FICHA DE SIMON GRAHAM
Nombre: Simon Graham
Alias: Necrowarrior
Edad: 127 años. Aparenta 27.
Universo de Origen: DC
Nacionalidad: Británico.
Raza: Místico.
Mentor: Ninguno.
Bando: Héroe, aunque no lo parezca.
Ocupación: Ex-sargento del 4º Batallón del 305 Regimiento de Infantería del Reino Unido, actualmente cazador de demonios y Guardián del Sello del Séptimo Infierno.
Descripción Física: Simon parece recién salido de algún folleto propagandístico de guerra de principios de siglo XX. Alto, esbelto y fibroso, delata los signos de años de entrenamiento intensivo. Lleva el pelo castaño cortado por atrás al estilo militar, pero por delante se lo deja crecer caprichosamente, conformando un flequillo espeso y rebelde. Sus ojos son su rasgo físico más distintivo, pues brillan con un tono verde fantasmal. Cuando se enfurece o se deja llevar por su artefacto, el fulgor rodea por completo la comisura de los ojos y hace brillar incluso sus venas y arterias.
Su atuendo está visiblemente desfasado. Lleva una pesada gabardina de cuero y un sucio uniforme de soldado de infantería de la Primera Guerra Mundial, que pese a las inclemencias y los vaivenes sufridos nunca parece caerse a pedazos. En su mano izquierda lleva un extraño guantelete de metal negro y formas espinosas.
Descripción Psicológica: El carácter de Simon cruza por dos extraños polos opuestos. Por un lado el joven Simon, un joven descarado, cínico, amante de los chistes y chascarrillos, y con una actitud generalmente chulesca. Por otro lado el Simon cansado, que al igual que el veterano de una guerra que ha durado demasiado y ha regresado a casa tras estar en el infierno (y en su caso literalmente), ha visto tanta muerte, tanta miseria, y la mano negra de sus enemigos en tantos lugares que ha perdido el entusiasmo por la vida y ya no cree que el mundo pueda ofrecerle nada bueno. Tan sólo su papel como el Necrowarrior le mantiene cuerdo y constante, y de hecho lo único que parece levantarle ahora el ánimo es patear culos de demonios.
Historia: 1916. La Gran Guerra, el primer gran conflicto de la historia de la humanidad, está en marcha. Gran Bretaña ha decidido prestar su apoyo al frente aliado, y cientos de miles de voluntarios parten hacia las fronteras alemanas, con pasión en el corazón pero nula experiencia en combate. Lo que les espera al otro lado del Atlántico, desde las trincheras y los nidos de ametralladoras alemanas, es la muerte y el horror.
Simon Graham es uno de estos voluntarios. De su historia poco o nada se sabe, y ni siquiera él mismo conserva recuerdos anteriores a la guerra. De hecho ni siquiera destacó especialmente en el tiempo que estuvo de servicio. Llegó a sargento porque la persona que ocupaba el cargo murió durante el turno de noche por congelamiento ("la muerte dulce", que le llamaban en el frente), y Simon era el único de su unidad que sabía sostener un fusil sin que le temblasen las manos. Por lo demás se limitó a cumplir las órdenes que le llegaban desde la cadena de mando, aunque su actitud deshinibida y descarada le causó problemas con sus superiores. Tuvo que aprender a las malas que en la guerra no había espacio para las bromas. Por supuesto, siempre fue un rebelde al respecto, y tal vez eso fue lo que le ayudó a conservar la cordura.
Todo cambió aquel fatídico 1 de julio de 1916. Las órdenes eran claras: avanzar y arrebatarles terreno a los alemanes a toda costa. Sin prisioneros, sin cuartel. No hacía falta ser muy listo para presentir que aquella iba a ser una misión suicida. En apenas una hora, cerca de 20.000 soldados se lanzaron de cabeza a una muerte segura. Simon apenas recuerda ese día como un gigantesco borrón, una gran mancha verde que se expandía por doquier, el ensordecedor repiqueteo de las ametralladoras, el fogonazo de un mortero...
Después de eso, su mundo cambió para siempre.
No recordaba que hubiese pasado tanto tiempo, pero al despertar había anochecido. O dicho de otro modo, ni la luz de la luna brillaba. La tierra era un hervidero de cadáveres de ambos bandos, sembrando los campos con su sangre y sus miembros mutilados. Sus compañeros, si seguían vivos, parecían haberle abandonado. Llegó a preguntarse si había muerto él también, y se encontraba en el purgatorio.
Entonces los vio salir de agujeros en la tierra. Horrores recubiertos de metal espinoso que se llevaban los cadáveres o les inyectaban un extraño suero. Estos volvían a levantarse y caminaban como marionetas sin alma. ¿Qué demonios estaba ocurriendo? Sin apoyos, sin la posibilidad de recibir órdenes del frente, Simon decidió que no tenía nada mejor que hacer salvo averiguar que no se estaba volviendo loco. Armado sólo con un fusil, una escopeta y un puñado de munición, el soldado se internó él solo en el corazón del horror.
Donde otros se hubiesen dejado llevar por el pánico o se hubiesen pegado un tiro para ahorrarse sufrimiento, Simon mostró una resistencia mental sorprendente. Avanzó sin temor hasta averiguar la causa de todo aquel despropósito: un científico del bando alemán, Johannes Zimmermann, estaba al cargo de unas excavaciones que desenterraron los restos de una antigua civilización desconocida. En el yacimiento había encontrado un extraño guantelete dotado de poderes sobrenaturales, que le concedió la capacidad de resucitar a los muertos y convocar otros horrores de los infiernos. El demente científico se autoproclamó el Necrowarrior, alguna clase de título enfermizo que despertó la más profunda animadversión en Simon. Convencido de que no podía traerse nada bueno entre manos, Simon decidió personalmente darle el finiquito al "Necrowarrior". Tras atravesar un campo de batalla irreconocible, plagados de soldados que insistían en volver de entre los muertos y criaturas que sólo podría haber concebido en leyendas o pesadillas, Simon logró alcanzar a Zimmermann, y tras un encarnizado combate dio muerte al demente.
Poco se imaginaba que aquello sería sólo el principio.
El extraño guantelete le habló. Sí, tal como suena. Se hacía llamar La Mano Sombría, y existía sólo para servir al Necrowarrior, su digno portador. Al principio consideró a Zimmermann como tal, pero dado que Simon le había matado ahora debía ser él quien ostentase el título. Apenas se encajó el guantelete en la mano, Simon cambió. Al principio fue sólo gradual, pero conforme pasaba el tiempo era más consciente de que estaba perdiendo toda sensibilidad. La Mano le otorgó un poder inimaginable, pero el precio a pagar fue su humanidad.
Y ni siquiera tuvo tiempo de lamentar su decisión. Desde que fue reconocido como Necrowarrior, Simon había sido empujado a la vanguardia de una guerra que se libraba desde antes de que el hombre aprendiese a matar con palos y piedras. Una guerra a la que él debía dar fin.
Hace diez mil años una raza más avanzada que los humanos se habían erigido ya como civilización. Se llamaron a sí mismos los Mephillim, aunque los humanos los recuerdan vagamente a través de mitos y leyendas bajo el nombre de "vampiros". Una vez caminaron a la luz del sol, e incluso convivieron con los humanos. Pero el ansia de poder era común en ambas especies, y la guerra fue inevitable. Atraídos por el conflicto, los demonios mediaron a favor de los Mephillim, y los ángeles y otras entidades primordiales a favor de los humanos. Éstos ganaron, y los Mephillim fueron obligados a retirarse a las sombras, donde permanecerían para toda la eternidad.
Mientras que la mayoría de los Mephillim aceptaron su suerte y decidieron adaptarse a su vida subterránea, varios de ellos vivieron siempre rencorosos con los humanos. Estos disidentes fueron tentados por Belafor, Barón del Séptimo Infierno, Príncipe de las Mentiras y Señor de la Discordia, quien les prometió recuperar el reino de la superficie si le ayudaban en su campaña de conquista. Los Mephillim convertidos ayudaron a Belafor a desintegrar a sus camaradas de raza, pero éstos contraatacaron con sus propias armas mágicas, y lo que en un principio iba a ser una rápida toma de poder se convirtió en una sangrienta guerra civil que duró hasta los días de la Gran Guerra humana.
Sólo una criatura, según afirmaban las leyendas Mephillim, tenía el poder de poner fin a la guerra: el Necrowarrior, una criatura que uniese lo mejor de los tres bandos (humano, vampiro y demonio). La Mano Sombría fue creada con tecnología Mephillim y hechicería demoníaca, pero fue un humano el que debía empuñarla. Simon simplemente había respondido a la llamada. Y ahora le tocaba a él hacerle el trabajo sucio a una raza moribunda antes de que Belafor se encargase de que ya no hubiese un mañana para ninguno. Un juego de niños.
Convertido en el Necrowarrior, y adquiriendo poder conforme la Mano iba despertando, Simon atravesó las cámaras Mephillim y la misma puerta del Séptimo Infierno, donde le aguardaba su adversario. Belafor fue un digno oponente, como era de esperar, pero Simon lo puso contra las cuerdas. En el clímax de la batalla entre ambos, Belafor tentó a Simon con una oferta: entregarle la Mano Sombría, a cambio de convertirle en general de sus ejércitos. Simon se rió en su cara ante tan predecible oferta, pero propuso él mismo una contraoferta: le daría la Mano si así lo deseaba, pero a cambio Belafor tenía que concederle cien años de tregua, para que humanos y vampiros pudiesen estar preparados para la guerra. Forzado por las circunstancias, Belafor accedió. Simon corrió entonces hacia la puerta del Séptimo Infierno y la selló con el artefacto.
"¿Quieres la Mano? ¡Pues cógela si puedes, cabronazo!"
Desde ese día, Simon ha permanecido aislado en el Infierno, impotente e incapaz de avisar a sus aliados de la inminente amenaza. Acompañado sólo por la Mano Sombría, rehuyendo a los ejércitos de Belafor, que lo tienen en busca y captura, el Necrowarrior ha buscado sin descanso una forma alternativa de escapar del Séptimo Infierno y dar la alarma a sus camaradas.
Quizás la vía de escape y el conflicto que trató de evitar están más cerca de lo que cree...
Poderes: La Mano Sombría (O Handy, como le gusta llamarla) es un artefacto de naturaleza demoníaca, y como tal imbuye a su propietario de ciertos poderes y capacidades.
El más elemental es su inmortalidad. Ya sea porque realmente murió o Handy lo mantiene en un estado entre la vida y la muerte (nunca lo ha tenido claro), Simon no envejece nunca y es inmune a enfermedades y veneno. No es inmune a las heridas comunes, pero se regenera a tal velocidad que éstas le causan un daño insignificante.
Otro poder que posee es el control del fuego. Al ser forjada en las llamas del Infierno, la Mano puede controlar las llamas y crear proyectiles de fuego mágico que abrasan todo cuando toque, incluido el material ignífugo común.
La Mano es un artefacto vampírico, y como tal se alimenta de la sangre de sus oponentes. Cuantos más ejecute Simon empleando la Mano, más aumentará su poder, aunque la energía extra no tarda en disiparse pasados apenas diez minutos.
Aparte de eso, la Mano concede a su portador super-fuerza y super-resistencia, y puede generar cuchillas y látigos de metal y alambre de espino para aprisionar o desgarrar a sus oponentes.
Otra cosa a tener en cuenta es que la Mano tiene conciencia propia, y es capaz de percibir otras fuentes de poder, tales como demonios, portales dimensionales, etc. La Mano se comunica con su amo telepáticamente, de modo que sólo él u otros seres con percepción extrasensorial o sobrenatural pueden oír su voz.
Habilidades: Como soldado, Simon posee todas las habilidades que le ha ofrecido su entrenamiento. Sabe manejar todo tipo de armas, aunque las más modernas se le hacen difíciles de comprender, y es experto en demoliciones y tácticas de guerrilla. Aparte tiene un nivel decente de atletismo, suficiente para saltar de azotea en azotea como la mayoría de vigilantes enmascarados.
Debilidades: Su misma condición de inmortal es un defecto en sí mismo. Simon ha perdido la sensibilidad hacia muchas cosas. Ya no puede apreciar los sabores, la calidez de las cosas, del mismo modo que antes. Echa mucho de menos los días en los que fue humano, y haría cualquier cosa por recuperar esas sensaciones aunque fuese por un sólo instante.
Por desgracia, también ha generado tal dependencia hacia la Mano Sombría que no se imagina la existencia sin ella. La Mano es su vínculo con su poder. No se la puede arrebatar por medios normales, sólo destruyendo a su portador o por medios místicos. Pero si se llegan a separar, Simon sufriría el peso de cien años sobre su espalda, además de perder todos sus poderes y ventajas. Y aún así, seguiría sin poder morir... Lo cual sería ciertamente trágico.
Otro inconveniente al que se enfrenta Simon es la propia naturaleza depredadora de la Mano. Siempre está sedienta de sangre, y cuanto más le das, más pide. Hasta ahora ha conseguido mantenerla bajo control, pero no faltan las ocasiones en las que resulta demasiado fácil dejar de oír a la voz de la razón y dejarse llevar por el torrente de sangre. No lo ha podido probar, pero Simon está seguro de que la Mano se está cobrando su precio en su propia alma.
Equipo y recursos: Simon lleva consigo cuatro armas Mephillim: una ametralladora, una escopeta, un lanzallamas y un lanzagranadas. Las cuatro armas pueden cargarse con una mano (aunque para alguien sin super-fuerza sería imposible por su peso exagerado), y su munición es fácil de fabricar para Simon, aunque requiere que encuentre vetas de plata pura, lo que ya no sería tan sencillo.
Aparte de eso, la Mano Sombría cuenta ya de por sí como arma.