"Apatrullando" la ciudad (libre) [16 de Marzo 2018]

Primera hora de la mañana.

El aire era fresco a aquellas horas, y Carl tembló ligeramente dentro de su chaqueta quizá aún demasiado fina para la estación, así que pensó en dirigirse a comprar un café bien cargado (quizás con una o dos chocolatinas opcionales) aún era demasiado pronto, pero su humor estaba bastante estabilizado dado que se había tomado la primera dosis de cafeína nada mas levantarse, hacía ya una hora.

Mientras caminaba, tras pensar brevemente con un poso de amargura fugaz (que pasó casi con la misa celeridad con la que llegó a su mente) que debería estar prohibido levantarse antes de las 11am, miraba con sonrisita boba a la gente.

Era encantador ver a las mamás con sus niños gritones, a los ejecutivos trajeados avanzar a toda leche por las calles,como si no hubiera un mañana, luciendo una expresión de desdén y desprecio hacía casi todo, y a chicas jovencitas con manadas de perros que tiraban de ella manera desesperada, casi arrastrándola, como si al final de aquel paseo supieran con certeza que hallarían el hueso prometido. De vez en cuando se detenía y contemplaba tiendas donde maniquíes anoréxicos lucían ropas imposibles, o joyerías donde destellaban pequeñas piezas que llamaban su atención como la luz a los moscones.

En general la vida era un campo de flores fragantes, salpicada por alguna mierda de vaca humeante, que te obligaba a limpiarte zapatos y calcetines, pero si las rodeabas, las cosas no iban tan mal.

Tras cruzar varias avenidas, el rubio se detuvo delante de una conocida cadena de cafeterías donde vendían un mejunje aguado y dulzón muy de su gusto, y empalagosas barritas de algo que podía llamarse cacao con cosas dentro. Lo malo, era que había una cola terrible de gente con cara de pocos amigos y expresiones de hastío y sueño delante suyo....y a él, esperar no le gustaba mucho por algún motivo no definido. Cada vez que tenía que permanecer demasiado tiempo en uno de aquellos locales empezaba a sentirse mal sin razón aparente, se ponía nervioso e irritable y cuando eso sucedía podían suceder cosas desagradables, y la vida, no estaba concebida para ser desagradable en su opinión, así que tendría paciencia y esperaría, y eso se dispuso a hacer mientras miraba la carta colgada en un panel luminoso.

"Pediré el capuccino con dulce de leche doble y dos barras de chocolate con caramelo..." pensó mientras se incorporaba dócilmente a la fila de compradores potenciales.

Invitado

Acababa de llegar a la ciudad después de un mes paseando por el estado de Connecticut. Se había recorrido las Llanuras costeras en un par de días. Cuando llegó a Nueva Londres cogió un bus hasta Hartford y de ahí fue de una ciudad a otra (sin olvidarse de visitar las cataratas de Kent.

Había sido un buen viaje, traía muchas fotos, y estaba deseosa de ver a su padres y contarles lo que había visto. Además, le había sobrado dinero, con lo que podía darle a su madre una parte para sus ahorros; quería ir a Europa.

El autobús había llegado temprano y no le había dado tiempo a desayunar, así que se dirigió a una cafetería. Recordaba aquella cafetería, ya había estado allí antes.

- Espresso, Espresso Macchiato, Espresso con Panna, Café Cortado, Café con Leche, Caffè Americano, Cappuccino, Caffè Latte, Caramel Macchiato, Caffè Mocca, Mocca Blanco... – Pensaba, recordando todos y cada uno de los cafés que servían allí, aunque ella ya sabía qué iba a pedir: una taza de chocolate caliente.

Entró y se colocó en la fila. Miró cuánta gente había, los contó y, tras eso, pasó a fijarse en la persona que tenía delante. Un hombre rubio con cara de no haber dormido lo suficiente. Bueno, en realidad no sólo él; había un montón de gente, tanto en la cola como sentados, que tenían la misma expresión de somnolencia ¡con la cantidad de energía que ella tenía!

Carl seguía contemplando la cola con expresión bobalicona, aunque algo le hizo torcer el gesto.

La camarera, una chica joven y a todas luces aún inexperta, había preguntado a un cliente, un tipo trajeado, con semblante adusto y maletín de piel, si deseaba "la leche caliente, fría, templada, de soja, de almendra.." y el hombre sin dejarla terminar exigió con voz despreciativa " un puto café y rapidito nena" para posteriormente lanzar las monedas de tal modo que dos de ellas cayeron al suelo, obligando a la muchacha a agacharse.

Aquellas cosas no le gustaban, y había apretado el puño, que se había endurecido levemente y vuelto de un tono cetrino. Cuando el sujeto pasó a su lado rozándole, le siguió con la mirada para ver como en la salida del local se ponía a discutir con una paseadora de perros sobre "sus putos bichos" que le entorpecían el paso.

Suspiró, y dirigió la mirada hacia la mujer que tenía detrás, joven y a su juicio bonita.

La sonrió con algo de esfuerzo mientras relajaba su brazo. En un lugar donde los mutantes no eran del agrado precisamente de todos, no convenía hacerse notar...esperaba que nadie se hubiera fijado.

Invitado

Seguía dándole vueltas a la carta, esta vez pensando en la bollería. No podía tomarse un chocolate solo, debía comer algo también y recobrar fuerzas antes de marcharse hasta casa caminando. ¿Qué podía tomar?

Debatiendo entre muffins y donuts, sus pensamientos se vieron cortados por la contestación borde de un hombre que se encontraba pidiendo. Se inclinó un poco hacia la derecha para ver mejor y miró a la inexperta dependienta con pena. ¿Por qué la gente tenía que ser tan maleducada? Se quedó mirando al hombre mientras salía, pasando por su lado, hasta que le escuchó gritar a otra pobre chica y a sus perros. No le gustaba ese tipo de gente.

Suspiró y, mientras miraba la escena fijamente, la tapa del café se salió y el líquido acabó encima de la chaqueta del hombre, manchándole. Penny comenzó a reír y se giró hacía el hombre que tenía delante, que sonreía débilmente.

- Eso fue el karma. – Nadie podría pensar que aquello no había sido un “accidente”.

El rubio se echó a reir también, pero se detuvo cuando vio que el tipo del maletín se giraba con gesto airado y su rostro rubicundo se teñía de rojo, así que retrocedió un paso de "manera casual" para tratar de interponerse entre el ejecutivo violento y el resto de la fila, mirándole de reojo.

Aquel tipo le parecía peligroso, era un déspota, y a ese tipo de gente los demás no les importan una mierda.

No dijo nada, porque en realidad no se trataba de buscar problemas sino de evitarlos, pero se aseguró de que sus manos , aparentemente relajadas quedasen a la vista, eran manos grandes y fuertes, manos entrenadas, y sobre todo, en aquel momento, manos de piedra, y por experiencia sabía que a la mayor parte de la población les daba asco y miedo a partes iguales tener delante a un mutante, era una lección que se conocía bien.

Le guiñó un ojo a la chica, mientras el tipo parecía dudar varios segundos, farfullando algo, aparentemente a punto de explotar, y tras blasfemar algo, finalmente acababa marchándose...

-Menudo imbécil...

Invitado

Su compañero de fila también se echó a reír cuando el café duchó a aquel hombre, el cual no parecía estar tan contento ya que se giró de nuevo dispuesto a entrar en la cafetería. Penny tragó saliva al verle la cara, temiendo un enfrentamiento, pero el hombre rubio se interpuso entre el resto de la gente y aquel energúmeno.

El hombre de negocios se acercó decidido, pero paró en seco al ver algo. Penny se alzó de puntillas a ver qué era y se dio cuenta de que las manos del rubio se habían convertido en piedra. ¿Un mutante? ¡Guay! Fue entonces cuado en rubio le guiñó el ojo ¿¡Qué!? Y el hombre, tras soltar unos insultos, se marchó.

- Menudo imbécil – escuchó decir al rubio.

Sí, el mundo estaba lleno de ellos. Pero ya se había marchado y ahora volvería la calma. O eso esperó erróneamente Penny cuando se giró para volver a la cola y vio a toda la gente de la cafetería mirando al hombre rubio, cuchicheando entre ellos y mirándole con miedo otros. Al final salió alguien, un hombrecito, de detrás del mostrador, lentamente, y se acercó al hombre.

- Le rogamos… señor… que abandone nuestro local… su presencia… perturba al resto de… clientes.

“¡Qué fuerte! ” Pensó Penny “¡Le están echando! ”

- ¡Pero si no ha hecho nada! – se le escapó.

- No… no queremos problemas… - se notaba que el hombrecillo estaba bastante nervioso y tenía un poco de miedo.

La gente a su alrededor miraba tanto al rubio como al encargado conteniendo el aliento.

...y..se lo temía en el fondo.

No era la primera vez que pasaba, tampoco sería la última, pero dado que hacía algunos meses que no le "invitaban" a marcharse, pensó que quizás la sociedad se había vuelto un poco mas tolerante.

Tampoco es que recordase mucho mas atrás del último año, por lo que los datos que tenía para contrastar eran mas bien escasos, pero eso no dejaba de indignarle, y estaba a punto de responder cuando una oleada de esperanza inundó su espíritu al escuchar a la chica salir en su defensa.

Era realmente bonita, pensó mirándola.Aunque no lo hubiese sido, ahora ya lo era, y le conmovió su gesto.

La sonrió abiertamente y movió la cabeza, no quería que se metiera en problemas. Era cosa suya, el objeto de su furia ya se había marchado, y al fin y al cabo ya no tenía mucho que hacer allí.

O...quizás si....

-Claro, ponme el capuccino con dulce de leche y me marcharé dijo con voz suave, antes de olvidar lo que hacía allí y lo que acababa de pasar.

El camarero dudó un poco pero dado el silencio sepulcral que había en la cola y que todas las miradas estaban clavadas en el resolvió hacer que se alejará lo antes posible. Puso un café con algo menos de atención de lo habitual y se lo entregó al joven, que lo cogió sonriendo beatíficamente y se puso a bebérselo.

El barman, de nombre Bernie, empezaba a pensar que el tipo aquel no estaba muy bien de la chaveta y que quizá también debería extender la invitación a marcharse a la mujer que había hablado por el, pero solo era un adolescente imberbe y no estaba acostumbrado a aquellas responsabilidades, por lo que se quedó parado, mientras el rubio seguía degustando su café tranquilamente acodado en la barra.

Era una situación extraña y lo fué aún mas cuando se dió cuenta de que una placa de policía asomaba por la solapa de la chaqueta.

Quizás era una prueba de tolerancia social , o algo.

Como cada mañana, se despertó aterrorizado después de una vívida pesadilla.

Como cada mañana, al abrir los ojos se encontró ciego y pasó los primeros instantes en un mar de confusión y pavor hasta que su gen mutante se activó por instinto, permitiéndole ver.

Como cada mañana, se incorporó sobre la cama y permaneció unos segundos inmóvil mientras su corazón se tranquilizaba.

Como cada mañana, una profunda sensación de tristeza y soledad se apoderó de él. Se levantó como un autómata y se dirigió hacia el baño, mentalmente preparado para un nuevo día de rutina carente de cualquier clase de motivación o propósito.

* * * *

Su perra Luna lo recibió en cuanto llegó al salón, pegando alegres brincos a su alrededor. Muy posiblemente aquella perra era lo único que evitaba que no se hubiera vuelto loco aún. Su única compañía en aquella soledad autoimpuesta.

Entró en la cocina y abrió el frigorífico. Como de costumbre, estaba vacío, salvo por unos cuantos botellines de cerveza y un brick de leche abierto.

Cogió el brick de leche, se lo llevó a los labios y acto seguido tuvo que escupir lo que había bebido en el fregadero. La leche estaba agria. Lo cual no era nada sorprendente, considerando que no solía comer en casa. Normalmente se compraba algo para llevar en el Buffalo’s, el Shake Shack o en cualquier otra cadena de comida rápida y se lo tomaba en su despacho de la mansión mientras corregía exámenes y trabajos y preparaba las actividades para el día siguiente. Los excesos de grasa los quemaba en la Sala del Peligro.

Con un gesto de resignación, cogió la gabardina que tenía colgada del perchero y se dispuso a sacar a la perra. Hoy tocaría desayunar fuera.

* * * *

El paseo les llevó hasta una cafetería que había a una cierta distancia de su casa. La asignatura de música era optativa y extraescolar, lo cual significaba que no tenía muchos alumnos. Los grupos eran reducidos y las clases estaban distribuidas de manera que le permitían disponer de bastante tiempo libre, tiempo que gustaba de pasar con su mascota en el parque cuando no decidía llevarla al campo, a las afueras de la ciudad.

Luna era una American Pit Bull Terrier a la que había encontrado cuando no tenía más que nos pocos meses de edad abandonada en un contenedor de basura que había cerca de su casa con los cuartos traseros completamente destrozados a dentelladas. Le faltaban trozos de carne y gran parte de la piel. De no haberse puesto a gemir y a ladrar cuando él pasaba por allí, posiblemente habría muerto a causa de la gravedad de las heridas. Drago la cogió y la llevó a un veterinario que le informó de que aquella raza solía ser muy utilizada en peleas de perros clandestinas, y que era muy posible que las heridas se las hubiera producido otro perro ya adulto en el transcurso de algún entrenamiento.

Las heridas se curaron, pero la perra tenía asociado el movimiento de las patas traseras con dolor, por lo que se resistía a moverse incluso cuando ya estaba perfectamente rehabilitada. Drago experimentó en aquél instante un vívido sentimiento de comprensión y empatía hacia aquél animal que había sufrido tanto, asociando las cicatrices y experiencias traumáticas por las que había tenido que pasar con las suyas propias.

Drago no había sido capaz de superar su ceguera, pero puso todo cuanto estuvo en su mano para ayudar a que Luna recuperara la confianza y volviera a andar, con una mezcla de entrenamiento canino y una especie de psicología adaptada que no había tardado en dar sus frutos dando como resultado a la perra alegre y feliz que iba trotando a su lado.

Drago amarró al animal en la farola que había frente a la cafetería y se dispuso a entrar para pedirse un café para llevar. Había una cola terrible, era lo que tenía haber salido tan temprano, coincidiendo con la hora a la que todos los ejecutivos iban a desayunar antes de dirigirse al trabajo. De hecho, él habría podido pasar perfectamente por uno más, pues nunca salía de casa utilizando su verdadero aspecto y en aquél momento aparentaba ser un hombre de mediana edad con traje y corbata.

Justo cuando estaba a punto de perder la paciencia y largarse, presenció algo que le llamó poderosamente la atención… Vio cómo un atractivo chico de apariencia inocente reaccionaba con ira ante el trato descortés que uno de los clientes había dispensado a la camarera. Vio cómo apretaba los puños y cómo estos comenzaban a cambiar sutilmente… Había pasado suficiente tiempo al lado de Coloso como para tener muy claro lo que acababa de pasar, por lo que observó disimuladamente al muchacho con renovado interés.

La situación inició una escalada que podría perfectamente haber terminado muy mal… Pero entonces el chico se interpuso entre el hombre y los demás parroquianos inocentes mostrando las manos de piedra en claro ademán protector. Le cayó bien al instante, pero ésa, por desgracia, no fue la reacción general. Como siempre que aparecía un mutante en escena, la gente que había alrededor comenzó a ponerse nerviosa. Algunos optaron por marcharse de manera apresurada, mientras que otros murmuraban por lo bajo. Eclipse estaba ya tan acostumbrado a aquella clase de reacciones que ni siquiera les prestaba atención, pero una muchacha salió en defensa del mutante cuando el dueño del establecimiento le rogó “amablemente” que se marchara.

Sorprendentemente el chico, en lugar de marcharse, se limitó a sonreír al hombre con aquella expresión inocente antes de volver a insistir en su pedido. Vaya… o tenía las pelotas del tamaño de una catedral o era un loco… Aunque a juzgar por la placa que asomaba por la solapa de la chaqueta parecía más lo primero. Una razón más para permanecer en un discreto segundo plano. Cuando era mercenario había colaborado con la policía alguna que otra vez, pero también habían intentado arrestarle en muchas otras ocasiones, por lo que prefería no mezclarse mucho con ellos. Aún así, permaneció observando la escena, dispuesto a ayudar si llegaba a darse el caso.

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Eros y Psique:

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Tras haber salido en su defensa, el hombre la sonrió por su gesto y le hizo una señal para que no se acercara, seguramente para que no se metiera en problemas por defenderle. Se echó a un lado, sin dejar de mirar al hombre con cierta preocupación por lo que pudiera pasar, cuando éste habló; quería su café y con eso se marcharía. Al final le sirvieron su café y Bernie se quedó mirando como se lo tomaban.

Penny pidió un chocolate caliente y al final eligió muffing como compañía. Mientras se lo preparaban, miraba al rubio distraídamente, sin entender cómo, después de aquello, se encontraba bebiendo tranquilamente aquel café. Entonces lo vio, debajo de su chaqueta, algo brillante. Se fijó, era una placa de policía. Memorizó su número, más por costumbre que por necesidad.

- Aquí tiene su pedido, – escuchó tras de ella. - Son siete dólares.

- Tome.

Cogió el recipiente con el líquido caliente, el muffins, y salió de la cafetería. En realidad quería hablar con el policía, darle las gracias por la ayuda, pero no quería estar más tiempo dentro donde veía las caras de la gente nerviosa. Le esperaría fuera.

Quitó la tapa y le dio un sorbo; estaba ardiendo. Miraba a su alrededor mientras daba un mordisco al muffings, pesando en qué podría decirle al hombre, qué palabras usar, cuando se fijó que justo delante había un hombre mirando al interior de la cafetería. Penny pensó que sería algún curioso, como suenen aparecer cuando algo sucede, que se había parado a ver por qué la gente salí del local en tropel o cuchicheaban más alto de lo normal. Se fijó por un segundo en sus gafas de sol y pasó a mirar otra cosa.

Y la otra cosa resultó ser un perro.

De un bonito color crema, en animal tenía lo que bien podría llamarse una gran sonrisa; parecía estar sano y fuerte. Un escaneo a fondo en su memoria recordando haberlo leído en un libro sobre razas de perros cuando era pequeña le dijo que aquel animal era un American Pit Bull Terrier, raza considerada peligrosa. Un mayor escrutinio le hizo ver que era hembra y que, además, tenía en las patas traseras cicatrices, escondidas entre el fino pelo. Dio un sorbo mientras las observaba, las contaba y se grababan en su memoria como si se tratasen de las líneas de su mano. No sabía a qué se había debido esas cicatrices: una pelea con otro animal, un accidente, quizás el ataque de una persona, había cientos de posibilidades. Pero había algo que era cierto: el dueño había actuado con rapidez y el animal estaba curado, se veía en su forma de comportarse.

Sonrió; estaba bien que el mundo no estuviera lleno de matones ni abusones, como el policía rubio o el dueño de aquel animal.

OOC spoiler:

Ni se enteró de la salida de la chica.

Realmente no era amnésico a corto plazo, aquel mal solo había afectado a la vida de antes del 2017, un hecho que lamentablemente no era tenido en cuenta a menudo...como a la hora de trasladarlo a una sección de archivos confidenciales....pero tenía tendencia a abstraerse de todo y pensar en sus cosas de una manera que desde el exterior parecía pasotismo absoluto.

Y en ello estaba, en sus cosas,en su mundo interior, deleitándose con su café sin sentir nada mas allá del poder de la cafeína, hasta que tomó el último sorbo del revitalizante líquido que equilibró definitivamente su ánimo, y solo cuando la última gota había resbalado por sus labios hasta ser recogida por la lengua, se dió cuenta de que todos le miraban, y de que un empequeñecido Bernie le contemplaba con ojos de buho. Definitivamente el chico hubiera preferido no tener que resolver aquella situación.

Lo captó, le daba pena el chaval, hasta su acné parecía mas pálido, y tomando una servilleta se limpió meticulosamente las manos, antes de levantarlas, gesto que hizo retroceder a dos o tres personas.

-Está bien, está bien, ya me voy.

Y sonriendo beatíficamente salió, con las manos en los bolsillos alegrándose de ver a la joven no muy lejos. Era fresca, bonita y amable. Le gustaban aquellas personas, enriquecían la vida, pero enseguida su atención se vio desplazada por un nuevo objetivo. Un perro.

Los perros eran una bendición del cielo, eran amables, cariñosos, y subían el ánimo de cualquiera, así que se agachó a su nivel, sin pararse a pensar que igual se llevaba un bocado.

-Que bonito eres...ah no, bonita, eres muy bonita..

Y le iba dando la mano a oler, primero por el dorso, despacio, girándola...como hacen los que entienden de perros, sin tocarla si ella no se acercaba a el, a nadie le gusta que le manoseen porque si, a los perros tampoco, y asi estuvo,hasta que volvió a la realidad y se dió cuenta de la presencia de un hombre desconocido (sin duda el dueño del animal) y la chica.

-Hey...gracias por lo de antes, dijo en dirección a la joven

-Y perdona, me encantan los perros...esas palabras iban dirigidas al desconocido. Era consciente de que no a todo el mundo le gustaba que hablasen a sus canes.

FDI:

Al final la situación no había trascendido y todo se había solucionado de manera pacífica, pero una cosa estaba clara, y era que acababan de fastidiarle el desayuno, porque lo que era él, no pensaba entrar a pedir nada al gilipollas que se había comportado como el primo pequeño de Hitler con el chico mutante. Maldita sea...

En éstas estaba cuando reparó en que la chica que había salido en defensa del mutante salía de la cafetería y se paraba a contemplar a Luna. La analizó rápidamente como acostumbraba a hacer. El cabello recogido, la ropa cómoda, el macuto y los bien formados músculos de brazos y piernas le indicaban que se trataba posiblemente de una deportista. Los ojos le brillaban con inocencia, y la piedad que mostró al reparar en las cicatrices de Luna hizo brillar su luz interior. Drago La descartó casi de inmediato como una posible fuente de amenaza.

Luego estaba el chico mutante, que salió no mucho después que ella y también se detuvo junto a la perra. Estaba claro que le gustaban los animales, y sólo eso ya decía mucho de su persona.

Luna estaba bien adiestrada, y sobraba decir que Drago no la había entrenado para fomentar los instintos agresivos de su raza, por lo que había permanecido en todo momento formalmente sentada sobre sus cuartos traseros, mirando a su dueño cuando los dos chicos se habían acercado a ella. Drago hizo una sutil inclinación de cabeza y la perra se aproximó para olfatear la mano que le brindaba el policía, permitiendo después que la acariciara.

A pesar de que Drago usaba cada vez un aspecto diferente, ella lo reconocía siempre por el olor, y nunca tenía problemas para identificar a su dueño, quizá porque la había acostumbrado a eso desde pequeña.

- Y perdona, me encantan los perros... -dijo el chico, mirando en su dirección.

Drago suspiró. Inicialmente no había tenido intención de iniciar un contacto. Era demasiado precavido como para iniciar así como así una conversación con un policía mutante desconocido. En otras circunstancias le habría seguido durante un tiempo cubierto por una ilusión de invisibilidad hasta estar seguro de que no entrañaba ningún riesgo hablar con él, pero la presencia de Luna lo imposibilitaba. Oh, claro, habría podido hacerla invisible a ella también, pero el mutante no controlaba el sonido, y no habría podido evitar que ladrara o hiciera ruido al caminar.

Al infierno. ¡Qué diablos! Las sombras no le habían advertido de ninguno de los dos y estaba bastante convencido de la pureza de su luz interior. Y además, tenía hambre.

- No importa -dijo, acercándose-. A mí también me gustan los perros.

En muchos casos eran mejor compañía que las personas. Eclipse todavía no había encontrado un solo animal que fuera malvado.

- A ella la encontré abandonada en un contenedor de basura cuando era un cachorro, así que la adopté. Se llama Luna, y no te preocupes, es inofensiva.

Observó a los dos chicos, pensativo, preguntándose si debía ir más allá con todo aquél asunto o no. Bueno, el muchacho era un mutante, así que seguramente le agradaría saber que había más como él. Y ella le había ayudado ahí dentro, por lo que parecía poco probable que pudiera formar parte de algún grupo antimutante radical. Decidió arriesgarse.

Se quitó las gafas de sol y, después de comprobar que en aquellos momentos no pasaba nadie por la calle y que tampoco había cámaras cerca permitió que la ilusión del ejecutivo se desvaneciera, sustituyéndola por la que reflejaba su aspecto humano normal, un tipo alto, de constitución atlética, con el cabello largo y negro y ataviado con una gabardina. Fue como si la imagen del ejecutivo rielase un instante mientras el mutante modificaba los patrones de la luz antes de ser reemplazada por la nueva visión.

- Soy como tú -le explicó al muchacho ofreciéndole la mano a modo de saludo-. Dragoslav Katich. Un placer.

Se volvió para estudiar cómo reaccionaba la muchacha, con la esperanza de que sus suposiciones iniciales sobre ella hubieran sido acertadas y no fuera a montar una escena en la acera. Después señaló al local que acababan de dejar a su espalda.

- No sé vosotros, pero yo me he quedado con hambre, y conozco un lugar donde realizan los mejores dulces y pasteles de toda Nueva York. ¿Me permitís invitaros? Está al lado del Wahington Square Park, por lo que si al final no está abierta siempre podréis terminaros eso en el parque mientras Luna juega -indicó, refiriéndose al desayuno de la chica.

El hombre hablaba inglés con un marcado acento de Europa del Este sumado a algo más... ¿francés, quizás?

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Eros y Psique:

Invitado

Esperó pacientemente a que saliera el policía mientras terminaba su desayuno y miraba qué sucedía a su alrededor. La gente caminaba de un lado a otro, de camino al colegio o al trabajo, tan metida en sus pensamientos como Penny en los suyos. Solo volvió a la realidad cuando escuchó una voz a su lado; era el policía.

- No, gracias a ti por parar a ese hombre. No está bien tratar así a la gente.

El policía también se fijó en la perra que había delante de la cafetería y se acercó a verla. Parecía saber cómo tratar a los animales. Ella había leído cosas pero, aparte del libro sobre las razas, poco más había leído, excepto las típicas noticias escandalosas de los periódicos de “perro peligroso ataca a…” o “encontrada red de tráfico de perros de raza”. Prefirió no acercarse por si acaso y observar cómo se desarrollaba el contacto. Al final la perra se dejó tocar.

El hombre de las gafas, que resultó ser el dueño y ella no se había dado ni cuenta, contó cómo había conseguido al animal, y Penny pensó que el hombre era un bien tipo. Tras la explicación, Penny se fijó en que el hombre les observaba fijamente; debía ser algo importante porque estaba muy pensativo. Al momento siguiente el hombre cuyos rasgos había memorizado minutos antes había desaparecido y en su lugar había otro. Penny le miró boquiabierta como la primera vez que un niño pequeño descubre que, si evaporas agua con sal, esta se convierte en cristal. ¡Magia! Pensó al principio, pero el hombre se presentó como mutante. ¡Qué tonta! ¿Cómo iba a ser magia? Una mutación era más normal...

El hombre, que se había presentado como Dragoslav Katich, que a oídos de Penny sonaba a ruso o de aquella zona europea (y que en aquel momento pensó qué poco sabía de allí), les invitó a desayunar. No entendió porqué un completo extraño le quería invitar a desayunar, pero ella era una aventurera, el hombre no parecía mala persona y se había mostrado como mutante, así que lo vio como una buena oportunidad para descubrir cosas nuevas. Ella también era mutante, pero no lo había dicho y, a no ser que el hombre tuviera la habilidad de verlo, se había mostrado como tal porque se sentía seguro con ella, lo que lo hacía un poco menos peligroso. Además, recordó Penny, cerca de Washington Square Park se encontraba la Biblioteca Fales, donde a veces hacían exposiciones y otros eventos culturales, con lo que podría aprovechar ya que estaba en la ciudad para pasarse por el tablón de anuncios a ver qué había.

- Creo que… es una buena idea. – Miró al policía, a ver qué contestaba él. - Ah, y me llamo Penny.

[EDIT: Se me olvidó presentarme. Soy he puesto la última frase.]

Por su parte Carl , que estaba a punto de decir algo sobre el drámatico pasado de la perra, mostrar su indignación al respecto y su aprobación por su estado actual, no tuvo tiempo para tan importantes reflexiones, pués se quedó pasmado.

Evidentemente, si bien tenía mermadas sus facultades en la medida en que a veces no razonaba adecuadamente, su concepción de la realidad de otros seres mutantes era obvía.

Por ejemplo, no acababa de comprender porqué le habían trasladado allí, y aunque a menudo se olvidaba de protestar por ello, sospechaba (dado que no recordaba el pasado mas allá del último año) que tenía algo que ver con su condición de mutante y estaba siendo discriminado por ello. No era así, pero el lo había asumido como algo extremadamente probable, y se indignaba porque según tenía entendido había sido un policía excepcional, y bueno, la mayoría de los que había conocido no eran mala gente...aunque había excepciones, claro está.

Además escuchaba a diario en la comisaría cargos ridículos presentados contra ellos, y actos de odio....por ello, que uno de los suyos se expusiera así en público le pareció fenomenal y dió su aprobación automática a aquel tipo desconocido, tras quedarse pasmado unos segundos.

Acto seguido asintió enérgicamente con la cabeza. Hubiera preguntado si había café en aquel desayuno improvisado, pero por algún motivo no le salían las palabras adecuadas.

-Claro.Vamos. Soy Carl Fue todo lo que dijo. El cuidaría de la chica, si es que ella no sabía valerse sola (y sospechaba que si)

Eclipse se censuró mentalmente por su falta de tacto. En estas fechas, con la Colisión tan reciente, aún no había tenido ocasión de relacionarse demasiado con los demás, por lo que sus habilidades sociales estaban un tanto... oxidadas.

- Te has vuelto descuidado -susurraron las sombras que se alargaban por la pared de la cafetería.
- Sí, descuidado... -insistió otra, aunque sólo él podía oírlas.

Caramba, había tenido suerte de que no lo confundieran con uno de los del grupo de Magneto. Que un mutante desconocido se acerque de esa manera y te invite a tomar algo tenía que ser ligeramente espeluznante. Pero claro, dar miedo era lo que había hecho la mayor parte de su vida como mutante, por lo que era natural que no reparara en ello. Bueno, los chicos no habían salido huyendo de él ni nada por el estilo, lo cual era un buen comienzo.

- Encantado, Penny -dijo mientras desataba a la perra y comenzaban a caminar-. ¿Lleváis mucho tiempo en Nueva York?

El chico tenía un acento peculiar que no acababa de situar, y le interesaba saber cuánto sabían acerca de la situación de los mutantes en la ciudad y la escuela del Profesor. Quién sabe, quizá les vendría bien tener un contacto dentro de la policía...

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Eros y Psique:

Invitado

Por su parte, Penny nunca decía que era mutante, nunca nadie lo había sabido (excepto sus padres) y ella siempre lo había escondido por razones obvias. Además, había tenido suerte, por decir algo, de que su mutación no fuera vistosa y su vida había sido tranquila. Y sí, quizás al hacerse pasar por una simple humana el aceptar la compañía de dos mutantes, pero no todos los humanos estaban en contra de los mutantes y quizás ambos podían pensar que justamente les había tocado uno de esos.

Empezaron a andar. Penny hizo un repaso a las cafeterías que había cerca de Washington Square Park, pensando en cuál sería la elegida por el hombre, preguntándose si sería una conocida o habrían abierto alguna nueva.

- Yo nací y crecí en Nueva York; acabo de volver de una escapada – contestó.

Hizo una pausa, mirando al suelo, pensativa. No sabía si atreverse o no, ya que le parecía un pregunta personal y acababa de conocer a aquel hombre, y además mutante, con lo que quizás fuera más cauteloso con aquellos temas, pero al final tomó aire y se decidió.

- ¿Y tú de dónde eres? He escuchado acentos diferentes parecidos a los tuyos pero no sabría localizarlos de un país concreto – dijo al final. - Algunos se me parecen tanto que los confundo, y no me gusta…

Su ceño se frunció; parecía que equivocarse era algo que le preocupaba mucho.

Por su parte Carl estaba meditando.

La situación de los mutantes siempre le había preocupado mucho. En parte porque le afectaba a él, en parte porque le daba mucho que pensar pues era un colectivo que siempre andaba buscando respuestas, y aunque era confiado, también era cauteloso. "Confía en Dios pero cierra el coche con llave".

Además era policía. Algo ido, pero policía, y aquellas partes de su cerebro que no habían sido dañadas, escuchaban y registraban, preguntándose entre otras cosas donde irían. En aquella zona había excelentes locales, y también existían aquellos pequeños y oscuros de desayuno rápido, donde una malhumorada camarera servía un café aguado y sin sabor, y unas tortitas pegajosas y espesas, que se pegaban al paladar.

Y también estaba atento.

En el batiburrillo de pensamientos que atestaban su mente, a también le interesaba saber cosas sobre la procedencia de aquel hombre. Tampoco es que hubiese reconocido el acento, y ese tipo de detalles eran importantes, por lo que prestó atención, no sin antes contestar sobre su propio origen.

-Yo nací en New Orleans porque tenía demasiada prisa en venir al mundo, fui sietemesino, pero fue simple casualidad, toda mi vida residí en Pittsburgh, hasta que me trasladaron.

"Apatrullando" la ciudad (libre) [16 de Marzo 2018] Washington_square_park3_25

Escuchó con interés lo que le decían los dos chicos mientras atravesaban el arco del Wahington Square Park. Penny era neoyorquina, y parecía que su apariencia no se debía tanto a que fuera deportista sino que casaba más con un espíritu aventurero. Bueno, en ocasiones las dos cosas solían estar unidas.

En cuanto al policía, había nacido en Nueva Orléans y se había criado en el estado de Pensilvania. Drago no había visitado ninguno de los dos sitios, pero eso explicaba el acento. La única ciudad americana en donde había estado el mutante había sido Nueva York, pero América era tan grande que se podían apreciar diferencias de acento de una región a otra. Sin embargo, a causa de su inexperiencia lo único que había sido capaz de notar era que no era originario de allí.

Por su parte, los dos parecían interesados en su propio acento... Era consciente de que lo tenía, claro. Después de todo, tenía una curiosa amalgama de idiomas en su cabeza, y el inglés era el último que había aprendido. Para colmo, aunque llevaba ocho años en la ciudad, no se había relacionado mucho con nadie y no solía ver televisión, por lo que aún no había perdido el acento.

- No me extraña que no sepas situarme -dijo con una suave sonrisa-. Supongo que sueno como un bosnio que ha aprendido a hablar inglés mientras estaba en Francia. Así que... veamos... debo tener acento bosnio hablando francés y acento francés hablando inglés... o quizá una mezcla de ambos -concluyó con ironía-. Es complicado, lo sé.

Habían abandonado el parque hacía rato, y ya no estaban muy lejos de su destino.

- ¿Y... puedo preguntar los motivos que originaron el traslado? -inquirió, mirando al policía.

Nota:

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Eros y Psique:

Invitado

No tardaron mucho en llegar a Washington Square Garden, con lo que no estaban lejos de su lugar de destino. Escuchó a los dos hombre hablar mientras echaba una ojeada a su alrededor: no había cambiado nada desde la última vez que estuvo.

Siguió al hombre moreno hasta una pastelería, la cual parecía ser su destino, cuando de repente sonó su teléfono móvil. Era la única tecnología que llevaba encima y solo porque era útil cuando una viajaba sola. Miró quien llamaba y era su madre. Ella sabía que llegaba hoy pero ¿por qué la llamaba tan pronto?

- ¿Qué? ¿Y es grave? Voy para allá. - Colgó el móvil y se volvió hacia ambos hombre. - Lo siento mucho, mi madre me acaba de llamar. Mi padre ha tenido un accidente yendo a trabajar y está en el hospital. Debo ir corriendo. Gracias por la invitación pero tendrá que ser otro día.

Tras la despedida, salió corriendo a coger el primer taxi que pasara cerca para dirigirse al hospital.

[OOC: Penny se marcha.]

¿Bosnia? Carl había oido hablar mucho de Bosnia, o de lo que fue.

En su momento, se enfrentó en una brutal guerra fraticida que como todas las guerras no se entendía muy bien. Al final todos los enfrentamientos carecían de sentido, excepto el único que es el de causar dolor innecesario.

Por otra parte también era la cuna de nativos hospitalarios y de tradiciones hermosas, sin duda había sido conocida por motivos injustos.

-¿Mi traslado? comentó volviendo a la realidad del fondo de sus elucubraciones.

-Pues...sinceramente no lo se muy bien. Al parecer la unidad que llevaba estaba mejor en Washington bajo la dirección del Fbi y cambiaron de competencias. Eso me han dicho.

Frunció ligeramente el ceño al dar aquella explicación, ya que era cierto que no lo recordaba, pero algo no le cuadraba en todo aquello, los cambios de competencias solo se daban en casos muy sonados, o cuando la amenaza de la policia del cuerpo de Nueva York se cernía sobre un posible éxito del Bureau.

Iba a añadir algo más sobre aquel espinoso tema, cuando la chica recibió una llamada y se fue tras comentar algo sobre un accidente.

-Pero...comentó algo confuso rascándose la nuca...-No se...espero que vaya todo bien...

Eclipse miró intrigado al muchacho. ¿Podía ser que no estuviera del todo seguro de los motivos de su traslado? También su expresión de confusión era bastante elocuente, pero antes de que pudiera hacer más indagaciones, la chica les interrumpió con la repentina llamada.

- Claro... Espero que no sea nada grave. Que tengas suerte.

Drago la observó marcharse. Lo de su padre había sido una mala pasada, pero posiblemente sería mejor que no estuviera presente durante la conversación. De este modo tendría mayor libertad para tratar con Carl los temas de los que deseaba hablarle. No era que Penny no fuera bienvenida, sobretodo después del modo en que le había defendido en la cafetería, pero quizás se aburriría si empezaban a hablar de asuntos de mutantes que a fin de cuentas no habían de interesarle.

Una vez la chica se hubo ido, empujaron la puerta de la pastelería "Central Tart" y entraron al interior con un tintineo de campanillas. Drago se acercó a la chica que había detrás del mostrador.

- Hola, buenos días, me llamo... Drago -dijo, recordando el modo familiar con el que le había llamado ella cuando estuvo en la mansión cuatro días atrás-, y fui profesor de Sasha en el pasado. ¿Se encuentra ella aquí? Queríamos tomar algo para desayunar, si es que no es demasiado temprano...

OOC: Pues yo diría que ya puede responder Cels ^_^

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Eros y Psique:

Estaba saliendo toooodo mal. Aunque por suerte las cosas ya se habían calmado un poco. Los repartos habían llegado, igual que mis entregas, el producto estaba preparado y listo para servirse y fuera sólo estaba el hombre que aparecía a primera hora todos los días. Cerré la puerta de la trastienda mientras escuchaba el tintineo de la campana de la entrada principal. Aplaudí un par de veces para quitarme la harina de las manos y apareció Elsa, mi compañera y amiga, por la puerta que comunicaba la sala con el obrador, insistiendo en que preguntaban por mí. Guardé la última carpeta que quedaba por colocar y aparecí por la puerta, haciendo que un olor dulzón invadiese, por primera vez en el día, el local.

Mi sonrisa fue automática cuando vi a mis clientes.
- ¡Profesor Drago! - se me escapó entre la cara de felicidad totalmente involuntaria.

En ese momento me percaté de que venía acompañado. -- Y veo que trae visita. ¡Así me gusta, haciéndome publicidad!- me llevé las manos al pelo y apreté la coleta alta que llevaba sobre la coronilla - Soy Sasha, la mejor repostera que encontrarás por la zona - totalmente lejos de la soberbia y el ego, se veía humor y energía en esas palabras. - Es un placer teneros por aquí, sentaos por favor - dije mientras salía del mostrador para ofrecer dos sillas de una mesa cercana y dejar que se sentasen. - Bien, ¿Qué va a ser?-

Y me quedé mirando de arriba a abajo al nuevo visitante. Rubio, ojos claros, rostro amable... Se me hizo en parte incluso dulce, pero no sé por qué, no me parecía un alumno de la mansión y Drago no era famoso por su afán social... Lo que me llevó a preguntarme qué relación les mantenía juntos.

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I´ve battled demons that won´t let me sleep...

"Apatrullando" la ciudad (libre) [16 de Marzo 2018] Firma_Sasha

Incondicionales...:

OOC: Si Carl me lo permite, intercalo aquí un post antes del suyo para hacer las presentaciones Wink

- ¡Sasha!

Se permitió una sonrisa al ver a su antigua alumna. Le había resultado muy corta la visita de hacía cuatro días, y se había quedado con ganas de hablar más con ella y averiguar cómo le había ido en aquellos últimos años. Claro que aquél tampoco sería el momento, tendría que quedar más adelante con ella para poder conversar con tranquilidad.

- Por supuesto que sí, he oído hablar maravillas de esta tienda y me apetecía comprobarlo por mí mismo. ¿Te importa que entre mi perra? -señaló hacia la American Pit Bull Terrier que esperaba formalmente sentada fuera-. Tiene todas sus vacunas puestas, es adulta y está bien educada. Te aseguro que no será ninguna molestia.

Mira tú por donde, Sasha iba a ser la primera X-Men en descubrir que tenía mascota. A Drago nunca le había gustado revelar ese tipo de detalles de su vida privada, pero ya no se podía hacer nada por encubrirlo. La perra parecía efectivamente bastante sana, aunque tenía un tamaño ligeramente inferior a lo normal para su raza, y presentaba numerosas cicatrices y zonas de piel sin pelo en los cuartos traseros, pero eran marcas muy antiguas.

- Este es Carl. Es... -miró hacia Elsa. No tenía ni idea de si Sasha había hecho pública su naturaleza o si prefería que continuara siendo un secreto, así que sustituyó el "es como nosotros" que pensaba haber dicho en un principio por otra fórmula más neutra-. Es un mutante, y acaba de ser prácticamente expulsado de la cafetería en donde trataba de desayunar por este factor. Yo estaba sacando a la perra de paseo cuando fui testigo del deplorable espectáculo. Por supuesto, me negué a desayunar allí, así que lo he traído hasta aquí, aunque pillaba un poco más lejos, pero así Luna ha podido correr por el Washington Square Park. Ah, Carl... ésta es Sasha. Fue alumna mía hace unos años, es de completa confianza.

Ante la pregunta de la repostera, examinó con atención lo que se podía ver en el escaparate de la tienda. Drago estaba acostumbrado a desayunos calóricos, pero rara vez lo acompañaba de dulces. Era más de huevos fritos, chorizo, salchichas, queso e incluso pita, un plato típico de Bosnia que tenía como ingrediente principal la masa u hojaldre, que a menudo se rellenaba de carne, queso, patatas o espinacas. Era el desayuno típico de su país natal, y Drago le gustaba mantener siempre que podía las antiguas tradiciones de su familia. Sin embargo era evidente que no iba a encontrar nada de aquello allí, y no le importaba experimentar.

- Ponme un zumo de arándanos o frutos del bosque si tienes, y de comer... no lo sé, vengo con bastante hambre, así que me dejaré asesorar -completó con una sonrisa-. Carl, aunque ya hayas desayunado te aconsejo que pruebes alguno de sus dulces, esta pastelería tiene fama en la ciudad. Lo que se pida, apúntalo en mi cuenta -finalizó mirando a la repostera.

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Eros y Psique:

Occ:(Disculpad el retraso, las fiestas... Smile

El chico, sorprendido gratamente por el olor y aspecto de los dulces, se dejó seducir por unos cuantos que le llamaban poderosamente la atención.

¿De que serían?, ¿estarían rellenos de chocolate?,¿de crema? ¿tendrian aquella deliciosa salsita parecida a la mermelada que le hacía relamerse siempre? ¿quizá habría alguno de limón o naranja, de aquellos que siempre dejaban un regusto amargo que contrastaba con el dulzor intenso y hacía que te apetecieran uno o dos mas?

Aunque los mejores eran de chocolate, claro está.

Estaba tan sumamente absorto en la contemplación del escaparate que atendía a duras penas,aunque fue lo suficientemente cortés para atender a la presentación de la chica y responder a ella, además de parecer interesado en la conversación de ambos. Solo era, que al fin y al cabo seguía tenía hambre. En realidad siempre tenía hambre.

En cuanto al anuncio de su condición no le importó en absoluto, puesto que al fin y al cabo era lo que era y no había mucho que discutir a ese respecto. Negar la realidad era y sería siempre una estupidez, y si bien eso no le afectaba, empezó a preocuparse ligeramente por su presencia en aquel lugar, que no tenía muy clara y aunque se abstuvo de comentarlo por el momento empezaba a pensar que quizás hubiera algo detrás de la invitación.

O quizás no, y simplemente había tropezado con alguien amable, y ya que estaba allí....

-Pues a mi me apetecería algo con mucho chocolate...pidió. El chocolate era deseable en todas sus formas y en cualquier circunstancia

-Y ya si llevará café, sería lo mas...

El pedido estaba hecho y aunque no lo tenía, la campanita de "Pedido realizado!" Sonó en mi cabeza.
- ¡ Marchando! - dije sonriente, y me puse manos a la obra.
Preparé una bandeja metálica reluciente, coloqué cuatro servilletas, dos para cada uno, una pajita de repuesto para el zumo, los cubiertos...

Y ahora mi recomendación.

Preparé el zumo en una taza de cristal bastante alta después de removerlo bien y echarle una cucharita de azúcar glas. Al chico le hice un café bombón corto, bien calentito. Cada bebida encima de un plato pequeño. Y pensé en la petición de Carl. Café y mucho chocolate....

Si se hubiese tratado de una serie de dibujos animados una bombilla se hubiese encendido al lado de mi cabeza. Eran los últimos que quedaba pero aún tenía un poco de brazo de gitano con corazón de nutella y en el bizcocho polvo de café. Aunque quizá no fuese de su gusto... Lo serví en un plato y retiré la bandeja de muestra. Y al profesor... La verdad es que no tenía mucha pinta de que el dulce le apasionase pero... podría probar con algo neutro... No tan tan dulce.. ¡OH! ¡OH! ¿Él no era de aquí no...? ¿Habría probado alguna vez una New York Cheesecake ? Llenaban mucho y el cuarto de tarta que le serví seguro que le encantaría.
Lo preparé todo en la bandeja, acompañado con dos vasos de agua, que nunca venían mal a la hora de comer dulce y lo cerré con una tarjeta para el recién llegado. Lo llevé a la mesa donde tomaron asiento.

- ¡ Espero haber acertado! - Y cogí el zumo, la única apuesta segura, y la dejé junto a Drago, cogí el café y se la ofrecí al otro visitante. Y mientras servía la comida, anuncié en alto - Bien, para el nuevo amigo unos pedazos de delicioso brazo de gitano con un corazón de chocolate y sabor a café. - y apoyé el plato frente a sus ojos - Y para mi no tan viejo amigo... - le guiñé un ojo sonriendo - ¡Una de las mejores NY Cheesecake de toda la ciudad!- Les dejé los dos vasos de agua y terminé la labor - ¡Que aproveche! - Y me coloqué de nuevo tras la barra para apuntarlo a la cuenta de Drago como había dicho.

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I´ve battled demons that won´t let me sleep...

Incondicionales...:

Al ver que la muchacha no expresaba nada en contra, Drago entró a la perra en el establecimiento y ató la correa corta a la silla para que no pudiera alejarse mucho y molestar a otros posibles clientes, aunque la confitería estaba todavía desierta a aquellas horas tan tempranas. Sonrió cuando ella le sirvió el pedido.

- Gracias, Sasha, es perfecto. Me encanta las tartas de queso americanas, y también las de manzana.

Los postres demasiado dulces no eran de su agrado, por eso le gustaban tanto los que llevaban fruta, porque solían ser menos empalagosos. El zumo estaba fresco, en su punto, y suponía el acompañamiento perfecto para la tarta de queso.

- Todo está genial. Veo que no exageraban los rumores -dijo con una sonrisa. Después de servirles, Sasha volvió tras el mostrador y Drago se concentró de nuevo en el otro mutante-. Bien, Carl, has llegado hace poco a la ciudad y no sé si has oído hablar de la Academia de Charles Xavier para jóvenes mutantes... -(con tu permiso, asumo que la respuesta es negativa para poder continuar)-. Imagino que el incidente de antes en la cafetería no será el único que has tenido que vivir a lo largo de tu vida, ¿no? Básicamente es la razón por la que el Profesor Charles Xavier decidió fundar la escuela, como un lugar al que los mutantes pudieran acudir si se encontraban perdidos o desorientados, o si simplemente veían que no lograban encajar en ningún sitio. Es una escuela en la que se les enseña a controlar y aceptar sus poderes, a no vivirlo como un estigma, y a la vez sirve de refugio para aquellos que necesiten uno. Yo soy profesor en la escuela. Obviamente no pretendo hacer campaña para que te unas ni nada por el estilo, puesto que tienes tu propio trabajo y tampoco parece que necesites ayuda o formación, pero creo que debías saber que existimos, por si alguna vez necesitas de nosotros por la razón que sea, que sepas a dónde te puedes dirigir.

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Eros y Psique:

Quizás, el paraíso para un dulce-adicto fuese un lugar como aquel.

Una vez sentado, seguía estirando el cuello para ver que hacía la chica y francamente, todo lo que veía le gustaba. Igual algún día debería hacerse un chequeo o algo, a esas alturas debía de correr un torpe y denso río de azúcar por sus venas, mas que sangre, pero lo que era él se encontraba fenomenal y los dulces no hacían más que inyectarle enormes dosis de energía.

Una vez que se les presentó el nuevo desayuno, (ya que el anterior resultó semi-frustrado) lo observó avidamente y dió las gracias amablemente con una buena sonrisota mientras se relamía interiormente.

Ah...estaba relleno de praliné o de crema dulce ...le sonaba mucho ¿que era? pensó mientras dejaba que el torrente dulce inundase sus sentidos¿Sería coconut? aquellas pastas dulces se parecían mucho pero algunas tenían avellanas, otras tenían leche, pero todas estaban estupendas.

No lo identificó inmediatamente pero estar, estaba de miedo y mientras trataba de no devorar la comida, (por aquel leve recuerdo de la educación social) se esforzaba por saborear el café adecuadamente. La gente no solía prestarle atención a los delicados matices del café y era un acto que siempre le subía el ánimo.

Y por supuesto, en medio de aquella vorágine gastrónomica se esforzaba por escuchar, le mencionaron un nombre que no le sonaba de nada, le hablaron de un lugar para los mutantes, para gente como el y poco a poco dejó de masticar, bastante interesado.
-¿En serio? preguntó al fin, -y...vaya....¿hay muchos...como nosotros?, ¿tu vives aquí? ¿y ella...? preguntó, refiriéndose a la joven sin saber como continuar, al fin y al cabo era una noticia algo sorprendente...

OOC:

Eclipse partió un trozo de la tarta de queso mientras observaba, no sin cierto asombro, el increíble apetito del chico rubio, sobretodo considerando que acababa prácticamente de desayunar. Pero bueno, no sería la primera vez que veía a un mutante que necesitaba comer más de lo normal en un humano para reponer energías.

Por lo general, los mutantes solían ser más ágiles, rápidos y resistentes que el humano promedio, y eso solía influir en el metabolismo. Por fortuna no era su caso, y digo por fortuna porque el hecho de que no supiera cocinar ni tuviera interés por aprender hacía que ingiriese una gran cantidad de comida basura al día, pero su apetito era frugal y hacía bastante ejercicio, lo que le permitía mantenerse en buena forma.

- ¿Muchos como nosotros? -dijo partiendo el segundo trozo con una sonrisa-. Diría que sí. Bastantes, repartidos por todo el mundo. Yo no vivo en la mansión, pero sí doy clases allí. Sasha... -se aseguró de que Elsa había regresado de vuelta al interior del obrador antes de continuar-, sí, ella es como nosotros. Antigua alumna mía en realidad, de hace tres años. ¿Te gustaría venir un día, hablar con el Profesor y ver las instalaciones?

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Eros y Psique:

Off (siento mucho el retraso pero ya tengo tiempo libre, tantos estudios e imprevistos...)

El rubio no dejaba de comer, y cuando terminó su porción miró con lástima el plato. Un plato vacío era una de las cosas que mas le deprimían, y mas si había contenido apetecibles alimentos con altas cantidades de azúcar y chocolate. El chocolate nunca debería acabarse, y si se acababa era porque otro dulce venía a sustituirlo, al fin y al cabo el cerebro adquiría energía a base de azúcares.

Por un instante, dudó sobre la conveniencia de rebañar y/o lamer la pieza de vajilla, pero acabó primando la educación y se contuvo. Cuando a uno le invitaban a desayunar no podía ir por ahí pidiéndose toda la carta y lamiendo los enseres....o no debía.

Mientras procesaba aquellas cuestiones domésticas, escuchaba, pero llegó un instante en que algo, alguna conexión misteriosa que no controlaba, se "desconectó" y su mente se quedó absolutamente vacía mientras contemplaba tranquilamente a su compañero de mesa con una expresión de beatitud vacía y ligeramente desconcertante. Era la expresión de un niño feliz, sin preocupación ni ocupación alguna y puede que con un cierto retraso. La expresión del que contempla un mundo donde no hay peligros porque ni siquiera se comprende el significado del concepto.

Sin responder por unos instantes, se puso a jugar con la cuchara, no sin antes lamerla (pequeña concesión a un deseo anterior que ya había olvidado) mientras tarareaba alguna cosa, algo que con un cierto oido, se identificaba como un éxito comercial del pop de un par de años atrás, cuya letra venía a hablar del compañerismo y la integración racial, melodía que se fue apagando en sus labios tras unos segundos, al tiempo que sus ojos adquirían un brillo diferente que indicaba que volvía poco a poco a la realidad,pareciéndose llevar un ligero sobresalto al ver donde estaba y con quien.

Tras un par de segundos mas de desconcierto, entreabrió la boca, dejó la cuchara en su sitio con cuidado, y se frotó la frente, ligeramente avergonzado.

-Perdón, si claro...yo...mira, la verdad, es que llevo una birria de vida. Ya está. La mayor parte de las veces es como si no supiera lo que hago, y cuando lo se, no suele gustarme lo que veo. Es decir...hacer el bien está guay y eso, pero...

Hizo una pausa y se puso a jugar de nuevo con la cuchara, con una expresión diferente, mas concentrada y adulta que instantes antes. Había ocasiones en que parecía ligeramente amargado, pero eran tan fugaces que podían pasar inadvertidos.

-Me siento vacio. La mayor parte del tiempo . No...no puedo explicarlo. Supongo que esta es la vida que me ha tocado vivir, y la vivo lo mejor que puedo, pero hay tanto contra lo que no puedo...yo...mmm...da igual....

¿Que...que podrían enseñarme allí?¿Que clases das tú? preguntó mirándole a los ojos con sus grandes ojos azules.

Era un poco complicado no estar atenta a los comentarios que la pareja de hombres soltaba. La conversación se desarrolló en un tono tranquilo, o eso me pareció hasta que el chico rubio demostró un ligero toque de lo que podría ser miedo, inseguridad y tristeza. Esperé a que la tienda se quedase vacía, la pareja de ancianos que normalmente disfrutaban juntos del desayuno mientras leían el periódico se levantó para pagar, y supongo que por relfejo, el hombre que se tomaba un expresso también. Cobré, les di los cambios y en cuanto salieron por la puerta me apresuré a coger una silla del respaldo, darle la vuelta y sentarme con las piernas abiertas, apoyando el pecho y los brazos sobre la parte donde debería ir la espalda.

-Enseña música, y muy bien tengo que decir, por cierto. Aún conservo alguna de las canciones que compuse en su clase. Oye... No te sientas mal, Carl- dije intentando animarle- Yo no tenía nada antes de la mansión. Eso sí que era vacío... Y cuando digo nada es NADA. No conservo mis recuerdos pero esa gente se portó muy bien conmigo. Me cuidaron de manera totalmente desinteresada y se puede decir que en gran parte soy como soy por ellos. Me han hecho una buena persona, o eso quiero creer... Independiente, fuerte, libre... No sé. Lo es... casi todo para mi y quizá a ti también te sirva. Además nadie te obliga a quedarte si no te sientes cómodo. -

Y me quedé contemplando varios hombres, y dándome cuenta en ese momento y no antes de que había interrumpido con mi cara bonita. Intentando averiguar en su rostro si les había ofendido mi brusca aparición, miré a los ojos claros del policía y le pregunté con una sonrisa sincera.

- ¿Cuál es tu poder? ¿Has probado alguna vez a hacer algo bello con ellos? - Era casi mi pregunta favorita. Ver a alguien que traspasa paredes haciendo trucos de magia, a alguien con invisibilidad hacer desaparecer tus pies y que pareciera un fantasma... Son pequeñas cosas que hacía precisamente que la palabra "mutante" fuese un regalo y no un castigo.

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Incondicionales...:

Drago guardó silencio, sorprendido, al ver el modo en que el muchacho parecía desconectar de la situación y se le quedaba mirando con expresión bobalicona, como si se tratara de un niño o una persona con retraso mental. Como para corroborar estas impresiones, de repente se puso a juguetear con la cuchara mientras tarareaba una insulsa cancioncilla. Pero aquél momento de desconexión pasó tan rápido como había aparecido, y pronto sus ojos volvieron a recuperar el brillo y la expresividad volvió a su mirada ausente, con un abanico de emociones que fueron desde el sobresalto al desconcierto y de éste a la verguenza antes de volver a dejar la cuchara en su sitio.

El mutante le había observado atentamente durante todo el proceso, analizando mentalmente cada una de las acciones y gestos del muchacho al tiempo que trataba de correlacionarlos con sus conocimientos teóricos en psicología.

Comportamiento errático... desorientación... ensimismamiento... El trastorno esquizofrénico se caracterizaba en ocasiones por una actitud excéntrica o extravagante, además de realizar actividades que resultaban extrañas o inapropiadas según el contexto. Sin embargo dicha sintomatología solía correlacionar también con una tendencia al aislamiento social y con una actitud insensible y apática, y no tenía esa impresión con Carl. Hmmmm... quizá no fuera nada y tal vez era que simplemente estuviera preocupado por su reciente traslado, o pensando en otras cosas.

Entonces el muchacho se frotó la frente y comenzó a excusarse justificándose con la vida que llevaba. "La mayor parte de las veces es como si no supiera lo que hago, y cuando lo se, no suele gustarme lo que veo", fue lo que dijo. Mmmmm... El mutante mantuvo la mirada fija en él mientras lo analizaba. ¿Qué había querido decir? ¿Es que acaso padecía amnesia? Desde luego eso explicaría el por qué no era capaz de recordar los motivos de su traslado...

Pero entonces Carl expuso abiertamente su frustración, y sintió una vez más el deseo de ayudarle.

- Si te sientes vacío, deberías venir con nosotros. Somos como una gran familia, y quizás podrías encontrar allí aquello que te falta. Y tal vez podríamos ayudarte con tus... uhm... problemas. Como ha dicho Sasha, enseño música, pero también doy lecciones de defensa personal y combate, bastante parecido al que da la policía en realidad. Para los alumnos más jóvenes funcionamos como cualquier escuela; Matemáticas, física, álgebra, lengua y literatura... Para los mutantes adultos ofrecemos la posibilidad de aprender a controlar y utilizar su poder para un buen fin. Si quieres y no tienes nada que hacer podríamos llevarte allí ahora. ¿Tú podrías venir, Sasha, o tienes que quedarte atendiendo la tienda? Sólo tendría que pasar por casa antes para dejar a mi perra. ¿Qué decís?

PD: si aceptáis la propuesta, cerramos aquí y abrimos post en la mansión Wink

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Eros y Psique:

A Carl le hubiera gustado decir muchas cosas.

Contestar a la chica y sus confidencias sobre las virtudes de aquella enseñanza. Expresar su preocupación por no sentirse muy válido para a aquellas alturas aprender nada, por las extrañas lagunas que a veces , sin tener una conciencia exact de ello, sospechaba que tenía, por el interés que le producía la música y por el halago y emoción que suponía haber encontrado dos seres mas "como el" y la posibilidad de hallar aún más.

Sin embargo, poco hizo más que mover la cabeza afirmativamente , musitar la palabra "música" con evidente satisfacción y después escuchar al hombre que le había traido allí, dejando para un poco despues la respuesta a la jóven.

La posibilidad de aprender disciplinas nuevas, perfeccionar otras harto conocidas yentablar nuevos contactos, abría ante el un mundo de esperanzas nuevas, de ilusiones ya olvidadas que ahora pugnaban por hacerse un hueco en él.

Miró a uno y a otro alterntivamente, y contestando a la pregunta aún no respondida de Sasha, enseñó sus manos que se estaban cubriendo rápidamente de un tono oliváceo que pasó rápidamente a gris, al tiempo que sus brazos, y la parte del torso visible, aún sin transformarse del todo adquiría tintes petreos, y tras sonreir brevemente, dijo con voz clara:

-¿Bello? Hasta ahora creo que no he hecho nada que merezca la pena llamarse así, pero esto podría cambiar...

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