Como viejas conocidas (Timoria Whites) [28/11/2018]

28 de noviembre
18:10
Alguna calle de Central City

Hace unos años apareció en mi vida una mujer que dijo ser mi tía. Concretamente, la hermana de mi padre, ese hombre absolutamente desconocido para mí. Si no fuera por ella, jamás habría sabido siquiera cómo era su cara. Además de eso, fue quien me dio la noticia de la herencia millonaria que me dejó mi abuela, pero ese es otro tema que no me apetece demasiado tocar. A pesar de mi desconfianza habitual con respecto a la gente que no conozco, y de que entró en mi vida de forma abrupta, mi tía Zenobia se ha convertido en una de las pocas personas que aún están a mi lado. No me malinterpretéis, he tenido amigos. No me cuesta relacionarme, he salido mucho. Pero no todos permanecen, ¿sabéis? Lo normal es que desaparezcan de mi vida al cabo de un par de meses. Pero bueno, ya me he acostumbrado.

Aquel día fui a comer con ella. Zenobia tiene ya 53 años y vive en Central City. Mantuvimos una amena velada en la comida tras la cual sirvió nuestros tés favoritos mientras charlamos de todo un poco. Tendemos a hablar sobre el pasado, porque es todo lo que compartimos, de un modo extraño, pero así es. Y yo siempre quiero saber más.

Después de la comida, me puse algo de abrigo y salí a la calle para volver a Nueva York, no sin antes parar en Light Books, una pequeña librería cercana. Salí de allí con unas cuantas novedades y el último título que me faltaba de Haruki Murakami. Me quedé en la puerta un rato echando un ojo a la bolsa que llevaba, organizando mi bolso y poniéndome el abrigo como pude. Sin fijarme demasiado, miré un instante hacia la acera de en frente retirando la vista de inmediato. Tardé un poco en darme cuenta de que allí donde había mirado, y por casualidad, se encontraba alguien que me resultaba extrañamente familiar.

-Esa es... ¿Timoria?

28 de noviembre
18:11
Al lado de Picture News.


Pasear por Ciudad Central está muy bien. Si bien es una ciudad cosmopolita, toda ciudad grande tiene su rutina. Los mismos mendigos, las mismas tiendas, las mismas historias repitiéndose una y otra vez. Pasear tras el trabajo es parecido a ver una serie que ya has visto otra vez porque te gusta.


- Vaya, vaya... que tiemble el profesor Zoom, mira quien está aquí. - Timoria esbozó media sonrisa al saludar a "Skinny B" mientras se apoyaba en una farola. "Qué creído me lo tengo a veces" pensó para sus adentros.

¿Qué hacía ella aquí? Hacía muchos años que no la veía. Si bien mi recuerdo con ella fue agridulce, sentía que tenía una relación más estrecha de lo que geográficamente nos une. Aunque bueno, al fin de al cabo ahora sólo estabamos a unos pocos metros.

Giré la cabeza hacia abajo para prepararme para soltar una puya, debido a que casi me daba vergüenza:

¿Vienes a rememorar ese día, o qué? - y solté una risa pequeña como coletilla.

No la recordaba tan locuaz, aunque, por lo demás, no parecía haber cambiado mucho. Cuando nos conocimos éramos apenas unas adolescentes, y el contexto fue, digamos... Desagradable. Ni siquiera teníamos aún identidad secreta, pero creo que ahora ambas sabemos lo que somos. Lo último que supe de ella fue que se separó de ese grupo suyo, los Red Wolves, y empezó a trabajar en solitario. Somos unas fracasadas asociales; es mejor que la gente como nosotras vaya por libre.

-Eras las última persona que esperaba encontrar hoy aquí, Timoria.- nos saludamos con un apretón de manos. No somos las típicas viejas amigas que se abrazan, se saludan con dos besos y se preguntan por los hijos y el marido.- Había olvidado por completo que este es tu territorio. Han pasado muchos años.

Me pareció que había hablado como lo haría una anciana y me sentí muy carca de repente. Decidí callarme y dejar de decir gilipolleces nostálgicas como si echase de menos aquellos tiempos.

-Igual te parece una mierda de plan porque hasta a mí me lo parece, pero... ¿Nos tomamos un café? Ponernos al día no estaría mal y no tengo nada que hacer hasta esta noche.

Saqué un cigarro de la pitillera y me lo encendí.

(Creo que eran los Red Wolves, corrígeme si me equivoco. Y por otro lado, he puesto ladrones por improvisar un poco, no sé cuál era vuestro ámbito de acción. Si prefieres que lo cambie, me lo dices.)

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Pedí un café irlandés. El whisky en aquel formato no me afectaba, al fin y al cabo era tan solo un chorrito... La cafeína me sentaría peor. Nos sentamos a esperar los cafés y los deliciosos pasteles a los que tanto hype les había dado Timoria.

-¿Qué crees que me trae por aquí? Probablemente algo emocionante, ¿no?- reí. La gran Skinny B había ido a visitar a su tía. Parecía la jodida Caperucita Roja.- Pues no, sólo he venido a visitar a un familiar.

Sonaba bastante aburrido, pero era algo que debía hacer periódicamente. Era la única familia que me quedaba, si entendemos por "familia" a las personas con las que tienes una relación sanguínea directa. En definitiva, no toda mi existencia giraba en torno al bien, el mal, el barrio y los tíos buenos. A veces me gusta creer que tengo una estabilidad, un lugar donde caerme muerta, alguien a quien le importa si me hago daño; una vida normal. En fin, los sueños de cualquier mortal.

-Si te preguntas por mí, sigo igual. Me doy de hostias con quien creo que la está cagando e intento ayudar a quienes creo que merecen la pena. ¡Pero ahora tengo una traje muy guay! Ya no puede partirme una pierna cualquier chulito subido.

Nuestro cafés llegaron humeantes sobre una bandeja junto a los pasteles de fruta. Es cierto, tenían buena pinta. Y la camarera pelirroja que nos los sirvió con una sonrisa también tenía buena pinta.

-¡Qué os aproveche!- dijo llevándose la bandeja vacía después de poner el pedido sobre la mesa.

Mordí uno de aquellos jugosos pastelitos. Plátano y mora; sorprendente y deliciosa combinación.

-Vaya, estos manjares no defraudan, Timoria. Sigues tan exquisita como siempre...- le di un sorbo a mi café.- Oye, ¿y qué es de ti? Lo último que supe es que los Red Wolves y tú les pateásteis el culo a unos famosos ladrones de Ciudad Central. Salisteis en los periódicos. ¿Sigues trabajando con ellos? No he vuelto a escuchar nada más sobre ese grupo.

Miré de reojo a la camarera. Sus pequitas eran adorables, y aunque parezco una insensible, aquellas pequeñas cosas me devolvían la fe en el mundo. El sabor de un buen postre, una conversación estimulante, o... Por qué no, las pecas de una camarera pelirroja que parecía tan despistada y encantadora como heterosexual.