[Mini-Evento] Una Muerte X-Celente (Dianne, Planaria, Lobezno, Elektra) [15-09-2018]

El camino de salida, según pudo notar Dianne, resultó tan confuso como el de entrada, pero, finalmente, llegaron ante la puerta. Jesse introdujo el código de apertura en los controles, pero algo extraño sucedió; la puerta se quedó a medio abrir, como si algo la retuviera.

- ¿Qué diablos...? -se quejó Jesse, saliendo por la estrecha abertura. Planaria y Dianne la siguieron.

Clavada en la puerta, impidiendo que ésta pudiera deslizarse dentro del muro, había una pieza de acero con la forma de una estrella de ocho puntas. Usando la hoja de un cuchillo suizo, Jesse la arrancó de la puerta, y ésta terminó de abrirse mientras la pieza de metal caía al suelo. Jesse ya se estaba agachando a recogerla, con una expresión de confundida perplejidad dibujada en el rostro, cuando una voz femenina la conminó a detenerse:

- ¡No toques eso!

La figura de una esbelta y atractiva mujer ataviada de rojo surgió de entre las sombras proyectadas por el edificio a causa de la cada vez más menguante luz solar. De los presentes, sólo Dianne fue capaz de descubrir su presencia, pero curiosamente no la detectó hasta unos segundos antes de escuchar su voz...

La mujer se acercó hasta ellos. Llevaba dos extrañas armas de apariencia oriental, una en cada mano. Con una de ellas, recogió del suelo la estrella de metal, atravesándola con la punta por el agujero que lucía en el centro, y se la mostró a los demás.

- Es mejor no hacerse el menor rasguño con ésto -explicó con calma-: Está envenenado.

Jesse la observó con una expresión de absoluta incredulidad, como si no pudiese creer lo que veía.

- ¿Has salido de una mala película de kárate o qué? -inquirió, atónita. La mujer se limitó a alzar inexpresivamente una ceja.

- Será mejor que mantengáis el campo de fuerza levantado -dijo por toda respuesta-. Ésto sólo puede haberse clavado en el momento en el que cerrasteis la puerta por última vez y se levantó el campo. Los que la arrojaron, la próxima vez podrían ser más rápidos.

Se volvió entonces hacia Planaria y Dianne, mirando con especial interés a ésta última.

- ¿Vosotros también sois científicos? ¿Qué estáis haciendo aquí afuera? No es seguro. Deberíais regresar dentro.

Se suponía que habían ido a aquella misión de incógnito para, en el caso de que realmente no fuera más que una falsa alarma, no meter a la escuela en líos con el ejército. También era la razón de que no hubiera en el grupo ningún X-Men conocido. Por tanto, ni Dianne ni Planaria llevaban puesto el uniforme con la característica X....

Elektra miró a la chiquilla sin tratar de disimular la intriga que le causaba. Por su mirada vacía y el bastón que esgrimía resultaba evidente que estaba ciega, y sin embargo los reflejos que había demostrado tener cuando había escuchado su voz sólo los había visto antes en dos personas: Matt y Stick, aunque aquellos movimientos le recordaban más al primero. Casi podía ver su huella en aquella niña, y aquello, como siempre que algo le recordaba a su antiguo amor, la dejó momentáneamente turbada.

Entonces, el muchacho habló, asegurando ser un ingeniero que andaba a la búsqueda de uno de aquellos androides para examinarlo, y se le quedó mirando como si no pudiera creer lo que acababa de preguntar.

- Chico... yo soy el peligro -aseguró, enseñándole los sais que empuñaba en las manos-. Perdóname si dos ingenieros y una niña ciega, por mucho que haya sido entrenada por el mismísimo Daredevil -dirigió hacia Dianne una mirada con toda intención al decirlo-, no me hacen temblar.

>> Ésto -levantó un poco el sai que sostenía la estrella-, es un shuriken, un arma ninja; Nos enfrentamos a La Mano.

- ¿Ninjas en la isla? -murmuró Jesse para sí, algo asustada-. Ésto promete ser interesante...

- No son ninjas normales -explicó la mujer-; No tienen alma. La pierden cuando se convierten en miembros de la secta. Son únicamente extensiones del mal. No matan por dinero, ni por algún siniestro o retorcido placer. Simplemente, matan.

Una desagradable sensación de amargor le recorrió la garganta al decir ésto. Hubo una época en la que ella misma había perdido su alma como sierva de La Mano, pero la había recuperado gracias al amor de Daredevil, y ahora era libre para tomar sus propias decisiones y seguir su propio camino. La Mano nunca se lo había perdonado, y no dejaban de acosarla y perseguirla con el único objetivo de recuperarla para sus filas. Elektra sabía que, si alguna vez llegaba a caer de nuevo en sus manos, la asesinarían sin dudarlo para después resucitarla como su sirvienta sin alma, exactamente igual que habían hecho con Nina...

- Pero sus jefes deben tener alguna razón -objetó Jesse, interrumpiendo el triste caudal de sus pensamientos.

- Algunos dicen que pretenden dominar el mundo...

- Bueno, eso me parecería muy tópico...

- Mientras que otros dicen que están dominados por el diablo -continuó Elektra al tiempo que clavaba la mirada en la otra mujer, que se estremeció sin poder evitarlo.

- Oh -susurró, sintiendo un escalofrío que le recorría la columna vertebral.

Era lo que Elektra pretendía, asustarlos lo suficiente como para que regresaran al interior del refugio mientras ella se ocupaba de acabar con la amenaza, aunque por desgracia, nada de lo que les había contado era falso, como pronto se encargó de corroborar Dianne:

- Dice la verdad -aseguró la mutante.

Elektra la miró de nuevo. Definitivamente la mano de Matt era palpable en aquella niña.

- Entrad dentro de la base; yo me ocuparé de conseguiros uno de esos robots y...

Un súbito sonido en la maleza la hizo volverse con rapidez empuñando los sais, pero la figura que surgió de la vegetación era cualquier cosa menos un enemigo.

- ¡Logan! -musitó, con una mezcla entre alegría y alivio.

No había sabido nada de él desde la Colisión, y le alegraba comprobar que se encontraba bien y que, al parecer, era el mismo Lobezno que ella había conocido. Había escuchado hablar de tantas cosas raras aquellos días...

Lobezno habló de interrogar al prisionero y, en ese momento, el cuerpo comenzó a vaporizarse ante los horrorizados ojos de los tres jóvenes.

- ¡Ese hombre está desintegrándose! -exclamó Jesse.

- Sí -respondió Elektra sin emoción-. Los siervos de La Mano suelen hacerlo al morir, e incluso al quedar inconscientes. No se permiten caer prisioneros.

Lobezno dejó caer con asco lo que quedaba del ninja y Elektra se inclinó a rebuscar entre sus restos. Había algo semioculto en su cinturón...

- Una pistola subsónica -musitó Jesse-. Debe de haberla cogido a uno de los guardias. ¿Para qué querría un ninja una pistola subsónica?

- Por la misma razón que la querríamos nosotros -respondió Dianne-: para combatir a los robots. Lo cual significa que los centis también les persiguen a ellos.

- Si eso es cierto, sin duda son buenas noticias -Elektra se puso de nuevo en pie-. Bueno, asumo que ésta niña es una mutante; ¿qué hay de vosotros dos? -dijo dirigiéndose a Planaria y Jesse-. ¿Sois simples científicos o compañeros de Lobezno? Porque si no sois X-Men, realmente tengo que insistir en que entréis dentro de la base.

Elektra frunció los ojos en una línea tan fina que resultaba inquietante al ver la reacción del tipo que primero le había preguntado a ella que cómo podía estar segura de que no era a ellos a los que tenía que temer cuando había tratado de advertirles del peligro que corrían (después de hacerle creer primero que no era más que un ingeniero sin ninguna habilidad de combate cuando estaba claro que ella sí las tenía. ¿Cómo no iba a sorprenderle la pregunta?). Estaba furiosa. Había veces en las que se preguntaba por qué se molestaba en tratar de hacer las cosas bien y ayudar a la gente cuando su ayuda nunca era bien recibida. Por lo visto, la nueva generación de X-Men eran tan arrogantes como insportables, pero eso a ella le importaba tanto como una mancha en el zapato, igual que tampoco le importaba que creyera en lo que decía o no, y si querían arriesgar la vida de la muchacha también sería cosa suya. Ella ya había hecho cuanto estaba en su mano para tratar de hacerles entrar en razón, y lo único que le importaba en aquellos momentos era acabar con la maldita plaga de bastardos que habían arruinado su jodida vida.

- ¿Y de qué serviría decirte quién soy si de todas formas no pareces dispuesto a creer nada de lo que te diga? -dijo en tono seco y cortante-. Cree lo que gustes, chaval. Por mí puedes seguir pensando que debería tenerte miedo. Me importa un carajo lo que opines de mí o lo que creas. Me la suda, y tengo cosas más importantes de las que preocuparme que del ego de un gallito como tú. Así que sí, seguro, discúlpame, estoy realmente aterrorizada. Ahora, si no os importa tengo asuntos que atender en la isla. Si queréis seguirme o no es vuestro problema. Yo ya os he advertido y tengo la conciencia tranquila, y como además sabéis tanto sobre ninjas no creo que vayáis a necesitarme.

Que por cierto era muy gracioso que pensara que por haber visto un montón de pelis y series sobre ninjas ya podía considerarse un entendido en el tema, pero tampoco pensaba entrar en eso. Lo dicho: se la sudaba. Allá ellos.

Se alejó unos pasos en la dirección que había indicado Lobezno y se volvió hacia él.

- Logan, ¿vienes o prefieres seguir con ellos?

Había luna casi llena, pero el cielo estaba cubierto de nubes, así que había momentos en los que se podía ver con claridad, y, en cambio, otros en los que los héroes se perdían en una total oscuridad.

Lobezno se adelantó a todos siguiendo el rastro y llegó hasta la cima de la colina en la que habían peleado contra la horda de centibots. Aspiró una buena bocanada de aire, analizando los olores que llegaban hasta él, pero con la excepción de Dianne, lo único que los demás olían era a madera quemada, con una mezcla de caucho y gasolina.

- No son fáciles de derrotar -respondió Elektra a la pregunta del joven-. Tienen formas de eliminar incluso a gente con poderes como vosotros, pero sin saber cuáles son exactamente vuestras habilidad no puedo aconsejaros adecuadamente. Son ninjas, asesinos expertos. Se mueven utilizando las sombras y saben manejar una gran variedad de armas de filo, además de artes marciales y venenos. Lo mejor es atacarles a distancia y evitar el cuerpo a cuerpo, a menos que seáis duchos en artes marciales, y no tengáis escrúpulos a la hora de hacerles daño; la mayoría de los ninjas de La Mano disponen de un mecanismo que les disuelve desde dentro cuando mueren o caen inconscientes, para evitar ser hechos prisioneros, lo cual significa que, aunque tratéis de no matarlos, morirán igualmente, y para eso es preferible no correr riesgos.

La luna salió en ese momento de entre las nubes y arrancó un destello acerado a su mirada. Realmente estaba hablando en serio. ¿Qué clase de fanático se haría una cosa así o permitiría que se la hicieran?

Caminaron durante media hora más a través del calcinado bosque sin ver ni oler nada raro, pero Elektra conocía de sobras las capacidades de Lobezno; si decía que estaban siguiendo un rastro, es que era cierto. Finalmente llegaron a un área no castigada por el fuego.

- No veo nada que haya podido servir de cortafuegos -comentó Jesse, desconcertada-. ¿Cómo diablos no se extendió?

- Ellos lo detuvieron... de algún modo -replicó Elektra.

De repente, un grito agónico restalló en el aire.

- ¡Eso vino del bosque! -exclamó Dianne, echando a correr en la dirección del grito.

No lejos de allí, había un pequeño claro a la luz de la luna. Atado a un árbol se encontraba el cuerpo de un hombre. Su cabeza se movía erráticamente arriba y abajo, como si quisiera espantar vanamente el dolor.

El grupo se dirigió hacia él, y cuando se encontraban relativamente cerca, sucedieron varias cosas, todas al mismo tiempo.

Jesse gritó: "¡¡Ray!!", y echó a correr hacia el prisionero.

Elektra percibió un brillo metálico en el suelo y trató de detener a Jesse, pero la mujer ya había pasado corriendo por su lado y no pudo impedirlo.

- ¡¡No...!!

Dianne se detuvo, indecisa, y frunció el ceño con inseguridad, musitando:

- Hay algo... extraño... ¿Eso es... gasolina?

"Napalm", supo al instante Lobezno. Y algo más... El olor era inconfundible, y aunque parecía moverse y hablar, el tipo llevaba muerto como mínimo desde ayer.

La explosión hizo temblar la misma tierra cuando la enorme bola de fuego impactó contra la esfera invocada por Dianne, desatando el infierno sobre los mutantes y las dos mujeres. Cuando todo cesó, lo único que quedaba del desafortunado guardia eran unos cuantos restos humanos atados al árbol.

Jesse no respondió de inmediato a los exabruptos de Planaria. Tenía los ojos muy abiertos, llenos de lágrimas, estaba lívida y parecía en shock.

- He matado a Ray -musitaba una y otra vez, como una letanía-. He matado a Ray...

- No -trató de tranquilizarla Dianne-. No... Tranquila. Ese hombre llevaba muerto desde ayer. No lo has matado tú...

- Pero... ¡le oí hablar! ¡Le ví moverse! -gritó, histérica.

- Oíste a alguien -concordó Elektra, sin dejar de vigilar el bosque que les rodeaba-. Tenían un alambre preparado para hacer explotar la trampa en cuanto alguien se acercara. Usaban su cadáver como cebo.

Poco a poco, gracias a las atenciones de Dianne, la mujer empezó a tranquilizarse.

- Si no hubiera estado muerto, yo habría sido la causa de su muerte -comprendió, pasándose las manos por el cabello y la frente, llena de sudor frío.

- Aprende la lección y ten más cuidado en el futuro -replicó Elektra, dirigiéndole una mirada totalmente desprovista de piedad o comprensión. La clase de mirada de alguien que había aprendido que las personas como Jesse no eran más que un estorbo que podía provocar tu muerte. La clase de mirada de alguien que había tenido que apañárselas para sobrevivir en el infierno-. Pero no te preocupes, la muerte habría sido una bendición para él.

- ¿Qué quieres decir?

- La Mano sólo tenía una razón para hacerle prisionero: querían saber cuánta gente había dentro de la base y cómo atravesar el campo de masa.

- Por eso volaron el generador la noche pasada... -comprendió Dianne.

- ¿Qui... quieres decir que lo torturaron? -gimió la mujer, todavía más pálida.

Elektra puso los ojos en blanco y miró a Logan y Planaria.

- Insisto en que éste es un trabajo demasiado sucio para una mujer como ella. Deberíamos enviarla de vuelta a la base.

En ese momento, todos los que tenían teléfonos móviles notarían cómo vibraba la señal de mensaje entrante y, al sacarlo, verían que se trataba de una grabación extraída directamente de las cámaras de seguridad de la Sala de Control, en la que aparecían Root y Celsit siendo encañonadas por el doctor Andrews a las órdenes de alguien a quien Lobezno conocería muy, muy bien... Henry Peter Gyrich.

Ni Logan ni Elektra llevaban encima teléfono móvil, de modo que sólo Planaria, Dianne y Jesse recibieron el mensaje. La pequeña mutante parecía tan indignada o más que Planaria, y Jesse, que parecía algo más calmada, se limitó a fruncir el ceño con evidente furia.

- Pues creo que voy a resolver vuestra duda, porque ahora soy yo la que quiere regresar. Cuando vea a Gyrich voy a matarle -aseguró, sombría.

- No te molestes, Plana -intervino Dianne-, ya la acompaño yo. Con mis escudos puedo garantizar un seguro regreso a la base sin que Jesse sufra el menor daño, y por tanto también soy la más indicada para desandar el camino sola. Sabré seguir el rastro, descuida... Sabes que no necesito ojos para ver.

Una vez recibida la aprobación de sus compañeros, la joven mutante creó un escudo de energía para protegerse a ella misma y a Jesse, e iniciaron el camino de vuelta a la base, dejando momentáneamente solos a los otros tres.

- Bien... acabemos con ésto de una vez -dijo Elektra empuñando con fuerza los sais. Tres contra diez era una excelente proporción.


El rastro les condujo hasta la playa. Había luna casi llena, pero el cielo estaba encapotado, por lo que apenas podían ver nada. Un segundo después, las nubes cubrieron la luna por completo y se hizo la oscuridad.

Lobezno aspiró profundamente. La brisa proveniente del lago refrescaba algo el pesado ambiente, recalentado por el fuego, y le traía también el olor de seres humanos en la propia isla. Podía sentir perfectamente su maldad, como si fuera algo palpable.

Caminaron por el sendero del bosque, manteniéndose por el lindero de la playa pero sin llegar a pisar la blanda arena, para no perder la cobertura que les otorgaban los árboles.

En un momento determinado, Elektra y Lobezno se detuvieron al encontrar unas marcas paralelas en la arena que se adentraban en el bosque.

- Pisadas -musitó Elektra, inclinándose para examinarlas.

La afirmación sorprendió a Planaria; ¿Pisadas? Debían de ser unas pisadas muy raras, pero Lobezno sabía que eran producidas por las hojas afiladas que los ninjas solían colocarse en los zapatos a la hora de andar sobre terrenos blandos.

- Están cerca -indicó Elektra-. Ocultáos.

La mujer examinó rápidamente su entorno, fijó un árbol como objetivo y se dirigió hacia él para encaramarse a la zona alta y permanecer allí arriba, inmóvil como un gato al acecho.

Elektra debía estar pensando algo similar a Lobezno, porque saltó del árbol y cayó frente a los dos señuelos. Su sai voló con metódica y letal elegancia, atravesando la cara del primero y haciéndolo retroceder por el impacto hasta chocar con la espalda contra un árbol antes de desplomarse sobre la arena. Su compañero se lanzó hacia ella con la espada alzada, pero Elektra desenvainó su propia katana, se hizo a un lado y le sajó los brazos de un corte limpio, todo en cuestión de uno o dos segundos, tan ágil y fluido como si se tratara de un baile. El ninja profirió un gutural aullido de dolor que quedó interrumpido cuando la asesina le rebanó la cabeza.


No ves a los emboscados, pero sabes que están ahí, esperando, y la intervención de Elektra te decide a actuar. Dejándote guiar por tu intuición, taladras la espesura hasta ver una ligera sombra  no muy lejos de donde te encuentras. Tu movimiento hace sonar muy levemente el follaje del matorral, pero lo justo para que la sombra se te acerque, espada en mano.


Oyes un ruido procedente de la playa y deduces que Elektra ha realizado el primer ataque, ya que es la única que permanece fuera de tu rango de visión. Te deslizas hacia la fuente del ruido para ver qué sucede y te encuentras con una escena dantesca: la sangre tiñe la arena de la playa con los miembros amputados de un ninja, y el cuerpo de otro yace desplomado contra un árbol. Tres ninjas más han aparecido de la nada y la están rodeando, mientras que Logan se está enfrentando a otro, todos ellos armados hasta los dientes. Si el grupo que esperábais encontrar era de diez hombres y hay dos muertos y cuatro en pie significa que aún debe de haber otros cuatro que no se han mostrado aún...

El ninja se sorprendió de que Lobezno siguiera vivo después de haberle arrojado las estrellas envenenadas con ponzoña suficiente como para derribar a dos como él. Aquél instante de vacilación que tardó antes de llevar la mano al tanto supuso su perdición, pues Logan ya saltaba sobre él con un gruñido, poco dispuesto a permitirle desenfundarlo. Le bastó un simple ataque de sus garras para deshacerse de él.

El sonido del entrechocar de las espadas en la playa le hizo volverse hacia atrás para descubrir a Elektra y Planaria combatiendo codo con codo contra otros dos ninjas, ella armada con su katana, y él con su catalizador. Un tercer ninja yacía inconsciente en el suelo y ya estaba empezando a desintegrarse, como era habitual entre los siervos de La Mano.

Ambos estilos eran diametralmente opuestos; Elektra lanzaba estocadas cortas y mortales, mientras que Planaria movía el catalizador para bloquear los ataques como si se encontrase en el rodaje de una película de piratas. Sin embargo, a pesar de su inexperiencia en el combate con espadas, el mutante parecía estar desenvolviéndose bastante bien contra su oponente. En un momento dado, consiguió penetrar sus defensas lo suficiente como para apoyar la mano en su pecho y electrocutarle, con una descarga que lo dejó fuera de combate en el acto.

El que peleaba contra Elektra, desesperado, intentó una retirada, pero ella le hizo caer con un ataque a la rodilla y terminó la pelea con un sólo golpe.

Tres nuevos ninjas hicieron entonces su aparición arrojando sus estrellas arrojadizas. Una de ellas consiguió impactar en la espalda de Planaria mientras éste aún estaba distraído con el que acababa de abatir. Elektra fue corriendo en su ayuda y atravesó al asesino que acababa de atacar a Planaria, enfrentándose a continuación con los otros dos. La asesina era endiabladamente buena, pero los ninjas eran muy ágiles y la esquivaban expertamente siendo dos contra una. La ayuda de Planaria seguramente le vendría de perlas para terminar de una vez.

Lobezno hizo mentalmente el cálculo: siete muertos, dos en pie... La Mano operaba siempre en grupos de cinco, lo cual significaba que aún debía de haber otro ninja oculto por algún lugar en el bosque... Se concentró en olfatear el ambiente, separando los olores de sus compañeros de los de los ninjas, tanto los que habían muerto como los que seguían vivos, y no tardó en percibir a uno que no tenía localizado... Siguió la dirección del rastro y lo encontró, apuntando a la pareja con un arma que podía darles problemas a los dos, incluido Planaria.

Se trataba de un metsubishi, una pequeña caja con una boquilla y una especie de respiradero que solía estar llena de polvo o pimienta y se lanzaba directamente al rostro del contrincante para descentrarlo. Sin embargo, conociendo a La Mano como la conocía, estaba seguro de que el metsubishi contendría algo más mortífero. Planaria podría poseer un factor de curación, pero desconocía si sería tan potente como el suyo, y si el veneno actuaba con demasiada rapidez sobre sus pulmones, ni siquiera él podría salvarse. Y Elektra era totalmente vulnerable, así que tendría que actuar con la mayor rapidez posible...

Resumen/Aclaración:

- ¡Logan!

Elektra bloqueó la espada de su oponente con la katana, hasta que la fuerza y el ángulo del contragolpe la hizo escapar de sus manos.

Con su otra mano, el asesino vestido de rojo lanzó un shuriken y la pequeña arma se le clavó en el antebrazo, pero no sintió el característico entumecimiento habitual cuando iban cargadas de veneno, y aunque así hubiera sido, el ninja debería haber sabido que no sería suficiente para pararla. Elektra podría dar la impresión de ser una persona antisocial, pero cuando alguien hacía daño a un amigo suyo, podía estar seguro de que no viviría para ver el siguiente día.

Cuando la espada terminó su trabajo y el asesino cayó muerto a sus pies, fue corriendo hacia Logan, se arrodilló junto a él y le rodeó los hombros con las manos en un gesto tan lleno de ternura que habría sorprendido a cualquiera que la conociera.

- Sshhh... ya está. Logan -le llamó con suavidad-. Vuelve con nosotros.

Tras comprobar que el mutante comenzaba a recuperar la conciencia de nuevo, se arrancó la pequeña estrella del brazo con un gesto de dolor y se la acercó a la nariz. Como sospechaba, no olió ni sintió rastro alguno de veneno, por lo que, simplemente, desgarró un pequeño trozo de seda roja del traje para vendarse la herida y se giró hacia Planaria:

- ¿Te encuentras bien?

El asesino del que él se había ocupado no estaba aún muerto. Elektra sabía que el hecho de que estuviera inconsciente no quería decir nada, pues igualmente podía comenzar el proceso de desintegración como un mecanismo automático para evitar caer prisionero, pero era el único que aún no se había volatilizado, y aunque lo que se disponía a hacer era peligroso, había muchas cosas que aún necesitaban saber, como quién había contratado a La Mano, por qué, cuántos ninjas más había y dónde se escondían, de modo que sujetó firmemente al asesino inconsciente, sujetándolo por la pechera de su traje, y le miró a los ojos.

La mente del ninja, cogido de improviso, fluyó sin esfuerzo a la suya, y su mente se llenó con las visiones de las incontables personas que había asesinado sin piedad. Su pasión por la muerte (la marca de La Mano) era tan parecida a la suya que la hizo enfermar.

En aquél instante se dio cuenta de que el cuerpo del asesino, sin su conciencia, empezaba a disolverse, como era habitual entre los miembros del culto. Algo, posiblemente la deidad demoníaca a la que obedecían, lo estaba matando por haber fallado, pero él mismo deseaba morir; no sólo no se resistía sino que intentaba acelerar el proceso para frustrar su intento de sonsacar sus secretos, pero no cedió, aún a pesar de notar que el ninja intentaba llevársela consigo, arrancar el alma de su cuerpo, con todo el dolor que conllevaba, pero, al final, fue su psique la que prevaleció.

Dejó caer las ropas, ya vacías, del ninja muerto, intensamente consciente de la presencia de sus dos compañeros; los pasos de Planaria, el modo aparentemente despreocupado de moverse de Lobezno, aún cuando permanecía atento a todo cuanto les rodeaba...

Lobezno. Es el mejor combatiente que jamás ha conocido. Le gustaría enfrentarse a él para aprender sus técnicas y... Movió la cabeza con desagrado; ésas no eran sus opiniones, sino las del ninja en cuya mente acababa de estar, que aún permanecían, resilientes, en ella. Esforzándose por apartar esos pensamientos, se puso de nuevo en pie.

- Hay otros veinte asesinos de La Mano en la isla -dijo a sus compañeros-. Están escondidos en un túnel secreto subterráneo. Quienquiera que los contratase, les dio un mapa muy detallado de la isla, pero... -movió la cabeza con desagrado-. Hay algo raro en éste trabajo. Normalmente a La Mano se la contrata para matar a una persona. Se les proporciona una fotografía de la víctima y, una vez la han estudiado, la queman. Ésta vez, la propuesta llegó a través de un ordenador.

Cerró los ojos, intentando recordar todo lo que el ninja había visto en la pantalla:

- Nombre clave: Muerte X-celente. Pago: Mil millones de dólares americanos. Objetivo: Todos los seres humanos de la isla de Obar. Entonces, la pantalla estalló en llamas. Y hay una cosa más... Parecían saber que los científicos estaban teniendo problemas para mantener alzado el muro de masa. Creo que quien les contrató conseguirá anularlo de un modo u otro. Sólo están esperando a que caiga para arrasar la base.

- Pero Jesse dijo que el problema del campo de masa se encontraba en la computadora -intervino de repente la voz de Dianne.

La pequeña mutante invidente había regresado, tal como prometió, aunque un poco tarde para participar de la pelea. Había estado tan concentrada en los recuerdos del ninja que no la había oído llegar.

- Creo que alguien puede estar saboteándola. Tenemos que regresar; Root ha descubierto algunas cosas sorprendentes...