[Evento: Fearland] Pronóstico reservado (Wally West, Barbara Gordon)

- Barry... ¡BARRYYYYYYYYYYYY!! 

La garganta de Wally West se desgarró al gritar el nombre de su mentor, su maestro, su tío... una de las personas más importantes de su vida. Se la había jugado, le había pasado la mano por la cara y jamás se lo iba a perdonar... El remolino se desvaneció ante él y solo quedaron varias estáticas de color dorado y rojo que revoloteaban por su cuerpo.

- No... esto no puede ser... no me está pasando a mí... - el muchacho se secó las lágrimas de los ojos como pudo y entonces se dio cuenta de que seguía aferrando con una mano el anillo que le había dado su tío antes de verle desaparecer. Lo había apretado con tanta fuerza que casi le estaba sangrando la mano. Como si se hubiera quedado congelado en el sitio, Wally West no podía olvidarse de las últimas palabras de su tío, y de toda la conversación que habían tenido durante su segunda estancia en la Speed Force.

Después de meditar unos segundos lo que acababa de suceder, Wally dio un primer vistazo a su alrededor, encontrándose con la cruda realidad. Estaba en medio de una ciudad que creía conocer, pero estaba bastante diferente de cómo la recordaba. Gotham a su alrededor era un nido de caos, y una niebla verdosa invadía las calles como una nube tóxica. A sus pies, había un periódico enganchado a sus suela y no tardó ni un segundo en desenganchárselo y llevárselo a la cara tras ver que Jonathan Crane, también conocido como el Villano Espantapájaros, era portada de aquella semana.

- ¿Qué es esto? - los ojos de Wally vagaron incrédulos por el texto, marcando a fuego lento en su cerebro todo lo que estaba leyendo.

El 1 de Noviembre de 2018, el espantapájaros había enveneado Gotham con un gas del miedo jamás visto. Espera un momento... ¿2018?

Wally se quedó más blanco que un papel y arrugó el papel que tenía entre las manos para luego tirarlo con furia. Recordaba perfectamente el día en que la Speed Force le atrapó por primera vez. Fue el 20 de Junio de 2016... Eso significaba que Wally West había estado muerto durante dos años y medio...

- No.. es imposible...¿Ha pasado realmente tanto tiempo? ¿Y Artemis? ¿Y Dick? ¿Qué les ha pasado a todos? Esto tiene que ser una pesadilla...- un escalofrío recorrió su cuerpo y empezó a dolerle todo el cuerpo. 

Wally intentó calmarse, pero estaba lejos de ello... en lo primero que pensó fue en buscar ayuda, que alguien le explicara lo que estaba pasando. Si estaba en Gotham podría intentar comunicarse con los amigos del muricélago, pero la pregunta era... ¿cómo?

El vapor cubría Gotham, dándole el mismo aspecto malsano de un pantano donde reina la podredumbre. La neblina verde rodeaba el cuerpo del pelirrojo, aprovechando que se había detenido para enroscarse alrededor de sus brazos y piernas. La estática aún chisporroteaba alrededor de ellos, pero incluso aquel retazo de la Speed Force empezaba a ahogarse, sumido en el humo verdoso que llenaba toda la ciudad.

Dos años habían transcurrido, dos años perdidos en la vida de Wally. Cuando se sacrificó para salvar la Tierra, el velocista estaba dispuesto a entregarlo todo. Y el mundo por el que dio su vida había seguido adelante, tal y como él quería. Sólo que no había esperado volver para contemplarlo con sus propios ojos...

... Y, sin embargo, allí estaba.

Vestido con ropas prestadas en Asgard, prácticamente destrozadas por la fricción. Habían viajado con él a la velocidad de la luz, a través del tiempo y el espacio.

El pelirrojo trató de orientarse, olvidando el gas que reptaba imperceptiblemente por su cuerpo y se deslizaba por sus fosas nasales y su garganta, abriéndose camino hacia sus pulmones. Según sus cálculos, se encontraba cerca de los Narrows, uno de los barrios más marginales de la Ciudad de Gotham. ¿No vivía por allí la madre de Artemis...? Aunque la chica y él vivían en Palo Alto, habían ido a visitarla en más de una ocasión. Wally no sabía si Paula Crock seguiría viviendo en el mismo apartamento después de dos años, pero era el mejor punto de referencia con el que contaba.

Wally no podía presentarse así cómo así en la mansión Wayne ni en otro sitio que conociera, le quedaba bastante lejos de dónde se encontraba. El pelirrojo reconoció después de un rato que estaba en el barrio marginal de los Narrows, y la primera persona que le vino en mente fue Artemis.

-¿Y si…?-

Teniendo en cuenta la personalidad de Artemis, lo más lógico fuera que hubiera dejado de vivir en Palo Alto después de su muerte. ¿Habría vuelto a casa de su madre? ¿O y si por el contrario…?

A Wally le empezó a invadir el miedo y el gas empezaba a actuar rápido en su subconsciente, al fin y al cabo no llevaba máscaras anti-gas ni protección alguna. Pero estaba concienciado de ello y preparado para enfrentarse a él… ¿o no?

Sea como fuere solo le quedaba una opción. Iría a ver a Paula Crock y le pediría explicaciones.

Wally West corrió como un rayo hasta encontrarse frente a la puerta de la familia Crock. Con un golpe sordo, picó varias veces de forma muy impaciente hasta que alguien decidiera abrirle la puerta...

El exterior del apartamento tenía el mismo aspecto destartalado de dos años atrás. Salvo por el humo verde que estaba en todas partes, nada parecía haber cambiado en aquel lugar. La vaga sensación de que el tiempo se había detenido se abrió paso en la mente de Wally mientras llamaba a la puerta.

Perdió la cuenta de los golpes que había dado con los nudillos hasta que alguien la abrió.

El cerrojo chirrió y la pesada puerta de madera crujió. Wally había esperado ver el rostro fatigado de Paula Crock. Pero se equivocaba.

El traje naranja y negro había pertenecido a la villana tiempo atrás, y ahora se ajustaba como un guante a la figura de su hija. El cabello que se derramaba sobre los hombros de aquella Tigress no era negro, sino rubio. Ver a Artemis vestida de aquel modo revolvió varios recuerdos dolorosos en la mente de Kid Flash. El peor de ellos, el de la noche en que había fingido su muerte para infiltrarse en las filas de Black Manta. Toda aquella misión encubierta había mantenido a Wally en vilo durante días, temiendo ser informado en cualquier momento de su muerte. Nunca había aprobado aquél plan suicida de Dick, aquel modo de ponerla en peligro.

La muerte de Tula, la caída de Roy, todo aquello había impulsado a Kid Flash a colgar su traje amarillo. Y, pese a que ella lo había seguido, él siempre supo que añoraba la acción, la lucha, la Young Justice.

¿Por qué volvía a llevar el traje de Tigress puesto?

Si Artemis reconoció a Wally, no tuvo tiempo de decirlo. Una figura salió de la oscuridad, tras ella.

- ¿Quién es, nena? - preguntó, mientras se acercaba al umbral.

Ella se volvió en su dirección.

- Cameron...

El apartamento de la familia Crock estaba igual que siempre, no parecía haber cambiado a pesar de que la ciudad no tenía muy buen aspecto. Ante el silencio, Wally siguió insistiendo una y otra vez en picar a aquella puerta. No era posible que nadie viviera allí… ¿y si hubieran huido todos a algún refugio tras el ataque de Crane? No sería una idea tan descabellada…

Pero antes de que el velocista saliera corriendo a buscar ayuda en otra dirección, la puerta se abrió y no fue a Paula a quien vio, sino a Artemis con el traje de Tigress.  Sintió una punzada de dolor al ver este traje, le recordaba a demasiadas cosas que le ponían triste o pensativo, pero la alegría de volver a verla era aún más fuerte.

Su rubia, su nena, su fierecilla… ahí estaba delante de él. Esos ojos grises que tanto le enamoraban, esa tez oscura y acaramelada por la que se había perdido tantas veces en sus besos… la continuaba amando con todas sus fuerzas y su primer impulso fue rodearla con los brazos y estrecharla como nunca lo hubiera hecho. Como si llevara años sin verla… cosa que era realmente cierta…

Pero cuando el muchacho se inclinó hacia ella con los brazos abiertos y una sonrisa de oreja a oreja, el corazón se le partió en pedazos al ver quien estaba detrás de ella.

¿Ese de ahí era Icicle Junior? ¿Y le había llamado nena?

Wally no podía creer lo que estaban viendo sus ojos y recordó la historia que le había contado Barry en su charla dentro de la Speed Force. El mundo del que venía Barry las cosas habían sucedido de otra manera muy diferente. Su Wally West se había convertido en Flash tras su muerte y se había casado felizmente con una mujer llamada Linda Park con la que había tenido dos preciosos hijos. ¿Y si su destino era el mismo que el Wally de su dimensión?

- Artemis...soy yo… Wally… he...he vuelto… - dijo con la voz quebrada, olvidándose de que hacía un par de segundos era la persona más feliz del mundo.

- ¿Wally...? - preguntó ella, como tratando de recuperar un nombre olvidado - ¿Wally West? - murmuró - Eso es imposible... - dijo, ahora con rabia.

El pelirrojo reparó entonces en un detalle. Artemis parecía mayor. No era la muchacha de veinte años de la que se había separado... Aparentaba, al menos, treinta.

- Wally West murió hace más de diez años - espetó.

Había tanto dolor en aquellas palabras, tanta rabia en la voz de la mujer, que el velocista dio un involuntario paso atrás.

- ¡¡¡Me abandonó!!! ¡Prefirió salvar el mundo que quedarse a mi lado! - gritó.

- ¡Nena! ¡Cálmate! - exclamó Cameron, aferrando a la chica por el brazo.

- ¡Tú no eres Wally! ¡¡¡Vete de aquí!!! - le dijo, con la voz temblorosa de ira.

El cuerpo se le congeló en el umbral de la casa de Artemis Crock y retrocedió hasta el principio de los escalones. No se había fijado bien, pero la cierto es que Artemis parecía más mayor y Cameron… bueno, dejemoslo en que había madurado. ¿Habrían pasado realmente diez años desde que se vieron por última vez? ¿Cómo es que aquello era posible? ¡Si el diario ponía 1 de Noviembre de 2018! Juraría haberlo leído bien.

- No… no puede ser… soy yo. Yo soy Wally West… - pero el muchacho sintió un dolor muy grande en su pecho y se dio cuenta de que cuanto más hablaba las cosas empeoraban. - No te abandoné...yo tenía que hacerlo… el mundo me necesitaba…

Pero Artemis tenía razón, la había abandonado. Wally estaba en contra desde el principio de retomar el traje de Kid Flash. Ambos se habían prometido a dejar de jugar a los héroes cuando terminara la última misión. Pero ninguno cumplió su promesa. Wally murió en la Antártida y al parecer Artemis no dejó el traje de Tigress. Todas esas promesas, vivir juntos, casarse, ser felices… ya no tenían sentido. Pero como tampoco tendría sentido haberse quedado con ella, no podría existir un mundo sin Artemis. Era su deber como héroe y como persona...

La cara de Wally West empezaba a encogerse del dolor y supo que ya no tenía sentido quedarse allí y seguir mirándola.

- Lo...lo siento… - Kid Flash se volvió por donde vino a una velocidad vertiginosa. Tenía intención de volver a por ese diario y ver la fecha de la cabecera. No era posible que su vista le hubiera jugado una mala pasada… ¿o si?

¿¡Qué haces...!? ¿Por qué sigues corriendo...? Aún no lo...

Wally dejó a Artemis atrás.

¡Tienes que parar...!

Gotham gemía con la voz de cientos de sirenas policiales. Las alarmas de los coches destrozados se unían a la algarabía, en una cacofonía insoportable para los oídos de Kid Flash. A su alrededor se libraba un combate, una lucha sin cuartel. Varias siluetas volaban por el cielo, algunas familiares, otras no. Haces de energía eran disparados de un lado a otro. A veces derribaban a alguna de las figuras; otras, abrían enormes boquetes en los edificios de Gotham, hacían estallar vehículos o se estrellaban contra el pavimento en una lluvia de tierra y asfalto fundido.

Un coche salió proyectado en su dirección, obligando a Wally a volver a emplear su velocidad para no verse devorado por las llamas que acompañaron su colisión contra el suelo.

- ¡¡¡Barry!!! - gritó una voz a su lado.

Hal Jordan, pese a su labio partido y la sangre que le resbalaba por la barbilla, consiguió esbozar una sonrisa encantadora. Los años le habían marcado algunas arrugas en el rostro, pero seguía siendo inconfundible.

- Por fin estás aquí... esto empezaba a ponerse difícil... - continuó el Green Lantern. Sus movimientos resultaban algo torpes, menos fluidos de lo habitual, y Wally supo que Hal, el inquebrantable Hal, estaba herido.

Y, entonces, reparó en que el Green Lantern no miraba a un punto más allá. Lo estaba mirando a él.

¿Desde cuándo llevaba puesto el traje de Flash...?

- ¡Tienes que echarme una mano, Barry! - exclamó Hal - ¡Diana tiene problemas!

No esperó respuesta. Su mano despedía el habitual brillo verde que indicaba que estaba a punto de hacer uso de su poder.

- Hagamos lo de siempre, ¿vale? - exclamó, emprendiendo un veloz vuelo antes de que Wally pudiera replicar.

Wally sintió la fuerza de la velocidad bajo sus pies, corriendo lo más rápido que podía para poder dejar atrás lo que estaba pasando. Huyó del destino que más había temido, y con lágrimas en los ojos se dirigió de nuevo a la calle dónde había aparecido por primera vez. Pero antes de que pudiera ver con sus propios ojos la fecha del periódico... el caos se apoderó de Gotham.

- ¿Qué está pasando...? - gimió el chico al intentar esquivar la catástrofe que se le estaba a punto de caer encima.

- ¿Barry? -

Wally miró a Hal con un brillo en los ojos y se giró para ver si encontraba a su mentor. ¿Habría conseguido escapar de la Speed Force ha pesar de todo? Pero el Green Lantern no apartaba los ojos de él y entonces tuvo un mal presentimiento.

- Hal, ¿Qué está pasando?, ¿Te encuentras bien? ¡Estas herido! - Wally West tragó saliva al ver al mejor amigo de Barry en aquellas pésimas condiciones.

- ¡Tienes que echarme una mano, Barry! - exclamó Hal - ¡Diana tiene problemas!

- Yo no soy... - pero el Green Lantern no esperó a nada y su mano empezó a iluminarse con aquel brillo tan característico. 

- Hagamos lo de siempre, ¿vale? - y Hal Jordan salió volando sin escucharle.

- ¿Qué es lo de siempre? Yo... ¡Yo no puedo ayudarte! - gritó el chico desde abajo, esperando que el Green Lantern le escuchara.

- Ni a ti, ni a Diana, ni a nadie. No puedo ayudar a nadie porqué soy débil. Siempre voy a ser una débil sombra de lo que es mi tío... Barry se equivocó conmigo cuando me dijo que estaba preparado. ¡No estoy preparado!, ¡No puedo ser Flash! ¡No quiero ser Flash! -  Wally sintió que su ataque de ansiedad aumentaba y quiso arrancarse el traje que llevaba puesto. Ese color rojo no era lo que él quería llevar.

Hal Jordan, "Bola Alta", arrojado e intrépido. Nunca miraba atrás; ¿para qué? Sabía que Barry le cubría las espaldas.
 
El Green Lantern, envuelto del color de la Voluntad, surcó el aire a toda velocidad, impulsado por su anillo. Wonder Woman se enfrentaba, prácticamente en solitario, a una figura imponente de casi diez metros, tratando de proteger a varios civiles que yacían en el suelo, y a una caída Hawkgirl, cuya ala derecha colgaba en un extraño ángulo. Más lejos, otra imponente figura se enfrentaba a Superman y Batman, y había apresado en su enorme puño al kryptoniano.
 
Cuando Wally quiso darse cuenta de qué sucedía, Hal ya había embestido a la enorme criatura, rodeándose de la forma luminosa de un caza de combate. El primer ataque salió bien. Pero con el segundo, Hal salió proyectado a toda velocidad contra un edificio cercano, y entonces Wally comprendió.
 
¿Cómo podía haberlo olvidado? Había visto a Barry y Hal hacer aquello cientos de veces. Antes de que el cuerpo del Green Lantern impactara contra las cristaleras, el Rayo Rojo estaría allí, lo proyectaría de vuelta y...
 
Casi sin pensar, Wally echó a correr, aún podía llegar a tiempo. El viento zumbaba en sus oídos, el suelo huía bajo sus pies; emprendió la vertical a toda velocidad...
 
Pero no fue lo bastante rápido. Nunca había sido lo suficientemente rápido.
 
- ¿¡Barry!? - gritó Hal, sus ojos muy abiertos, al ver que nadie acudía a detener el impacto.
 
Su voz se ahogó en el estrépito de cristales rotos cuando su cuerpo atravesó la ventana. Y, entonces, la figura contra la que había estado luchando disparó en dirección al edificio, y todo estalló en llamas alrededor de Wally.

Wally West estaba tan enfrascado en su propia tortura personal que no se dio cuenta de lo que estaba sucediendo a su alrededor. Ahora era el hombre más rápido del mundo, mucho más rápido de lo que había sido Barry en toda su vida, pero tenía los pies anclados en el suelo, inmóviles, ¿o quizás sí que los estaba moviendo? Pero no podía correr.

Los ojos verdes del muchacho miraron la bélica escena. Todos los miembros de la liga de la justicia estaban luchando contra unas figuras oscuras, enormes e imponentes. No le importó saber de qué enemigo se trataba, lo importante era saber que eran el enemigo. Los héroes estaban agotados, la lucha era densa y difícil. Pero aunque las peleas fueran siempre duras, Wally sabía que sus compañeros de la Liga eran capaces de todo para salir victoriosos. Esta no iba a ser una derrota... ¿o iba a serlo?

El muchacho tragó saliva al ver la maniobra de Hal Jordan, y entonces lo entendió. Sabía lo que tenía que hacer, pero se dio cuenta demasiado tarde. Sus piernas se movieron, pero no a tiempo, no a la velocidad con la que él esperaba que lo hicieran. El suelo avanzaba a sus pies, pero era cómo si realmente no estuviera corriendo, veía la figura de Hal caer lentamente hacia el edificio y él se sentía cada vez más lejos de ayudarle.

- No, no- esto tenía que ser una pesadilla.

Wally West subió por el edificio a toda velocidad, pero cuando estuvo a punto de sostener la mano de su amigo, éste atravesó la ventana a la vez que escuchó el sonido del disparo del enemigo. El pelirrojo dejó de sentir la pared del edificio a sus pies y todo estalló en mil pedazos.  Wally West cayó al suelo derrotado, mareado, y sintió cómo sus ojos se cerraban lentamente hasta desmayarse en el asfalto. Cuando los abrió de nuevo no sabía dónde estaba ni qué había pasado...

- ¿Hal?

Le dolía todo el cuerpo, la explosión lo había ensordecido y un pitido continuo se le había instalado en el oído. Sentía los músculos entumecidos y la cabeza le daba vueltas. Se incorporó con dificultad hasta quedar de rodillas. El asfalto a su alrededor estaba resquebrajado, los escombros del edificio lo rodeaban, aún humeantes.
 
- ¿Hal?
 
Tres altas sombras se proyectaban sobre él. Alzó la mirada, lentamente.
 
- Está muerto, Barry - la voz de Diana estaba quebrada por el dolor, tan quebrada como lo estaba su cuerpo. La sangre (¿suya? ¿de sus enemigos?) salpicaba el traje de la amazona; su pelo negro caía en desorden sobre su rostro, surcado por las líneas de la fatiga - No llegaste a tiempo.
 
Había reproche, un reproche reprimido y amargo en la voz de la Princesa.
 
"Por tu culpa".
 
- ¿Qué ha pasado, Barry? Nunca habías fallado así antes... - Clark trataba de sonar amable, pero resultaba difícil apreciarlo desde su imponente altura, estando él en el suelo.
 
Antes de que Wally respondiera, una tercera voz sonó; el tono frío, grave y seco del Murciélago.

 - No es Barry - fue la frase. Corta, concisa. Pero cierta.

Superman pareció sorprendido. Miró a Batman y después a Flash, entornando los ojos.
 
- ¿Quién...?
 
Diana dio un paso adelante, echando atrás la capucha del velocista con brusquedad.
 
- Wally West - replicó, entre furiosa y decepcionada.

- ¿Wally? - repitió Clark - ¿Qué estás haciendo con ese traje? Tú no eres Flash.

- No eres Flash - repitió Diana, como un eco - Hal se precipitó a la muerte creyendo que eras Barry, ¿cómo pudiste fallarle de esa forma?

Batman había permanecido callado, pero cuando habló de nuevo, fue el más duro de los tres.
 
- No eres digno del traje. No eres lo bastante rápido. No eres lo bastante bueno. Y tu irresponsabilidad ha costado la vida a Hal Jordan y a los civiles que aún quedaban en ese edificio.

Un largo silencio siguió a las palabras del Murciélago. La Trinidad observaba a Wally con dureza. El resto de supervivientes de la Liga se había colocado a su alrededor; Green Arrow, con rabia en los ojos; Hawkgirl, furiosa; Átomo, con la tristeza y la incredulidad pintadas en el rostro; Canario Negro, agotada e impotente...

En los ojos de Diana, ira. En los de Clark, decepción. Y la mirada de Bruce... inexpresiva, fría. Una sentencia.

 "Claro que puedes llevar el traje, Wally. ¿Cuándo me has fallado?"

 "... Vamos, sabes que todo va a salir bien..."

Wally West soltó un quejido nada más incorporarse. Se llevó una mano a la cabeza, esperando detener con la presión aquel agudo dolor y el pitido continuo que sentían sus oídos. Aún seguía ligeramente mareado, pero lo suficiente despierto cómo para darse cuenta de quien se encontraba delante de él.

Tres sombras se proyectaron sobre él, y el muchacho alzó la mirada, con un miedo asolador en los ojos. Sabía quiénes eran.
 - Está... ¿muerto? - balbuceó el muchacho, casi atragantándose con sus propias palabras. No, el increíble Hal Jordan no podía estar muerto.

El rostro de Wally West estaba desencajado del terror, mirando a cada una de las figuras más imponentes de la Liga de la Justicia. Podía sentir el dolor de Wonder Woman como si fuera el suyo. La decepción en la voz de Superman le atravesó el alma, el único hombre que podía comprenderle también le rechazaba. Y el peor de todos, el juicio implacable de Batman, su voz grave, fría y cortante como el hielo.

- No eres Barry.

No soy Barry

- Wally West...  - sentenció Wonder Woman con furia en su voz, tras apartar la capucha del chico y revelar sus cabellos pelirrojos.

Yo soy Wally West.

- Yo... yo quería explicarlo... no quería que esto sucediera... yo no soy Flash, no soy Barry... nunca he querido serlo... lo siento...lo siento tanto... es todo culpa mía... todo... - el pelirrojo empezó a llevarse las manos a la cabeza y se estiró el pelo con fuerza hasta sentir el punzante dolor. Ya no podía soportarlo más. Hal Jordan había muerto por su culpa, por culpa de llevar un traje que no era el suyo, por haber sido quien no tenía que ser. No era ningún héroe, no podía ayudar a nadie, no podía salvar a nadie...

Ni a Barry, ni a Artemis, ni a Hal, ni a los civiles... nadie...

- Basta... ¡BASTA! - gritó el muchacho agonizando en su propia miseria. - ¡TODO ESO YA LO SÉ! - le gritó a la figura imponente de Batman, y con un veloz movimiento apartó la sombra del murciélago que se proyectaba encima de él.

- ¡BARRY ESTA MUERTO! ¡MI TÍO SE EQUIVOCABA! ¡YO NO PUEDO SER FLASH! - gritó, desgarrándose la garganta de dolor y emprendió una huida desesperada, abandonado la dramática escena a toda velocidad.

"Claro que puedes llevar el traje, Wally. ¿Cuándo me has fallado?"

"... Vamos, sabes que todo va a salir bien..."

- No... no...cállate... por favor... déjame... - susurró agotado el niño pelirrojo mientras sus lágrimas se perdían a la velocidad de la luz. No había dejado de correr en ningún momento. Avanzando el tiempo a su paso, podía sentir cómo la fuerza de la velocidad le perseguía de nuevo, furiosa, con intención de atraparlo para siempre entre sus remolinos eternos. 

Wally no quería volver a quedar encerrado allí, ya lo había sufrido dos veces y había sido un completo infierno. Había muerto para sus amigos, había perdido varios años de su vida lejos de las personas que amaba, sin poder hacer nada, volviéndose loco entre líneas rojas y amarillas. La segunda vez que quedó atrapado fue Barry quien le salvó. Era su tío, era su familia, casi un padre para él... y había arriesgado su vida para salvarle y sacarle de la miseria.

"De dónde yo vengo, Wally West ya tiene casi 30 años, y es el mejor Flash que puede tener la Liga de la Justicia. Cuando trabajamos juntos somos invencibles..."

- Lo siento tío... no puedo seguir ese camino...

Y Wally West se detuvo a tiempo de contemplar el final del mundo. La tierra era árida a su alrededor, y Nueva York estaba completamente derrumbada y en ruinas. Quizás fueran los alienígenas, o las organizaciones de villanos que querían dominar el mundo, pero fuera quien fuera, los enemigos habían arrasado cuanta vida hubo en la Tierra. Y nadie la había podido proteger.

- Es mi culpa... esto es todo por mi culpa... - susurró con lágrimas en los ojos mientras contemplaba el último amanecer en la tierra.

El sol se partió en mitad del cielo, y la Speed Force recogió a tiempo el cuerpo abatido de Wally West. El muchacho cerró los ojos, sintiendo como el remolino de rojos y dorados recorría su cuerpo, atrayéndolo al vórtice del tiempo y el espacio infinito. La furia de los vientos destripó el traje de Flash, dejando al muchacho tal y cómo había venido a este mundo. Un mundo que acababa de ver partido en dos...

- Acaba conmigo... no puedo seguir viviendo así, en una espiral de desesperación y tortura. Ser consciente de tanta destrucción y no poder hacer nada... no poder salir de una cárcel eterna... esto es mil veces peor que la muerte...  - susurró el muchacho para sí mismo con agonía. Como si la Speed Force pudiera escuchar sus plegarias y terminar con su sufrimiento.

Se llevó las manos al rostro y entonces vio el anillo que le había regalado Barry minutos antes de desaparecer. El traje de Flash todavía seguía ahí dentro. Era imposible. Se separó las manos de la cara y miró su cuerpo, su sangre se agitaba bruscamente en su interior, sintiendo cómo su sistema de curación llevaba activado un buen rato...

- ¿Qué significa esto? ¿Porqué me estoy curando si no estoy herido...? -

Y entonces Wally West recuperó la fría y aplastante lógica que siempre le acompañaba.

- No, yo salí de la SpeedForce. Estaba en Gotham, y sólo han pasado dos años desde que desaparecí en el Ártico. No tiene sentido nada de lo que está pasando... lo de Artemis, lo de Hal, el final del mundo... no tiene ninguna lógica... ¡nada de esto puede ser real!

Y los ojos del pelirrojo se abrieron a la luz, y se encontró estirado en el suelo de las sucias y contaminadas calles de la ciudad de Gotham.

- El gas del miedo de Crane... - susurró el muchacho tras encontrar la respuesta a su trauma. Todo por lo que había  pasado no había sido más que un producto de su desesperación.

Cuando el muchacho recuperó los cinco sentidos, se dio unas cuantas palmadas en la cara hasta sentirse despierto y tranquilo. Recordó entonces todo lo que le había pasado en la Speed Force junto a su tío Barry.

- Él no está muerto, estoy seguro de que volverá. Flash nunca muere... y yo seguiré su camino. Quizás sí que sea mi destino convertirme en Flash... pero no voy a ser Barry Allen. - el chico frotó a toda velocidad el anillo de su mentor y en menos de medio segundo ya tenía puesto el traje rojo y amarillo de su tío.

- Nunca he querido ser Barry....- dijo retirándose la capucha, revelando así su identidad.- yo soy Wally West...

Wally recuperó su identidad con una gran sonrisa, y sin perder más el tiempo se adentró a toda velocidad en las calles oscuras de Gotham. Había superado los efectos del miedo más rápido de lo normal gracias a su metabolismo acelerado, y ya nada de lo que le hiciera Crane podría detenerle.

Ahora le tocaba a él ayudar a los demás.

Timbre. Puerta. Sonrisa. Disparo.

Una y otra vez, la misma secuencia.

Timbre. Puerta. Sonrisa. Disparo.

Había habido cosas tras el disparo, pero me costaba recordarlas. Estaba el dolor, un dolor que aún latía en algún punto de mi columna, y que en ocasiones se extendía en ondas por todo mi cuerpo, como si fuera veneno. Lo que fuera que había en el gotero lo mantenía a raya, a veces. Otras veces, reptaba por dentro de mí sin que nada pudiera detenerlo, hasta que una figura vestida de blanco sustituía la bolsa, y todo empezaba de nuevo.

Cuando abrí los ojos por primera vez, estaba en una habitación blanca. Sola, salvo por las máquinas que me rodeaban, emitiendo pitidos y zumbidos. Volví a perder la conciencia, y recuerdo sólo imágenes fragmentadas. Creo que papá estuvo allí, cogiéndome la mano. Había médicos y enfermeras, vestidos de blanco o verde quirúrgico. Comprobaban que todo estuviera bien, y se marchaban.


Pasé varios días en la UCI, según me explicaron. Monitorizada, con las vías puestas; debía de parecer un ordenador, con tantos cables entrando y saliendo de mi cuerpo. Había estado al borde de la muerte, me dijeron. Fingí comprender lo que intentaban decirme y asentí, aunque no recordaba nada de lo sucedido, ni sabía cómo había llegado a aquel hospital.

La memoria regresó días después, en una pesadilla, y ya no me abandonó.

Timbre. Puerta. Sonrisa. Disparo.

Cada vez permanecía más tiempo consciente. Cuando me estabilicé, me llevaron a otra unidad. Apenas llevaba un día allí cuando me dieron la noticia.

En realidad, ya lo sabía. Desde el momento en que había despertado, había notado aquella sensación de que mis piernas no estaban allí. No podía moverlas. La parte más ilusa de mí había tratado de justificarlo con los sedantes... Pero mi parte ingenua ya estaba agonizando; el disparo la había alcanzado de lleno, junto con mis vértebras y mi médula.

- Lo siento mucho, señorita Gordon.

Cállate.

- Pero la lesión medular...

No quiero saberlo.

- ... ha afectado la movilidad de sus piernas.

Es mentira.

- Me temo que es irrecuperable.

No digas que lo sientes.

- Lo siento.

Cállate. Por favor. Déjame. Márchate. Déjame sola.

No podría volver a andar. Confinada a una cama, a una silla, el resto de mi vida. No volvería a correr, ni a saltar, ni a bailar. No me quedaba nada.

Ojalá aquella bala hubiera ido directa a mi cabeza, o a mi corazón. Hubiera sido más fácil.

Timbre. Puerta. Sonrisa. Disparo.

Aún ahora, no sé en qué momento el terror de Crane se apoderó del Hospital. No sé si el gas del miedo llegó a afectarme o no; los últimos días habían sido una pesadilla, de todos modos. Lo único que sé es que el caos se adueñó del edificio; los gritos me despertaron, unos chillidos de terror desgarrado. Mi primer impulso fue levantarme de la cama, olvidando que parte de mi cuerpo no me respondería.

Caí al suelo, arrastrando el gotero conmigo. Ahogué un gemido de dolor; me había arrancado la vía del brazo. Apreté los dientes y sollocé, tragándome las lágrimas de rabia y de impotencia. El pulsioxímetro y el electrocardiograma empezaron a pitar; los electrodos se habían desconectado con la caída.

Timbre.

Maldije. Maldije una y otra vez, en el suelo. Usé la fuerza de mis brazos para arrastrarme lejos de la cama y de los monitores que pitaban, pero la estancia en el hospital me había debilitado tanto que cada palmo me suponía una odisea. Mis mejillas estaban húmedas; algo caliente y que escocía. Debían de ser lágrimas.

No sé cuánto rato tardé en llegar a la puerta, pero los gritos habían cesado. La abrí y miré afuera; el pasillo estaba desierto. La luz de los fluorescentes parpadeaba; los restos de una neblina verde pálido flotaban en el aire. El olor... me resultaba familiar, un olor acre que traía a mi mente recuerdos de Arkham, el día de la Colisión.

Crane.

Vi un carro de enfermería cerca y traté de llegar a él, de incorporarme. La primera vez, se inclinó peligrosamente por mi peso, y me arrojé encima todo el contenido de un cajón al abrirse. La segunda vez, no fui capaz de alzarme. Jadeé, agotada por todo aquel esfuerzo inútil, y pensé en rendirme.

Pero soy demasiado tozuda.

Había una camilla vacía, cerca. Era más baja que el carro, podía alcanzar el suelo con los brazos, utilizarlos para darme impulso. Podía llegar al otro lado del pasillo, averiguar...

Me volví. Había arrastrado el gotero conmigo desde la habitación. Lo usé como punto de apoyo, y después como remo improvisado. Si conseguía llegar al control de enfermería, podría encontrar algún ordenador: la prensa de Gotham tendría que estar haciéndose eco de lo que sucedía. Lo mejor hubiera sido saber dónde estaba la sala de control de seguridad del Hospital; allí podría echar un vistazo a todas las videocámaras del recinto, saber qué diablos pasaba. Pero iba a ser imposible arrastrarme hasta allí, aún suponiendo que supiera encontrarla.

Llegar al control de enfermería, que parecía estar tan cerca, fue muchísimo más difícil de lo que pensaba, impulsando la camilla a duras penas por el pasillo, como una náufraga aferrada a un bote salvavidas. Qué patético hubiera resultado para cualquiera que lo hubiera visto.

Los ordenadores estaban encendidos. Tenían clave de seguridad, pero podía intentar bypassearla. Siempre me había gustado la informática; durante mi etapa como Batgirl, Bruce me había permitido mejorar aquella habilidad. Ahora había colgado la capa y, por mucho que quisiera, no volvería a calzarme las botas amarillas ni a impulsarme con la batgarra por la ciudad. Pero para utilizar aquel ordenador no necesitaba mis piernas. Sólo me hacía falta...

El sonido de pasos que se acercaban al control me heló la sangre en las venas. Aterrorizada, me aparté del escritorio y aferré con fuerza el gotero. Alguien venía.

Timbre. Puerta.

Como pude, me pegué a la pared, sintiendo el latido de mi corazón a la altura de la garganta. El palo metálico era pesado, necesitaría ambas manos para moverlo, y sólo tendría una oportunidad. Si fallaba al golpear al intruso...

La puerta se abrió. Una figura dio un par de pasos hacia el interior, pasando junto a mí sin verme.

Impulsé el gotero contra su nuca, con toda la fuerza de la que fui capaz.

La ciudad estaba destrozada, la gente de Gotham corría desesperada por las oscuras calles de la ciudad, mientras sus miedos internos los perseguían. Por dentro y por fuera. Los miedos cobraban vida y perseguían a sus creadores, para torturarlos y mandarlos devuelta al infierno. Una y otra vez. 

La tortura psicológica que Wally West había sufrido también se había proyectado en la calle. El edificio con el que había chocado Hal Jordan en su pesadilla estaba destrozado. No podía afirmar con toda seguridad que había sido un demonio salido de su cabeza porqué quizás lo había derrumbado el mismo con su propia velocidad. Pero el pelirrojo había conseguido encontrarse entre toda la miseria de Gotham y el gas del miedo ya no podía hacerle daño. Pero el miedo aún seguía latiendo en su interior, y el horror de aquella noche sí que le iba a dejar secuelas. Al menos un buen contenido de pesadillas para los siguientes días, eso si conseguía dormir aquella noche. Aún no podía irse a casa descansar, ni ir a ver a sus padres, ni encontrar a Artemis... No había ningún héroe por los alrededores y la ciudad del murciélago le necesitaba.

Era cierto, ¿y dónde se encontraría Batman ahora? ¿y Nightwing, Robin, Batgirl? ¿Dónde estaba la Batfamilia?

Wally West se acercó al micrófono que Barry Allen tenía escondido en la oreja izquierda de su traje y trató de comunicarse con alguien. Pero nadie respondió a la llamada. Era cómo si todos hubieran desaparecido de la Atalaya, o las comunicaciones hubieran sido cortadas. La situación no podía ser una pesadilla porqué ya había dejado claro antes que estaba bien despierto. Ahora se estaba enfrentando a la realidad. ¿Estaría solo en Gotham? No, la ciudad nunca estaba sola, Wally sólo debía encontrar a la persona indicada.

El velocista dio varias vueltas por las calles, buscando algún signo de Bruce, Richard, Tim o Barbara... pero sólo se encontró con ciudadanos agonizando en las calles. Algunos ya ni siquiera luchaban con sus propias pesadillas, se habían derrumbado para dejarse morir en el suelo. Wally West encontró a una chica menuda y con gafas abrazada a si misma en posición fetal. Tenía la cara muy demacrada y el rostro lleno de lágrimas, cómo si hubiera estado llorando hasta que ya no le quedara agua en el cuerpo. El pelirrojo comprobó que todavía seguía con vida, pero tenía el pulso muy débil. Lo primero que pensó fue en llevarla al hospital, así que la cogió en brazos y se presentó en el Hospital Central de Gotham en menos de un minuto. Pero cuando llegó allí le vino a la mente una gran certeza. ¿Y si todos los médicos también estaban afectados por el gas? No había nadie que ayudara a la chica...

Dejó cómo pudo a la muchacha en una camilla de urgencias y subió las escaleras en busca de los médicos. El edificio estaba completamente vacío, pero en una habitación cercana le pareció escuchar la voz de alguien. Cuando abrió la puerta, sintió un leve escalofrío a sus espaldas y sus autoreflejos se activaron. Wally esquivó el golpe del palo metálico y cuando se giró para comprobar quién era su atacante se detuvo con los ojos verdes bien abiertos.

- ¿Barbara? ¡Te estaba buscando!- dijo con una sonrisa radiante en la boca. Sólo llevaba dos años sin ver a su pelirroja favorita, pero para él habían sido milenios. Se acercó a la mujer y la estrechó fuertemente entre sus brazos. - ¿Dónde están Dick y el resto? ¿Qué le ha pasado a Gotham? y.... -entonces el velocista se fijó en el estado de la chica y su rostro se endureció - ¿Qué te ha pasado, Babs?

En su ausencia de dos años se había perdido muchas cosas...

No hubo contacto.

Me tambaleé cuando mi golpe encontró el vacío, arrastrada por mi propio impulso. La barra metálica resbaló de mis manos y se precipitó al suelo con estrépito; la camilla estuvo a punto de volcar y arrastrarme con ella. Por alguna razón, no sucedió así. No tuve tiempo de analizar cómo. La figura a la que pretendía agredir estaba al otro lado del control, mirándome con una amplia sonrisa. Su velocidad le había dado tiempo para reconocerme, incluso antes de que yo lo hiciera.

Y, cuando lo hice, lo primero en que pensé fue en que el gas de Crane estaba provocándome algún tipo de alucinación.

- ¿Barbara? ¡Te estaba buscando!

Su nombre había acudido a mis labios antes de que la idea terminara de tener incluso sentido para mí. Un instante después, me abrazaba con fuerza. La lógica me decía que no podía estar allí, y sin embargo, aquel pelo rojo despeinado, con sus ojos verdes y la amplia sonrisa a juego, sólo podía tener un poseedor.

- ¿Wally...? - como su saludo, el mío fue una pregunta, tan cargada de incerteza que casi esperaba un "no" por respuesta. ¿En qué momento se convertiría en algún horror conjurado por el Espantapájaros? ¿Hasta qué punto estaba viendo a uno de mis compañeros muertos?

Desaparecido. Wally había desaparecido en combate.

Y sin embargo, seguía hablando, como si no fuera consciente de lo terriblemente absurdo e irreal que era el hecho de tenerle allí.

- ¿Dónde están Dick y el resto? ¿Qué le ha pasado a Gotham? y....

Mis manos se aferraron a sus antebrazos; el abrazo me había desequilibrado. Al sostener mi tronco, mis piernas no lo siguieron, y él se dio cuenta de que algo no iba bien. Su voz perdió de golpe toda la alegría.

- ¿Qué te ha pasado, Babs?

- Wally, ¿qué estás haciendo aquí? - no teníamos tiempo para hablar de mí. No iba a hablar de mí con una alucinación, por real que pareciera. ¿No veía que no tenía sentido?

Hice el intento de soltarme, pero ahora me sostenía con más firmeza, y con tanta preocupación escrita en los rasgos que sentí un nudo cerrarse en mi garganta.

- Es imposible, fueron a buscarte. Fue imposible dar contigo, incluso con todos los recursos de la Liga. ¿Dónde has estado todo este tiempo? ¿Por qué vas vestido así?

El traje era el de Flash... quien había desaparecido en el desierto hacía meses, buscando a su sobrino.

- ¿Dónde está Barry? - murmuré.

-¡Sí, soy yo!- exclamó de la emoción, sin poder evitar sentirse tan contento de ver por fin una cara conocida. Entonces el pelirrojo se dio cuenta del tambaleo de su mejor amiga, y en un reflejo la equilibró con su propio cuerpo, inclinándola de nuevo en dirección a la camilla, para que se sentara.

Barbara había evitado responder a su pregunta. ¿Qué hacía Batgirl en el hospital? ¿Y por que esa cara tan larga?

- ¿Qué estoy haciendo aquí? ¡Pues volver a casa! Eso es lo que he tratado de hacer durante todo este tiempo, pero han pasado demasiadas cosas... y, demasiado... tiempo, al parecer- su voz se atragantó, recordando el diario de Gotham en el suelo. Pensó que había sido otra alucinación, como todo lo que le había pasado desde que llegó a Gotham, Artemis, Hal... Pero ahora las cosas eran más reales que nunca, y era una certeza que había estado encerrado en la Speed Force durante casi dos años...

El rostro de Wally West se ensombreció cuando la pelirroja nombró a su tío. El muchacho tragó saliva, e intentó reunir fuerzas para poder contestar aquello sin derrumbarse.

- Barry...mi, mi tío... me salvó. Cuando pasó lo del Ártico, me quedé encerrado en un remolino infinito llamado fuerza de la velocidad. Barry me explicó que esa fuerza era la que nos daba el poder a los velocistas, y que en su universo también se había quedado atrapado allí varias veces, incluso el Wally del futuro... - cogí aire, angustiado ante la historia - Lo vi, Babs, vi todo lo que ha pasado y lo que va a suceder, la fuerza de la velocidad también controla el espacio tiempo, y ahora todo eso está dentro de mí y es incontrolable. Pero Barry me ha enseñado cómo evitarla, como usarla a mi favor... y me sacó de allí dentro, me... me prometió que saldríamos los dos juntos... - el rostro de Wally parecía arder, y una lágrima empezaba a asomarse por su ojo izquierdo. - maldito mentiroso... dijo que yo sería un buen Flash. Pero yo lo único que quiero es que vuelva... 

El cuerpo del pelirrojo tembló ligeramente, aflorando todos los sentimientos que había mantenido encerrados para sí mismo, hasta ahora. Abrazó con fuerza a Barbara y dejó escapar un sollozo de angustia a sus espaldas.

- ¿Qué estoy haciendo aquí? ¡Pues volver a casa! Eso es lo que he tratado de hacer durante todo este tiempo, pero han pasado demasiadas cosas... y, demasiado... tiempo, al parecer.

Dos años. Habían pasado prácticamente dos años. Todos lo habíamos dado por muerto.

- Barry...mi, mi tío... me salvó. Cuando pasó lo del Ártico, me quedé encerrado en un remolino infinito llamado fuerza de la velocidad. Barry me explicó que esa fuerza era la que nos daba el poder a los velocistas, y que en su universo también se había quedado atrapado allí varias veces, incluso el Wally del futuro...

¿Fuerza de la velocidad? Mi mente trató de retener el concepto, pero ni siquiera el mismo Wally parecía tener claro en que consistía. ¿Qué era? ¿Una dimensión paralela? ¿Se habría fusionado con la nuestra por culpa de la Colisión?

- Lo vi, Babs, vi todo lo que ha pasado y lo que va a suceder, la fuerza de la velocidad también controla el espacio tiempo, y ahora todo eso está dentro de mí y es incontrolable. Pero Barry me ha enseñado cómo evitarla, como usarla a mi favor... y me sacó de allí dentro, me... me prometió que saldríamos los dos juntos... maldito mentiroso... dijo que yo sería un buen Flash. Pero yo lo único que quiero es que vuelva... 

La voz de Wally se quebró y sentí una punzada de dolor en el pecho. Barry... ¿estaba muerto? ¿o estaba atrapado, como Wally lo había estado? Tendí la mano hacia el nuevo Flash, que tenía los hombros encorvados, como si el símbolo del rayo se hubiera convertido, de repente, en una pesada carga.

Me abrazó, y lo sentí temblar y sollozar de rabia. ¿Por qué no terminaba nunca? ¿Por qué ninguno de nosotros podía tener una vida normal? Wally había logrado regresar a nuestro lado, pero a cambio habíamos perdido a su tío. ¿Por qué seguíamos luchando, en lugar de sentarnos en el suelo, rendirnos y decidir que ya no lo soportábamos más?

Hace varias horas que me lo pregunto.

-Wally... - musité, acariciando su cabello pelirrojo - Barry nunca ha hecho las cosas porque sí... Si te dijo que serás un buen Flash, es porque sabe que serás un buen Flash. Él ha visto el futuro... Yo no lo he visto, pero también lo sé.

No quería decir "todo saldrá bien". Pero tampoco quería decir "no vale la pena seguir". Si estuviera dispuesta a retirarme ante la mínima adversidad, nunca habría llegado a ser Batgirl.

-Encontraremos la forma de ayudar a Barry... Porque tú has regresado con nosotros, y eso quiere decir que podemos traerlo de vuelta a él también. Pero ahora... ahora Gotham necesita a Flash. Yo te necesito, Wally. No puedo con esto yo sola. No sé si hay alguien ahí más ahí fuera, alguien que pueda detener a Crane. Hasta donde yo sé, estamos solos.

Cogí aire y dije lo siguiente en un tono frío y desapasionado, como si así fuera a dolerme menos.

-Yo... no puedo andar. El Joker me disparó.

No sabía qué más añadir.

-Intentaba... llegar a ese ordenador cuando has llegado. Si consigo utilizarlo como puente a la Batcomputer, podría tratar de contactar a Bruce, a Dick... o incluso enviar un mensaje de socorro a la Liga. Pero, mientras llegan los refuerzos, voy a tener que hacer todo lo posible para contener esta crisis.

Miré a Wally a los ojos.

-¿Estás conmigo en esto? - pregunté.

-Wally… - dijo Babs acariciando los desordenados cabellos del pelirrojo. - Barry nunca ha hecho las cosas porque sí... Si te dijo que serás un buen Flash, es porque sabe que serás un buen Flash. Él ha visto el futuro... Yo no lo he visto, pero también lo sé.

Las palabras de Barbara reconfortaron al chico, asustado y tembloroso entre sus brazos. Ella siempre tenía algo que decir para todo, un consejo, una frase de ánimo… Wally se sentía bien con tan solo estar cerca de ella. Decían que era demasiado mayor para los Young Titans, y demasiado joven para entrar en la Liga… para Wally Babs era como una madre, una hermana, un miembro esencial e imprescindible en su vida. Y ellos unos tontos por no saber valorar su potencial.

-Encontraremos la forma de ayudar a Barry... Porque tú has regresado con nosotros, y eso quiere decir que podemos traerlo de vuelta a él también. Pero ahora... ahora Gotham necesita a Flash. Yo te necesito, Wally. No puedo con esto yo sola. No sé si hay alguien ahí más ahí fuera, alguien que pueda detener a Crane. Hasta donde yo sé, estamos solos.

El chico se secó las lágrimas con el guante rojo del taje, y volvió a sonreír. Wally también tenía que luchar por ella y por los que aún quedaban vivos. No había llegado hasta aquí sólo para desmoronarse ahora.

- ¡Claro! Si yo he logrado salir de la Speed Force seguro que Barry podrá hacerlo… siempre he creído en él. No puede estar… muerto… - la sola idea de no ver a su tío jamás le revolvía las tripas y enfebrecía su cuerpo. Wally era quien era gracias a su tío y a Flash. Y si no hubiera admirado tanto a Barry jamás hubiera seguido sus pasos como superhéroe.  – Ayudaré en lo que necesites…  

-Yo... no puedo andar. El Joker me disparó. – dijo Barbara con rostro de piedra

Wally se quedó sin palabras, sintiendo como su pecho se encogía del dolor y un escalofrío helado le recorría de arriba a bajo como una potente descarga eléctrica. ¿Lo había escuchado bien? No quería creerlo… El Joker la había disparado y por eso… ella no podía…

-Intentaba... llegar a ese ordenador cuando has llegado. Si consigo utilizarlo como puente a la Batcomputer, podría tratar de contactar a Bruce, a Dick... o incluso enviar un mensaje de socorro a la Liga. Pero, mientras llegan los refuerzos, voy a tener que hacer todo lo posible para contener esta crisis.

Los puños de Wally se cerraron y apretó su mandíbula, tensando todos los músculos de su cuerpo a medida que acrecentaba el fugaz pensamiento de odio hacia el Joker. Pero podía haber sido peor, podía haber sido un tiro en la cabeza. Los ojos de Wally volvieron a humedecerse mientras escuchaba a Barbara. Esa melena salvaje y pelirroja, esos ojos azules como ventanas al cielo, su blanca y perfecta sonrisa… podría no haberla vuelto a ver jamás…

-¿Estás conmigo en esto? – preguntó, y Wally volvió al mundo real.

- Siempre estaré contigo, pelirroja. – Y sin perder más el tiempo, Wally alzó a Barbara y la llevó en brazos hasta el ordenador, ayudándola a incorporarse y a sentarse lo más cómoda posible.

- Vale… ¿y cuál es mi primera misión, jefa?- preguntó divertido mientras se colocaba detrás de ella a mirar lo que tecleaba con tanta rapidez.

- Siempre estaré contigo, pelirroja. – dijo Wally, y sentí el impulso irrefrenable de romper a llorar.

Pero no podría ser. No era el momento. Asentí, agradecida. Flash me cogió en brazos y, en el tiempo de un parpadeo, tenía el ordenador delante de mí.

Mi turno.

Me aparté un mechón de la cara y empecé a teclear.

Primero, bypassear la contraseña del Hospital. No era difícil; el sistema estaba pensado para facilitar la entrada al personal sanitario, sin perder demasiado tiempo en el proceso.

- Y ahora, el acceso remoto... – musité. Ésa iba a ser la parte más difícil.

La Batcomputer era una verdadera fortaleza digital, protegida del acceso externo mediante complejos códigos y sistemas de seguridad. Pero yo los conocía casi todos, y podía improvisar con el resto. Bruce me había enseñado bien.

- Vale… ¿y cuál es mi primera misión, jefa?- la voz de Wally llegó a mis oídos justo cuando la pantalla se iluminó en ese color verde que sólo puede significar buenas noticias.

Estaba dentro.

- ¿Nuestra primera misión? Salvar Gotham – respondí, volviéndome hacia él con una sonrisa de triunfo.

El reino de terror de Crane estaba a punto de terminar.