Prueba de Rol: Bloody Mary.

El cielo de Nueva York se veía oscuro, y eso que era de día. Los árboles eran azotados por los violentos brazos del aire, que hacían volar todo lo que podía alcanzar y no estaba bien sujeto a la tierra. La gente luchaba contra él si tenían que ir en dirección contraria, y pronto las nubes amenazarían con llover. Todas aquellas personas vivían su día a día tan monótonos, tan aburridos...pero para eso estaba ella, quien observaba desde un tejado, apoyada en su mano, cuyo brazo a la vez se apoyaba en su pierna flexionada. El viento era incapaz de moverla y su pelo, al ser totalmente corto, tampoco le era una molestia. Lo único que daba señales de sentir algo era su americana, que se movía ligeramente por la parte de la espalda. Era curioso ver cómo nadie parecía darse cuenta de su presencia allí, pero la mayoría caminaban con la cabeza baja, como los perros falderos que eran. Ella despreciaba a todos y cada uno de ellos. Tan débiles como fragmentos de cristal. Solo hacía falta darles un toquecito o tirarles una piedra y...¡pum! se rompían. Luego les costaba recoger todo los pedazos, y nunca sabían juntarlos. Por el amor de dios, ninguno de ellos conocía el verdadero sufrimiento. No hasta que se les ocurría invocarla.

El proceso de invocación era sencillo, y casi todo el mundo lo sabía: su persona se había convertido en una leyenda humana, aunque su verdadera condición era de fábula. Claro que no contaba con un cuento propio como la estúpida de Blancanieves y sus siete deformes enanitos, la Sirenita con su odiosa voz o Bella, con su monstruosa Bestia. Quizás este último hasta le caía bien. Bestia pecó, y por eso le convirtieron en aquella...cosa. Si se le enfadaba podía ser hasta útil, y solo haría falta manipular a su pequeña y suave Bella. En fin, como iba diciendo, el proceso era tan sencillo que nadie se podía creer que fuese verdad: en medio de la noche, frente a un espejo, tenías que pronunciar cinco veces su nombre....

Bloody Mary.

Bloody Mary.

Bloody Mary.

Bloody Mary.

Bloody Mary.

¡Y ahí empezaba la diversión! Los mundis jugaban con cosas que se escapaban de su comprensión, y su invocación tenía un precio. Un precio demasiado alto para aquellos que solo se dedicaban a hacer el gilipollas frente al espejo. Querían divertirse a su costa, pero los que lo intentaban no sabían que la única que acabaría riendo aquella noche sería ella. A ellos terminaba por no parecerles divertido, en especial cuando veían el cadáver en la caseta del perro. Pero así estaba bien. Que lo supiese el mundo: ella no era una leyenda urbana, existía, y era la reina.

God save the queen....

... parecía oír a veces, en una voz lejana y casi olvidada de tiempos que para ella ya no tenían cupo en su cabeza, en su memoria. Aquellos años de gloria ya no existían. Ahora solo existía su causa, su supervivencia y su bienestar. Arrebatarle la vida a quienes osaban tomarla por un juego y servir a aquellos que les daban el placer de hacer lo que quisiese a cambio de hacer algunos recados, dirgir algunas cosas o ser la asesina o guardaespalda de otros. Ese era el caso de su jefe: Crooked man. Hacía para él dichos tres tipos de cosas, pero desde aquella locura que precedió al mundo, se había quedado muy quiero. Demasiado. La empezaba a aburrir, y con todo lo que había ocurrido, el Bronx se quedaba pequeño. De repente tenía un nuevo mundo frente a ella que aprovechar. Además, sentía curiosidad por aquello a lo que los mundis llamaban "héroes", y las quejas que tenían sobre los "villanos". Y...¿sinceramente? le atraía mucho más conocer a los segundos.