[5-6-2014] El dolor entre dos.

Jueves, 5 de Junio de 2014, anochecer.



¿Cómo...? ¿Cómo había pasado esto...? En un trozo de papel... En un sencillo trozo de papel estaba todo mi miedo. En un pedazo de papel mi alma se fragmentaba en siete mil partes y toda mi vida quedaba reducida a... a absolutamente nada. Cuando ayer sonreía por poder disfrutar de una flor, y lloraba por temer un examen, hoy... Me quedé petrificada leyendo la carta. La fría pared contra mi espalda me hizo recordar que ni si quiera tenía activos mis poderes como de costumbre, y llevaba una camiseta de tirantes blanca y un pantalón corto negro. Mi ropa usual de verano por aquel tiempo... ¿Pero qué importaba?

Otra lágrima cayó en la carta. Simplemente no podía ser. No sé cuántos minutos u horas pasaron desde que la abrí. Creo que algunas clases vespertinas pasaron mientras me aprendía esas letras de memoria.

"Abandona tu vida"...

¿Por qué? ¿POR QUÉ? No le había hecho daño a nadie...

"...y por el bien de los que te rodean..."

Es que no lo entendía...
Y la frase que más miedo me daba....

"Tienes los ojos de tu madre".

¿A qué venía todo esto? ¿ Por qué ahora? Es que .... es que... no podía ser.
Ya lo había hablado con Xavier, bueno... "Hablando". Él me había estado leyendo la mente y habíamos pactado la conclusión de que era mejor opción convencer al resto de que me iba amistosamente a intentar vivir mi vida y... crecer como independiente, incluso a pesar de ser menor de edad... Debía encontrar un trabajo, sacarme el carné de conducir... Era lo mejor.
En esa ocasión, mezcla de mi cabezonería por querer protegerles, y de Chavier por incapacidad de rastrear la carta, sólo... Me rendí.


Pensaba en los rostros de Jack, de Phill, Ellie, Yami..
Y Lilith, sobretodo LILITH.

Levanté el rostro y miré a mi alrededor. Sus cosas, su ropa a los pies de la cama. Su maquillaje desordenado frente al espejo...
Y berreé como una niña pequeña de nuevo. Agarré uno de los cojines de mi cama y apoyada en la pared, abracé mis rodillas y acogí el almohadón en mi pecho. No podía parar...


Hasta que tenía que asumir todo lo que había pasado. Me quedé con el rostro inexpresivo, me levanté al baño y me lavé la cara repetidas veces. Tenía los ojos hinchados y rojísimos. No era discreto, pero algo podría hacer. Lo único por lo que recé fue porque no me leyese la mente.
Esperé a que llegase, distraída y tirada en la cama boca abajo, como si de verdad leyese ese estúpido libro fantástico por séptima vez. El temor de un hombre sabio cuando en realidad sólo repetía con mis ojos la misma línea. "Me había quedado contemplando unas hojas que se arrastraban por los adoquines, y cuando levanté la cabeza vi a Fela mirándome", "Me había quedado contemplando unas hojas que se arrastraban por los adoquines, y cuando levanté la cabeza vi a Fela mirándome","Me había quedado contemplando unas hojas que se arrastraban por los adoquines, y cuando levanté la cabeza vi a Fela mirándome","Me había quedado contemplando unas hojas que se arrastraban por los adoquines, y cuando levanté la cabeza vi a Fela mirándome"....
Hasta que a la que pude ver al levantar la cabeza fue a Lilith entrando en el cuarto.

-Hey... ¿Cómo te ha ido?, Oye... ¿Podemos hablar?- sólo me despediría de ella. De nadie más salvo el profesor.

Llevaba una mañana ajetreada ese día. Hacerse mayor se notaba no sólo en tu nivel de madurez, sino también en las relaciones que eliges cuidar y las que decides no conservar, en las responsabilidades que tomas y las promesas que cumples, en la disciplina que desarrollas, en la capacidad de observación, en saber cuándo hablar y cuándo es mejor callar... Según pasaban los años, las asignaturas y las pruebas que nos ponían en la escuela iban a cual más complicadas, más peligrosas, poniéndonos cada vez más alerta del mundo que se nos viene encima -porque algún día muchos abandonaríamos la escuela para hacer nuestra vida y así poder narrarle nuestra historia a alguien.

Estuve toda la mañana de arriba para abajo, primero en la biblioteca reuniendo datos médicos para mi trabajo de fin de curso de ese año, luego tuve defensa personal, luego tuve una clase de entrenamiento de mis poderes con el profesor y me frustraba no poder ser muy útil al caer en trance para poder usarlos, con lo que salía siempre de esas clases frustrada hasta los topes y me daba unas cuantas carreras para liberar estrés... Finalmente, llegué a mi cuarto distraída en mis cosas, pensando en qué anécdota me contaría ese día Sasha, si había hecho algún progreso de algún tipo o si, por el contrario, había estado todo el día haciendo el vago. Sasha me preguntó qué tal estaba y yo la saludé y contesté sin mirarla si quiera, ocupada cogiendo mis enseres para ir a la ducha con la cabeza en mil cosas menos en ella hasta que la escuché.

-¿Hablar?- me giré a mirarla, eso no sonaba bien. Y no debía ser bueno porque sus ojos estaban hinchados, rojos. Sasha era una persona sentimental y pasional, una mujer de acción, pero no era de las que pedían ayuda: si había que hacer algo y lo podía hacer sola, por lo general, lo hacía ella sola. No solíamos necesitar pedirnos hablar, desarrollamos una conexión casi de hermanas con los años como para necesitar las palabras. -¿Qué ha pasado? ¿Por qué has llorado? ¿Algún chico al que tenga que darle una lección que no pueda olvidar?- le dije bromeando mientras iba hasta ella y me sentaba a su lado, esperando que eso la relajara y le quitase hierro al asunto. Entonces me di cuenta de que leía El temor de un hombre sabio, ambas lo habíamos leído varias veces por placer, pero esta debía ser la séptima u octava vez que lo leía ella y eso no era bueno. Eso no significaba nada bueno. Le quité el libro de las manos y lo dejé a los pies de la cama. -Sasha...- me puse seria. -¿Qué... te ha... pasado?- le hice esa pregunta pausadamente, haciendo hincapié en cada palabra. Solté mis cosas de la ducha sin mirar dónde caían y esperé una respuesta por su parte, perdiéndome en esos enormes ojos ahora rojos y húmedos.

Se estaba preparando para entrar a la ducha, y quizá no era el momento... pero no podía aplazarlo más. Era hablarlo en ese momento o que mis dudas afiladas como puñales siguieran poco a poco acribillándome la cabeza. Su broma ni si quiera buscó cobijo en mis oídos. Dejé que resonase en el eco de la habitación como si nunca lo hubiera hecho. Mi rostro inexpresivo, casi triste para lo que mis labios acostumbraban a sonreír, se mantuvo inmune y firme. La tapa de cartón y plástico se deslizó entre mis yemas haciendo un ruido de arrastre que casi siempre me hacía sentir bien. Casi.

Giré la cabeza y la miré a los ojos. Ya no tenía nada en las manos y había olvidado todo lo que tenía que hacer por mí, por cuidarme, por... preocuparse y quererme. ¿Y yo? Yo tenía que devolverle el favor aún a costa de que me odiase. Si era el precio que tenía que pagar... A Charles le pareció bien la idea, y era algo tan irrasterable incluso para él que... No lo dudé. Miento. Sabía lo que tenía que hacer, pero sí dudé. De hecho fue lo único que hice.

Me moví en la cama de modo que me senté con las piernas cruzadas y la espalda apoyada en la pared. Por primera vez en mucho tiempo noté que la pared estaba muy fría para esa época del año. O quizá fuese yo... No lo sé. Sólo me llamó la atención porque esa situación de estrés y violación me estaba ejerciendo tal presión que ni me paré a pensar en cómo estaban reaccionando mis poderes. Extendí el brazo ofreciéndole un hueco a mi lado mientras mi mirada se perdía en esa habitación que veía por última vez. Mi casa, mi mundo...

Frotaba mis manos entre ellas sintiendo rudamente el contraste de mis nudillos con la piel delicada de la palma. El sonidito que hacían al rozarse me relajaba y era lo único que tenía. Pero... ¿Qué decirle? Cómo mentir a alguien que era... Prácticamente una mitad de mí. Demasiado que contar, tan poco que poder decir..

- Yo... yo...tengo que irme...- y la miré a esos ojos grises que casi memoricé. Cada palabra, incluso coger aire, era un verdadero suplicio. Cada segundo que pasaba era un segundo menos en vez de un segundo más. La distancia tiene esa magia....
- Siento que me falta algo... y... Me tengo que ir- miraba a la nada y quizá se lo tomase como una dramatización o...yo qué sé... Me faltaban las palabras y me siguen faltando hoy en día respecto a aquel momento.

Apenas movía los brazos, pero mis ojos se mantenían enchufados a sus pupilas. Era lo mínimo que podía hacer, mirarle a los ojos, aunque significase uno de los peores dolores que recuerdo dentro de mí.

- No puedo pedirte que no te enfades, o que lo entiendas y que me esperes pacientemente... Sólo ..- las lágrimas volvieron a dormir sobre mis mejillas y sollocé como una niña. -Es que no... es... Tenías que saberlo- y recé a todos los dioses que conocía para desmayarme y amanecer al día siguiente antes que ella para poder largarme de la forma más fácil posible. Cobarde...¿verdad?

Sasha parecía tensa y nerviosa, más de lo que cabía esperar de ella. Estaba muy rara, se movía con lentitud y la mirada perdida. Tardó en empezar a hablar y la bocanada de aire que tomó antes de articular palabra me puso alerta, con lo directa que era siempre ella y lo claro que lo tenía todo siempre...

Dijo que tenía que irse. Uf, ¿tanto para eso? Qué susto me había dado. Le devolví la mirada, la cual posé sobre la puerta por la que tendría que salir si tenía que irse y volví a mirarla, sin entender cuál era problema o por qué le resultaba tan difícil. ¿Que le faltaba algo?

-Vale... ¿Qué te falta? ¿A dónde tienes que ir? ¿Quieres que te acompañe?- me dirigía a ella como si fuera una persona un tanto especial y que no captara las cosas en el tiempo estimado como idóneo, y también un poco incrédula, porque parecía su madre. -¿Por qué iba a enfadarme, Sash? Soy yo la que lleva todo el día de arriba para abajo, no me enfadaré porque tengas que irte a algún- no terminé la frase porque mi mejor amiga rompió a llorar entre murmuros y palabras de que yo "tenía que saberlo". ¿Saberlo? ¿Saber el qué? ¿Hablaba en serio? ¿Se iba? Opté por abrazarla para ver si se relajaba un poco, pero al entrar en contacto con su piel noté que estaba fría y a la vez caliente, como si se hubiera roto su termostato biológico, personal e intransferible. Me aparté de ella al instante y la miré a los ojos, esos ojos verdes que no me habían quitado el ojo de encima desde que dejaron de mirar las páginas del libro de Rothfuss. Estaba mal de verdad. Entré en tensión y empecé a hilar sus palabras, con hechos, pero nada me cuadraba. Llevaba mucho tiempo bien, bueno, bien no. Perfecta, como siempre, alegre, graciosa, feliz... ¿Qué podría haberle hecho sentir así? ¿Qué podría hacerle cambiar de opinión tan de pronto? Muy a mi pesar hallé la respuesta a mis preguntas. ¿Qué ha podido pasarle a Sasha en su vida que pueda hacer que se arrepienta tanto como para "tener" que irse? Hacía dos años que exploramos con mucho ahínco una faceta que ninguna de las dos conocía sobre sí mismas, y que pensaba que nos había unido aún más como amigas, haciendonos casi hermanas. Eso es lo que yo sentía, pero ella por lo visto no. Ella no sentía lo mismo y ese recuerdo la ha debido de estar amedrentando hasta que ya no ha podido más.

-Lo sabía... Dijiste que no, pero yo sabía que sí...- susurré con la mirada perdida en sus ojos, pero sin ver. El dolor y la traición comenzaron a crecer en mí. Me sentía ultrajada. ¿Me había estado mintiendo todo este tiempo!- Es porque nos líamos aquel día, ¿verdad? Sabía que tendría repercusiones para el futuro... Dijiste que no pasaba nada y ¡mírate ahora! Que te tienes que ir. ¿En serio? ¿Me vienes a mí coN ESAS? ¿EN SERIO?- me callé en ese momento por no decir algo de lo que pudiera arrepentirme realmente, así que traté de respirar y calmarme. Pero era difícil.

-Haz... lo que tengas que hacer...- dije sin mirarla; sin ganas cogí mis cosas para la ducha y dirigí mis pasos a a la puerta con la intención de que el agua de la ducha ocultara mis lágrimas.

nota:

Si hay algo peor que confesar una decisión difícil, es que la otra persona no entienda lo que estás explicando... Pasa contínuamente en las relaciones importantes que... se rompen. "Tengo que irme" -Dónde vas, ¿puedo ir?-
" Quiero que esto acabe" - ¿Y eso cariño, no te gusta la película?-
" Necesito espacio" - No te preocupes, yo me muevo-
Y eso dice demasiado de una relación. La confianza por parte de ambos bandos de que no terminaría nunca. El confort que se siente al mantener viva esa relación. La de tiempo que hay detrás de simplemente ser incapaz de pensar que eso puede morir.

- No, es... Es que... - y mientras las lágrimas caían desvié la mirada a algún rincón de la habitación más muerto que yo, aunque fue difícil. Por no decir imposible.
El abrazo no hizo más que acuchillar las palabras que me rasgaban la garganta mientras intentaba hablar.
En situaciones de dolor y llorera siempre se me venía a la cabeza las típicas actrices de película que incluso llorando estaban preciosas, incluso más que sonriendo. Me miraba al espejo y reflexionaba sobre esa idiotez. Ese día no ocurrió. Y yo estaba asquerosa. Despeinada, con los ojos enrojecidos e inflamados y la cara sonrojada.

Ante su argumento haciendo referencia a aquel día no pude hacer otra cosa más que fruncir el ceño y pegar mi cabeza aún más a la pared en un gesto de extrañeza totalmente natural e inesperado. - ¿Pero qué...? ¡NO!- ¿A qué venía eso ahora? ¡Había pasado hace años y nos había unido más! ¿Acaso ella no lo sintió? ¿¡HABÍA ESTADO DESCONFIANDO DE MÍ TODO ESE TIEMPO!?- ¿De verdad crees que es por eso? Yo sentí que me uní contigo cien por cien. Que todas nuestras inseguridades desaparecieron. Que sólo éramos tú y yo. Y SI NO ME CREES MÉTETE EN MI CABEZA. Sabes que así no puedo engañarte. - y era cierto. Ella sabía que yo odiaba que se metiesen en mi cabeza. Que me sentía débil cuando los psíquicos me inspeccionaban. Y el hecho de que le estuviese abriendo mi mente así sólo podía significar, viniendo de mí, que le estaba diciendo la verdad.

No quería esto. Nunca lo quise. Sé que le estaba arrebatando para ella todo lo que era la calidez humana. Sé que... que cambiaría mucho su vida. Y del mismo modo que lo supe en su día y no pude hacer nada, no tuve más remedio que seguir con el plan.

-Charles está de acuerdo y... me va a proteger. Oye... no... no sé si es un adiós para siempre o... si... Dios..Lilith de verdad que no lo sé. Esta tal vez sea la última noche juntas y ... no... No quiero que sea así- y rompí a llorar como una niña pequeña. Sollozando, aspirando para respirar por la boca. Intentando aferrarme a su brazo más cercano. Gritando.

No podía... ¡¡NO QUERÍA!! ¡ESTABAN VIOLANDO MI VIDA Y NO PODÍA HACER NADA! El hombre más poderoso al que conocía había optado por mi única opción. Y qué podía hacer... ¿Aparte de llorar?

Según escuché su voz me alteré puede que de manera invisible, fue como si un temblor hubiera recorrido todo mi cuerpo. Apoyé todo el peso de mi cuerpo sobre mis talones y me giré para encarar a Sasha una vez más dispuesta a decir lo que fuera necesario, estaba muy dolida. Antes de que yo pudiera escupir mis entrañas a la ramita de canela de ojos verdes que tenía delante de mí y con la que había compartido tanto, ella dijo algo que me detuvo en seco. Me gritó. Sasha me gritó. Casi me exigió que entrara en su cabeza y revisara sus recuerdos, sus sentimientos... y yo sabía que ella odiaba eso, no le gustaban los telépatas, no le gustaba que hurgaran en su mente y me estaba incitando a entrar y averiguar si lo que me decía era cierto. No lo necesité. Sabía que con esa frase me había dicho todo lo que yo necesitaba saber para convencerme de que estaba equivocada y ella sentía lo mismo que yo, que ella notó esa conexión entre nosotras que nos convirtió en hermanas. Decidí sin poder evitarlo callarme, dejando que mis lágrimas cayeran libremente por mi rostro, a la par que las suyas por sus mejillas. Sin prisa, pero sin pausa. Me acerqué un poco a ella manteniendo aún las distancias.

-...¿Entonces...? ...¿Por qué...? Yo no... No-no lo entiendo, yo...- empecé a tartamudear insegura y sin comprender qué es lo que pasaba. Levanté la mirada y cerré los ojos, dándome un segundo para coger aire, pensar y regular mi respiración. Yo no era así, nunca perdía los nervios. Solté el aire despacio contando uno, dos, tres... Suspiré y volví a mirar directamente a Sasha a los ojos, con decisión, si no me conociera podría haberse sentido intimidada por el descaro y la fuerza de mi mirada. Me acerqué a ella, tirando las cosas de la ducha apoyé mis manos sobre sus hombros y esperé a que ella se centrara en mí.

-¿Charles protegerte? ¿De qué? ¿Qué ha pasado?- le pregunté realmente preocupada, y puede que intentando sonar comprensiva. Pesé a que lograr calmar mis sentimientos  por fuera, por dentro estaba hecha un manojo de nervios: la única amiga que he tenido se iba y no me estaba dando explicaciones, iba a quedarme sola, ya no estaría "protegida" por la presencia de mi hermana, todo volvería a ser como al principio, todo cambiaría. Sería como quitarle la vista a alguien que sabe lo que es ver, frustrante, doloroso, solitario, frío, desgarrador, letal.

Si Sasha me abandonaba una parte de mí se iría con ella y eso lo sabía yo, lo sabía ella y, ahora, lo sabéis todos.

-No quería decir... Sólo... Protección en el sentido de que... Va a cuidar de mí. Estaré bien. Ya sabes que no tengo a nadie fuera de aquí.- dije desviando la mirada, intentando respirar inútilmente. Esas últimas palabras sonaron especialmente amargas pero consideré que suficientemente creíbles.

No podría expresar de una manera suficientemente fiel todo lo que mi corazón me estaba asfixiando. Dentro de mí, en cada rincón sentía que había sombra. Notaba una puerta cerrarse de sopetón sin darme tiempo a mirar atrás. A recoger un estúpido recuerdo que me diese algo de esperanza de regresar. Pensé en la primera vez que le vi el rostro a Charles. Cuando conocí a Lilith y casi se desmayó sobre mis brazos al usar sus poderes.Y... mírala ahora. Había aprendido tanto de ella que... Agh, de nuevo esa presión en el pecho y ese asfixiante nudo en la garganta. Otra vez lágrimas en mi almohada.

Miré a aquella chica como si fuese lo más ansiado. Como si la amase más de lo que ya la amaba. Respiré hondo. Intenté calmarme pero no pude. De ningún modo. Desde que leí la carta y supe que no era una broma, todo indicaba que el final llegaba inevitable. La charla con Xavier. La visita a él. Y ahora la segunda parte más dura.... Lilith... Supe que me en el instante en el que atravesase esa puerta al día siguiente sería una de las experiencias más duras de mi vida. La puñalada más amarga. Todo esto se reflejaba en mi cuerpo. El hipo, las lágrimas, los temblores... Tenía miedo. Miedo de verdad.
Pero ya me habían matado.
Parecía haberme quedado en coma. Mi espalda seguía apoyada en la pared. Y sólo movía los labios para hablar. Apenas parpadeaba y mis pupilas no se centraban en nada.
Sólo quería que se duchase y cayese dormida. Todo sería mucho más fácil...

- No puedo... explicar.. Símplemente tengo que irme. Yo... - no podía. Símplemente no podía saberlo o la pondría en peligro. - Métete a la ducha si quieres y yo..voy... Haciendo la maleta o.. - Intentaba engañarme. No podía contenerme. Vovlí a romper a llorar a gritos. Escuché los pasos de algún profesor que estaría de guardia. Todos estaban informados. Seguramente al asegurarse de que era mi habitación se dieran media vuelta. Ahora que lo pienso, debería agradecerles haberme respetado en ese momento. - POR FA-A-AVOR ENTIÉNDELO.... SÓLO INTENTO HACER LO MEJOR- y me abracé, hecha una pelota, a un almohadón de su cama. Aferrada a su aroma por última vez. Ese aroma que me hacía sentir la calidez que no podía provocar.


Era una de las magias que me hacía estar viva y ahora ya no estaba.

La escuché con paciencia pero mi enfado crecía por momentos y yo era incapaz de frenarlo. Sin darme cuenta de mi respiración ni de cómo me había alejado unos pocos centímetros de ella empecé a sentirme traicionada, pero no como antes. Esta vez era traición por abandono, por falta de explicaciones, porque cuando se supone que nos lo contamos todo sin falta y nos ayudamos en lo que fuera sin importar lo que sea Sasha no estaba contando conmigo.

Entorné levemente mis ojos y fruncí en un tic mi nariz, señal de que estaba realmente molesta y muy pocas veces -por no decir nunca- se me veía molesta. Ella era una tembladera de huevo al golpe de horno en su espejo de caramelo, un mar lleno de lágrimas y con los ojos más verdes que le había visto jamás a causa del contraste con la rojez de sus ojos, tenía los párpados hinchados, los labios más rojos que nunca por el aumento de presión en sus vasos sanguíneos por haber estado llorando... Era otra Sasha. No era mi Sasha.

Empezó a moverse por la habitación cuando dijo que me fuera a la ducha para que ella hiciera su maleta. En serio, ¿Sasha? ¿En serio? No sé en qué momento dejé de verla delante de mí aunque ella siguiera allí, pero yo ya no la veía. Ni a ella ni a nuestro cuarto. O quizás debería empezar a decir MI cuarto. Cuando pude pensar en algo mi voz salió de mi boca como un susurro inexpresivo.

-¿De verdad vas a ser tan cobarde?- la miré directamente a los ojos- Si vas a dejarme aquí tirada ten el valor de hacerlo bien y no a mis espaldas...- aunque pensándolo mejor...- ¿Sabes qué? Me da igual. Me da exactamente lo mismo lo que hagas o dejes de hacer. ¿Eres tan estupenda como para irte sin dar explicaciones y sin saber si vas a volver, dejándome sola aquí y esperando que me lo tome bien? Me prometiste que estaríamos siempre juntas. Eres como mi hermana, eres mi única familia y a la familia no se la abandona. Si no vas a poder hacerlo simplemente prefiero no saber nada más, Sasha. No necesito saber más- le di una patada a mis cosas del baño y dejé a mi ex-compañera de habitación abrazándose a una de mis almohadas, llorando y meciéndose a sí misma. Por mi parte salí del cuarto y me crucé con varios profesores que parecían esperar a Sasha, puse mis ojos en blanco y corrí por la Mansión hasta la salida decidida a pasar esa noche fuera, o puede que más noches que esa. Qué más daría. Cuando volviera ya no tendría a nadie esperando con ansia mi llegada. Lo más curioso de todo es que Charles no me lo impidió y yo se lo agradecí en silencio, saboreando la libertad y la independencia que tanto había echado de menos sin saberlo.

Cuando dejé de correr estaba en alguna parte de la ciudad de Nueva York, en lo que parecía un callejón intransitado, lejos de la Mansión X, lejos de ella. Sólo entonces me permití llorar de verdad, acurrucándome en una pared, sujetando mis pedazos con los brazos. Lo que más miedo me daba de volver a la Mansión serían las miradas de los demás y cómo se alejarían de mí, como al principio... Volvería a estar sola.

Nada salía como debía salir. Sólo pasaban cosas que no me merecía a mi alrededor. Todo este tiempo había estado concentrada en hacerlo bien. En cuidar de ella, en sacar buenas notas, en mantenerme en forma. Y ya todo daba igual. NUNCA le había fallado. JAMÁS. Y aunque ella habái tenido fallos, consecuencia de no haberse relacionado con nadie, nunca se los pasé por cara ni hice nada agresivo hacia ella. Y ahora que no tenía más opción, también era culpa mía... ¿De verdad? ¡La estaba protegiendo!

No sé en qué momento se fue. Oía ruidos a mi alrededor y cuando volvió uno de los ataques de ansiedad, entre tantos de aquella noche supe que no podía tardar demasiado. Mis sensaciones frías se intensificaron poco a poco, perdiendo el control hasta que congelé el cojín que oprimía en mi pecho, intentando calmarme. Se me escurrió entre los brazos, volví a tumbarme con la boca abierta, aspirando de a pocos como si no recibiera oxígeno. Mantenía los ojos muy abiertos y con mi mano buscaba una bolsa de papel que había ido a buscar después del primer ataque del día. Me la coloqué en los labios y empecé a respirar poco a poco, recibiendo el CO2 que mis propios pulmones expulsaban. Pasados unos minutos me dejé caer con el cuerpo muerto sobre la cama. Miraba al techo blanco, con la única irregularidad de algunos rayos lunares que atravesaban el reflejo de la cristalera. Mi última noche en esa cama. No podría ni llamarlo noche. Eran los últimos segundos allí. Y cuando creía que ya no tenía más por lo que llorar, cuando creía que no podía llorar más, volvían a salir. Esta vez caían como por afición sobre un rostro inexpresivo. No podía sentir más dolor.

Abrí una maleta y metí a piñón la ropa que tenía, junto con las pocas pertenencias que no necesitaría durante el traje. Cacharrería de necesser, el poco maquillaje que usaba. Algunos libros... Una maleta grande, una bolsa grande de viaje y mi mochilita con lo personal y el papeleo. La carta incluída. Alguien llamaba a la puerta. Tenía que irme antes de lo esperado. Eché un último vistazo atrás y la habitación había perdido la mitad de la vitalidad. Realmente habíamos hecho algo nuestro de eso. Ahora ya no era nada. Agarré el nombre del viento y lo dejé sobre su almohada. Cerré la puerta detrás de mí y las lágrimas aceleraron su caída libre. Charles esperaba fuera.
No abrí la boca, pero me comuniqué con él. Por favor... cuídala. Cuídala de verdad. Sólo está confundida y muy dolida. Pero...tengo que protegerla. No puede saberlo. Dadle el amor que a mí no me ha dado tiempo.

De ahí a mi llegada a Nueva York no recuerdo nada más que mirar hacia atrás. Los distintos puntos de vista de la mansión hasta que la perdí de vista. Mirar a mi alrededor para ver si Lil estaba cerca. De verdad que yo no quería eso...¿Tan difícil era de entender? Nunca había pedido nada. NUNCA. Sólo quería quedarme como estaba... Por favor...



Lo siguiente que recuerdo es estar en Nueva York. Cargada con mis maletas, sola, y con un billete de avión a San Francisco en la mano. Aquel día fue el primero de mi vida en el que sentí frío, y me armé con una sudadera gigantesca con una capucha ancha que me cubría parte de la cara para permitirme llorar en paz todas las horas de trayecto. Releía la carta una y otra vez y no le encontraba ningún sentido. Sólo lloraba aferrada a lo que quería creer. En el aeropuerto tenía dos horas desde que facturé hasta que tuviese que embarcar y encontré una tienda de tatuajes. Ella siempre hablaba de tatuarse una pica invertida. Busqué entre el dinero que tenía y me presenté allí, pidiendo una en el tobillo. Mi segundo tatuaje. Justo antes de entrar en el avión estaba hechándome la crema para hidratarlo. Siguiendo con lágrimas, con parones que siempre aparentaban ser indefinidos, miraba por la ventana las luces de la ciudad de Nueva York. Ya no valía para nada. El JFK me parecía muy deprimente y por primera vez, abandonarlo no me hizo sentirme mejor. Me puse mis cascos mirando a la nada y fingí que me empezaba a recuperar.


But lately, her face seems slowly sinking, wasting, crumbling like pastries, and they scream: The worst things in life come free to us.