Dark as my true mind. [Libre]

Un tiempo desaparecida había sido certero. No dijo nada a nadie, y no se arrepentía. No del todo. Lo había necesitado urgentemente, y, aunque no había sido del todo, al menos se había encontrado un poco más a si misma. Los colores de su uniforme seguían siendo los mismos: el azul, el negro y el blanco de kevlar con partes reforzadas, y el halcón peregrino seguía adornando su pecho como su emblema, como lo que la representaba. Era curioso, porque en realidad no hacía más que un año que lo llevaba, pero había terminado siendo parte de su piel, de su ser. Una heroína que llevaba demasiado tiempo lejos de su hogar, pero por algo que consideró necesario. ¿Y si Batman o Nightwing la volvían a ver esa noche? Tendría que dar explicaciones.  Sí, sabía que había hecho mal en escaparse durante unos días y regresar a Gotham, pero la ciudad maldita la había llamado.

Siempre la llamaba.

Aquella ciudad tenía un encanto usual, algo parecido a una droga que le pedía más, y más, y más. La necesitaba, y necesitaba sentirse integrada en aquella ciudad de psicópatas y maníacos, de podredumbre humana y de decadencia. ¿Por qué? No tenía explicación. Era simplemente un sentimiento que bombeaba en su pecho fuerte, reclamando más y más. De hecho, en aquel momento estaba encima de uno de los rascacielos más altos de la ciudad, apoyada en el borde, con las pequeñas gotitas del chispeo del cielo dándole en la cara, pues tenía la capucha bajada. Y frente a ella, a cierta distancia, se alzaba la torre de Industrias Wayne. E inevitablemente no podía dejar de mirarla con...¿añoranza? Sí. Muchas veces la había visto, y tenía un valor moral. No, no sabía que Bruce Wayne era Batman, aquel que lo acogió bajo su capa como parte de su familia (¿seguiría considerándola como tal? Después de su desaparición, ya no sabía nada...), pero si que conocía a ambos por separado, y sabía lo que Bruce Wayne había estado haciendo por la ciudad. Tendría fama de playboy, pero era un hombre que luchaba por Gotham y su bienestar. Y cualquier persona que hiciese lo mismo se merecía su respeto. No sería la ciudad en la que había nacido, pero si la que le había dado un hogar.

De repente, cerró los ojos. ¿Nunca era tarde para hacer locuras, verdad? No. Le encantaba hacer esas cosas, y siempre que podía, aprovecharía para volver a ello. Balanceó un poco su cuerpo y....se dejó caer. De repente, notó su cuerpo caer por su propio peso, y el viento que levantó su caída a su alrededor se hizo frío, fuerte...pero la hacía sentir viva. Siguió cayendo como un suicida que se acababa de tirar para provocar su propia muerte, pero nunca fue así. Apreciaba su vida como nunca antes, y a medio camino giró su cuerpo, extendió las manos y con aquel gesto que parecía separar algo en dos y las palabras mágicas, invocó un portal por el que entró. Cuando salió, estaba encima de la mismísima torre Wayne.

Qué bien sentaba aquello.