-- Ciudad de Nueva York, 03:00 AM.
En el quinto piso de un edificio departamental, descansa el cuerpo de una fémina
bien moldeada por Dios. Le rodean muebles destrozados, telarañas, basuritas y montones de polvo. Todavía respira; está inconsciente.
--28 horas atrás.
- Son 50 dólares, señorita —chasquea los dedos.
- ¿Cincuenta por qué? —entrecierra los ojos, más ebria que sobria.
- ¿No recuerda lo que bebió? —da dos palmadas al pedacito de papel que descansa sobre la barra. —
si no lo recuerda revise su ticket.- "Revise su ticket"—murmura en son de queja. —
Tch... Después de azotar un par de billetes arrugados encima del mismo ticket, la pelirroja se levanta de su asiento y guarda las manos en los bolsillos de su chaqueta obscura. Luce una blusa grisácea muy delgada junto a un pantalón azul marino.
Actualmente, es normal mirar mujeres jóvenes en sitios públicos para beber alcohol. Lo que no es muy común es...
- ¡Si quieres te llevo, linda! ¡Seguro te cansas al caminar con esos melones encima! —grita, entre risas con sus camaradas.
... Ver que una mujer gane a puño limpio contra un hombre. Brooks detuvo su andar, elevando media sonrisa en el acto.
- ¿Cómo puedes seguir tragando con semejante sandía reemplazando a tu abdomen? —se siente ligera como una pluma.
- ¿Qué has dicho, maldita estúpida? Ya puede respirarse el frustrante aroma de la disputa. Y es cuando el gelatinoso hombre se pone de pie que, el puño ya le está rompiendo la nariz. No tardan mucho para echarla.
Sale con una comisura del labio erguida. Se sacude la chaqueta, guarda un puño de billetes que robó durante la "pelea" y emprende la marcha a casa.
-- 27 horas atrás.
- Ahg, tuve que haber tomado el coche —suspira.
La puerta abre fácil, e igual cierra fácil. Está muy cansada, los pies le duelen el triple de lo que le duelen las piernas y vaya que no cabe en ellas. "Shade" trabajó duro hoy, como en el ayer y al igual que en la entera semana. Anhela ocultar esos verdosos ojos esmeraldas. No obstante, un destello desvía su atención a la mesita ubicada a unos cuantos pasos de distancia. Algo no cuadra.
- ¿Y esto? —admira desconcertada el broche metálico situado al borde del cristal.
Mira por sobre ambos hombros, entrando en estado de defensa. Sabe que aquello no le pertenece y, bueno, la mayoría de sus pertenencias no es que sean suyas... Suyas, pero es diferente.
No me adueñaría de algo tan feo piensa, rotando la vista de izquierda a derecha. Con discreción atraviesa la vista por cada rincón del lugar. Nadie ni nada asoman a la vista. De pronto, comienza a creer las palabras del dueño del bar.
Bebiste demasiado, Garnet se dice a sí misma en forma de pensamiento. Después cae como árbol recién talado arriba de su sofá favorito (el único que tiene). Tiene, tiene mucho sueño.
-- 15 horas atrás.
Despierta bocarriba. Separando los parpados, se lleva la diestra a su estómago. Tiene hambre. Oprime la fría piel de su mano izquierda contra su cálida frente. Le duele la cabeza. Levanta el tórax con pesadez, tratando de sentarse lo más pronto posible. Quiere vomitar. Contiene las ganas, y decide ir a la cocina por un poco de agua. Camino a allá otro suceso extraño le sacude la cabeza. El broche no está...
- ¿Hola? ¿Hay algún hijo de puta en casa? —no le parece gracioso, hasta un poco de miedo le da.
Nadie responde, más no es estúpida. Con cautela y lista para volver su ser intocable recorre todo el hogar. Por segunda jodida vez está tan vacío y callado que el sentimiento de soledad cala en sus huesos de nuevo. Respira hondo y sale a paso rápido. No tiene idea de lo que pueda estarle ocurriendo, lo que sí es evidente, es que quienquiera que esté jugueteando con su cordura es inteligente... Pero demasiado imbécil como para atreverse a meterse con ella. Gira en la esquina de la cuadra, donde estrella el busto contra una rubia vestida de manera formal.
- Discul...La mujer de anteojos pierde lo que cargaba en ambas manos debido al choque. Garnet no pretende ayudarle al principio, no hasta que ve un llaverito de muñeco de trapo que NECESITA entre sus avariciosas manos. Carraspea e hinca el cuerpo sobre la acera, brindando así ayuda.
- No era intención mía "que me estorbaras", espero no haberte lastimado "porque a mí me duele un poco el pecho" —declara una frase oralmente y otras las entreteje a su mente.
- No, no, no, no, para- para nada —recoge todo a la velocidad de la luz. —
creo ser yo quien te dañó.
Las cositas regadas por el suelo van disminuyendo en cantidad. Estando el llavero más distanciado que el resto, es imprudente no intentarlo.
Meh. Todo saldrá bien, y si no, a usar esas piernas sanas y fuertes para huir.
- Nah, estoy bien —afirma sin más drama.
- ¿En serio? —centra ambos ojos azul cielo en los contrarios.
El silencio que permaneció a continuación se asemejó a semanas de espera.
- Bueno, con esos melones protegiéndote no lo dudo ni tantito —esboza la sonrisa más “carismática” jamás vista.
Detiene la mano súbitamente. Algo no le ha gustado en ese comentario, menos aún al presenciar su enfermiza sonrisa. Por eso no tarda en disimular las ansías de correr e irse enseguida. De paso rápido a trote.
-- 11 horas atrás.
Huele a café, el aroma descansa en sus fosas nasales. La cafetería está casi vacía, razón por la cual habría de existir paz pero la calma de Garnet no ha vuelto de sus temporales vacaciones. Una paranoia comienza a brotarle desde la cúspide de la cabeza, cayendo en picada, arrastrándosele por el cuello, entre la espalda. Cada fibra de su cuerpo detecta un aura peligrosa, no puede ni beber el café que ordenó veinte minutos antes.
- ¿S- señorita? —le ve con alta inocencia.—
¿el deportivo rojo es suyo, verdad? parece que alguien está tratando de abrirlo... ¿Quiere que llame a la policía?
- ... —El aviso le colma la paciencia. —
No, déjamelo a mí.Empuja la silla, rechinando madera con madera. Da media vuelta con prudencia y dando pasos largos sale del local.
- ¡Oye idiota! ¡Detente idiota! —expresa disgusto a base de ademanes fugaces.—
¡Que te detengas idiota!Para cuando grita aquello ya le está hundiendo las manos en el pecho. El muchacho moreno cae sobre su retaguardia, ligeramente aturdido.
- ¿A cuánto das el kilo de melón? —sonríe abiertamente.
- Cuesta un gramo de poronga —flexiona la rodilla en el aire. —
Uh ¡No te alcanza!
La suela del zapato le revienta el labio. De inmediato sube al coche, quemando neumáticos al arrancar.
-- 10 horas atrás.
El tráfico es intenso. Garnet rueda los ojos mientras se pasa la manos entre los largos cabellos rojos que luce naturalmente. Suenan los cláxones de los coches estancados. Todo lo "soporta" pues, es normal, lo que no va a soportar son los golpes a su precioso deportivo descapotable. Siente un beso en la defensa trasera de su Lotus, un cabron se pasó de listo. Tolera. Recibe más de un besito. Explota. Aferra las manos al volante, reclina el asiento hacia atrás y capacita a sus nervios para guardar el mayor control del vehículo con la capacidad de correr a más de 200 kilómetros por hora. Vigila su entorno con una correa apretándole el cuello y, cuando un estrecho espacio yace en medio del enorme conjunto de “bestias metálicas” su pie impacta el acelerador, tal estruendoso rayo devorando un árbol. Un borrón rojizo exalta a muchos de los conductores… Excepto a uno.
Afuera de aquel coagulo de carros todo fluye con mucha calma. La pelirroja inhala y exhala, buscando un cigarrillo, ya saben, para apaciguar los males. Quizás la única loca es ella y su atormentante soledad. Aunque es cierto que eso no explica los broche, menos lo de sus “melones”, pero…
- ¿¡Qué carajo!? –es zangoloteada.
No, ese maldito choque volvió a dejar claro todo. Mediante el espejo retrovisor avista otra clase de deportivo, negro. Quien lo conduce irradia tremenda y envidiable serenidad, viste ropajes azabache y un sombrero de banda ancha. Mantiene una distancia de 4 metros, pegando acelerones erráticos con los que trata de descarrilar al otro vehículo. Desgraciadamente para él, la mujer que encabeza la marcha puede jugar igual de rudo, o más.
- Me tienes harta, hijo de puta —cruje los dientes.
El Lotus Elise avanzó con mayor potencia a medida que el pedal de acelere se aplastaba más y más. Además, optó por el cambio de velocidades, y el cambio de calles o callejones que le permitieran ganar ventaja. Incluso esquivó gran variedad de coches, escena que en el cine aparenta ser sencilla pero cuando estás detrás del volante en la vida real no cualquiera posee las agallas necesarias o tiene la capacidad de maniobrar en escasos segundos. Brooks le enseñó a caminar y Garnet aprendió a correr como gacela. Sin embargo, con la adrenalina a tope, no nota algo sumamente importante: El deportivo que la perseguía se esfumó.
- Mierda —ve los retrovisores.
Baja la velocidad para revisar bien a sus espaldas, no quiere ser sorprendida ninguna otra vez... Por otro lado, en la siguiente intersección que se dispone a cruzar el tiempo acontece con morosidad. Shade puede ver con total claridad que el sujeto que le estuvo haciendo el día difícil no está muy lejos, no, el frente del auto oscuro la sacudirá salvajemente en menos de lo que canta un gallo. El lado severamente golpeado es el del copiloto, suficientemente severo como para volcar el transporte. Al interior absolutamente todo rebota de aquí para allá. Ni siquiera tuvo tiempo para emplear su habilidad especial.
El motor averiado eructa chispas y humo. Garnet cuelga del asiento gracias al cinturón de seguridad. Sufre de golpes, una cortada en la cabeza y una leve fractura de costillas. Aturdida y con la visión apagándosele no le queda mucho qué hacer. Intenta desabrochar el cinturón a duras penas, pero es inútil. Lo último que devisa son un par de manos yendo hacia su cintura. Después se desmaya.
--03:33 AM.
Despierta con tremendo dolor de cabeza. Y eso no es todo, su costado izquierdo punza dolorosamente. Sangre humecta parte de la cicatriz expuesta sobre su ojo izquierdo. La nariz le pesa; la tiene hinchada y posiblemente rota. Moretones le tapizan el cuello, sin tomar en cuenta los que tiene debajo de la ropa. Así de atrofiada busca la manera de ponerse en pie, fallando los primeros dos intentos.
- Debe de doler… Shade –habla con tono grave, es un hombre. –
Sí, sé perfectamente quién eres ya que, de no ser así… para qué ir por ti.
- Maldito… Hijo de…–gime de dolor. –
¿qué quieres de mi? –le cuesta hablar, le es mejor ser sincera y directa.
- Um, precisamente de ti nada –camina por la pequeña habitación, parándose al frente de un ventanal casi del tamaño de la pared. –
quiero a la linda muchachita que llevas dentro… –sonríe.
- ¿Ah? –no puede creer que él sepa de Ruby, nadie sabe de Ruby.
- Ya sabes, a ese espíritu ligado a tu alma.- ¿¡Cómo sabes de ella!? ¡¡AHH!! –mala idea exaltarse.
- Verás… Yo soy un espíritu también, quien posee el cuerpo de este humano. La diferencia entre yo y muchos otros seres del mundo espiritual es que debo alimentarme de otros para poder existir. En otras palabras, te traje a ti aquí porque en verdad… Verdad quiero tragarme a ella.No le cuesta trabajo comprender, ya sabe de la existencia de otro mundo que nadie normal consigue ver. Lo que la hace temblar y recuperar fuerzas extraordinarias para reincorporarse torpemente, es el odio que acaban de inyectarle en las venas.
- O sea que eres un maldito caníbal, pero no puedes simplemente sacar a mi hermana de mi interior… “Ocupa asesinarme primero” –le tiemblan las rodillas, no sabe exactamente cuánto durará en pie.
- ¿Caníbal?… Gracias supongo. ¿Hermana? Creo que ahora entiendo, debe haber un lazo muy estrecho entre ambas. Por meses te observé, esperando que se separaran, pero nunca pasó. Debe ser por eso… Jaaa –relame sus labios. –
Entonces serás un platillo extremadamente exquisito.
Con todo y su coraje no puede atacar y ya. Sus fuerzas están por los suelos. Tampoco está en su mejor condición física, no duda que en cualquier minuto pueda desmayarse por el dolor. Debe pensar rápido. Escapar resulta tentador. Pero… Apesta a muerto.
- “Jodido infeliz” –se limpia la nariz con la parte interna de la muñeca.
No sólo los posee, además se los come por dentro. Ese panzón, esa rubia, todos… Deben haber muerto ya.
- En fin… El tiempo se hablar se acabó, tengo mucha hambre.- Tch... –frunce el ceño.
Aquel muchacho ya no está vivo, Garnet lo sabe. No hay otra opción. Por primera vez en mucho tiempo, la mente de Garnet Brooks no piensa solamente en su propio bien. Por raro que le suene tras repetírselo en la mente, aunque nadie vaya a darle las gracias o una medalla de honor, peleará por otros.
No permitiré que sigas lastimando a gente inocente grita a voz en cuello. Cada parte de su alma lo grita. Corre, corre, corre… Y cae.
Ambos caen ingrávidos por la ventana ahora despedazada. El vacío se siente tan helado, tan placentero. Viajan al suelo entre los cientos de pedazos de vidrio. Se van a estrellar, se harán añicos. Ella mantiene los ojos cerrados, satisfecha e insatisfecha, es difícil entender lo que siente. Él, se destruye la garganta gritando.
La caída no dura más de 15 segundos. El “recipiente” masculino se revienta contra el sólido concreto, escupiendo al instante a un ser iracundo. Y si bien parecía que Garnet planeaba morir, pues no, en el último milisegundo se volvió intangible, el tiempo necesario para no hacerse una mancha en el suelo. Ya que detiene su rodar, muestra una linda sonrisa y alza el dedo cordial en todas las direcciones que su mallugado cuerpo le permiten.
Ahí en un sitio que desconoce, está una pelirroja atractiva. Sonriente y parándole el dedo a un espectro que en cualquier puede reencarnar en otro cuerpo. Lastimada, sin absolutamente nadie que la ayude, ni siquiera sabe si vivirá. ¿Por qué hizo algo tan estúpido? Si no es ninguna heroína, si no le importan los problemas de los demás… ¿Por qué? Porque en el fondo es una chica buena. Quien se le pare enfrente, deberá sudar... Tendrá que sangrar…
OH, SE PARTIRÁ EL PUTO CULO INTENTANDO LASTIMARLA.