Arrástrala al infierno [Coral]

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Aún se preguntaba por qué había aceptado el trabajo. Cuatro días atrás, se había presentado en una extraña ciudad oculta bajo Londres, y su líder le había ofrecido trabajo. No es que no estuviese acostumbrado a que líderes sectarios, políticos o demás chusma le contratasen, pero tenía que reconocer que el contrato le había extrañado. Si no fuera por la cantidad de dinero que iba asociado a él, y que ya había cobrado la mitad por adelantado, habría dicho que no.

El contrato consistía en traer de vuelta a una niña mimada que no tenía ni idea de lo cruel que era el mundo. Y tenía plus si conseguía que volviese por su propio pie. Y un extra de setenta de los grandes por cada amigo de la niña que matase.

Esa niña se llamaba Coral Hiddleston.

El primer día lo pasó leyendo dossieres de la muchacha. Al parecer tenía algún talento mágico, pero su padre no había dado nada de información sobre ella aparte de gustos, descripción física y una advertencia de no enfrentarse a ella en combate cuerpo a cuerpo.

Los dos días siguientes los había pasado recopilando información de los amigos de la chica. Había hecho fotos desde nidos de francotirador en ángulos que indicasen que podría haberlos matado en cualquier momento: En público, en privado, al lado de su objetivo... era indiferente. Ayer había mandado un dossier con todas las fotos y una escueta nota: "Vuelve a casa".

Hoy la estaba observando en un parque de Blüdhaven, disfrutando de su café en su vaso de cartón. Espresso intenso, con un par de shots de avellana que le daban un ligero toque a nocilla. La bebida humeaba indolentemente entre sus manos, mientras el chico se acomodaba contra una estatua, simplemente mirando.

Vestía con una chupa de cuero bien cerrada, con capucha, guantes cuyos índices y anulares estaban cortados para facilitar la manipulación de armas de fuego, unos vaqueros y unas botas militares. Bajo su chaqueta llevaba dos Luger de cachas de madera, un regalo de un viejo cliente. Eran algo anticuadas y aparatosas, pero fiables y precisas.

Tenía que reconocer que los alemanes sabían hacer buenas pistolas.

La miró con intensidad unos segundos, mientras las sombras de la capucha tapaban sus rasgos. Era fácil de distinguir, ya que era la única que tenía color de todo el lugar. Como un maldito faro en medio de la oscuridad.

Coral quería creer que la llegada de Diciembre supondría un momento de calma para todos, y es que con la Navidad presente, era difícil pensar en demasiados actos grandes. Las calles ya estaban iluminadas con luces de varios colores, decoraciones de motivos navideños y un suave olor dulce que incitaba a ir a comprar alguna que otra cosa para merendar. La gente colocaba una sonrisa más amenudo en su cara mientras los niños empezaban a escribir las cartas a papá Noel. El año pasado, cuando descubrió aquella fiesta, todo salió medianamente bien, y le encantó.  A pesar del frío,  Diciembre se convirtió en un mes cálido y agradable.  Pero...solamente se quedó en eso, en un "creía". A la noche del tres de Diciembre encontró algo que la asustó. Algo que hizo que su corazón se encogiese con dolor: un dosier de notas con información sobre su vida (lugares, amigos...y ella), con una nota cuya petición era totalmente clara y entendible: que volviese a "casa". Fuese quien fuese el que lo hizo aún no se había enterado de que au hogar ahora estaba allí,  con los Young Titans. Cuando se durmió  tuvo pesadillas: su padre la encontraba y la llevaba de vuelta. La ataba y...se convertía en una muñeca, manipulable, sin vida.


Ahora acababa de salir de clases,  pero no tenía ganaa de volver a Monte Justicia aún. Así que allí estaba, tomando un café en un vaso imitación cartón mientras miraba hacia un punto indefinido, intentando que el espíritu creciente de la festividad se le contagiara, porque en todo el día había sido incapaz de sonreír.  Su pasado había vuelto, y aquello no podía ser de otra persona más que de William. Creía haberlo podido dejar atrás,  pero de alguna forma no podía ser tan fácil.  Nunca lo fue. Mientras pensaba, notaba como de vez en cuando el agradable calor y sabor del café le bajaba con suavidad por la garganta.

"Mírame. Piensa que no me ha afectado."

Era un pensamiento,  pero iba dirgidio a quien fuese que la estaba espiando. Se había pasado todo el día con ese presentimiemto que, la verdad, era peor que enfrentarse con cualquiera en persona. Sus ojos iban mirando ocasionalmente a algunas partea, buscándole. Con calma, como si no lo pareciese...la gente parecía seguir su curso normal. Una pareja paseaba, el camarero servía a los clientes, un niño le pedía un croissant de chocolate a su padre, mientras que otros más jugaban en el parque, justo al lado de un monumento que era una estatua en honor a...ahí. Aquel chico que estaba apoyado.  Aquel chico que estaba mirando en su dirección,  con aquella ropa. Que la llamaran paranoica,  pero esa ropa tampoco le daba una impresión buena.

Se levantó cuando termino el café.  Tenía que actuar con normalidad, y eso se le solía dar bien. Demasiados años haciéndolo en Rapture. Se acercó a paso tranquilo, sacando el móvil y mirándolo, como si simplemente tuviese que coger aquella dirección, abriendo el mapa digital de la ciudad. Se paró cerca de la estátua, miró a un lado y a otro como si estuviese perdida, y cuando sus ojos dieron con el chico, se acercó a él.

-Ah! Perdona...¿eres de aquí? Estaba buscando un lugar, pero no hay forma de encontrarlo. ¿Me podrías ayudar? Mira...-le enseñó el mapa- Aquí, el museo de biología.

Damien la vio salir de la cafetería y suspiró, desviando la mirada hacia el cielo durante unos segundos. Había aceptado el trabajo por curiosidad y la posibilidad de sacar una buena tajada matando varios objetivos pagados (después de todo, Setenta de los grandes por cabeza era un buen precio para meros civiles), pero después de haberse fijado en la chica... dudaba de si había sido un error o un acierto.

En cuanto percibió que tenía color, las alarmas de su mente se dispararon igual que cuando conoció a su padre. Tenía que haberlo supuesto, la chiquilla habría heredado la aptitud mágica del padre. Eso la convertía en un objetivo peligroso, y no sólo no podía matarla si no que encima tenía que alertarla de su existencia para que volviese por su propio pie.

Definitivamente, había sido un error estúpido y avaricioso el aceptar el trabajo. Aunque aún podía devolver el dinero e indicar que estaba por encima de sus posibilidades...

Bajó la vista y prácticamente se encontró con la chica encima de él, lo que le hizo echarse para atrás más sorprendido que atemorizado (aunque algo inquieto también: después de todo, cuando había magia de por medio... lo raro era que no hubiese una razón)

-Ah! Perdona...¿eres de aquí? Estaba buscando un lugar, pero no hay forma de encontrarlo. ¿Me podrías ayudar? Mira... Aquí, el museo de biología.

Lo siento, señorita, no conozco bien la ciudad el hombre parpadeó y echó un ojo al teléfono, inexpresivo, con un acento algo difícil de calificar. Su voz era algo grave, aunque joven, y tenía un cierto tinte átono que lo hacía parecer casi inhumano. Entre eso, su escasa expresividad facial y las sombras que le hacían la capucha de su cazadora, el muchacho no daba una buena impresión.

Carraspeó, lanzando una mirada de soslayo a la chica, y después al móvil

No obstante, se me da bien leer mapas. Mire, estamos en la plaza central del Parque Oeste, por lo que si el museo se encuentra en la Avenida Harrington, tendría que seguir usted todo recto en dirección norte, y tomar la tercera calle a la derecha. Ahí, avance dos calles más, y después a la izquierda. el muchacho tocó torpemente el móvil, como si no tuviera ni idea de cómo utilizarlo. Sus dedos se movieron un par de veces en el aire y después metió las manos en el bolsillo, casi como si se avergonzase de no saber usar el dispositivo

Quizás un policía pueda indicarle mejor, señorita. entonces la miró fijamente, a los ojos. Sus ojos brillaron con fuerza, como si tuviese luz en su interior, dos ascuas de fuego frío Pero no se ha acercado a mí para preguntarme sólo eso, ¿verdad? preguntó, empezando a arrastrar las palabras con una leve cadencia. No había expresión de nuevo, ni una especial tonalidad, pero parecía estar jugando con ellas, paladeándolas según emergían de sus labios

Bueno, de perdidos al río. Quizás incluso saque algo y todo pensó para sí, inconsciente de que sus pensamientos bien podían ser leídos por la joven mística. Se inclinó un poco hacia adelante y ensayó una sonrisa sin emociones.

¿Puedo invitarla a algo, señorita...? añadió, haciendo un gesto con la mano libre mientras con la otra tiraba el café a la basura.

Asintió ligeramente mientras le daba las explicaciones, como una turista que entendía precisamente todo lo que decía. No obstante, el chico no mintió cuando dijo que no conocía bien la ciudad. ¿Por qué lo supo? Porque era telépata, y si bien tenía un código impuesto por ella misma de no ir leeyendo las mentes de nadie, tanto por privacidad como por poco interés en ello, siempre hacía excepciones cuando iba contra enemigos. Podía asegurar que eso le había salvado más de una vez de caer en una trampa, o de recibir un buen golpe. A veces deseaba no haber tenido nunca ese don, mientras que otras lo agradecía de corazón. Ver la torpeza con la que intentó llegar  a manejar el móvil le hizo cierta gracia, pero no comentó nada ni lo demostró visualmente.

-Quizás, pero por desgracia hora mismo no hay ninguno en este lugar. -respondió en referente a la policía, mientras sus ojos se fijaron de la misma forma en los de él, azules y potentes. Casi podía decir que la había calado...y no se equivocó. Una suave sonrisa salió de sus labios cuando recalcó lo obvio.

¿De perdidos al río? Tienes demasiada fe en intentar que vuelva a casa. Pensó, escuchándole claramente, por mucho que no lo dijese oralmente. Porque daba por hecho que él era la misma persona que le había enviado todo aquello. Si no, ¿por que le había pillado espiándola en ese momento? -Por supuesto...conozco una pastelería encantadora cerca de aquí. Hacen un donut relleno de fresa que me encanta. Maybe you want to taste, gentelmen? -habló como antiguamente lo hacía en Londres, en ese inglés británico educado, digno de una lady. De hecho, lo era. Pero le salió solo cuando él le trató de señorita.

"Las antiguas costumbres nunca cambian", decía un refrán. Ahora creía que era cierto. Había pasado ya dos años en Nueva York, pero había pasado lo que había pasado.

Mientras pensó en aquello, empezó a andar al lado del desconocido, dirección norte. La cafetería de la que hablaba no estaba muy lejos de allí, solo a un par de manzanas. El viento frío de Diciembre empezaba a mostrarse, dejando claro que empezaban a entrar en una tarde más profunda y oscura, así que en veinte minutos ya sería completamente de noche, a pesar de ser las seis y media de la tarde. Pero ella lo prefería así: adoraba la noche, aunque la representaba el día y su luz. Quizás por eso se apodó Twilight. Coral siempre se había sentido como el intermedio de ambos.

-¿Puedo preguntarte por qué me espiabas? -preguntó mientras guardaba el móvil de nuevo en uno de los bolsillos de su chaqueta. Tenía que admitirlo, le gustaba vestir bien. A su estilo, pero bien. Estaba a la moda Londinense, como siempre. Podría haberse esperado hasta que ambos hubiesen llegado al lugar, mientras tomaban algo calentito. Aquello le recordaba a algo que le dijo Jason una vez. Le preguntó cómo podía invitar o aceptar una invitación de alguien que no conocía de nada. Que algún día se metería en problemas y le pasaría algo cruel. Tenía razón...pero aun con todo, seguía creyendo que ella podría manejarlo perfectamente. Quizás hasta se sentía atraída por ese peligro. Aunque en ese momento solo quería conocer la respuesta de su reciente enemigo.

-Por supuesto...conozco una pastelería encantadora cerca de aquí. Hacen un donut relleno de fresa que me encanta. Maybe you want to taste, gentlemen? No le había dado su nombre... menuda falta de educación. Damien la miró unos segundos y finalmente se encogió de hombros, empezando a seguirla. Después de todo, tenía claras sus prioridades:

El donut.

Damien Gray. Creo que no he oído su nombre, señorita... el hombre metió las manos en los bolsillos, sintiendo la dureza de las pistolas como una presencia tranquilizadora. La siguió en silencio, respondiendo sólo a cualquier charla intrascendente con cortesía o simples asentimientos

-¿Puedo preguntarte por qué me espiabas?

Ya lo ha preguntado. Y la respuesta es que si pretendiese espiarla, ¿no cree que habría estado sentado cerca de usted para escucharla o habría intentado plantar uno de esos micrófonos en su móvil? Para ser una frase para ligar, no es muy acertada el hombre le lanzó una mirada de reojo, y se encogió de hombros Pero si quiere saber por qué la miraba, eso es otra historia. Usted destaca por encima del resto

Especialmente porque no había más magos en la zona, pero por supuesto eso no iba a decirlo en voz alta. Ni tampoco iba a delatarse tan fácilmente. ¿Pero quién se había creído que era? Está claro que las civiles no tienen ni idea de la vida real, pero bueno

Y ahora mi pregunta: ¿Por qué cree usted que es lo suficientemente importante como para que nadie la espíe? No me malinterprete, no la estoy llamando creída Sí, lo estoy haciendo pero me resulta curioso que me acusase de algo como eso. ¿Quizás crea tener algo que pueda provocar que otros quieran espiarla?

A ver cómo digieres eso, bonita pensó para sí con satisfacción. No era muy dado a hablar, pero después de tantos años negociando, había conseguido aprender a "fintar" en los tira y afloja inherentes en las conversaciones. Especialmente cuando empezaban las lluvias de culpas o los intentos de apoderarse del mérito de otros.

Creo que no he oído su nombre, dijo. ¿Por qué entonces lo estaba escuchando tan claramente en su subconsciente? Lo tenía casi grabado en fuego. Tanto como muchas otras cosas.

-Coral Hiddleston, un placer. -respondió con tranquilidad, mientras dirigía su mano derecha a una de las puntas de su bufanda, jugando con una de ellas. Mientras paseaban, pudo llegar a escuchar un par de veces el crujido de algunas hojas secas bajo sus pies, las últimas que habían llegado a caer. La mayoría de árboles ya estaban vacíos, quedando a la vista todas su ramificaciones desnudas, finas y de un marrón oscuro. Estaban secas y parecían sin vida, como el hombre que en ese momento le estaba acompañando. Debía admitirlo, escucharle hablar así casi le hacía creer realmente le había llegado a equivocarse, y solo era una persona que la había mirado por unos momentos.

Bendito don telepático, de verdad.

-Es difícil querer escuchar de cerca a alguien que no dice nada...y no recuerdo que estuviese con nadie como para espiar una conversación. -respondió con tranquilidad, manteniendo aquel tono mínimamente positivo, ligeramente irónico y con un poquito de calma. - Igual que poner un micrófono en algo de lo cual nunca has estado cerca. Y es curioso que hables de ligar cuando has sido el primero en invitarme a tomar algo. -le miró de reojo, dibujando una sonrisilla divertida en sus labios. En ese momento, ambos parecieron un espejo de miradas. Coral tuvo que admitir que tampoco se esperaba ese comentario de "destacar por encima del resto". ¿Lo dijo porque era su objetivo? No encontraba otra explicación. -Y luego soy yo quien dice frases para ligar...-ironizó, volviendo la mirada hacia el frente, mientras paraban frente a un paso de zebra, ya que el semáforo estaba en rojo para los viandantes.

No, no me estás llamando creída. Hipócrita.

-Una no suele esperar ver a alguien mirándole tan fijamente. Y sí, estos días he tenido ciertos problemas de acoso, así que entenderás que una se vuelve un poco...paranoica con esos temas. -mintió, encogiéndose con suavidad de hombros. Ella también era de aquellas chicas que tenían unos buenos dotes de interpretación, así que igual que él sonó convincente de forma falsa, ella también lo hizo. Pero era difícil negárselo con un motivo así. -Perdona si he sonado muy seca con mi acusación, pero es inevitable. A nadie le gusta.

Vamos, piensa que soy una débil. Créetelo.

La estaba tratando de inocente, de creída. Y creía que iba a quedarse tan tranquilo. No...pensaba sacarle información. Era hora de jugar. Solo rezaba porque ese día no acabase con un pensamiento de Jason diciéndole un "te lo dije.". Esta vez, sí que habló directamente a la mente de Damien. Provocó un sonido repentino en su mente, algo parecido a un graznido de cuervo, con una tonalidad que casi no parecía una voz humana.

-Es difícil querer escuchar de cerca a alguien que no dice nada...y no recuerdo que estuviese con nadie como para espiar una conversación. Damien se encogió de hombros. No pretendía meterse en ese tipo de juegos, así que simplemente lo dejó correr Igual que poner un micrófono en algo de lo cual nunca has estado cerca. Y es curioso que hables de ligar cuando has sido el primero en invitarme a tomar algo.

-Y luego soy yo quien dice frases para ligar...-

No dije en ningún momento que no pretendiese hacerlo que no lo pretendía, pero seguramente el ego de la señorita Hiddleston agradecería que se la considerase como una mujer atractiva. Aunque su único atractivo fuera no cerrar el pico.

-Una no suele esperar ver a alguien mirándole tan fijamente. Y sí, estos días he tenido ciertos problemas de acoso, así que entenderás que una se vuelve un poco...paranoica con esos temas. Él la miró de reojo, asintiendo con suavidad -Perdona si he sonado muy seca con mi acusación, pero es inevitable. A nadie le gusta.

Cuánto lo siento, señorita Hiddleston. No es agradable ser acosado, estoy seguro. ¿Ha encontrado ya al culpable? preguntó con aparente inocencia, las manos en los bolsillos. Al menos, hasta que oyó el graznido. Eso, sumado al extraño cosquilleo que notaba en la nuca, le hizo quedarse rígido, antes de entrecerrar los ojos

No eres bienvenido aquí, seas quien seas pensó, frunciendo el ceño mientras elevaba ambas manos. Coral no vería nada peculiar en las sombras de su capucha, aparte de parecer algo más sólidas, pero sí podría percibir cómo la mente de Damien se cerraba a cal y canto.

Qué raro musitó para sí, mirando a su alrededor de reojo me ha parecido oír un ave comentó con cierta naturalidad, antes de encogerse de hombros ¿Por dónde íbamos? Ah, sí... Espero que encuentre pronto a su acosador, señorita Hiddleston. Quizás pueda ayudarle en eso, a veces me dedico a ser investigador privado, ¿sabe?

-No dije en ningún momento que no pretendiese hacerlo.

Aquello la sorprendió,  haciendo que por unos momentos pusiese una expresión incrédula,  que logro disimular mirando hacia en frente. Desde luego, había conseguido hacerla reír mentalmente.  Aun así,  no respondió.  Quizás pensase que su silencio fuese timidez,  o que lo había ignorado o, como seguramente pensase,  puro ego. Y no porque fuese telepata...sino porque seguramente ella hubiese pensado una de las tres de igual manera. Su hipocresía siguió con sus palabras,  y, desgraciadamente,  ella tenía que hacer lo mismo, ya que no tenía ninguna prueba que pudiese delatarle en ese momento. Nada con lo que defender su creencia. Solo actuar, tal y como lo hacía en Rapture, frente a aquella gente que la miraba como su esperanza, como una especie de salvadora que los libraría del "pueblo sucio" de la superficie. Recordó cuando William siempre le decía que eran impuros,  con un sistema capitalista corrupto como sus almas, con una mente envenenada capaz de traicionar y herir a sus seres más queridos.  Pero para entonces no sabía que en realidad solo se estaba describiendo a si mismo.

Su pregunta le hizo sonreír con mucha suavidad,  de lado.

-Si lo hubiese encontrado, no estaría ahora culpando al primero que me mira fijamente.

A lo lejos ya se veía el lugar que le había dicho. Una pequeña cafetería que simulaba el estilo de las francesas, acogedora y, para según quien, con aquel toque romántico de París. Se acercaron al mismo paso tranquilo. Pereció tranquila con el comentario de los pájaros, levantando con suavidad la cabeza. -Yo también lo he escuchado. Un cuervo. Leí que no es raro verlos en Blüdhaven o Gotham, y lo puedo afirmar. He visto varios.

Pero no fue lo único que escuchó.  Las palabras de él resonaron en su cabeza casi como una amenaza. Cómo sabía que había sido alguien? Aunque quizás la excusa que acababa de poner sobre el sonido le había convencido.  Aun así,  sintió algo raro, como una extraña densidad en la cabeza del chico. Y poco a poco, sus pensamientos sonaron más y más lejos...hasta que directamente dejaron de existir para ella, como si su don ya no funcionase. Recordáis lo de que la había sorprendido al principio? Bueno, pues ahora lo había conseguido doblemente. Ya no solo por lo que pasó con su mente, aino por lo que sugirió. Es decir,  realmente acababa de tener la cara de presentarse como un jodido invetigador privado. ÉL. SU acosador. Pero por fuera no pudo evitar el ponerle una cara de "inocente" sorpresa, llevándose la mano a la boca como gesto de la misma.

-De verdad? Quiero decir...wow, menuda casualidad, no sabes lo bien que me iría,  aunque tampoco se cual sería el precio, ni si podría permitírmelo. -dijo aquello mientras entraban en el lugar y se sentaban en una mesa para dos. Si Damien miraba el expositor, vería un montón de pastas distintas, entre ellas los donuts de fresa. Había poca gente hablando tranquilamente de cosas distintas, y la música de ambiente era tranquila,  pero moderna. -Pero quizás podamos hablarlo.

Y mientras todo parecía tan tranquilo, ellos dos apostaban a ver quien hacía hablar antes al otro, solo que en cierto modo estaba apostando algo demasiado importante para ella.

-De verdad? Quiero decir...wow, menuda casualidad, no sabes lo bien que me iría,  aunque tampoco se cual sería el precio, ni si podría permitírmelo. el hombre asintió suavemente mientras se sentaba, cruzando las piernas con tranquilidad, y mirándola fijamente desde las sombras de su capucha. Pero quizás podamos hablarlo.

Por supuesto, señorita Hiddleston... Mis honorarios no son muy diferentes a los del resto de competidores, pero verá que soy un hombre flexible, y podríamos mirar algún descuento si su caso me resulta interesante el hombre se recostó en la silla y echó un vistazo a las pastas. Si tenía que ser sincero, tenían un aspecto realmente tentador, pero lo primero era el trabajo.

Centró de nuevo su mirada en la chica

¿Por qué no me habla de su caso? Quizás pueda ofrecerle algún consejo sin coste aunque no pudiera permitirse mi trabajo. Como un acto de buena fe, si así lo prefiere. se quedó unos segundos en silencio y pronto sacó una tarjeta de su bolsillo, inexpresivo Discúlpeme, señorita Hiddleston... no le he dado mi tarjeta. Si quiere contactar conmigo, aquí tiene

Era una tarjeta sencilla, con su nombre y debajo un leve título de "Agente privado", una manera bastante curiosa de definir a un investigador privado y quizás más apropiada para definir a un mercenario a sueldo, pero tampoco era específicamente delator. Lo más curioso es que no había teléfono, si no un sencillo apartado de correos

Tendrá que disculparme, no soy muy ducho con las nuevas tecnologías, y los teléfonos pueden pincharse o rastrearse. Encuentro el correo ordinario mucho más privado en estos aspectos. Simplemente ponga un lugar y una fecha para un encuentro, y ahí me hallará comentó, justo cuando se acercó el camarero a pedir nota.

El chico pidió un simple chocolate caliente con un par de pastas surtidas y después miró fijamente a Coral

No se preocupe por el precio, señorita Hiddleston... yo le invito a esta primera ronda

Si el caso me resulta interesante, resonaron sus palabras en su mente. Pues como no le resultase interesante cazarse a sí mismo...pero siguió con su farsa, sonriendo con suavidad inocente.

-Muy bien. Hace tan solo un par de días o tres, me llegó un pequeño paquete que contenía varias fotos mías, todas de mi vida cotidiana. Las habían hecho con una buena cámara, y algunas desde puntos aéreos, ya que algunas eran casi cenitales. Junto a ellas, venía una nota que tenía escrito "vuelve a casa". No soy de aquí, sino de Londres. Lo cual vuelve aún más creepy toda esta historia, no crees? Y luego me preguntas porque (no) estoy asustada...-desvió la mirada, mordiéndose con suavidad la uña del dedo índice de la mano donde apoyó su barbilla. Pero no tardó en volver a dirigirla hacia él, ya que mencionó algo sobre una tarjeta, viendo como de repente quedó tendida hacia ella, terminando por cogerla con la mano desocupada, mirándola. Tenía su nombre completo, uno que pensaba memorizar bien, su oficio como...agente privado, y una dirección. La giró para ver si de casualidad su teléfono y algo más, pero todo estaba de vacío blanco. Y él se excusó por aquello, aunque no le podía quitar la razón sobre lo que dijo. Cualquier líena podía pincharse o rastrearse, haciendo más fácil la localización de cualquiera, así como la escucha de cualquier conversación, algo que no era conveniente para nadie, y menos para él.

-De acuerdo, si aceptas el caso, lo haré. -Aí, lo haría. E igual por la noche se daba un paseo por esa calle y edificio. Quizás podría descubrir algo interesante. ¿O sería mejor hacerlo después de unos días, si al final aceptaba el "caso"? Bueno, ya lo pensaría más tarde, dependiendo de como fuesen las cosas. El camarero le cortó el pensamiento con su presencia, preguntando qué deseaban tomar. El pidió lo suyo y, tal y como se ofreció al principio, volvió a recordarle que él la invitaba. Era lo mínimo que podía hacer su acosador, ¿no?

-Muy amable, gracias. -dijo a Damien con una ligera y agradable sonrisa, mientras le pedía al hombre uno de aquellos donuts de fresa y otro chocolate caliente. Ya había tenido suficiente café con el de antes. Cuando el hombre se fue, volvió al tema.

-¿Quieres saber algo más?