Ultima consulta del dia [Elissa Stravridis]

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Era magnifico. Un dia fructuoso, aunque con ciertas molestias. En la mañana habia ido a comer algo con ciertas incomodidades, pero nada complicado. Tras buscar en internet un hotel baratucho donde quedarme y obtener reservacion, busque tambien un almacen que usaria para instalar toda mi guarida del crimen en Nueva York. Apunte telefonos, datos, pedi direcciones, busque mapas y mas articulos interesantes, como procesadores y servidores de datos, aparte de sistemas de aire acondicionado. Me saldria bastante caro, por lo que pronto necesitaria dar un golpe que me diera unos cuantos cientos de miles de dolares para seguir en el negocio.

Mientras buscaba por Internet, encontre una publicidad sobre una consulta psicologica. Por alguna razon, llamo mi curiosidad, asi que abri el enlace. Perfecto, no me quedaba tan lejos de donde estaba actualmente, por lo que anote la direccion y me fui en mi Acertijo-movil. Antes de subirme, prendi mis reproductor musical y mis auriculares, colocando musica clasica para el camino.




Al llegar a donde estaba la consulta de la tal doctora Elissa me estacione casi enfrente, y me baje mientras ponia el seguro. Sacudi mi traje, me acomode el bombin y tome mi baston. Esta vez iria yo solo, no necesitaba cargar con mas. Di un paso, luego otro, y asi subi directo hasta donde una secretaria atendia las consultas. Entre por la puerta mientras los demas clientes me miraban. Me acerque como si nada a la recepcion y dije.

-Quiero una cita con la doctora. Hoy mismo, de ser posible.

No iba a aceptar un no por respuesta. Queria hablar con un psicologo... Demonios, las costumbres de Arkham se pegan.

- No hay de qué. Nos vemos el próximo lunes - se despidió Lissa de su último cliente "oficial" del día.

Por lo general, los horarios de Lissa eran bastante desorganizados. Había algunas noches a la semana (habitualmente, miércoles y viernes) en que la consulta permanecía abierta. En el caso de algunos clientes, era porque preferían el abrigo de las sombras para acudir a su visita semanal; otros eran, sencillamente, noctámbulos para todo. Aquel lunes, la consulta de Elissa Stavridis, psicóloga especializada en villanos y superhéroes, cerraba a las siete de la tarde. El cliente que tenía hora de siete a ocho había telefoneado aquella misma mañana diciendo que no podría acudir a la visita por motivos de trabajo, cosa que había alegrado mucho a Sandra, la recepcionista, que esperaba salir una hora antes. Sin embargo, a las cinco se había presentado un extraño individuo, vestido con traje verde y bombín.

-Quiero una cita con la doctora. Hoy mismo, de ser posible. - había anunciado, en el tono de alguien acostumbrado a que le obedecieran.

Sandra había empezado a decirle que lo más probable era que tuviera que volver otro día, pero Lissa había asomado la cabeza por la puerta de su consulta a tiempo para ver el aspecto del tipo y su emblema característico: el interrogante.

- Sandra, pon al caballero en el hueco de siete a ocho - dijo - No hace falta que te quedes luego, ve a casa - añadió, al ver la expresión que se dibujaba en el rostro de la recepcionista.

De modo que, cuando el último cliente se fue, Lissa se despidió de su empleada y dio la bienvenida a Enigma. Como todo individuo criado en Gotham, la chica había oído hablar de él, aunque no estaba muy segura de que no fuera alguno de los muchos imitadores de héroes y villanos que se había encontrado otras veces. Nunca había tenido el placer de conocer al Acertijo en persona. Le indicó amablemente que podía entrar en la consulta.

- Buenas tardes - dijo, tendiéndole la mano - Soy Elissa Stavridis. Por favor, tome asiento. - hizo un ademán hacia uno de los sofás que había en la habitación. Era una sala decorada con sencillez, con varias butacas y una pequeña mesita en el centro. En uno de los laterales había, fiel a la leyenda, un diván de cuero rojo... Porque, a veces, Lissa era incapaz de resistirse a los tópicos.

La psicóloga escogió el asiento que quedaba enfrente de Nigma y sonrió con suavidad.

- Cuénteme, ¿en qué puedo ayudarle? - preguntó, en tono calmado, mientras lo miraba al rostro con naturalidad.

- Sandra, pon al caballero en el hueco de siete a ocho - Dos horas de eterno martirio. Esperar era algo que se me facilitaba, pero no soportar estar con... personas extrañas. Mire a la psicologa a los ojos, y sin hacer nada mas, me fui a sentar sin dirigirle palabra a nadie. Me quede sentado durante dos horas, como una estatua. No hice ningun movimiento que alertara a los demas clientes de esta mujer, salvo por el hecho de que yo vestia ropajes muy propios de mi persona. Aunque, siento que de alguna manera, ya estaban acostumbrados a ver personas con disfraces extraños.

Tras esperar a que me atendieran, se me indico que podia pasar a la consulta. La doctora me saludo, dandome la mano. No se si de alguna manera esperaba que yo le diera su mano, pero no esta a mi altura, aun no. Tampoco es que quiera mostrar signos de cortesia, suficientemente hago pagando una consulta e invirtiendo mi tiempo aqui. Dijo su Nombre, "Elissa". Bonito nombre. Tras entrar a la consulta, me quede quieto en la puerta, mirando el lugar, percatandome de todos los detalles. Quizas estuve ahi dos o tres minutos parado, pero pude ver todo lo que habia ahi sin llegar a ser invasivo.

Tras recomponer, deje mi baston apoyado cerca de la puerta, colgue mi bombin y mi saco en un perchero y me acomode los lentes. Se sento frente a mi, y me miro a los ojos, yo tambien lo hice.

- Cuénteme, ¿en qué puedo ayudarle?

-Veras, Elissa. Te llamare Elissa, aunque te moleste. ¿Nunca has sentido que todo tu alrededor se ha vuelto un caos dimensional? Pues asi me siento yo en Gotham, mi amada, llena de nieve y escoria humana ciudad natal. Extraño sus cloacas donde merodea el señor Waylon Jones, sus edificios viejos y oscuros, sus bandas y su molesta bat-señal. ¿Usted es de aqui? -Estire las piernas en el divan, recostando mi cabeza con las dos manos - Oh, que modales los mios. Yo soy Edward Nigma, Enigma para usted.

-Veras, Elissa. Te llamare Elissa, aunque te moleste.

No le molestaba; de hecho, lo prefería. No estaba segura de si era porque algunos americanos eran incapaces de pronunciar el apellido "Stavridis" correctamente, o porque prefería trabajar con la sensación de familiaridad que daban los nombres de pila.

Lo que sí anotó mentalmente fue la forma en que se había comportado Nigma desde que había llegado. El aire de superioridad (algunos dirían que prepotencia) encajaba mucho con lo que había oído de él. Perfeccionista hasta decir basta, aficionado a las batallas intelectuales, pero incapaz de aceptar el hecho de perder en alguna... los rasgos narcisistas y obsesivos se entrelazaban con naturalidad en su persona. Lissa no pudo evitar sentir verdadera curiosidad profesional por el hombre que tenía delante.

¿Nunca has sentido que todo tu alrededor se ha vuelto un caos dimensional? Pues asi me siento yo en Gotham, mi amada, llena de nieve y escoria humana ciudad natal. Extraño sus cloacas donde merodea el señor Waylon Jones, sus edificios viejos y oscuros, sus bandas y su molesta bat-señal. ¿Usted es de aqui?

A pesar de que su consulta estuviera en Nueva York, Lissa había pasado tanto tiempo en Gotham que sabía perfectamente a qué se estaba refiriendo su interlocutor.

- Conozco bien la ciudad de Gotham - fue su respuesta.

Entonces, el villano pareció reparar en algo.

Oh, que modales los mios. Yo soy Edward Nigma, Enigma para usted.

"Prefiere que se dirijan a él por su alias", anotó Lissa, para sus adentros. Tenía varios pacientes así, claro. De hecho, eran más la norma que la excepción.

- Es un placer, Enigma - repuso la psicóloga - Siento que esté tan lejos de Gotham. Es un lugar al que se llega a coger aprecio...

La chica no mentía. Le había sucedido a ella misma. Gotham era considerado por muchos un hervidero de crimen y corrupción, una auténtica alcantarilla donde prosperaba lo peor de la ciudad. Pero, por alguna razón, había quien llegaba a amarla... Los peores criminales eran un buen ejemplo; nunca buscaban un lugar distinto donde seguir cometiendo sus fechorías; siempre era Gotham. Aunque Lissa tenía una segunda teoría para eso; no era tanto la ciudad, sino el hombre. Batman. Batman era como el faro encendido que atraía a aquellos que se habían enfrentado alguna vez a él, y que seguían intentándolo una y otra vez, cada uno por sus propias razones. Lissa se preguntaba cuál sería la de Nigma.

"Una competición", se dijo. La eterna competición de intelectos entre el detective y el Acertijo.

-¿Aprecio? Es una ciudad asquerosa, llena de palurdos, matones, criminales. Pero... Tiene un poco de razon. No puedo evitar dejar de pensar en mi amada Gotham. ¿Sabia que yo he montado mi propia cruzada contra la ignorancia? Yo soy el verdadero salvador de Gotham. Me gustaria saber, ¿Que piensa usted de Gotham? ¿Cree que yo, el grandioso Acertijo podra librar la ciudad de la estupidez?

Lissa contempló a Nigma escudada tras su correcta expresión profesional. El hombre gesticulaba, llevado por su visión de futuro... el nombre técnico era "delirio mesiánico". Enigma creía que era el elegido, que tenía la misión de "iluminar" Gotham... Cuadraba con su carácter narcisista, claro. Él creía estar destinado a grandes cosas, y esperaba que la gente de su ciudad, los ignorantes habitantes de Gotham, comprendieran y aceptaran su misión.

- Instruir a toda una ciudad parece mucho trabajo para un hombre solo - dijo Lissa, con cautela, pero no añadió nada más. Prefería dejar que hablara él.

Nigma se levantó del diván y Lissa lo siguió con la mirada. El hombre se detuvo frente a la ventana y contempló la ciudad de Nueva York como un conquistador a punto de plantar su bandera en una playa recién descubierta.

-Nueva York es ahora mi tierra de las oportunidades. Aqui podre continuar con mi carrera... Dime - continuó, volviéndose hacia ella - Elissa, ¿Tu sabes cuantos grandes robos he cometido? No los puedo contar, pero siempre, en cada uno de ellos dejo un acertijo para la Policia y para Batman. ¿Quieres escuchar uno?

Lissa sostuvo la mirada del villano. Ya tenía una idea de su personalidad, de sus rasgos más destacables. No había tenido la oportunidad de estudiar al Acertijo en sus prácticas como estudiante en Arkham, y ahora que lo tenía ante ella no podía evitar escucharle con toda su curiosidad profesional.

- Adelante, por favor - ofreció, haciéndole un gesto para que continuara.

Me sente en la mesa del consultorio, como quien se cree el dueño de todo lo que hay en la habitacion y empece a cruzar las piernas mientras miraba de arriba a abajo a la doctora. Fue un incomodo silencio que no se postergo demasiado, pues, simplemente me puse a pensar.

-Se abre una obra de teatro en Broadway. Su financiacion es una broma de lo sobrado que estan, el elenco es el mejor que puede haber para una presentacion, y aun sin haberse estrenado, la critica ya la esta aclamando. La gran noche del estreno esta lloviendo. No hay una sola persona en la ciudad que no sepa que esa obra se estrenara aquella tormentosa noche. Los boletos estan agotados, y gente de la mas alta sociedad de todo el pais esta ahi para admirar este gran suceso mundial. Pero hay un terrible accidente. -Me tape en un dramatico gesto la boca mientras la abria, como si yo estuviera sorprendido- Uno de los actores se vio envuelto en un regicidio, el como victima. La directora no sabe quien pudo haber cometido tal crimen, pero, alguien ha logrado llevar su papel al maximo. ¿Que obra querian realizar?

Mire a la doctora a los ojos y me rei con un tono burlon y prepotente en su cara.

-Si no puede resolverlo, lo entendere. No creo que sea tan apta para eso. -Busque en mi saco del traje con interrogaciones y saque unas nueces con sal que empece a comer mientras veia a la doctora pensar la respuesta.

Nigma guardó un momento de silencio tras sentarse sobre el escritorio. Su mente estaba dando forma al acertijo que iba a plantearle a la psicóloga.

-Se abre una obra de teatro en Broadway. Su financiacion es una broma de lo sobrado que estan, el elenco es el mejor que puede haber para una presentacion, y aun sin haberse estrenado, la critica ya la esta aclamando. La gran noche del estreno esta lloviendo. No hay una sola persona en la ciudad que no sepa que esa obra se estrenara aquella tormentosa noche. Los boletos estan agotados, y gente de la mas alta sociedad de todo el pais esta ahi para admirar este gran suceso mundial. Pero hay un terrible accidente. Uno de los actores se vio envuelto en un regicidio, el como victima. La directora no sabe quien pudo haber cometido tal crimen, pero, alguien ha logrado llevar su papel al maximo. ¿Que obra querian realizar?

Lissa escuchó con atención las palabras del villano. Era extremadamente curioso cómo funcionaba aquella mente suya. ¿Qué forma tendría, qué paisaje se desplegaría ante alguien que caminara por ella? La psicóloga no lo sabía, y no iba a comprobarlo. Seguía dándole miedo adentrarse en las cabezas de los demás y, de todos modos, ya no era Psique. Y, aún así, imaginó que la cabeza de Nigma sería como una impresionante máquina de relojería, como una torre del reloj, llena de engranajes que encajaban unos con otros, preguntas y respuestas en un continuo girar de ruedas dentadas.

La psicóloga sacudió con suavidad la cabeza. El Acertijo acababa de hacerle una pregunta a la que aún debía respuesta. Y, al parecer, tenía algo más que añadir.

-Si no puede resolverlo, lo entendere. No creo que sea tan apta para eso. - señaló, empezando a masticar unos frutos secos que había sacado de alguna parte.

Lissa se había dado cuenta de que aquello se salía de una entrevista convencional y reglada. Lo cierto era que, con el tipo de clientes a los que solía recibir, era bastante habitual que sucediera. Se preguntaba a dónde los llevaría aquella conversación, pero decidió que trataría de encontrar la respuesta.

- Un regicidio... Es un tema que se repite mucho en el teatro... - empezó Lissa, pensativa.

Lo cierto era que aquel tipo de tragedias eran bastante comunes en la mitología de su país de origen, por lo que no podía evitar que lo primero que le viniera a la cabeza fuera Edipo de Tebas. Pero tenía que pensar como lo haría un norteamericano. ¿De qué ilustre asesinato podría estar hablando Nigma? ¿Y por qué Lissa tenía la sensación de que le estaba hablando de algo que iba a suceder?

-Y, si es una obra capaz de atraer a tantos el día del estreno, seguramente sea un clásico. - continuó la psicóloga - Me inclinaría por Shakespeare...

Claro que Shakespeare tenía muchas obras conocidas, y prácticamente en todas morían unos cuantos. Los reyes no eran una excepción. ¿Por cuál podía decidirse?

- ¿Podría ser Hamlet? - probó, deseando que el castigo por fallar no fuera alguna de las trampas mortales por las que el Acertijo era tan conocido.

La miraba pensar, moviendo sus lenta maquinaria mental para intentar fallar en mi excelsa prueba de inteligencia. Cada gesto que hacia, su mirada pensativa, ¿hasta quizas la duda? Me encantaba. Todo eso me encantaba. Sentia como con cada segundo que pasaba, la psicologa admitiria su derrota ante mi intelecto y me rogaria la respuesta. Pero yo no se la iba a dar, simplemente, me burlaria en su cara de su fracaso.

Entonces guarde silencio. ¿Como demonios lo supo? ¿Acaso habia alguien que le hubiera pasado la respuesta? Me quede mirandola, y mirando alrededor, buscando una camara, un microfono o un transmisor. No era normal, ¿Por que habia resuelto mi acertijo? ¿Quien demonios se creia que era?

-Je... tuviste suerte. Hasta yo lo habria averiguado si lo buscara en Internet. -Me cruce de brazos al tiempo que me levantaba de la mesa, acercandome a la psicologa- No muchos resuelven mis acertijos, y mucho menos, se salen con la suya. ¿Como lo supo, eh? -Sone amenazador, sombrio. Queria dejarle claro que yo era el que mandaba, y que su supuesto merito no fue mas que pura suerte.

Me fui caminando hacia la puerta, y la cerre por dentro, quedandome pegado a la pared.

-Mas le vale decirme como es que averiguo la respuesta. -Estaba realmente molesto, y no la dejaria ir hasta que admitiera que hizo trampa.

Oh, oh...

El Acertijo se había enfadado.

Lissa se maldijo interiormente por haber acertado en la respuesta. Estaba claro que alguien tan egocéntrico como Nigma no iba a soportar que lo ganaran en su propio juego. De no haber sido un gesto extremadamente no-profesional, la psicóloga se habría dado un manotazo de frustración en la frente.

Y, sin embargo... no pudo evitar decirse, con cierta fascinación, que aquella era la faceta del Acertijo que sólo conocían unos pocos. Entre ellos... Batman. Un Nigma molesto por la derrota, que exigía una explicación para la misma, que necesitaba que su rival reconociera haber recibido ayuda de alguna parte para la resolución de su pregunta.

-Je... tuviste suerte. Hasta yo lo habria averiguado si lo buscara en Internet. - ¿Internet? Lissa apenas tocaba el ordenador, pero no iba a decírselo a Nigma; hubiera sido peor el remedio que la enfermedad. - No muchos resuelven mis acertijos, y mucho menos, se salen con la suya. ¿Como lo supo, eh? - el villano estaba cada vez más enfadado. Se volvió hacia la puerta, y la cerró, atrapándolos a ambos en el interior de la consulta.

"Quizá esto está empezando a írsete un poco de las manos, Lissa", se dijo la psicóloga.

-Mas le vale decirme como es que averiguo la respuesta.

"Tienes que tranquilizarlo"

Pensarlo era más fácil que hacerlo, claro. ¿Cómo diablos se tranquiliza a un ególatra con un ego herido?

"Batman le daría un puñetazo en la mandíbula", reflexionó. Pero, ni era su estilo, ni tenía la fuerza necesaria para ello. Además, era una solución demasiado poco diplomática.

- Ha sido por casualidad. - dijo la psicóloga, con voz suave y relajada, todo lo contrario a los pensamientos frenéticos que habían estado dando vueltas en su cabeza. - Simplemente mencioné mi obra favorita. - continuó.

No era exactamente cierto; Lissa opinaba que todos los personajes de Hamlet podrían haberse beneficiado de un buen plan de psicoterapia, pero, de nuevo, el Acertijo no tenía por qué saberlo.

- ¿Por qué no vuelve a sentarse para que podamos seguir hablando? Puede dejar la puerta cerrada, si quiere. De todas formas no pienso irme a ningún sitio. - ofreció, conciliadora, esperando que Nigma se calmara.

Mire a los ojos a la doctora, tratando de ver mas alla de esa muestra de seriedad. Yo sabia que me temia, y era justo, todos deben temer y respetar al gran Acertijo. Entrecruzo mis manos, bajando un poco la cabeza para dar un aire mas siniestro en mi mirada, una sensacion de que si se repetia tal situacion le iba a ir bastante mal.


-No me gustan las casualidades. No creo en esas cosas, simplemente, se que hiciste trampa, Elissa. No por casualidad Superman es de otro planeta. No por casualidad ocurren crimenes en Gotham. Recuerdalo siempre que hables con alguien bajo mi sombra: No existen las casualidades. -Y despues escuche su propuesta para sentarme. Me parecia bien, no tenia una opcion, y de tenerla, la habria golpeado con mi baston o la inmovilizaria con alguno de los dardos.

Me sente, colocando ambas manos sobre la mesa de manera dominante, y coloque mi baston de manera horizontal hacia mi.

-¿Sabe que es lo bueno de los acertijos? Que pese a lo complicado de la cuestion, las respuestas son mas sencillas de lo que parecen. -Hice una pausa, un silencio rapido pero pesado, que casi se podia cortar con un cuchillo- ¿Sabe quien soy?

Y ese era uno de los acertijos que mas me gustaban, porque nadie respondia bien, nadie tenia la suficiente astucia como para saber la respuesta. Simplemente, sonrei, mirandola a los ojos, como si le motivara a que lo intentara de nuevo. Como Eva probo la manzana que Dios le dijo que no tomara, mi acertijo era un reto, una pequeña muestra ante una previa advertencia, como si quisiera ver que tan lista era la psicologa.

FdI:

Nigma no parecía muy satisfecho con la respuesta de la psicóloga.


-No me gustan las casualidades. No creo en esas cosas, simplemente, se que hiciste trampa, Elissa. No por casualidad Superman es de otro planeta. No por casualidad ocurren crimenes en Gotham. Recuerdalo siempre que hables con alguien bajo mi sombra: No existen las casualidades. - dijo,amenazador, antes de considerar la oferta que ella le había hecho para que se sentara.

Finalmente, lo hizo. Lissa casi suspiró en voz alta por el alivio que sentía, no quería ningún enfrentamiento en su consulta. No era la primera vez que un cliente se le ponía violento, pero tenía que evitar que la cosa fuera a más si quería serle de alguna ayuda a Nigma.

-¿Sabe que es lo bueno de los acertijos? Que pese a lo complicado de la cuestión, las respuestas son mas sencillas de lo que parecen. - explicó. De nuevo, aquella fijación patológica por los enigmas. Lissa había aventurado una doble explicación para aquello; por un lado, Nigma se sentía fascinado por el ejercicio intelectual que suponía un acertijo para él; por la otra, era un modo de demostrar su superioridad sobre el resto, el único campo en el que nadie podía (o debía) ganarlo.

- ¿Sabe quién soy? - continuó.

Primero, Lissa pensó que se trataba de una pregunta sencilla, pero su cliente esperaba la respuesta con una actitud distinta, como si se tratara de uno de sus famosos enigmas y ella debiera resolverlo.

Bueno, pues no estaba segura de qué respuesta quería. ¿Quién era él? Edward Nigma, "El Acertijo", un tipo excéntrico con un bastón dorado y un traje con bombín verde, un peligro para la ciudad de Gotham... Pero, ¿de veras estaba preguntándole eso? Lissa no tenía ni idea, pero le daba la sensación de que no. Lo cual no dejaba de ser algo bueno; si acertaba, a lo mejor a Nigma se le terminaban de cruzar los cables y la mataba allí mismo.

- Es difícil de decir... - dijo, en tono tranquilo - ¿Lo sabe usted...? - preguntó, con sincera curiosidad, como si admitiera su derrota, pero claramente interesada en la respuesta.

Tipico de personas carentes de raciocinio. Responder a una pregunta directa con una pregunta vaga que huya de la sencilla respuesta. ¿Que si lo sabia? Obviamente lo sabia, ¿pero acaso buscaba confundirme? ¿Buscaba que yo cayera en mi propio juega? Eso no pasaria, no permitiria que ninguna psicologa de Nueva York intente humillarme en mi campo, el campo de la mente donde no hay nadie que se me compare.

-¿Crees que me vas a confundir, Elissa? No te alejes de mi pregunta. Si tu debil cerebro no puede realizar esas simples funciones cognitivas que una rata atrofiada podria realizar, no veo porque estoy aqui - Mencione, con mi tono arrogante de siempre. Era superior. Ni los reyes se me comparan, soy algo similar a Dios, por no decir, superior- Supongo que, como no puedes resolver mi acertijo, tendre que develarte la respuesta.

Me levante, caminando con calma por el consultorio, guardando silencio. Le apunte con el dedo indice levantado, como si le indicara que guardara silencio, mientras hacia un dramatico lapsus de tiempo que buscaba incomodar a la mujer que tenia delante. Tome mi baston y empece a girarlo ociosamente mientras andaba, hasta que por fin, chasqueando los dedos y bajando la voz, mencione.

-Soy el mismo Dios. El maximo temor entre los temores de Gotham, de Norteamerica y del mismo mundo. No tengo ningun tipo de comparacion, absolutamente ninguna. Soy el Acertijo  -Estire mis brazos, mostrando mi grandeza, mi majestuosidad. Luego, mirandola, me rei con un toque siniestro - ¿Tan dificil era averiguarlo? Me averguenza que no puedas ni siquiera ver lo que tienes delante. -No tenia especialmente algo en contra de esta psicologa de pacotilla, pero estaba ensañado en humillarla intelectualmente por el simple hecho de que podia, como un acto relajante para terminar la jornada, como la rutina que sigue un magnate tras un dia de oficina meterse en su Jacuzzi con una copa de martini.

Despues, me reacomode el sombrero, y me sente cruzando una pierna mientras miraba con una sonrisa tranquila a Elissa a los ojos. No le tenia miedo a alguien que hacia trampas para averiguar mis acertijos, y mucho menos, a quien se llamaba psicologa y no podia ni siquiera ver la enorme puerta del palacio que es mi mente.

-¿Crees que me vas a confundir, Elissa? No te alejes de mi pregunta. Si tu débil cerebro no puede realizar esas simples funciones cognitivas que una rata atrofiada podría realizar, no veo porque estoy aquí - ofensivo, como siempre. Elissa dejó pasar el insulto. Ella misma llevaba un buen rato preguntándose por qué Enigma estaría en su consulta, en primer lugar.

No había venido a buscar ayuda, aquello era bastante obvio. Tampoco parecía muy interesado en una terapia. No: necesitaba público. Y la doctora Stavridis era la afortunada en ser elegida para escucharlo. Un honor que le parecía... bueno, algo dudoso. A aquel hombre le pasaba algo, sin ninguna duda.

"Manía", dijo, en alguna parte, la vocecilla de su conciencia.

Manía, claro.

Lo cierto es que, durante su carrera, la psicopatología había atraído a Lissa como la llama de una vela a un insecto. Aquella era una de las razones que la habían llevado a hacer prácticas en Arkham. Y también a seguir ejerciendo como psicóloga de villanos, trabajo del que, en días como hoy, se sentía tentada de arrepentirse.

Sus ojos se desviaron a una de las estanterías que había tras Nigma; allí descansaba el DSM, la biblia de los expertos en Salud Mental. Lissa había tenido que estudiarlo de arriba abajo en más de una ocasión; aún ahora podía ver en su mente los criterios diagnósticos del episodio maníaco, casi como si los tuviera delante. ¿Cómo empezaban? Ah, sí...

"A. Un período diferenciado de un estado de ánimo anormal y persistentemente elevado, expansivo o irritable, que dura al menos 1 semana (o cualquier duración si es necesaria la hospitalización)."

Bueno, no sería Lissa la que cuestionara la irritabilidad de Nigma; había tenido varias muestras de ella en muy poco tiempo. Acerca de la duración de una semana... no pondría la mano en el fuego; pero, ciertamente, si alguien le hubiera preguntado por la necesidad de un hospital, la psicóloga hubiera respondido afirmativamente, sin dudarlo. Eso contaba como criterio A positivo.

"B. Durante el período de alteración del estado de ánimo han persistido tres (o más) de los siguientes síntomas (cuatro si el estado de ánimo es sólo irritable)..."

Cuatro síntomas de la lista, entonces. ¿Se acordaría de todos? Los ojos de Lissa se detuvieron en Nigma, dispuesta a averiguarlo. Ajeno al tren de pensamiento de la psicóloga, el Acertijo continuaba hablando.

- Supongo que, como no puedes resolver mi acertijo, tendré que desvelarte la respuesta. - dijo, echando a andar por la habitación, sin dejar de mover su bastón de un lado a otro. No parecía gustarle el mantenerse sentado.

"6. aumento de la actividad intencionada (ya sea socialmente, en el trabajo o los estudios, o sexualmente) o agitación psicomotora..."

- Soy el mismo Dios. El máximo temor entre los temores de Gotham, de Norteamérica y del mismo mundo. No tengo ningún tipo de comparación, absolutamente ninguna. Soy el Acertijo.

"1. Autoestima exagerada o grandiosidad", prosiguió Lissa. Dos de cuatro.

- ¿Tan difícil era averiguarlo? Me avergüenza que no puedas ni siquiera ver lo que tienes delante.

"3. Más hablador de lo habitual o verborreico", aquél lo cumplía con creces. Lissa resistió el impulso de poner los ojos en blanco.

Finalmente, Nigma se sentó, con una sonrisa triunfal. La psicóloga, cerró los ojos, agobiada. ¿Por qué siempre tenían que ocurrirle a ella aquellas cosas? ¿Tendría delante a un maníaco de manual, en necesidad clara de ingreso involuntario en un hospital psiquiátrico? Bueno, si así era, se había callado al fin y la miraba, como esperando. Y ahora, ¿qué se suponía que tenía que decirle?

"Los delirios no se confrontan en fase aguda...". Lissa recordaba aquel consejo, procedente de una psiquiatra que daba clases en su facultad. En otras palabras: cuestionar la verdad de su afirmación a un maníaco que decía ser Dios... no era una buena idea.

De nuevo, echó mano de su diplomacia, que empezaba a desarrollar serias fisuras.

- Tendrá que tener paciencia conmigo, señor Nigma - dijo, con suavidad. No le gustaba en absoluto el rumbo que estaba tomando la entrevista - Comprenderá que me cueste seguir su ritmo. Va un poco rápido para mí.

"4. fuga de ideas o experiencia subjetiva de que el pensamiento está acelerado".

Bueno, tenía que dejarse de diagnósticos. Tras su ejercicio de humillación, Nigma se había calmado lo suficiente como para sentarse y mostrarse receptivo. Era el momento de hacerle la pregunta que no dejaba de rondar por la mente de Lissa desde que su cliente había cruzado la puerta.

- Aún no me ha dicho en qué puedo ayudarlo. ¿Por qué ha decidido consultar a un psicólogo?

Si el Acertijo ponía en palabras más exactas su demanda, tal vez Lissa lograra hacer algo por él.

Aquellas palabras mencionadas por la mujer fueron como el mas dulce canto de los pajaros en primavera. Tenerle paciencia era la primera muestra de su agobio, de que jamas podria contra mi genio, y el mencionar que no era capaz de seguir mi ritmo era la suplica de piedad que llevaba horas pidiendo que escucharan. Habia asesinado limpiamente su triste autoestima, y solo pedia que le propinase el golpe fatal.

-¿A que venido aqui? Me siento un poco ofendido. Es usted una mercader, ¿no? Esta ofreciendo un servicio, no deberia hacer mas preguntas... Sin embargo, sere magnanimo. He venido aqui por no perder las viejas costumbres. Hace mucho que extraño hacer llorar a mis pobres medicos en Arkham, y he decidido buscar un sustituto temporal que atienda esos... simples deseos. -No podia evitar negar que sentia un placer enorme al ver a la gente sufrir por acertijos imposibles.

Era una aficion, quizas un fetiche, pero eso no era mi culpa. Simplemente, era asi, como el lobo que necesita carne para comer o el arbol que necesita agua, yo necesitaba encontrar una diversion de igual modo. Cuando uno ha hecho lo que he logrado en mi carrera criminal, creo que ya todo lo que hagas se perdona. O se juzga, da igual, siempre escapo.

Suavemente, recoste mi baston en el suelo y mire a Elissa a los ojos, preparado para mas, saboreando los ultimos brotes de sangre de su espiritu. Como siempre, no iba a tener piedad alguna contra ellos. Beberia sus lagrimas, si es que eso no fuera algo asqueroso y perverso, aun para mi. Esta vez, solo escucharia lo que me tuviera que decir, como si permitiera que su ejercito se reagrupase y volviera a cargar solo para volverlos a humillar en el campo de batalla.

-¿A que venido aqui? Me siento un poco ofendido. Es usted una mercader, ¿no? Esta ofreciendo un servicio, no deberia hacer mas preguntas... Sin embargo, sere magnanimo. He venido aqui por no perder las viejas costumbres. Hace mucho que extraño hacer llorar a mis pobres medicos en Arkham, y he decidido buscar un sustituto temporal que atienda esos... simples deseos.

- Oh. Qué honrada me siento. - dijo Lissa, con una expresión absolutamente neutral.

Acto seguido, pasó a abofetearse mentalmente por haber hablado sin pensar.

Carraspeó. Con suerte, Nigma estaría tan embebido en su propio ego que no se daría cuenta de la ironía... más aún, teniendo en cuenta el tono con el que se había pronunciado: es decir, con la misma modulación de la voz con la que se habla del tiempo en un ascensor.

Lo cierto es que Lissa no estaba tan tranquila como aparentaba... aquello, por descontado. Cuando alguien trabajaba en su campo y se arriesgaba a ofrecer ayuda psicológica a villanos confesos... bueno, se exponía a aquel tipo de cosas. Le hubiera gustado poder dejar listo su testamento, por si acaso, pero no podría ser. Tendría que mantener la sangre fría y tratar de ser tan lista como Nigma (lo cual sería complicado, si realmente era tan inteligente como decía ser)... y, al mismo tiempo darle a entender que era completa, total, absoluta e irremediablemente estúpida, o sería mucho peor para ella.

- Señor... Acertijo... - empezó. Tras un instante de duda, había decidido que intentar mostrarse serena era mucho peor. Aquel tipo estaba deseando sentir que provocaba nerviosismo en ella. Dado que ninguna terapia iba a funcionar en aquel momento, tendría que darle lo que quería. - No estoy muy segura de que yo sea digna de que pierda su tiempo conmigo, pero siéntase libre de decir cuanto quiera mientras se encuentre aquí.