seguir fingiendo que miro el edificio en llamas ya se hace demasiado evidente: si, siguen ahí. Dracula me mira sombrío y oscuro, juzgandome, y seguro que pensando que soy una supercalamidad que tendría que seguir flotando en el espacio, donde no le tocase las kryptonitas a nadie. Robin me mira con una enorme sonrisa… que El Murciélago me haga sentirme como una niña a su lado, no es nada nuevo, pero que una chica visiblemente mas joven que yo como es Robin también me haga sentir inmadura… bueno, eso si que es chungo. ¿Alguna vez te han dejado la ultima a la hora de hacer equipos en las clases de Gimnasia? ¿Conoces esa sensación, mezcla de soledad y de ser… bueno… inadecuada? En fin, así es como me siento.

“Linda Danvers… tío, es un nombre que suena bastante estúpido.” les digo, sonriendo. Robin sonríe un poco mas. Dracula no, no sonríe: me mira con su alegre y simpático rostro de asesino en serie… y entonces caigo en la cuenta. “¡Espera! ¿Escanea los Waynephones? ¿Wayne, como el de la torre? ¿El ricachon idiota de las revistas?” Miro la torre en llamas. Miro a Dracula. Miro la torre en llamas (llamas cada vez mas grandes). Vuelvo a mirar a Dracula.

Lo siento:

FDI:

Demasiadas cosas, demasiadas cosas juntas... durante unos largos segundos Kara no dijo nada: Batman no era Batman. El evento Omega no le importaba un carajo, porque solo era eso, un nombre. El evento Omega podría haber sido un nombre utilizado para designar una fisura cósmica capaz de poner patas arriba toda la realidad (o realidades) conocidas o también podría haber sido el nombre de una discoteca que abría hasta las cuatro de la mañana. No era más que eso, un nombre. Pero que Batman no fuese Batman era mucho, muchísimo mas que uno o dos nombres: era una consecuencia; la consecuencia de una catástrofe gigantesca. Una catástrofe en la que se habían perdido cuatrillones de vidas, en esta y en otros tantos universos.

Kara se habría sentido desbordada al descubrir que todo lo que había conocido había dejado de existir…

“El Batman de donde yo vengo siempre llevaba una lámina de plomo en la mascara; no, jamás supe quién era… y lo único que te puedo decir de él es que me daba un miedo terrible.” Dijo al sentir la mano (¿o garra?) del murciélago sobre su hombro, devolviéndole el gesto con la sonrisa tímida y apurada de quien no está acostumbrada a recibir un gesto así y no sabe muy bien como reaccionar: definitivamente, el Batman de su realidad no era así, y tampoco daba palmaditas de afecto sobre su hombro. Ni su padre, ni… en realidad, hasta ahora, solo la habían tocado así dos personas: el entrenador de Beaseball de su instituto un día que Kara no midió demasiado bien su fuerza y la pelota se fue demasiado lejos y, su ahora desaparecido primo, Kael-El, y ni siquiera su primo era realmente su primo en esta amalgama de realidades. Era algo parecido a... una copia. Eso si realmente su primo era, porque bien podría haber desaparecido para siempre.

Preguntas…

Kara descendió hasta el suelo y se sentó sobre el borde de la azotea, acariciándose la frente: a su espalda, Wayne Enterprises, propiedad del humano que se habría ofrecido a ayudarla desinteresadamente y que ella había amenazado con matar, seguía ardiendo... mientras escuchaba el crepitar de las llamas, Kara se detuvo a pensar y llegó a la conclusión, bastante segura, de que existían múltiples Karas en múltiples realidades y, a este universo, había ido a tocarla la peor de todas ellas.

“Creo... que de dónde yo vengo, yo era una especie de Supervillana.” Acabó confesándole al Murciélago-que-no-era-el-Murciélago-que-había-conocido y que increíblemente era Bruce Wayne. Kara estaba convencida de que esto era una jugarreta de la realidad de ese murciélago en concreto: seguro que en ninguna otra Batman y Bruce Wayne eran la misma persona. Imposible. Notó una absoluta calma por parte de los dos y eso la deprimió incluso más ¡ni como Supervillana la tenían en cuenta! “...digamos que... vengo de un hogar conflictivo. Más o menos.” Arrugó el gesto: bonita manera de decir que padre asesinó a varias decenas de Kryptonianos “Mis padres asumían como inevitable la destrucción de mi planeta natal, Krypton, pero también estaban convencidos de que la causa de su destrucción era, por así decirlo, contagiosa. Como una enfermedad planetaria. A mí me enviaron a la tierra para...” (matar) “...llevarme a Kael-El antes de que contagiase vuestro planeta.”

Matar: la palabra correcta era, definitivamente, matar, y hasta Robin con su escasa instrucción se habría dado cuenta de eso. Acabar con la vida de Kal-El. Durante unos segundos, Kara Zor-El se preguntó si quizás, simplemente, este Batman no habría conocido a una “mejor” ella. Una “ella” que hubiese crecido sin tener que pelearse cada semana en su centro de instrucción para defender a un padre loco, una ella querida por sus padres y una ella mas… bueno. Mas “mejor” ella que ella. Una ella que sonriese mas y una ella que pusiese las cosas en su sitio sin extender incendios por rascacielos: la duda… “¿Cómo era la -yo- que conociste en tu realidad? ¿Cómo era el Kal-El que conociste en tu realidad?” …la estaba devorando, y quería tener respuestas. “¿En tu realidad se contagió esa enfermedad?” (¿Mi padre estaba realmente loco y jamás corristeis ese riesgo? ¿O, y que Rao me perdone, tenía razón?)

“¿Tu… me dejaste estar en tu casa?” preguntó, parpadeando. Quizás esa era una de las cosas que mas la habían sorprendido. ¿En alguna realidad, en serio, Batman había confiado tanto en ella como para descubrirle su rostro y permitirla entrar en su hogar?


“¿Mi primo está vivo?” ¿Se le podía llamar su primo, en realidad? Ella solo había conocido a otro Kryptoniano durante unos tumultuosos meses en los que demasiada gente jugó con su mente, desconfió de ella, la traicionó, golpeó e incluso la intentaron… Kara se obligó a alejar de su cabeza ese recuerdo en particular. Demasiado desagradable. Pero si, en cualquier caso, el único ser vivo al que podía mirar como un pariente era un ser venido de otra realidad, al que solo había conocido por unos meses y que, aparentemente, no la había dejado ningún mensaje… (y Kara era lo bastante lista como para darse cuenta de que, de traer Batman un recado de su primo, ya se lo hubiese contado) entonces… bueno…

Tras la explicación de El Murciélago las nubes terminaron por eclipsar la luna, oscureciéndola con un mantón tintado de un pesado color gris. Sin la luz de la luna reflejándose en los titánicos y esplendorosos edificios de Metrópolis (edificios que parecían haber sido diseñados para resplandecer y hacer resplandecer a la ciudad con los colores del malva y el oro del sol o de la plata y el acero de la luna) la ciudad quedaba relegada a contar con su propia iluminación, lo que de pronto le confería un tono no mas oscuro, pero si mas apagado, como un rostro donde se desvanecen la sonrisas.


Y, de verdad, Kara querría hacerlo. . . o más bien, querría ser capaz de hacerlo: y ya que estaba culparle de otras cosas, como por ejemplo, del cretino de su empleado que quería denunciarla por haberle aplastado el hombro pese a haberle salvado de un incendio, o del cretino mayor de su primo, que esencialmente había hecho exactamente lo mismo que el Kal-El de la dimensión del murciélago, aunque cuando Batman lo contaba sonaba como un tío estupendo en lugar del capullo prepotente que ella recordaba. . . ¡o incluso la cretina de ella misma en la Bat-Dimensión! ¿Quién era esa tía? ¿Qué estaba muy apegada a su familia? ¿¡A que maldita familia, si su familia había muerto hace décadas en una explosión a miles de años luz!?. Quería culparle de todo eso, y echárselo en cara a gritos.

Sobre las cabezas de la ciudad entera, la presión y la humedad en las nubes se dieron la mano hasta crear una ínfima esfera de agua que se precipitó hacia el suelo con un silbido que solo un puñado de criaturas en la galaxia habrían podido escuchar: una de esas criaturas, estaba en la azotea. Antes de que la gota de agua chocase contra la nariz de Robin, Kara extendió su dedo índice ante el rostro de la chica, recogiendo la gota en pleno vuelo.


La alienígena les escuchó todo lo que tenían que decir, con el rostro mas serio y frio que fue capaz de poner. Los dos humanos estaban haciendo un esfuerzo para esconder sus emociones por ella; sus caras reflejaban una quietud equiparable a la claridad de sus voces, y sin embargo, el latido de sus corazones les traicionaba, mostrando toda la magnitud de sus emociones: inquietud, en la chica, tristeza en el hombre. Se merecían el mismo trato: no se merecían a una Kryptoniana llorica y deprimida, se merecían a una mujer fuerte y segura de si misma. Y aunque no podía darles eso, podía fingir lo mejor que podía. Sentía que eso era lo mínimo que debía hacer por ellos dos: fingir que era mas fuerte de lo que realmente era.

“En mi realidad, tú te esforzabas por recordarme constantemente que yo no era Kal-El.” Dijo tras unos segundos de silencio, largos y pesados, en los que una solitaria gota de lluvia había crecido hasta ser una ligera llovizna que cubría toda la ciudad, como si la misma Metropolis llorase al escuchar lo que le había sucedido a su hijo predilecto. (Eso era lo peor de Kal-El. . .) pensó Kara (. . .da igual todo lo que desees criticarle y echarle en cara, es imposible alegrarse de que no esté) “En esta. . .” Kara se levantó del borde de la azotea mientras hablaba: si iba a decirlo, debía hacerlo de pie, con la barbilla alta, fingiendo orgullo. No como una niña deprimida “. . .voy a ser yo quien te lo diga. Si un Kryptoniano llamado Kal-El, al que jamás he conocido, ha decidido sacrificarse por este planeta, entonces ha sido su decisión: yo no me trago eso de que fuese la única solución: contabais con los recursos de un planeta entero a vuestra disposición, un planeta que debería haber estado dispuesto a darlo todo para salvarse. . .” Dijo, sorprendiéndose ella misma de la claridad que había conseguido darle a su voz.

La lluvia continuaba derramándose: una constante fría, neutral e inexorable, pero en la que podías confirmar. “Tan cierto como que lloverá”; Kara no tenía claro si eso era una expresión humana, pero si no lo era, debería serlo. “. . .lo que sí creo, es que eso era lo único que podíais hacer. Y también me creo que erais los únicos dispuestos a hacer algo. Siento que hayas perdido a tu amigo por la estupidez de todo un planeta; espero que regrese. Pero fue decisión suya, y no veo nada de lo que culparte. Y en lo que a mí respecta. . .” necesitó un segundo antes de continuar. No solo era buena imitando las voces de otras personas, era buena imitando su propia voz, hablando con una claridad y una serenidad tan frías como el hielo. “. . .no te preocupes: han muerto un millar de primos míos que jamás he conocido. Este solo está desaparecido.”


Quería irse a una esquina, abrazarse las rodillas y llorar hasta que sus padres regresasen a recogerla. Le daba miedo ser tan débil que llegase a permitir que cosas como la gente ardiendo en el edificio de Gotham sucediesen: y sucederían si ella era débil; lo sabía. Le daba miedo llegar a ser tan fuerte que la gente la tuviese miedo, como había sucedido en el mismo edificio segundos después. Sabía que Batman estaba dispuesto a recogerla y a llevarla a su casa, a arroparla y a dejarla durmiendo, pero sabía que si elegía ese camino, antes o después, el mismo planeta que había ignorado el sacrificio de Kal-El le aplastaría. Y por encima de todo, sabía que ella no era como Batman. Ni como Robín. Ni como su primo. Ella no era. . . bueno, superheroica. Ella era una artista, solo eso. Había sido concebida e instruida con el fin de ser una artista. Ni siquiera pertenecía a la casta guerrera.

(Así pues, si lo único que podía permitirse era ser fría. . .)
Por unos instantes, una par de lágrimas fueron tan fuertes como para llegar a sus ojos y precipitarse a saltar de sus parpados, dispuestas a resbalar por sus mejillas. Durante una décima de segundo los ojos de Kara brillaron con la misma energía que una estrella enana roja y volvieron a apagarse, evaporando en una neblina las dos lágrimas y todas las gotas de lluvia tan desafortunadas como para estar cerca.


“Solo tengo una pregunta mas por ahora: has dicho que te debo cincuenta mil dólares. . .” miró al edificio. Tenía la extraña idea de que la lluvia llegaría a apagar el fuego como en las películas, pero no fue así. Seguían saliendo llamas de las plantas, pese a estar controlado el fuego. Volvió a mirar a Batman: no se creía que alguien como El Murciélago fuese a aceptar la ayuda de una rubia de dieciséis años, pero estaba bastante segura de que si era capaz de disfrazar sus palabras. . .