Extreme rulers (Libre)

01/08/2018

Acababa de salir hacía pocas horas de Oak Creek e iba conduciendo alegremente con su vieja pickup por la 179 disfrutando de los hermosos bosques de pinos del Red Rock State Park. Estaba de buen humor. En Arizona se sentía como en casa, en breve iba a cobrar el salario de julio y su próximo destino era Monument Valley, su lugar favorito en el mundo entero. Sabía que le iba a traer recuerdos agridulces estar allí, pues era el mismo sitio en donde había perdido a Tulip por segunda vez, pero no podía existir una dimensión o realidad en donde no visitara Monument Valley. Era lo más parecido a un hogar para él.

Dios... Cómo echaba de menos a Skeeter. Los largos viajes por las interminables carreteras de Estados Unidos se hacían infinitamente más aburridos sin ninguna compañía. Hastiado, cambió el dial de la radio, apagando el insufrible debate político que había estado escuchando para pasar a la inconfundible voz de Iggy Pop y los rítmicos tonos de una de sus canciones más reconocidas.

Su humor volvió a elevarse casi al momento mientras tarareaba la pegadiza canción y sus dedos seguían el ritmo de la guitarra golpeteando contra el volante.

Entonces fue cuando la vio: la chica más extraña que había visto en su vida, con pintas de pandillera punk o motera, la cara aparentemente pintarrajeada de blanco con los ojos perfilados en negro como la banda aquella que le gustaba tanto a Tulip... ¿Kiss?

Normalmente habría pasado de largo. Por si no fueran suficientes sus pintas de adoradora del infierno, la chica llevaba una cadena de combate. Una.puta.cadena.

Peeero... uno podía llegar a cansarse mucho de tantos kilómetros en silencio, y lo cierto era que le apetecía tener a alguien con quien charlar, aunque fuera una adolescente rebelde con gustos musicales de mierda. Después de todo, teniendo a Génesis de su parte había muy pocas cosas a las que pudiera temer, incluso con el caos que había supuesto Omega y la repentina invasión de tipos en mallas repletos de poderes y habilidades sobrehumanas.

Paró el coche a la altura de la muchacha y le abrió la portezuela del copiloto.

- ¡Hola! Me dirijo hacia Monument Valley. Si te gusta el buen rock estás invitada a subir conmigo. Siempre y cuando no me obligues a escuchar música satánica estoy dispuesto a acercarte hasta donde pueda. ¿Qué me dices?

Jesse sonrió con simpatía cuando escuchó a la muchacha. Al final iba a ser que, efectivamente, sus temores eran infundados. Ya lo decía su padre: "Tienes que juzgar a las personas por lo que hay en su interior, no por su apariencia". Durante toda su vida se había guiado por los principios que le inculcó Custer senior, pero después del palo que se había llevado con Cassidy le costaba más confiar en alguien de primeras.

- ¡Hey! ¿Quién dice nada del rock? ¡El rock mola! Pero yo soy más de rock clásico, ya sabes, sesenta, setenta, ochenta y noventa, como mucho. De hecho, soy un gran fan del Rey. Como siempre digo: uno no puede equivocarse con el Rey.

Diciendo ésto, pulsó un botón de la radio del coche para activar el reproductor de CD y los alegres ritmos del Hound Dog de Elvis Presley comenzaron a animar el interior de la cabina.

- No es malo ser suelta de boca -continuó después, con la mirada fija en la carretera-. Me gusta la gente que es sincera y dice lo que piensa. Yo soy un poco así, también. Respondiendo a tu pregunta, resulta que Monument Valley queda sólo a tres horas y media de la Iglesia a la que tengo que ir ahora, así que me dije: ¿Por qué no? ¿Hay algún lugar que resulte especial para ti, muchacha? ¿Algún lugar en el que te sientas como que podrías hacer cualquier cosa? ¿Que cualquier aventura es posible? Ese sitio para mí es Monument Valley. Directamente sacado de las viejas películas del Oeste, ¿sabes? Oh, adoro esas películas. No hay nada más americano que eso. ¿Qué tipo de películas te gustan a ti? Y por cierto, me llamo Jesse Custer -dijo, sosteniendo por un momento el volante solo con la izquierda para ofrecerle su mano-. Creo que aún no nos hemos presentado.

Jesse la escuchó, pensativo, sin apartar la vista de la carretera.

- Yo nunca tuve un hogar de verdad -admitió.

Había dejado de tenerlo cuando Jody y TC habían secuestrado a su familia para obligarles a vivir el infierno en la casa de su abuela materna.

- En cuanto pude me escapé, y también he estado un poco de aquí para allá desde entonces. Tuve la oportunidad de sentar cabeza con una chica que era perfecta para mí, pero la jodí, como siempre -reconoció con un suspiro-. Así que bueno, el mundo es mi casa, ¿no? -le dijo sonriéndole-. Las películas de acción de los 80 están muy bien. Siempre he sido un hombre de gustos simples. Seguramente otras películas serán más complejas, con un guión más elaborado o un mensaje más profundo, pero yo me conformo con un cubo de palomitas y Stallone diciendo: "El crimen es una plaga y yo soy el remedio". La vida está llena de pequeños placeres, ¿no crees?

Así que carácter explosivo pero buen fondo... eran características que se podían usar para describirle a él, así que podía congeniar con la chica. En cuanto a sus padres, no tenía ni idea de quiénes podían ser. En su universo la raza a la que pertenecía Xiomara no existía, así que, en lo que a él concernía, por el momento ella no era más que una adolescente con gustos de maquillaje algo extraños.

- ¿Y eso? -inquirió, intrigado al notar el tono de desagrado de la chica-. ¿Quiénes son tus padres, si puedo preguntar? No pidas disculpas, yo también me pongo furioso a veces.

Se estaban acercando a su destino inicial; A lo lejos, sobre unas rocas se podía apreciar una gigantesca cruz que componía la estructura de una Iglesia de construcción moderna de apariencia espectacular.

- Bueno, mi padre me enseñó desde pequeño a no juzgar a las personas por su apariencia, sino por sus actos -asintió él-. Esos valores deberían ser universales, pero bueno... A mí también me importa bastante poco la opinión de los demás. Las personas deberían limitarse a ser felices sin amargar la vida al resto. Cada uno a lo suyo y ya está. Nunca entenderé esa necesidad continua en el ser humano por amargar la existencia al prójimo.

En ese momento ella soltó la bomba y Jesse tuvo que hacer un gran esfuerzo para no frenar en seco.

- ¿Que no eres de la Tierra? ¿Que "caíste" en ella? -la miró de reojo enarcando una ceja. A pesar de todas las cosas que había vivido, o quizás precisamente por eso, la idea de que pudiera ser una alienígena fue lo último que se le pasó por la cabeza-. Oye, chica, ¿no serás un ángel, verdad? O peor aún, el fruto prohibido de la unión condenada entre dos seres sobrenaturales que jamás deberían haberse fijado el uno en el otro (y blablabla) que ha venido a la Tierra para liarla parda, ¿verdad?

En su fuero interno deseó que la respuesta fuera "no". Con una entidad incontrolable y súper poderosa tenían suficiente, GRACIAS.

Se quedó pensativo cuando Xiomara le aclaró que en realidad era hija de un alienígena, pensando en la locura que había sido su vida los dos últimos años para que la idea de fuerzas demoníacas y celestiales le resultara más natural y fácil de asumir que la de formas de vida inteligentes procedentes de otros mundos. En cualquier caso, la chica no quiso entrar en detalles acerca de quién era su padre, y él lo dejó ir. Estaba claro que era un tema sensible para ella, y para él no era tan importante saberlo, especialmente porque no sabría quién era ni aunque se lo dijera.

Tras un rato más de conversación intrascendente llegaron hasta el impresionante edificio con forma de cruz excavado en la ladera de la montaña y subieron por la carretera que conducía hasta la entrada, por la parte posterior. Jesse detuvo el coche en el aparcamiento.

- ¿Me acompañas? Sólo será un momento.

A pesar del aspecto moderno que tenía por fuera la edificación, casi semejante a un rascacielos, el interior resultaba íntimo y sencillo, sin ninguna clase de adornos. A los laterales, los simples bancos de madera abrazaban las paredes angulares de roca natural. En el centro, dos filas de bancos, siete en cada lado, proporcionaban un lugar para rezar o descansar, y los amplios ventanales del fondo ofrecían una impresionante panorámica del desfiladero. Aparte de dos tapices en la pared, el único color en la capilla era el de las velas parpadeantes de un ardiente rojo rubí que destacaba poderosamente entre tanta sobriedad.

- ¿Hola? -llamó Jesse-. ¿Hay alguien?

Al fondo de la capilla había una figura, oscurecida por el contraluz. El moreno avanzó en su dirección.

- Mi nombre es Jesse Custer, el predicador itinerante. Vengo a por el salario del mes de julio, me indicaron que ésta era la iglesia en donde debía de...

De improviso, la figura se arrojó en su dirección, apartándole de un manotazo que le hizo tropezar sobre los bancos de madera con un estrépito sordo. Se escuchó un sonido metálico y la luz del atardecer arrancó destellos en lo que parecía ser el filo de una espada.

- ¡Tú! ¡Siervo del Señor Demonio Biis! ¡Prepárate para morir! -exclamó, apuntando a Xiomara con una espada que, de repente, aparecía prendida en llamas, iluminando unos extraños ropajes que parecían extraídos de la época medieval. El hombre llevaba un tabardo con la cruz roja de los templarios, una capa blanca con unas extrañas extensiones curvadas, cota de malla bajo el tabardo y una máscara que le cubría toda la cara, y parecía extremadamente dispuesto a acabar con ella.

- ¿Un Djinn? -enarcó una ceja-. Eso es del Islam, ¿verdad? ¿Así que todo eso... también existe? Vaya...

Cuando había hablado con Dios le había contado que las demás religiones no eran más que diferentes interpretaciones de la cristiana, así que, si lo que Xiomara decía era cierto, abría todo un mundo de posibilidades. ¿Le habría mentido el viejo bastardo? No le extrañaría. Aunque también era posible que en aquél universo de locos las cosas fueran... bueno, más... locas.

Tan jodidamente locas como el tío vestido de Templario que unos minutos más tarde intentaba abrirle el cráneo a su nueva amiga con una espada en llamas.

- ¡Sabe que los hombres te llaman mentiroso! ¡Sabe que los hombres te llaman traidor! ¡Sabe que los hombres te llaman profanador! -exclamaba entre mandoble y mandoble-. Por tanto es el deber del ángel Azrael traerte tu castigo... ¡Castigo de muerte por mi espada ardiente!

Jesse se incorporó con dificultad por entre los bancos caídos, frotándose la cabeza y la espalda. Se había dado un buen golpe en los riñones, joder. Apoyándose como buenamente pudo observó el intercambio de golpes entre la adolescente y el loco. Para su absoluta sorpresa, la chica no sólo se las estaba ingeniando para contener las embestidas, sino que las estaba devolviendo de una manera más que digna. Aún así, había llegado el momento de detener aquella locura.

- Basta -ordenó, y, al ver que nadie le prestaba atención, activó Génesis-. ¡Basta!

Sus ojos se tornaron rojos y su voz pareció reverberar por las paredes de la Iglesia como la voz del propio Crucificado que presidía el altar. De inmediato, tanto Xiomara como el loco se detuvieron, mirándole con asombro.

- Vale. Tú, loco de los cojones -dijo, encarándose a él, bastante cabreado-. Ahora mismo nos vas a decir quién coño eres y por qué estabas tratando de matar a Xiomara. Y tienes suerte de que no te ordene que te metas esa puta espada en llamas por el culo.

El aludido parpadeó un par de veces antes de quitarse el casco de templario. El hombre que había debajo era rubio, con el cabello largo, bastante atractivo. Parecía más humano ahora que se le podían ver los ojos.

- Habláis de una manera extraña, peregrino. Mi nombre es Máximus Cambaceres. Nací en Rossal de Payen en Francia en el año de nuestro señor de 1088, y fui caballero templario durante las Cruzadas, perteneciente a una antigua facción llamada Orden de San Dumas que posteriormente se escindió de los Templarios. Yo soy Azrael, el campeón de la Orden, entrenado para combatir a los siervos del demonio Biis que lucen exactamente igual que ella -señaló a Xiomara con la espada flameante sin poder evitar un matiz de odio y locura en la mirada.

- Espera, espera... corta el rollo. ¿Dices que llevas matando para ésta Orden tuya desde el siglo XI? ¿Cómo es eso posible?

El Templario volvió a mirar calmadamente hacia él.

- En las reuniones de la Orden me daban a beber la Sangre de Cristo en un Cáliz. Es lo que me ha mantenido vivo hasta ahora.

- ¿Sangre de Cristo, eh? Ya.

Sangre de vampiro, más bien, completó para sí el Predicador. Así que también existen en éste universo...

- Pues lamento decepcionarte, amigo, pero Xiomara no es ningún demonio... Explícaselo, chica.

El gran efecto que Xiomara esperaba causar en sus interlocutores nunca llegó. Jesse procedía de otro universo, y aunque el paladín de la Orden de San Dumas sí pertenecía al suyo, todo lo relacionado con aliens y cazadores intergalácticos era tan ajeno a su mundo como si procediera de otra galaxia.

- Es... una alienígena, ¿vale? Una extraterrestre -intentó clarificar el párroco viendo su expresión-. ¿Por qué estabas tan convencido de que se trataba de una sirviente de ese demonio tuyo?

- Los motivos no os incumben, herejes -replicó con enfado el vampiro. Jesse le miró firmemente a los ojos.

- Cuéntanoslo todo -ordenó, con aquella voz a la que no podían resistirse ni tan siquiera los ángeles. La actitud de Máximus cambió al momento.

- De acuerdo... seguidme, peregrinos.

El hombre fue hacia una de las paredes de la capilla y presionó una roca concreta que no se diferenciaba en nada de las demás. La roca se hundió, revelando un acceso secreto con unas escaleras que se hundían en la oscuridad. Utilizando la espada ardiente para iluminar el camino, el templario descendió varios tramos de escaleras hasta llegar a una puerta de madera marcada con un símbolo que a priori no pudo reconocer. Dentro, todo era oscuridad, hasta que el vampiro alzó la espada, iluminando a una criatura espantosa, con cuerpo de caballo, torso de hombre y una cabeza que parecía un cráneo, con varios pares de ojos y un hocico erizado de dientes afilados.


La criatura estaba crucificada en una cruz enorme de madera, con clavos de metal que posiblemente estarían bendecidos sobresaliendo de sus extremidades. Todo su cuerpo aparecía plagado de heridas ensangrentadas, como si hubiera sido torturada, y parecía muerta. Jesse permaneció observando en silencio unos instantes.

- ¿Eso es... lo que creo que es? -inquirió, tan impactado que ni siquiera se acordó de encenderse un cigarrillo.

- Lo es -respondió el vampiro.

- ¿Está aún vivo?

- Oh, no -le aseguró el templario-. Me aseguré de acabar con su impía existencia en cuanto me hubo revelado los secretos de sus sacrílegos amos.

Jesse no necesitó preguntar más. Sabía que la criatura era real, de la misma manera que lo era el ser que anidaba en su interior.

- ¿Qué secretos te reveló, Azrael?

- Me habló de una secreta conjura para desatar el infierno en la Tierra. Me habló de un ser o criatura a la que llamó "el león de la medianoche" que rompería los siete sellos que mantienen separadas las dos dimensiones y liberando a Abadón, el general del Ejército de las Tinieblas y precursor del Apocalipsis. Ocurrirá  pronto, sólo que no sabemos cuándo, pero lo que está claro es que las huestes demoníacas están al acecho y debemos estar preparados.

- Mmmm.... -Jesse se mesó la barbilla, pensativo, antes de mirar a Xiomara-. Está bien... ¿salimos de aquí?

Después de recoger su asignación mensual, Jesse y Xiomara regresaron al coche, no sin escuchar una última vez a Azrael instándoles a matar al León de la Medianoche si se lo encontraban. El pastor permaneció unos segundos en silencio aferrado al volante.

- Ok... Chica, lo que hemos visto era real... Ese ser era un demonio. De lo que no estoy tan seguro es de la cordura de ese tal Azrael... Creo que era un vampiro, y creo que lleva demasiados siglos en la Tierra, los suficientes para volverse loco. "El León de la Medianoche" es una profecía de Paracelso, un astrólogo, médico y alquimista del siglo XV. Pero, en su profecía, el León de la Medianoche es el bueno, aquél que se alzará en tiempos de oscuridad para derrotar a una amenaza de naturaleza indefinida a la que identifica con un águila. Por tanto, según Paracelso éste hombre tendría que frenar el Apocalipsis, no provocarlo -giró la cabeza para mirar a Xiomara-. No tengo muy claro que lo que hemos oído sea de verdad una profecía o el fruto de una mente delirante. ¿Qué opinas tú?

- Ok... ¿Eso es...? -Jesse miró a la muchacha con perplejidad, momentáneamente distraído de la conversación-. ¿La cadena te está dando un masaje o me lo estoy imaginando?

Se echó a reír, sin lugar a dudas se lo debía de estar imaginando.

- Éstos conocimientos los tengo porque mi abuela puso mucho empeño en que aprendiera los caminos del señor y todo lo relacionado con la teología, y las profecías de Paracelso se cree que están relacionadas con el libro del Apocalipsis. Respecto a lo que viste ahí dentro, es un poder mío. Digamos que no eres la única que tiene relación con seres venidos desde el cielo -se echó a reír con su propio chiste mientras arrancaba el coche-. Ok, chica, pues lo haremos así. Estate alerta por si ves algo relacionado con el León de la Medianoche, y si te enteras de algo me avisas. Yo haré lo mismo.

Y así, el hombre y la muchacha continuaron su camino hacia el desierto de Arizona, sin saber que acababan de recibir un presagio de lo que estaba por venir...