Prueba de Rol de Winter Soldier

— Желание (Anhelo)

El hombre de la barba y la bata blanca habla. Me mira a través de sus gafas con cierto temor en sus ojos grises. Un color tan frío como el mismo invierno. Yo le devuelvo la mirada. Confuso. Perdido. Hay dos militares detrás de él. Llevan un uniforme de camuflaje y van armados con una Avtomat Kalashnikova de 1947. La boina roja destaca sobre todo el resto de colores de la habitación. Mis ojos se desenfocan. Parpadeo. No sé dónde estoy. La sala me parece cada vez más pequeña. Asfixiante. Agobiante. Sus paredes son de un metal crudo, casi oxidado. Trato de moverme. No sucede nada. Miro entonces mi brazo derecho, y lo encuentro amarrado con una argolla negra que muerde mi muñeca hasta hacerla sangrar. Miro hacia el otro lado, hacia mi brazo izquierdo. Y no hay nada...

—Ржавый (Oxidado)

Dos hombres más se acercan. Ambos llevan corbata bajo la bata blanca. Científicos, supongo. Abren el maletín que llevan consigo y lo dejan descansar en una mesa. Una barandilla metálica los separa de mí, impidiendo que se acerquen más. Pero logro ver el contenido de la caja. Es un brazo de metal plateado, con una estrella vibrante de color rojo marcada en el hombro. Mis ojos se ajustan para examinar más detenidamente el símbolo. El hombre de las gafas se acerca. Agarra el brazo cibernético con los guantes y me lo coloca en el hombro izquierdo. Usa una tecnología que no comprendo, pero noto como sus manos tiemblan. Sigue teniendo miedo. Me fijo en los gestos de su boca. Él sigue hablando mientras me mira. Es un idioma que conozco bien, pero que siento lejano...

—Семнадцать (Diecisiete)

Diecisiete. Mil novecientos diecisiete. Ese fue el año en que nací. Lo recuerdo. Creo que lo recuerdo...

Cierro los ojos. Veo una fotografía en blanco y negro. Una mujer madura y hermosa está en el centro, rodeada de su familia. A su izquierda hay un hombre con corbata y pipa. A su derecha un niño sujetando las delicadas manos de un bebé. Frente a ellos un pastel de una sola vela.

Rebecca. Era el cumpleaños de Rebecca.

Abro una puerta. Dos militares y un sacerdote están al otro lado. Sus caras están ensombrecidas por los sombreros. El sacerdote da un paso al frente. Me fijo en el color de su libreta, con una cruz dibujada en el medio. Habla de un accidente.

Papá está muerto.

Alguien entrelaza su mano con la mía. Es pequeña y suave. De pronto ya no siento nada. Rebecca me mira a través del cristal del coche. Está dentro de un Alfa Romeo rojo. Mi hermana no sonríe, sólo alza la mano para despedirse. Tiene las mejillas sonrojadas de tanto llorar. Yo hago lo mismo y noto como las lágrimas se acumulan en mis ojos. El coche se aleja. Sé que estará bien.

—Рассвет (Amanecer)

Recibo un puñetazo. Me limpio la sangre de la nariz, pero estoy sonriendo. El tipo que me ha pegado es más fuerte y más grande que yo. Pero no me importa. Siempre he sido el más rápido. Ellos son tres contra uno. Van armados con cuchillos. Pero eso forma parte de mi entrenamiento.

Inclino mi cuerpo hacia delante, para pegarle una patada al de atrás y desarmarlo, mientras esquivo la puñalada del segundo. El primero se prepara para volver a atacar, pero detengo el cuchillo con la derecha, mientras le hago una llave al segundo usando la izquierda, arrojándolo al suelo con facilidad. Un último codazo en la cabeza para deshacerme del primero, y ya hemos terminado.

Dos militares más se acercan después del entrenamiento. Uno de ellos es el hombre del noticiario cinematográfico. El super-soldado de América. El símbolo de esperanza de los Aliados. Él es la razón por la que he sido entrenado tan duramente hasta ahora.

Voy a ser su compañero.

—Печь (Horno)

Siento el olor de la carne asada. Me da náuseas. Me recuerda al campo de batalla, a las trincheras. A cuando nos servían un jugoso filete de ternera la noche antes de ir a la guerra. El último manjar del soldado, por si nadie volvía a casa después de aquella cena.

La guerra es un infierno. A veces estoy solo. Cruzando las líneas enemigas con el escudo del Capi a mis espaldas, buscando una manera de liberar a mis amigos de las prisiones alemanas. Tengo frío y arrastro las piernas. Me pesan. Voy dejando un rastro de profundas huellas sobre la nieve espesa. Lo que cae del cielo no son copos, sino ceniza. Ceniza de los hornos de los nazis.

Recuerdo las pesadillas. Las fosas llenas de cadáveres de judíos. Mi cuerpo, hundiéndose en mitad de una montaña de no-muertos. Sus manos, largas y huesudas agarrándome la cara. Gritando. Me culpan por no haberles salvado.

Me despierto, y ahí está mi mejor amigo. Mi hermano. Steve Rogers. El centinela de la Libertad. Puedo ver al padre que perdí en su valiente figura. Su coraje es lo que me sigue inspirando cada día. Y sus ideales son la razón por la que sigo matando. Era lo que debíamos hacer. Era la guerra. Y yo sólo era un crío con un rifle ensangrentado en las manos...

—Девять (Nueve)

Jasmine Falls, Japón. 1946. Itsu y su hijo no nacido Daken. Objetivo eliminado. Lobezno desaparecido tras el incidente.

El Cairo. Enero de 1955. Equipo de Negociadores Diplomáticos de las Naciones Unidas. Todos los objetivos eliminados sin incidentes. El incendio ha sido considerado accidental.

Berlín Oeste. Mayo de 1955. James Keller, General de la OTAN. Objetivo eliminado.

Madripur. Enero de 1956. Dalton Graines. Embajador Británico. Objetivo eliminado junto a daños colaterales aceptables.

Argel. Abril de 1956. Jacques Dupuy. Ministro francés de Defensa. Objetivo eliminado.

Ciudad de México. Febrero de 1957. Jefferson Hart. Coronel de Estados Unidos. Objetivo eliminado.

Berlín Oeste. Marzo de 1958. Sergei Ivanovich. Antiguo Oficial de la K.G.B. Objetivo eliminado. Daños colaterales: la hija del objetivo fue testigo del asesinato. Gracias a la intervención de la Viuda Negra no hubo más incidentes.

Dallas. Noviembre de 1963. John F. Kennedy. Presidente de los Estados Unidos de América. Objetivo eliminado.

Nueva York. Diciembre de 1991. Howard y Maria Stark. Miembros fundadores de Insudtrias Stark. Objetivos eliminados. Sin testigos. Extracción del suero del supersoldado realizada con éxito.

Lo recuerdo. Recuerdo todas las muertes. Todas las atrocidades que he hecho en nombre de la Madre Rusia. Y no creo que las olvide jamás...

El hombre del escudo con barras rojas me dijo una vez que matar siempre parece más fácil. Pero vivir con lo que has hecho nunca es sencillo.

Y tenía razón.

— Добросердечный (Benigno)

Una lágrima cae por mi rostro. Algo dentro de mí me está diciendo que todo esto está mal. Que este no es el lugar al que pertenezco.

Otro recuerdo fragmentado nubla mi mente. Soy yo otra vez. Ahogando a Harry Baxtor en su propia piscina.

Abandono las instalaciones privadas y me dirijo al punto de extracción. Estoy confuso. Por alguna razón, me detengo. Doy varios pasos hacia atrás y observo a mi alrededor. La multitud y los edificios nuevos me distraen. Nunca los había visto tan altos. Voy vestido de civil y me mezclo con la gente de la calle. Sin saber por qué, me encuentro en la estación de Dallas, a punto de coger un tren hacia Chicago. Miro a los demás pasajeros con desconfianza, pero el paisaje del transporte público me despeja la mente. Me calma. Siento algo de paz interior tras observar la suave vegetación del terreno, y escuchar el traqueteo del tren…

Sigo a la multitud nada más bajar a la estación, y me cuelo en un autobús rumbo a Nueva York. La ciudad me abruma. Me inunda de una extraña sensación de nostalgia. Han pasado más de dos semanas, y ni siquiera soy consciente de cómo he llegado hasta allí. Pero ellos me encuentran. Los agentes de la K.G.B. me extraen de un refugio en el Lower East Side. Van disfrazados de policías de Nueva York, y entre los tres consiguen reducirme.

No entiendo por qué me resisto de esta manera. No entiendo por qué no quiero volver a Rusia. Es como si… América fuera mi hogar. Cómo si estuviera volviendo a casa...

—Возвращение на Родину (Regreso a casa)

Ella es la primera en tocarme. Es un roce casual, pero su mano me acaricia el rostro cuando la agarro por la cintura y la levanto del suelo. Nuestras miradas se cruzan durante un breve instante, pero es suficiente para que mi corazón se detenga. De pronto, me siento como si me hubiera dejado completamente abatido, aún sabiendo que he ganado el combate. Pero nuestro entrenamiento, más que una lucha a muerte… parece un baile.

Somos un soldado de plomo y una bailarina de papel que luchan en perfecta sintonía. Dos espías al servicio de la Patria. Dos armas humanas. Dos supervivientes.

Ella es la mejor Viuda Negra de su promoción. La única capaz de seguirme el ritmo. La mujer que puede arrancarme una sonrisa. Y soy consciente por primera vez en tres años de que algo late por debajo de toda esta coraza de metal.

Verla únicamente en los entrenamientos no es suficiente. Cada vez siento que es más fuerte el deseo de estar con ella. De volver a verla. De buscar cualquier excusa para dirigirle la palabra. Y entonces nos topamos por casualidad en las duchas. Yo la arrastro al interior de la mía. Ella me pide que le enseñe a mejorar su inglés. Yo accedo gustosamente a darle lecciones de lengua, y otro tipo de prácticas no tan didácticas si quiere...

La beso, y siento como el agua resbala caliente por nuestros cuerpos desnudos. Ella me besa, y cuando me doy cuenta de lo que sucede, estamos en su habitación. De nuevo, bailando. Una danza ardiente de cuerpos y lenguas.

La historia se repite. Noche tras noche. En los entrenamientos. En los descansos. En las duchas. En su habitación... ella me vuelve loco. La quiero. Amo a la mujer del cabello rojo. No me importa lo que piensen los demás. No me importa que nuestra relación esté prohibida. No me importa que esté prometida con Red Guardian. A ella tampoco le importa. La Viuda Negra no le pertenece a nadie, y el que crea lo contrario es un completo idiota.

Esa mujer consigue devolverme la poca humanidad que me queda debajo de toda esta reprogramación. Es la única que me hace sentir que estoy a salvo. Que estoy en casa. Ella es mi hogar.

Mi Natalia.

—Один (Uno)

Vuelven las descargas y me despierto. La electricidad recorre todo mi sistema como un virus informático. Y grito. Grito tan fuerte que siento como se me desgarra la garganta.

Un foco de luz me golpea la cara. Me deslumbra. Cuando bajo la mirada, ahí está él. Embutido en un impecable traje de chaqueta y corbata. El hombre que me creó. El hombre que me controla con tan solo recitar diez palabras. El general Aleksander Lukin. Está sonriendo mientras sostiene entre sus manos el libro rojo con la estrella plateada.

Recibo otra descarga. Soy consciente de lo que está sucediendo. De cuál es mi realidad. Pero no consigo escapar. Convulsiono, y la nueva información penetra en mi cerebro, como una gran ola que arrasa con el resto de datos almacenados en mi cabeza. Los corrompe. Los reescribe.

Descarga. Grito. Convulsiono. No quiero desaparecer. No quiero volver a quedar enterrado bajo la nieve.

—Товарный вагон (Vagón de carga)

El hombre rubio del uniforme azul me tiende la mano. Intento agarrarme a su guante rojo. Pero la pared del vagón del tren no aguanta mi peso lo suficiente.

Y caigo.

Mi mejor amigo grita mi nombre antes de precipitarme al vacío. Pero no logro entender lo que dice.

Abro los ojos de nuevo. Estoy subido a una moto con el mismo hombre. El hombre del escudo. Salto primero y me engancho al avión de Zemo. Sé que puedo desmantelarlo. Mi compañero intenta agarrarse, pero se resbala y cae al agua. Es una trampa. Sé que el avión va a explotar en cualquier momento. El hombre sin rostro me pide que me suelte, pero mi ropa se ha quedado enganchada al metal. Las hélices siguen moviéndose a gran velocidad. El avión explota.

Y caigo.

He logrado saltar a tiempo. Pero la explosión se ha llevado mi brazo izquierdo. Me desangro. El agua me acoge en su abrazo. Me engulle una profunda oscuridad. Dejo de sentir mi cuerpo.

Sólo me queda el frío.

Todo se desvanece en la inmensidad del mar. Olvido el rostro de la mujer de la fotografía. El nombre de la niña del Alfa Romeo. La dama roja me sonríe, y su silueta se funde con las sombras. El hombre con el escudo de América es el enemigo de la Madre Rusia.

Hay que eliminarlo.

—Доброе утро, солдат (Buenos días, soldado).

—Я готов отвечать (Listo para obedecer).

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