Su mirada estaba fija en la moneda que giraba sobre si misma encima de la mesa. Las voces se oían de fondo, pero él estaba concentrado en aquel giro. Cuando volvió a la realidad se dio cuenta de que todos le estaban mirando, se fijó en que los ojos de todos estaban puestos en la moneda que seguía girando sin parar. La mirada de su abuelo reflejaba cierto temor.
- Perdón – dijo parando de golpe la moneda – estaba distraído.
Se recoloco en el asiento y miro a su abuelo. Los dos últimos años no habían pasado en balde sobre él y parecía que hubiera envejecido 20 años de golpe. Sentados en aquella mesa estaban todos sus correctos primos. Él era el raro de la familia.
- Herón, estás de acuerdo en pasar a ser el presidente ejecutivo –las palabras de su abuelo salieron con cierta desesperación.
Nadie más quería un puesto de una empresa que cada día que pasaba tenía más perdidas y su abuelo empezaba a perder la esperanza, pero no era el puesto de Herón.
- No puedo abuelo, lo siento.
Para él la reunión había terminado, cogió la moneda y se fue. La única opción de su abuelo era dejarle el puesto a su nieto Steven. Un prepotente inepto a ojos de Herón, que estaba deseando hacerse con el control de la empresa.
Salió a la calle, Nueva York… Hacía ya 5 años que se habían mudado y no se acostumbra a que las calles estuvieran tan llenas de gente, carteles luminosos, coches… echaba de menos Londres. Por supuesto que allí había gente, pero no sentía esa sensación de agobio.
Atravesó varias manzanas hasta llegar a un pequeño establecimiento que se encontraba en un pequeño callejón. Entró y lo recibió el jefe del local. Poca gente podía acceder, tenías que demostrar ciertas capacidades para formar parte de aquel grupo. Herón aún no entendía sus poderes, pero sabía que tenía que estar preparado y encontrar la respuesta.