Perdida (Barbara Gordon) [28 de Junio de 2018, tarde]

No podía decir que conociera mucho mundo, pero no creía haber visto nunca una ciudad tan deprimente como aquella.

No podría decir exactamente cual era la razón por la que pensaba ello. Los edificios le parecían algo grises, pero en eso no se distinguía de muchas otras ciudades, y los arreglos intentando imitar elementos góticos en las fachadas le daban algo de personalidad, si bien una un tanto oscura. Tal vez era el ambiente en sí: a los olores y hedores típicos de una ciudad, había que añadir el de la alta humedad de una ciudad situada en una bahía. Aunque el verano había llegado ya, había un ambiente relativamente fresco, como si al calor le costara instalarse en la ciudad. Y aunque no era extraño que la gente caminara rápido, las miradas que a veces notaba dirigidas hacia ella eran miradas de sospecha. Definitivamente, el ambiente general hacía de aquella una ciudad deprimente. No le gustaba demasiado.

En realidad, ni siquiera estaba segura de querer estar allí. Como todo lo que concernía a Fauna, las decisiones que tomaban estaban muy lejos de seguir los razonamientos de su mente lógica. Se lo hubiera querido achacar a todos esos años de ser tratada como el bicho raro y el motivo de todas las burlas, pero dudaba mucho que fuera la explicación verdadera. Solo sabía que tras mucho meter las narices donde probablemente no debía, había encontrado una pista, si es que se podia considerar algo así, que indicaba que la otra mutante estaba en Gotham. Y hacia allí había ido, sin pensar en cómo iba a encontrarla, o si siquiera era una buena idea. Al menos había tenido el suficiente cerebro como para conseguir un billete con la vuelta abierta. La parte racional de su mente le decía que debía aprovecharse de la situación, volver a la mansión ahora que todavía estaba tiempo, y olvidarse de todo aquel estúpido asunto.

Pero, como ya se ha dicho, en todo lo que concernía a Fauna, Irene no pensaba de forma lógica.

Había estado dando vueltas por la ciudad, con solo la guía de un mapa que había conseguido en la estación. Tenía una ligera idea de por qué zonas no debía pasar si no quería meterse en líos, pero más allá de eso, lo único que podía hacer era intentar adivinar donde estaría Fauna y tener suerte. Y ahí era donde fallaba el plan, porque en cuestión de suerte no es que fuera muy bien, precisamente. Así que a la larga las horas dando vueltas solo habían servido para darle hambre y demostrarle que se estaba comportando como una idiota. Cosa que no era muy rara. Tras muchas preguntas, alguien le había indicado dónde había un centro comercial, en el que había comido algo, y se iba a ir del edificio para seguir con su absurda búsqueda cuando se encontró con una tienda de informática.

Se quedó mirando el escaparate, recordando el día en el que había conocido a la otra chica. Cómo un paseo inocente para comprar componentes informáticos había acabado con un intento de atraco. Cómo el intento de atraco se había saldado con los atracadores derribados. Y las dos conversaciones, primero con Fauna y luego con Kitty. Y fue pensar en la chica mayor y preguntárse cuánto tardarían en darse cuenta en la Mansión hacia dónde se había ido y por qué, y cómo reaccionarían. No muy bien, seguro. ¿Y qué explicación podía dar? No había ninguna, para empezar.

-Soy idiota...- musitó, disgustada consigo misma.

Pero ya no había vuelta atrás. Había tomado una decisión y apechugaría con las consecuencias. Al menos en eso podía ser honesta consigo misma.

- ¿Una cita? - preguntó mi padre, con sospecha, escudado tras su ejemplar de sábado de la Gotham Gazette.

Puse los ojos en blanco.

- No papá. Me voy de compras. Al centro.

- Uhm - respondió, no muy convencido.

Sonreí, divertida, y le di un beso en la mejilla antes de irme.

- Cuando vuelva a salir con alguien, serás el primero en enterarte. - le dije, antes de cerrar la puerta detrás de mí.

El verano había llegado a Gotham hacía una semana, aunque a la ciudad le estaba costando empezar a demostrarlo. Los dos últimos días había llovido bastante, y el olor a tierra mojada impregnaba toda la manzana de edificios que rodeaba nuestra casa. Bajé andando hasta la parada del autobús al pie de la Avenida Murphy, y allí cogí el transporte de camino al centro. Podría haber llegado antes en moto, claro, pero no conducía desde que había dejado mi... "trabajo nocturno" hacía unos meses.

Incluso antes de colgar el manto de Batgirl había empezado a plantearme la opción de la política. Bruce lo tenía fácil para cambiar cosas desde su identidad civil; chasqueaba los dedos, y caían billetes de cien dólares. En mi caso, lo único que podía servirme era tener un padre Comisario (lo cual, hasta el momento, no me había ayudado mucho en mis aspiraciones a policía). Las elecciones presidenciales eran a finales de año, en noviembre. Las elecciones para el Congreso serían en 2019. Obviamente, no pensaba presentarme a lo primero, pero sí que tendría el mínimo de edad suficiente para aspirar a lo segundo. Había dudado mucho, pero ahora estaba decidida a hacerlo. Y era difícil hacerme cambiar de opinión. Quién sabe, a lo mejor el año siguiente iría de compras en coche oficial.

El autobús se detuvo en Irving Grove. Anduve la distancia que separaba la parada del centro comercial de Front Street. Hacía una semana había encargado por teléfono una ampliación de RAM para mi ordenador y un nuevo disco duro externo, que al parecer ya habían llegado. Decidí que, después de pasar por la tienda de informática, me acercaría a mi heladería favorita, justo al otro lado de la calle. Si hubiera quedado con Kara, seguramente acabaríamos entrando en todas las tiendas de ropa disponibles pero, por suerte o por desgracia, Supergirl estaba muy ocupada en Metropolis. No la veía desde abril, igual que a Artemis y a Dick. Ellos dos se habían volcado más que nunca en el trabajo, si es que aquello era posible, y los veía sólo de vez en cuando. Mi último contacto con los Titans había sido con Brian, hacía dos semanas.

Mientras pensaba en todo aquello, mis pies habían tomado automáticamente el camino hacia la tienda. Me sabía aquel recorrido de memoria. Aún así, hubiera estado bien que le dedicara algo de atención, porque así no habría chocado con la chica que había delante del escaparate.

- ¡Lo siento! - dije - No miraba por dónde iba.

Me fijé en ella. Era un poquito más baja que yo, estaba muy delgada, y tenía el pelo liso y oscuro. Llevaba en la mano un mapa de la ciudad. Al chocar, ambas nos habíamos golpeado en el hombro; yo en el derecho, ella en el izquierdo, por lo que el mapa se le había caído al suelo. Me agaché para recogérselo.

- ¿De visita en Gotham? - pregunté, mientras se lo tendía de vuelta.

Sumida en sus recuerdos, Irene tuvo que hacer un esfuerzo en separar la vista del escaparate. Se había dicho que al menos sería honesta consigo misma y sus decisiones, y estar ahí mirando placas de ordenadores no se parecía en absoluto a ser honesta con su decisión de buscar a Fiona. Con la vista clavada en el suelo, no se dio cuenta de que una persona pasaba a su lado hasta que sus brazos chocaron, y el mapa de la ciudad acabó en el suelo.

-Lo siento- dijo casi al mismo tiempo que la otra chica, todavía sin mirarla.

Claro que no le quedó más remedio que levantar la vista cuando la chica cogió su mapa del suelo y se lo devolvió. Era mayor que ella, probablemente le sacaba unos cuantos años, y era guapísima, con un pelo rojo brillante y ojos azules, y una sonrisa cálida que no se parecía en absoluto a ninguno de los gestos que había recibido hasta el momento en aquel lugar. Le recordaba a Kitty, y a Ororo. Pensar en ellas casi la devolvió a sus dudas anteriores, así que se obligó a coger el mapa para pensar en otras cosas.

-Gracias.

-¿De visita en Gotham?

La pregunta la pilló por sorpresa, y se lanzó a contestarla si pensarlo demasiado, lo cual, como era de esperar, produjo un resultado desastroso.

-Sí. Bueno, no. No exactamente- comprobando que aquello solo la ponía en una situación peor, tomó aire para intentar tranquilizarse-. Es solo que tengo un asunto que atender.

Bueno, eso era reducir todo el problema a la expresión más mínima, sin tener en cuenta todos los problemas que venían con dicho asunto. Como por ejemplo el no saber a dónde tenía que ir. Estaba perdida, y no solo en el sentido físico de la palabra, porque no sabía que hacer, y no tenía hacia quién volverse. Y aún así, incluso cuando debería haberse dado la vuelta hacía ya mucho, lo único que pretendía hacer era continuar.

-Uhm... No sabría un lugar barato donde pasar la noche, ¿verdad?

Tenía que irse haciendo a la idea de que, de momento, iba a tener que aceptar que necesitaría unos cuantos días para encontrar a quien buscaba. Mejor ir solucionando los problemas fáciles ahora que podía.

Mi intención no era poner nerviosa a la chica, pero estaba claro que mi supuesta pregunta inocente no debía de ser tan inocente como yo pensaba.

-Sí. Bueno, no. No exactamente. Es solo que tengo un asunto que atender. - contestó, algo atropelladamente, como si acabara de pillarla sin los deberes hechos.

No pude evitar una oleada de simpatía. Tenía el aspecto de encontrarse completamente fuera de lugar en Gotham, lo cual no era exactamente difícil en una ciudad capaz de descolocar a cualquiera.

-¿Puedo ayudarte...? - empecé a preguntar, al mismo tiempo que ella me hacía otra pregunta a mí.

-Uhm... No sabría un lugar barato donde pasar la noche, ¿verdad?

Me callé automáticamente, tanto para escuchar la cuestión que me planteaba como para parpadear dos veces seguidas al ser tratada de "usted". Madre mía, sólo Alfred me había tratado alguna vez de "usted". Aunque supuse que tendría que empezar a acostumbrarme, si es que realmente quería ser candidata al Congreso.

-Claro, un par - dije - Están algo lejos, pero puedo acompañarte, si quieres. Aunque tendría que recoger algo primero - señalé a la tienda de informática que había frente a nosotras - ... si no te importa esperar un momento...

No serían ni cinco minutos, y tenía el resto de la tarde libre.

- Por cierto, no hace falta que me trates de usted, no soy tan vieja - añadí, con una sonrisa divertida - Puedes llamarme Barbara, si quieres.

Durante un momento, la mujer delante de ella parpadeó, como sorprendida, e Irene se preguntó si habría dicho algo raro. Pero reaccionó en seguida, diciendo que sí, conocía un par de ellos, y que la acompañaría si la esperaba un poco. Al parecer, tenía cosas que hacer en la tienda que había estado mirando durante los últimos minutos.

-No me importa esperar. Muchas gracias.- respondió, sonando mucho más aliviada de lo que había esperado.

Antes de entrar en la tienda, sin embargo, se detuvo para decirle que no la tratara de usted. Irene torció la cabeza ante esto, más curiosa que confusa. Bueno, era cierto que era joven, aunque desde luego era mayor que ella. Y hacía mucho tiempo que había llegado a la conclusión de que ser educada siempre era una forma muy eficaz de solucionar más problemas que causarlos, por lo que a veces podía llegar a ser un poquito extrema en ese sentido. Tanto que en realidad no se había fijado siquiera de que había usado una fórmula de respeto, simplemente le había salido por si sola. Pero ahora que le había indicado que no quería que lo hiciera, pasarse por alto aquello sería una falta de educación, ¿no? No tenía problema alguno con eso.

Se presentó. Dijo que podía llamarla Barbara. Por un segundo, pensó en si el color de pelo y el nombre implicarían una personalidad explosiva, antes de patearse mentalmente por un chiste tan espantoso. No, su sentido del humor era realmente un desastre.

-Yo me llamo Irene- respondió, mostrando una sonrisa tímida-. Es un placer.

Esperó fuera de la tienda, a sabiendas de que si entraba la tendrían que arrancar del sitio, ya fuera porque estaría babeando algún juego o componente, o porque le diera por ponerse melancólica otra vez. Y ya bastante tenía por sí sola como para irse "ayudando". Intentó pensar en los pasos que había dado, por pocos que fueran. Ahora estaba en la ciudad en la que se suponía que estaba la persona que estaba buscando, y tenía a alguien que sabía en dónde podía alojarse. Por norma, no habría preguntado, pero situaciones desesperadas...

¿Y cómo iba a encontrar a Fauna, de todas maneras? Bueno, sabía que era buena en explosivos, y que le gustaba usarlos, si lo que le habían dicho en la Mansión era cierto, pero no creía que pudiera preguntarle a la recién llegada si habían tenido lugar explosiones en los últimos días. Y no ya solo porque quedaría raro del demonio, sino porque llamaría la atención sobre sí misma. Y aunque parecía que en las ciudades que habían surgido tras la dichosa Colisión las personas parecían menos alteradas al escuchar la palabra "mutante", no estaba dispuesta a probar suerte de forma innecesaria. ¿Habría lugares en los que se pudiera esconder un animal? Aunque teniendo en cuenta que cuando la conoció estaba transformada en un gato, podía estar en cualquier punto de la ciudad menos en el que estuviera buscando.

Tal vez describir aquello como una "situación desesperada" era quedarse un poquito corta.

Tan metida estaba en sus pensamientos que cuando la puerta de la tienda volvió a abrirse, se llevó un buen sobresalto. Lo suficiente como para apartarse de un bote de la puerta. Se vio obligada a ofrecerle una sonrisa culpable a la persona que acababa de salir, la propia Barbara.

-Lo siento- se disculpó-. Me despisto muy a menudo.

Esperaba que eso valiera, aunque solo fuera una verdad. No se despistaba tanto. No sin una consola en la mano, al menos.

-No me importa esperar. Muchas gracias.- la chica tenía unos modales impecables. La verdad, creo que a Alfred le hubiera encantado conocerla. -Yo me llamo Irene- añadió, sonriendo por primera vez. Tenía esa clase de sonrisa capaz de hacer que una persona me cayera bien de inmediato. ¿Irene? Bonito nombre; una de mis heroínas literarias también se llamaba así - Es un placer.

- Encantada, Irene.

Le dediqué otra sonrisa y, para no hacerla esperar más de la cuenta, entré a por mi encargo. Como siempre, la tecnología no destacaba por ser demasiado económica. Mientras tendía, con cierta reticencia, mis billetes al vendedor, pensé que me encantaría que Bruce Wayne me pagara la semanada.

Cuando salí de la tienda, estuve a punto de asesinar a mi recién adquirida turista por segunda vez en un día. Irene se disculpó, echando la culpa a una distracción suya en lugar de a mis (hasta ahora desconocidos) instintos asesinos.

- Bueno, ya tengo lo que necesitaba - dije, alzando un poco la bolsa - Espero que no necesites un disco duro nuevo, necesitarías dos vidas de pluriempleo para pagarlo... - bromeé - Y, hablando de pagar, me dijiste un sitio barato, ¿verdad? Hay un par de pensiones que están muy bien, podemos ir en metro desde aquí.

Señalé la parada más cercana, que se veía desde el centro comercial.

- Es una zona bastante tranquila, dentro de lo que es Gotham - expliqué - Y está cerca de varios sitios dignos de visitar. De todas formas, intenta no salir sola de noche. - le aconsejé, mientras nos poníamos en camino - No es la ciudad más segura de la Costa Este.

Hice una mueca.

- Aunque no esté bien que lo diga la hija del Comisario...

OOC:

Afortunadamente, Barbara no pareció darle mayor importancia al sobresalto, e Irene se relajó un poquito más. Parpadeó ante el comentario sobre lo caro que era el disco duro, porque aunque sabía que no era precisamente un componente barato, tampoco solían ser TAN caros. ¿Qué monstruo había comprado para su ordenador? ¿Un disco de veinte teras o algo del estilo? Sin embargo, disipó estos pensamientos en cuanto le dijo que conocía un par de pensiones baratas a las que se podía llegar en metro, y que estaban en una zona tranquila y con varios sitios dignos de ver. Por supuesto, para un turista eso habría sido estupendo, pero Irene no creía que fuera a visitar esos lugares en un futuro próximo. A fin de cuentas, no creía que Fauna fuera a estar cerca de los lugares más poblados. También le recomendó que no saliera fuera sola de noche. Irene simplemente asintió, porque si ya la intentaban atracar cada vez que se quedaba sola durante el día, no quería saber lo que le pasaría por la noche.

-No es la ciudad más segura de la Costa Este. Aunque no esté bien que lo diga la hija del Comisario...

Irene torció la cabeza. No es que estuviera familiarizada con los cargos policiales, pero, ¿no era ese uno de los cargos más altos? ¿Como un jefe de la policía o algo así? No es que estuviera segura del todo, claro, aquello se basaba en lo que había visto en videojuegos y series, y hacía tiempo que la realidad se esforzaba en demostrar que no se parecía a los videojuegos. El problema era que desde hacía un tiempo lo intentaba intentado ser aún más desquiciada...

Sin embargo, el saber que era hija de un policía la tranquilizó bastante. No es que hubiera escuchado muchas historias de hijos de agentes de la ley que se dedicaran a delinquir, precisamente.

-No es como si yo viniera de la ciudad más segura del mundo- replicó Irene, intentando quitarle hierro al asunto. A fin de cuentas, Nueva York era probablemente la ciudad del mundo con mayor porcentaje de superhéroes por kilómetro cuadrado, y había que ver lo bien que eso solía ir, que no solía ser mucho-. Pero no pienso salir por la noche si puedo evitarlo. Gracias por la advertencia.

Además, ¿quién mejor que la hija de un policía para dar ese tipo de consejos? A fin de cuentas, si un policía no sabe cuán segura es su ciudad, entonces sí que había un problema serio. Y tampoco es como si ella fuera a hacer una locura... más allá de la que ya había cometido.

-¿A qué estación hay que ir?

Quería, ya que al parecer estaba metiendo la pata a cada paso que daba, hacer al menos aquello bien y rápido.

OOC:

-No es como si yo viniera de la ciudad más segura del mundo. Pero no pienso salir por la noche si puedo evitarlo. Gracias por la advertencia.

Sonreí, quitándole importancia. Cualquier persona en Gotham le hubiera dado el mismo consejo.

-No es nada. ¿De dónde vienes? - le pregunté, con curiosidad, mientras la conducía a la estación por la que había preguntado. -Park Station - añadí, tan pronto como la señal que lo indicaba fue visible para nosotras.

La guié hasta una máquina de tickets para que se hiciera con su primer bono del Metro de Gotham, y después la conduje hacia el andén. La verdad es que, por lo poco que había visto (y veía ahora), Irene parecía tener bastante tendencia a despistarse o a perderse. Mi alma de girl scout (llamadlo instinto maternal, si lo preferís) me obligaba a asegurarme de que llegara a su destino.

Lo cierto es que, incluso a aquella hora, podía haber algún elemento indeseable en el metro, alguno tipo Rey del Condimento. No es que ahora quisiera ser Batgirl de fin de semana, pero siempre había ciertas cosas que en las que una no cambiaba, pese a haber colgado la capa.