Prueba de Rol - Dra Pamela Lillian Isley [Poison Ivy]

Y allí estaba yo. En mi celda de Arkham hecha, por desgracia, demasiado familiar. Leyendo en papel reciclado “Bellas y mortíferas”, un ensayo del Dr. Quinill, aquel enfermo inútil insistía en hacer burdas comparaciones entre las mujeres y las plantas que él creía conocer bien. Seguramente creyéndose un maestro del símil  y la metáfora, torturando a su cabeza y su líbido mientras trataba de esconder sus verdaderos y tristes sentimientos. Nada me daba más asco que un misógino. Miento. Un misógino analfabeto y dendrofílico. En otra época hubiera asegurado  que escribía esa basura sólo para sacarme de quicio, pero desde que toda mi aventura empezó, las mutaciones, el parque Robinson, Batman, Harley… sólo recordaba que estas porquerías me molestaban cuando estaba encerrada.

Tumbada en la … cama. Si es que a eso se le podía asociar cualquier nombre referente al descanso. Dejé caer el libro contra el suelo y me concentré en los pocos minutos de luz natural de los que iba a poder gozar en todo el día, intentando recoger todo mi cuerpo en los apenas treinta centímetros cuadrados de sol que conseguirían llegar a mí. Los sentía, los sentía más de lo que lo había sentido nunca, cada rayo, cada segundo… penetraban en mí.  Para mí cada centímetro de piel en la que la luz solar rebotaba era magia, vida, calor… Siempre intentaba desabrocharme un poco el incómodo uniforme del asilo para notarlo piel con piel… Y permanecí así hasta que recuerdo, gozando de lo que para un ciudadano de a pie podría compararse con un buen polvo.  Así lo creí hasta que una voz me sacó de mi momento íntimo. Mi ÚNICO momento privado en todo el maldito tiempo que me quedaba allí.

-¡Pamela Lillian Isley!- era la voz de uno de los guardias de mi pasillo.

Me deslicé entre las sábanas como si cada kilo de mi cuerpo pesase tres más. Le pegué una patada al libro para quitarlo de mi camino y me acerqué a la puerta. Apoyé el peso de mi cuerpo en las puntillas de mis pies para facilitarme la tarea de asomarme por la minúscula ventanita de aquella gruesa y tosca puerta.  Me balanceé un poco cambiando el peso de pierna para intentar buscar el ángulo correcto. Vi a un hombre de corta estatura, trajeado, iba acompañado por dos guardaespaldas y dos guardias de seguridad del centro. ¿Quién era?

Me di media vuelta dejando la puerta atrás y me coloqué de cuclillas delante de una maceta que  casi me costó la vida que me permitieran tener. Aún no había hablado con ella.
-¿Qué tal te encuentras querida? ¡Oh! ¿¡Pero qué tenemos aquí!? Te ha salido un brote nuevo, felicidades preciosa… –  terminé con una sonrisa sincera y continué con mi acción despreocupada sin saber que pronto me esperaba una sorpresa.
Decidí darles la espalda a los visitantes porque aún faltaba el protocolo. Que abriesen la puerta, dictar las normas.. No agredir ni degradar de ningún modo a las visitas, cualquier acto meramente violento será castigado acorde a las medidas que los responsables de Arkham Asylum crean convenientes… blablabla… Me daba tiempo de mimar a mi querida Orquídea antes de encargarme de cualquier superficialidad. Me estaba recolocando el pecho en ese tenso atuendo cuando entraron los 5 hombres en mi “humilde” espacio. Por si mi sensación de claustrofobia no era suficiente.  

El hombre bajito carraspeó y anunció con el tono de voz elevado – Doctora Pamela Lillian Isley, en nombre del equipo médico especialista psico-social y psiquiátrico del centro Arkham, procedemos a la comunicación a dicho paciente del resultado de la evaluación bianual del estado psicológico en entornos socialmente abiertos. Nos llena de orgullo comunicarle que la prueba que realizamos cuyos resultados concuerdan con su número de expediente  son aptos para proceder al Alta inmediata del paciente, así como la devolución de sus pertenencias y la limpieza y renovación de su expediente en esta institución.-

No podía ser…

-También se le informará sobre ciertas directrices, normas y leyes bajo las que ningún concepto se le permitirá el ingreso penitenciario o psiquiátrico en un centro distinto a este.-

¿Acaso ese hombre me estaba diciendo lo que creo que me estaba diciendo?

… y acorde al cuerpo de policía de Gotham…

Era… ¿libre?

-En cuyo caso siempre se le dará una opción de preferencia en este centro… -

Mi vida, mi sol, mi verde, mi aire… Volvería a sentirlo todo.

-¿Tiene algo que decir? -
Me quedé en estado de shock. No era normal. Nadie me había avisado de nada. No sabía nada. Todo esto era raro… Ese hombre no era del equipo médico, no le había visto antes. No llevaban uniforme de Arkham ni él ni sus guardaespaldas, pero los guardias les acompañaban… No entendía nada, pero si era algún truco de algún pringado que necesitase de mi ayuda, yo necesitaba aprovechar el momento para huir. Seguramente no tuviese mucho tiempo.  

-¿Señorita Isley, tiene algo que añadir? –
Había que pasar a la acción. Me desabroché el incómodo uniforme tan rápido como fui capaz, me daba igual que me vieran desnuda. Me daba igual todo. Tiré con despreció aquella tela por detrás de mí y respiré hondo, muy hondo…  Dejé que pequeñas hojas de vitis vinifera  fuesen formándose lentamente con forma de corpiño cubriendo mis intimidades de manera ligera, cómoda y… mía.
-Sí, ¿por dónde se sale de aquí? – mientras los hombres desalojaban yo me dí la vuelta, recogí a Orquídea y me la llevé conmigo. De camino a la consigna recuerdo acariciarle sus hermosas hojas en más de una ocasión. Estaba contenta. Y yo aún más.

- Pertenencias de 0300567-V, flor en una maceta, permitido en celda. No figura ningún objeto más. ¿Tiene todas sus pertenencias? – El guardia de la consigna era el más formal de todos.
-Sí. – Simple, directo, rápido. Déjenme salir ya.

Lo siguiente fue un largo recorrido a pie por varios pisos, pasillos y escaleras de aquel horroroso edificio. Subimos y bajamos, fuimos y volvimos, abrimos y cerramos puertas… pero hubo un sonido acompañado de una luz cegadora que me atravesó. Aquel sonido no era una puerta más… Aquel sonido fue mi toque de corneta de libertad. Mis primeros pasos de nuevo en mi hogar.  Me quedé durante unos minutos en la puerta principal. Inmóvil.  Con la cabeza hacia el sol y los ojos cerrados acompañando a la sonrisa de fresa más grande que se me había escapado tan cerca del asilo. Los brazos bien abiertos, como cuando vas a abrazar a un viejo amigo. Él era el primero que me daba la bienvenida, él me hizo sentir libre, y con él Gotham empezó un nuevo ciclo. Con una nueva Hiedra. Más fuerte. Más consciente. Más grande. Más viva.