Día completo (Burai Ishii) [02/03/2019 - Tarde]

Drago se dejó caer en la silla de su despacho, derrengado, mientras se pasaba una toalla humedecida por la cara y el cuello para limpiarse el sudor y la suciedad. No tenía habitación propia en la mansión porque no residía allí, y el baño de su despacho no contaba con ducha. Acababa de dejar a Superpredador en el comedor al cuidado de Jean y del Profesor, que iba a asegurarse de que todo transcurría de manera pacífica y sin sobresaltos. La esencia del mutante que acababan de rescatar de las instalaciones de A.R.G.U.S. no era agresiva de base, pero la criatura había sufrido lo indecible a manos de los desalmados científicos de Amanda Waller que habían buscado estudiar y replicar sus mutaciones. Ello, unido a su naturaleza primitiva y bestial y a sus dificultades de comprensión con el lenguaje, hacían que pudiera resultar impredecible y fácil de alterar. Xavier y Jean se ocuparían de mantenerlo calmado en todo momento y de explicarle cualquier cosa que no comprendiera, desde convenciones sociales hasta normas de convivencia básicas. Por su parte, se encontraba demasiado cansado después de la reciente batalla, la adrenalina y la indignación que había provocado en él comprobar las condiciones en las que habían mantenido cautivo al mutante. Permanecería por allí un rato más por si le necesitaban y después se iría a casa.

O esa había sido su intención.

Alguien llamó a la puerta del despacho, y cuando le invitó a pasar, apareció Planaria.

- Drago, ha venido alguien más. Un recién llegado. Ha estado esperando a que le reciban algún tiempo, ¿le hago pasar?

El mutante suspiró.

- Supongo que el Profesor está demasiado ocupado con Superpredador, ¿no? Ya...

Llevaba casi un año como líder de los X-Men y aún no terminaba de acostumbrarse a las responsabilidades del puesto. Ahora entendía mucho más a Cíclope.

- Está bien... hazle pasar.

Un hombre de una estatura algo baja para ser americano les abrió la puerta. Tenía el pelo moreno, pero tan corto que apenas se distinguía debajo del gorrito de lana que llevaba. Su rostro descuidado mostraba el inicio de una barba incipiente, y su mirada de color miel parecía amigable y sincera. Iba vestido con una sudadera roja y unos pantalones vaqueros. Se presentó como Planaria, uno de los profesores de la mansión, y, en cuanto le expresaron sus motivos para estar allí, les invitó a pasar.


Pasando la verja de la entrada principal se llegaba a un patio de forma octogonal en cuyo centro se alzaba la estatua de un ave fénix. El edificio que conformaba la mansión propiamente dicha se erigía alrededor, pero la mayoría de los estudiantes parecían haberse dado cita en el patio, que se encontraba a rebosar de jóvenes mutantes, una gran parte de ellos poseedores de características claramente inhumanas. Había tonos de piel y ojos de todos los tipos y colores. Un hombre elefante barritó cerca de la estatua mientras una joven rubia se estiraba como si fuera un chicle hasta llegar mucho más arriba de la cúspide. Un chico con apariencia de pez pasó junto a ellos, haciendo un gesto de saludo con la cabeza que revelaba  la llamativa aleta roja que le cruzaba el cráneo. Lo que Burai confundió inicialmente con otra estatua demostró ser un gigante de granito al apartarse para dejar pasar a un adolescente con la piel verde escamosa y un caparazón de pinchos en la cabeza en lugar de pelo.

Una súbita explosión sulfurosa sobresaltó al recién llegado, pero resultó ser únicamente un mutante con la piel negra como el alabastro y apariencia demoníaca que acababa de teletransportarse en el interior de la mansión. También había una mujer loba, un organismo tecno-orgánico de apariencia amigable y todo un crisol de formas y apariencias de todo tipo conviviendo allí en perfecta armonía.

- Disculpad el jaleo -se excusó Planaria-. Los muchachos están excitados porque acabamos de dar la bienvenida a un compañero nuevo que lo ha pasado muy mal. Sus circunstancias son bastante particulares y tienen todos mucha curiosidad, pero ya lo están atendiendo.

Con dos rápidos saltos se subió al pretil de la fuente y dio dos palmadas fuertes para atraer la atención de los estudiantes.

- ¡Se acabó, chicos! ¡El recreo ha terminado! ¡Todo el mundo de vuelta a sus clases! ¡Vamos, vamos!

Una vez la horda de agitados adolescentes comenzó a enfilar hacia sus respectivos lugares, el profesor condujo a Burai hacia el interior del edificio principal.

- El director de la escuela no puede atenderos en éste momento, pero el líder de la Patrulla está en su despacho -explicó Planaria mientras llamaba a la puerta del profesor-. Drago, ha venido alguien... -empezó al abrir, asomándose por la abertura. Tras la respuesta del llamado Drago, la puerta se abrió del todo y Planaria les invitó a pasar-. Éstos son Burai Ishii, Thomas y Ryan. Él es Dragoslav Katich.

Drago se levantó de la silla para estrecharles la mano y les ofreció tomar asiento con un gesto. El mutante que tenían ante sí era bastante alto, de complexión musculosa y atlética, tez pálida, ojos azules y el cabello de un intenso color negro inusualmente largo. Tanto los rasgos como el acento indicaban ascendencia europea, muy posiblemente de Europa del Este. Vestía ropas cómodas, ajustadas y de corte militar, que en aquellos momentos se encontraban cubiertas de manchas de suciedad y sangre seca.

- Bien... ¿en qué podemos ayudarles? -inquirió una vez todos se hubieron sentado y Planaria hubo salido de la habitación.

Su tono era amable, pero se veía a leguas que estaba cansado, y por el aspecto de sus ropas parecía evidente que acababa de salir de alguna pelea.

- Soy Burai, ellos son Thomas y él es Ryan. Venimos aquí porque pensábamos que era un buen lugar para los mutantes. En especial por él, que ya que sus padres iban a entregarlo sólo por su rabia.

Planaria alzó la mirada de la tarjeta que le habían enseñado para mirar a los recién llegados. Salvo por la altura y constitución excepcionales del que estaba hablando, ninguno de los tres poseía ningún rasgo evidentemente mutante. Al joven profesor nunca dejarían de sorprenderle las cotas de vileza a las que era capaz de llegar el ser humano.

- Lo es -asintió con la cabeza-. Un buen lugar, me refiero. Todos los mutantes son bien recibidos aquí, ya lo veréis. Somos como una gran familia. Habéis hecho bien en venir, os ayudaremos. Venid.

>>Se llama Drago. Dragoslav Katich -explicó, respondiendo a sus preguntas mientras se dirigían al despacho-. Es profesor de música en la mansión, y desde que se produjo el efecto Omega es también nuestro representante y portavoz ante los humanos. Es un poco serio, pero no os preocupéis. Es mucho menos intimidante de lo que pretende ser -ante la última pregunta sonrió y les invitó a pasar al despacho-. Dejaré que eso os lo responda él. ¡Bienvenidos a la mansión!

Tras la presentación inicial, Burai procedió a explicar el por qué de su presencia allí. Drago asintió con pesar ante la mención de los centinelas.

- Eso, por desgracia, sucede con demasiada frecuencia -suspiró, recordando todas las veces en las que los seres humanos se habían vuelto unos contra otros por motivos políticos, de raza, cultura o religión. Desde la persecución a los judíos hasta la masacre de su pueblo en Bosnia. Se preguntó si algún día cesarían el odio o los prejuicios, pero parecía algo demasiado ligado al ADN, tanto de humanos como de mutantes-. Muchos de los mutantes que han encontrado aquí un segundo hogar acudieron inicialmente buscando refugio por situaciones similares. Os sorprendería saber cuántos. Por supuesto sois bienvenidos a quedaros el tiempo que haga falta, no sólo el chico -añadió, extendiendo la invitación también a Ryan y a Burai-. Tras el efecto Omega quedaron muchas habitaciones libres, y muchos de los profesores no duermen aquí.

Observó el pequeño escudo de energía y asintió.

- Si te quedas aquí, podemos ayudarte a controlar y perfeccionar tu poder hasta sacarle el mejor rendimiento. Tenemos profesores especializados en éso, así como una sala de entrenamiento para estos fines. De hecho Planaria, el profesor que os ha traído hasta aquí, suele dedicarse a entrenar a mutantes con poderes como el tuyo. Él controla la electricidad, así que podría ser un buen sparring.

Se volvió entonces hacia Ryan.

- Aquí todos los mutantes son bienvenidos, si os queréis quedar.

La siguiente le sorprendió un poco, aunque no demasiado. Él era europeo, y era consciente de que en otras partes del mundo no existía la misma información y conocimiento de los mutantes que había en Estados Unidos.

- ¿Habéis llegado hace poco al país? Ésta mansión se construyó siguiendo los ideales de su fundador, Charles Xavier, un hombre que defiende la convivencia pacífica entre humanos y mutantes. Por desgracia, no todo el mundo sigue dichos ideales; otros mutantes deciden dedicar sus poderes a la satisfacción de deseos egoístas de destrucción y conquista, o para enriquecerse, y con sus obras lo único que consiguen es aumentar las tensiones entre humanos y mutantes, así como justificar el odio de ciertos colectivos prejuiciosos. Hace algún tiempo, varios de nosotros decidimos unirnos para proteger al mundo de esos mutantes y así tratar de asegurar un futuro pacífico de convivencia y armonía con los humanos para los que vengan después de nosotros. Nos hacemos llamar la Patrulla X, y, actualmente, yo soy su líder. También tomamos un papel más activo en la lucha por los mutantes. Justamente hoy hemos venido de rescatar a uno de los nuestros, que estaba siendo retenido para experimentación en una base científica.

La expresión amigable de Eclipse desapareció en cuanto comenzaron los exabruptos de Burai, y su rostro se fue volviendo más y más serio conforme les escuchaba hablar. Estaba demasiado cansado como para fingir algo que no sentía, ni tan siquiera usando sus poderes.

- Eso es exactamente lo que los promulgadores del odio desearían que hicierais -comentó finalmente en cuanto Burai expresó sus intenciones en voz alta-. No conseguiréis erradicar la intolerancia con más violencia. Éste problema sólo puede solucionarse de manera diplomática. Necesitamos demostrar a los humanos que no tienen nada que temer de nosotros. Que pueden confiar en nosotros. Sólo de ésta manera conseguiremos que el odio de paso a la paz. Los humanos nos ven como una especie invasora, alguien que viene a arrebatarles la vida y su mundo. Lo que tenemos que hacer es demostrarles que se equivocan, y eso no se conseguirá rebajándose a su mismo nivel.

Cruzó los brazos al pecho. Se le veía serio pero tranquilo y relajado, a diferencia de Burai. No pudo evitar preguntarse si era así como había sonado ante Xavier el día que la Patrulla le había capturado a él por tomarse la justicia por su mano.

- Si salís ahí fuera y hacéis lo que acabáis de decir, nos daríais mala imagen a todos los mutantes, y eso es algo que ahora mismo, en éstas circunstancias concretas tan adversas para nosotros, con Luthor en el poder, no nos vendría nada bien. Esos movimientos anti mutantes de los que os quejáis, son cada vez más numerosos. Serán más aún en cuanto salgan en televisión, o en Youtube, vuestras imágenes golpeando humanos, y no importa lo que éstos estuvieran haciendo. En la era de los medios digitales y la desinformación, las noticias se presentan de la manera que así desean los poderosos. Y no estamos hablando de simples extremistas políticos que toman ventaja de las políticas racistas de Luthor para medrar en su carrera; estamos hablando de grupos muy bien organizados que pueden llegar a volverse muy peligrosos. Los medios inicialmente criticaban los métodos de Luthor, y mirad dónde se encuentra ahora.

Se detuvo un momento para mirar fijamente a los ojos a Burai.

- Sois demasiado jóvenes e impulsivos para daros cuenta de que sois vuestro propio enemigo. Estáis tan cegados por vuestro odio y lo que consideráis que es justo que estaríais dispuestos a ofrecerle a los medios, al presidente y a los grupos anti mutantes todo cuanto necesitan para confirmar a ojos del mundo entero que somos los monstruos que proclaman. Y así, en vuestro aparentemente noble afán por proteger a vuestra especie lo único que haríais sería condenarla. Es por eso que hacemos lo que hacemos, y es por eso que tengo que pediros que por favor reconsideréis vuestras opciones por el bien de todos nosotros.

Eclipse desvió la mirada ante el comentario del oriental, pensando en lo cerca que estaba de convertirse en una realidad. No había hablado con nadie de lo que Tony le había revelado la semana pasada acerca del acta de registro de metahumanos que planeaba sacar adelante el gobierno. El empresario le había asegurado que estaba tratando de frenar la iniciativa aprovechando su nueva posición como ministro de Defensa, y Drago confiaba en lo más profundo en que así fuera, pero sabía que más tarde o más temprano tendrían que empezar a tomar medidas por si llegara a aprobarse. Drago había vivido un Genocidio en la guerra de Bosnia y tenía una idea más que aproximada de las consecuencias que podrían derivarse de una ley así. El simple pensamiento le llenaba de inquietud, era por eso que lo estaba posponiendo.

Drago no había llegado a conocer nunca a Superman; según había oído, se había marchado de la Tierra unas semanas antes de la Colisión y nunca más se había vuelto a saber de él, y como procedía de otro universo diferente al suyo no había podido verle en persona, pero la huella que había dejado en su mundo había sido lo suficientemente grande como para que resultara imposible no saber quién había sido tras casi un año de fusión. Pero resultaba irrelevante; lo que quería decir Burai resultaba meridianamente claro, y en aquél nuevo universo había amenazas de sobra capaces de suponer un problema serio para los mutantes.

Pero de todo eso hablarían más tarde. Drago había pasado la última semana organizando el rescate de Superpredador, y el equipo aún no había tenido un momento de paz para sentarse a hablar las cosas. Pronto tendrían que hacerlo, pero no hoy.

Escuchó pensativo el intercambio de palabras entre Burai y Ryan, reflexionando y tomando la medida de los dos. Ciertamente Burai parecía el más impulsivo, y Ryan más dado a pensar y considerar las cosas. Y, efectivamente, no se le daban mal del todo las palabras. Podía ser un buen activo a la hora de trabajar en la buena imagen de los mutantes de cara al exterior. No todo debía resolverse siempre mediante el uso de la fuerza, McCoy era el mejor ejemplo de ello, y a veces las habilidades más valiosas eran las relacionadas con el don de la palabra.

- Bien -asintió, dirigiéndose a las ventanas del despacho y apartando las cortinas para permitirles ver las vistas-. Os mostraré un poco cómo funciona todo ésto.

>> Los terrenos de la mansión ocupan 4 cuatro kilómetros entre Graymalkin Lane (la carretera que os ha traído hasta aquí) y el lago Breakstone, sobre 200 acres de bosque. El terreno alrededor de la casa que lleva hasta el lago está podado -dijo señalando el lateral izquierdo, donde se encontraban los cuidados jardines-, pero el resto del territorio sigue siendo bosque salvaje. Desde aquí podéis ver los garajes y las torres de comunicación. Bajo tierra están los hangares y un túnel para transportar personal y objetos desde la pista de despegue y la mansión. También hay una entrada de emergencia que conecta los hangares con el lago utilizando una cámara hermética.

No pensaba hablarles de Cerebro todavía. No les conocía lo suficiente como para estar seguro de que eran de confianza.

- Acompañadme -les invitó, saliendo del despacho y tomando las escaleras de descenso-. Aquí a la derecha están las habitaciones de los chicos -les informó al pasar por la planta intermedia.

Abajo a la izquierda se encontraba el comedor/cafetería, una extensa sala semicircular que podía dar cabida perfectamente a la totalidad de alumnos del edificio, completamente acristalada con vistas a la cancha de basketball, la piscina y el lago.

- Aquí es donde los alumnos realizan el desayuno, el almuerzo y la cena. Más allá podéis ver la cancha de basketball donde se llevan a cabo la mayoría de actividades deportivas y la piscina. Al fondo se encuentra el lago Breakstone. Por aquél pasillo de allí se llega al edificio anexo en el que se encuentran los dormitorios femeninos.

Su camino les condujo finalmente al patio de entrada, donde se encontraba la estatua Phoenix Memorial.

- Éste patio ya lo conocéis. Los edificios que lo circundan son las diferentes aulas en donde se imparten las asignaturas. Física y química, matemáticas, lengua y literatura... Las clases por supuesto son mixtas -se detuvo al llegar a la verja de acceso-. Como véis, hay dos ramificaciones; el camino de la izquierda conduce a los garajes y el de la derecha a los establos. ¿Qué preferís ver primero?

- Individuales -respondió el mutante mientras se dirigían a los establos-. Nuestra intención aquí es proporcionar a nuestros estudiantes un entorno seguro en el que sentirse como si estuviesen en su propia casa, y una parte importante de eso implica poder disponer de su propio espacio para decorarlo a su gusto y poder así manifestar su personalidad y su propia individualidad que a menudo les es negada. También es importante enseñarles independencia y responsabilidad, razón por la cual cada uno deberá encargarse de la limpieza y el mantenimiento de su habitación.

- Pero no quiero quedarme solo -intervino el muchacho en tono lastimero.

Drago se inclinó ante él, poniéndole la mano en el hombro y mirándole a los ojos con una mirada amable que rara vez revelaba ante los demás.

- Oh, pero aquí no estarías nunca solo, Thomas. Escucha lo que te dicen tus amigos. Ésto es un colegio -reanudando la marcha señaló hacia la edificación principal que había quedado atrás-. Hay 22 habitaciones con estudiantes en cada ala de la mansión, y tenemos un taller para los alumnos que quieran practicar actividades manuales en el ala norte de la segunda planta, un teatro en el tercer piso, y una sala de esparcimiento para socializar equipada con todo; desde mesas de billar, videojuegos, juegos de realidad virtual, películas...

- ¿No tendrán Gimnasio? Para entrenar mis músculos.

- Tenemos algo mejor que eso -respondió Drago con una enigmática sonrisa-. Pero lo reservo para el final. Y no te preocupes, Thomas; aquí tenemos gente más que capacitada para enseñarte a nadar.

-¿no tienen clases para chicos más jóvenes? Éste niño no ha acabado la primaria.

- Voy en cuarto año.

Drago se volvió a mirarle mientras avanzaban por el camino entre los árboles.

- Eso significa que tienes en torno a diez años, ¿verdad? Bueno, nuestras clases abarcan de los once a los 18 años, principalmente porque es extremadamente raro que los genes mutantes se manifiesten más temprano, pero seguro que podemos hacerte una adaptación curricular, no te preocupes. Ah, ya hemos llegado.

El olor característico del heno y serrín y caballos saludó a los visitantes cuando se acercaron al granero y los establos. Burai pudo contar una docena de caballos, todos perfectamente bien cuidados y atendidos. Drago acarició el morro de uno de ellos, una hermosa potra blanca.

- Tenemos equitación como asignatura extraescolar, sólo para aquellos que desean una actividad relajante al aire libre. Los caballos no se usan para competición ni para ninguna clase de esfuerzo físico. Los tratamos bien -dijo señalando las paredes, donde estaban colgados los arreos y las sillas de montar-. ¿Queréis continuar el tour a caballo?

- La yegua se llama Rarity -sonrió Drago-. Es la que suelo montar, por eso me reconoce.

Drago era un apasionado de la naturaleza, pero nunca había experimentado la necesidad de aprender a montar porque en la ciudad utilizaba el metro para desplazarse y tenía coche propio para las distancias largas. No fue hasta que habían implementado la extraescolar de equitación que le había surgido la vocación, y en el año que llevaba practicando había mejorado muchísimo.

- El tuyo se llama Centella -le respondió a Burai una vez les hubo ayudado a ensillarlos y montarlos-. Le llamamos así porque es de los más rápidos, pero no te preocupes; está bien entrenado y responderá bien a tus señales. Yo te iré indicando cómo le tienes que guiar. Al de las manchas le llamamos Alpha porque es particularmente bravío, pero te digo lo mismo que a tu compañero -le dijo a Ryan-. Sigue mis indicaciones y te irá bien.

Tras salir de los establos retomaron el sendero que habían seguido, sólo que, en un determinado momento, en lugar de continuar recto hacia la mansión, se desviaron por un camino lateral mucho más estrecho y bordeado de setos. Iban a trote ligero y tranquilo, por lo que Burai pudo observar lo que parecía ser un pequeño cementerio que quedaba a un lado del camino. A Drago no le apetecía hablar de aquello, así que no lo hizo. No hacía ni dos meses desde que había muerto Coloso y el dolor estaba aún muy reciente.

El camino pasaba de largo el cementerio y se adentraba en el bosque, donde, después de un buen rato, llegaron junto a una encantadora edificación de madera situada sobre el lago, con su propio embarcadero.

- Éste es el observatorio -explicó el mutante-. Está lo suficientemente aislado como para que se puedan ver las migraciones de los pájaros en determinadas épocas del año, y si subís al embarcadero podréis ver también los peces. Siempre tratamos de ir más allá de la simple enseñanza de materias académicas e inculcar a nuestros alumnos valores importantes como el amor por los seres vivos y la naturaleza. Estoy convencido de que Thomas estaría bien aquí.

>>Bien, regresemos a la mansión. Creo que ha llegado el momento de mostraros el gimnasio.

Eclipse escuchó hablar a los jóvenes tras él, sin inmiscuirse en lo que parecía ser una conversación privada pero experimentando un cierto deje de melancolía. Era curioso cómo ciertos elementos podían evocarnos al hogar. Su familia y él apenas habían tenido nada. Recordaba la recia cama de matrimonio en el dormitorio de sus padres, sobre la que su hermana y él jugaban a saltar cuando eran muy pequeños. El pesado armario del dormitorio, el de la cocina, una mesa y varias sillas, todas ellas de madera, con el armario pintado de blanco y verde por alguna razón. Tenía una vívida imagen de él por lo mucho que había destacado por encima de los demás muebles.

No recordaba haber tenido nunca cuadros de ningún tipo. Su familia era demasiado pobre como para permitirse frivolidades y él había dedicado la vida a la lucha contra el crimen, dedicándose en cuerpo y alma a ser Eclipse la mayor parte del tiempo, sin espacio para Dragoslav Katich. Pero era consciente del valor de los recuerdos como el que estaba compartiendo Thomas.

Una vez, durante una visita al museo de Nauvoo, en Illinois, le había llamado la atención un caballito mecedor de madera que tenía más de 150 años. Según la inscripción de la etiqueta, había pertenecido a un niño llamado Joseph Taylor. La familia de Joseph tuvo que huir en 1846 a causa de las persecuciones religiosas, con un carreta cubierta y cargada hacia Utah. El caballito mecedor, tallado por el padre del niño, quedó abandonado en su domicilio. Joseph lo echaba tanto de menos que estuvo llorando durante días, hasta que finalmente, su padre, John Taylor, decidió regresar con su caballo a Nauvoo, al amparo de la noche a fin de evitar los peligros y recuperar el juguete, atándolo en la parte exterior de la carreta para el largo viaje a través de las planicies. La historia de aquél padre que había estado dispuesto a arriesgar su propia vida para aliviar el dolor de su hijo pequeño le había conmovido el corazón, haciéndole pensar en el suyo propio, ejecutado por los paramilitares serbios en Srebrenica.

La mayoría de las casas guardan objetos; muebles, libros, cuadros y otros enseres que no tienen más valor que el de los recuerdos que nos hacen evocar a nuestros seres queridos que ya se han ido y pensar en los que están por nacer.

En ese sentido podría decirse que las casas tenían alma, pero la suya... la suya era un cascarón vacío.

Hasta finales del año pasado, jamás se le habría ocurrido plantearse que podría existir algo así como un futuro para él, pero ahora que estaba con Cassandra empezaba a pensar que, quizás...

La pregunta de Thomas le sacó de su ensimismamiento.

- Oh, sí, sin duda... Aunque cada alumno es responsable de cuidar y mantener su popio animal. Ya veréis, algunos de nuestros internos tienen mascotas realmente remarcables... Recuérdame que te presente a Lockheed, el compañero de Kitty... Te asombrará descubrir que es una especie de dragón en miniatura, aunque seguramente él no estaría de acuerdo con que se le considerara una mascota... -añadió con una sonrisa. El pequeño alienígena tenía más personalidad que muchas personas a las que conocía.

De vuelta en la mansión, y después de devolver los caballos a las cuadras, descendieron a los niveles inferiores y continuaron bajando durante aproximadamente unos diez metros. Después de pasar varios controles de seguridad extraordinariamente avanzados que incluían escáneres y lectores de la huella de la palma del cabecilla de los X-Men, llegaron a la zona de entrenamiento.

- La llamamos "Sala del Peligro"-anunció encendiendo las luces-. Aquí es donde nuestros alumnos practican el trabajo en equipo o aprenden a controlar sus poderes mutantes. A primera vista no parece gran cosa -dijo cuando se acercaron a la cristalera desde la que podía observarse la zona inferior-, pero si accedéis a bajar y probarlo rápidamente comprobaréis que las apariencias pueden llegar a engañar... Recomendaría que el chico se quede aquí conmigo. ¿Queréis bajar los dos o sólo tú, Burai? Si no tenéis entrenamiento puede llegar a ser demasiado que asimilar para un primer día.